Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.
Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.
De pie, frente al espejo del baño, no puedo dejar de seguir, los armónicos movimientos de Oscar, en el reflejo, que prepara la bañera con seguridad, a la vez que con sutileza. Su escultural cuerpo, sus movimientos definidos y la confianza que demuestra, me hacen sentirme la invitada en mi propia casa.
A todo ello contribuye, sin duda, también la delicada luz de velas, que genera titilantes sombras y confiere a todo un halo especial, como si estuviera en otro sitio... Oscar enciende unas cuantas más, que muy por el contrario de dar más cantidad de luz, aportan esa particular atmósfera, cálida y relajada, a la vez que seductora y fascinante, se podría decir casi mágica.
La luz ambarina nos baña en bronce, elevando nuestros cuerpos mortales, al estadío de auténticos “dioses del Olimpo”, como diría mi buena amiga Eme, no puedo evitar sonreír al pensar en ello.
Oscar, con su pasmosa seguridad, se acerca a la estantería que hay junto al espejo y pone su índice sobre los labios, intentando decidir que gel poner en el agua. Por primera vez lo veo dudar momentáneamente, pero enseguida coge uno y lo dirige hacía el reflejo de mi mirada, que no lo ha seguido en todo momento, y veo que es el de flor de azahar. Asiento con una sonrisa, mirándolo abrumada, a través de mis pestañas. Como no podía ser de otra forma, ha elegido mi favorito… “no sé de qué me extraño, si fuéramos más parecidos, seríamos familia…” Un latido se escapa desacompasado de mi pecho, no creo que eso sea posible.
Como casi siempre que estoy desnuda frente al espejo, observo mi cuerpo, con sus “perfectas imperfecciones”, las cuales, siempre he pensado que lo hacen único y auténtico. Para seguidamente escudriñar con mi mirada hacía la espléndida desnudez de Oscar. “¿Será realmente tan perfecto cómo lo ven mis ojos o todo será un maravilloso sueño?”
Acaba de colocar un par de toallas en la pequeña repisa que descansa en ambos bordes de la bañera que comienza a estar rebosante de espuma y se gira decidido hacía mí.
Se acerca por detrás y me abraza rodeando mi cintura. Sus labios buscan anhelantes el hueco de mi cuello y respondo apoyando la cabeza sobre su fuerte hombro para dejarle total acceso. Bajo la suavidad de sus besos me siento estallar, un escalofrío infinito recorre mi sobreestimulada piel. No puedo dejar de mirar nuestro reflejo en el espejo. “Es una sensación tan erótica…”
Puedo ver cómo se dilatan mis propias pupilas, a la vez que mi interior se contrae con esa tensión tan característica que se adueña de todo elevando al máximo las sensaciones. Mi ser se vuelve voluble y moldeable bajo su poder.
Elevo mi brazo sobre nuestras cabezas y me agarro a su nuca, a la vez que giro la cara buscando sus dulces y apasionados labios. Nos fundimos en un beso eterno, al mismo tiempo que siento sus manos subir y bajar por mi abdomen al ritmo de nuestros latidos que irremediablemente se aceleran. Una mano encuentra morada en mi pecho mientras que la otra lo hace en mi entrepierna. Su masculinidad juega a llamar a la puerta, mientras yo juego a frotarme sensualmente contra él. Mi curiosidad deshace el beso, disfruto y me enciendo al ver la lucha de los animales en celo en los que nos hemos convertido. Su boca anhelante prodiga atenciones a mi nuca y mi cuello mientras que me retuerzo presa de la más voraz lujuria.
La desesperación se transforma en urgencia. Cada caricia se convierte en humedad. La necesidad hierve en nuestro interior. Necesito tenerlo de nuevo en mí. Hacerlo mío y que él me haga suya. En este preciso instante sé que esta dependencia me va a costar muy cara el día de mañana, pero es algo instintivo y animal, que no puedo, ni quiero, racionalizar. Las barreras de contención de mi ansiedad se ha roto en mil pedazos y el único consuelo posible es él.
Me inclino sobre el lavabo y elevo mis caderas en busca de su cuerpo que no se hace esperar.
