Epílogo.
Epílogo.
La cobertura, al menos, en esta parte de la isla es una mierda, aunque he de reconocer que la casa de Mallorca de la señora Aigner, no es una casa… es toda una mansión. Una casona antigua pero con todas las comodidades y con una parcela en la que se puede perder la vista. Me atrevería a decir que, como mínimo, tiene hectáreas y hectáreas de viñedos alrededor.
Hace un mes o así, ante la insistencia de la buena señora, pensamos que sería una buena idea, aceptar su invitación y así pasar unos días de vacaciones, y poder estar, al fin, todos juntos; ya que en estos tres meses que han pasado, desde la “cena de recuperación” en casa de Esteban y Vera, hemos estado bastante liados.
Oscar ha tenido que viajar mucho, por cuestiones de trabajo, y el poco tiempo que ha pasado en España, lo ha pasado básicamente en Barcelona, con Diego, que sigue en su estelar proceso de recuperación. Se podría decir de muchas formas, en la que los extremos, sin duda alguna serían, ciencia o milagro. El caso es que el niño está en perfectas condiciones, como si nunca hubiera tenido leucemia, aunque sigue muy controlado por sus médicos, tanto que, hasta hace unos días no días, no le han dado permiso para viajar.
¿Recordáis que Oscar me dijo que me había regalado dos cachorros para que no se aburrieran porque me iba a encerrar durante un mes en el dormitorio más cercano? Pues tengo que comunicaros que eso no ocurrió. Han sido tres largos meses, desde mediados de mayo hasta mediados de agosto, de limpiar muchas cacas y muchos pipís, de acudir varias veces al veterinario a vacunar, desparasitar y etc, etc, a Endor y a Sparrow, y de compatibilizar el trabajo de encargada en el Pub con sacar a los perritos, una media de seis y siete veces al día, para enseñarlos a hacer sus “cositas” en la calle.
Como siempre, Vera se ha portado conmigo como una auténtica madre. De forma que de domingo a jueves, mi horario ha sido totalmente flexible y a mi conveniencia. Mientras que a partir de los jueves, que es cuando el trabajo me demanda más horas, ya no tanto por las horas que paso fuera, si no porque llego muy cansada y los cachorros necesitan salir sus horas reglamentarías; me recomendó, una adiestradora y paseadora de perros profesional que si os digo que es fenomenal, me quedo corta, vale oro. Primero de todo, ha enseñado a los cachorros a hacer sus necesidades fuera de casa en un tiempo récord, pero es que también les enseñó palabras clave y posiciones, de manera que una orden u otra, lo cachorros se sientan, dan la pata, hacen la croqueta, saltan e infinidad de cosas más.
En fin, que mi relación con Oscar, se ha mantenido por la vía tecnológica, es decir, a través de whatsapp, Facebook y skype, gracias a éste último también he podido hablar con el pequeño Diego, y con la madre y la hermana de Oscar. “¡Vivan las nuevas tecnologías!” Pero la sensación de “yoqueséqué” que a mí me entró cuando ví a Oscar dirigiéndose hacia mí en el aeropuerto de Mallorca, tan atractivo, tan guapo, tan racial, tan Oscar… No pude evitar suspirar al verlo caminar tan seguro de sí mismo, destilando sensualidad, con sus vaqueros cagones, rotos y desgastados, camiseta de algodón blanca D&G, gafas de aviador y hawaianas. “¡Ufff, dioses gracias por ponerlo y mantenerlo en mi camino!”
Coincidiréis conmigo que un ejemplar así, entero para mí, es un subidón de los buenos, y más después de 3 laaaaaaaargos meses en el dique seco. Hombre, que puesta a decir las verdades, yo tampoco me quedo atrás, ¡digo yo!
El magnetismo, la urgencia, la necesidad se hicieron tangibles entre nosotros, y me atrevería a decir que casi sólidas. El abrazo fue de película y el beso también, sobre todo cuando Diego, llegó corriendo y tiró de la camiseta de su padre, exclamando a voz en cuello: “¡Papi, papi, que la vas a ahogar!” Mis mejillas se ruborizaron como hacía años que no lo hacían, a la vez que ambos estallamos en sonoras carcajadas. Acto seguido llegó Mara, la hermana de Oscar, que en cuanto supo que habíamos planeado el viaje-reencuentro se ofreció para ayudarnos con el pequeño; corriendo azorada detrás del niño, disculpándose porque se le había escapado. La situación fue un poco embarazosa pero también bastante cómica.
