Cap #.1: En el Umbral de lo Desconocido.

"En el umbral de lo desconocido, cada paso resuena en la mente al ritmo de un corazón atormentado. El eco se propaga de forma tortuosa, volando en la vastedad de un mundo por descubrir. Con cada aliento incierto, el destino se entreteje y en el lienzo del tiempo, sus historias se reflejan, hasta formar un cuadro de emociones."

Era una mañana realmente agradable, la refrescante brisa primaveral se deslizaba junto al canto de las aves y traía consigo aún una leve humedad. La familia Redeemer, formada aún por solo el padre, su amada esposa y el joven Eingel, aguardaban la tan esperada llegada de la que sería su nueva integrante familiar. No pasó mucho cuándo finalmente, un coche negro se detuvo con suavidad frente a la modesta casa de dos pisos, el motor se apagó y el silencio que siguió parecía estar cargado de expectativa. Dentro del vehículo, una temerosa niña se aferraba a la correa de su mochila mientras sus dedos trazaban los bordes desgastados de esta y sus profundos ojos café observaban a través de la ventanilla las figuras que la esperaban afuera. Parecía que se perdía en el vacío de sus pensamientos cuando la asistente social se volteó hacía ella desde el asiento del copiloto y le habló con una sonrisa amable.

—Ey... tranquila ¿si? Tomate tu tiempo cariño, podemos esperar. Nosotros haremos el papeleo legal, mientras, puedes tomar aire antes de bajar.—

El abogado que le acompañaba asintió también con un gesto menos amable pero afirmativo para luego ambos bajar primeros del auto y encaminarse a la familia, con aquel característico rostro serio de los agentes legales, pero sin estar desprovistos de gentileza. Se dirigieron hacia la familia, intercambiando apretones de manos y palabras que Susan no podía oír, pero cuyas vibraciones de formalidad y trascendencia atravesaban la distancia.

—Agh~... vamos Susan... Ánimo... tu puedes.—

Finalmente, con un suspiro que parecía llevarse consigo años de incertidumbre, Susan salió del auto. Sus botas negras rozaron el pavimento, y por un momento, todo su mundo se redujo al peso de su propia valentía. Se acurrucó un poco en si misma sintiendo la frialdad mañanera y levantó la vista para ver a quienes la esperaban; su padre biológico, un hombre de mirada intensa y brazos que parecían listos para sostenerla; la esposa de este, con una sonrisa cautelosa dibujada en el rostro; y un chico, apenas un reflejo de ella misma con escasas diferencias, cuya presencia parecía llenar los espacios vacíos que Susan ni siquiera sabía que existían hasta ese momento.
Las autoridades hablaron, hubo asentimientos y documentos firmados, pero Susan apenas registraba los detalles. Su atención estaba fija en Eingel, el hermano que nunca supo que tenía, y en la forma en que sus ojos negros se encontraban con los suyos, como dos estrellas distantes finalmente alineándose en el mismo cielo. Para ambos, por escasos segundos que parecieron horas, el universo se redujo a contemplarse en silencio.
Cuando las formalidades concluyeron, la asistente y el abogado se retiraron, no sin antes dedicar una breve pero amable despedida a Susan. Fue entonces que su padre se acercó y le habló con aquella voz firme pero cariñosa.

—Hola Susan... bienvenida... ¿sabes? Esto tampoco es fácil para mí, pero en verdad espero... que te sientas lo más cómoda posible. ¿Vienes...?—

Con una mezcla de temor y anhelo, Susan asintió. Su padre esbozó una leve sonrisa, acarició su espalda de forma reconfortante y la acompañó al interior de la casa seguidos por su esposa y Eingel. La chica realmente agradeció el contacto para sus adentros, no le tomó la mano de forma infantil o intrusiva, pero no podía evitar sentir que la mano de su padre intentaba no solo guiarla, sino también sostenerla en caso de caerse.
Una vez dentro, Susan observó todo el interior de la casa era con una curiosidad expectante y casi por instinto entrelazó sus manos tras la espalda. El recibidor era cálido y acogedor, un marcado contraste con la formalidad y la tensión de la situación. Aun sin saber que hacer, la chica dio unos pasos vacilantes por el salón, observó de reojo las paredes adornadas con fotografías familiares y los muebles que hablaban de años de vida compartida que ahora parecían haber sido dispuestos con la intención de crear un espacio de bienvenida. Su padre la guió con suavidad, apenas pudiendo disimular su nerviosismo.