Oscar se abre camino en mi interior suave e implacablemente.
Puedo contemplar sin reservas, como con los ojos cerrados ante tanto placer, se muerde el labio inferior, en ese gesto suyo, tan sensual, y creo morir.
No puedo evitar abrir mis labios para dejar escapar un gemido de profundo y sincero placer, que enseguida es correspondido por el suyo, varonil, profundo y vibrante. Sus manos se clavan en mis caderas ayudando al movimiento, incendiando mi piel, mientras que yo me agarro como puedo a la lisa superficie de mármol sin dejar de mirar su expresión de arrebato y delirio.
Su vaivén constante me abrasa hasta tal punto que siento que necesito más, necesito arder, necesito explotar, así que lo busco en cada movimiento, abriéndome más y más. El indescriptible deleite que recorre mi alma, viaja a la velocidad de la luz por todo mi interior. La electricidad entre nosotros es más que palpable.
Sus ojos se abren y me descubren descarada en el espejo. Media sonrisa traviesa se dibuja en mi cara y se refleja en la suya. Intuyo que está maquinando algo cuando su mirada arde en pura pasión y deseo.
Intensifica sus certeras envestidas y cuando creo que voy a tocar el paraíso, una mano vuela hacia mi trasero, donde con su pulgar empieza a hacer movimientos circulares suaves, multiplicando las sensaciones. Me muerdo los labios y por primera vez aparto la mirada del espejo. Parece que eso era, justamente lo que quería conseguir, cerrarme los ojos de placer, y así ha sido. Las sensaciones de cascada, electricidad, inercia, magnetismo, velocidad, tsunami y un largo y variado etcétera se anudan a mi alma haciendo que se encoja todo mi ser.
El movimiento no cesa, la intensidad se apodera de la situación. Abro mis ojos en busca de su magnífico reflejo. Su pecho sube y baja acelerado por la excitación y clavo mi vista en su tatuaje, sobre la letra “E”. Esa “E”, sobre su corazón, es mía, y quiero pensar que, de algún, modo siempre ha sido así. “Quiero pensar que el destino conoce caminos que pasan desapercibidos al orden establecido…” Con este sentimiento recorriéndome, me ofrezco aún más si cabe a él y siento como su cuerpo, al igual que el mío, es atravesado por un intenso estremecimiento. Nuestras miradas se besan y se anudan en nuestro reflejo.
El placer ya está llegando a límites cercanos al punto de rotura y cuando creo que todo va a estallar en mil pedazos, advierto que la expresión de Oscar se afila y su mirada me hace una muda promesa.
Su otra mano viaja, sin pedir permiso, hacia mi centro neurálgico del placer estimulándolo implacablemente y solo puedo delirar y sentir que en breve voy a morir engullida por el máximo gozo y deleite.
Sus dulces acometidas se ralentizan, a la vez que son más profundas y diestras. Sus estímulos me transportan y elevan al séptimo cielo. El nudo de mi alma llega a su punto máximo de tensión y creo oír un clic justo cuando el torso de Oscar se acopla a mi espalda, haciendo una última profunda penetración a la vez que sujeta mis hombros presionándome contra su pelvis, haciéndonos reventar de sublime e indecente placer, alcanzando el mayor éxtasis, delirio, arrebato y arrobamiento que haya experimentado en mi vida. Creo que por primera vez he alcanzado el misticismo. “Ahora entiendo a Santa Teresa…” Verdaderamente he sentido la divinidad en mí, pero la de Oscar, mi Oscar…
Después de unos minutos entre la vida y la “pequeña muerte”, un reguero de besos me trae de vuelta a este mundo. Oscar, aún en mí y sobre mí, no deja de darme pequeños besos por el hombro y el omoplato a la vez que me acaricia dulcemente los brazos. No he conseguido aún normalizar mi respiración, cuando un nuevo espasmo me asalta y por segunda vez, convulsiono entre sus brazos. Mis puños se cierran hasta el punto de blanquearse los nudillos, al igual que se cierran mis parpados y, me atrevería a decir, que hasta los dedos de los pies se me han encogido ante tan magna sensación, alcanzado el clímax de nuevo, entre gemidos y jadeos. Oscar, me abraza y me aprieta contra su pecho.
