Capítulo 12. El Sol y el Ave Fénix.
Capítulo 12. El Sol y el Ave Fénix.
Después de dejar la Nacional 1, en la que sorprendentemente, no hay apenas tráfico, hemos cogido un desvío hacia una comarcal, con bastantes curvas, aunque el paisaje está mereciendo la pena. Debemos estar en algún punto indefinido entre los municipios de Colmenar Viejo y San Agustín de Guadalix, aunque no lo sé porque esta zona no la conozco muy bien.
El día está muy despejado y soleado pero cuando abro la ventanilla el aire que entra es fresco y más en esta zona. Hago ondas con la mano, como en el anuncio de BMW. Creo que quise tener uno desde que ví esa publicidad cuyo slogan era: “¿Te gusta conducir?” Sinceramente no sé si me gusta conducir pero me encanta mi coche y por fin, después de mucho tiempo, me lo he podido permitir.
Los pensamientos fluyen en mi mente, me siento muy tranquila y relajada, “ha sido muy buena idea dejar conducir a Oscar”. De vez en cuando lo miro de reojo, tengo la sensación de que esto no está ocurriendo de verdad, como si todo fuera un sueño… Los aromas a jara, a pino y a fresno, entran por la ventanilla recordándome mi niñez. Me relajo y me dejo llevar...
En esta época del año, cuando la primavera ya está haciendo su entrada en el mes de mayo, el sol calienta la tierra, despertando las aletargadas plantas, los insectos, los animalillos y todo un ciclo de explosión de vida. La duración creciente de los días hace que todo ser viviente despierte y se llene de vida. Y por suerte, nosotros no somos menos animales que los animales, me atrevería a decir que, en muchas ocasiones, incluso más, en el sentido de menos racionales y más inconscientes…
Desgraciadamente, estamos perdiendo el contacto con la naturaleza, con nuestras raíces, con las manadas, con el comportamiento animal, con el entorno, con el mamífero, con nuestro propio yo interno. Vivimos inmersos en una velocidad, no solo impropia de nuestra especie, si no perjudicial y baldía… De hecho, hace, relativamente, poco, escuché en la radio, una mañana de camino a casa, que habían hecho un estudio con un grupo de personas que padecían insomnio severo, aislándolos del caos y del estrés de la gran ciudad, privándolos de usar luz artificial y las tecnologías. Solamente amparados por el aire, el fuego y el cielo, habían recuperado sus ciclos de sueño-vigilia, también conocidos como ciclos circadianos, en tan solo una semana…
- Eri, preciosa… - las imágenes de un grupo de personas sentados alrededor del fuego se empiezan a desvanecer en mis recuerdos y siento una mano que me acaricia levemente la mejilla… “¿Dónde estoy…?” Una suave voz continúa diciendo – Ya hemos llegado, dormilona, abre los ojos…
“Tengo los ojos ¿¡cerrados!?” “¡Oh, dioses, que vergüenza…! Habéis permitido que me quede dormida con Oscar conduciendo al lado…” – sollozo interiormente. Espero no haber dormido con la boca abierta y la baba colgando. Yo que había demostrado toda la seguridad del mundo, me he dormido como una niña pequeña...
De repente, como en un fogonazo, las palabras de Ruth, pasan por mi mente… “No será un psicópata…” Intento pensar con objetividad, lógicamente, los asesinos en serie, no vienen con un cartel identificativo y agitando sus manos a la vez que te informan que te van a sumergir en lejía y después te van descuartizar… Empiezo a ponerme muy nerviosa… Lo cierto es que me he montado con un completo desconocido en mi propio coche, lo he dejado conducir sin oponer resistencia y me ha llevado a no-se-dónde, a hacer no-se-sabe-qué!!! Una sensación de inseguridad me invade por completo, nunca en mi vida me había sentido tan vulnerable, por no decir gilipollas. Forcejeo con el cierre, para abrir la puerta y salir corriendo.