—Bueno Susan... esta es tu casa ahora. No es la más grande o la mas bonita del vecindario pero... espero que te sientas cómoda.—

Susan asintió levemente, aún no conseguía artícular una palabra en frente de su nueva familia. Su padre, ahora más nervioso tras su intento fallido de un mal chiste, miraba el suelo buscando las palabras apropiadas. Observó entonces a su esposa, quién se mantenía detrás de Eingel, y esta le dedicó una sonrisa de ánimo que le ayudó a relajarse un poco.

—Por otro lado Susan... ella es mi esposa, Emma.—

La mujer se acercó y cálidamente, con una sonrisa amable, fue la primera en darle un fuerte abrazo a Susan, que aunque breve, transmitía una sincera bienvenida, haciendo que incluso la desconfiada personalidad de la chica lo sintiese en verdad agradable.

—Espero que podamos llevarnos muy bien Susan. Si en algún momento necesitas una opinión directamente femenina o la más mínima ayuda, me gustaría que sepas que estaré aquí para ti.—

Emma se apartó y Susan apenas correspondió con una leve sonrisa mientras asentía con la cabeza, más como respuesta automática que sentimental, dejando en claro a todos que la situación no parecía ser facil. Aún así, ninguno de los adultos se rindió, para continuar el diálogo, su padre ahora buscó a Eingel con la mirada, observando a este aún con las manos en los bolsillos de su pantalón mientras se mantenía apartado y tenso, como una sombra al margen de la luz.

—Bueno Susan, supongo que también te dijeron un poco por encima, pero por si si o por si no, hay alguien muy importante a quién también debes conocer. Aún si da algo de miedo... él es Eingel Susan. Él es... tu hermano.—

Una vez más las miradas de ambos se encontraron, la inexpresiva mirada de Eingel no tardó en borrar la leve sonrisa de cortesía que Susan tenía y una vez más ambos sentían que el mundo desaparecía. Para Susan, los ojos de Eingel parecían absorber más luz de la que reflejaban, y este solo la observaba con una cautela que rozaba la frialdad. No había sonrisas de bienvenida ni abrazos que ofrecer; solo una evaluación silenciosa seguida de un asentimiento leve, apenas imperceptible, que no invitaba a más interacción. La actitud desprovista en su totalidad de calor, no tardó en instaurar un silencio incómodo en la estancia. El padre en verdad esperaba una reacción más prolongada por parte de su hijo, pero esta jamás llegó.

—Susan, ¿quieres ir a ver tu habitación? Deben haber sido unos días muy pesados y es probable que estés cansada ¿verdad? Ven, deberías descanzar.—

La voz de Emma rompió el silencio como un arcoíris en una tormenta. Era una voz suave y dulce que insinuaba una ingeniosa comprensión del momento. Susan asintió mostrando una mueca afirmativa al sopesar los días que había estado entre tantos trámites, y tras ver el gesto de Emma que le invitaba a seguirla, lo hizo; aunque no sin antes observar en silencio a su padre quién reafirmó las palabras de su esposa. Así, Susan se encaminó con Emma a las escaleras y tras dedicar una última mirada a Eingel, se perdió en el pasillo superior.
Por su parte el chico continuaba siendo un espectador silencioso que solo se dedicaba a seguirla con la mirada, aún cuando ya su presencia se había alejado. Su padre con un suspiro de resignación se acercó a este y poniendo una mano en su hombro decidió hablarle sacándolo así de sus pensamientos.