Es tal la cantidad de sentimientos que me llena en este momento que siento mi vaso rebosar haciendo imposible evitar que mis lágrimas no se derramen. De manera que ruedan por mis mejillas ante la atónita mirada de Oscar que me abraza y me acuna delicadamente, protegiéndome de todo cuanto me pueda amenazar.
Cuando sale de mí y nos incorporamos, aun estando abrazada a él, me siento miserable y vacía. Sin duda esto que siento en mi pecho es Amor, Amor con mayúsculas, Amor del que solo se siente una vez en la vida.
En un solo gesto, eleva mi barbilla haciendo que nuestras miradas se encuentren y me besa suave, pero ardientemente la comisura de los labios. Entrelaza sus fuertes manos con las mías y, no puedo evitar sentir, que todo es mágico y perfecto. El tiempo se ha detenido, otorgándonos la tregua que necesitamos.
Me dejo guiar por su cuerpo. Camina delante de mí aun con las manos entrelazadas conduciéndome a la bañera que está a punto de desbordarse y me ayuda a entrar. El agua, Oscar y la plenitud, ¿Qué más puedo pedir? Ya nada importa, excepto hacer todo lo que esté en mi mano, por perpetuar esta sensación...
La calma y relax nos han envuelto y descansamos sumergidos en el agua, entre risas y comentarios triviales. Apoyada en el pecho de Oscar que no para de humedecer mis brazos y mi busto con la esponja, puedo sentir la plenitud.
El agua se está empezando a quedar fría cuando Oscar me propone ir a la cama. Levanto una ceja traviesa y estallamos en una carcajada:
- ¡Eri, la diosa insaciable! – exclama Oscar que no puede parar de reírse mientras sale de la bañera y se anuda una toalla a la cintura. La verdad, es que yo tampoco puedo parar de tener esta cara de idiota satisfecha, muy satisfecha.
- Oscar, el dios somnoliento… - replico haciéndome la enfadada y le hago burla con la nariz arrugada, mientras me envuelve delicadamente en la otra toalla.
- Esa lengua me la voy a comer yo… - amenaza Oscar que parece que entrar de nuevo en el juego. Salgo de la bañera y le reto.
- Pero para eso… ¡tendrás que pillarme!
Salgo a correr como alma que lleva el diablo partida de risa y a punto estoy de resbalarme y caer de bruces. Por suerte, recupero el equilibrio tras el traspié y me subo de un salto a la cama. Me quedo de pie contra el cabecero.
Oscar no parece haber caído en mi trampa. Con pasmosa serenidad sale del baño y dirigiéndose a la cama, sentencia:
- Sabes que no tienes escapatoria… - esa sonrisa tan sexy que roza la perversión, se dibuja en sus comisuras y sin pensarlo echo a correr y me lanzo sobre él. Me coge al vuelo y quedo a horcajadas anclada a su cintura. “Menos mal que me he agarrado bien fuerte a su cuello, si no…” – Te han dicho alguna vez… ¡que estás fatal de la cabeza! – espeta Oscar sorprendido y fascinado, a partes iguales, intentando besarme pero no le dejo llegar a mis labios.
- Pues no recuerdo si me lo han dicho, pero es totalmente cierto… - admito sin para de reír – pero gracias a esta locura te he conocido… - Oscar vuelve a intentar besarme y me retiro haciéndole por segunda vez consecutiva la cobra.
- Ahí llevas toda la razón – reconoce Oscar que se está empezando a impacientar… – No es que le haya propuesto a muchos desconocidos que se vengan de viaje conmigo, por no decir a nadie; pero a veces se lo he planteado a amigos y nadie ha estado tan mal de la cabeza como para dejarse arrastrar por mí… - tercer intento y tercer fallo.
- Y eso es bueno o malo… - planteo insegura quedándome muy quieta, a la vez que busco la verdad en sus pupilas.
