nueve.

encontrones y escapes al closet

²¹ ᵈᵉ ʲᵘⁿᶦᵒ, ᵈᵒᵐᶦⁿᵍᵒ, ʰᵒʳᵃ ᵈᵉ ᴺᵘᵉᵛᵃ ʸᵒʳᵏ— ¹⁷:⁵⁴.


Cuando cayeron, lo hicieron sobre Nueva York. Dianthe examinó el panorama, tenía años sin visitar el suyo, que se parecía un montón a ese. El sol aun calaba en lo alto y podía ver perfectamente el punto negro volador que asumía era el buitre.

―A Gwen siempre le caen buitres ―rio Hobie inclinándose hasta Dianthe en la orilla del edificio.

Agudizó la vista, notando que el hombre daba vueltas por el mismo lado y buscaba algo con la mirada, además, no era un experimento, sino un hombre con una máquina. Dianthe alzó las cejas, ¿enviaban cinco spidermans por una amenaza tan banal?

Los helicópteros arriba le hablaban sobre bajar, típicas negociaciones. Todavía no los veía, debía aprovechar.

Buscó el edificio más alto en la cercanía y se lanzó, cayó sobre cristal y detrás de este, oficinistas la miraban. No perdió tiempo y se lanzó al siguiente edificio, creyó escuchar que le llamaban allá atrás. Llegó al edificio que se cernía sobre el buitre, asomó la cabeza.

Las alas tenían una envergadura larga, dos turbinas movibles, además poseía unas garras gigantescas en las piernas. Llevaba un control en manos, suponía que era el de las alas. Con quitárselo sería suficiente.

―¿¡Dónde estás hombre araña!? ―gritaba.

―Oye, oye ¿puedes esperarnos? Es un trabajo en...

Hobie se quedó con las palabras en el aire al verla lanzarse de brazos extendidos, el control cayó en su mano al tiempo que ella golpeaba la espalda del buitre y cubría las turbinas de las largas alas, duraron un segundo en el aire antes de empezar a caer.

El buitre giró bruscamente, Hobie creyó que saldría despedida contra un edificio hasta que vio las garras clavadas bien profundo en una turbina, la arrancó de un golpe que lo dejo sin habla. El buitre le gritaba algo sobre parecerse al hombre araña y no serlo.

El descenso se detuvo cuando ambos quedaron cara a cara, el buitre golpeó la mandíbula de Dianthe y le arrancó el control en el impacto. Ascendieron súbitamente, pero dado que faltaba una turbina se desviaron de modo peligroso contra uno de los helicópteros.

Hobie observó al piloto paralizado, oyó a medias el llamado del otro helicóptero para moverse. Entonces Dianthe dio vueltas en el aire como proyectil y pateó la cola del helicóptero. El piloto reaccionó quitándose. El buitre se estrelló contra Dianthe, ella lo jaló hacía el suelo arrancándole la otra turbina.

Dianthe creó una red sobre la que se impactaron, arrugó la nariz cuando todo el peso de las alas y el hombre la aplastaron. Y todo había terminado. Así como si nada, sin daños.

La chica se sacó de encima el peso, rodó al suelo emitiendo un quejido. Sentía sangre en la boca, se puso de pie escupiendo la saliva con sangre. Un hombre se acercaba a ella, tenía que ser el capitán de la policía.

Oyó cuerpos detrás de ella, Gwen atravesó el lugar corriendo y abrazó al capitán de policía, este le acarició la cabeza. Alguien le palmeó el hombro.

―Increíble, pero era un trabajo en equipo ―susurró Hobie parándose a su lado.

Dianthe hizo caso omiso a su comentario, giró la cabeza y vio a Miles y Pavitr recoger al buitre y los restos de sus alas y meterlos en las mismas redes rojas en la que estuvo días antes, arrugó el labio. Aparentemente la policía los conocía y los dejaba trabajar luego de evacuar a los civiles.

El padre de Gwen les sonrió, dejando caer su mirada sobre ella.

