Camino de piedra
«... El viento soplaba con furia ese día, como si el cielo intentara derrumbar este mundo. Árboles, rocas, tierra, lagos y mares se elevaron, y entonces... ¡Súbitamente cayeron! ¡Con toda la fuerza del peso que llevaba el puño de Reunjit! y sometió a las Katarhas de Lerúa, Mélgorad, Bensiphé y Galthria. Y la tierra se partió en dos mitades, pedazos de tierra viva y joven salieron del mundo y flotaron en el cielo, y nunca más bajaron. Y cuando la calma había regresado, el este y el oeste se unió sellando las mitades en una sola...»
-Llevaba años sin escuchar esa historia -dijo Nathia.
-Mis padres siempre me la contaban -dijo Leya levantando la cabeza para admirar la gigantesca roca partida que era aquella montaña por la que avanzaban-. Nunca creí que caminaría por esta inmensa grieta.
-Yo tampoco lo creía. Mi abuelo siempre quiso explorar este lugar, si le pudiera contar que estuve aquí, me haría describir cada roca que vi.
-Supongo que en estos dos años hemos visto más de lo que un día vieron nuestros padres, o tu abuelo. Llegamos más lejos que cualquier otro sounhir, incluso vimos el mundo opuesto.
-Tienes razón, al volver a Sounhir seremos la noticia del mes jajaja.
-Volver a casa... -dijo Leya con un poco de nostalgia-. Espero que eso sea pronto.
Siguieron avanzando por en medio de la grieta de la montaña, la cual por ese lugar no era mi muy estrecha, ni muy amplia, tenía aproximadamente cinco metros de ancho, y de alto... bueno, toda una montaña. No había mucha luz, pero había antorchas iluminando el camino cada veinte metros, colocadas por los batullianos que usaban esa grieta como pasadizo para atravesar la montaña.
-¡Espera! -dijo Nathia sujetando a Leya del hombro-. ¿Escuchas?
-¿Qué?
-Shhh...
-¿Qué ocurre?
-Creo que escucho unas voces.
-¿Estás segura?
-Sí, escóndete, rápido.
-¿Esconderme? ¿Dónde? No hay ni un pequeño hueco que sirva para esconderse.
-No podemos volver atrás, regresaríamos al campamento... Ya sé. Apaga la primera antorcha que hay atrás, yo apagaré la que está adelante.
-¿Las antorchas? ¡Ah! Ya entiendo, ahora regreso.
Nathia y Leya apagaron las antorchas más próximas que tenían, dejando un espacio de oscuridad donde se encontraban. A los pocos minutos escucharon a un grupo acercándose. Eran tres encapuchados riendo y cantando, con botellas de amarilina en la mano, sus risas eran bastante estrepitosas y llenaban el espacio de silencio que había hasta entonces.
-¿Qué hacemos Nathia?
-Apóyate en la pared y no hagas ningún ruido... -respondió Nathia en voz baja.
-Espero que esto funcione...
-¿Eh? ¡Qué no hay luz! -se escuchó de una voz a unos metros de donde estaban-. ¿Pero quiénes son los holgazanes que mantienen esto?
-Debe haber sido una corriente de aire -dijo otro.
-¡Bah! Cuando llegue al campamento exigiré un par de explicaciones.
-¿Desde cuándo te importa tanto que estén encendidas las antorchas?
-¡No! Si es que no me importa, pero de vez en cuando hay que mostrarse serio para hacerse respetar.
-Jajaja, pero si de todas formas en unos días más regresaremos a Batulliá, querer ser serio en estos momentos no te servirá de mucho.
-Tiene razón, mejor diles que la próxima vez traigan amarilina de calidad, está la siento rancia.
Los tres encapuchados caminaron con calma para no tropezar con nada, ya de por si les costaba caminar en línea recta por la borrachera, hacerlo en la oscuridad era un desafío a considerar. Uno de ellos decidió apoyarse en una de las paredes de la grieta para evitar caer, en la misma pared en la que se escondían Nathia y Leya.
-¡Ag! ¡Qué fría que está esta roca! -dijo el encapuchado mientras comenzaba a avanzar. Leya comenzó a codear a Nathia disimuladamente y a la vez con un poco de desesperación al notar lo que estaba ocurriendo.
-Ya sé, ya sé... Esto no pinta bien -pensó Nathia en ese momento.
-¿No te bastan las piernas para caminar? ¿Qué haces de ese lado?
-Mis piernas están bien, sólo estoy buscando las antorchas.
-Jajaja yo diría que la amarilina ya te hizo efecto.
-Mira quién lo dice.
-¡Yo! Y no necesito apoyarme en nada para mantener el equili... -y sin alcanzar a terminar la frase, el encapuchado tropezó con una piedra y cayó al suelo, rompiendo la botella de amarilina que llevaba en la mano.
-Jajajaja ¿Decías? -dijo su compañero entre risas.
Entonces Nathia aprovechó el momento y jaló a Leya para cruzar a la otra pared de la grieta, mientras las risas y las sombras cubrían el momento.
-¡Ahora si me escucharán los inútiles que vigilan las condenadas antorchas! -dijo el encapuchado intentando levantarse.
-¿Lo dices por tu botella verdad? jajaja.
-Igual ya estaba seca -se sacudió como pudo, sacó otra botella y continuó caminando, pero esta vez a un paso más prudente-. ¡Ven! Aquí también debería haber otra encendida -dijo refiriéndose a la segunda antorcha.
-Deja a la antorcha en paz y brindemos por la siguiente luna cumplida.
-¿Quién cumple lunas hoy?
-¡Qué más da! Igual habrá fiesta jajaja.
