Capítulo 20

¿Qué puedo esperar adentro?, ¿Mi muerte?, ¿Un gran interrogatorio?, ¿Ya saben la verdad? O ¿Soy sospechosa?

—Te sugiero que hagas lo que te pide —dice D en mi espalda.

—Igual morirá —Ely disfruta de este momento—. No podrá hacerlo. Muévete.

Tiene razón en algo, debo moverme. A cada parte de mí le cuesta hacerlo porque mis músculos quieren ir corriendo hacia el otro lado.

Relajo mi rostro y encierro mis miedos, lista para enfrentar lo que me espera.

Noah observa mis movimientos desde el otro lado de la habitación; en el fondo está aquel ascendido sentado en una posición rara.

Cuando las puertas se cierran, este lugar se hace mucho más pequeño de lo que es. Muerdo mi lengua, cuento internamente hasta diez y repito el conteo.

Noah saca algo del bolsillo y sobre su mano hay un cartucho de energía.

—Carga tu arco.

Agarro el cartucho y hago lo que me piden. No hay que ser genio para saber lo que quiere.

Noah no aparta sus ojos de mí.

—Por este amable sujeto, me enteré de que eres más astuta y osada de lo que sabía. Cometiste un error, te dejaste ver. Él intentó usar eso para ganar más tiempo de vida. —Cuento hasta diez, relajo mi cuerpo y ruego para que no se note el escalofrío que dejan sus palabras en piel—. Patético, creo que los suyos estarían decepcionados.

Tengo mi arco sin abrir, agarrado con mis dos manos para controlar el ligero temblor que se me escapa. Espero la orden.

—Mátalo.

Me esfuerzo para cumplir todas las misiones que se me dan. Si puedo hacer mi trabajo sin matar, no veo por qué hacerlo.

Tengo una orden directa, no puedo evadirlo. Hacerlo es perder esa única parte de mí que he protegido.

—Maldito, suelta mis manos y te mostraré la verdadera tortura —dice el ascendido, pero nadie me presta atención.

—¿Necesitas motivos para matarlo? —pregunta Noah.

—Te dije que no lo haría —susurra Ely.

—Cállate, nos meterás en problemas —contesta D.

Él es lo más cercano a alguien "bueno", no puedo decir que somos amigos, pero comparado con los demás no mira con desprecio.

Noah se aparta de la pared para detenerse detrás de mí. La presión aumenta y temo apartar mi vista de ese ascendido.

—Aquí tienes otras razones. —La voz de Noah me pone en alerta—. Desde que llegó solo nos da problemas, ha dañado dos de nuestras celdas, lo cual le costó parte de sus dedos. Sin contar que hace dos días mató a dos Alphas, así que es un peligro y lo quieren muerto.

—Esos tipos se lo merecían —se defiende el ascendido.

—Es un traidor —continúa Noah—. Nos ha dado mucha información sobre los suyos.

Su mirada recorre un lado de mi rostro, busca una reacción. No se la daré.

—No tenías que tocar a los niños —gruñe el ascendido.

Es obvio que para Noah, esté ascendido, está muerto. Estamos aquí, por mí.

—Nunca he dicho que fuera una buena persona —dice el ascendido para justificar lo que ha hecho—, merezco cada cosa que me está pasando. Tú eres lo peor de la humanidad.

—Odio que hable. Pido permiso para encargarme de él. —Ely tiene un cuchillo en su mano, ella no dudaría. Nadie dudaría.

—No te di la orden a ti —contesta Noah y Ely guarda el cuchillo.

Me niego a hablar, no sé cómo saldrá mi voz. La situación indica que saldré muerta de este lugar si me niego a cumplir esta orden.

La respiración de Noah acaricia mi oreja, su tono de voz cambia a una más habitual que me hace querer hacer lo que me piden e ir en contra de cualquier pensamiento propio.

—Hazlo y estás dentro.

Años de condicionamientos toman el control, abro el arco, pero no puedo levantarlo. La parte que he protegido se niega a rendirse.

—Él ya está muerto. —Su voz es dulce. Es el Noah que conozco.

Puedo confiar en Noah, es un Alpha. Ellos mandan.

—Estoy seguro de que has metido tus narices en más cosas que solo la ubicación de este lugar —susurra con esa dulce voz—. Voy a descubrir tus secretos.