Enseguida reparé en que era la primera vez que tenía a Diego, en persona, cerca de mí, de modo que me agaché para quedar a su altura y el pequeño me imitó, sacándome una gran sonrisa. Le pedí permiso para abrazarlo y su reacción, nos dejó a todos con la boca abierta. El pequeño Diego, se levantó como un resorte y se aferró a mi cuello con ambos brazos, regalándome el abrazo más bonito que me han dado en mi vida. Teniendo en cuenta que ese gesto, subió a la calidad de sublime, cuando Oscar, emocionado por la reacción de su hijo, se arrodilló tras él, envolviéndonos a los dos con sus brazos… Que os puedo decir, que una gran emoción nos embargó a todos, incluyendo a los viajeros que iban y venían, y que se paraban para admirar tan tierna escena. Mara visiblemente emocionada, acertó a sacar el móvil y hacer un par de fotos de la escena. Foto que, obviamente, tanto Oscar como yo, tenemos de fondo de pantalla. Nunca imaginé que el reencuentro fuera tan emocionante…
El caso es que llegamos ayer a la casa y todo, absolutamente todo, es maravilloso, excepto la cobertura. El servicio, las habitaciones, la comida, la piscina, los jardines, los caballos, los viñedos, y encima, con la ayuda de Mara, que ha dejado a su socia en el refugio de cachorros sin hogar, para venir a ayudarnos con Diego, para que así Oscar y yo, podamos disfrutar de momentos a solas…
Decido dejar el móvil cargando batería, por no decir, tomando viento fresco en el dormitorio. Me ajusto del bikini y me pongo un sobretodo totalmente calado, de esa ropa de llaman sunwear, que no tapa nada pero queda muy bien y una gran pamela negra de zara que compré hará dos veranos y aún no había tenido la ocasión de estrenar.
Al llegar a la piscina, veo a Mara, que parece más la hermana que la tía del pequeño, jugar con el incansable Diego en el agua, mientras Sparrow y Endor, corretean por el borde y ladran al niño que los llama, acaricia, espanta, en definitiva, los vuelve locos, flotando con sus manguitos, desde dentro del agua. Por su parte Oscar, mi Oscar, descansa tumbado al sol en una tumbona. Es todo un espectáculo para los sentidos. No puedo evitar tragar saliva, al mismo tiempo que resoplo y mi corazón se desboca alocadamente ante tan magna visión.
A veces la mente, al menos la mía, tiende a divagar, a olvidar o a recordar de manera difusa, ciertas cosas. Esto estaba empezando a pasarme con el recuerdo de Oscar. En ocasiones puntuales intentaba recordar su imagen y solo conseguía rememorar zonas aisladas, miradas, medias sonrisas, gestos, aun a pesar de vernos en el skype un par de veces por semana. Pero claro, las imágenes pixeladas que se paran, el sonido que va por un lado y la imagen por otro, normalmente, con retardo… En el fondo no me extraña, que se me estuviera olvidando, pero, como ya sabemos, la realidad supera y mejora, cualquier ficción por tecnológica que sea. Y la realidad es que Oscar tumbado al sol podría bien pasar por modelo de anuncio de calzoncillos, sin ningún tipo de problemas… “¡Ay, omá que rico!”
El volcán de hormonas que es mi cuerpo se dispara y no soy capaz de asegurarme a mí misma que vaya a ser capaz de contenerme… Ya que sigo en dique seco, porque anoche, el pequeño Diego, extrañaba la casa, cosa lógica y normal, de modo que reclamaba la compañía de su padre. Así que, Oscar durmió con Diego, y yo dormí sola.
Decido acercarme hasta la tumbona que hay junto a la de Oscar. Nada más llegar me inclino para soltar el bolso y Oscar se medio incorpora, y se quita las gafas de sol para saludarme con un tórrido beso justo en la comisura de mis labios. “No juegues con fuego porque ¡estoy que ardo! Te asalto delante de tu hijo y me quedo en la gloriaaaaa!!!!” Me ruborizo yo misma de mis pensamientos. Mi yo interno está llegando a extremos irrefrenables.