Y entre más risas y brindis se alejaron, sin haber notado la presencia de las dos sounhirs que permanecían ocultas en la sombra de la grieta.
-Creo que ya podemos avanzar -dijo Nathia en voz baja mirando las sombras de los encapuchados alejándose.
-Por un momento creí que nos verían.
-Menos mal que con la borrachera apenas y ven por donde caminan.
Continuaron avanzando, y al parecer el sol ya había salido, y aunque no se apreciara desde el interior de la grieta, la iluminación mostraba un poco más de claridad, cosa que poco las ayudaba ya que después de caminar por casi una hora más, llegaron a la última antorcha, y ahí había como un puesto de vigilancia, abandonado y con muchas botellas de amarilina en el suelo, seguramente de los encapuchados que vieron pasar. Más adelante se apreciaba nuevamente la penumbra, y apenas se podía distinguir el camino.
-¿Y ahora que hacemos Nathia?
-Ya esperaba que pasara esto, y las antorchas están incrustadas en la roca.
-Tienes razón, no podremos llevarnos ni siquiera una.
-Ah... -suspiró- tocará seguir a ciegas -Nathia comenzó a avanzar palpando la roca con una mano.
-¿En serio? Qué remedio, yo iré por este otro lado -dijo Leya avanzando lentamente por la otra pared de la grieta.
-¿Dónde están las luciérnagas de Sounhir cuando se las necesita?
-Seguramente en Sounhir jajaja.
Caminaron otra media hora, y las dos sounhirs platicaban plácidamente de sus vidas en Sounhir, y lo bueno que era vivir ahí. Pero el cansancio en ambas era cada vez más evidente, y no veían el momento de poder descansar.
-Me pregunto cómo estarán los niños -dijo Nathia.
-Yo creo que estarán bien, después de todo tienen a la mitad del equipo con ellos, puede que Erthim y Merith también los acompañen.
-Eso espero.
-Después de todo... ¡Ahh! -en ese momento la pared en la que se apoyaba Leya se abrió como una puerta, haciendo que la sounhir termine adentro y caiga por una especie de tobogán de piedra.
-¡Leya! -gritó Nathia corriendo hacia ese lado de la grieta.
-Nathia... -se escuchó en un grito que se desvaneció entre el silencio de aquel lugar. Nathia sin pensarlo más tomó impulso y entró a este pasadizo y también cayó por este tobogán de piedra.
Leya terminó sobre una especie de red tendida, que más parecía una hamaca, se quedó viendo al techo mientras asimilaba lo que acababa de pasar, había unas cascadas cayendo por los lados, dibujando un círculo alrededor de ella, luego miró hacia abajo y vio varias puertas redondas de madera, sobre el suelo que era de roca, y a los lados de esta seguía su curso el agua de las cascadas que caían. El lugar estaba relativamente iluminado, el agua brillaba e iluminaba el lugar de un ligero color azul.
Leya decidió bajar a estas puertas, ya que no tenía nada más que hacer allí arriba. Pero al instante Nathia también cayó sobre la red.
-¡Nathia! -gritó Leya desde abajo- ¡Aquí estoy!
-¿Leya? -dijo Nathia dándose la vuelta para ver hacia abajo.
-Sí, aquí estoy. Ven, mira esto.
Nathia también bajó hacia estas puertas, eran cinco en total, tenían perillas de cristal y la pintura era de un color amarillo que parecía brillar. Sobre la pintura había unas extrañas marcas, como símbolos que ambas sounhirs desconocían.
-¿Qué hacemos Nathia?
-¡Yo elijo esta! -dijo Nathia señalando una de las puertas, la penúltima para ser exactos.
-¿Qué? ¿Pretendes entrar?
-Tampoco tenemos muchas opciones. Vamos elige la tuya.
-Creo que es la casa de alguien.
-No creo que alguien construya su casa con las puertas en el piso.
-Está bien, yo elijo... esta -dijo Leya señalando la puerta que estaba al medio.
Nathia se arrodilló al lado de su puerta y giró la perilla, y la puerta no se abrió.
-¿Qué ocurre? -dijo Leya al ver forcejear a Nathia.
-Creo que esta puerta está mal... -respondió Nathia mientras hacía girar la perilla sin que esta se detenga.
-Deja de darle vueltas o la romperás.
-¡Creo que ya está! -la puerta finalmente se abrió y mostró del otro lado unas escaleras que llevaban a una plataforma que parecía hecha de mármol, y al igual que el agua o las puertas, tenía cierto brillo encantador.
Leya también intentó abrir su puerta, y al igual que Nathia tuvo girar varias veces la perilla para abrirla, aunque lo hizo mucho más rápido y notó qué tuvo que darle menos vueltas para conseguir abrirla. Leya entró y bajo por las escaleras y vio que estaba en el mismo lugar que Nathia.
-Creo que nos engañaron con las puertas -dijo Nathia señalando al techo, donde se encontraban las puertas por las que bajaron, y todas tenían escaleras que terminaban en la misma habitación.
-Así que no importaba tanto la puerta que hayamos elegido -respondió Leya.
-Tal parece. ¡Mira! ¡Camas! -Nathia se abalanzó sobre una de ellas-. ¡Es muy suave! Ya me hacía falta una.
-Nathia no creo que debamos...
-No sé tú, pero yo no aguanto más el sueño...
-¿Y si viene alguien? ¿Nathia? No pude ser... ¿Cómo te duermes tan rápido?
Leya se acostó en la cama que estaba al lado de Nathia y cerró los ojos.
-Sólo descansaré un poco y luego me levanto, no debo dormirme.... -pensó Leya mientras el sueño se apoderaba de su cuerpo. Y antes de que se diera cuenta también se quedó dormida.
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