Capítulo 15. Nueva York.
Capítulo 15. Nueva York.
Nos hemos reído de lo lindo rellenando los formularios en el avión para inmigración y para la aduana… “¿¡En serio que me están preguntando si la intención de mi viaje es matar al presidente!!!?”
Llegamos al J.F.K. a las once y veinte de la mañana hora local. Aunque tardamos casi una hora en salir por el interrogatorio, sumado al registro de huellas, fotografía, motivo, dirección de alojamiento y un largo etcétera.
En cuanto puedo enciendo el móvil y mando un whatsapp a Vera, para que se quede tranquila.
Un cochazo con un chofer afroamericano de película nos espera uniformado con un cartel que dice Mr. Oscar García. Nos saluda y nos abre la puerta. Mientras nos acomodamos en el amplio interior del coche, Andrew, que así es como se llama el chofer, guarda el equipaje en el maletero.
Oscar le dice simplemente al Park Lane y el coche arranca para meternos de lleno, en Manhattan. Estoy más ilusionada que si fuera el día de mi cumpleaños. No puedo dejar de comentar todo lo que veo por la ventanilla con Oscar, que se divierte mirándome y siguiéndome el juego. No sé muy bien por qué él no flipa cuando ve toda esta belleza, tal vez ha venido tantas veces que le resulta tan familiar como Barcelona o Madrid. Yo saco mi cámara y me dejo llevar…
Pido permiso para bajar mi ventanilla y me relajo por un momento dejando la cámara en mi regazo. Me echo atrás en el asiento cerrando los ojos para que mis otros sentidos se agudicen… Me dejo embriagar por los aromas de la ciudad, su temperatura, su luminosidad, sus sonidos… Entonces siento la mano derecha de Oscar que se posa sobra la mía y la aprieta con fuerza. Me encanta ese gesto, siento que intenta aferrarme, comprobando una y otra vez que soy real, que sigo aquí. Me resulta tan halagador que sin pensarlo me dejo caer sobre su costado y pongo la cabeza sobre su hombro. Me rodea con su brazo y con la mano libre me acaricia levemente la mejilla. Cuando me toca, siento que lo hace con un cuidado especial, como queriendo protegerme de cualquier mal. Me trata de forma muy especial y eso es muy agradable y reconfortante.
Nueva York es diez mil veces mejor que cómo la recordaba. La gente, el bullicio, los taxis, las luces, los olores, los autobuses escolares, los policías… Me pregunto cómo he podido estar tanto tiempo sin volver… Y Central Park en primavera, es una explosión de colores y de vida. Solo lo había visto en invierno, cubierto de su Navideña capa de nieve, y la verdad es que no sabría elegir cómo me gusta más… Pero, ¿por qué elegir? En España, somos muy del bipartidismo, siempre obligándonos a elegir:
· Madrid o Barça
· Coca-cola o Pepsi
· Cola-cao o Nesquik
· Rojo o azul
· Rivera o Rioja
· Carne o pescado
· Mar o montaña
· Invierno o verano
· Coche o moto…
Y un largo etcétera que solo me dice que somos o idiotas o gilipollas porque en la variedad está el gusto, ¿por qué no me puede gustar el calor de un buen fuego en invierno y tomar el sol en verano? ¿Qué de malo puede tener que me guste caminar en otoño por los senderos de montaña y disfrutar de una tumbona en la piscina en pleno mes de agosto? Yo creo que cuantos más matices tiene la persona, es más feliz y más íntegra. Y mucho más capaz de entender al que tiene enfrente y empatizar con él.
El coche para en la puerta de un edifico precioso del que no se llega a ver el fin. Oscar le dice a Andrew que nos recoja a las seis, asiente sin rechistar. Parece un hombre agradable este Andrew...
Subimos a la habitación es una doble con cama extragrande y vistas al parque. Cuando el botones abre las cortinas tengo la sensación de estar viendo un sueño. Estoy tan feliz que parece que floto. Me asomo al gran balcón y me quedo embelesada. Oscar me abraza por la espalda haciendo que mi respiración aumente su velocidad. Puedo sentir su anatomía que se adapta a la posición de mi cuerpo.