No me planteo si dejar escapar a la felina que llevo dentro y sale por ella misma, de manera que respondo a su ardiente beso, con otro pero en su cuello. Cuando ya me estoy retirando de la cercanía de su cuerpo, dejo pasar mi mano sinuosa por su clavícula, arrancándole un leve jadeo que me deja entrever que ambos estamos en la misma situación. Definitivamente, somos una bomba de relojería a punto de explotar, de un momento a otro. “Solo espero que la casa tenga cimentación antisísmica, porque de lo contrario vamos a dejar esto como un solar…”
Me pueden las ganas y la anticipación, de forma que dejo posar mi vista durante un tiempo inferior a lo que dura el aleteo de una mariposa, sobre su bañador “marking packet” y OMG, estoy por secuestrarlo ya.
Me giro sobre mis talones para evitar que pueda ver mis ojos fuera de sus órbitas y acomodo la toalla en la tumbona dejando mi trasero a la altura de su vista. “Juro que no ha sido a propósito” Me doy cuenta cuando siento una tos forzada rebotar en mis muslos.
Me siento a la velocidad de la luz y quedamos frente a frente, riéndonos como adolescentes a punto de ser pillados dándose el lote en el patio del instituto.
Oscar me coge la mano y se la lleva a sus labios, dejando un suave beso en cada uno de mis nudillos, despacio, sin prisa y sin apartar su penetrante mirada de mis ojos. Me siento derretir por momentos, así que para aligerar un poco la situación, propongo que nos demos un baño… “Craso error”.
Siento que el agua hierve a nuestro alrededor. No podemos mantener las manos quietas. Lo que empieza con roces intencionadamente accidentales y tensión camuflada en ahogadillos, se va transformando en algo más profundo.
Mara, que parece advertir el cariz que está tomando la situación, nos anuncia que va a ir a la casa para darle de comer a Diego y que descanse un poco de tanto sol. Gesto que personalmente agradezco a los dioses y a ella. Supongo que toda la familia de Oscar sufrió de igual modo la pérdida de la madre de Diego y por eso se volcaron tanto, en ayudarlo. Puede que incluso, tal vez se hayan alegrado de nuestra incipiente relación, si en realidad y como, tanto la madre, como la hermana se afanan en hacerme saber, que Oscar sonríe con los ojos, desde que me conoció…
- Por fin solos, niña… - Oscar me presiona los hombros, hundiéndome, la cabeza impunemente, mientras se carcajea.
Aprovecho que estoy bajo el agua para coger sus tobillos y tirar de él hacia abajo. Una carcajada disfrazada de burbuja escapa de mi boca al ver sus ojos de sorpresa bajo el agua. Me aferro a sus anchos hombros al tiempo que me coge por la nuca y aproxima nuestras bocas, en lo que se podría denominar, nuestro primer beso subacuático y el mundo desaparece.
Cuando salimos a la superficie el aire es un bien escaso. Aspiramos apresuradamente, para volver a besarnos con toda la urgencia del mundo. Enrosco mis piernas a su cintura y mis brazos a su cuello. Siento sus manos en mis glúteos, espalda y nuca, todo al mismo tiempo. Nuestras lenguas empiezan su habitual lucha intensificando las sensaciones.
Oscar muerde mi labio inferior produciéndome un profundo jadeo. Baja con su experta boca por mi cuello tatuando cada beso a fuego en mi piel. Cuando llega a mis senos creo morir de placer e instintivamente arqueo mi espalda, lo que hace que además de dejarle a él mejor acceso a mi jadeante pecho, hace que mi pubis roce con sus parte bajas, advirtiendo, automáticamente, que está preparado para entrar en combate cuerpo a cuerpo, de un momento a otro.
Yo estoy en igualdad de condiciones, de manera que restriego descaradamente mi pelvis contra la suya, buscándolo y lo encuentro de inmediato. Pierde sus manos entre los cuerpos, gesto que aprovecho para morderle en la base cuello, lamiendo hasta detrás de su oreja, consiguiendo erizarle la piel y arrancarle un par de jadeos guturales que me elevan hasta el infinito.