Aunque he abierto los ojos, no veo, todo se ha vuelto borroso.
- Tranquila, tranquila… – intenta calmarme “Claro, no te fastidia… si me estoy quietecita mejor…”
Me siento como el cordero que llevan al matadero. Necesito salir del coche. Siento un ataque de pánico haciéndose tangible en mi pecho. Salgo del coche y me caigo al suelo, no sé por qué. De repente los brazos de Oscar me rodean y me sacan de la nube de polvo que estoy formando. Me restriego los ojos con manos temblorosas y, además de coches y del bosque, veo una especie cabaña de madera con un letrero que dice: “Merendero El Sol”.
Mis pulsaciones empiezan a disminuir, la sangre vuelve a fluir, me separo de Oscar de un empujón en el pecho. Estoy furiosa, enfadada, y por descontado, muy avergonzada. Me doy la vuelta y me alejo unos metros, me apoyo en el coche que está estacionado al lado del mío. Las piernas aún me hormiguean, se me deben haber quedado dormidas, tal vez por eso me he caído. Ahora me siento más gilipollas que antes todavía… Sacudo el polvo de mi ropa y sin saber cómo voy a disculparme, siento que Oscar me abraza y me susurra al oído.
- Lo último que quiero, en esta vida y en la próxima, es hacerte daño, niña… - mi pecho se hincha y asiento incapaz de hacer o decir cualquier otra cosa, las lágrimas se asoman a los ojos quemando todo a su paso. – Te debes haber quedado dormida poco después de coger la comarcal y has tenido una pesadilla. – Argumenta intentando dejarme en buen lugar… “si supiera lo que he pensado de él…” – Ah! Y no te preocupes, estás preciosa cuando duermes… - sonríe un tanto burlón y aprieta un poco más su agarre. Yo solo quiero desaparecer “¿Dónde está el anillo único cuando una lo necesita? Ah! ya me acuerdo, lo tiraron entre Frodo y Gollum al interior del Monte del Destino… Buena jugada, maese Frodo…”
Me abrazo fuerte a la cintura de Oscar escondiendo mi cara contra su pecho. Me besa el pelo y un escalofrío me recorre. Pone sus manos a ambos lados de mi cara haciendo que le mire. Noto que su tórax se agita bajo la camiseta. Su profunda y oscura mirada ejerce algún tipo de fuerza sobre mí, haciendo que encuentre un poco de paz.
- Ahora vamos a entrar a comer y esto no ha pasado. ¿De acuerdo? – Asiento, sin emitir ni un solo sonido… Su voz me calma, empiezo a destensar el cuerpo. - Has demostrado ser muy inteligente y valiente, no tienes de que avergonzarte – Sus labios están cada vez más cerca de los míos. La electricidad que me recorre el cuerpo está borrando mágicamente el sentimiento de vergüenza y cambiándolo por rubor... - Es lógico que te hayas asustado, soy un desconocido para ti, aunque voy a intentar por todos – hace hincapié en el todos – los medios que eso cambie… - su voz mantiene una fuerte promesa que hace que mi corazón se empiece a fundir…
Apenas si llega a rozar su nariz con la mía, deteniendo un inminente beso. Tal vez, después del episodio de pánico que he protagonizado gracias a las inseguridades de mi querida amiga Ruth, no se atreve a ir más allá. Y me parece una idea genial, ya que me está demostrando respeto, más del que yo le he demostrado a él, al presuponer que me quería descuartizar… Sacudo la cabeza alejando los malos pensamientos y sonrío al cielo.
