Caverna helada de Perteheila
—¡Mira Susana! Una playa de piedras blancas —dijo Carlos recorriendo el borde del lago.
—¡Si! Son todas muy redondas —respondió Susana.
A unos metros había una especie de tienda con un corral al lado, en este corral había muchos vokin, animalitos de cargas de las profundidades, eran bastante peludos, tanto que a veces su pelo tapaba sus pies y ojos, daba la impresión de que eran bolas de pelo que se movían, su tamaño era aproximado al de un pequeño potro, pero eran más corpulentos por lo que podían llevar más carga.
Nathia fue a rentar unos cuantos vokin para el grupo, pero el encargado no quería dárselos sabiendo que irían a Sounhir y esto era poca garantía para que los devolvieran, ya que Sounhir estaba relativamente lejos, así que Nathia tuvo que comprarlos, unos 7 en total pagando con la moneda de oro de Zuhul.
—¿Qué son esas cosas? —preguntó Carlos.
—¿Estos? son vokin, son animales de carga, no tengan miedo de ellos, sólo comen plantas y son bastante dóciles, ¿Verdad Kauth? —dijo Nathia con un tono burlón.
—Ya se acordarán de mi cuando esas cosas los mande a volar —dijo Kauth mientras intentaba acercarse a su vokin.
—Espera que te ayude hermanito —dijo Erthim mientras se acercaba a Kauth.
—¡No! ¡Espera! ¿Qué vas a hacer? —Erthim sujetó a Kauth de la ropa y de un tirón lo levantó, dejándolo montado sobre su vokin.
—¡Eso es! ¿Viste? Creo que le agradas.
—Quiero bajar, esta cosa se ve inquieta —decía Kauth intentando no agarrar al animal.
—Venga Kauth, si no lo agarras te caerás y nunca superarás tus miedos —dijo Merith mientras sacaba una liana de su mochila— a ver deja que ponga esto por acá, uno y dos nudos por este lado —empezó a pasar la liana por el cuello del vokin—, y listo, ya tienes una bonita correa para pasear a tu mascota —todo el equipo intentaba contener la risa.
—No hacía falta que me des esto —dijo Kauth negándose a agarrar la correa.
—Bueno entonces la saco...
—¡No! Espera, a decir verdad, mejor me la quedo —dijo Kauth en un tono de voz muy bajo.
Todos terminaron de alistarse, Carlos y Susana montaron un solo vokin, y junto con el equipo de exploración del mundo opuesto marcharon río abajo, unos cuantos kilómetros, y empezaron a sentir como el frio se hacía notar a cada paso, era claro indicio de que se acercaban a la versión congelada de Perteheila.
—¿Tienen frio? —preguntó Leya a los niños—. Tengan, esto les mantendrá calentitos, son abrigos de piel, y no me pregunten de que animal porque decirlo ahora nos dejaría sin transporte, jajaja si me entienden —dijo Leya mientras sacaba dos abrigos de piel de vokin de su mochila.
—¡Gracias señorita Leya! —dijeron Carlos y Susana en coro.
—No me digan señorita, sólo díganme Leya.
Siguieron su recorrido, se encontraban en la entrada de la caverna, y caminaban a la orilla de un río que parecía estar congelado sólo en la superficie.
La caverna era bastante alta, y en el techo se podía ver picos de hielo que apuntaban en línea recta al suelo, eran de todo tamaño y grosor, y también había rayos de luz filtrándose desde el techo, probablemente eran de la superficie, pero ahí abajo se reflejaban en toda la caverna y la luz rebotaba como si lo hiciera en un espejo, iluminando perfectamente aquel lugar.
—La luz es más fuerte en esta parte —dijo Erthim, colocándose aquellas gafas extrañas que llevaban, el resto también alistó la suyas, menos Nathia—. ¿No usarás las tuyas Nathia?
—No, por ahora, quiero acostumbrarme un poco a la luz fuerte.
—De acuerdo, pero recuerda que también eres los ojos del equipo —dijo Erthim, Nathia asintió con la cabeza y siguieron avanzando.
Vieron más adelante y se percataron del llamativo destello que dejaba la luz reflejada en vértices del hielo de casas y torres, era Perteheila, en su versión congelada, aunque mucho más grande que la que acababan de visitar, y evidentemente mucho más desierta. Estaba situada justo al medio de todo el hielo, igual que su sucesora esta también parece haber estado en medio de otro gran lago, que ahora era hielo.
—¡Es increíble! —dijo Susana recorriendo con la mirada cada detalle de la ciudad que se observaba a lo lejos.