- ¿Precioso verdad? – Me pregunta mirando al horizonte y solo puedo asentir, estoy sobrepasada por la ciudad, la situación y, en cierto modo, también por él. - Eri, ¿te parece bien que me duche primero? – Giro mi cabeza y me encuentro con su perfil, le aprieto sus brazos, que se han cerrado sobre mis hombros, con los míos. Le doy un sonoro beso en la mejilla y sonrío mirando de nuevo al frente. – ¡Tomaré eso como un sí! – Comenta divertido entrando en la habitación.
Respiro profundo y cojo la cámara de nuevo. No siento cargo de conciencia por haber mentido en el trabajo pero me da pena no poder comentar todo con las chicas, así como el hecho de no poder poner fotos en Instagram o Facebook, aunque me conformo pensando que será un justo precio…
Sentada en la terraza al solecito neoyorquino, repaso las notificaciones del móvil, cuando una cabeza preciosa se asoma entre los visillos y me anuncia que es mi turno para usar el baño.
Al entrar en la habitación veo a Oscar que busca algo de ropa en su maleta, de espaldas a mí, tapado solo con una toalla a la cintura. Un tatuaje de un samurái japonés con algunas flores de cerezo flotando por el aire y unas carpas en la parte de abajo, le ocupa casi toda la espalda y parte del brazo izquierdo. La imagen en blanco y negro, a excepción de las flores y los peces, me atrapa y me conmueve de tal forma que no soy capaz de despegar mis ojos de él.
El dibujo es muy realista y se adapta perfectamente a cada músculo, a cada curva... La expresión de la cara del samurái que está de perfil es dura, como de dolor o ira. Se encuentra blandiendo una catana que le cruza toda la espalda en diagonal desde el lado inferior izquierdo hasta el hombro derecho.
Tiene mucho relieve, mucha profundidad, un uso muy adecuado de las sombras… no sólo es bella por la imagen en sí, si no, también, por el simbolismo que representa. Hasta dónde yo sé el guerrero simboliza el coraje masculino, el honor y la justicia. Las flores de cerezo conocidas en Japón como "sakura" simbolizan el augurio de buena fortuna, son emblema del amor y del afecto y representan una metáfora perdurable de la naturaleza fugaz de la mortalidad; mientras que las carpas, conocidas como “koi” simbolizan, entre otras cosas, el instinto de supervivencia.
Lo cierto es que antes de tatuarme la flor de loto investigué bastante sobre cultura y simbolismos, chinos y japoneses. Y este tatuaje me está diciendo mucho sobre la personalidad de Oscar, aunque soy de las que piensa que cada tatuaje guarda al menos una historia y espero, sinceramente, que me él la cuente algún día. “Cada cosa nueva que conozco de él me intriga y me atrae más y más, no sé a dónde va a ir a parar todo esto, pero ya se verá…”
Oscar empieza a girarse y hago como que busco algo en la maleta. Se acerca hacia mí. Me empieza a subir una fiebre muy lógica. Me ruborizo solo de pensarlo.
- Eri, - me llama la atención y me giro con la ropa interior en una mano y la bolsa de aseo en la otra.
- ¿Sí? – respondo disimulando mi estado de excitación.
- Ah… Yo… Eso… - balbucea señalando las bragas de encaje negro y seda que tengo en la mano y me da por reír. – Te prometo que sabía lo iba a decir hasta que he visto eso… - se excusa con cara de niño bueno y ambos nos reímos.
- No me puedo creer que un trozo de tela tan chiquitín saque de sus cabales a un tío tan grande como tú… - pronuncio cada palabra pausadamente a la vez que me acerco a su torso desnudo.
Por fin puedo ver los tatuajes de sus pectorales al completo. Lleva una “D” mayúscula en el derecho y una “E” también mayúscula en el izquierdo. Ambas negras y del mismo tipo de letra con muchos adornos florales y hojas, son muy bonitas.