Nuestras bocas se encuentran de nuevo cuando siento que aparta el bikini a un lado y me invade con toda la artillería pesada. Profundizamos el beso al ritmo que marcan nuestros cuerpos. Se ayuda agarrándome fuerte el culo con ambas manos, aunque la verdad que hacerlo en esta postura, en el agua es una delicia, ya que gracias a la flotabilidad puedo permanecer completamente abierta, sin suponer un peso extra.
Mil corrientes eléctricas viajan desde nuestros centros neurálgicos del placer y recorren nuestras espinas dorsales. El agua a nuestro alrededor ha pasado de hervir a evaporarse directamente en contacto con nuestros cuerpos. Cierro mis pies contra su trasero profundizando un poco más si cabe las envestidas, acelerando el ritmo y hundiéndolo por completo en mí.
El maravilloso éxtasis no se hace esperar y ambos caemos en la apoteósica espiral del placer. Permanecemos abrazados, enroscados el uno al otro, mientras nuestras respiraciones se van normalizando. Mi cara escondida en el hueco de su cuello y la suya, escondida en el mío. Gloriosos, exultantes y divinos. Embriagados de profundo y sincero amor.
Si algo tengo claro después de este tiempo, es que con el skype no tengo suficiente, así que en algún momento de las vacaciones espero poder hablar con Oscar y trazar alguna especie de plan para poder estar todos juntos. La lejanía me está matando el alma…
Después de almorzar decidimos “dormir” la siesta y hacemos de todo menos dormir.
Con ciertas agujetas y bastante cansados decidimos pasar la tarde tranquilamente en la piscina y Oscar me propone salir a cenar los dos solos. Cosa que me parece genial, no, lo de después. Así que a eso de las ocho, nos vamos al dormitorio a arreglarnos, animados por Mara que planea llevar a Diego a cenar al Burger, “cena exclusiva tia-sobri”. Desde mi punto de vista a la hermana de Oscar la deberían beatificar, como mínimo.
Después de otra sesión de “fuegos artificiales” durante la ducha, salgo del baño liada en una toalla y me tiro en la cama para chequear mi móvil. La cobertura sigue siendo una mierda, con lo cual, ni siquiera tengo llamadas perdidas, pero parece que es suficiente para recibir whatsapp. Tengo varios de Vera, y alguno de las chicas, pidiendo información. Les respondo con caritas sonrientes y aplausos, la verdad es que no tengo ganas de entretenerme. Tenemos mesa reservada para las diez y ya son más de las nueve, he de darme prisa si queremos llegar a tiempo.
Justo antes de soltar el móvil recibo otro whatsapp y supongo que son las quejas de las chicas que no se conforman con los emoticonos, pero es un número desconocido para mí y un mensaje bastante maleducado que supongo que es una equivocación:
Número desconocido ) Esto es por tu culpa zorra, ojala te mueras y nos libres de una vez.
No he acabado de leerlo cuando llega una imagen, pero claro, como la cobertura es una mierda, le doy a descargar y no se consigue abrir. Seguro es algún tipo de broma de esas que todo el mundo manda continuamente, y sin darle mayor importancia, guardo el móvil en el bolso que usaré esta noche y empiezo a arreglarme.
El restaurante es muy sofisticado y lujoso, y tiene unas vistas impresionantes del puerto deportivo. A mí personalmente no me gustan mucho los barcos, pero Oscar parece disfrutar de lo lindo. Antes de acomodarnos en nuestra mesa nos hacemos varias fotos con los móviles con los barcos de fondo y decido subir una en la que los dos salimos bastante bien al Facebook para mantener a la peña informada.
Aprovecho el wifi del restaurante para recibir, mandar, actualizar y todo lo que no puedo hacer en la mansión de la señora Aigner, así como poner a descargar todas las fotos y videos que las chicas me han mandado al whatsapp. Oscar aprovecha también para poner su correo electrónico al día, por si hubiera algún aviso de alguna pieza para la casa de subastas, aunque parece que le están respetando, al menos, durante las primeras 48 horas de vacaciones.
Una vez chequeados los móviles, los guardamos, pedimos vino y varias exquisiteces que nos sugiere el camarero y disfrutamos de una cena espléndida y llena de miradas lascivas y dobles sentidos. Me encanta jugar con Oscar al juego de la seducción, para después sucumbir apoteósicamente.