―Qué bueno verlos, y ―esta vez la repasó por completo, deteniéndose en las garras y los cuernos―, ¿quién eres tú?

―Es Dianthe, nueva en el equipo ―respondió Gwen de inmediato.

Ella asintió.

―Ya veo, en ese caso, ¿por qué no vienen a cenar hoy? Hicieron un buen trabajo y no hubo ningún daño material ―paseó la vista por los edificios―. Me alegra eso.

―¡Yo me apunto! ―saltó Miles―, pero primero llevaremos esto a Miguel. Nos vemos.

Con una sacudida de mano el capitán de policía los despidió, Dianthe fue la última es lanzarse al portal, echándole una última hojeada al hombre, sonreía como quien sonríe después de un largo aprendizaje de la vida. Cerró los ojos al caer.

Esta vez salieron a una sala donde había un montón de redes rojas y cajas naranjas con cosas y personas dentro. Miles y Hobie acomodaron al hombre y sus alas cuidadosamente junto a una pistola que parecía tener una cosa brillante dentro.

―Ah, llegaron muy rápido ―Dianthe vio a la mujer afroamericana―. Muchísimo más rápido que de costumbre, ¿qué paso?

Ella le echo una mirada a las redes con el hombre dolorido dentro y las alas destrozadas del otro lado, alzó las cejas con impresión y los volteó a ver.

―Fue una pelea reñida por lo que veo ―comentó.

Miguel se acercó detrás de ella, imponente como siempre y con esa cara de faltarle horas de sueño y vacaciones. Examinó con detalle al hombre que le pedía salir de allí y preguntaba que carajos pasa, también fue muy minucioso al examinar las alas desechas, cada vez fruncía más el ceño. Giró el rostro hacía ellos y lo clavó en Dianthe.

―O sea que, si no te digo que no lo mates, lo matas ¿no? ¿Tengo que darte instrucciones anotadas? ―dio un par de zancadas hasta ella.

Se inclinó a su altura, con el rostro cerca del suyo. Ojos rojos y fosas dilatadas, enfado. Dianthe hizo la máscara desaparecer, miró con indiferencia al hombre.

―No lo mate porque no era mi universo, ni mi villano ―explicó―. No mato por gusto, si es lo que piensas. Tampoco me diste instrucciones en general y es absurdo desperdiciar un equipo entero en un hombre. No necesitas cinco spidermans para traerlo aquí, con dos bastaría.

Cuanto más hablaba la voz de Lyla más cerca parecía Miguel de perder la paciencia, el equipo detrás de Miguel le hacía señas para que se callara. Los ignoró.

―Tampoco te atrevas a pedirme que trabaje con ellos en un equipo de inmediato, yo no trabajo en equipo. Tengo que adaptarme, si quieres mi ayuda entonces tómalo o déjalo, no tolerare tus mierdas ―soltó, moviendo las manos con brusquedad.

Miguel gruñó, ella le vio esos colmillos. De un modo casi animal soltó un resoplido y tiró de sí mismo hacía atrás, se cruzó de brazos y volteó a ver al resto.

―Y ustedes, ¿están de adorno? Tenían que enseñarla a trabajar como trabajamos nosotros, no traerme esto ―señaló al buitre―. Mi error por darles algo tan incorregible a ustedes, de hoy en adelante irás conmigo a trabajar.

Dianthe alzó una ceja mirándose las garras con indiferencia.

―Hobart, más te vale que le enseñes las cosas ―gruñó Miguel, y dando zancadas desapareció por donde vino.

La castaña notó el tirón en el rostro de Hobie cuando Miguel lo llamó "Hobart", ese debía ser su nombre completo, parecía no agradarle en lo absoluto. Examinó los rostros regañados de los chicos, resopló y caminó en la misma dirección que Miguel.

―¿Ahora que quieres? ―siseó el hombre una vez entraron a lo que llamaba la oficina de Miguel.

