dieciséis

❝un dolor certero

²⁷ ᵈᵉ ʲᵘⁿᶦᵒ, ˢᵃ́ᵇᵃᵈᵒ —¹⁸:³¹

Pisar de nuevo el departamento a esa hora le sentaba extraño, nostálgico, era la palabra. Como ver una pintura muy vieja que una vez le había encantado, pero ya no. Luchó para hacer de ese departamento su hogar, donde sentirse segura, tranquila.

Se dio cuenta que no lo consiguió. Arrastró los pies dentro, golpeando la alfombra de la entrada con la suela delgada del traje. Apenas toqueteó su muñeca, sintiéndose sin energía. El traje desapareció en medio de la oscuridad, el cabello le cayó en bucles alrededor de la espalda y Wilde se contorneó hasta la entrada con un ronroneo.

Miró las sombras del lugar. El mundo seguía moviéndose muy rápido, ella todavía no lo alcanzaba. No podía tenerlo todo en sus manos, solo cuidarlo. Siempre cuidarlo. Pensó en Dalion, en la sensación crepitante en su espalda, el miedo recorriéndole cada vena como un mal veneno.

Se dejo caer de rodillas en la entrada, enterró su rostro en sus manos. No lloró, ya no podía. Pero el cansancio nunca la dejaría, envolviéndola alrededor de su frialdad, Dianthe apenas sentía que le alcanzaba la vida, atascada como estaba. Cansada de pelear. Quería tomarse un día libre de si misma, por favor, no podía sostenerse ella sola todo el tiempo.

Pero la casa estaba vacía, ayer u hoy, Dianthe no podía esperar a que alguien la levantara. Así que ella lo hizo. Encendió las luces, se vistió con el pijama y fue a la cocina a prepararse de cenar. Abrió el refrigerador, la comida que le había dejado a Dalion seguía allí.

Supuso que así sería, de todos modos, sintió que el estomago se le revolvía. No tenía ningún mensaje de él, ni una llamada. Más allá de los mensajes de Dalion, la pantalla de Dianthe no se encendía en todo el día.

Preparó la cena igual, Dalion debía volver en algún momento, por su cuenta o por sus cosas. Si se iba —para siempre— ella no se lo reprocharía, no se lo merecía. Dalion no podía saberlo todo, por su seguridad. Oh, su seguridad. Peter tampoco había sabido nada...

No fue una sorpresa que Dalion regresara el domingo en la madrugada, Dianthe no dormía. Casi nunca podía, lo escuchó moverse en el pasillo, abrir la puerta de su habitación y no volver a salir. Miró la ventana de su habitación con los ojos empañados por las lagrimas que le querían salir.

La mañana siguiente no fue mejor, se montaron en el tren en un silencio sepulcral. Dalion ni siquiera la había mirado y caminaba el doble de rápido solo para dejarla atrás, no entendía porque estaba siendo tan grosero ¿era eso lo que ella se merecía? No creía que mereciera tanto, pero quizá sí, solo quizá. No le dijo nada en todo el día, sabía que él no voltearía a verle las manos y cuando llegó el final del día, Dianthe se fue por su cuenta a casa.

El martes resultó ser otro día en el que no hubo una sola palabra dirigida a Dianthe, ya ni siquiera estaba sorprendida, pero decepcionada sí. Le había dicho a Dalion que hablarían cuando él quisiera, realmente se lo había dicho, del otro lado de la puerta. Y, aun así, él no era capaz de mirarla a los ojos siquiera.

Cuando llegó al estudio de fotografía., llevaba a Dalion y Hobie flanqueándole la espalda. Supuso que Hobie había sentido inmediatamente la atmosfera tensa porque no estaba intentando bromear en lo más mínimo con ninguno de ellos.

Aun así, la sesión fue de maravilla. Dalion se había propuesto ir por los cafés y Dianthe se sentía más relajada al respecto. Estaba sentada en una de las sillas mientras Hobie se medía las diferentes piezas que Alois había preparado para esa sesión, eran dos, pero tenían demasiados accesorios.

—Oh, hola —saludó Celia.

Se sentó a su lado, Dianthe se enderezó y la miró, moviendo la mano. Siempre que la veía le impresionaba su belleza, la piel inmaculada y los pómulos alzados, ojos rasgados y verdes y la melena pelirroja lacia que le caía con una gracia casi antinatural. Entendía porque a Dalion le había llamado tanto la atención.

—Pensé que habías venido con Dalion —susurró mirando al frente.