- Así me gusta, ¡niña! – me anima Oscar, que me pasa un brazo por la cintura y me lleva casi en volandas hasta el interior del merendero. “Guapo. Atento. Respetuoso. Fuerte… Me pregunto qué estoy haciendo que no lo tengo ya entre mis piernas…”
…
Después de probar la mayor parte de las especialidades y un surtido de postres de la casa, todo ello regado con un rosado que hacen en su propia bodega, Oscar me invita a dar un paseo, por el sendero. Al principio, hago que desconfío, solo por hacer un poco de broma con el suceso de nuestra llegada. Aunque se pone serio y me dice que si quiero volver a Madrid en mi coche, el pedirá un taxi. Enmudezco y me da con el índice en la nariz, carcajeándose de mí. “Efectivamente, he vuelto a picar…”
Damos un agradable paseo mientras hablamos de todo un poco. De amigos, de hobbies, de mascotas y aprovecho para contarle lo de Otto, de esta mañana, tras lo cual, se disculpa por su actitud “puede que un poco prepotente”, según palabras textuales, de esta mañana en la residencia. Le hablo de mi trabajo y reconoce que no sabía quién era cuando contesté a su móvil porque se hospedó solo una noche en el hotel. Entró después de cenar y dejó la habitación a las nueve y media de la mañana. “Aunque si hubiera sabido que me aburría tanto en la recepción por la noche, habría bajado a verme… ” me deja caer en ese tono tan profundo y sugerente.
Él, por su parte, me cuenta que debido a su trabajo en una casa de subastas de Barcelona, viaja mucho, en busca de piezas únicas. Afirma tener “el buen gusto del más excéntrico coleccionista pero con el más ínfimo sueldo de un simple peón, dentro de una gran engranaje… Aunque los viajes y las dietas, ¡estaban muy bien!” Sin ir más lejos esta noche viajaría a Nueva York, para examinar unas vasijas cuyos propietarios, totalmente anónimos, al menos, por el momento, dicen que pertenecen a un navío español del siglo XVI. Y aunque hay muchas posibilidades de que no sean más que timadores de tres al cuarto, gracias a ellos, pasaría dos días completos en la isla de Manhattan…
- ¡Vente, Eri! – Suelta así de golpe. Se detiene en mitad del sendero, me coge de las manos, haciendo que nos quedemos frente a frente, y me mira ilusionado a los ojos. – Vente, Eri – repite en un tono más serio. - Los viajes están muy bien, pero siempre estoy solo… Me gustaría compartir mis experiencias con alguien… Con una amiga… - La verdad es que hemos congeniado muy bien pero… “¿Estará de broma de nuevo?” – Vente… - Parece que lo dice en serio. Su tono de aflicción me toca la fibra sensible y siento la necesidad de abrazarlo y protegerlo, pero lo que me propone es tan bello como irreal…
- Pero, Oscar, cómo, no puedo, mi trabajo… - respondo entrecortada, mis pensamientos van por un lado y mi sensatez por otro… “¡Mierda!, había olvidado por completo que esta noche empieza una nueva semana de curro, en la recepción del hotel…” y me acaba de cambiar el carácter. – Creo que por mucho que me atraiga la idea, - y de verdad me apetece, no solo por él si no, sobre todo por mi… - no me puedo permitir el lujo de faltar al trabajo. Creo que yo a diferencia de otros – lo miro de arriba abajo, refiriéndome a él – necesito el dinero para vivir…
- No es cuestión de dinero, Eri, esta ropa, el traje de Hugo Boss que viste esta mañana, me los paga la empresa – me quedo ojiplática… “¿En serioooo?, que caña de curro, ¿no?” - Se supone que tengo que tener una imagen corporativa. Si con mi hipoteca y mi… - se queda callado, pensando las palabras que va a decir – mí… mis gastos, apenas llego a final de mes. La ropa, los aviones y demás son parte del negocio.
- Entonces como es que quieres que vaya contigo a Manhattan, si no me puedo ni pagar el vuelo… - “no estaré cediendo…” Y en caso de que me lo pudiera pagar, me quedaría el pequeño detalle del trabajo…
- Pues porque te acabas de convertir en experta en vasijas cerámicas del periodo de la conquista del Nuevo Mundo. Y lo mejor de todo… – me mira resplandeciente, en cierto modo intuyo lo que va a decir… – ¡La casa de empeños correrá con todos los gastos! “Uffff! ¡No sé qué hacer!”
