El "sillón para pensar"
Ayer leí de dónde había salido esa nueva moda de mandar a los niños a pensar después de hacer alguna travesura.
Primero lo "descubrí" en las clases de Educación Inicial y luego, cuando tuve la dicha de tener nietos, también mis hijos lo aplicaron.
Los niños quedan ahí, de espaldas al resto y "piensa".
Recuerdo que una de las tías de Luli siempre decía: "Esa niña será super inteligente, porque vive pensando."
A mí me daba pena, pero me quedaba calladita, tal vez porque no entendía mucho sobre el asunto de la famosa "silla de pensar".
Recuerdo que yo los rezongaba cuando hacían algo que no me gustaba, si se peleaban entre ellos los mandaba a hacer algo juntos, como arreglar los juguetes o el cuarto o limpiar la cocina, cuando eran ya un poco más grandes, con la condición de que no podían hablarse (sabiendo de antemano que eso no lo cumplirían y además se divertirían pensando que me estaban haciendo trampas). Cuando terminaban la actividad, se mostraban contentos y seguían jugando juntos.
La diferencia de edad que tienen es muy poca, 18 meses entre las dos primeras y 22 meses entre los segundos hermanos.
A medida que los niños crecen, van "tanteando" a los padres, a ver hasta dónde pueden llegar. Intentan agredir verbal o físicamente, todos. Es parte natural del instinto de supervivencia, como hacen todos los animales, y nosotros no escapamos a ello. Pero nosotros, los padres, debemos poner límites, ya que si no les llamamos la atención porque son demasiado pequeños o porque nos causa gracia, esas actitudes se vuelven normales y después ya no hay quién los detenga.
Recuerdo que ante situaciones de esas, yo les decía:" Eso, a mamá, ni en chiste ni en serio."
Bastaba esa frase para que cambiaran de actitud; claro, era la frase y mi rostro…
A medida que fueron creciendo, tomaron a risa esa frase, me cacharon, nos reímos, pero hoy, como padres y tíos, también la usan. También yo la uso con mis nietos. ¡A todos nos ha dado un excelente resultado!
Es más, estoy segura de que mis nietos también adoptarán la misma frase si algún día son padres, madres o tíos.
Mis hijos se criaron con pocos jueguitos electrónicos. Una pista de auto y algún autito a control remoto, y creo que nada más. Juegos de mesa, de encastre, puzzles, lotería, bicicletas y libros.Los libros fueron siempre de papel (me parece ver a Ma. Noel pasando su dedito índice izquierdo por su lengua y dando vuelta la hoja con su índice derecho).
Recuerdo también las colecciones de servilletas hermosas que hacían las niñas. ¡Eran tan lindas las servilletas! Las juntaban, intercambiaban entre las amigas, tenían carpetas, seleccionaban, clasificaban.
Un día de invierno las habían desparramado sobre la mesa del comedor. La estufa a leña estaba divina con su gran llama anaranjada.
Poco antes de almorzar les pedí que juntaran todo. Así lo hicieron pero quedó un álbum sobre la mesa, que nadie guardó. Me veo con él en mi mano, preguntando:
-¿Y este por qué quedó acá?
- Ese no es mío, dijo Ma. Noel.
Miro a Xime, interrogándola con mi mirada.
-Tampoco "ez" mío, agregó Xime.
-¡Dieguito! ¿Es tuyo?
-¡Mío no es eso!
-¿Entonces no es de nadie?, insistí.
Hubo levantamientos de hombros, miradas entre ellos, y respondieron:
-¡No!
A ello respondí y actué a la vez:
-¿Así que no es de nadie? ¡Entonces se va!, y diciendo esto lo tiré a la estufa.
Gritaron, lloraron y aprendieron. ¡Hasta el día de hoy se acuerdan!
Creo que, incluso, ya lo han aplicado.
Sé que muchas veces me equivoqué pero estoy segura de que en algunas acerté y lo confirmo hoy, con mis hijos ya adultos, cuando recordamos con alegría la infancia y adolescencia que vivieron y la confianza que hasta el día de hoy nos tenemos. Podemos tratar todos los temas en un cordial diálogo, aunque todos tengamos diferentes opiniones.
Y todo esto vino por la famosa "silla o sillón para pensar".
Esta fue ideada por un psiquiatra, allá en la década del 50.
Después de tratar diferentes situaciones de padres que acudían a él cuando "no podían" con sus hijos, después de comprobar que los padres los agredían verbal y físicamente cuando los niños los sacaban de sus casillas, este psiquiatra ideó "el sillón para pensar".
La técnica era sencilla, cuando el adulto a cargo del niño ya sentía que estaba a punto de explotar, lo debía mandar al "sillón", a pensar.
Obviamente el niño no pensaba nada, según este médico, pero le daba a los padres los minutos necesarios para aplacarse, echar afuera su ira y luego poder hablar con su hijo con tranquilidad.
Quizás le hiciera las preguntas de por qué había hecho eso, si se daba cuenta de que no era correcto, y hasta le sacaría la falsa promesa al niño de que nunca lo volvería a hacer.
El "sillón para pensar" fue ideado para ayudar a pensar a los padres y no a los niños. Los niños son niños, les gusta investigar, crear, conocer, soñar, y los adultos cansados no siempre están en el mejor momento para ayudarlos.
Tal vez, no sé, cuando estemos a punto de explotar, sería bueno que nos marcháramos solitos al "sillón para pensar", bajar las revoluciones y regresar tranquilos a dialogar con nuestros hijos.
Ellos nos necesitan fuertes, confiables, seguros, para emprender su vuelo con su autoestima elevada.
ilargiluna
22/1/2022
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