Capítulo 25
De pie a menos de un metro, con sus manos en los bolsillos, camisa negra lisa suelta, con unos botones abiertos en su pecho y con una mirada que dice: "te mataré", me hace sentir pequeña; su presencia no me deja levantarme.
—¿Por qué te detienes? —dice voz dulce.
Una chica tatuada se asoma por su costado izquierdo; es rubia y lo más importante, no es Morgan.
Sus ojos se abren y acomoda rápidamente su ropa. A Damon parece no importarle nada más que mirarme como una cucaracha.
—Ahí estás. —La voz de Elijah relaja mis músculos. Me agarra por la cintura y me levanta—. Lo hiciste bien, el único que te vio fue Cam.
No puedo hablar porque creo que descubrí algo que no debía. La chica se esconde en la espalda de Damon.
—Vamos, K. —Elijah coloca su mano en mi espalda.
Tal vez sea un tema del que no se habla. Morgan quiere completar la marca con él, esto es raro.
Pasamos al lado de ellos y Damon nos sigue, pero sus ojos están en la mano de Elijah. Hace un pequeño movimiento en su nariz y resopla.
—Damon, si alguien pregunta, diles que no nos has visto. —Elijah lo mira por encima de su hombro con una sonrisa—. Por favor.
Los ojos de Damon llegan a mi cara.
—Diré que te vi sacando la basura.
Se da media vuelta para alejarse, y la chica va detrás de él.
—Vamos, K.
Mi mente está en su mano, tocando mi cintura, pero también quiere procesar la mirada de asco que tiene Damon de esta situación, es decir, una humana y un ascendido juntos. Es una locura.
—¿Por qué debes tapar mi cara? —Tengo mucho cuidado al caminar.
—Quiero que sea sorpresa.
Nos detenemos, el olor y el sonido constante me indican que estamos cerca del río Black, aunque hay un ruido más fuerte de fondo.
—Te puedo asegurar que jamás has venido aquí —susurra.
Aparta sus manos de mi cara.
Parpadeo varias veces y levanto mi mano para bloquear un poco la luz, hasta que mi vista se ajusta al lugar.
Tiene razón, nunca he visto este lugar.
Doy varios pasos al frente; un grupo de aves vuela en varias direcciones, las plantas crecen con abundancia, el agua cubre gran parte del lugar creando un lago lo bastante grande, brillante y vivo. El sonido de fondo proviene de una cascada. Muy en la cima se puede ver un arco desde este punto que parece una roca que también se ve con vida.
—Es increíble —susurro.
Este debe ser el comienzo del río Black; a diferencia de los ascendidos, nosotros no conocemos sus tierras.
Una bandada de parajes se junta en medio del lago y se aleja para volver a repetir el movimiento. Dan varias vueltas y se alejan para que otro pequeño grupo repita los movimientos.
Los pájaros bailan, los insectos cantan y los árboles abrazan este lugar; lo protegen. Entiendo la magia del lugar, pero no puedo evitar que mi mente haga preguntas.
—¿Cómo existe esa cascada? El agua...
—No siempre tiene que existir una explicación, pero si la quieres, la Naturaleza hace esto posible. Sin este lugar simplemente moriríamos. No pienses tanto. —dice Elijah, pero mi razón falla al tener su pecho en mi espalda.
—Ese arco, en la cima.
—Es el arco del comienzo, irónico, ¿no? —Coloca sus manos sobre las mías, mi respiración deja de ser normal—. La historia dice que el día que lo demás dejó de ser habitable, aquel arco se formó por las plegarias de aquellos Ascendidos que querían una oportunidad; después de eso comenzó a salir agua, formando esa cascada y lo que hoy conoces como el río Black.
Su mano derecha sube y baja por mi brazo derecho y por muy interesante que suene su historia, yo tengo la cabeza en otro lugar.
—Te quiero mostrar algo. Quédate así.
El agua brilla y llama mi atención; es totalmente pura. Estoy segura de que si me acerco podría ver grupos de peces en el fondo.
Los ascendidos son privilegiados y lo saben.
—¿Lista? —Asiento con la cabeza—. Una vez dijiste que mi don era hermoso, jamás lo había visto de esa forma.
Levanta sus brazos al frente, si dobla sus codos me abrazaría, en su lugar deja las palmas de sus manos hacia abajo.
—Esto lo suelen hacer los que tienen dones de agua, por desgracia solo controlo la oscuridad. Espero que salga igual. —se ríe un poco—. En los bailes me sale bien, debe ser lo mismo.
Sé muy poco, pero solo con conocer a Eva y Damon, creo que entre más poderes... Dones; más necesitan de ese anclaje con la Naturaleza.
Mi parte racional quiere hablar.
—Permítete sentir, K.
