16.- Agreste

Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1642.

16.- Agreste

El mensaje del señor Agreste le pilló por sorpresa. Era un simple "en la mansión, a las once." pero disparó todas sus esperanzas de que se lo hubiera pensado mejor y tumbase el proyecto de la colección de Jagged. No era que de repente ya no quisiera trabajar para él, pero es que no sabía cómo mirarle a la cara con todo aquel desastre. Suponía que sabía que había dejado a Luka, igual se lo recriminaba.

Se metió en la ducha, aunque no le apetecía en absoluto, se secó el pelo, se vistió y se sentó junto a su madre para desayunar algo a pesar de no tener hambre.

Salió a la calle, sintiéndose incómoda e insegura, pero con un breve destello de esperanza brillando en su horizonte. Caminó, porque la idea de encerrarse en el transporte público con un montón de desconocidos le asustaba más que las calles en sí.

Se detuvo ante la elegante verja de la mansión Agreste, se animó a tocar el timbre y esperó a que se abriera con un siseo como por arte de magia. La entrada la intimidó, como siempre ocurría, pero avanzó con decisión deseando oír que el contrato con Jagged se cancelaba.

La recibió Nathalie, que se ajustaba las gafas con aire distraído.

—El señor Agreste la espera en la sala de reuniones.

Marinette asintió y miró, por un momento, a lo alto de la escalera como si esperase ver a Adrien allí arriba, pero no estaba, lo más probable es que estuviera ensayando en el Liberty con los demás.

Nathalie llamó a la puerta con delicadeza y la abrió.

—La señorita Dupain-Cheng está aquí.

—Adelante.

Entró, pero su optimismo se evaporó en un instante. Jagged estaba sentado junto al señor Agreste, Penny permanecía sentada frente al músico anotando alguna cosa en su carpeta con pinza.

—Tome asiento, Marinette.

Se sentó de manera mecánica en la silla vacía frente a Gabriel. Ya no quería estar allí. No quería enfrentarse a Jagged.

—Que alegría verte, Marinette —musitó el músico a lo que ella asintió con inseguridad—. Gabriel ha sido muy amable al hacerme un hueco en su apretada agenda.

—No ha supuesto ningún problema. Es un proyecto interesante y, Marinette, es mi mejor diseñadora —declaró de manera abierta—. Esto pude darle un buen empujón a su carrera.

—Eso espero.

»Tengo algunas ideas, así que, si os parece bien, os las enseñaré.

Gabriel estuvo de acuerdo, ella no se atrevió a contestar. Resultó que cuando decía que iba a enseñarle sus ideas, en realidad, se refería a que lo haría Penny. Marinette observó las páginas llenas de colores estridentes y las ideas estrafalarias relacionadas con nombres de edificios y ciudades, aquel caos casi la hizo sonreír. Mientras Jagged hablada y movía las manos emocionado, Penny, deslizó con disimulo un par de folios grapados con fotos de prendas de ropa y los nombres para que pudiera descifrar lo que quería decir. A veces se olvidaba de que Penny convivía con él a diario y que eso hacía que entendiera lo que quería a pesar de sus vagas descripciones.

Intentó mantenerse centrada en la reunión, pero se dio cuenta de que se desconectaba con demasiada facilidad, por suerte, Jagged y Gabriel, estaban tan inmersos en la presentación de sus ideas que no le prestaban demasiada atención. Sin embargo, Penny, parecía estar bastante más pendiente de ella, así que se esforzó por parecer centrada y feliz.

Penny y Gabriel se quedaron discutiendo algunos asuntos legales, porque Jagged quería que aquella línea de ropa fuera independiente, pero Marinette trabajaba para él y quería que todo quedase claro y fuese totalmente legal, que no pudiera tener ningún problema.

—Marinette, ¿podemos hablar?

Allí estaba el momento que temía, estaba a punto de tener que enfrentarse a él, a su reproche, a su lado de padre herido, a una reprimenda que no quería recibir.

Asintió con un ligero pánico mordiendo sus costillas. Si el señor Agreste no estuviera por allí se habría negado con alguna excusa, pero no podía huir. Estaba atrapada.

—Estás muy pálida, anda siéntate.

Con un gesto veloz retiró una silla y la ayudó a volver a sentarse, haciendo lo mismo en la que le quedaba justo al lado.

—Luka me ha dicho que os estáis tomando un tiempo —musitó casi en un susurro. Marinette quiso tragar saliva dándose cuenta de que tenía la boca completamente seca—. Quiero que sepas que estoy aquí si necesitas hablar con alguien, ¿entendido?

—¿Qué?

—Son cosas vuestras, no voy a meterme. Sólo quiero que quede claro que lo que ocurra entre vosotros no cambia nada en lo referente a nosotros dos.

—¿Por qué?

Jagged se encogió de hombros con aquella gracia natural que poseía.

—Me encanta tu trabajo, eres mi diseñadora.

Pero le había roto el corazón a Luka y temía que le estallase en la cara.

º º º

Las primeras gotas de lluvia salpicaron los tejados. Chat Noir reprimió el impulso de buscar refugio bajo alguna cornisa. Se acuclilló en lo alto de una chimenea y miró abajo, la poca gente que quedaba en la calle a aquella hora empezó a correr para evitar calarse hasta los huesos, algunos, los más prudentes, abrieron sus paraguas. Se preguntó por Ladybug, ¿qué estaría haciendo? Hacía días que no la veía ni sabía nada de ella.

