Cap #.3: Ahogando Gritos en Silencios.

"En el eco de la noche, su alma clama, Gritos ahogados en un mar de calma. Silencio que pesa, silencio que arde, Un susurro perdido en la inmensa tarde."

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rosados y lilas. Tras un viaje de regreso nuevamente silencioso, Darian y Susan llegaron a casa. Al entrar en el recibidor, Darian fue el primero en entrar, con pasos apresurados hacia las escaleras, cargando las maletas de Susan. Emma se acercó a recibirlo con una sonrisa divertida por la torpeza de su esposo y lo siguió para prestarle ayuda en caso de ser necesario.
Susan entró después, con pasos casi arrastrados por el agotamiento mental, resultado de tantos problemas y lágrimas derramadas. Incluso, se había quedado dormida en el camino de regreso, por lo que continuaba algo ensimismada. Eingel, en cambio, estaba muy despierto, sentado en el sofá, moviendo un Cubo de Rubik entre sus manos. Observaba todo desde su posición con una mirada juiciosa, primero a su padre y luego a Susan. Ambos se contemplaron por un momento, pero poco más. Susan bajó la vista al suelo, demasiado cansada para cualquier tipo de enfrentamiento emocional, y se desplomó en el sofá, dispuesta a continuar su siesta. Justo antes de que pudiera cerrar los ojos, su padre la interrumpió suavemente.

—No hay prisa, Susan. Ya ordenarás todo poco a poco.—

Darian y Emma bajaron las escaleras y se dirigieron a la cocina. Darian, como un acto simbólico de relajación, se deshizo de la incómoda ropa del viaje mientras Emma acomodaba las llaves y su saco en el perchero. Los adultos desaparecieron en el corredor, y Eingel no tardó en imitarlos, dirigiéndose a su habitación. Susan, en su interior, agradecía la consideración de su padre. Sin embargo, el carácter de Eingel continuaba siendo algo difícil de digerir. Se acurrucó en el sofá, dejando que el cansancio la envolviera, mientras su mente divagaba en su pequeño mundo, entre susurros de desconfianza, esperanza, molestia y paz. No mucho después, el aroma de la cena recién preparada llenaba la casa, mezclándose con el aire fresco de la tarde. Emma, con una sonrisa de satisfacción, colocó el último plato en la mesa y llamó a todos para cenar. Cada uno tomó el mismo lugar que durante el almuerzo, y al igual que este, la cena transcurrió con tranquilidad. La única excepción fue el planteamiento de Darian sobre acudir en la mañana al centro comercial para comprar juntos algunas cosas que Susan pudiese necesitar. Esta última apenas asintió con una sonrisa tímida, pues aunque agradecida, tampoco deseaba ser una molestia. Finalmente, después de la cena, Emma y Darian se encargaron de recoger la mesa, mientras Eingel y Susan se levantaron para retirarse, uno más a prisa que el otro. Susan apenas suspiró y continuó con sus pasos lentos de camino a su habitación.

—Me pregunto... ¿Cómo será todo de ahora en adelante realmente...?—

Susan se encontraba observando por la ventana de su habitación hacia el inmenso cielo nocturno, que para este entonces, estaba cubierto de estrellas. Sus palabras no fueron escuchadas por nadie más, excepto por la luna, de quien firmemente, Susan esperaba una respuesta.

—Aún no lo doy por sentado... pero Emma parece realmente un poco amable y mi padre...—

Susan recordó entonces todos los sucesos del día en retrospectiva. Era realmente poco tiempo, pero quizás, justo por ello, sus ojos se nublaron con pequeñas lágrimas.

—Sus brazos se sintieron... realmente cálidos. Aún si solo me estaba reconfortando... hubiese esperado un abrazo silencioso. Pero aún así... aunque no es que esto solucione nada. Me pregunto si es posible en verdad... tener sentimientos paternales hacia una extraña.—

A la mente de Susan llegó el recuerdo de aquel momento en el que le realizaron la prueba definitiva, comparando su ADN con el de su padre y cómo, un breve tiempo después, le presentaron el resultado positivo. Su mente se sentía tan consternada ante la ola de sucesos, tanto que, eventualmente, llegaba a parecerle un sueño. Sostuvo el colgante en su pecho y lo examinó como otras tantas veces. Aquel pequeño dije, en el silencio de lo desconocido, representaba para Susan mucho más que cualquiera de los demás objetos.

—Más que eso... no creo que realmente esta situación con mi hermano funcione. ¿Siquiera es... realmente mi hermano? Saberlo fue tan... extraño, y verlo ahora... Agh~... De cierta forma... hace que me sienta realmente mal. Me pregunto... si al menos con él, en algún punto...—

Con algo de dolor de cabeza, Susan se dejó caer en la cama, cubriendo sus ojos con su antebrazo, hasta descubrirse y lanzar una mirada de reconocimiento a la habitación mientras se volteaba y acomodaba entre las cobijas.

—Mañana tendré sueño... no creo que logre dormirme. Aunque... una vez más, no creo que funcione por más que lo intente. Pensar de esta forma me da la seguridad de que no estoy soñando... es el mundo real. No existen los sueños tan largos... ¿Verdad, amigo...?—

En esta ocasión, se dirigió a un conejo de peluche que estaba junto a su almohada. Lo levantó y le sonrió como si fuese un gran amigo, para luego abrazarlo mientras se acomodaba.