—Eingel... ¿quieres hablar de ello?—
—No, la verdad es que no.—

Era una respuesta vaga, seguida de un gesto igual de vago en el que Eingel se encogió de hombros, esquivando el contacto con su padre, y se dispuso a irse a la cosina sin argumentar nada más. Pero su padre no era alguien que perdiese fácilmente la paciencia, así que solo lo siguió tratando de insistir un poco.

—Eingel, es tu hermana... está pasando un momento difícil, yo también lo estoy pasando difícil. Esto no es facil para ninguno.—
—¿Y acaso yo le dije algo? No la e juzgado ni nada parecido.—
—No, pero podría enfriarme una cerveza con el hielo de es bienvenida.—
—Y yo otra con el hielo de su saludo.—
—Eingel...—
—Para mi también es difícil. Hasta ayer era mi cuarto, mi casa, mis cosas. Era yo... no yo y una copia genderbender.—
—No es tu copia... ni siquiera sabes como es.—
—Exacto, y tú tampoco. Es una extraña. ¿Por que debería tratarla diferente?—
—Porque somos los que debemos ayudarla a integrarse. Ella se siente cohibida. No sabe como interactuar con nosotros.—
—Es el punto papá, yo tampoco se como interactuar con ella. ¿Acaso ella si puede refugiarse en ese argumento y yo no?—
—Eingel, es sangre de tu sangre...—
—Mi madre también lo era... y me abandonó.—

Hasta ese momento, padre e hijo, habían mantenido un tono realmente bajo y tranquilo en la conversación. Incluso con sus afirmaciones, Eingel estaba acostumbrado a hablar en un tono normal, sabía que no necesitaba gritar para ser escuchado y su padre sabía que al igual que él, eso de gritar o imponer las cosas solo sería terminar la conversación. Pero la respuesta final de Eingel lo tomó por sorpresa y no supo que responderle, Eingel sabía eso, no es que sintiese algún sentimiento positivo o negativo por su madre, más feliz no pudo ser gracias a eso, pero era una forma de reafirmar que llevar la misma sangre, para él, no significaba nada.

—Al menos... por favor, intentalo. No te voy a obligar a nada. Pero será realmente horrible si ambos mantienen esa tensión y vivimos juntos por al menos cinco años más.—
—Me esforzaré...—
—Eso me basta...—
—Tanto como ella se esfuerce.—

Una vez más el padre guardó silencio y resignado al carácter de su hijo, solo suspiró y le dio algunas palmaditas en el hombro a este.

—Vale... eso me basta.—

Caminó entonces a la escalera y Eingel se dirigía a la cosina en busca del agua que tanto sentía que necesitaba, pero una vez más, su padre le detuvo hablando desde la escalera.

—Eingel... una última cosa que me gustaría que tengas presente.—
—¿Umm...?—
—Tú siempre... serás mi hijo. Nada ni nadie va a cambiar eso. Quiero que tu hermana se integre, pero no tendré por ello preferencias y si tú me necesitas aquí estaré para escucharte. ¿De acuerdo...?—

Esta vez el sorprendido fue Eingel, en sus adentros pensaba que sería regañado o que una nueva ley le sería impuesta, pero al escuchar que su padre, al menos por unos segundos, le reafirmaba su entera disponibilidad para con él, no pudo evitar relajarse e incluso sentirse algo mal. Finalmente puso una mueca y se fue a la cocina, su padre sonrió y subió las escaleras. Sabía que aunque los ojos del chico no hubiesen expresado realmente una profunda alegría, era su forma simple y reservada de decir que lo había escuchado.
Mientras tanto, Emma había guiado a Susan a través del pasillo del segundo piso, mostrandole dónde estaba la habitación que compartía con su padre, donde estaba la escalera al ático y finalmente su habitación. Durante el breve recorrido los pasos de la mujer eran suaves y medidos, como si cada baldosa bajo sus pies fuera una palabra de bienvenida cuidadosamente seleccionada para que la atención de Susan no se perdiese de ella. Una vez en la habitación, a puerta se abrió con un susurro, revelando un espacio bañado en la cálida luz que se colaba por la ventana.

