23.- Reloj de arena
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Palabras: 3121.
23.- Reloj de arena
Bunnyx presionó frustrada los laterales de la ventana temporal. Cuando había visto a Marinette reunir valor para ir hasta el barco de Luka había soltado un gritito eufórico. Estaba convencida de que se solucionaría todo al fin, pero se había dormido. Bien, de acuerdo, no podía culparla por ello, estaba agotada. Luka la había metido en la cama y después se había estirado en el sofá, todo respeto y caballerosidad, cediéndole su espacio en vez de dejarla en el sofá o acurrucarse a su lado. Lo molesto había llegado con la mañana. Marinette se había despertado desubicada y había huido.
No la entendía. No entendía qué demonios estaba pasando por su cabeza. Si pretendía hablar con él por qué salir corriendo como una idiota. Al menos había tenido la deferencia de despedirse de él.
Quería ayudarla, ¿pero cómo se ayuda a quien no deja de huir constantemente?
—Me lo estás poniendo muy difícil —protestó frustrada.
A lo mejor estaba malinterpretando su petición de ayuda. Tal vez no era en ella en quien debía centrarse. Quizás debería dirigir sus pasos hacia aquel guardián que la había atacado en el callejón y en Hawk Moth. Si los neutralizaba o daba con el modo de demostrar que no podían dañar a Luka lograría tranquilizarla. O no era nada de eso lo que esperaba Marinette que hiciera. No tenía ni idea de qué era lo que esperaba realmente de ella.
¿Quién podría ayudarla a saber qué hacer?
—Espero que estés orgullosa de darme tanto dolor de cabeza Mari.
Presionó el margen izquierdo de la ventana temporal rebobinando el tiempo. Marinette había tenido un maestro, el hombre que le había dado el prodigio, seguramente él sabría cómo ayudarla o cómo dar con el modo de calmarla. También podría explicarle cómo demonios se usaba correctamente el prodigio porque, Marinette, no le había llegado a explicar nada.
Dio con el hombre asiático cuya casa abandonaba a la carrera una Marinette demasiado joven como para tener que cargar con tanta responsabilidad. Atravesó la ventana temporal para salir de la madriguera, el hombre la miró como si la conociera de toda la vida.
—¿Un té, señorita Kubdel?
—¿Me conoce?
—No es la primera vez que estás en mi casa, aunque para ti sí que lo sea.
Había sonado como Fluff y eso le daba dolor de cabeza. Se destransformó.
—Un té. Sí, claro.
—Siéntate, por favor.
Se dejó caer en uno de los cojines que rodeaban la mesita y esperó. El hombre dejó la taza humeante frente a ella.
—Sé que es muy probable que esto sea un error —murmuró la muchacha—. Pero estoy un poco desesperada.
—Te escucho, joven portadora.
—Marinette está mal. Hay un guardián, la asaltó —declaró sacudiendo las manos en el aire. Había elegido un momento posterior a la reaparición del templo de los guardianes. Había estado curioseando, sabía que aquel hombre les había visitado y que había estado hablando de Marinette con ellos, pidiendo que tuvieran paciencia, que le dieran el tiempo que necesitaba—. Nette salía con alguien, con Luka, que es el portador de Sass. Estaban genial. Tenían una relación envidiable, pero ese guardián...
—Calma, joven.
—Quiere obligarla a estar con Adrien, bueno, con Chat Noir... y, aunque no creo que puedan hacerlo, Nette está segura de que le harán daño a Luka para obligarle a estar con Chat Noir.
»La cuestión es que he estado curioseando la línea temporal, el futuro. He visto como la destruían, estaba sola, completamente sola y no quiero que pase algo así porque no es justo. No lo es. Es de locos.
—¿Estás segura de lo que has visto?
Alix frunció el ceño. Claro que lo estaba.
—El guardián del callejón estaba con Hawk Moth, eran aliados.
—Los guardianes no son ajenos a la ambición. Nadie lo es.
—No sé cómo ayudarla, no sé cómo pararlo, ni cómo cambiarlo.