—Aún así, Peter... a pesar de todo, me gustaría despertar junto a mamá...—

Con suaves lágrimas e inmensos deseos de continuar llorando, Susan se encogió en la cama, observando danzar a las sombras de su habitación, divagando entre miles de pensamientos y dejándose consumir por aquella ansiosa paranoia a la que ya estaba tan acostumbrada.
Las horas, sin detenerse, caminaron en el reloj hasta llegada la mañana. Susan despertó aún con una sensación surrealista, pero al escuchar la voz de Emma llamándola para el desayuno, volvió en sí, cobrando fuerzas para levantarse en el proceso. Arreglarse para el día definitivamente le tomó su tiempo, pues temía que sus gustos, estilos o comodidad fuesen juzgados y arruinasen la salida. Admitió que era un miedo innecesario e irracional, pero aún así terminó escogiendo una mezcla entre lo formal y lo cómodo, para bajar luego al comedor.
Una vez terminaron un rápido desayuno, los cuatro miembros de la familia subieron al auto principal con Darian al volante. Desde el asiento junto a él, Emma revisaba una pequeña lista confeccionada para no olvidar nada. Mientras, Susan observaba el paisaje pasar por la ventana, tratando de mantener una actitud positiva, y Eingel, por su parte, estaba absorto en el videojuego de su consola, apenas levantando la vista para mirar a su alrededor de vez en cuando.
Al llegar al centro comercial, guiados primero por Darian y luego por Emma, el grupo buscó todo lo que necesitaban, de vez en cuando con más torpeza de lo habitual. Darian no dudaba en hacerle sugerencias un tanto infantiles a Susan, intentando hacer la búsqueda más alegre y fácil para que ella se sintiese cómoda, aunque la mayoría de las veces ella las declinaba con una sonrisa tímida pero divertida. Poco a poco, veía a su padre como alguien agradable, aunque Eingel, por su parte, se sintió sumamente aislado e incomprendido durante todo el recorrido, pues en primer lugar no había ido por voluntad propia. De regreso a casa, Susan se sentía en verdad un tanto más alegre. No es que Darian le hubiese comprado toda la tienda, pero aquellos pequeños regalos la hacían realmente feliz. Su padre, aprovechando la oportunidad de pasar tiempo con ella, estuvo ayudando a Susan a ordenar y dándole pequeños consejos o imaginando algunos arreglos que podrían hacer en el futuro. En cambio, Eingel, apenas llegaron, se marchó directo a su cita, con la esperanza de escapar de aquella pesadilla, al menos de forma temporal.

—Descuida, cariño... yo abro.—

Ya era de tarde en la residencia de los Rinnaldi. Eingel continuaba disfrutando de su cita, mientras que Susan había pasado el tiempo ordenando y finalmente Darian estaba ayudando a Emma en la cocina cuando sintieron suaves toques en la puerta. Pensando que pudiese ser Eingel de regreso, Darian se encaminó a la puerta y abrió con una sonrisa, pero esta se volvió rápidamente una expresión seria al ver que no se trataba de su hijo, sino de un hombre desconocido.

—Buenas tardes, ¿esta es... la residencia... Ri... Rinnaldi?—
—Con todo respeto... ¿Quién pregunta?—
—Oh... soy Nathan Raynolds, médico cirujano del Hospital Universitario de Westbrook y... busco a una joven llamada Susan Ritchel.—
—Soy su padre, Darian Rinnaldi. ¿Usted necesita a mi hija para...? ¿Alguna deuda médica, tratamiento que deba tener en cuenta?—
—No... no es eso. Verá, esto es algo incómodo pero... soy... o... más bien fui, por quince años, su padrastro. Me gustaría mantener el contacto con ella... en este momento difícil.—
—¿Eres... su padrastro...? Significa que eras... el esposo de Eva...—
—Sí, no estábamos casados oficialmente pero vivimos juntos por quince años.—
—Ya veo... y dices que te llamas Nathan... o sea... ¿Ares?—

El joven médico de cabello azabache frunció el ceño extrañado por el nombre mentado, pues se trataba de su apodo juvenil durante la preparatoria, lo cual le hizo atar cabos y llegar finalmente a una conclusión lógica acompañada de una media sonrisa.

—¿Pinky...?—
—Agh~... sí... eras ese Nathan. Cuánto tiempo...—
—Lo mismo digo. Esto sí es... irónico.—
—Umju...—

Darian asintió compartiendo un silencioso cruce de miradas con Nathan. En su pasado, ninguno de los dos se llevaba precisamente bien con el otro, y motivos sobraban, especialmente para Darian. Sin embargo, fue poco lo que pudieron hablar, pues desde la escalera se pudo escuchar la voz de Susan a todo pulmón, mientras descendía a la carrera hasta saltar sobre Nathan para abrazarlo.

—¡¡¡Nathan!!!—
—Susan...—
—Te... te extrañaba... tenía muchas ganas de verte.—
—Yo también, pequeña ardilla... yo... yo también.—

Darian y Nathan volvieron a intercambiar miradas juiciosas hacia el otro, pero ante el hecho de que Darian fuese el padre biológico, Nathan se vio en la necesidad de apartar la mirada, separando de a poco y con suavidad a Susan.