—¿Y bien...? ¿Qué opinas? Lamento que aún no esté del todo acomodado y que el diseño no sea muy femenino. Todo fue algo... repentino y bueno, tratamos de acomodarlo como pudimos. Pero con el tiempo te podemos ayudar en lo que necesites para volver más tuyo este lugar y que te sientas más cómoda.—

La voz de Emma era cálida y sincera, con la fluidez de quién previamente escogió cada palabra con sabiduría. Aún así, a diferencia de Susan quién caminó hasta el centro de la habitación, ella se quedó apenas en la puerta, mostrándose respetuosa con el nuevo espacio personal de Susan. La chica por su parte, a la par que escuchaba las palabras de Emma, exploraba la habitación con sus ojos, cuando su mirada curiosa cayó en cuenta de pequeños detalles. Se acercó hasta la pared más cercana a la cama y observó lo que parecían marcas de pósters arrancados, como quién busca más evidencia observó con curiosidad el escritorio y el pequeño grupo de libros sobre este.

—Oh... lo siento. Como dije... no arreglamos todo. La habitación antes era de Eingel. Pero descuida, el ahora está cómodo en el ático.—

Si después del saludo, Susan estaba consciente de lo frío que era su lazo fraternal, ahora, a esa sensación, se sumaba una sensación de culpa y comprensión. No le molestaba que la habitación fuese de Eingel, pero entendió entonces que para su hermano, era una intrusa, incluso si aquella habitación fue arreglada para ella, sentía como si estuviera husmeando en la vida de alguien más, y la culpa le pesaba en el pecho. Emma notó la mirada perdida y con una voz un poco más cautelosa le expresó:

—Susan... se que aún es complicado, pero no es facil para ninguno. No lo es para él, pero tampoco lo es para ti. Se que Eingel no ha tenido la mejor presentación, pero por favor, solo... dale tiempo. Él en realidad es un niño muy bueno. Sé que a futuro, ambos se llevarán bien.—

Susan observó a Emma con atención y luego desvió la mirada con un leve asentimiento. Aún si quería escuchar y aceptar todas sus palabras, su corazón era una fortaleza forjada con años de cautela y rodeada por las aguas de una incertidumbre demasiado desconfiada. Emma sintió la distancia y entendió que era el momento de dejarla a solas, pero justo su esposo se unió a la conversación.

—¿Y bien...? ¿Qué opinas de la habitación, Susan? Aún le faltan algunos detalles pero eventualmente te ayudaré en ello.—

El tono del padre intentaba transmitir amabilidad y tranquilidad, pero su nerviosismo e inseguridad no se lo dejaban facil. En su interior también quería mostrarle a Susan que podía contar con él, sentía en el interior como esa era la forma de lograr que su hija eventualmente se abriese más a él. Pero no sería en esta ocasión, pues la respuesta de Susan se redujo a una mueca, que por algunos segundos, le permitieron al hombre jurar que había visto en verdad el reflejo de una acción de Eingel, aún si Susan movió un poco más los ojos al intentar que fuese una sonrisa, él podría jurar que fue más por compromiso que por convicción.

—Justo le comentaba algo similar cariño. Pero esos arreglos ya podrán esperar, creo que lo mejor ahora es dejar a Susan descanzar.—
—Oh... bueno, si, por supuesto. Susan... si quieres, luego del almuerzo podemos ir a buscar tus cosas. ¿Está bien así?—

Una vez más Susan asintió con la cabeza, volviendo a poner una mueca similar a la anterior cuando Emma y su padre se acercaron a la puerta.

—Bien, te dejamos descanzar. Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en bajar. Estaremos ahí.—
—Lo mismo si deseas algo de comer o beber. Solo tienes que decirlo.—
—Exacto... tú solo, siéntete cómoda. Recuerda, ahora es tu casa. Descanza Susan...—

Con un par de asentimientos más, Susan observó como su padre y Emma se retiraban de la habitación y cerraban suavemente la puerta detrás de ellos. Finalmente a solas, se sintió en la libertad de suspirar y relajarse un poco más al no sentir una mirada espectadora, aún si tenían buenas intenciones, ella no se sentía en la comodidad ni la confianza suficiente para bajar la guardia ante ninguno.