En realidad, hacía días que todo estaba muy tranquilo, ni un sólo akuma había roto la calma de la ciudad, era inusual, era extraño y le preocupaba. Le preocupaba que Hawk Moth estuviera preparando un ataque devastador, con Viperion fuera del país habían perdido el as bajo la manga de hacer retroceder el tiempo.

Saltó ignorando el aguijoneo de la lluvia en la cara y sólo se detuvo al llegar al punto de reunión. Desierto. Como todas las veces anteriores.

—¿Dónde estás, Ladybug?

Suspiró. Parecía que sus dos chicas preferidas estaban en mal momento y le esquivaban.

Esperó unos minutos antes de volver a la mansión. Se coló por la ventana que había dejado abierta y se destransformó. Plagg voló directo a su paraíso del queso apestoso, mientras él se quedó inmóvil mirando el suelo de su cuarto.

—Llámala —murmuró el kwami—. Si tanto te preocupa tu amiguita, llámala.

Plagg tenía razón, podía llamar a Marinette. Como Chat Noir no había logrado ayudarla y ya había pensado en intentarlo como civil, sólo que no había encontrado el empuje necesario. Sin embargo, comprobó la hora, era demasiado tarde para llamadas. Un mensaje. Un mensaje estaría bien.

Tomó el móvil con decisión sorprendiéndose al encontrarse con un mensaje precisamente de ella. Lo leyó:

¿Crees que podríamos vernos y hablar un poco?
Lo siento, es que no sé con quién hablar.
Perdón.

Adrien sonrió, le hacía feliz que Marinette confiase en él, aunque preferiría que la situación fuese otra. Se apresuró a contestarle para que no creyera que no quería o que le había molestado:

Claro que sí. Dime dónde y cuándo y allí estaré.
No te disculpes, somos amigos.

Esperó unos minutos en los que no ocurrió nada, finalmente puso el móvil a cargar y se acostó. Estaba cansado.

Revisó el móvil cuando se despertó comprobando que ella le había contestado sobre las cinco citándole en su casa a eso de las diez y media. Pasó por la ducha, se vistió, desayunó y se dirigió a su encuentro con Marinette. Entró por la panadería, intercambió algunas palabras con los padres de su amiga, que parecieron especialmente contentos de verle por allí, y subió las escaleras para llamar a la trampilla.

Marinette le abrió, se le veía cansada y decaída, más que la primera vez que se había presentado en su balcón como Chat Noir.

—Hola, gracias por venir, pasa.

Lo primero que vio Adrien fue que su mural de fotos había desaparecido. Lo había quitado de la pared, de hecho, todas las paredes estaban completamente desnudas.

—Hola, ¿cómo te encuentras?

Ella suspiró, se dejó caer en el diván y él se sentó a su lado.

—Estoy bien —soltó por inercia, era una frase que había repetido tantas veces durante aquellos días que ya le salía de manera automática.

—¿Qué les ha pasado a tus paredes?

Marinette parpadeó y las miró como si hubiese olvidado que existían.

—Estoy... redecorando.

Porque ver constantemente la cara de Luka en sus paredes le dolía demasiado.

—Ya veo.

Miró a su alrededor, el único espacio que conservaba el toque Marinette era su pequeño taller de costura, con los bocetos desordenados sobre la mesa, los rollos de tela amontonados y algo a medio coser.

—Lo siento mucho —susurró con tono triste—. Seguro que tienes un montón de cosas que hacer y te estoy haciendo perder el tiempo.

—No digas eso. Somos amigos.

»Admito que me ha sorprendido que no hayas recurrido a Alya o...

—No puedo hablar con ellos —barbotó atropellada—. Yo... Luka y yo ya no estamos juntos.

—Lo siento.

—Juleka está enfadada conmigo, Rose me interrogaría y Alya... —Suspiró, se miró las manos y las cerró con fuerza—. Alya, ella me presionaría, con buena intención, pero lo haría y no quiero que eso pase.

—Puedes contar conmigo. —Marinette soltó un suspiro de alivio—. ¿Qué ha ocurrido?

Suspiró pesadamente.

—Hay alguien —susurró, apenas logró oírla—. Me ha dado un ultimátum. No quiere que esté con Luka, quiere que esté con otra persona. Con alguien a quien no quiero.

—¿Ha sido mi padre?

Marinette le miró sorprendida, sacudió la cabeza.

—No, ¿por qué?

—No. Por nada.

—No sé qué hacer, Adrien. Creo que si sigo así me moriré de pena.

—Deberías hablar con él.

Supo que eso no era lo que quería oír cuando suspiró con pesar. No sabía como ayudarla, se sintió tremendamente torpe e inútil.

—Gracias por haber venido, Adrien —musitó—. Siento haberte molestado.

Se había acabado, había fracasado en su intento de ayudarla como un amigo.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! No hay mucho que decir sobre el capítulo, voy bastante atropellada de tiempo con las sustituciones de verano, pero aquí seguimos.
Marinette debería de empezar a hacer caso del consejo repetido de "deberías hablar con él", aunque no parece muy dispuesta a ello por ahora.
Nos leemos en unos días.


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