—Ary... me contó todo. Lamento mucho no haber estado presente. Quería verte en cuanto fuese posible, pero los medios legales me lo tenían difícil.—
—Me alegra tanto... yo quería estar más contigo y con tía...—
—Descuida, ardilla... ¿Sabes...? siempre te dije que pasase lo que pasase... estaría para ti. Yo no iba a desaparecer y menos ahora...—

Nathan envolvió a Susan en un abrazo protector y observó un tanto apenado a Darian, cuya expresión no era en lo absoluto de aprobación. Susan se volteó a Darian como si quisiera decirle algo, pero un gran inconveniente la detuvo: no sabía cómo referirse a su padre y mucho menos delante de Nathan, a quien también quería como uno, por lo que terminó bajando la mirada al suelo. Pese a ello, Darian no necesitó de palabras para entender y aunque no supiese como, debía lidiar con la situación, tenía que aceptar los sentimientos de su hija y no imponer los propios.

—Bueno... no creo que hoy sea el mejor momento, es algo tarde, pero Susan... Nathan puede seguir... visitándote.—
—¿En serio...?—
—Sí...—
—¡Gracias...!—
—Esto... ¿eso significa que puedo venir mañana?—
—Sí... supongo que sí. Te diría que pases y... tomes un café. Pero en verdad es tarde...—
—Descuida, entiendo perfectamente. Yo en realidad solo pasaba para saber y confirmar dónde podría encontrar a Susan y si... estaba bien.—

Nathan no pudo evitar hacer esta afirmación observando la reacción de Susan, la cual al entender el objetivo de la mirada asintió y le dio la confirmación de sentirse cómoda, al menos por el momento. A pesar de no compartir sangre, tantos años de convivencia habían forjado códigos donde las palabras sobraban y las miradas bastaban.

—Pues... nos complace y nos esforzamos porque se sienta bienvenida. Aunque... claramente es... complicado, apenas llegó ayer.—
—Descuida, si fuese algo problemático, un día me bastaría...—

Ambos adultos volvieron a cruzar una leve mirada desafiante, pero antes de poder decir algo más, la voz de Susan los interrumpió con inocencia.

—Entonces, ¿a qué hora puedo verte mañana, Nathan...?—
—Oh... bueno, Darian... ¿a qué hora podría ser?—
—Bueno, en la mañana tiene que ir a clases... y es sumamente importante, ya que es el primer día. Supongo que... puede ser luego de la escuela, en la tarde.—
—¿Puede ser a esa hora, Nathan...?—
—Sí... vendré entonces a esa hora.—
—Genial...—

Susan volvió a abrazar a Nathan con fuerza, como quien no desea dejar ir una posesión preciada, hasta que finalmente se separó con una sonrisa. Darian por su parte, de forma un tanto pocp disimulada, puso una mano en el hombro de Susan. Él mismo no estaba seguro a totalidad del objetivo o la intención, pero quería dejar en claro su presencia.

—Entonces... te estaré esperando.—
—Vale... un gusto volver a verte... Darian. Nos vemos mañana.—
—Nos vemos mañana... Nathan... un gusto...—

Nathan se despidió de Susan con otro leve abrazo acompañado de un beso en la mejilla y educadamente se retiró, mientras Susan se quedó viéndolo subir a su auto y perderse en la calle. Darian, por su parte, tenía una serie de sentimientos encontrados que le costaba aún entender y procesar, que deseaba expresarlos, pero se sentía incapaz de ello, por lo que las palabras se tornaron en silencio, hasta que Susan inquirió confusa.

—¿Ustedes... se conocían...?—
—Sí, éramos compañeros en la preparatoria.—
—¿En serio...? ¿Junto a mamá...?—
—Sí, de hecho sí. Junto a... tu madre.—

Mientras cerraba la puerta, Darian se dio cuenta de la curiosidad de Susan y del rumbo que tomaba la conversación. Recordó que si bien Nathan tenía sus propios problemas, también era plenamente consciente de su pasado y, si ahora tenía una buena relación con Susan, existía la posibilidad de que este le contase. Esto generó cierto nerviosismo en Darian. Sin embargo, en ese momento, Susan no parecía muy interesada, pues caminó hacia las escaleras para regresar a su habitación.

—Me gustaría... si luego me cuentas un poco. Mamá no solía hablar de ello. De hecho... mamá no solía hablar de nada.—

Ahogando las últimas palabras en un tono melancólico, Susan terminó de subir la escalera y se perdió en el pasillo, dejando a Darian con una mezcla de dolor, preocupación y al mismo tiempo, alivio de posponer la conversación. Finalmente, volvió a la cocina con un suspiro de frustración.

—¿Cariño...? ¿Quién era...?—
—Agh~... bueno, ¿recuerdas cuando íbamos a la preparatoria infernal aquella?—
—¿El curso de Veral? Sí, lo recuerdo. ¿Por qué?—
—¿Recuerdas que teníamos varios compañeros estrella, verdad? Como Ares...—
—Y como tú. Veral nos consideraba a todos casos perdidos. Me acuerdo muy bien.—

Emma sonrió con esa última afirmación mientras recordaba sus años juveniles de hacía ya una década. Para bien o para mal, le resultaba un recuerdo agridulce.

