Michael x Reader

Narra Michael:

Cuando la conocí; recuerdo que estaba lloviendo y mi abrigo se había empapado completamente, busqué un refugio para escapar y de repente, ondeando su cabello oscuro apareció ante mis ojos la criatura más bella que jamás había visto...
Tenía ojos oscuros y labios rojos, los recuerdo eran rojos como la sangre, como el color de las rosas, como el rojo atardecer que solía contemplar cuando era niño.

Quedé sorprendido al verla, no me atrevía ni a mirarla; Dios era tan hermosa...

Quedé congelado en aquel instante que ella sonreía, no pude hacer nada, ni el más mínimo intento de movimiento. Tímidamente agachó la cabeza, con su mano derecha acomodó los cabellos que se habían posado sobre su mejilla... Levantó la mirada colocándose el mechón de pelo detrás de la oreja y lentamente empezó a acercarse hacia mí.
– ¿Qué haces? – me dijo y acto seguido me besó tan tiernamente que en un instante pensé estar besando un copo de algodón.
Sus labios eran tan suaves y voluptuosos, era como darle un mordisco a alguna fruta exótica pues en cada roce de nuestros labios, el éxtasis y el deseo carnal ardían en mi pecho como si tuviera un volcán interno que estaba a punto de hacer erupción.

¡Por Dios! – me dije – 
Al abrir los ojos ella no estaba, se había esfumado y yo ardía en fiebre, con mis ropas estiladas hasta la última costura.
Dejó de llover un instante y salí desenfrenado buscándole. ¿Gritar su nombre? Pero como? Si no me lo dijo.
No supe que hacer, a donde ir ni que palabra modular; ¡carajo! Ni una maldición adecuada era suficiente para rescatar algo del desastre en el que me encontraba.

Regresé a mi casa sin dejar de pensarla, aún conservando el perfume que sus ropas despedían; estaba desconsolado y enamorado.
Entré en mi habitación y me quité la ropa; encendí la calefacción y cubrí mi cuerpo con una cobija... Mi mente perdida en el vacío de mi corazón fijando la vista en la llama de la vela que se extinguía junto con la esperanza de volver a verla.

Pasaron unos días y aparentemente me recuperé, el médico me recomendó descanso y por sobre todo ningún roce con algo que me recordara aquella tarde... Estaba al borde de la locura y todo por un beso que me amargó el alma...
Estaba yo acabado, demasiado triste, deseando la muerte a cada momento.
¿Quién eres amor mío? – me preguntaba todas las noches – no existía lógica en mi caso, pues no era lógico ni racional el profundo amor que me estaba matando a cada momento.

Esa noche me fui a dormir, apagué mi pc y me recosté casi desnudo sobre las frías sábanas pues me sobrecogía un calor tremendo, inaguantable...
En medio del trance que trae consigo la somnolencia, mi puerta se abrió y una silueta apareció frente a mí. 
Era ella...

Se veía igual que yo, y como imanes, corrimos uno al otro

Esperé mucho tiempo la llegada de ese momento.
Mi cuerpo estaba vacío antes de encontrar a aquella chica. No era nada antes de caer en sus manos.
Ella hizo de mí todo lo que soy.
Y yo, me dejé llevar. Dejé que me moldeara y me adaptara a su necesidad.

Narradora

La habitación se lleno de luz en la oscuridad,

Ella miró sus ojos llenos de miedos, llenos de ganas,
Rodeo su rostro con las manos sin poder mantenerlas firmes, hasta que una mirada de él reflejando ya menos miedo y más deseo, le dio confianza para acariciarlo, sintió cada parte de su rostro como lo más excitante que había tocado en su vida, el solo la miraba, ella siguió recorriendo..., acarició su pelo, sus ojos, las mejillas, hasta que llego a su boca a esta altura seca de tanta quietud, aunque lo suficientemente húmeda para mostrarse deseosa.

Sus dedos se centraron allí, rodearon los labios de él suavemente provocando un movimiento reflejo ante tal cosquilleo.
En ese instante se paro el tiempo, comenzó a acercarse, él seguía petrificado, hasta que los dos se desbordaron de calor, sus cuerpos se comunicaron y se conectaron en ese juego de seducción.
Sus labios se tocaron, un suave roce los humedeció, sus ojos se cerraron y la habitación nuevamente se oscurecía, todo lo demás dejó de existir, solo él y ella en un tierno e intenso beso.

Sus labios torpes al principio encontraron armonía, y sus lenguas jugaron a recorrerse sin correrse, fue el beso más real que ha sentido, estaba en su fantasía.  El chico sentía su respiración agitada, casi jadeante, impaciente por culminar el momento.
Sus ojos le miraban y brillaban de incontenible deseo.
Sentío sus dedos acariciando todo su cuerpo.
Y su lengua, hábil y húmeda, con la seguridad de su experto conocimiento, deslizándose por donde sabía que tenía que hacerlo, para conseguir el efecto deseado.

No dejó de besarlo ni un instante.

Michael empezó a desabrocharle el vestido y a descorrer la cremallera dejando cada vez un poco más de su piel al descubierto y sintió ganas de darle la vuelta y besarla en todos esos puntos. A cambio, deslizó el vestido por los hombros y brazos dejando que éste siguiera su camino hacia abajo y quedara desnuda a su lado.

Se apartó de los labios queriendo contemplarla mas no puedo ni dar un paso atrás cuando ella se acercó a él buscando su protección, demasiado expuesta para su tranquilidad en ese momento.