Oh, directo al punto. Quizá Dianthe no lo cayera tan bien, tenía sus razones pero la chica no estaba de buen humor para soportar tonos mordaces. Observó al frente para ver que le llamaba tanto la atención a Celia, encontró a Hobie, solo deshaciéndose de la playera que llevaba para ponerse una camisa. Tenía una bonita figura, por decir poco.

Si, fue por los cafés

—Ah —murmuró para si al leer el mensaje—. ¿Son muy amigos?

Se notaba que ella tampoco estaba muy cómoda con la conversación, había algo que la molestaba por la forma en que golpeaba su mulso con una uña larga y pintada.

Mejores amigos, porque?

—Umh, no sé. —Se abrazó a si misma—. Para ser honesta, me siento insegura de ti.

La castaña se paralizó, mirando a Celia como si hubiera soltado una barbaridad porque así era. ¿Cómo podía una chica tan hermosa como ella sentirse insegura de alguien como Dianthe?

—¿Qué? ¿Por qué? —susurró aferrando la voz todo lo que podía.

Celia dio un brinco y se rio.

—Oh, no sabía que podías hablar.

—Muy poco.

—Amh, creo que es porque no entiendo porque Dalion es tan cercano a ti —murmuró bajando la vista a sus botas—. No me malentiendas, no te quiero, eh... desvalorizar como persona pero no entiendo porque es tan reticente en poner algo de límites. Me hace sentir como si gustara de ti.

A Dianthe se le escapó una carcajada que hizo a las personas en el escenario, girarse de golpe. La chica sintió vergüenza y bajo la cabeza cubriéndosela con las manos.

Eso no es posible, Dalion esta muy enamorado de ti

—¿Entonces por qué...?

Conocí a Dalion en el hospital, cuando mi hermano estaba hospitalizado, él estaba en la camilla de al lado y me hablaba cuando me quedaba en las noches a cuidar a mi hermano

Me sorprendió que supiera lengua de señas pero fue agradable hablar con él, cuando mi hermano murió, Dalion dijo que él podía estar para mi si yo quería. Que podíamos ser amigos

Le dije que estaba bien, lo seguí visitando los días siguientes a la muerte de mi hermano hasta que salió del hospital, empezamos a salir y, creo que él me considera una hermana y una parte muy importante de su vida por la forma en que nos conocimos

—Oh, lo siento —susurró con la mano en la boca—. No sabía que se habían conocido así. No le gusta hablar de ti conmigo, siento como si... le diera miedo que ¿te haga daño? No lo sé.

Imagino porque, quise hablar con él de los limites pero no me escucho mucho y ahora estamos peleados

—¿Qué? —Celia se giró a ver a la chica—. Tampoco me contó de eso, ni de que había estado en el hospital.

Lo del hospital es un poco delicado, lo hará con el tiempo, es complicado pero si no es capaz de entender lo que quieres ni de respetar los limites que yo le he puesto, si yo fuera tú, no me quedaría con él

—Wow... no creí que me aconsejarías eso —murmuró con la cabeza gacha.

Su cabello lacio formaba una cortina roja sobre su rostro. Dianthe no supo que hacer, dubitativa entre darle conforte o mantener la distancia, ya no era buena con las personas, pero aun así quiso intentarlo. Le puso una mano sobre la espalda dándole una suave caricia.

Las botas de Dalion resonaron sobre la madera hueca del piso mientras entraba en el estudio, Celia se tensó bajo la palma de Dianthe, la castaña no se movió. Siguió a Dalion con la mirada hasta que se ubicó al lado de Zack y Alois.

Por su lado, Celia se hizo más pequeña en la silla, intentando que Dalion no la viera. Dalion giró la vista hasta los asientos, su mirada clara se detuvo sobre Dianthe antes de pasar sobre ella como si no fuera nada, una mancha en la pared. Dianthe apretó los dientes e ignoro el sentimiento de amargura que le burbujeaba en la base del estómago.

Dianthe no había pedido un café, no se acercó a ellas sino que se sentó en otra hilera de sillas más arriba en el escenario. La chica siseó molesta mientras Celia alzaba la cabeza y se reincorporaba, más tranquila. Si Dalion reaccionó a su presencia, ninguna lo notó.

La sesión continuó echa un torbellino —Alois más que nada—, con Zack tomando a su amiga de los hombros cada tanto y las risotadas de Hobie. Dianthe medio sonrió ante la vista mientras Celia tomaba confianza con ella y empezaba a hablarle de un montón de cosas.

