˚ ༘✶ ⋆。˚013.

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Sesshomaru y Jaken se fueron siguiendo el rastro del cristal que Kagura les había dejado, mientras tanto, en otro lugar cercano, Himeko se acercaba al lugar donde Rin esperaba ansiosamente.

La pequeña niña estaba sentada junto a un arroyo, lanzando piedrecitas al agua mientras le comentaba a su pequeño amigo Kirin que su hermana mayor volvería sana y salva. Rin parecía estar concentrada en lo que hacía, no obstante, dejó de lanzar las piedrecitas cuando ha oído unos pasos acercándose. Rin se levantó y miró hacia atrás, pudiendo cruzar miradas con su hermana mayor.

—¡Himeko! —Rin gritó de alegría y corrió a abrazarla con fuerza—. ¡Estás aquí!

Himeko correspondió al abrazo de Rin con una sonrisa cálida, pero su expresión revelaba una mezcla de preocupación. Kirin, el pequeño animal que las acompañaba, saltó hacia Himeko y se acurrucó en su cuello para darle la bienvenida.

—Rin, Kirin, estoy de regreso. Lamento haberlos dejado de esa forma —dijo Himeko con voz suave, tratando de transmitir tranquilidad a la pequeña niña.

Rin apartó un poco su rostro del abrazo para mirar a Himeko a los ojos.

—La próxima vez, llévanos contigo. Kirin y yo podemos protegerte —dijo Rin con determinación en su voz—. Por cierto, ¿dónde está el Señor Sesshomaru?

Himeko acarició suavemente el cabello de Rin, apreciando la determinación en sus ojos inocentes. Sin embargo, su expresión se endureció cuando ha mencionado a Sesshomaru.

—El señor Sesshomaru ha tenido que ir a otro sitio —respondió Himeko—. No te preocupes, Rin. Él volverá.

—No me preocupa —dijo Rin con una sonrisa—. El Señor Sesshomaru siempre vuelve con nosotras.

Himeko sonrió por la confianza que Rin depositaba en Sesshomaru.

—Tienes razón. Él siempre vuelve —dijo Himeko, sintiendo como la inquietud en su pecho iba disminuyendo.

Rin y Himeko continuaron abrazadas por un momento más, luego se separaron y se acercaron al arroyo para compartir historias mientras esperaban el regreso de Sesshomaru. Mientras ellas compartían historias junto al arroyo, el sol comenzaba poco a poco a descender, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados.

Rin recogió algunas flores silvestres que crecían cerca del arroyo y las colocó sobre el cabello de Himeko, quien sonrió feliz ante esa acción. De repente, el gruñido de Kirin llamó la atención de Himeko. El pequeño animal tenía sus sentidos agudos muy bien desarrollados, por lo que la mujer se puso en guardia; resguardando a Rin detrás de ella.

De entre los árboles emergió una figura femenina, envuelta entre hojas y plumas. Se trataba de Kagura, quien se veía herida y desorientada. Kagura se tambaleó ligeramente, sosteniéndose el pecho donde se notaba una herida sangrante. Sus ojos encontraron a Himeko y Rin, y aunque su expresión inicial fue de sorpresa al verlas, rápidamente se transformó en una mezcla de gracia y tristeza.

—De todas las personas en este mundo, he tenido que venir a encontrarme con ustedes —murmuró Kagura entre jadeos.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó Himeko con voz firme pero compasiva.

Kagura tambaleó un poco más, luchando por mantenerse en pie. Aunque había una chispa de desconfianza en sus ojos, también había un rastro de rendición, como si hubiera llegado al final de sus fuerzas.

—A partir de hoy soy libre —dijo Kagura, quien no dejaba de mirar a Himeko fijamente—. Debería de estar feliz de que por fin puedo alejarme de Naraku. Sin embargo, como puedes ver, no puedo estar feliz —dijo mientras señalaba la herida en su pecho.

—¿Hay algo que podamos hacer? —preguntó Himeko, quien dio unos pasos hacia donde la mujer se encontraba—. Dime si hay algo que podamos hacer. Te ayudaremos.

—¿Por qué lo harías? —preguntó Kagura entre jadeos—. No creo haber hecho algo bueno que merezca de tu ayuda o compasión.