Mi piel se eriza, sujeto firme el arco y cuento hasta diez. Repito las mismas palabras: No pierdas el control.  No muestres tus emociones. Esconderlo todo.

Tengo que hacerlo, ya estoy en la mira de Noah.

Él es la razón por la que los ascendidos no saben cómo Noah tiene ascendidos en su poder. No es buena persona.

Si lo pienso bien, merece morir, traicionó a los suyos por pensamientos egoístas. Debo cumplir una orden, mi cuerpo me lo pide, pero mi mente no deja de pensar.

No es una buena persona, pero es una vida. No somos nadie para decidir sobre otros. Esto está mal.

Los pasos de Noah son lentos, su mirada está en mi espalda y mi cuerpo le hace caso. Levanto el arco y la memoria muscular del arco crea una flecha.

—¿Lo hará? —Hay diversión en la voz de Ely.

Mi mente sigue creando preguntas innecesarias. ¿Realmente haré esto?, ¿Les entregaré lo único que me queda?

No quiero matar. Esto no está bien.

El mundo fue casi destruido por quienes lo habitaban, los humanos sobrevivientes pasaron por mucho para llegar a este lugar; todo para que nos matemos entre los que quedamos. No debe ser así.

—Hay algo que no te he dicho. —El ascendido quiere llamar la atención de Noah.

Me tenso. ¿Sería capaz de entregar el futuro a su gente?

—Mátalo, K.

—Espera. —El ascendido se desespera—. En serio, esta información te ayudará. —Noah no lo escucha—. ¡Aún no es mi momento!

No puedo creer que este hombre en serio vaya a traicionar a los suyos. Yo también lo estoy haciendo, pero quiero creer que es por una buena causa. En cambio, él lo hace por alargar su propia vida.

—Hay una forma de matarnos sin pelear.

Lo hará. Él pondrá en peligro a todos solo por unos segundos más de vida. Noah se coloca a mi lado, no sé si es para asustarme o para escuchar al ascendido.

El ascendido tiene toda la atención que puede conseguir.

—Hay algo que llamamos... —Sus ojos se abren de golpe.

Un pequeño gemido sale de sus labios.

Una línea roja baja por su nariz, sigue hasta terminar en su cuello y perderse entre su ropa. La sorpresa en su cara se va borrando lentamente mientras el brillo de la vida abandona su cuerpo. Finalmente, su cabeza cae hacia atrás.

Bajo lentamente el arco.

—Solo dice estupideces —Mi voz es fría como el hielo y no la estoy fingiendo.

Me giro hacia Noah, el arco se retrae, lo coloco en su soporte en mi pierna y tomo posición para esperar la siguiente orden.

Mi cuerpo reacciona solo y mi mente, por primera vez en mucho tiempo, está en silencio.

El ascendido está muerto, yo lo maté. Una extraña atmósfera me rodea.

—Por fin se calla —dice Ely y por primera vez agradezco que hable.

La esquina de la boca de Noah se eleva lentamente y su mirada recorre mi postura. Disfruta ver lo que hice por él.

—Bienvenida, K. —Levanta la orden de salida y la agarro—. Termina tus rondas y cuando regresemos en tres días, estarás dentro.

Hay una emoción que poco se ve en un Alpha, pero es fácil de ver cuando logran lo que quieren. Su mirada grita orgullo.

—Que los demás limpien

Noah camina hacia la entrada, pero se detiene para verme con esa sonrisa helada en su rostro.

—Bien hecho —dice dulcemente.

Ely va detrás de Noah y D hace lo que se le ordenó. Me quedo viendo a D porque es lo único con vida en esta habitación y quiero aferrarme a eso. Debo aferrarme a eso porque la muerte toma terror dentro de mí.

Eso no le importa a D porque sale sin decir una palabra.

El frío que me abraza lentamente deja a su paso un peso en mis hombros, cuento hasta diez y repito el conteo. Estoy rodeada de Alphas.

Unos Alphas entran para limpiar todo.

Aprieto con fuerza las hojas de mi mano y sigo caminando, lista para hacer mi recorrido, en modo automático, porque si pienso en lo que acabo de hacer, me derrumbaré frente a estos Alphas y será el fin.

Si alguno de ellos me ve con dudas, me usarán para quedar bien con Noah.

Salgo de la base secreta, camino lejos de todo, entro en la zona neutra y el frío que me abrazó en aquella habitación, cuando mate a ese hombre, no me deja. Sigue conmigo y no me quiere soltar.

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