Platicar con Celia la relajó pese a sentir la mirada de Dalion clavada en la nuca. No le estaba importando hasta que los vellos de la nuca se le erizaron.

Se levantó de golpe sacándole un susto a Celia. Hobie de detuvo en seco a mitad de una ráfaga de fotos, pero entonces explotó.

Hubo gritos, un balcón del antiguo teatro se desplomó en pedazos. La explosión levantó polvo y cegó la vista de los estudiantes, pedazos de piedra cayeron sobre los asientos en un parpadeo haciendo temblar el edificio.

Dianthe se lanzó sobre los balcones apenas el humo la cubrió. El traje se adhirió a su piel mientras ajustaba la vista a la oscuridad, rodeó un alambre que sobresalía peligrosamente del cemento cuando escuchó las risitas.

Se giró en un salto, una sombra descendió del techo pero no golpeó el suelo. Flotaba; y se abalanzó sobre Dianthe como un animal hambriento y desesperado, lanzó un puñal al cuello de la chica que se detuvo al raspar con las garras del traje.

Dianthe lo pateó y lanzó contra la pared, extendió una telaraña que lo pegó y se acercó. El terrorista era una mujer, alta y delgada con el rostro cubierto por un antifaz glamuroso y atiborrado de plumas. Se rio al ver a Dianthe, un segundo después, estaba flotando de nuevo sobre el techo.

Dos cuchillos volaron en su dirección, la castaña los tomó antes de que una patada la tirara contra una columna. Dianthe descruzó los brazos que pararon el impacto de la patada y lanzó los cuchillos al piso.

Entonces, la columna chirrió. Giró el rostro para el instante en que el cemento se quebró por la mitad y el piso bajo sus pies emitió un quejido antes de desmoronarse como si no fuera nada.

—¡Dianthe! —La voz de Dalion reverberó sobre las paredes.

El reflejo llegó a ella en automático. Una telaraña se enganchó a otra columna en el lado contrario del teatro a su vez que otra enredaba a Dalion y lo alzaba por los aires, Dianthe tiró de esta y dejo a Dalion pendiendo de su telaraña metros debajo de ella.

El cuchillo le rozó la mejilla mientras la mujer enmascara volaba en su dirección con un puño más de ellos entre los dedos. Dianthe esperaba mantener enfocada su atención en ella antes de que se percatara de Dalion allí debajo.

Hobie no estaba por ningún lado y eso la preocupaba, tenía que asegurarse de que nadie muriera ese día. No de nuevo.

Un pitido le nubló la capacidad de oír de su lado derecho, giró el rostro y entonces lo vio. Un temporizador rojo pegado al pequeño cuchillo.

Saltó, llevándose a Dalion como un saco de papas, el hombre el aporreó la espalda con desesperación, vociferando que tenía que encontrar a su amiga. Una nueva explosión acalló sus gritos y Dianthe aterrizó sobre otro balcón que se tambaleaba.

La estructura ya no era segura, si una columna más se caía, todo el edificio se iba a derrumbar. Tenía que sacar a Dalion de allí, pero esa mujer no le dejaba tiempo.

Atrapó otro cuchillo entre los dedos, al ver el temporizador lo arrojo al suelo, la mujer lo atrapó y lanzó en su dirección. Dianthe se elevó hasta el balcón central y más alto del teatro, sin soltar su telaraña pateó el cristal que voló en mil pedazos.

Y cayeron, metros y metros. Arrojó una telaraña a un poste de luz, dio un rodeo en el aire aferrando a Dalion a su hombro —que le aplastaba las costillas con las manos bien aferradas a ella— y saltó cuando estuvo a una distancia prudente del suelo.

Dejo a Dalion sobre el piso, asegurándose de que estuviera sano y salvo, y cuando este le volvió a gritar que sacara a su amiga de allí, Dianthe supo que estaba bien.

Alzó la vista y detuvo el impacto del golpe de la mujer, pero esta se aferró con manos y piernas a ella y la alzó por los aires. Dianthe le clavó las garras en el rostro apuntando a sus ojos, dieron vueltas en el aire mientras intentaba clavarle una garra en los ojos.

Cayeron dentro del teatro de nuevo con un ruido sordo, la espalda de Dianthe golpeó el piso llenó de cristal y escombros. Algo le perforó el costado, lanzó un quejido y empujó a la mujer.

Le azotó la cabeza contra el piso, aferrando bien las garras a su piel, hilillos de sangre corrieron por el rostro de la mujer. Los ojos inyectados en sangre y la mirada iracunda. Dianthe se lanzó a un lado cuando el puñal se acercó a su pulmón izquierdo.