—Bien Susan... hola vida nueva.—

En silencio observó su alrededor sin especial curiosidad, siendo apenas un reconocimiento del entorno antes de acercarse a la cama. A esta, si le dedicó algunos segundos, enfocandose en los colores y el tacto de la tela, tomando finalmente la decisión de sentarse y dejarse caer de espalda sobre el colchón. La mirada perdida en el techo, no tardó en buscar refugio en la penumbra, huyendo de la luz que se sentía como un interrogatorio. Con la mente en blanco, su dedo juguetea rasguñando suavemente la pared, mientras que su otra mano sostiene el colgante que lleva y lo examina; un corazón fragmento, envuelto en una X de espinas, suele recordarle su propia personalidad y su propia vida. Enfocada en ello, poco a poco los pensamientos comienzan a emerger en retrospectiva. La imagen de su madre, una silueta sombría devorada por las llamas, la hace encogerse y tensar su cuerpo, mientras que su uña surca con fuerza la pared, hasta que el dolor la devuelve al presente, donde presiona el colgante como si fuese un recuerdo que desea estrangular.

—Que idiota...—

Intenta despejar la niebla de su memoria soltando el colgante para observar la pared, pero la figura de su padrastro se alza como un faro de culpa. Lo comprende, lo justifica, pero en el fondo, una voz susurra acusaciones que no puede acallar. Pese a ello, son pensamientos fugaces que se desvanecen, reemplazados por un autocastigo innecesario.

—Realmente idiota...—

Las lágrimas son visitantes silenciosas que ruedan por sus mejillas y una vez más siente el frío abrazo del abandono.
Llega a su mente el eco de la distante voz de su tía, quién le contó la verdad sobre el padre y el hermano que jamás había conocido. El miedo es un hilo que se tensa, vibrando con cada latido de su corazón, en especial cuando la figura de Eingel se materializa. Su bienvenida, fría como el invierno, es un espejo de la realidad que ya suponía. Ella y su hermano habían estado demasiado tiempo separados y sin conocerse como para que una relación fraternal realmente comenzara como si nada.

—¡Muy muy idiota!—

Los recuerdos de cada paso dentro de la casa la mareaban, tanto su padre como su madrastra le eran solo dos desconocidos más, siendo amables ciertamente, como el resto del mundo cuando la cortesía lo requiere, como mismo lo estaba siendo ella, una mentirosa entre mentirosos. ¿Cómo saber si sus palabras no eran más que un guion aprendido con sonrisas probablemente ensayadas?

—Muy... idiota...—

Una vez más se encogió y secó sus lágrimas con resignación. En el fondo, solo deseaba comprensión, paz y en los momentos más oscuros, deseaba ser una estrella fugaz, desapareciendo en la inmensidad del cielo nocturno.

—Agh~... ¿Qué se supone que haga ahora...? Mamá... ¿Por qué...? ¿Por qué me abandonaste? ¿En serio fui siempre... tan mala hija? ¿Era tan insuficiente...? Mamá... vuelve por favor... esto no es lo que quería, gritame, golpeame, castigame... pero por favor... regresa.—

Confundida y atormentada, Susan abrazó fuertemente su almohada y escondió en esta su rostro, permitiendo que las lágrimas fluyan libremente como pequeños ríos que buscan el mar de la aceptación en ese oceano que conforma su vida. El miedo al cambio y la adaptación son olas que la golpean, y su mente infantil navega en aguas demasiado profundas para encontrar la orilla de la comprensión.