Notó los intentos por soltar los botones de los ojales de la camisa, cómo las temblorosas manos lidiaban con ello y ese gesto que solía hacer al morderse la lengua cuando centraba la atención en una sola cosa.

Esperó paciente a que el último botón saliera acariciándole los brazos y produciéndole descargas en su cuerpo conforme se acercaba a los puntos más erógenos que iba descubriendo.

Acabó por coger las manos y posarlas donde no se atrevía ella dejando que su camisa se fuera apartando de su paso para hacerle compañía al vestido.

Con las dos manos acunó su rostro y la cubrió de una nueva hornada de besos que se morían por probar de nuevo esos labios y piel sonrosada. Toda ella sabía dulce como la miel; los gemidos una música angelical y su toque, esas manos que temían tocarle, que lo acariciaban cada vez con mayor valentía, empezaban a encenderlo.

La empujó con suavidad hacia el centro de la habitación deshaciéndose del sujetador que quedó en el camino y, sin abandonarla, la tendió con cuidado sobre la cama, siempre a su lado, los ojos fijos en los de ella para que se apoyara en él.

Siguió regalándole besos por todo el cuerpo, bajando por el cuello, dejándolos en los hombros para volver al centro y seguir descendiendo al corazón de sus pechos, tomándolos entre sus manos y recorriéndolos con los labios hasta el mismo botón, éstos poniéndose duros e inflamados por las atenciones que le prodigaba.

Percibió los intentos de ella por quedarse quieta pero sabía que su cuerpo reaccionaba y, una parte, buscaba el alivio para esa necesidad que la embargaba, para esa humedad que estaría filtrándose a través de ella.

Continuó su camino entrelazando las manos los dos para llegar a una zona aún protegida. La besó sin exigirle y volvió arriba colocando su cuerpo sobre ella sin que tuviera todo el peso pero sí para notar cómo la acariciaba con él.

Ambos cuerpos estaban incendiándose juntos, volcando la pasión de su amor en os besos, caricias y demostraciones de afecto que los llevaban a querer más.

Él se apartó un momento deshaciéndose de su pantalones y ropa interior mientras la contemplaba, sus manos ocultando el rostro para no ver cómo la miraba y perdiéndose al mismo tiempo la intensidad y el orgullo con lo que lo hacía.

Sintió las yemas de sus dedos y saltó asustada por ese contacto con un ligero chillido que él se apresuró a calmar con las palabras más hermosas que sus oídos habían escuchado. Lentamente sus dedos se separaron para captar la intensa mirada que él le regalaba, sus manos comenzando en ese momento a moverse hacia arriba creando ondas a su paso, jugando con un cosquilleo que empezaba a ser adictivo.

Llegó hasta la cinturilla de sus panties y la besó de nuevo en ellas antes de hacerse cargo de que éstas desaparecieran despojándola de la última pieza que los separaba.

Se situó a su lado separándole las manos para encontrarse sus ojos humedecidos y los besó bebiéndose sus lágrimas de nerviosismo, haciéndole saber que estaba ahí para ella. Buscó sus labios temblorosos y la sumió en la espiral de placer que ellos podían ofrecerle mientras, sus manos, la recorrían cada vez más cerca de su centro de feminidad. En el momento en que uno de sus dedos, atrevido éste, ahondó en ese lugar, buscando un punto que estaría inflamado ya, la cabeza de ella se echó hacia atrás dejándose llevar a otro lugar, uno donde los colores brillaban y el cuerpo pesaba como para moverse. Ya no notaba la mano de él acariciándole, y a pesar de eso sabía que estaba ahí, proporcionándole un deleite como nunca antes había tenido.

– Mi-michael ...¿Qué me estás haciendo? – Preguntó bajito. Él se inclinó hacia su lóbulo y lo besó y acarició con la lengua.

– Amarte...

La instó a abrir las piernas y se situó entre ellas, sus manos buscando las de ella para que notara una parte ya preparada para el momento culmen. Las retiró con premeditacion en el momento en que lo notó y él rió ante la temeridad de ella. Volvió a intentarlo y, esta vez, su inquietud hizo que siguiera el contorno de esa parte de él que ardía en deseos por hacerla suya. Se mantuvo en silencio y quieto mientras ella saciaba su curiosidad observando cómo se incorporaba un poco para verlo e iba siendo más audaz buscando proporcionarle deleite con su toque.

Cuando no pudo más, la tumbó sobre la cama flexionando sus piernas y situando su centro en el de ella, ambos juntos y predispuestos, sus ojos sin ser abandonados por él, empujando tan lentamente que parecía una caricia tan suave y gozosa que sacó de sus labios unos gemidos y una sonrisa de complacencia.

Siguió avanzando temiendo el momento en que el agrado se convirtiera en dolor y esos ojos que ahora lo miraban refulgiendo en un brillo intenso, se apagaran por ello. Sintió un pellizco en su corazón al ser consciente de ello y se detuvo mesándole el cabello, dándole pequeños besos en todo su rostro, calmando el llanto que ella dejaba correr a través de sus ojos cerrados hasta que los abrió y, a pesar de que habían perdido brillo, la sonrisa con la que lo deleitó les aportó lo que le faltaba.

La premió con un ligero movimiento, impulsos suaves y pausados esperando que se habituara a su intrusión, a su avance y retroceso. 

Culminando en un gran oh

Escritora

A pedido por una señorita, ojala te haya gustado

Ese Michael se las trae (?)







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