La mujer se elevó de golpe y dejo caer todo su peso sobre Dianthe, la chica la detuvo con los brazos pero la potencia hizo que se deslizara sobre el balcón hasta el precipicio de escombros más abajo. Dianthe apretó los dientes e intentó empujarla más fuerte, no estaba funcionando y sus talones ya pendían en el aire.

Cayó. Dio vueltas en el aire y se sujetó a lo primero que encontró, la mujer iba sujeta a sus brazos destrozándoles con los cuchillos. Dianthe se valió de un brazo herido y pateó a la mujer que salió despedida contra el techo.

Dianthe chocó estrepitosamente contra un balcón, la ornamentación se le clavó en el costado herido. Se separó y trepó al balcón, vio a la mujer sobre el mundo de escombros sin moverse. Respiró agitadamente antes de deslizarse por los balcones hasta abajo.

Saltó sobre los escombros, se hincó al lado de la mujer y revisó su pulso, no tenía. Entonces, otra explosión le reventó los oídos.

La visión era horrida, el candelabro caía a una velocidad espantosa justo sobre ella. Dianthe se preparó para correr pero no se movió.

—Vas a morir aquí conmigo —murmuró la mujer con apenas un hilo de voz.


Le había atravesado la pantorrilla a Dianthe en un segundo, aferrando el mango del cuchillo con todas sus fuerzas. Los ojos de la castaña se abrieron de golpe, y el candelabro les cayó encima.


Dianthe soltó un graznido, parpadeó pero el polvo le llenó la vista entera y fue capaz de ver nada. Bajo el pitido de sus oídos escuchó los ecos de unas voces lejanas, los brazos y las piernas le temblaban como gelatina mientras sostenía el enorme candelabro en su espalda.

No podía moverse, si lo hacía se iba doblar y ella y la mujer debajo suyo iban a morirse. Tosió, quería hablar. Lo intentó y solo sacó el chillido de un animal agonizando, sus garras estaban clavadas a los costados de la mujer y la sangre que le corría de la cabeza y la espalda goteaba sobre el piso y el cuerpo inconsciente de la terrorista. Su cuerpo enteró le pedía que cediera.

Respiró entrecortadamente y al hacerlo sintió que las esquirlas de cristal se le enterraban más sobre la espalda, algunas habían entrado a su costado abierto, lo podía sentir. De sus brazos aun sangraban las heridas y cada vez que hacía un esfuerzo mayor por mantenerse erguida, surgía más sangre.

No la encontraban, las voces no la encontraban y ella no podía hablar. No podía.

El dolor de la pierna perforada le quemaba, sentía el metal moverse dentro de su piel con cada movimiento, cada tensión de los músculos y los tendones.

Sintió que el piso temblaba bajo sus manos, un temblor ligerísimo. Apretó los ojos, si algo más se le caía encima iba a morir. Oyó voces, que se volvieron más claras conforme se acercaban y el temblor se volvía pasos.

—¡Hay dos cuerpos aquí!

Un escombro se movió lentamente y le liberó la vista de la oscuridad, así como también quitó un poco de peso a su espalda. Al menos, el candelabro las había salvado de que otro escombro les aplastara la cabeza.

—¡Carajo! —bramó el hombre cuando la vio—. ¡Es spider! ¡Está sosteniendo el candelabro con su cuerpo! ¡Muévanse!

Cerró los ojos, sintió que la fuerza se le filtraba lejos del cuerpo, apretó los dientes. Tiró de sus codos, que se estaban doblando, la respiración ya no le alcanzaba con ese dolor perforándole toda la espalda y su costado herido.

El cristal del candelabro tintineó sobre su cabeza, agarró la bocanada de aire y empujó. Las esquirlas se le hundieron hasta el fondo y su pierna herida protesto cuando el peso entero del candelabro paso a sus piernas.

—¡Necesitamos más fuerza!

Pero Dianthe ya no tenía ninguna.

—¡Oye niño! ¡No puedes estar aquí!

—¡Necesitan más manos! —bramó una voz que Dianthe apenas reconocía bajo el pitido de sus oídos.

Fue solo entonces, que el peso del candelabro disminuyó hasta que no quedó ninguno y un sonoro tronar rugió detrás de ella, levantando más polvo.

Dianthe se desplomó. 

sound of silence | wuserpoe


ok no pensaba joderla tanto, solo paso

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