- Eso, mi dulce Eri, no es ni bueno ni malo… Es lo más maravilloso que me ha ocurrido en la vida. – sentencia en tono firme en el mismo momento que se hace con mi boca. Oscar comienza a girar y estallamos de nuevo en risas. “Desearía que esta noche no acabara nunca…”
No me reconozco a mí misma, hace apenas unos días era un autómata que hacía las funciones básicas como respirar o latir por pura inercia y el resto del tiempo pululaba intentando mantenerme ocupada para no sentir esa pena que me llenaba el alma. Y hoy después de toda una odisea lo único que deseo es sentir, sentir y no dejar de sentir esta sensación de plenitud que me llena por completo.
Plenitud y… ¿¡Simba!?
Un rugido recién salido de mis tripas me bloquea y hace que Oscar se descoloque:
- ¿Qué te pasa, preciosa? – pregunta Oscar un tanto preocupado.
- Te va a sonar raro lo que te voy a decir ahora mismo pero… - sus facciones se transforman, puedo ver el miedo asomarse a su bello y racial rostro. Nota mental (dos puntos): aclarar cuanto antes toda la situación para no generar este tipo de situaciones cuando en realidad lo que tengo es… me da hasta vergüenza reconocerlo en voz alta… - pero tengo, tengo hambre… – no he terminado de verbalizarlo cuando Oscar agarra mi cara con sus manos y me besa la nariz.
- Me habías asustado, pequeña. –Oscar suspira aliviado, pero una sombra de duda se cierne sobre él – aunque creo que tenemos una conversación pendiente…
- Shhhh! – agarro sus fuertes mandíbulas y con los pulgares tapo su boca. Me mira confundido y aprovecho para explicarme. – Lo sé cielo, lo sé, soy muy consciente pero llevo casi ¡48 horas sin comer! Te aconsejo que me alimentes antes de tratar conmigo cualquier tema por insignificante que pueda parecer… Si Simba pide – digo divertida señalando a mi estómago - hay que darle lo suyo… - La situación de nuevo es relajada.
- “¿Hay que darle lo suyo?” – repite Oscar a la vez que yo asiento con la cabeza. – “Pues tráete el tupper morena, ¡que te voy a dar pa’ que te sobre!” – El doble sentido es tan palpable que sus palabras se convierten en humedad. Por un segundo vacilo si ir a la cocina o arrancarle la toalla y atarlo a la pata de la cama…
Los dos rompemos a reír y las carcajadas rompen de nuevo, el silencio de la noche.
- Ala!!! ¿De dónde te has sacado la frasecita, del Facebook? – pregunto partida de risa encaminándome hacia la cocina. Mientras que asiente a la vez que me sigue y me vuelvo a partir de risa.
Llego delante de la nevera y la abro, su sola visión se me hace más ininteligible que un puzle de 5.000 piezas de educa… Me giro hacia Oscar y sin más le pregunto ingenua:
- Por cierto, ¿sabes cocinar?
Pues, gracias a todos los dioses, sí que sabe cocinar y muy bien. Se desenvuelve por la cocina como si la conociera de toda la vida lo que me hace recordar mi vieja teoría sobre que hay unas normas no escritas sobre el orden del menaje y todos los humanos las seguimos para facilitarle la tarea a todos los demás. Por ejemplo, ¿a que la gran mayoría guardáis los cubiertos en el primer cajón? o ¿a que la gran mayoría guardáis los vasos en el compartimento sobre el fregadero? Si las respuestas son sí y sí, no os asustéis, no creo que sea una conspiración a escala mundial, últimamente estoy pensando que tal vez lo llevemos en el ADN.
La velada se está desarrollando entre picos, risas y picoteo. Me abro una cerveza porque Oscar no bebe alcohol y yo sola no me atrevo con una botella de vino. Él prefiere coca-cola.
Sirvo las bebidas y me siento en mi taburete favorito, desde dónde tengo la mejor panorámica de la cocina.
Otto se despereza y se acerca soñoliento a husmear alrededor de Oscar que decide ponerse algo de ropa tras no aceptar mi sugerencia de ponerse el delantal sin nada debajo.