Sus manos se oscurecen cuando deja salir su don. La diferencia es que ahora caen al suelo como una cascada. Se mueve de una forma suave hacia el agua.
Cuando llega a la orilla no se mezcla con el agua, en su lugar floto en ella moviéndose por encima del agua.
El brillo del agua con su oscuridad es un contraste hermoso; los pájaros comienzan a volar alrededor del lago frente a nosotros, listos para lo que va a suceder.
Las dos líneas oscuras que salen de sus manos danzan sobre el agua, sin tocarse.
—Las aves están danzando con tu oscuridad —digo sorprendida.
No solo son las aves, el viento, el canto de los insectos, el flujo de la cascada, todo estaba en sintonía creando una atmósfera que jamás he experimentado. Esto es magia.
—Espero que lo disfrutes, K.
No sé de qué habla y lo que le hace a mi cuerpo no ayuda, más si ahora me está dando un pequeño beso en ese punto entre mi oreja y mi cuello. Sus labios dejan mi piel y quiero protestar, pero algo está sucediendo.
Las dos líneas de oscuridad se meten en el agua.
Las aves se separaron en dos grupos, colocándose una detrás de otra, unen su canto al sonar de los insectos y sincronizan sus movimientos con la oscuridad de Elijah que sigue debajo del agua.
Las dos líneas salen del agua girando en espirar entre ellas hacia arriba y las aves imitan esa danza.
En un punto alto chocan las dos líneas y las aves se dispersan. Me aparto de Elijah para dar varios pasos hacia delante sin poder creer lo que veo.
El choque hace que la oscuridad se disperse por el lugar como gotas de agua, pero estás quedan flojeando. Tal vez la luz reflejándose en el agua, la magia del lugar o la cascada, no lo sé, pero hace que esos pequeños puntos negros brillen y me robe el aliento.
Las aves bailan y su canto hace que mi pecho se contraiga.
—Brilla —susurro—. Tu oscuridad brilla.
Elijah sigue moviendo los cristales negros en el aire que bailan con las aves. Todo es demasiado hermoso. Elijah mira el cielo con respeto, me gusta.
Su cabello se mueve con el viento, me gusta.
Sus ojos reflejan lo mucho que disfruta de esa conexión con la Naturaleza; me gusta.
La comisura de su labio se alza para asomar una sonrisa y ese pequeño hoyuelo al lado de su labio se hace visible, me gusta.
No sé qué haré, pero no quiero alejarme de él.
Quiero que Elijah sea mío. Una parte de mí lo necesita de una forma que no puedo entender, pero que ya no me asusta.
Elijah baja su vista hacia mí, me gusta.
Su sonrisa se desvanece lentamente.
Mis manos suben por su pecho sin apartar mi mirada de sus ojos. Una mano se queda en su pecho y la otra sube hasta su cuello.
Lo atraigo hacia mí y no me da resistencia.
Sin dejar de mirarlo, sin que él deje de hacer lo que hacía con sus manos para mover su oscuridad.
Pego mis labios con el suave tacto que él me proporciona, ese que me llena el alma que no sabía que tenía, ese que me hace sentir que esas aves que vuelan y cantan no están ahí bailando con su oscuridad, sino que están dentro de mí.
Él me pide entrar en mi boca y yo con gusto lo dejo, porque si de algo estoy segura, es que le daría todo lo que me pidiera. Soy suya y quiero que él sea mío, ser de ambos.
No sé si el deseo de ambos de estar más cerca del otro o el viento que nos rodea nos empujó, pero caemos al suelo.
Elijah no me aparta, al contrario, me acerca más a él y acomodo mis piernas a cada lado de su cuerpo; sus manos siguen en mis muslos. En esta posición puedo sentir cómo su excitación encaja con mi punto más sensible. Él también necesita esto, quiere esto. Su cuerpo lo quiere. Él me quiere a mí, aun sabiendo que soy humana.
Mis manos van al borde de su camisa y se la quito, mis labios regresan a los suyos y cuando me dirijo al cierre de su pantalón, una de sus manos atrapa mi muñeca. Separa nuestros labios, no por buscar aire —lo cual necesitamos—, sino para mirarme.
—Si seguimos así, no voy a detenerme, K. —No quiero que lo haga—. Lo que quiero decir es que no me detendré solo con lo que vaya a suceder aquí.
—Quieres más —digo luchando para no escucharme tan agitada.
—Te quiero a ti.
—Ya me tienes.
Su cara se relaja, suelta mi mano para colocarla en mi cuello, acercar su frente a la mía hasta que se toman.
—Solo dime lo que quieres de mí.
—Lo quiero todo.
Se aparta y me da la sonrisa más sincera que le he visto a un ascendido.
—Soy tuyo.
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