- Pero… - parece que ahora el que me ha leído la mente, es él.
- El trabajo no es problema, todo el mundo tiene derecho a una gastroenteritis por cada “X” tiempo de trabajo real y leal. – Afirma con total rotundidad. - ¡Venga Eri!, vamos… - Suplica. - Además solo serán tres noches, el miércoles estaremos de vuelta…
El tiempo se detiene, veo todo a cámara lenta. Hinca una rodilla en tierra. Las parejas que pasean por el sendero, se paran y nos miran mitad emocionados, mitad asustados, según son chicas o chicos, respectivamente. “Seguro que ellas piensan que me va a pedir matrimonio…” Su gesto se vuelve serio. La sensación es la misma que cuando hacía puenting y estaba a punto de saltar al vacío, solo que esta vez no sabía si tenía cuerda… Tira de mis manos hacia él, haciendo que yo acabe también de rodillas. Nuestros rostros por enésima vez en el día de hoy están a media pulgada de distancia. Veo como sus labios se abren y se aproximan hasta mi oído…
- Además, ya sabes que te lo digo sinceramente y que no soy un psicópata, aunque tal vez, tu amiga Ruth, piense otra cosa… - Sé que acaba de jugarse su última carta para intentar convencerme.
“Nota mental: Recuerda los nombres de mis amigas. Este tío es una caja de sorpresas, a la larga lista de atributos y cualidades añadiré dos más: buena memoria y, durante la comida, me estaba escuchando de verdad… Si además recoge la cocina, la psicópata seré yo. ¡Lo raptaré y me lo quedaré en casa!!!” Dejo de pensar. Cierro los ojos y espero ese efímero impulso que me haga saltar al vacío en contra de todas las leyes de la lógica, ese fugaz destello que me hará impulsar mi cuerpo al vacío, igual que la primera vez que salté desde 15 metros, en mi época de universitaria… “Y… ¡ahí está! Allá voy!!!!!!!!”
- Oscar – consigo captar toda su atención - ¿Sabes que te digo? – Pregunto retóricamente un tanto fuera de mis cabales. “¡Cómo me gusta ver su cara de desconcierto generalizado!”, saboreo el momento, lo disfruto... - ¿Qué ropa hay que llevarse… – una sonrisa empieza a dibujarse en la comisura de sus labios que empiezan a parecerme demasiado irresistibles – a Nueva York en primavera…? – sonrío y asiento con la cabeza.
- ¡Bien!!!!!!! – no me deja terminar de hablar, me abraza tan fuerte que creo que no voy a poder escapar de su pecho en toda la vida. Reímos con fuerza y las parejas que habían parado de andar y nos observaban disimuladamente, han empezado a aplaudir. – ¡Me ha dicho que sí! – vocea Oscar, mirando a la audiencia, que explota en chiflidos y palabras de enhorabuena. Incluso algún espontáneo, se acerca y le choca los cinco.
Yo no puedo parar de reír, toda la tensión, la decisión, los nervios, se han convertido en felicidad y ganas de reír. Oscar se levanta y tira de mí, giramos en el aire fundidos en un abrazo. Cuando estamos lo suficientemente mareados, para de dar vueltas, me abraza por la espalda, puedo sentir su respiración en la nuca, todo mi cuerpo se estremece e intento acallar un suspiro. Caminamos, no sin cierta dificultad, así cogidos, de vuelta al coche.