Me besa en la cabeza y se dirige a su maleta que aún está en la entrada de casa, junto a mi bolsa de mano. Rebusca entre sus cosas y saca un pantalón corto de deporte de algodón gris que se pone sobre la marcha, así sin pudor. Casi me caigo del taburete cuando al quitarse la toalla ese perfecto culo queda al descubierto...
Busco mi cerveza con ambas manos haciendo verdaderos esfuerzos por no ceder a favor de la gravedad y le doy un largo trago. Cuando miro de nuevo está de frente a mí, poniéndose una camiseta, también de algodón, básica, de mangas cortas, blanca. “¿Cómo puede estar tan guapo con algo tan sencillo?” Al subir los brazos, para meterse la camiseta por la cabeza observo con descaro sus dorsales, abdominales y esa uve perfecta que señala “el camino a la otra dimensión”… E inevitablemente me entran los calores de nuevo.
No sé qué hora será pero serían como las ocho o las nueve de la tarde-noche cuando llegamos a casa… Desde entonces no he dejado de estar perdida en su cuerpo y aun así lo anhelo como si hiciera años que no lo tocara “¿Será sano sentir así o me estaré volviendo más adicta de lo normal?” La verdad, no sé, a ciencia cierta, que hay después de la adicción, pero en mi caso personal, sin duda, se llama Oscar.
Cuando pasa por detrás de mí para ocuparse de la cena, me pasa la mano por los hombros deteniéndose a besar la curva de mi cuello, haciendo que toda mi piel reaccione. “¿Cómo puede ser tan dulce y tan atento al mismo tiempo?” Presiento que va a acabar con la poca cordura que me queda… Desde luego, ganas no me faltan de raptarlo y quitarle el pantalón de deporte a mordiscos, bajo el que, por cierto, no lleva nada… y cabalgar sobre él como una auténtica loca. Ante ese solo pensamiento, sumado a la visión de hace justo un par de segundos, me convierto en líquido, me falta el aire y se me seca la garganta “Y mi cerveza, ¡mi cervezaaaaaa!”
Todo fluye entre nosotros, sin presiones, sin tensión de manera natural y sencilla. Tengo la impresión de que somos dos personas normales, sin pretensiones con respecto a la otra y, al menos, por mi parte, con muchas ganas de profundizar en mis sentimientos para encontrar el camino de la verdad. Cosa que me recuerda que Oscar y yo tenemos una conversación pendiente, pero no sé cómo traerla a colación.
Oscar, que parece que haya escuchado mis pensamientos, detiene su frenética actividad justo en el momento que retira la olla del fuego.
- Eri, mi niña, ¿y esa carita de pena? ¿qué sucede? – me pregunta mientras busca por los distintos compartimentos los platos para servir la cena.
- Esto sí que ha cambiado un poco con respecto a las antiguas cocinas, antes los platos iban en el escurridor, sobre el fregadero; ahora como salen secos de los lavavajillas, suelen ir en profundos cajones… - Oscar me mira extrañado, sin entender lo que digo. - Ups, no habré hablado en voz alta de mi teoría de la colocación del menaje en las cocinas, ¿verdad? – Oscar se ríe con esa sonrisa capaz de iluminar hasta el más oscuro pensamiento y me rodea el cuello con su fuerte brazo para besarme la cabeza.
- Desde luego, eres única, niña… - esa manera de decirme niña está alterando mis sentidos - ¿¡Teoría de colocación de menaje en cocinas!? – repite haciendo un esfuerzo visible por recordar el orden de las palabras a la vez que se está partiendo de risa. Lo separo empujando en su pecho con los antebrazos.
- Los platos están en el segundo cajón de la isleta y como de pronto soy transparente para ti, te hablaré sobre mi otra teoría relacionada con las cocinas – afirmo un poco enfadada.
- Soy todo oídos, pequeña… - afirma Oscar a la vez que saca los platos los sirve y los coloca delante de nosotros, para seguidamente arrastrar un taburete para sentarse lo más cerca de mía posible.