—Sí, bueno... era precisamente ese Nathan.—
—¿Nathan...? O sea... ¿Ares?—
—Umju.—
—¿Qué hacía aquí...? No creí que sería el tipo de compañero al que le gusta la idea de reunir a su curso años después.—
—Pues no, no vino por eso. Es quien al final de todo, se casó con Eva, o algo así. El caso es que eso lo vuelve el padrastro de Susan. Ha venido a verla...—

Darian se sentó clavando la vista en la mesa mientras de forma nerviosa jugaba con uno de los limones con los que Emma preparaba la cena. Su mente se había nublado por completo tras ver a Nathan. Un breve pero doloroso recuerdo martillaba su sien hasta causarle migraña. Emma observaba por algunos segundos en silencio hasta que Darian apretó el limón con fuerza, ejerciendo la misma sobre sus dientes y dejando escapar dos traicioneras lágrimas. Entonces fue la cariñosa mujer quién, con suavidad, sostuvo su mano, obteniendo así su atención.

—Perdona, me habías dejado sin palabras. ¿Cómo ha ido...?—
—Agh~... al parecer Susan vio el auto desde la ventana de su habitación, así que... no es que hayamos podido hablar mucho antes de que ella interrumpiera. Parece muy encariñada con él.—
—¿Eso te ha molestado...?—
—No te mentiré... quizás un poco. Pero justo ahora lo que más me preocupa es... es otra cosa.—
—¿Otra cosa...? ¿Cómo qué?—

Darian meditó internamente la pregunta, pero antes de responder con la verdad, desvió la mirada y argumentó una verdad, que no era del todo cierta, pero si era válida.

—¿Y si Nathan le cuenta sobre nosotros? Quizás quiere robarla...—

Emma suspiró mientras ponía los ojos en blanco y, acto seguido, negaba con la cabeza los planteamientos de Darian. Sus manos continuaron su labor en la cocina, llevando al horno un pollo regordete previamente ensalsado.

—Darian, por el amor de Dios. Nadie te quiere robar a tu hija. Han pasado más de diez años. Nathan probablemente ya no es infantil y tú tampoco debes serlo. De seguro él solo quiere apoyar a Susan porque sabe que está pasando por un momento difícil. No es motivo para hacer drama.—
—Claro... de seguro quiere apoyarla... Agh~... ¿En verdad crees eso...? Aún así, podría contarle sobre nosotros.—
—Susan tiene dieciséis años, Darian, y Eingel también. Nos sentamos y les explicamos cómo funciona a veces el mundo.—
—Podrían quitarme la custodia si eso pasara...—
—Darian, repito que han pasado más de diez años, por favor. Cálmate... eso no sucederá. El pasado quedó muy, muy atrás. Y no creo que precisamente Nathan sea el mejor para abrir una demanda por una posible negligencia de hace quince años. Sin contar que no hay pruebas.—
—Supongo... que tienes tu punto. Realmente él no es el mejor para hablar de nada.—

Emma notó en esta ocasión, que si bien su pasado atormentaba a Darian, parecía haber algo más, algo más específicamente contra Nathan. Con calma, se acercó a Darian y quedando a su altura le dio un tierno beso en la mejilla, seguido de un cálido abrazo reconfortante que duró unos cuantos minutos en un cómodo silencio.

—Cariño, esto solo es una fase. Verás que todo saldrá bien. Anda, la cena ya casi está, ve y avisa a los niños. Luego de cenar y ordenar te ayudaré con esa preocupación.—

Emma hizo un gesto travieso, guiñando un ojo y dejando al aire un pequeño beso hacia Darian. Este, con un suspiro de resignación, se levantó asintiendo para buscar a los menores. En esta ocasión, la noche comenzaba a transcurrir de forma un tanto más familiar. Sentarse a la mesa, comer juntos, bañarse, irse a la cama. Para Susan era una rutina un tanto novedosa pero poco a poco disfrutable. Estar en la misma estancia que Eingel continuaba siendo algo tortuoso de soportar, pero eventualmente se acostumbraba y lo había dejado de lado para enfocarse más en su padre y en Emma, a quienes ahora entregaba sonrisas un tanto más sinceras. Su mente, aunque aún recordase constantemente a su madre, iniciaba la aceptación de la realidad. Esta vez se acurrucó entre las mantas, llevando aquel pijama infantil con un tanto más de confianza. Abrazó al pequeño Peter y se quedó dormida con una sonrisa amarga y pequeñas lágrimas que se habían formado entre sus párpados cerrados. Esperaba con ansias y expectación el día siguiente, esperaba poder empezar de cero una nueva vida escolar más libre y completa, así como el creciente deseo de que llegase la tarde para ver a su padrastro. De forma totalmente paralela, a pesar de las caricias de Emma, a Darian le costaba dejar de pensar en aquel recuerdo. Solo observaba el techo y repetía las mismas escenas en su mente, una y otra vez, volviendo casi imposible la misión de conciliar el sueño.
La mañana llegó una vez más y Susan se despertó con más emoción que de costumbre. Había preparado una alarma alegre especialmente para la ocasión, por lo que al levantarse continuó cantando mientras tomaba un baño y se arreglaba. El nuevo uniforme le parecía bastante cómodo y agradable cuando se miró al espejo, e incluso se esforzó en arreglar su cabello, pues en su primer día deseaba causar una buena impresión. Tras revisar su mochila una vez más y asegurarse de tener todo lo necesario, la cargó al hombro y bajó a desayunar.

