Capitulo 19: Perspectivas.


Daniel

Tomo mi teléfono para mandar un mensaje a Valentina y avisarle que hoy no voy a clases mientras corro el autobús. Me siento mal por faltar a las primeras clases, pero no puedo aplazar más el tema de Erik.

Valentina: oka. Quédate tranquilo que luego te llevo los apuntes

Daniel: Gracias. Te debo una.

Valentina: la anoto 😉

Me siento agradecido por estar cursando con ella. Por todo lo que está sucediendo mientras puse un pie en la universidad. Sacando de la ecuación al entrenador Navarro, por supuesto.

Bajo a una cuadra de la escuela, un poco nervioso por la posibilidad de encontrarme con mi padre pero decidido. Estoy casi seguro de que no va a estar ahí, no lo va a ir a buscar, pero la duda siempre existe y no tengo ninguna gana de cruzarlo. Ahora lo más importante es Erik. No quiero perderme con mis cosas, con la universidad, con mi tutor y dejarlo a la deriva. Es mi hermano y sé que necesita que esté cerca de él.

La puerta está desierta de estudiantes, solo algunos padres que vienen a buscar a los de primer año. Me apoyo detrás de una columna. No quiero que me vea al salir, conociéndolo puede escabullirse para no darme explicaciones.

Lo veo salir con su mochila al hombro, charlando con unos compañeros de su edad que parecen inofensivos. Me quejo del prejuicio, pero yo sigo manejándome con base en él. Lucho con ese viejo Daniel todos los días. Es una lucha larga que no voy a abandonar.

Me acerco por detrás y lo tomo de la mochila. Se da vuelta y cuando me ve se queda pasmado, lo que hace que confirme que algo me está escondiendo.

—Daniel, eh... hola... ¿Qué haces acá? —pregunta notablemente incómodo por mi presencia.

—Tenemos una charla pendiente, ¿no te parece? Vamos al café de enfrente.

—No puedo, hermano. Vine en la bicicleta y tengo que volver temprano a casa.

—La bici está con su candado, no se va a ir sola. Son cinco minutos. ¿O preferís hablar acá en la puerta?

—Es que esto no tiene sentido, estás creando una historia en algo que no la tiene. —Lo agarro de la mochila y lo empujo hacia un costado para alejarnos de la puerta, porque ya me hizo perder la paciencia.

—No me des más vueltas y decime de donde sacaste ese dinero, Erick.

—De papá, de dónde más la voy a sacar.

—Erick, no me trates de idiota porque no lo soy. Papá se daría cuenta enseguida de que le falta tanto dinero. ¿Andas en algo raro? Necesito saberlo. Ya estoy lidiando con demasiadas cosas y no voy a lidiar con más si puedo evitarlo.

—No ando en nada raro, hermano. Te lo juro.

—Entonces explicame de donde salió todo ese dinero. —Erick mueve su cabeza y resopla, luego me mira fijo y por un momento no entiendo su expresión.

—¿Estás seguro que querés saberlo?

—Para eso estoy acá. —Lo miro decidido a sacarle la información a como de lugar, él asiente con la cabeza y se acerca un poco más.

—Me la dio mamá.

—¿Qué? ¿Mamá?

Erick asiente con la cabeza y mi mundo parece ponerse del revés. Siento que todo alrededor da vueltas por un segundo. Escuchar a mi hermano pronunciando la palabra mamá es algo que no encaja en el rompecabezas que es mi mente hoy. Ya hace demasiado tiempo que ella no está, que nos prohibieron apenas pensarla.

—Me tengo que ir, Dani. Si papá ve que llego tarde se va a poner como loco. —Se voltea, pero lo tomo del brazo.

—Espera... no podés tirarme esta e irte así sin más. —Erick resopla y se vuelve a dar vuelta.

—Veo a mamá desde siempre, Daniel. Ella estuvo y está cerca de nosotros. El que no quiso verla fuiste vos.

—Porque nos abandonó.

—No nos abandonó. Papá la obligó a dejarnos, que es muy distinto. Y ella siempre estuvo cerca. Pero no pudo hacer demasiado. —Niego con la cabeza. Las imágenes de mi infancia vuelven a mi mente como el flashback de una película—. Le conté todo lo que pasó con papá y quiere ayudarte. De ahí la plata.

—No quiero nada de ella, Erick.

— Y yo no quiero escucharte más decir eso, Daniel. Porque por culpa de tu enojo es como llegamos a esto.

—¿Y qué querés que haga? ¿Qué corra a sus brazos y me deje acunar en su pecho? —Suelto con ironía—. No puedo perdonarla.

—No te digo eso, pero por lo menos date una oportunidad de escucharla. No sirve más tu orgullo. Ella siempre estuvo cerca de nosotros buscando la forma de sacarnos de casa.

—No se hubiera ido, no nos hubiera dejado como lo hizo. Entiendo lo de papá, entiendo que no pudo más... Pero no puedo, Erik. Nos abandonó, a sus hijos.

—¡No nos abandonó! Siempre estuvo ahí, pero vos no quisiste verla. El que la abandonó fuiste vos por tu orgullo. Te pusiste del lado de papá, Daniel. ¿Es que te cuesta tanto verlo?

Me quedo inmóvil, sus palabras son como un puño cerrado en mi estómago. Siento el golpe. Y si antes todo giraba, ahora lo hace a toda velocidad. Nunca pude ver las cosas del modo que las está contando Erick. Siempre encerrado en mi orgullo, en mi necedad, en mi ego, no pude entender que yo tengo gran culpa en todo esto. Quizá nuestra vida hubiera sido diferente. Mis ojos se llenan de lágrimas de bronca, de impotencia, de dolor. Los labios cálidos de mi madre dándome el beso de las buenas noches, su voz dulce contándonos un cuento antes de dormir, su rostro morado luego de una discusión con nuestro padre, sus lágrimas.

—Me tengo que ir, Daniel. —La voz de Erick me hace volver a la realidad. Una realidad de mierda. Asiento con la cabeza y lo veo alejarse, tomar su bicicleta. Me quedo ahí parado unos segundos sin poder reaccionar. Erick vuelve con su bici.

—Mama sigue queriendo que nos vayamos con ella. Y ahora que vos no estás en la casa. No quiero vivir más con papá. Voy a ir con ella.

—Papa no lo va a permitir —El estómago se me estruja del miedo. No quiero que les pase nada.

—No me importa... Dale una oportunidad de escucharla, Daniel. Un encuentro, un café...

—Lo voy a pensar —contesto no muy seguro de mis palabras. Nada es seguro en mí en este momento.

Mi hermano me abraza con el brazo que no sostiene su bicicleta. Luego se sube y se aleja. Comienzo a caminar hacia la universidad. No quiero tomar el autobús. Necesito frenar un poco mi cabeza y como siempre que necesito hacerlo el caminar se transforma en un trote.

Quiero llegar a la universidad, encerrarme en la residencia. No sé muy bien como ese lugar que conozco hace menos de un mes se haya transformado en mi lugar más seguro. 


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