—Tal vez estás enfocando tu atención en el problema menos importante.
¿Estaba insinuando que tenía que dejar de concentrar sus esfuerzos en ayudar a Marinette?
—Marinette es fuerte, si tuviera alguna duda respecto a sus capacidades jamás le habría legado la caja de los prodigios.
El maestro Fu alzó las manos enseñándole las palmas para que no le interrumpiera.
—No sé cuándo pasará, pero sé que renunciaré y que ella será una guardiana extraordinaria. Marinette estará bien, se repondrá, no está sola ni lo estará nunca.
—Pero...
—Mírate. Estás aquí por ella. ¿Es lo que haría alguien dispuesto a abandonarla?
—No voy a dejarla tirada, es mi amiga —replicó ofendida con la idea.
—Entonces, señorita Kudbel, ¿no crees que hay algo en lo que me has explicado que es más preocupante y real que el que Marinette esté sola?
Iba a replicar que qué podía ser más importante que haberla visto destruida y probablemente muerta en un sótano siniestro. Cerró la boca y apretó los labios hasta convertirlos en una fina línea.
—¿Por qué hay un guardián con Hawk Moth?
El maestro Fu asintió.
º º º
Entrenar en el templo seguía siendo algo que odiaba con todas sus fuerzas, aunque tenía que admitir que el no tener que preocuparse por ser descubierta ni tener que estar pendiente de los posibles daños en la ciudad era un alivio. Aún y así, nunca se sentiría lo suficientemente cómoda, tampoco llegaría a sentirlo como un lugar al que pudiera pertenecer.
—¡Tikki, puntos fuera!
Viperion que había estado meditando en el centro de la sala abrió los ojos para mirarla y le sonrió. Cada vez que lo hacía le recordaba a su primer encuentro en el Liberty y a su estúpida forma de hacer el ridículo atragantándose con las palabras, algo que hacía que tanto años después siguiera llamándola Ma-Ma-Marinette cuando quería fastidiarla.
—¿La guardiana se ha quedado dormida?
—No, he tenido una charla sobre flores que caen de los cerezos y no sé qué de la lluvia que moja la tierra.
Él rió poniéndose en pie. La forma de transmitir sabiduría de los guardianes seguía dejándola fuera de juego. Nadie podía culparla, incluso él se perdía entre tanta retórica.
—Vamos a entrenar, quiero volver a casa de una vez.
—Tienes que aprender a ser más paciente.
Eso no se le daba bien. Tampoco se le daba bien mantener la distancia con Luka o Viperion. Y estaba harta de tanto silencio.
Ladubug cerró los ojos, las motas de su traje se iluminaron. Lanzó el yo-yo al aire.
—Lucky Charm.
Entre sus manos cayó un objeto rojo y negro. Lo revisó, comprobando que no lo había hecho mal, que no era el tipo de objeto que servía para detener al villano y reparar la ciudad.
—¿Un reloj de arena?
Viperion la miró evitando soltar algún chiste sobre los relojes que había por todos lados y los prodigios que manipulaban el tiempo.
—¿Qué pista se supone que pretende dar?
—No lo sé —contestó el héroe.
Los objetos que invocaba el prodigio seguían la línea de pensamientos sel portador, lo que significaba que ese reloj de arena estaba alineado con la forma de razonar de Marinette. Intentar adivinar lo que significaba cuando era Adrien quien lo usaba era sencillo, pero el razonamiento de Marinette casi siempre era un caos difícil de desenmarañar.
—No lo digas —farfulló ella haciéndole sonreír—, siento no ser más simple.
—No iba a decir nada.
Ladybug alzó el reloj de arena a la altura de sus ojos, el cristal translúcido rojo y negro dejaba ver los finos granos de arena que replicaban a la perfección el patrón de las motas de su traje de heroína. Si había esperado encontrarse un mensaje dentro comprobó que no había nada. Lo giró bruscamente, frustrada, no quería volver a oír que no se escuchaba a sí misma con la debida atención. El arena empezó a deslizarse perezosa y un súbito fogonazo lo iluminó todo.