―No tuviste que regañarlos a ellos por mis acciones, yo hago lo que hago por motivos que no les incumben. Hice eso sola, no los deje intervenir así que ellos no tienen la culpa por mi impertinencia ―escupió o lo que podría ser escupir en lenguaje de señas.

―¡Son un equipo! ―gritó dándose la vuelta. Dianthe no se movió―. ¡Tus acciones repercuten en ellos también! ¡Es así como funciona! ¡Si no eres capaz de entender eso no vengas a pedirme que no los reprenda!

―Bien.

―Incompetente, solo estás aquí porque eres una pieza clave ―masculló, los ojos cada vez más rojos.

Dianthe alzó la barbilla, frunció el ceño.

―No me hables como si estar aquí fuera un privilegio, porque esto no es más que mierda y yo estoy aquí por mi universo. Si tú u otros mueren, no será la gran cosa para mí.

Dio media vuelta, moviéndose con rapidez e ignorando los murmullos del hombre. Tecleó una disculpa en notas mientras buscaba al equipo, algunos spidermans la miraban y la mayoría se hacían a un lado mientras caminaba. Tampoco les estaba poniendo mucha atención.

Cuando no los encontró por ningún lado terminó por sentarse, se pasó las manos por el cabello con fuerza, arremolinando la ira que le crecía y sumiéndola hasta el fondo del estómago. Se le había pasado la hora del antidepresivo y tenía que irse ya. Estaba tirándose de los cabellos cuando una cabeza volteada bajó.

―Aquí estás ¿quieres irte a casa? ―Hobie sonrió.

Dianthe alzó la vista, entrecerró los ojos. Pese a la sonrisa del hombre pudo atisbar el remolino de molestia tras sus ojos, las comisuras bastaban para verle la sonrisa floja. Le tendió su celular.

Hobie leyó la disculpa en silencio, la sonrisa le flaqueó por un segundo y luego se recompuso, como si nada.

―No te preocupes, también fue nuestro error por no decirte nada ―se encogió de hombros―, envíamelo si quieres que se lo envió a los otros.

De su bolsillo sacó un celular, se lo extendió. Dianthe tecleó su número, Hobie se lo agradeció y le llamó, ella lo agregó sin más. No tenía muchas personas en sus contactos, los amigos que tenía ya no lo eran. Cerró contactos de golpe.

―Te agrego a nuestro grupo ―se dejó caer y se sentó a su lado―. ¿Irás a la cena de Gwen? Su papá en buena onda, aunque al principio creyó que me interesaba Wendy, ¿puedes creerlo? Bueno, lo entiendo en parte, estuvo quedándose conmigo un tiempo luego de lo que paso con su papá pero nah, es una amiga muy cool.

Asintió, sin prestarle toda su atención, había olvidado lo de la cena. Quería faltar, quería hacerse un ovillo en su cama, llorar, tratar de dormir, buscar un modelo, lo que fuera. Y si faltaba la cena no tendría sentido, entendía que era una especie de celebración porque ella también se uniera al equipo, no tendría sentido si no iba.

Suspiró.

Llévame a casa, tengo que tomar mi antidepresivo

Hobie asintió, estiró el brazo y se abrió el portal. La dejó pasar primero.

Al caer sobre el pasillo notó la luz de la cocina prendida y una sombra, se paralizó. Hobie tras ella también se quedó quieto al oír murmullos.

―¿Habrá salido? Ni siquiera cerró la puerta ―era Dalion―. Contesta las malditas llamadas siquiera.

El chico debía haber vuelto por algo antes de irse de fiesta.

Ambos araña se miraron, Dianthe le señaló la puerta del cuarto de Dalion. La chica se adelantó de puntitas y giró la perilla lentamente, empujó a Hobie, se metió ella y cerró con la misma delicadeza. Entraban rayos de luz a la habitación, la cama de Dalion estaba hecha en desastre y su escritorio estaba bañado de papales, igual que el de ella.

Dianthe el señaló la puerta de baño, la voz de Dalion se acercó al pasillo. La chica apresuró al más alto. Giró la perilla con mucho cuidado y lo empujó dentro, luego ella. Hobie chocó contra el lavabo y se guardó su quejido haciéndose a un lado.