—¡Buenos días!—
—Buenos días, Susan. ¿Dormiste bien?—
—Sí.—
—Te ves animada. ¿Motivada por el primer día de escuela?—

Susan asintió mostrando una leve sonrisa mientras Emma le servía un apetecible cereal con leche, acompañado de un vaso de jugo, que Susan comenzó a degustar con apetito. Darian no tardó en bajar también, llevando esta vez un rostro adormecido mientras se arreglaba el lazo de la corbata aún inconforme.

—Cariño, ¿me ayudas...?—
—Por supuesto.—

Emma sonrió divertida mientras terminaba de servir los platos faltantes. Luego se acercó a Darian y le ayudó a hacer el lazo, dejándolo perfecto según sus palabras, y siendo agradecida con un beso.

—Gracias, honey. Oh, y buenos días, Susan. ¿Qué tal ese desayuno? ¿Tomando fuerzas para el primer día de clases?—
—Sí... espero que me vaya bien.—
—Seguro que lo hará... ¿Descansaste?—

Susan asintió una vez más y Darian sonrió mientras se sentaba a desayunar también. Emma terminó de preparar tres pequeñas bolsas de almuerzo y las dejó sobre la mesa antes de sentarse a desayunar, justo cuando Eingel entró a la cocina. A diferencia del resto, él no parecía alegre con el día, pues su rostro era inexpresivo y arrastraba los pasos con su mochila en el hombro.

—Buenos días...—
—Vaya... parece que alguien se levantó del lado izquierdo de la cama. ¿Qué sucede, campeón, no dormiste bien?—
—Algo así... El ático resulta un tanto... caluroso.—

Respondió Eingel, llevando su mirada a Susan. Al notarlo, ella prefirió quedarse observando el cereal. Darian y Emma notaron ambos gestos y decidieron aligerar las cosas un poco, o al menos intentarlo.

—Bueno, descuida. Será algo por poco tiempo. Desde hace ya unos meses hay algo que... tu padre estuvo esperando en la empresa.—
—¿En serio...? ¿Qué es?—
—Vamos cariño, cuentales a los niños las buenas noticias.—

Debido al sueño, Darian estuvo al principio algo confundido, hasta que Emma le insistió con un gesto recordándole lo que habían acordado la noche anterior contarle a los chicos.

—Ah, si... cierto. Es que, pensaba decirte como sorpresa, pero supongo que saberlo ahora podría ayudarte a relajarte. Dentro de poco es probable que me den un ascenso.—
—Vaya... eso realmente suena genial. ¿Significa que entonces mis buenas acciones serán recompensadas?—
—No...—

Eingel puso los ojos en blanco y continuó su desayuno mientras Emma le mostró una sonrisa reconfortante a Darian para que continuase.

—El punto es... que desde hace tiempo querías una piscina, ¿no es así?—
—Pues sí...—
—Es justo eso. Pensé que ahora lo necesitamos más que nunca, e incluir la piscina suena muy bien—
—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra...?—
—Qué es probable que nos mudemos, Eingel.—

Ambos hermanos se quedaron observando a su padre y a Emma, quienes los miraban con una sonrisa alegre, sinónimo de que les parecía una excelente noticia. Por algunos segundos se miraron también entre sí y luego continuaron su desayuno.

—Genial... realmente me gusta la idea, no te diré que no. ¿Pero qué pasa con la escuela?—
—Descuida, yo los seguiré llevando.—
—Bueno, mientras no sea un cambio general de vida. Entonces todo genial, me motiva. ¿Para cuándo hago las maletas?—
—Si todo va bien, para este fin de mes.—
—¿Si todo va bien...? ¿Y si no...?—
—Bueno... si no, entonces no será necesario hacer maletas.—
—Vaya... qué reconfortante. Vamos o llegaré tarde.—

Eingel se levantó, llevando una vez más la mochila a su hombro para encaminarse a la puerta de salida. Emma intentó reconfortar a Darian con unas palmaditas seguidas de un beso y este solo se limitó a suspirar, haciendole un gesto a Susan para que lo siguiese. Una vez en la entrada, Eingel subió primero y se arrimó a la ventanilla exterior, aventando primero su mochila para luego sentarse él, totalmente relajado, con audífonos puestos y con toda la tranquilidad de continuar el videojuego en su consola. Susan, por su parte, lo observó por una vez de forma juiciosa y, a diferencia de él, ella entró al auto intentando mantener el orden de sí misma y un leve toque de elegancia. Acomodó su falda y apoyó con delicadeza la mochila sobre sus piernas, imitando a su hermano en el único aspecto de colocarse sus pequeños audífonos y recostarse en la ventanilla observando el paisaje otoñal. Darian, una vez más, se acomodó en el volante, sin poder evitar una mueca de disgusto y resignación al ver que ambos hijos iban en su mundo, pues él esperaba poder al menos hablar un poco con ambos, pero no fue posible.
Luego de aproximadamente unos diez minutos, el auto de Darian se estacionó frente al colegio, como varios otros autos. Ambos chicos se retiraron los audífonos y su padre volteó para verlos mientras acomodaban sus cosas.