- Perdona, pero no es eso – dice sacándome del hechizo que me causa su pecho desnudo. – Es que me gustaría saber tu opinión: ¿gris o azul? – Se pone dos camisas cuidadosamente dobladas sobre el cuerpo y no tardo ni una fracción de segundo en responder.
- Gris, hace juego con tus ojos y resalta el color de tu piel. De nada. Me voy al baño. – Digo todo seguido y me escabullo de la tan apetecible imagen de Oscar, con su precaria toalla y sus tatuajes que me vuelven loca. “Por cierto, debería empezar tomarme en serio lo de hacerme personal shopper…”
- Ok, thank you, darling! – me responde en perfecto inglés.
Lo que irremediablemente me recuerda, de nuevo, a Rob y toda la excitación muere en ese momento… Menos mal que estoy oculta en el baño y no me puede ver la cara, ya que me preguntaría que me pasa y no sabría qué responder. “¿Debería mandarle algún mensaje a Rob?, a fin de cuentas él sabe que estoy de viaje, lo mismo se está preocupando ¿o eso empeoraría las cosas? Aunque él me avisó que se iba y luego no dio señales de vida…” Me jode mucho que esta relación se haya puesto así porque le empiezo a augurar un precipitado final y no era eso lo que yo quería...
Termino la ducha y me pongo el albornoz del hotel; no es como el mío, pero he de reconocer que está muy bien. Me arreglo el pelo y el maquillaje y salgo a la habitación donde Oscar, con un pantalón cargo de bolsillos verde militar y una camiseta de manga corta de algodón blanca, me anuncia que estamos esperando a que el servicio de habitaciones suba el lunch (almuerzo). “Ahora sí que creo que me he muerto y estoy en el cielo…” Y justo tocan a la puerta.
Decidimos comer en la terraza para aprovechar el sol. Oscar está pasando los platos a la mesa mientras delante de mi maleta busco algo de ropa acorde con la que lleva él. “¿Para qué me pregunto lo de la camisa si se ha puesto ropa casual?” Estoy un poco perdida, no sé qué hay planeado para hacer hoy, así que por ahora, ropa cómoda y almuerzo.
Decido vestirme allí mismo delante de la maleta, “total si ya llevo la ropa interior debajo…” Dejo caer el albornoz al suelo y elijo unos leggins vaqueros y camiseta de algodón rosa con las mangas cortadas de modo que deja ver el sujetador y parte del ave fénix que llevo en el hombro derecho. Al girarme para ir a la terraza, advierto un fugaz movimiento tras las cortinas. Intuyo que Oscar ha estado espiándome, muy al contrario de sorprenderme o molestarme, me parece bastante lógico, “yo también lo he mirado a él…” – no puedo evitar reírme al pensar que estamos empates y salgo con esa sonrisa en la boca, ante la atenta mirada de Oscar que disimula el rubor de sus mejillas argumentando que hace mucho calor… “Si, si, calor te voy yo a dar a ti en cuanto te descuides…” – pienso lascivamente.
Aunque siento el estómago un poco revuelto, después de la nada agradable comida de avión, la verdad es que tengo hambre, aunque lo que realmente me apetece es subirme a horcajadas en el regazo de Oscar y hacer el amor hasta la extenuación aquí mismo en la terraza con el sky line como testigo… Pero Oscar es tan sofisticado, tan educado, tan correcto que me cohíbe… ya no hacer, si no, simplemente pensar, en llegar a hacer, lo que en con otras personas me ha parecido de lo más normal.
Nada más acercarme a la mesa, se levanta presto y me retira la silla, para que tome asiento, es todo un caballero. Descubrimos las bandejas y comemos entre comentarios y risas. Me avisa que a las seis, estamos invitados a comer a casa de los dueños de las vasijas, pero que antes de ir, daremos un paseo por la ciudad, ya que tiene que comprar algo importante.
Asiento encantada de la vida.
Continuará…
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