El templo y Viperion se desvanecieron, quedó suspendida en medio de una nada blanca y sin fin. Escuchó el rumor del agua corriendo, después el tráfico y, finalmente, París se perfiló bajo ella. Ladybug chilló un breve instante y cayó en el agua. Salió a la superficie para respirar y mirar frustrada dónde y cuándo demonios debía de estar. Aquella evolución de su poder seguía pareciéndole terriblemente imprecisa y peligrosa para su integridad física.
Reconocía el Sena, vio el Liberty y otro barco más pequeño y de casco negro cerca. Conocía ese barco, aunque la ubicación le pareció extraña. El ojo de buey que daba a lo que era el comedor se abrió.
—¿Ladybug?
—¿Podría subir a bordo?
Luka asintió y se hizo a un lado para darle acceso. Lanzó el yo-yo para enredarlo en la barandilla y poder así entrar por la ventana abierta. Lo último que le convenía era que alguien viese a una Ladybug adulta paseando por París.
Contempló el interior intentando ubicar el momento, pero no lo logró. El barco de Luka había cambiado mucho, suponía que debía de estar en algún momento previo o inmediatamente posterior al viaje de graduación a Praga, aunque no estaba segura. Recordaba aquel gel de color negro con el que había tapado el azul que, ahora, asomaba descarado en algunos mechones y las puntas. Era algo que había usado muy pocas veces después de lo de Praga y principalmente para algún videoclip con Jagged para potenciar el parecido que poseían.
—Lo siento, lo estoy mojando todo —musitó mirando a su alrededor—. Tikki, puntos dentro.
»Maldita sea —protestó al comprobar que su ropa de calle estaba mojada también, no había pensado que aquello era como una especie de ilusión, que seguía transformada en Ladybug y que por eso su ropa estaba así—. Que desastre.
Tikki saludó a Luka animada y se alejó junto a Sass para hablar a solas. Aunque sólo era una proyección de la Tikki real, era imposible que ninguno de los dos se diese cuenta, eso lo había aprendido durante el primer viaje no programado.
—Te traeré ropa seca, ¿quieres ducharte?
—¿No te importa?
—No te preocupes, no creo que quieras oler a agua del Sena hasta que vuelvas a casa.
Ella le miró con una sonrisa en los labios.
—Gracias.
Se metió en el baño cuando él le ofreció una toalla limpia y seca.
Luka le preparó ropa seca mientras el agua de la ducha corría. Intentó averiguar qué edad tenía aquella Marinette caída, literalmente, del cielo, pero no supo averiguarlo; supuso que sería la misma que había dado con ellos en Berlín, la que él había creído que seguía siendo su pareja y que, ahora, dudaba que lo fuera.
Marinette salió del cuarto de baño con la camiseta y los tejanos que le había prestado, frotándose el pelo largo con la toalla.
—Muchas gracias.
—¿Quieres té frío?
Ella asintió sonriente mientras Luka le tendía la botella.
—¿Aún te gusta?
—Podría beberlo todo el día, pero se me caerían todos los dientes —musitó riendo—. Así que intento moderarme.
—Marinette, ¿qué haces aquí?
—Pues... —Se dejó caer en el sofá como si estuviera en su propia casa—. Estábamos entrenando en el templo y parece que mi poder tenía un plan especial para el día de hoy.
—¿Un lucky charm puede hacerte viajar en el tiempo?
Marinette le miró como si le sorprendiese que no lo supiera, sacudió la cabeza.
—No es un lucky charm. No sé hasta dónde puedo o debo contarte, así que seré imprecisa: es un nivel nuevo del prodigio.
—De acuerdo.
La curiosidad de Luka era evidente, pero sabía que no iba a hacerle ninguna pregunta al respecto.
—Por lo que supongo que si estoy aquí es porque ha pasado alguna cosa desagradable.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. Supongo que si fuera capaz de saber cuándo estoy sería más fácil.