La urgencia de nuestros cuerpos hace que nos saltemos los postres. La necesidad crece desmesuradamente y más con unas cuantas copas de más. Oscar me propone irnos y asiento vehemente, no veo otro sitio mejor en el que estar en toda la isla que en los brazos de Oscar, mi Oscar.
Al bajar la suntuosa escalinata del restaurante, me quejo de dolor en los pies por culpa de las fabulosas sandalias de tacón y Oscar, supercaballeroso como siempre, se ofrece a ir a por el coche mientras que lo espero a pie de calle, y para que nos vamos a engañar, me parece un plan perfecto.
Observo a mi hombre alejarse y cuando dobla la esquina y el espectáculo acaba, aprovecho para leer los comentarios que han puesto mis amigos en la foto que subí al Facebook, cuando recibo otro whatsapp del número desconocido.
Número desconocido ) Ya veo que te importa una mierda mi hermano. Ojalá estuvieras tú en su lugar, zorra.
Los latidos dentro de mi pecho se desacompasan por un instante. Algo me dice que no es una equivación. Esta forma tan despectiva de hablarme, me resulta lejana, aunque familiar.
Decido descargar la foto, esa que hace unas horas pensé que era una broma, y los segundos que tarda en colorearse el círculo, se me hacen interminables. Aún tengo wifi pero solo dos rayas.
Al principio no sé reconocer lo que están viendo mis ojos. No entiendo que pasa, ni qué tienen que ver esos mensajes tan despectivos con lo que veo.
Es una foto de un muchacho joven castaño claro, de complexión atlética, de entre 30 y 35 años, inconsciente e intubado. Con la cara magullada, moratones y la frente vendada, y mil cables saliendo de pegatinas en el torso. Tiene un tatuaje que nunca antes había visto en el pectoral izquierdo que pone “yours” pero la letra me es familiar…
Un par de palabras hacen eco en mi mente “zorra”, “mi hermano” e instintivamente las asocio a una melena pelirroja… Y, de repente, no. No puede ser. Amplio la foto usando el índice y el pulgar. Se me ha cortado la respiración y toda la sangre se ha evaporado de mi sistema circulatorio. No puede ser. Intento buscar un parecido razonable, pero no lo logro encontrar, entre la venda, los moratones y magulladuras, los tubos. No puede ser.
Se me forma un nudo en la garganta. Esa letra es sin duda la letra de él, pero ¿desde cuándo se usa en tatuajes? Me va a dar algo. No entiendo nada. El pulso se dispara. Las piernas me flojean y decido sentarme en el bordillo de la acera. Los ojos se me anegan y los restriego furiosa intentando en vano inspeccionar más a fondo la imagen. No puede ser.
Oscar llega en el Z3 con la música a tope como siempre y sonriente, justo cuando al mirar la foto y permitirme a mí misma, admitir que el que yace postrado en esa cama es mi vikingo, me viene una arcada y vomito toda la cena, cuan guiri pasada de vueltas, en la carretera.
No paro de repetirme que no puede ser. “Es que no puede ser”.
Oscar se baja del coche y se apresura a llegar hasta mí.
Recibo un nuevo mensaje y automáticamente quiero morir.
Número desconocido ) Aun siendo un zorrón, mi hermano se ha vuelto loco por ti. Se ha cansado de luchar. Sé que si no vienes no va a lograr sobrevivir…
Mi imagen deshecha, tirada en la acera, sumada al espectáculo de la vomitona. Y las imágenes de Oscar corriendo hacia mí y la de Rob, en coma, desfigurado e intubado, se suceden a cámara lenta, una y otra vez. Una y otra vez.
El tiempo se ha detenido.
Siento el mundo empequeñecer.
Siento un dolor y una angustia indescriptibles.
Y me siento morir por dentro.
Me abrazo a mis rodillas y me hago un ovillo. Meciéndome de adelante atrás.
Lloro de impotencia y de frustración, a la vez que un miedo inhumano lo asola todo por dentro.
“¿Y ahora qué?”
“¿Qué voy a hacer?”
Ahora toca espera a la segunda parte… jijiji! ^_^ ;-*
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