Por su parte, tras la conversación con su padre, el joven Eingel se dirigió a la cocina, donde se quedó de pie e inmóvil, frente a la nevera abierta. Tomó una botella de agua y bebió un largo sorbo que apenas calmaba la sequedad de su frustración. Al separar sus labios del envase, exhaló pesadamente un suspiro que parecía llevarse parte de su energía, y cerró los ojos, apretando la botella en un intento de contener la irritación que bullía dentro de él. Logrando mantener la compostura, cerró la nevera y caminó hacía las escaleras al segundo piso, donde sus pasos resonaban en el silencio de la casa. Al pasar, vio a sus padres retirarse de la habitación de Susan, conversando algo en un murmullo distante que no lograba captar. Sin detenerse o darle másimportancia, continuó hacia el ático, su nuevo refugio tras ceder su habitación a Susan. Al encender la luz, observó con una mirada crítica el espacio desatendido, cada detalle le parecía una excusa perfecta para alimentar su resentimiento.

—En verdad espero... que papá cumpla su parte.—

Dejó la botella sobre una mesa y se dejó caer sobre el viejo colchón guardado, levantando nubes de polvo que danzaban en los rayos de luz como las diminutas partículas de su mundo trastocado.

—¡Ahhh, joder! Qué situación tan molesta... ¿Quién se cree que es para llegar así...? Esto no es justo, es mi puta casa y ese era mi puto cuarto. Es mi... reputa vida.—

La frustración de Eingel se desbordó en un gesto brusco al quitarse los zapatos y lanzarlos contra la pared. Se tumbó en la cama, cubriéndose el rostro con las manos, buscando la oscuridad para apaciguar su mente agitada. Después de unos segundos, suspiró y se descubrió el rostro con una resignación forzada asomando en su expresión. Intentó pensar con claridad, pero los sentimientos de molestia, confusión y un celo inesperado se entrelazaban, negándose a ser ignorados.

—Agh~... vamos a ver... ¿cómo se supone que sigue este paripé? ¿Voy y le hablo? En serio, papá... ¿qué piensas que puedo hacer para mejorar la situación...? Dios... ahora que lo pienso, misma escuela... cuanto más lo pienso, peor es.—

Ante ese pensamiento miró su celular con las notificaciones de llamadas perdidas y mensajes parpadeando en la pantalla. Con un gesto de indiferencia, lo arrojó a un lado y se quedó tumbado, contemplando el techo inclinado del ático.

—Digamos por un momento que lo intento... que le doy esa oportunidad que papá quiere... ¿cómo lo hago? "¡Ey, Susan! Soy tu hermano y espero que te sientas bienvenida en mi cuarto... quiero decir... tu cuarto." Agh~... no, no creo que sea así.—

Con cierto aire formado por una mezcla de seriedad y sarcasmo, se levantó para ponerse una chaqueta, ajustándola frente al espejo repetidamente, como si se estuviese preparando para un encuentro significativo.

—Hola, Susan... ¿quieres ir a ver una película...? Hay buenas en el cine... No, eso no, suena horrible. De hecho... ¿siquiera le gustará algo decente? No lo se... quizás si compartimos gustos... Umm... ¿quieres ir al karaoke, Susan...? No, eso tampoco.—

Frustrado, se quitó la chaqueta y la lanzó a un rincón, levantando otra nube de polvo, lo cuál lo obligó a contemplar una vez más su alrededor y cansado de ahogarse en polvo, comenzó a limpiar y desempacar las cajas, buscando en el orden de sus pertenencias, sin darse cuenta, una forma de poner en orden sus pensamientos.

—Demonios... esto es ridículo. Entiendo que Susan no pidió esto, que para ella y para papá sea difícil, entiendo todo lo demás, pero ¿por qué debo ser yo quien se adapte? Yo tampoco pedí nada de esto... No necesito una hermana, estaba bien hasta ahora y lo seguiré estando aún si se va... No la necesito...—

Con cada objeto que colocaba en su lugar, Eingel intentaba convencerse de que la situación era injusta e incómoda, y de que no deseaba la cercanía de su hermana. Aún si había algun atisbo de curiosidad o de comprensión, él estaba empeñado en ahogarlo por completo.
Mientras los jóvenes lidiaban con sus propias tormentas internas, los adultos enfrentaban dilemas similares. La experiencia no siempre equivale a tener todas las respuestas, y eso era lo que Darian, el padre de Susan, estaba descubriendo. En la privacidad de su habitación, se dejó caer sobre la cama con un suspiro pesado, mientras, Emma cerraba la puerta con suavidad y se sentaba a su lado, ofreciendo caricias reconfortantes en su espalda.

