Capítulo 29
Al escuchar que Kaeya huía de Jean, incluso el cuerpo del propio Thoma, tuvo un escalofrío. Conocía bien la furia de su amiga y de no haberse ido a Inazuma, él también huiría de ella cuando estuviese enfadada. Ayato, al notarlo, sin que nadie lo viese, rozó su mano con la de su amo de llaves y novio para que este lo mirase y le sonrió. Él sí sabía cómo calmarlo.
–¿Qué le has hecho a Jean para que se enfade contigo? –Paimon fue la primera en preguntar lo que todos estaban pensando.
–Todo tiene que ver con Klee– todos los que conociesen a la pequeña sabían que nada bueno podía salir de ello.
–Ay no... –Aether se llevó una mano a la cabeza imaginándose por dónde iba todo.
–Hoy me tocaba cuidarla a mí, pero tal y como es ella os podéis imaginar lo que pasó. La llevé a dar un pequeño paseo por el lago... me despisté solo un momento... y cuando me quise dar cuenta... solo pude evitar una parte del daño, consiguió explotar una parte de sus bombas en la orilla – Kaeya se encogía al recordarlo. –Cuando volvimos pensé que podía evitar que Jean se enterase, pero esta mujer tiene oídos en todas partes y, de pronto, Klee me vino corriendo diciendo que Jean se había enterado de lo que había pasado. Ella ya había sido castigada, pero me estaba buscando y me dijo que huyese... por eso salía corriendo así de la sede– el peliazul se veía como un niño pequeño a punto de ser regañado, pasar tanto tiempo con Klee le estaba afectando.
–Deberías haber aprendido que, con Klee, no tienes que despistarte ni un solo momento. Es capaz de poner una bomba en segundos y está obsesionada con la pesca explosiva– Aether conocía demasiado bien a la pequeña y, más de una vez, había sufrido en sus carnes lo que era tener que cuidarla.
–Lo sé...– algo quedaba claro, Kaeya no volvería a perder de vista a la pequeña niña mientras le tocase cuidarla.
–Perdonad que moleste... ¿pero por qué teméis tanto a Jean y Klee? Las dos las conocí el primer día, Jean me pareció alguien elegante y calmada y la niña me pareció encanto –Ayaka miraba ambos como queriendo saber si se le escapaba algo.
–Eso es lo que parece al principio. Al menos, cuando yo aún vivía aquí, Jean ya era una chica de armas tomar, nunca te atrevías a llevarle la contraria –Thoma empezó hablando de lo que recordaba de Jean cuando eran niños.
–Te aseguro que, como la Gran Maestra Intendente, es mucho peor. Se preocupa por todos y siempre intenta hacerlo todo bien hasta el punto de caer enferma, pero Alice dejó a Klee al cuidado de Albedo y de los Caballeros, algo que Jean se toma muy en serio y cuida de la niña y la educa lo mejor que puede. Por desgracia para ella, aunque todos nos sentimos también orgullosos de ello, Klee ha heredado el carácter libre y explosivo de su madre, por lo que siempre está poniendo bombas por todos lados y causa numerosos daños haciendo que Jean tenga que ir detrás de ella arreglándolo todo. Por eso, acaba castigada y no le tiembla la mano a la hora de regañar... por eso huyo de ella– Kaeya explicó todo de forma que los hermanos entendiesen lo que había pasado y porque la temía tanto.
Todos empezaron a hablar entre todos. Es verdad que, habían conocido a Kaeya el día en el que habían llegado, en la fiesta de bienvenida de la noche, pero no habían podido hablar mucho con él porque no tardó en emborracharse con el bardo llamado Venti. Pero estaban descubriendo que era una gran persona con grandes dotes para la comunicación, era amable y siempre intentaba hacer reír a todos los que lo rodeaban. El paseo por la Meseta se les hizo corto y pronto se encontraron de camino al Viñedo.
–¿Creéis que Diluc estará allí? La noche en la que lo conocimos, hablé un poco con él y hay algo que me gustaría acabar de concretar –Ayato se mostraba tan misterioso con ese tema que incluso Thoma lo miró curioso. Este, sin que nadie se diese cuenta, le sonrió guiñándole un ojo.
Aether iba a responder cuando notó un pequeño cambio en el semblante y la forma de caminar de Kaeya.
–Quizás, nunca se puede estar seguro de donde está, pero suele pasarse el tiempo en el Viñedo así que es posible –dijo el rubio sin perder de vista al peliazul que parecía estar... ¿preocupado?
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