—Hoy es...
Marinette movió las manos frente a él nerviosa.
—No, no lo digas. Se rompería la conexión. ¿Has estado en Praga?
—Sí —contestó con una sonrisa divertida. Ella rió había sido una pregunta estúpida e imprecisa porque había estado allí siendo un niño.
—¿Te has graduado?
—No, estoy en ello.
Eso significaba que estaba en aquella pausa que le habían obligado a tomarse por su incidente con la psicópata de Cléa. También significaba que habían roto y que estaba sufriendo, aunque no lo mostrase de una manera tan abierta como ella.
—Lo siento —musitó—. Lo hice todo tan mal como podía hacerse, Luka. Estaba tan centrada en mi maldito desastre que no me daba cuenta de todo el daño que te hacía.
—No estoy enfadado ni molesto contigo.
Y el saberlo hacía que le doliera más todo aquel episodio.
—Hace tiempo que entendí que siempre va a haber un muro entre nosotros, que seguirá habiendo secretos mientras sigas teniendo que cuidar de los prodigios. Lo entiendo y lo he aceptado, aunque no me guste.
—Bueno, si te sirve de consuelo, todo eso se acabará —replicó encogiéndose de hombros. No podía darle detalles, pero esperaba que bastase para subirle el ánimo—. Han pasado muchas cosas desde este día. Cosas que no puedo explicarte.
Luka suspiró. No le había animado, ni de lejos.
—Sé lo de Cléa. Lo que casi pasó en Praga.
—¿Jagged?
Marinette rió y disintió.
—No. Me lo explicaste tú. Aunque falta muchísimo tiempo para eso.
—Es patético —murmuró él tapándose la cara—. No lo vi venir.
La pieza encajó. Ya sabía por qué estaba allí. Tenía que hacer lo que no pudo hacer en su momento. Enmendar un poco el desastre, escuchar lo que tenía que decir con la distancia que marcaba el tiempo, aunque aún tenía ganas de empujarla escaleras abajo.
—¿Cómo te sientes?
—¿La verdad? —inquirió con un tono tan quebradizo que le recordó al día en que Bob había dicho delante de Jagged que era su hijo y acabó por romperse en el sofá.
—Sí, la verdad.
—Estoy furioso por haber caído en una trampa tan ridícula. Estoy decepcionado con Cléa, pero sobre todo conmigo mismo. Y estoy harto de que todo el mundo me insista en que la denuncie.
»Adelante, dímelo tú también.
—No voy a hacerlo —contestó. Le abrazó con afecto sin importarle lo más mínimo si eso quebrantaba alguna norma porque era lo que necesitaba—. Eres inteligente, no necesitas que nadie te diga qué hacer, tampoco cuándo hacerlo. Y, aunque entiendo que te sientas así, nada de esto es tu culpa.
—Soy un idiota.
—No. Eres una persona maravillosa, Luka.
—No me siento así para nada.
—Eso no importa, lo eres. Y puedes llorar, gritar, patalear o lo que necesites —susurró sintiendo el leve temblor de sus hombros—. Estoy aquí por y para ti.
º º º
Marinette se sobresaltó al oír un golpe en su balcón, entreabrió la trampilla y se asomó un poco asustada, si era un akumatizado tendría que ser rápida para volver adentro y transformarse.
—¿Viperion?
La sonrisa de colmillos afilados le aceleró el pulso.
—Siento la entrada desastrosa, es difícil calcular cuando caes desde una buena altura.
—¿Caer? —inquirió mirando al cielo azul y despejado.
—¿Te has hecho daño?
—No, tranquila.
Era una pregunta estúpida porque llevaba el traje de héroe y eso le protegía de los golpes y la mayoría de daños. Abrió del todo la trampilla y acabó de subir los escalones para salir al balcón mientras él se destransformaba.
Le observó, alto, fuerte y guapísimo, con aquel pelo azul que le daba un aspecto casi mágico. Le faltó el aliento.
—¿Te encuentras bien, Mari?