Kagura miró a Himeko con incredulidad, sin comprender por qué alguien estaría dispuesto a ayudarla después de todo lo que había hecho. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, anhelaba desesperadamente un poco de compasión y redención.

—Todos merecemos una segunda oportunidad, Kagura —dijo Himeko—. No importa lo que hayas hecho en el pasado, lo importante es lo que elijas hacer ahora.

Himeko se acercó aún más a Kagura, notando de esa forma que el cuerpo de la mujer comenzaba a desaparecer.

—Ya es tarde —dijo Kagura, sin despegar su mirada de Himeko—. Te daré un consejo, Himeko. No vivas con arrepentimientos. Si hay algo que deseas hacer o decir, hazlo... o puede que sea demasiado tarde.

Himeko escuchó atentamente las palabras de Kagura, comprendiendo exactamente lo que quería decirle. El cuerpo de Kagura se desvanecía lentamente como pétalos llevados por el viento. Himeko extendió una mano hacia ella instintivamente, pero no pudo retenerla.

Kagura se había ido como el viento.

—No viviré con arrepentimientos... —murmuró Himeko para sí misma, dejando que esas palabras resonaran en su mente.

Himeko se quedó allí, reflexionando sobre las palabras de Kagura mientras el sol se ocultaba por completo y la noche comenzaba a caer sobre el paisaje. Fue entonces que, Sesshomaru regresó con ellas. Pero no se encontraba solo, sino que venía acompañado de Jaken y el grupo de Inuyasha.

—Es hora de irnos —dijo Sesshomaru, quien observó brevemente el sitio donde Kagura desapareció.

Himeko, Rin y Kirin no tardaron en acercarse a Sesshomaru, y junto a Jaken iban a comenzar su partida. Sin embargo, Inuyasha detuvo a Himeko antes de que su hermano pudiera llevársela.

—Himeko. ¿Kagura estaba sufriendo? —preguntó Inuyasha, quien sostenía la muñeca de Himeko para que no se alejara.

—Ella sonreía —respondió Himeko mientras observaba la pluma que se iba flotando con el viento.

Inuyasha frunció el ceño, notando la ambigüedad en la respuesta de Himeko. Parecía que había más en esa situación de lo que ella estaba dispuesta a revelar. Sin embargo, antes de que pudiera indagar más, Sesshomaru intervino.

—Inuyasha, no es asunto nuestro —dijo Sesshomaru con su típico tono imperturbable mientras alejaba la mano de su hermano de la muñeca de Himeko.

Inuyasha volvió a fruncir el ceño y sostener la muñeca de Himeko para que ella no se fuera.

—Estoy hablando con ella. No contigo —dijo Inuyasha con voz firme—. Puedes solo irte y dejarme con ella. Después de todo, no te importan los humanos.

Todos sintieron la tensión entre los hermanos mientras Inuyasha y Sesshomaru intercambiaban miradas de desagrado. Himeko y Kagome pensaban interferir, pero Kirin se les había adelantado al morder la pierna derecha del semi – demonio.

Inuyasha soltó un quejido mientras soltaba la muñeca de Himeko, acción que Sesshomaru aprovechó para alejarla de él. Himeko y Sesshomaru se alejaron del grupo de Inuyasha para continuar con la búsqueda del corazón de Naraku y así destruirlo para siempre.

Mientras el grupo de Himeko se alejaba de Inuyasha para continuar su búsqueda, Himeko no pudo evitar reflexionar sobre la breve pero intensa interacción entre los dos hermanos. Ella había notado la profunda tensión que siempre parecía rodearlos, pero también notó la mezcla de inquietud y preocupación de Sesshomaru.

El corazón de Himeko comenzó a latir de manera descontrolada al solo pensar en que Sesshomaru podría tener un interés en ella. Mientras tanto, Sesshomaru mantenía su típica actitud serena, pero en su interior había una tormenta de emociones que lo bloqueaba. El usual Sesshomaru hubiera ignorado a Himeko e Inuyasha. Sin embargo, desde que conoció a Himeko y comenzó a convivir con ella, algo en él había comenzado a cambiar, algo que lo intrigaba demasiado. Pero no estaba seguro de cómo abordar esa sensación.