—Bien chicos, primero, espero que tengáis un buen día. Segundo, Susan, tranquila, respira cuando lo necesites y relájate. Recuerda algo muy importante que te diré. Todo fluye como el agua...—
—¿Y un día pasa después de otro...?—
—Sí, justo eso iba a decir. ¿Te lo decía... tu madre?—
—Sí... a veces.—
—Ya veo... bueno, pues... ya sabes. Tómalo con calma. Eingel... es el mismo curso, misma clase, no olvides cuidar a tu hermana y, por supuesto, sé un caballero, ayúdala a integrarse.—
—Sí... por supuesto.—

Eingel bajó del auto de forma casi exasperada, acto que a Susan no pudo evitar dejarle un mal sabor de boca. Aun así, suspiró y tras agradecerle a Darian, bajó del auto para seguir a su hermano.
El establecimiento era realmente grande, con decoraciones elegantes y modernas, con pasillos repletos de estudiantes que iban y venían. Una vez más, Susan se sintió demasiado pequeña. Observó la espalda de su hermano y deseó poder ir caminando de la mano o junto a él en lugar de detrás. Así imaginaba una relación fraternal, pero ajustó su mochila y se convenció una vez más de que la relación entre ellos estaba muy lejos de verse así. Al llegar al salón de clases, Eingel ni siquiera le dirigió la palabra, solo entró y se sentó en su lugar habitual saludando a sus compañeros. Susan sentía que cada gesto de su hermano era una pequeña puñalada más en su corazón, por lo que, decidida a no sentir ese persistente dolor todo el día, se sentó en una de las sillas vacías y abrazó su mochila, ocultando en ella no solo su rostro, sino también las leves y pequeñas lágrimas.

—Olvídalo Susan... no tiene caso. Pero ey... no debería dejar que esto me afecte. Toda la vida he estado sola si lo pienso... esto no es diferente... Él no está obligado y, aun si compartimos la misma sangre... no es que yo le conozca. Bueno... entonces, solo sigamos el plan original.—

Susan secó sus lágrimas de forma disimulada para no ser vista, sacudió su cabeza y comenzó a ordenar sus libros, cuando se dio cuenta de que junto a ella, estaba parada una de sus nuevas compañeras, la cual le saludó con una amable sonrisa.

—¡Ey! ¡Hola! ¿Estás bien?—
—Oh... sí. Gracias. Es solo que, quizás me siento un poco conmocionada, es todo.—
—Ya veo, ¿eres nueva verdad?—
—Sí... recién empecé hoy.—
—Genial. ¿Me puedo sentar junto a ti?—
—Bueno... si quieres.—

La chica sonrió y tomó asiento en el lugar junto a Susan mientras esta la observaba un tanto extrañada pero sonriendo levemente. La alarma de inicio del día atrajo la atención de todos haciéndolos moverse lenta y perezosamente a sus lugares, a la par de que entraba el guía de la clase.

—Por cierto, me llamo Mandy. Si necesitas algo, solo dímelo.—
—Yo soy Susan... gracias.—

Mandy asintió otra vez con su amable sonrisa y enfocó la vista en sus libros. Susan sintió una pequeña calidez en su interior de que alguien le hablase, pero tan rápido como llegó la idea a su mente, volvió a observar disimuladamente a Mandy. Era una chica realmente bonita, con el cabello largo y rasgos un tanto orientales, lo cual a Susan se le hizo pensar en una muñeca de ojos achinados. Su falda también era un tanto más corta de lo que debía, la blusa parecía quedarle a medida y en contraste con esta, bajo los pliegues llevaba un par de altas medias negras. Se cuestionó los motivos de la chica para hablarle, pero no es que fuera a decirle nada, siempre dejaba a las personas llegar hasta donde quisieran para ella responder al mismo ritmo. Le restó importancia al asunto y se dispuso a prepararse para la clase cuando el profesor llamó su nombre, pidiéndole pasar al frente del salón. Susan pudo sentir su alma congelarse en el proceso, mientras que su traidor cuerpo se levantaba totalmente dispuesto a obedecer. De forma inconsciente, la expresión de Susan se volvió en una leve sonrisa que parecía observar a su nuevo grupo de compañeros. Pero al estar de pie frente a la clase, lo cierto es que se sintió sumamente avergonzada, como si veintinueve miradas juiciosas estuviesen sobre ella esperando sus errores.

—Chicos, su nombre es Susan, Susan Rinnaldi. Para nuestra sorpresa, es hermana de Eingel, y se está transfiriendo con nosotros desde la preparatoria de . Por favor, dadle la bienvenida y ayudadle a que se integre. Por otro lado, debido a ello, Maddyson, querida, ponte de pie y recoge tus pertenencias, por favor, siéntate en el puesto de Susan y Susan, por favor, siéntate junto a tu hermano. Te vendrá bien para la adaptación. Ya puedes ir a sentarte, cambien rápido e iniciemos con la clase.—