—Sí, muy bien.
Se sintió ridícula, no sólo debía tener un aspecto horrible, además aún llevaba la ropa toda arrugada de haber dormido con ella puesta en la cama de Luka.
—¿Qué edad tienes? —preguntó, aunque era algo que seguramente no obtendría respuesta.
—Veintiocho —contestó con sencillez.
Marinette dejó escapar una suave risita.
—Creía que no me lo dirías.
—No hay ninguna norma que me lo prohíba.
Analizó cada uno de los rasgos de su rostro. Había perdido cualquier rastro de la redondez infantil que el Luka que ella conocía aún poseía. La mandíbula bien perfilada, los pómulos altos, la nariz recta y aquellos ojos de un azul tranquilizador.
—Me parezco a Jagged, ¿verdad?
—Sí, pero tú eres mucho más guapo.
—Gracias, Mari —replicó riendo.
—¿Quieres comer algo?
—Claro.
Luka se sentó en una de las tumbonas. Sabía cuándo estaba. Era fácil. Sólo había visto a Marinette así de mal una vez, así que sabía qué decirle y cómo empujarla hacia el lado correcto. Tan fácil y tan complicado a la vez.
Marinette regresó con algunas pastas y un par de vasos y refrescos en una bandeja.
—No hay café hecho, si me pongo a hacer café mi madre sospechará que pasa algo raro —se disculpó torpemente por no haberle dado la oportunidad de elegir qué quería beber—. El único en casa que toma cerveza en mi casa es mi...
—Tranquila, lo que traes está bien.
Lo dejó todo sobre la mesita supletoria y se sentó mucho más tranquila.
—¿Por qué estás aquí?
—Sabes que no me gusta según qué tipo de secretos —musitó con suavidad—, pero no puedo explicártelo. Creo que rompería algunas reglas de hacerlo y sé de alguien que se enfadaría si lo hiciera.
Eso significaba que tenía algo que ver con los prodigios. Disparó su ansiedad. La mano de Luka, con la cabeza de la serpiente tatuada en el dorso, le acarició el brazo. Había sido demasiado ambiguo.
—Me refería a ti, Mari.
—Sí, lo sé —murmuró e intentó reír sin lograrlo.
—¿Quieres que te explique un secreto?
Ella asintió deseando que su pulso regresase a la normalidad.
—Tenías razón.
—¿En qué?
—Sobre mi padre. Merecía la pena dejarle entrar en mi vida, permitirle cambiarla y no me arrepiento de haberte hecho caso y dejarle entrar.
—Me alegro mucho, Luka. Mereces lo mejor.
—Voy a contarte otro más.
Marinette le miró con curiosidad, aunque temía que le dijera que había rehecho su vida, que la había olvidado, que ya no significaba nada para él.
—Al final, Mari, todo se arreglará e irá bien.
—No veo cómo podría arreglarse nada —murmuró tapándose la cara con las manos.
—No puedo explicártelo, pero confía en mí. Lo arreglaremos.
Confiaba en él, sabía que no le mentiría, pero no veía la manera de arreglar el desastre y que todo acabase yendo bien.
—Un día nos sentaremos en el sofá, miraremos atrás y todo esto nos parecerá absurdo —declaró permitiendo que se refugiase en su costado, pasándole el brazo por encima de los hombros con suavidad—. Todo se solucionará. No estás sola, aunque te sientas así.
—¿Me has olvidado?
—Trabajamos juntos, somos un equipo —respondió encogiéndose de hombros—. Y sé que sabes que no puedo contestar a eso sin acabar rompiendo muchas reglas ridículas.
—No es justo, Luka.
—Lo sé.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Una de visitas, viajes en el tiempo y decir cosas sin llegar a pronunciarlas. Este es uno de los primeros capítulos que escribí, aunque he cambiado algunas cosas para adaptarlas a lo que he ido readaptando de la trama. Y con esto, ahora sí, empezamos a acercarnos a la recta final.
Nos leemos en unos días.
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