Dianthe suspiró. No recordaba que el baño fuera tan pequeño, avanzó hacía la regadera, luego al retrete hasta la otra puerta que daba al pasillo. Pegó la oreja a la puerta, ya no oía los pasos de Dalion.

La puerta del cuarto de Dalion se abrió.

Giró el rostro y recorrió el baño hasta topar con Hobie, se golpeó con su guitarra, maldijo por lo bajo y lo jaló a la puerta del pasillo.

Los pasos se acercaron al baño.

Dianthe abrió la puerta que daba al pasillo, agarró al hombre de la muñeca y lo arrastró fuera con ella. Lo guio hasta la puerta de su habitación, abrió con cuidado y se metieron dentro.

Wilde maulló.

Hobie se llevó un dedo a los labios, sin embargo, el gato no dejaba de maullar con miedo. El chico miró con alerta a la otra mientras los pasos cesaban y luego volvían al pasillo. Dianthe ya tenía sus antidepresivos en la mano, le señaló la ventana.

Hobie negó.

―No entró ―susurró.

Dianthe hizo un gesto de exasperación.

―¿Dónde carajos estás Dianthe? ―gruñó Dalion.

Los pasos se acercaron al cuarto.

La chica entró en pánico, miró a todos lados. Agarró a Hobie de la muñeca y lo empujó al closet, le piso un pie al meterse con él y cerrar la puerta. Oyeron a Dalion entrar a la habitación.

―¿Qué pasa pequeño? ―hablaba con Wilde.

Dianthe alzó la pierna para no pisarle la bota al hombre de nuevo, trató de no pegarse mucho a la puerta del closet para que esta no se moviera pero era imposible con Hobie allí adentro, que tenía que torcer el cuello para entrar completo. Estaba oscuro y solo alcanzaba a ver como estaba todo rígido contra la pared del closet y sostenía su guitarra para que no se moviera.

Trató de moverse al otro lado del closet, procurando no rozar ninguna parte de su cuerpo con Hobie. Chocó con la puerta, se paralizó. Hobie movió la cabeza y le instó a hacerse para delante.

―¿Qué carajo? ―murmuró Dalion, sus pasos se acercaron a la puerta.

El pánico recorrió el espíritu de Dianthe. De la nada la mano de mano de Hobie se apoyó contra su espalda, la empujó contra él. Su cabeza golpeó sus hombros.

Sintió una sacudida de algo que no reconocía. Hobie olía a algo como cigarro, cuero y un ligero toque de colonia casi imperceptible. Algunos pinchos fríos de su chaleco se le encajaron en las sienes, la mano de Hobie era grande contra su espalda.

De pronto el suelo desapareció, miró un segundo antes de caer por el portal junto con el hombre. Cerró los ojos y se deslizó, escuchó la risa de Hobie.

No quería saber de qué se reía.

Cayó de culo sobre la azotea del edificio donde vivía Gwen, parpadeó múltiples veces preguntándose qué carajos había pasado. Nunca le había pasado eso, es decir, nunca había tenido que ocultarse así de Dalion y nunca se había metido en su closet con un hombre al que apenas conocía de nada. Dalion era el único que la abrazaba o cargaba como costal cuando jugaban y eso es porque tenía un concepto de espacio personal muy extraño.

No recordaba hacía cuantos años nadie le ponía una mano encima. Se sentía rara.

Sacudió la cabeza, sacó su celular y respondió los mensajes de Dalion.

Estoy bien, perdón

Estoy buscando inspiración, no te preocupes

Diviértete

Esperaba que eso lo dejara tranquilo un rato, observó a Hobie sacudirse los pantalones y asegurarse que las cuerdas de su guitarra estuvieran a salvo, volteó a verla con una sonrisa.

―Que experiencia ¿no? ―comentó extendiéndole la mano.