Susan asintió y caminó para buscar su mochila en la mesa. A pesar de mantener la misma expresión en su rostro, en su interior sentía ganas de gritar, de gritarle al profesor que se detuviese. Desde su posición pudo ver claramente la reacción de Eingel cuando se mencionó su relación; él estaba molesto y sus pupilas contraídas. Quizás hubiese podido soportarlo más de no ser por el hecho de que le diesen la posibilidad, que casi parecía una imposición, de sentarse junto a él, en especial cuando Maddyson, la chica pelirroja junto a este, no se veía para nada feliz con ese cambio. Aun así, Susan tomó su lugar con tranquilidad e ignoró todas las palabras en voz baja que pudo escuchar, al igual que todas las miradas juiciosas que le rodeaban, especialmente la de su hermano, la cual al sentarse junto a este, le parecía una puñalada. Con calma, sacó de la mochila sus materiales y los dejó sobre su lado de la mesa, comenzando a etiquetar su libreta para la clase. En cierto punto, Eingel se concentró también en sus deberes y la clase avanzó con fluidez, pero había un ligero detalle. Si bien había preguntas que Susan no lograba comprender del todo, su mano solía alzarse una ocasión tras otra. Intentaba responder cuanto podía y sabía, o preguntar lo que desconocía. Recibió eventualmente el reconocimiento del profesor por el buen desarrollo académico y su participación, aunque también podía escuchar a los demás, algunos molestos y algunos burlones. Pero así era el mundo, Susan no le prestó atención a nada, fue solo ella misma y se encerró en un pequeño universo donde solo estaba el profesor, su libreta y ella.
Cuando la hora del recreo llegó, Susan no había tenido ninguna interacción con Eingel, pero aun así se levantó de su asiento y recogió sus cosas para salir por la puerta. Primero pasó por los baños, luego la cafetería y compró una merienda ligera que finalmente se sentó a degustar en una de las bancas del jardín.

—Al igual que antes, solo es un día normal, en una vida normal, en una escuela normal. Así es el plan, y es el mejor plan. Puedo disfrutar de mí... y me concentro en los estudios.—

Susan terminó su merienda y, sacando un libro de su mochila, se acomodó en la banca para leer. Realmente disfrutaba aquel libro, le parecía un reflejo muy realista de cómo funciona el mundo y le motivaba a ser como su protagonista. El Héroe de Negro, un chico joven como ella, atrapado en una realidad triste y desagradable, como ella, que soñaba con ser libre más allá de los esquemas de la sociedad, como ella, pero que de igual forma era atrapado por una realidad aún peor, como ella. La diferencia para Susan y el por qué le admiraba tanto, era porque a pesar de su dolor, sus pérdidas y su tristeza, el héroe seguía disfrutando cuanto podía de su quebrado mundo, seguía sonriendo y siendo feliz cuanto podía mientras ayudaba a todo el que lo necesitaba, pues no sabía cuándo se rompería en astillas de cristal y desaparecería de ese mundo. Ella no se iba a romper en astillas de cristal, ni tenía una espada con la que matar a monstruos gigantes, pero para Susan era divertido imaginarse así, imaginarse la heroína junto al héroe viviendo aquellas mágicas aventuras, muy lejos del mundo real.
Entre tanto, Eingel se había quedado en el salón tras ver a Susan salir. Si bien por su mente pasaron preguntas, no realizó ninguna, solo permaneció quieto y en silencio, hasta que finalmente suspiró relajándose en la silla.

—Eingel... Espero una buena explicación.—

La voz demandante resonó junto a él apenas en un susurro, pero sin que el tono le restase seriedad. Con la presentación de Susan por parte del profesor y el amable favor de este de sentarla junto a él, Eingel sabía que era inútil negar los hechos, aun si esa era su idea original. Al darse la vuelta, pudo observar cómo los cabellos de Maddyson casi formaban una tormenta de fuego sobre él, muy similar al tsunami en sus ojos. Aun así, no era algo por lo que se dejase provocar, solo se encogió de hombros y movió la silla libre junto a él indicándole a la chica que se sentase. Esta no cambió su expresión pero tomó asiento.

—¿Y bien...?—
—¿Y bien qué?—
—¿Por qué nunca me habías dicho que tenías una hermana...?—
—Quizás porque ni mi padre sabía que tenía otra hija...—
—Espera... ¿dices que ella... es una bastarda?—

Maddyson, a medida que hacía la pregunta, añadía cada vez un tono de burla más notorio. Esto no agradó precisamente a Eingel pero tampoco se molestó en corregirlo, solo asintió.

—Algo así... siempre he sabido que no soy hijo de mi madre. Al menos no biológicamente.—
—O sea... ¿que tu padre quizás tiene una colección de niños por ahí? No pensaba esas cosas del formal Darian.—
—¡Oye! Tampoco te pases... mi padre no es esa clase de tipos.—
—Tampoco te enojes cariño, hacía una broma. Pero ¿entonces a qué viene su repentino acto de presencia?—
—Bueno... parece ser que somos hijos de la misma madre, de hecho, se supone que somos gemelos.—
—¿Gemelos...?—

Maddyson estalló en una sonora carcajada que hizo a Eingel fruncir el ceño, dejándole saber que le incomodaba el gesto, ante lo cual la chica se detuvo.

—Perdón, perdón, pero ¿qué clase de ramera exactamente le coló ese cuento a tu padre y cuál es su grado escolar para tragárselo? Tú y ella no se parecen en absolutamente nada. Sus cabellos son diferentes al parecer, ¿o me dirás que es teñido? Además, sus rasgos son un tanto más redondos, como una cara de papa. Y no creo que ella tenga una salchicha entre las piernas, la biología no funciona así.—
—En realidad Maddy... sí funciona así, ser gemelos no significa directamente ser del mismo género o verse iguales. Pueden darse casos en los que los hermanos sean... diferentes.—
—¿En serio...? Aun así... no sé, me parece absurdo. ¿Por qué ahora?—
—Al parecer mi madre biológica no le contó a mi padre sobre el embarazo y nos tuvo por su cuenta. Cuando nacimos, a mí me llevó con él pero ella se quedó a mi hermana. Por lo que entendí, murió hace poco y de alguna forma los abogados buscaron a mi padre. Hay una prueba de sangre que confirma nuestro lazo sanguíneo...—
—¿Una prueba de ADN...? Bien podría ser algo pagado para que tu padre se joda.—
—¿No crees que estás viendo todo demasiado negativo?—
—Es que parece telenovela...—
—¿Y lo que te estás montando no?—
—Vale, vale. Ya lo dejo. Entonces... ella es tu hermana y ahora vive contigo. Espera... ¿Tiene algo que ver con la limpieza del ático?—

Esta vez Maddyson puso una sonrisa burlona mientras Eingel se cruzaba de brazos empujándose en la silla y dejando claro su descontento.