—¿Por qué está congelada esa ciudad? —preguntó Carlos.
—Nadie sabe el por qué —dijo Nathia—. Cuenta la leyenda que el rey de Perteheila encontró algo en su palacio, una criatura mítica que sólo se la conocía por relatos antiguos, esta criatura tenía el poder de manipular la mente de quienes oyen su voz, para luego esclavizarlos. Algunos decían que vivía en estas aguas desde hacía siglos; y un día despertó y vio una ciudad en lo que antes era su hogar; el rey al enterarse de eso y del extraño comportamiento que empezó a tener su pueblo maldijo a la criatura y mando a todo su ejército a buscarla, cuentan que la encontraron y arrinconaron en una orilla, pero antes de poder capturarla esta criatura gritó tan fuerte que el agua se convirtió en hielo junto con todo lo que había a su alrededor, incluyendo la ciudad de Perteheila. Ahora es considera una ciudad prohibida.
—¿Por qué prohibida? ¿Aún vive esa criatura? —preguntó Susana.
—Se la considera prohibida porque muchos de los que se adentraron en sus calles no volvieron nunca más, muchos dicen que también quedaron congelados, otros creen que ahora esa criatura vive en la ciudad y ocupa el trono del antiguo rey de Perteheila, en símbolo de venganza y los que llegan a la ciudad son esclavizados.
—¿Y si viene por nosotros? —preguntó temeroso Carlos.
—Esta ruta ha sido usada por muchos años y nadie que haya llegado a su destino vio a dicha criatura, y los que no volvieron probablemente decidieron entrar en la ciudad.
—Además aquí tienen a los tres guerreros más fuertes de Sounhir —dijo Erthim.
—Serán los únicos tres guerreros de Sounhir —murmuró Calbent.
—Calbent, no estás ayudando —dijo Erthim.
—¿Son guerreros? ¿Por eso llevas dos arcos? —preguntó Carlos a Erthim muy emocionado por la idea de tener guerreros como amigos.
—Algo parecido, la verdad en Sounhir el concepto de guerra es relativamente nuevo y somos la primera generación de sounhirs que se entrenaron para pelear, pero sólo somos nosotros tres, Nathia, mi hermano Kauth y yo —dijo Erthim un poco avergonzado—. ¡Ah! y lo de los arcos... en realidad uno es mío y el otro es de Nathia, no sé por qué no le gusta llevar sus cosas, también tengo dos espadas —dijo levantando su abrigo de vokin y mostrando las armas—, ya se imaginarán de quien es.
—No seas quejón Erthim —respondió Nathia—. A Kauth no le importa llevar mi carcaj.
—¿Por lo menos llevas tu daga encima? —preguntó Erthim.
—De hecho... —interrumpió Leya—, yo llevo la daga de Nathia.
—¿Qué harás el día que te toque enfrentarte a algo sin tus armas? —preguntó Erthim.
—Llevo cinco flechas ocultas en el forro de mi capa y unos cuantos metros de hilo luna, en caso de una emergencia es todo lo que necesito —dijo sonriente Nathia mientras palpaba suavemente su capa.
—¿Cinco? ¿Crees que con cinco flechas y sin arco estás a salvo? —dijo Kauth.
—Hay muchas formas de usar una flecha sin un arco, Kauth.
—Eh... creo que tenemos problemas —dijo Calbent mientras se detenía con su vokin y miraba atentamente al frente.
Justo adelante, el camino estaba cerrado, había muchas rocas cubriendo la totalidad del recorrido, probablemente por un derrumbe de la caverna.
—¿Qué haremos? —preguntó Kauth.
—No hay forma de pasar, y las rocas rompieron parte del hielo, aun rodeando el derrumbe tendríamos que nadar hasta el otro lado; suponiendo que sobrevivamos al agua helada, los vokin no podrán llegar.
—No es una opción —dijo Nathia—, es muy peligroso para Carlos y Susana.
—¿Regresaremos a Perteheila? —Preguntó Kauth.
—No, debemos llegar pronto a Sounhir —dijo Nathia mientras hizo avanzar a su vokin hacia el lago congelado—. Atravesaremos la ciudad.
—¡¿Qué?! ¿Olvidaste el motivo por el que es una ciudad prohibida? —dijo Kauth.
—No hay remedio, tiene razón —dijo Erthim mientras seguía el camino de Nathia—. Pero... ¿Si la leyenda es cierta Nathia?
—Estoy contando con que sea cierta —respondió Nathia en voz baja.
—Esto me da mala espina —dijo Kauth.
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