- Pues, bien, allá va. Las cocinas son un lugar mágico de las casas, no solo por el hecho de todo entra crudo e incomible, y sale jugoso y delicioso; sino porque el calor de los fuegos, el horno y demás electrodomésticos, generan una atmósfera ideal para el diálogo, que sumado a los suculentos manjares y al vino, hacen que las personas se entiendan muy bien.
Oscar se queda perplejo, mudo y parece que un tanto pensativo. Por lo que aprovecho para añadir:
- Date cuenta que cuando en las grandes empresas quieren cerrar tratos importantes lo hacen en buenos restaurantes. La comida y el vino, hacen que la gente se relaje, disfrute y esté mucho más receptiva. Por lo tanto, se entienden mucho mejor unos a otros. – Oscar comienza a asentir levemente con la cabeza, gesto que aprovecho para enrollar unos cuantos espaguetis en el tenedor y ofrecérselos a Oscar que afirma con más seguridad…
- Ummm! ¡Pues sí que me han salido ricos! – exclama Oscar. Me llevo unos cuantos a la boca y hago el mismo gesto que acaba de hacer él.
- Ves querido, por esto más les valdría a todos los políticos, senadores, congresistas y un largo etcétera, quedar para tratar los temas importantes aunque sea en un Burguer King, ¡a ver si les lucía el pelo! – Oscar asiente convencido pero queda mudo – Bueno me dices algo ¿o qué? – me giro hacia mi plato y empiezo a paladear la riquísima pasta que acaba de preparar Oscar. “La verdad, es que con todo el rato que me paso en este taburete viendo como otros cocinan ya podría haber aprendido a cocinar…”
- De tu elaborada segunda teoría sobre cocinas deduzco dos cosas. – Asiento esperando el veredicto a la vez que Oscar también empieza a comer “¡A ti te voy a comer yo con esa cara tan guapa!!!” – La primera es que no tienes ni puta idea de cocinar…
- Jo! Me has pillado – ambos reímos. - ¿Y la segunda? – suelta el tenedor y se gira hacia mi, captando toda mi atención. Se queda muy serio, no sé qué va a soltar por esa preciosa boca…
- La segunda es que todo lo que viste en el museo fue una encerrona de Josep. Que me deshice del agarre de Zoe y corrí tras de ti cuando desapareciste de mi vista, pero que no podía irme porque ella era el enlace que lograría que mi hijo, que llevaba varios días en coma, luchando con la muerte, entrara en un programa en fase de pruebas del que su hermano formaba parte del equipo y gracias a eso, hoy puedo decirte que Diego, mi pequeño hijo, está fuera de todo peligro, de momento. - “Pues, sí parece que mi teoría de que la gente se desinhibe en las cocinas es real”.
Las lágrimas no pidieron ningún tipo de permiso. Salieron a borbotones de mis ojos y de los suyos. “Seré gilipollas…”
Salto del taburete y lo abrazo. Lo aprieto contra mi pecho tan fuerte que quisiera que se metiera bajo mi piel. Suplico a todos los dioses que su sufrimiento acabe, que termine ya este largo penar para él y deseo con todas mis fuerzas que de la forma que sea, pero que sea feliz. Se lo merece. Aunque sea a costa de mí. En este momento solo deseo su felicidad.
- Shhhh! Oscar, mi cielo, tranquilo, tranquilo, ya todo pasó. Shhhh! Ya todo pasó. Tranquilo… - Oscar llora desconsolado sobre mi pecho mientras lo tranquilizo y le acaricio el pelo. – Yo, ¡lo siento! – sollozo.
- No, niña, no… - Oscar me coge la cara entre sus manos, haciendo que nuestras pupilas se encuentren.