—¿Ves? No fue tan difícil, ¿verdad?—
—Realmente siento que si lo fue... Susan... ella no dijo una palabra. Y Eingel tampoco está facilitando las cosas. Después de que subieron, intenté hablar con él, pero prefiere mantenerse al margen, solo observando y evaluando la situación.—
—Bueno... en realidad es una reacción natural, no podemos culparlo.—
—Te suplico no darle alas a esa actitud, o todo será más difícil.—
—Dari, comprender no es lo mismo que consentir. No voy a alentar su comportamiento, pero debemos ser empáticos. No te obsesiones con que Eingel lo acepte de inmediato, eso solo lo alejará más. Los jóvenes siempre son un desafío y tienden a resistirse a la autoridad. Deberías saberlo mejor que nadie, ¿no crees?—

De repente, Darian siente cómo un nudo se forma en su garganta, un nudo que se aprieta con cada palabra amable de Emma. Sus palabras, aunque llenas de bondad, rozan las cicatrices de su pasado, recordándole que están allí, latentes. Es una caricia que, pese a su suavidad, despierta un eco de alerta en su alma, un temor que se anida en lo más profundo de su ser.

—Es diferente... mis padres... siempre pusieron sus creencias por encima de todo. Yo tuve que forjar mi propio camino solo...—
—Eingel podría pensar que ahora una chica es más importante para ti. Que le das prioridad y que mientras ella es privilegiada, él debe hacer las cosas por si mismo, solo.—
—Bueno a ver... que tampoco es así.—
—No, pero los chicos a menudo sienten que las niñas son más protegidas, mientras que a ellos se les deja cargar con todas las responsabilidades.—
—Más o menos dicen que así es como es... y creo que pensando así ya empecé mal... ¿verdad?—

Darian intenta bromear, pero la verdad subyacente en sus palabras es innegable. Se sienta, se quita los zapatos y se recuesta, buscando comodidad en la familiaridad de su cama. Emma lo observa con una sonrisa amable, negando con la cabeza ante su dilema.

—Agh... bien, maestra mía. Entonces, ilumíname... ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Ni siquiera sé cómo hablarle...—
—Ese es tu primer error. Solo háblale con normalidad. Eingel tiene razón en una cosa: no conocemos a Susan, no sabemos qué tipo de persona es o cómo la crió su madre, así que poco a poco debemos descubrirlo.—
—Pensar en su madre me preocupa... sabes cómo era esa situación.—
—Agh~... en serio, no eres el mejor para juzgar. Tal vez, al igual que Eingel te cambió a ti, Susan cambió a su madre, Darian. No puedes ser totalmente negativo.—
—¿No...? ¿Y si Eva le contó sobre mí? Si le dijo todo... o solo lo que le convenía. ¿Cómo podría mirarle a los ojos...?—
—Darian, Susan parece cohibida, pero no resentida. Eso significa que te respeta y te valora. No está cerrada a la idea de verte como su padre, solo esta desorientada, su madre murió y con ella la vida que conocía. No podemos estar predispuestos a malas reacciones o verdaderamente las tendremos.—
—¿Cómo logras saber todo eso en solo media hora...?—
-Porque es lo que estudié y es de lo que va mi profesión ¿recuerdas?-

Emma sonríe con una dulzura que ilumina la habitación, su amor por los niños es evidente en cada gesto y cada palabra. Pues ciertamente su vida ha estado dedicada a comprender los misterios de esta etapa fundamental de la vida, y la experiencia le a enseñado a descifrar ese lenguaje no verbal que habla más fuerte que las palabras.

