Detrás de las máscaras

Nathia y Leya se encontraban en un salón de pintura amarilla, casi dorada, con cuadros similares a los que tenía la habitación anterior. Había tres kériobos sentados en sillones muy amplios, tomando una taza de té cada uno, parecía irónico, al ver entrar a las sounhirs los kériobos se colocaron las máscaras nuevamente.

—¿Así que estas son nuestras dos invitadas? —dijo uno de ellos mientras dejaba su taza sobre un platillo en la mesa.

—Tal parece —dijo el que estaba a su derecha—, me sorprende bastante que hayan conseguido llegar hasta aquí, por sus fachas creía que eran del grupo que siempre cae en nuestras trampas.

—Ni lo menciones —dijo el tercero—, siempre están ebrios y huelen mal, pero aun así son de ofrecer un buen espectáculo al estar horas perdidos en el laberinto y fallando en cada juego.

—Jajaja, por favor, no me lo recuerdes —dijo el que estaba al centro—. Creo que el último de ellos enloqueció con la prueba de los espejos. Pero... —miró por un momento a ambas sounhirs, perfilando su máscara hacia ellas—. Estás dos señoritas superaron nuestras expectativas en su primer juego.

—¿Nos estaban observando? —preguntó Leya.

—¡Por supuesto! —dijo nuevamente el kériobo del centro— De hecho, no fuimos los únicos, estos juegos son nuestro pasatiempo favorito, no nos perderíamos ninguno de ellos.

—Completamos su juego —dijo Nathia con poco humor—, ahora déjennos salir.

—¡Claro! ¡Claro! No hace falta mencionarlo —dos de los kériobos abandonaron la habitación por la puerta por la que Nathia y Leya habían entrado—. Sólo déjennos un último recuerdo de su destreza con los acertijos.

—No vamos a jugar otro juego —dijo Nathia cruzando los brazos.

—Pues deberán, ya que la puerta que conduce a la salida es esa de ahí —el kériobo señaló a una puerta que estaba al fondo de la habitación—. Y solamente se abrirá al completar la prueba.

—Prometieron que nos dejarían ir... —dijo Leya.

—Y no hemos dicho que no, pero los términos de esas palabras eran muy ambiguos. Así que, si quieren irse antes, será mejor que empiecen pronto —se acercó a la puerta—. Lo único que deben hacer es encontrar qué está mal en este salón, que hay que no debería haber, o que debería haber que no hay, cuando todo esté en su lugar la puerta se abrirá —posteriormente cerró la puerta dejando a las sounhirs en el salón.

—Estoy empezando a desconfiar de estos sujetos —dijo Leya dejándose caer sobre uno de los sillones—. Y bien ¿Por dónde empezamos?

—Sólo mencionó que la salida es la puerta del fondo ¿No? —preguntó Nathia acercándose a otras dos puertas que estaban en una de las paredes del salón.

—Sí, ¿Por qué?

—Puede que estas dos puertas sean las que no deberían estar aquí. Aunque no tendría mucho sentido, ¿Cómo nos deshacemos de ellas para que todo esté en su lugar?

—Parece que son puertas reales —dijo Leya apoyando las botas sobre la pequeña mesa del centro.

—¿Te quedarás todo el rato ahí?

—Estoy pensando, estoy pensando...

—Date prisa, este lugar es un poco claustrofóbico.

—Se supone que tu eres la experta en estas cosas.

—Ahora no estoy con la mente para eso. Ni siquiera nos dejaron hacer una sola pregunta... —dijo Nathia sentándose en otro sillón. Pero en ese momento se escucharon tres toques en una de las puertas.

—¿Qué fue eso? —dijo Leya levantándose rápidamente— ¿Hay alguien ahí?

—Espera Leya —Nahia se acercó a la puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada—. ¿Hola? —la perilla de la puerta comenzó a girar varias veces, y se escuchaban las cerraduras del otro lado, luego simplemente se detuvo. Nathia y Leya se miraron en silencio.

—¿Qué hacemos? —preguntó Leya en voz baja.

—Creo que si cumplirán su promesa —dijo Nathia terminando de abrir la puerta, del otro lado había un pasillo y un kériobo de túnica amarilla al fondo— ¿Quién es...?

Ambas sounhir avanzaron por el pasillo hasta llegar al fondo, el kériobo permanecía de pie frente a la puerta que estaba del otro lado. Una vez que llegaron donde estaba abrió esta puerta y del otro lado esperaba una habitación de paredes azules y puertas en el suelo, como las que vieron la primera vez que llegaron.

—En nombre de Kérioba y todo los kériobos les pido perdón —se oyó de una voz familiar—. Esta es la verdadera salida —dijo señalando a las puertas del suelo.

—¿Mandith? —preguntó Nathia acercándose más.

—Sí, soy yo —dijo Mandith volteando a verlas, con una máscara de tristeza—. La prueba en la que estaban conducía a otro laberinto, lamento que tengan que pasar por esto.

—¡Qué! ¡Otro laberinto!

—Ya me lo olía —dijo Leya.

—No los culpen —dijo Mandith—, el superar la primera prueba hizo que las apuestas subieran y también la emoción de todos, no es algo muy común —se arrodilló frente a la primera puerta y la abrió—. Decidieron mantenerlas haciendo pruebas hasta que llegaran más invitados.

—¿Entonces no pretendían cumplir su promesa? —preguntó Leya a punto de perder la paciencia.

—Sí, la cumplirían, sólo —agacho la cabeza y miró hacia las escaleras que había del otro lado de la puerta—, que no sabían cuándo.

—Te agradecemos que nos hayas sacado de ahí —dijo Nathia agachándose y acariciando su cabeza—. Tal vez en otras circunstancias nos hubiera gustado quedarnos, tal vez no tanto, pero ahora estamos en una misión muy importante y no podemos retrasarnos más.

—Espero que les vaya bien, y perdonen a mi pueblo por estas costumbres.

Nathia y Leya cruzaron la puerta del suelo y comenzaron a bajar las gradas, Nathia se detuvo un momento y sacó un pequeño broche de su manga, llevaba una hoja de cristal en el centro que parecía brillar suavemente.

—Ten —dijo colocando el broche en la mano de Mandith—. Es de nuestra tierra, ven a visitarnos cuando puedas, sólo debes ir al norte de la grita, cuando estés cerca la hoja del centro brillará de color verde, las luciérnagas que estén cerca reconocerán el brillo y te acompañarán a la entrada —dijo con una sonrisa.

—¿De dónde son?

—¡Sounhir! —dijeron ambas al unísono, entonces se escuchó una risa detrás de la máscara de Mandith.

Ambas sounhir llegaron hasta el final de las escaleras, estaban en una especie de cueva un poco oscura, pero al fondo se podía ver un poco de luz, probablemente la salida, no dudaron más y avanzaron, después de todo, debían apresurarse para llegar a Zuhul.

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