—Sí... algo así. También tendré visitas restringidas en horarios restringidos.—
—Pobre de tu alma... ¿Y cómo es ella?—
—No lo sé.—
—¿Llevas el fin de semana con ella y no lo sabes...?—
—No me importa la verdad. ¿Podemos dejarlo? Ya te lo expliqué.—
—Vale... ¿soy yo o estás irritable?—
—Lo estoy... es una molestia. No me agrada la idea sinceramente pero ahí estoy cargando con ella.—
—Bueno... siempre te puedo quitar esa irritabilidad a besos.—
—Algo así era lo que esperaba en primer lugar.—

Maddyson abrazó a Eingel sentándose sobre las piernas de este para luego juntar sus labios en un apasionado beso, algo que ciertamente puso al chico de mejor humor y al menos por un rato solo desvió el tema a la permuta planteada por su padre para una posible fiesta en un futuro.
Finalmente, la campana escolar devolvió a Susan a la realidad y tras guardar su libro, se acomodó para caminar al salón de clases. Al entrar, notó cómo Eingel se encontraba abrazado por la chica pelirroja de antes y rodeado de un grupo de unos cuatro chicos que ahora se habían acercado para hablar sobre ese tema de la fiesta. Sin hacer caso a esto, Susan volvió a sentarse en la silla donde se había sentado antes, donde Mandy no tardó en notarla y acercarse.

—Ey, antes has desaparecido. No pude buscarte.—
—Oh... fui a merendar algo y me quedé leyendo un libro en el patio.—
—¿Un libro? ¿Qué leías?—
—Justo ahora leía este.—

Susan le mostró a Mandy el libro para luego volver a guardarlo en su mochila y prepararse para la clase. Mandy lo observó por los escasos segundos y sonrió.

—Ah, te gustan esas cosas. ¿De qué va? Tiene un protagonista muy guapo.—
—Bueno, va de un mundo de tecnología avanzada donde los protagonistas se quedan atrapados en un juego virtual y para sobrevivir deben ganarlo. Ellos al principio no lo sabían y cuando lo descubren es demasiado tarde, por lo que si mueren en el juego, morirán también en la vida real.—
—Joder, eso hasta a mí me daría miedo. Aunque supongo que es algo parecido a "Príncipe a Medias." ¿Lo has leído?—
—Sí, de hecho lo terminé el año pasado. Aunque el hecho de que la chica se quedase con el profesor se me hace medio extraño. ¿También te gusta el anime?—
—Un poco, no soy una fan acérrima, pero he visto algunos. El fan de verdad es mi hermano. A mí solo me van las de romance, soy más de ver series musicales o doramas.—
—Ya veo, he visto también de ambas, pero puedo decir lo mismo. No es que sea una gran fan.—

La profesora de turno entró en la clase y ambas chicas se miraron encogiéndose de hombros para dar por terminada la conversación, pero en el fondo Susan admitía que le agradaba el hecho de que alguien le hablase y fuese amable. Aún no confiaba totalmente en ella ni aspiraba a volverse grandes amigas, pero al menos para charlar le parecía bien...


Las clases han comenzado y con ellas para Susan da inicio una nueva fase, al menos eso es lo que intenta. Sus compañeros aún son un misterio y en especial su hermano, es un mundo ajeno y diferente. Pero por fortuna su padrastro dará el apoyo necesario junto a su padre. También Mandy parece comenzar a formar parte del día a día, quizás ella ayude a Susan a integrarse en ese mundo al que le teme y a estar un tanto más tranquila. Aún así, la preocupación de Darian estará más vigente que nunca, tras escuchar las confesiones de Nathan sobre el pasado de Susan junto a su madre.

Próximo Capítulo: "Como Aceite y Vingare."


Imagen Bonus: Diseños Conceptuales de Mandy y Maddyson.

"Mandy Florences, a pesar de ser gordita no es algo que parezca molestarle, quizás por su alto carisma y su cara que a pesar de ello sigue siendo considerada muy bonita. Suele ser bastante alegre e impulsiva, aunque a veces puede caer en el defecto de ser demasiado dramática. A pesar de ello es alguien sincera que por lo general dice lo que piensa."

"Maddyson Monroe, una personalidad tan apasionada y ardiente como el fuego de sus cabellos, pero contrastada con una personalidad soberbia y juiciosa. De forma secreta es una apasionada de la lectura, especialmente de la erótica. Le gusta tener siempre tanto la atención como la razón y no vacila en molestarse con quién se la niegue. Pero tampoco es que sea alguien de mucho carácter, más bien es de mucho ruido y pocas nueces."

.Fin de la Sección Especial.

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