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Durante los siguientes días, no hubo señales de Naraku o de alguna otra amenaza que asechara al grupo de Sesshomaru. Todo parecía ir con normalidad, no obstante, un día, la espada de Sesshomaru parecía estar alterada, por lo que él tenía planeado averiguar lo que sucedía.

Jaken quería acompañar a Sesshomaru y alejarse de las humanas, pero Sesshomaru lo obligó a mantenerse junto a Rin y resguardarse en un lugar seguro, mientras que Himeko y Kirin lo acompañarían, pues la joven mujer creía que quedarse a solas con Rin y Jaken podría ser perjudicial para ellos debido a que Naraku la estaba buscando para acercarse a Sesshomaru.

Sesshomaru, Himeko y Kirin caminaron por un par de minutos hasta que los tres se encontraron con el cuerpo de un demonio que, a pesar de no tener cabeza, continuaba moviéndose entre la hierba. Sesshomaru le hizo una señal a Himeko para que se mantuviera alejada, entonces, cuando la chica se quedó quieta en su lugar, Sesshomaru se acercó al cuerpo del demonio que parecía estar pidiéndole ayuda y lo observó detenidamente.

—Señor Sesshomaru —habló Himeko, quien observaba al demonio en el suelo—, ¿esto es lo que su espada buscaba?

Sesshomaru estaba por responder, pero la repentina presencia de su hermano lo hizo mantenerse callado. Inuyasha había llegado al lugar acompañado de Kagome, sus amigos y del hijo del demonio que anteriormente pedía por ayuda.

—Sesshomaru —dijo Inuyasha cuando lo vio cerca del demonio—, ¿por qué estás aquí?

—No tengo razones para responderte.

Sesshomaru miró a Himeko, quien todo ese tiempo había estado observando en silencio, y le indicó que era momento de irse.

—¡Espera, Sesshomaru! —exclamó Kagome, cuando notó las intenciones del demonio de irse—. Tu espada, la Tenseigan. Tiene la habilidad de volver a la vida, ¿no? —preguntó, pero Sesshomaru no le respondió—. Por favor, usa la Tenseigan para salvar al papá de este niño...

—Eso no me concierne.

—¡Por favor, Sesshomaru!

—Es inútil, Kagome —dijo Inuyasha—. Sesshomaru no es una buena persona que va salvando gente. Él no tiene corazón, además, para él la Tenseigan es un inservible pedazo de basura.

—Te equivocas —dijo Himeko, quien no tardó en acercarse a Inuyasha y mirarlo de mala manera—. No hables mal del Señor Sesshomaru. No conoces nada de él.

Inuyasha y Himeko se miraron con desconfianza, con chispas de tensión en el aire. Kagome intentó calmar la situación, sabiendo que la confrontación entre los dos podía escalar rápidamente.

—Por favor, chicos, no peleen —dijo Kagome—. Estamos aquí para ayudar a este niño y a su padre. Si Sesshomaru puede hacer algo para salvar al demonio, eso sería lo mejor.

Pero Inuyasha y Himeko continuaron mirándose con intensidad. Sesshomaru, por su parte, se mantenía imperturbable ante la discusión. Observaba con su usual expresión fría y distante, pero algo en sus ojos indicaba que estaba tomando en cuenta lo que sucedía a su alrededor.

El niño demonio, el hijo del cuerpo inerte en el suelo, miraba a Sesshomaru con lágrimas en los ojos. No comprendía la tensión en el ambiente, pero sabía que la Tenseigan de Sesshomaru tenía el poder de devolver a la vida a su padre.

Himeko, finalmente, se apartó de Inuyasha y se acercó a Sesshomaru. Le habló en voz baja, pero con firmeza:

—Señor Sesshomaru, sé que piensa que esta situación no le concierne, pero, por favor, considere usar la Tenseigan para salvar al padre de este niño. Después de todo, la espada lo atrajo hacia él.

Sesshomaru la miró por un momento, como evaluando sus palabras. Ella tenía razón, la Tenseigan lo había traido hasta ese lugar por alguna razón, así que, dejó de dudar y sacó su espada para eliminar a los mensajeros del otro mundo que habían ido a llevarse el alma del demonio.

Después de un momento, el demonio revivió y se levantó como si nada le hubiera sucedido. Observó a su alrededor, agradeció a Sesshomaru por haberlo revivido y comenzó a contar su experiencia con la muerte.

El grupo de Inuyasha escuchaba atentamente, en cambio, Sesshomaru, Himeko y Kirin se alejaron sin decir una palabra. Sesshomaru no habló durante un buen rato, pero finalmente, rompió el silencio y dijo:

—Himeko, debo de dirigirme a otra dirección.

—¿La Tenseigan lo está llevando a otro lado? —preguntó Himeko con curiosidad—. ¿Dónde iremos?

—Nosotros no iremos a ninguna parte —dijo con su usual tono de frialdad—. Tú regresarás con Jaken y Rin. Yo iré solo.

—¿Qué sucede si Naraku envía a alguien? —preguntó Himeko, quien detuvo brevemente su caminata—. No quisiera que Rin estuviera en peligro por mi causa.

—Eso no sucederá. Naraku no enviará a nadie.

—¿Cómo está tan seguro de eso?

Sesshomaru miró fijamente a Himeko, sus ojos dorados brillando con intensidad. Aunque su voz seguía siendo fría y distante, había cierta determinación en sus palabras cuando respondió:

—Porque me aseguraré de que eso no suceda.