A medida que avanzaban por el oscuro bosque, el silencio se volvía inquietante. Himeko podía sentir la mirada de Sesshomaru sobre ella en ocasiones, pero cuando intentaba captar su atención, él desviaba la mirada con su típica frialdad.

—¡Oh, mire Señor Sesshomaru! —exclamó Rin, quien iba unos pasos adelantados junto a Jaken—. ¡Hay una cabaña! ¿Podemos pasar la noche allí?

—Espera, Rin —dijo Himeko con tono autoritario, acción que hizo que Rin se quedara inmóvil en su lugar—. Sabes que no puedes acercarte a lugares desconocidos sin que nos hayamos asegurado de que este es seguro.

—Es verdad. Lo olvidé —dijo Rin mientras iba retrocediendo hasta quedar junto a su hermana mayor—. Señor Jaken, lo dejamos en sus manos.

—¡¿Ah?! ¡¿Por qué debería de ir yo?! —exclamó el pequeño demonio—. ¡Himeko ve tú!

Himeko estaba a punto de avanzar, pero Sesshomaru la detuvo al tocar con suavidad su hombro, y con una sola mirada a Jaken, hizo que el pequeño demonio soltara un chillido y corriera a ver si la cabaña era segura.

El pequeño grupo se quedó atrás mientras Jaken se adelantaba para inspeccionar la cabaña. Himeko podía sentir la presión de la mano de Sesshomaru en su hombro, pero no se atrevió a mirarlo directamente, temiendo lo que podría encontrar en sus ojos.

Segundos más tarde, Jaken regresó, informando que la cabaña estaba desierta y que parecía segura para pasar la noche. El grupo decidió refugiarse en la cabaña para pasar la noche, ya que caminar a oscuras solo aumentaría el peligro para Himeko y Rin.

Rin se acomodó en una esquina junto a Kirin y Jaken, mientras que Sesshomaru y Himeko se quedaron en la entrada observando el cielo estrellado que estaba sobre ellos. Himeko podía sentir la presencia de Sesshomaru a su lado, pero había algo diferente en él esa noche. Su usual aire de indiferencia estaba teñido por una especie de inquietud, como si estuviera luchando con algo dentro de sí mismo.

—Señor Sesshomaru... —comenzó Himeko, sintiendo la necesidad de romper el silencio que los rodeaba—. ¿Está todo bien?

Sesshomaru no respondió de inmediato, sus ojos fijos en el horizonte estrellado. Parecía absorto en sus propios pensamientos, como si estuviera luchando por encontrar las palabras adecuadas.

—Sí. Todo está bien —respondió finalmente, su voz firme, pero con un matiz de incertidumbre que no pasó desapercibido para ella.

—¿Está seguro? Pareciera que hay algo atormentándolo —dijo Himeko, quien lo miró fijamente—. Si hay algo que le preocupa, puede hablar conmigo. Siempre estaré dispuesta a escucharlo.

Sesshomaru permaneció en silencio un momento más, como si estuviera considerando las palabras de Himeko. Finalmente, se levantó y alejó de ella, permitiéndole ver una expresión ambigua.

—No necesito hablarte de nada —dijo Sesshomaru con seriedad—. Solo concéntrate en lo tuyo.

Himeko sintió un nudo en la garganta mientras observaba a Sesshomaru alejarse. A pesar de su firmeza exterior, podía percibir la tormenta de emociones que se revolvía dentro de él. Ella pensaba dejar las cosas así e ir a descansar con Rin. Sin embargo, las últimas palabras de Kagura volvieron a retumbar en su mente, por lo que no tardó en levantarse y seguir al demonio.

Avanzó con determinación hacia donde Sesshomaru se había retirado, encontrándolo unos metros más adelante, de pie junto a un árbol, con la mirada perdida en la oscuridad del bosque. Se detuvo a unos pasos de él, indecisa sobre cómo abordar la situación.

Finalmente, Himeko se colocó frente a Sesshomaru y lo miró fijamente con determinación; dispuesta a enfrentar esa inquietante situación que los vinculaba a ambos.

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