…
Está anocheciendo cuando me deja en la puerta de mi urbanización. De vuelta a Madrid he hecho unas cuantas llamadas y acababa de arreglar los asuntos laborales y de avisar a Vera, que se había quedado bastante sorprendida en principio, aunque luego se ha alegrado mucho por mí. Ella sabe las ganas que tengo de volver a Estados Unidos, aunque solo sea por un día… Acordamos no contar la verdad a las chicas hasta mi vuelta para mantener mi coartada de cara al trabajo: Una gastroenteritis aguda y muy contagiosa me va a estar atenazando durante los próximos 3 ó 4 días. Además, da la casualidad que Esteban, el idílico novio de Vera, es médico, así que me ha hecho un justificante Fan-buloso, como diría Rhino, el hámster de la película Bolt, el cual va a llevar, Vera, personalmente, en unas horas al departamento de administración del hotel.
- Llévate tú el coche a tu hotel y recoge tus cosas. En una hora estaré lista. – afirmo con rotundidad.
- ¡Señor, sí, señor! – me responde Oscar, divertido, con la mano derecha sobre la frente.
- Muy gracioso – hago una mueca de burla y me coge la cara con una mano apretándome en los mofletes borrando literalmente la mueca, a la vez que se muerde su propia lengua. Está, cIaramente eufórico. - Iremos al aeropuerto en mi coche, tengo un contacto allí que me lo guardará sin coste adicional – hablo incluso con su mano apretando mi cara, el sonido sale distorsionado y le hace reír.
Me suelta la cara y se muerde su propio dedo, aparentemente, con ganas de to´. Yo le golpeo en el hombro con el puño cerrado. Me da la sensación que la tensión sexual está tomando un cariz muy interesante. Mientras que en un “aquí te pillo, aquí te mato” no se establece ningún tipo de relación personal, entre Oscar y yo, cuanto más tiempo estamos juntos sin pasar a la acción, me temo que más difícil se va a hacer dar el paso, por ambas partes… “Ojalá me equivoque… Porque nunca he estado tanto tiempo reprimiendo mis sentimientos y me empiezo a sentirme como un volcán ¡a punto de explotar!”
Me dispongo a salir del coche, cojo el bolso y justo cuando me estoy incorporando, Oscar mete la mano en el bolsillo trasero de mi vaquero y tira de mí, haciendo que caiga de culo, en el asiento.
- ¡Niña…! - me giro entre divertida y enfadada.
- ¿Qué? – pregunto mientras una electricidad muy conocida por mí, me eriza el vello. Su cara de belleza tan racial, sus labios gruesos, sus ojos negros que me miran con tanta fascinación, la promesa de sus tatuajes, su piel, su descaro, su estilo… Es un todo que me empieza a desbordar…
- Ya te dije que te haría volar antes de que acabara el día… - se detiene y una pizca de descarada timidez aparece en sus ojos. Me atrevo a intuir sus pensamientos, sin miedo a equivocarme…
- Tranquilo, yo tampoco pensé que sería de forma literal – me acerco a su cara y le doy un, nada inocente, beso en la nariz imitándolo.
Salgo del coche como una exhalación. Oigo las carcajadas de Oscar tras de mí, y una sensación de alegría invade mi cuerpo. Miro hacia delante agradecida de todo lo que la vida me ofrece. Pasé mi penalidad, bajé al Tártaro y morí, resurgiendo como el ave fénix de mis cenizas (por eso me tatué uno en el omoplato y parte del hombro derecho) y ahora voy disfrutar mientras pueda.
Continuará…
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Para celebrar que "Soy adicta al sexo" ha llegado a las 1.000 lecturas, publico un nuevo capítulo, uno muy importante, donde el perfecto y organizado mundo de Eri da un giro de 180º. ¿Qué habríais hecho vosotr@s en su lugar? jajaja!!! Espero vuestros comentarios.
Este capítulo esta dedicado a una muy buena amiga ya que el nombre del merendero está puesto en su honor! jajaja! Solete, wapa, espero que te guste este giro inesperado de la historia!!! ;P
Feliz domingo everybody!!!
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