Himeko asintió, entendiendo las palabras de Sesshomaru.

—Lo entiendo —dijo al momento en que veía como Sesshomaru iba a continuar su camino. Sin embargo, antes de que eso sucediera, Himeko volvió a detenerlo al tomarle delicadamente de la mano—. Señor Sesshomaru —lo llamó con un tono dulce que hizo que el cuerpo del Demonio se sintiera un poco tenso—, tenga mucho cuidado y vuelva con nosotras.

La mirada fría y distante de Sesshomaru se había suavizado ligeramente mientras la observaba. A pesar de su reputación de ser un demonio implacable, algo en la presencia de Himeko había logrado tocar una parte de su ser que rara o tal vez nunca había sido mostrada.

—Himeko —murmuró, sintiendo la calidez de su mano en la suya—, no te preocupes por mí. Yo siempre regreso.

Himeko sintió un alivio en su pecho al oírlo mencionar esas palabras. Ella lo miró con una sonrisa y antes de soltar su mano para dejarlo ir, le dijo:

—Estaré esperándolo.

Sesshomaru solo la observó por unos segundos y luego se liberó suavemente de su agarre. Y así, sin decir una palabra más, se dio vuelta y se alejó en la dirección que la Tenseigan lo guiaba. Himeko lo observó hasta que su gran figura masculina desapareció de su vista. Ella soltó un pequeño suspiro y comenzó a dirigirse hasta el lugar donde Rin se encontraba esperando.

Tan solo bastaron unos cuantos minutos para que Himeko llegara con Jaken y Rin, quienes al ver a Himeko sola, se han preocupado y preguntado en donde estaba Sesshomaru.

—¡¿Qué fue lo que hiciste con el amo bonito?! —gritó Jaken, quien sostuvo su báculo y lo apuntaba hacia la mujer—. ¡Habla o pondré tu cabeza en esta arma!

—Tranquilízate, Jaken —dijo Himeko mientras acariciaba a Kirin, pues este se había alterado al ver que su "dueña" estaba siendo amenazada—. El señor Sesshomaru solo ha ido a otra dirección. Él volverá.

Jaken todavía estaba visiblemente molesto y preocupado, pero al escuchar las palabras de Himeko, bajó su báculo y suspiró aliviado.

—Seguramente el amo bonito se cansó de cuidar de estas dos humanas —dijo Jaken mientras suspiraba—. Él no volverá. Las ha abandonado.

—Eso significa que usted también ha sido abandonado, Señor Jaken —dijo Rin con un tono de burla, lo cual provocó que Jaken se tensara.

—¡Eso no es verdad!

—¿Entonces por qué el señor Sesshomaru no vino por usted?

—Porque... Porque... ¡Ah, humana cierra la boca!

—No molestes al pequeño Jaken, Rin —dijo Himeko.

Rin dejó de molestar a Jaken y se sentó en el suelo junto a Himeko. La tarde se iba tornando en noche, y Sesshomaru no regresaba. Pasaron horas en relativa calma. Rin, Kirin y Jaken se habían dormido cerca de la fogata que Himeko había preparado para pasar esa noche fría. Fue entonces que, cuando la luna estaba en su punto más alto en el cielo estrellado, Sesshomaru regresó.

Apareció de entre las sombras con su característica gracia silenciosa y Himeko al notar su presencia se puso de pie para recibirlo con una sonrisa. La pequeña angustia en el pecho de la chica se había esfumado por completo cuando lo vio.

—Bienvenido de regreso. ¿Cómo le ha ido?

—Me encontré con Naraku —dijo Sesshomaru, ocasionando que el cuerpo de Himeko se tensara—. He peleado con él, pero huyó cuando estaba por ser vencido.

—Eso significa que continuará asechándonos.

—Es posible, pero su fuerza ha comenzado a disminuir. Así que no será problema para nosotros.

Himeko sintió una cálida sensación en su pecho cuando escuchó la palabra «Nosotros», pues eso significaba que Sesshomaru, quien, a pesar de su usual frialdad, demostraba en ese momento que se preocupaba por su seguridad y la de los demás. Ella colocó una mano en su brazo, sintiendo el calor que emanaba de su piel.

—Gracias por protegernos, Señor Sesshomaru —dijo Himeko con gratitud en su voz.

Sesshomaru la miró fijamente, en silencio. Fue entonces que volvió a sentir esa extraña, pero agradable sensación en su pecho. Él acercó su mano hacia el rostro de Himeko y lo acarició con suavidad, ocasionando que lo que sentía se volviera más fuerte. Himeko se quedó sin aliento cuando Sesshomaru acarició su rostro con esa inesperada ternura. Sus ojos dorados se encontraron con los de ella, y en ese momento, todo pareció detenerse a su alrededor.

La noche estaba tranquila, y la luz de la fogata iluminaba suavemente el lugar donde se encontraban. Sesshomaru comenzó a querer más mientras observaba a Himeko, pero antes de que algo más sucediera, se detuvo y se alejó de ella. Himeko observó confundida como Sesshomaru se alejaba. Ella quería una explicación ante esa repentina acción, sin embargo, se mantuvo callada y volvió a sentarse junto a Rin y Kirin, pues no quería incomodar a Sesshomaru.

Tal vez en otro momento tendría alguna respuesta.

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