Mi infancia

Tuve la suerte de nacer y crecer, junto a mis hermanos, en una familia muy, muy, muy hermosa... como pocas, diría yo.
Y aquí estoy... pensando... no sé que escribir... no porque no tenga de qué hablar, al contrario, es tanto lo que se viene a mi mente que, sin duda alguna, tendré que ser selectiva.
Mi infancia fue hermosa, juegos con mis hermanos, los vecinos y mis primos;  peleas con los mismos; picaditas de pelota en la calle; juegos de bolita y figuritas... eran más varones que niñas por lo que las muñecas no existían, jugábamos a los vaqueros, nos trepábamos a los árboles, en fin, todos juegos que de femenino no tenían nada... jajaja... ¡Pero muy divertidos!
Papá no lo veía nada mal. Pero cuando quise una bicicleta me dijo que no porque yo era una nena y las bicis eran para los varones.
¡Pobre papá! Nunca se enteró que mi hermanito menor me llevaba a mis clases de piano sentada en el manillar  ¡y a toda máquina! ¡Era taaaan divertido! Eran apenas tres cuadras que hacíamos zigzagueando, con la adrenalina al máximo. Por suerte para nosotros, el tránsito era bastante escaso, aunque seguramente no nos hubiéramos amedrentado y les hubiéramos hecho"finitos" a todos los vehículos.
Papá era muy amigo de las planas, de haberse enterado aún estaríamos escribiendo algo así como: "No debo desobedecer a papá cuando él nos indica algo, pues no solo nos ponemos en peligro nosotros, sino también a los demás", y eso repetirlo 500 veces… Ufff!!! Papá no solo nos hablaba cuando nos portábamos mal, después de su largo discurso  venían las planas... 100 veces... 200... 300 veces... debíamos repetir (todo dependía de la gravedad de la situación... ), por ejemplo :No debo responder de mala manera a mamá ni hacer las cosas de mala gana.
Cuando juego, juego; cuando estudio,estudio... y cuando hago los mandados, hago los mandados y no me quedo a jugar por ahí.
No debo prestarme a engaños (esta  me la mandó a mí, a los 18 años y la hice mientras esperaba a mi novio, hoy mi esposo. ¡Y todo fue por ayudar a José a terminar su plana! Teníamos la letra muy parecida, porque él me la copiaba, y terminamos la plana en un periquete. José se la entregó y papá, satisfecho, le permitió salir a jugar. Al rato nos confesamos y zaz, plana para los dos otra vez. Yo se la firmé y le puse la fecha. Recuerdo su risa, su abrazo y sus besos babosos al recibirla; la guardó en ese libro tan gordo como el de Petete, donde anotaba absolutamente todo.
Todos sacamos buena letra y buena Ortografía... Jajajaja
¡Cómo le gustaba hablar a papá! ¡Tremendo masitero! (Hoy me doy cuenta de que soy muy igual a él). No bien empezaba su cháchara nosotros lo empezábamos a aplaudir, luego también lo hacían sus nietos y él se reía a más no poder.
¡Hacía magia…! Siempre tenía monedas desparramadas por toda la casa y por las noches las hacía aparecer, dejándonos a todos de boca abierta. Tía Pochocha, su hermana, cuando él empezaba a hacer sus trucos, agarraba la cartera y no la soltaba ni para ir al baño.
Papá nunca entendió los chistes que se hacían y era muy gracioso explicárselos.
Siempre le gustó divertirse y jamás le preocupó hacer el ridículo.
Papá y mamá nos enseñaron lo bueno que es reírse de uno mismo ¡y lo aprendimos muy bien!
Solía llevarme frente al espejo para ver cuánto nos parecíamos, ¡y vaya que nos parecíamos!
Cuando se equivocaba no dudaba en pedir perdón.
¡Cuántos recuerdos!
Cuando quiso enseñarme a manejar, me rezongaba tanto, que yo me bajaba del auto, en plena carretera y le decía  que se fuera solo, porque yo con él no pensaba regresar (siempre volví en su auto... jajaja).
Muchas veces me enojé con él por no compartir sus decisiones, esas mismas que después tomé como madre... jeje...
Gruñón, mimoso, divertido, miedoso, amoroso, celoso...
Con papá aprendimos, lloramos, nos enojamos, nos divertimos...
Papá... ¡un grande!
Para mí... ¡el mejor papá que pude haber tenido!
Adoptó un código familiar que hicimos nuestro y que se refiere al amor que sentimos... ese que se siente desde las entrañas... por eso cuando verdaderamente lo sentimos, al abrazarnos  nos sale un gemido del corazón, algo así como  e e e, que significa: Te quiero tanto que no tengo palabras para expresarlo.
Estoy segura de que la infancia que viví es parte muy importante en la mujer que soy hoy.
Creo también que mis hijos y mis nietos "han mamado" esa forma, un poco loca, de vivir su propia infancia.
Nuestras anécdotas son cosa cotidiana en nuestra sobremesa, por eso no nos extraña para nada que los más chiquitos hablen de quienes no conocieron, como si también hubieran compartido la vida con ellos.
Hay quienes dicen que las familias se van achicando a medida que algunos cruzan a la otra orilla.
Yo no lo veo así, quizás por ello nuestra familia es enorme, jamás resta, siempre suma.

ilargiluna
17/1/2022

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