Capítulo 34

Thoma estaba preocupado desde el momento en el que leyeron la carta. No podía ser que, después de todo lo que habían hecho para poder viajar tranquilos un tiempo, demandasen de nuevo que Ayato compareciera. ¿Por qué no podían dejar que el líder del Clan Kamisato descansase un poco? Serían los hombres y ancianos más capaces de Inazuma, pero en cuanto a pensamiento por el prójimo, dejaban mucho que desear.

Desde que habían zarpado, los dos hermanos estaban en sitios diferentes. Ayaka se había ido a la proa del barco, viendo como avanzaban y Thoma sabía que estaría perdida en sus pensamientos. Ayato, por su lado, se había ido a su camarote. Fue a este último donde Thoma acudió, desde que se habían declarado no habían podido pasar demasiado tiempo juntos, excepto en la noche y no quería dejarlo solo, su señor tendía a pensar demasiado.

Llamó a la puerta con los nudillos al llegar sin recibir respuesta alguna. Abrió con cuidado y, como se imaginaba, Ayato estaba sentado en la cama, con la mirada perdida en el suelo y sin escuchar nada de lo que pasaba a su alrededor. Ya se podía estar quemando el barco que él no salía de sus pensamientos.

El amo de llaves cerró la puerta y, por si acaso, la aseguró para que nadie pudiese abrir desde fuera, aunque por lo que había visto en el anterior viaje y en el que estaban haciendo, tanto Beidou como su tripulación eran muy respetuosos con los que viajaban con ellos, Kazuha los conocía bien y los había avisado de ello.

Se acercó hasta estar delante de Ayato y sentarse a su lado, colocando una mano encima de las entrelazadas de Ayato que mantenía entre sus piernas. Al sentir el toque de aquella piel que amaba, el peliazul parecía salir de sus pensamientos y miró a su acompañante.

–Thoma... –Ayato no necesitó más, giró su cuerpo hacia su pareja y escondió el rostro en su cuello.

–Sabía que estabas pensando demasiado... ni siquiera te has dado cuenta de que había entrado –Thoma no tardó en llevar las manos al pelo de su señor, acariciándolo con cariño.

–Estoy preocupado y molesto... ni siquiera hemos podido disfrutar de nuestro viaje, cuando ya me piden que vuelva rápidamente –el suspiro que salió de entre sus labios chocó contra la piel del cuello de Thoma e hizo que este se estremeciese.

–Desearía no tener que hacerlo... pero me importas más tú... tiendes a encerrarte demasiado en ti mismo cuando pasa algo como esto y no quiero que lo hagas, ahora menos que nunca... me tienes a tu lado como mucho más que un amigo o un amo de llaves, Ayato –el haberse dicho lo que sentían el uno por el otro, parecía haber llevado su confianza a un grado mucho más alto que antes.

Ayato se separó del cuello de aquel hombre que amaba y lo miró a los ojos, siempre se había perdido en la mirada verde de Thoma, algo que le recordaba a la tranquilidad que amaba y la esperanza de tener todo lo que deseaba en su vida... por mucho que le costase conseguirlo. Quizás el tenerlo en su vida como algo más que su mejor amigo, le estaba diciendo que era el momento de luchar por ello.

–Siempre estás preocupado por los demás, te hemos dicho mil veces que también lo hagas por ti, debes cuidarte a ti mismo –esas palabras provocaron la risa del contrario.

–Me parece estar escuchando a Gorou traduciéndome los ladridos de Taroumaru –aquellas débiles risas, hicieron sonreír a Ayato. Al menos, Thoma se sentía mejor con ello.

–Entonces deberías hacernos caso, si hasta un perro al que adoras te está diciendo que lo hagas, es porque hasta él se ha dado cuenta –Ayato había llevado sus manos hacia la nuca de Thoma el cual acariciaba allí con sus finos y largos dedos.

–Está bien, pero lo primero siempre vas a ser tú... ¿quieres descansar? Puedo quedarme contigo, echo de menos estar contigo y más cuando estás en este estado en el que, si te dejo solo, vas a volver a pensar de más –lo conocía tan bien, que había dado en el clavo, Ayato dejó caer la cabeza, derrotado por su amo de llaves.

–Está bien, me has pillado, así es –no dijo nada más y solo tiró de chico abrazándolo por el cuello como lo tenía para que se tumbase a su lado en la cama, mientras sus labios se encontraban y daban paso a uno de esos besos que los dos tanto deseaban y esperaban por darse.

Solo en aquel momento, donde solo eran ellos dos, Ayato se olvidó de todo y de quién era y se permitió el acurrucarse en el pecho de su amo de llaves, mejor amigo y pareja. Thoma solo sonrió, hizo que las sábanas los tapasen por completo a ambos y lo abrazó con protección. Allí, bajo el calor que les proporcionaba aquella tela, los dos cerraron los ojos, cómodos por estar el uno con el otro.


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