- Si, Oscar, lo siento. Fui una idiota. Podría haber entrado y haber fregado el suelo con la cabeza de la tipa esa, haber reclamado lo que era, es y será mío, mientras viva quieras tú o no quieras… y no acerté, más que a dar media vuelta y correr, como una adolescente asustada. Podría haber estado contigo todo este tiempo. Podría haber sido tu hombro. Podríamos haber pasado juntos este avatar…
- Tranquila pequeña, las cosas pasan de la manera que pasan porque así es como tienen que pasar, no te atormentes. – “Joder acaba de recitar uno de mis principios: See heaven got a plan for you” Me calmo visiblemente, me acaba de tocar en el punto justo. Oscar respira profundo, se acaba de quitar un gran peso de encima…
- Llevas toda la razón, así que aprovechando el buen ambiente que han generado estos ricos manjares salidos de mi cocina y de tu maestría – Oscar se gira hacia su plato y me acerca el tenedor a rebosar de espaguetis, lo como – ¡Gracias! – Pronuncio con la boca llena. - ¡Deliciosos, por cierto! Me gustaría aclarar una última cosa. – Noto que se tensa pero “más vale una colorá que ciento amarilla, ¡allá voy!” – Me gustaría decirte que Rob, el inglés, es mi amigo. – Su mandíbula se tensa, pero aguanta estoicamente. Continuo. – Ha sido muy importante para mí en este último año. Ha sido más que un amigo en muchas ocasiones y mi tabla de salvación en muchas otras. – Hago una pausa a posta para que pueda asimilar mis palabras. - No te pido que seáis los mejores amigos del mundo, pero necesito que lo toleres y respetes. Yo por mi parte lo he perdonado de corazón, lo conozco y sé que esta total y absolutamente arrepentido. Todos nos equivocamos alguna vez y merecemos que se nos perdone. – Trago saliva para decir lo último que tengo que decir, lo más difícil por todo lo que implica… - Y en lo que respecta al plano sexual, se ha acabado, solo quiero ser tuya; pero como amigo, no puedo, ni quiero, apartarlo de mi vida ¿Lo entiendes? – busco sus ojos con los míos.
- Niña, si solo quieres ser mía y yo solo quiero ser tuyo; el inglés, y cualquier otro, el pasado, y el presente, el mundo en general, me dan igual. Estoy aquí por y para ti.
Profundizamos en nuestro abrazo. Liberados y libres. Y de nuevo la energía fluye entre nosotros.
Terminamos de comer tranquilos y decidimos irnos a continuar la trivial conversación sobre fauna marina, a la cama. La verdad es que el cansancio comienza a hacer mella en mí, aunque he de reconocer que la cena me ha sentado genial.
Oscar se está quitando la camiseta y yo que aún voy con la toalla alrededor del cuerpo, decido ponerme un cómodo camisón rosa palo de algodón, sin ropa interior.
Siento como a Oscar se le corta la respiración cuando dejo caer la toalla al suelo. “Toma un poco de tu propia medicina, listo”. Cuando me giro se está tapando, con aire divertido, la entrepierna. A lo que le comento que estoy muy cansada, no debemos olvidar que vengo de estar ingresada en el hospital por una intoxicación etílica…
De todas formas, que sea lo que tenga que ser, no seré yo la que se oponga a un vis a vis con este dios apolíneo…
Entre desvaríos e idas de pinza varias, propias de mí cuando tengo sueño, Oscar me invita a entrar en la cama y obedezco. Reconozco que este chico es capaz de barrer mi voluntad y mi raciocinio de un solo plumazo, o tal vez será que coincidimos en muchas cosas… Estoy tan cansada que todo me da igual.
Me acurruco en su cálido pecho buscando un poco de calor humano y, tal y como yo pensaba, los ojos se me cierran.
No hace falta que le diga a Oscar que apague la luz, cuando ya lo ha hecho. “¿Me debería empezar a preocupar por esta conexión?” Aunque tampoco hay que ser un lumbreras para darse cuenta que se me están cerrando los ojos.
Me besa la mejilla y me desea buenas noches, a lo que contesto con un gemido ininteligible… Las primeras imágenes del sueño vienen en mi busca y un radiante color blanco me sorprende…
Frío, siento mucho… La nieve me rodea y me envuelve. Me enfría hasta el punto de quemar mi piel. El reflejo de la blancura me ciega y me obliga a cerrar mis cansados ojos. Tiemblo. Tirito. Me derrito.
A lo lejos, se conforma una silueta que se aproxima segura y certera.