—Cierto... ¿Sabes...? creo... creo que necesitaré de tu sabiduría ahora más que nunca... pero, ¿admites que ella podría odiarme si lo supiera?—
—Dioses Darian, no... Tuviste errores, igual que todo el mundo, al igual que yo. Algunos fueron más feos que otros, pero eso no nos convierte en malas personas...—
—Algunos de mis errores si me convierten en una mala persona honey... Eva sabía de ellos, si Susan sabe... si le cuenta a Eingel...—
—Darian, has hecho cosas de las que te arrepientes, pero recuerda, sin esas experiencias, no estaríamos aquí, Eingel no estaría aquí. Fue difícil... y esto no es diferente. Aprendemos de la vida paso a paso, y verás que todo seguirá adelante. No te atormentes con el pasado; ahora eres un hombre de ciencia, noble y honrado. Tu hijo te ama y has aceptado cuidar a tu hija a pesar de no saber nada de ella. Te preocupas por el futuro. Eso te hace más que una buena persona.—

Emma abraza a Darian, y los ojos de este se humedecen, las sombras de su pasado a veces pesan como una carga inamovible. Cuando eso sucede, la presencia de Emma es un oasis en el desierto de sus conflictos. Especialmente ahora que, cuando creía enterrado su pasado, este resurge de forma tan inesperada y manifestado en una imagen tan difusa.

—¿Sabes honey...? A pesar de todo, estoy agradecido por tenerte, por ayudarme a crecer como persona, como hombre... y como padre.—
—Me alegra escucharlo cariño... Es mi mayor orgullo como tu esposa... somos compañeros, ahora y siempre. Estaré contigo y te ayudaré, como tú me ayudas a mí también, como lo hiciste en el pasado y como lo haces cada día.—

La pareja acercó sus rostros para unirse en un beso suave y tierno, tras el cuál frotaron la punta de sus narices mientras juntaban sus frentes con una sonrisa. La vida para ninguno fue fácil, pero juntos han encontrado la fuerza para avanzar y dejar atrás un pasado de sombras. Con la llegada de Susan, surge un nuevo deseo: evitar los errores del pasado y ofrecerle un futuro mejor. Día tras día, aprendiendo y adaptándose, no será fácil, pero están decididos a construir una familia unida. La vida nunca es fácil, pero es maravillosa cuando se lucha por lo que vale la pena, y ellos están decididos a lograrlo.

Pero... ¿Cuáles son esos errores en su pasado que afligen tanto a Darian? ¿Qué influencias podrían tener estos y la madre de Susan sobre la visión de Eingel con respecto a su familia? Los adultos están demasiado preocupados para notar las malas vibras juveniles... ¿Qué piensa hacer Eingel con sus negativas emociones cuando aún debe convivir con su hermana? A veces los amigos son buenos y malos consejeros para estas cosas. Pero principalmente... con todos estos problemas alrededor ¿Logrará Susan adaptarse a esta nueva vida...? Quizás... o quizás incista en que es demasiado tarde.

Próximo Capítulo: "Un Espacio Entre Nosotros. "

Imagen Bonus: Diseños Conceptuales de Susan y Eingel.

"A pesar de parecer un tanto inapropiado para reunirse con su nueva familia, en realidad no fue una decisión de Susan, como bien confirma su padre en el capítulo al decirle que "Luego del almuerzo irán por sus cosas." Susan no tenía otra ropa que ponerse, ya que así estaba vestida el día en que murió su madre. No tuvo tiempo de cambiarse o tomar un baño durante los 5 días que duraron las investigaciones, pues a pesar de haber tenido la posibilidad de ir a su asa, Susan se negó."

"A pesar de mantenerse tan negativo hacía Susan y estresado con el asunto, Eingel en realidad es alguien muy simple y relajado. Debido a que su padre suele tener una apretada agenda de trabajo suelen planificar las cosas que harán juntos con tiempo de antelación para que ambos puedan estar disponibles. Debido a ello Eingel se sintió molesto con respecto a la situación. Si bien alcanza a ser maduro e inteligente en muchos campos, él sigue siendo un niño de 16 años."

.Fin de la Sección Especial.

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