Dianthe dudó, pero al final la tomó. Hobie tiró de ella y la puso de pie. Se sacudió, cliqueó su muñeca y el traje desapareció, su ropa de la mañana estaba un tanto arrugada. Se trataba de unos jeans ajustados y una sudadera, olvido que no llevaba zapatos.

Hobie miró sus calcetines con orejas de osito con una sonrisa.

―Seguro Gwen te presta algo ―canturreó y se dirigió a la escalera de incendios.

Lo siguió alisándose los jeans, llevar ropa bajo el traje siempre la hacía sentir como llevar un traje de baño encima. Estaba acostumbrada a activarlo debajo de la ropa pero por las prisas ni lo había pensado.

Se pararon en uno de los pisos, Hobie tocó la ventana y un minuto después Gwen se acercó a abrirles con media sonrisa. Dianthe comenzaba a sentir el calor del sol quemarle la espalda, la sudadera no era buena en el clima de Nueva York.

Gwen les abrió la ventana, Dianthe pasó primero, Hobie cerró al entrar. El chico se lanzó sobre la cama de Gwen, tenía un cuarto interesante, no se parecía en nada a las paredes blancas de Dianthe y sus cuadros y materiales de arte.

El cuarto de Gwen tenía muchos posters, y la iluminación era escasa. También tenía una batería que llamó la atención de la chica.

―¿No tienes calor? ―inquirió Gwen. Dianthe tardó en darse cuenta que le hablaba a ella.

Asintió.

Gwen sacó una playera larga y unas sandalias de su closet, también una playera aún más larga de color negro y un pantalón que le tiró a Hobie.

―Tú también cámbiate, te vas a morir de calor ―espetó la chica señalando el baño―. Ven, puedes cambiarte en el baño de acá afuera.

Al salir oyó las voces de Miles y Pavitr hablar con el padre de Gwen, reían mientras Pavitr contaba una vez que Gwen calculó mal y cayó encima de un árbol. Dianthe se paró a medio pasillo, sintió que un escalofrío le recorría la espalda y un sentimiento de lacerante dolor atravesaba su pecho.

En el departamento nunca pasaba eso, y no recordaba haberse sentido tan sola como en ese momento.

―¿Dianthe?

Dejó el trance atrás, giró y se acercó hasta el baño. Le agradeció con una pequeña inclinación y cerró la puerta. Se quitó la sudadera y se puso la playera, se echó la pastilla a la boca y dejó que se disolviera en su lengua.

Sabía a mierda, aunque sabía mejor que la amargura que le recorría de un momento a otro. Suspiró y se mojó el rostro, guardó las pastillas y salió al pasillo.

Estaban ya todos en la mesa y los sillones, olía a comida casera, risas. Lucían felices, más felices de lo que Dianthe alguna vez sería, tragó y se acercó.

―¡Dianthe! ―cantó Pavitr.

Observó un movimiento raro, pues Pavitr se hizo a un lado y le dejo su espacio al lado de Hobie, que tenía el brazo estirado en el respaldo. Frunció el ceño más no dijo nada y se sentó.

El padre de Gwen les ofreció la cena y bebidas, todos reían y hablaban sobre misiones a las que ya habían ido contándoselas al padre de Gwen y a ella. Miles y Pavitr hablaban hasta por los codos, Hobie complementaba con uno que otro comentario y Gwen los ayudaba. Dianthe apenas podía sentirse cómoda, no, de hecho, estaba incomodísima.

Fuera por sus pésimas habilidades para socializar o fuera por su mudez, o ambas, o el hecho de que llevaba dos años hablando solo con Dalion y sus médicos tras los acontecimientos. No lo sabía.

―Pero bueno, ¿cómo fue que te uniste a ellos? ―inquirió el padre de Gwen.

Dianthe se preparó para signar, se detuvo y estiró los dedos. A veces olvidaba que no todos sabían lenguaje de señas. Tecleó en notas.

El padre de Gwen lo leyó con interés.

―Oh, ya veo. 


sound of silence | wuserpoe



la escena del closet de no estaba planeada PERO QUE BUENA QUEDO.

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