Cada diez años
Pasaron algunas horas y Susana despertó, notó que todo estaba bastante iluminado, o al menos había más luz de lo que recordaba la última vez que se durmió, miró a su alrededor y vio a Carlos conversando con Nathia, como si ya se conocieran.
—Hola... —dijo Susana mientras se levantaba.
—¡Hola Susana! —contesto Nathia muy contenta— que bueno que despertaste, ¡Mira! Tu amigo también despertó, y... ya me contó lo que estuvieron haciendo anoche —dijo Nathia mientras hacia una mueca fingida de disgusto, pero en el fondo estaba feliz de que ambos estén bien.
—¿Le contaste? —preguntó Susana a Carlos.
—Sí, pensé que se enojaría, pero sólo me dijo que no lo volvamos a hacer —dijo Carlos mientras volteó a ver a Nathia. Nathia asintió con la cabeza y se levantó.
—Creo que estamos un poco retrasados con el viaje, será mejor que nos apresuremos —dijo Nathia—, pero al parecer debo visitar a un viejo amigo y responder por lo que hicieron, iré un momento a la casa de Avernuth y luego nos marcharemos, así que... ¿Por qué no conocen al resto del equipo mientras vuelvo? —dijo Nathia mientras salía por la puerta.
—Dile que no robamos nada... —dijo Susana.
—¿Otra vez esa extraña palabra? —respondió Nathia— no hagan nada extraño hasta que regrese ¿Si?
Nathia salió rápidamente. Mientras tanto Carlos y Susana conocieron a cada uno de los miembros del grupo de exploradores del mundo opuesto.
—¡Hola! Mi nombre es Merith soy la encargada de las provisiones del grupo —dijo una chica de ojos y cabello de color castaño claro, con una bufanda multicolor en el cuello— en Sounhir me encargo de dar mantenimiento a los puentes colgantes.
—Yo me llamo Calbent, me encargo de llevar los registros de descubrimientos del grupo, y de algunos planes descabellados también —dijo un muchacho que llevaba unos anteojos de un cristal verde, cabello oscuro y un diario en la mano—. En Sounhir ayudo a mi padre a diseñar marcos de puertas y ventanas.
—Yo soy Erthim, mi deber junto con Nathia y mi hermano Kauth es mantener al grupo a salvo —dijo un muchacho de cabello castaño oscuro, muy corto, y dos arcos en la espalda— mi padre es Guthem, uno de los consejeros del rey en Sounhir, pero yo no estoy muy al tanto de eso, más bien me encargo de trenzar lianas para los puentes de Sounhir, y en alguna ocasión me tocó ayudar a Merith en su trabajo. ¡Ah! y ese de ahí es mi hermano Kauth.
—Gracias hermanito por no olvidarte de mí —dijo Kauth con un poco de sarcasmo— me llamo Kauth y... hago lo mismo que mi hermano, y en Sounhir... también hago lo mismo, ¡Genial! me arruinaste la presentación Erthim —Kauth era físicamente parecido a Erthim, pero unos centímetros más bajo, y con una melena que le llegaba al hombro.
—Ya dejen de pelear ustedes dos —dijo otra muchacha de pelo oscuro totalmente rizado y con una pañoleta roja en el cuello—. Mi nombre es Leya y me encargo de mantener sano al equipo, ya sabes, enfermedades, lesiones, y esas cosas. En Sounhir atiendo un puesto de jugos y bebidas, si se les antoja un té o algo visítenme y les haré un descuento especial.
Carlos y Susana escuchaban muy atentos las historias del grupo, cada situación, cada anécdota, e historia que era contada les fascinó, y cada momento deseaban más vivir en Sounhir con todos ellos. Así estuvieron por más de una hora, hasta que regresó Nathia, con un rostro preocupado.
—¿Todo listo para marcharnos? —preguntó Nathia apenas llegó.
—¡Si! —respondieron en coro Carlos y Susana.
—¡Bien! Entonces alisten todo lo necesario que ya nos vamos.
Carlos y Susana guardaron mucha comida en las mochilas de cuero blanco de Sounhir que les regaló el grupo, mientras tanto Nathia tenía una conversación en privado con el resto.
—No luces muy feliz Nathia ¿Ocurrió algo? —preguntó Erthim.
—Avernuth me contó lo que ocurrió anoche con Carlos y Susana, también encontraron algunas de las monedas, y al parecer todo encaja —dijo mientras sacaba de su bolsillo un ejemplar de aquellas monedas.
—¿Esa es la insignia de Zuhul? —preguntó Kauth.
—Zuhul, la ciudad maldita, esa es una moneda de Zuhul, no cabe duda —dijo Calbent mientras comparaba la insignia de la moneda con un dibujo de uno de sus libros.
—Entonces lo que ellos encontraron anoche era a... ¿Khaam? —dijo Kauth con un poco de inquietud.
—Así es, al parecer liberaron a su mascota y ya llegó hasta aquí —dijo Nathia mientras desenvolvía un mapa enrollado sobre el piso— el curso del río los llevará hasta la grieta de los arboles blancos, de ahí al monte de las piedras luna y entonces...
—Entonces llegarán a Sounhir —interrumpió Erthim.
—¡Tomarán nuestro camino! —dijo Merith.
—Iremos por la caverna helada de Perteheila —dijo Nathia.
—Eso nos retrasará más, debemos llegar cuanto antes a Sounhir y avisarles a todos que los gigantes de Zuhul han regresado —dijo Erthim.
—Son gigantes y su paso es lento, además siempre liberan a Khaam días antes para que se divierta devorando incautos que caigan en su juego de la moneda, todavía no han llegado hasta esta región, pero lo más probable es que tengan más de sus mascotas aguardando el resto del camino, no tenemos más opción que ir por la caverna, con suerte llegaremos antes que ellos —dijo Nathia envolviendo el mapa.
—Diez años de paz, y otra vez los gigantes de Zuhul amenazan nuestras tierras, esta será una historia que nunca acabará, cada generación en Sounhir deberá pasar por lo mismo una y otra vez, no importa que tan alto construyamos nuestras casas, siempre tardaremos otros diez años en reconstruir nuestra ciudad —dijo Kauth intentando contener las lagrimas.
—Lo importante ahora es llegar antes a Sounhir, ya pensaremos en nuestro futuro después —dijo Nathia mientras guardaba la moneda en su bolsillo.
Salieron de la ciudad de Perteheila y avanzaron por un camino de madera hasta llegar a la otra orilla, que era una playa de pequeñas piedras blanquecinas. Perteheila estaba construida sobre un gran lago que desembocaba en un rio que recorría unos cuantos kilómetros hasta llegar a lo que se conocía como la Caverna helada de Perteheila. En un principio Perteheila se construyó en ese lugar hasta que por motivos que nunca se supieron, aquel sitio se congeló completamente y congeló toda la ciudad, dejándola como una inmensa escultura de hielo que aun hoy en día permanece, pero a la que nadie se atreve a visitar por la creencia de que correrá el mismo destino el que lo haga.
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