La niebla me impide ver, pero no puedo dejar de intuir su presencia, su seguridad, su confianza, su determinación. Sé quién es a ciencia cierta. Lo necesito. Lo ansío. Lo quiero mío. Lo necesito aquí. Te necesito…
“Como si lo hubiera invocado con el pensamiento” su imagen se materializa frente a mí. El sentimiento burbujea en mi interior. Un blanco destello de luna nos envuelve y siento, desesperadamente, la necesidad del consuelo de su abrazo.
Nunca he sido muy creyente pero hoy creo firmemente en las fuerzas imparables del destino.
- Oscar, no soy capaz de evitar amarte…
Sus varoniles manos acunan mi pálido y helado rostro. La punta de su nariz hace suaves círculos sobre la mía. Sus ojos atraviesan mi mirada con la firme promesa de atravesar también mi alma adormecida y abatida por la cruel soledad y la implacable distancia.
Sus seductores y sensuales labios adquieren movimiento, a la vez que une su frente a la mía y cierra los ojos, buscando las palabras en el interior de su corazón… Su voz me atraviesa el pecho aún antes de ser pronunciada y la inercia me arrastra hacia el abismo de su intensidad.
- Mi dulce Eri…
Mi nombre en sus labios adquiere la solidez de la más bella plegaría, elevándolo a ruego o súplica, y haciendo que todo mi cuerpo reaccione y se predisponga a su voluntad.
- Dime…
El frío, el dolor, la oscuridad, el desconsuelo, la amargura, el pesar, la aflicción, el desánimo, la tristeza, el abatimiento, la dificultad, el desaliento, la angustia, el tormento, la inquietud… todo, absolutamente todo, desaparece. Solo estamos él y yo. Las dos mitades de un mismo todo. Pura emoción y energía.
Sus labios se unen a los míos en ancestral danza. La conexión es tan fuerte que parece existir desde el principio de los tiempos. Arrastrándonos a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea. Nuestra gravedad puede incluso con la, ahora mismo, innecesaria luz.
Un tornado de sentimientos nos envuelve. El necesario oxígeno escasea. Por ti y para ti. Cercanas palabras resuenan en mis oídos y cuando creo que voy a morir, se separa de mí para clavar sus pupilas en las mías, a la vez que lentamente pronuncia:
- Trátame cómo a un ángel y yo me encargaré de que toques el cielo…
Mi pecho estalla de gozo a la vez que abro los ojos y me incorporo en la cama. Oscar no está a mi lado “¿habrá sido un sueño?”. Me froto los ojos, confusa cuando escucho un ruido proveniente del otro lado del dormitorio. Miro hacia allá y un Oscar pletórico de vida me saluda con esa media sonrisa que me vuelve loca:
- ¡Buenos días, niña! – sonríe y se muerde el labio “No, no, no, no… ¡El labio, no! ¡En cuanto pueda moverme, te como…!” me digo a mí misma sonriendo.
De pronto cambia su gesto y poniéndose muy serio me pregunta:
- ¿Me puedes explicar qué es esto…?
Continuará…
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Quería subir antes del finde, así que aquí está! Me gustaría agradeceros todas las muestras de cariño que me estáis regalando sois los mejores lectores que nadie pudiera soñar!!! no solo la historia de Eri acaba de superar las 40.000 lecturas, sino que cada día hay gente nueva que vota el prologo y comienza a disfrutar de esta historia que es tan vuestra como mía!!! Mil gracias por todo!!!
Este capitulo lo he querido dedicar a @ChrisXavo porque fue uno de los primeros que destacó mi peculiar forma de narrar los encuentros sexuales a través de metáforas. Mil gracias por tu análisis. Pero tambien me gustaría agradecer las palabras de una de las reinas de wattpad, @auxisoto que me prestó una frase: "como si lo hubiera invocado con el pensamiento" Auxi, eres una creadora de belleza, no tengo más que aprender y aprender y aprender de tí! Mil gracias por todo!!! Un beso!!!
Estoy muy cansada, pero aun así no os quería fallar!!! buenas noches everybody!!! ;-*
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