seis

—¡Lo tengo!—anuncia Erick en cuando sube al auto.

Mis ojos se encuentran con los suyos.—Buenos días al menos ¿no?—bromeo.

Él se echa a reír antes de acercarse a mí para dejar un beso sobre mi mejilla.—Buenos días, Dan.—saluda lanzándome una pequeña sonrisa cargada de disculpa.—Te decía, creo que he encontrado la razón por la cual estoy atrapado de alguna manera en el cuerpo de Christopher…

—No entiendo.—respondo en voz baja.—¿Cuál se supone que es la razón…?

—Su madre.—anuncia.—Anoche cuando volví a casa la encontré en la sala. Parecía estar llorando así que me acerque a ella y le pregunté que le pasaba…primero pensé que no me lo diría, ya sabes, se supone que lo sé…pero al final de cuentas me lo dijo y…—niega un poco.—Tú conoces a Christopher como la palma de tu mano…

—Ajá…supongo.—Asiento lentamente.

—Ajá…—me imita él.—Entonces tú conoces la historia de su vida o algo parecido…

—Erick yo no creo que…—comienzo pero su voz me interrumpe.

—Sí, lo entiendo.—acepta.—No debería inmiscuirme pero creo que esta es la razón por la cual estoy aquí…—hace una pausa.—Su madre parece extrañar a su padre lo suficiente como para recordarlo y…llorar…

—Los padres de Chris se divorciaron hace mucho tiempo.—respondo en voz baja.—El padre se mudó a uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, se volvió a casar y ahora tiene nuevos hijos…Christian y Cristóbal…

Las cejas de Erick se fruncen de inmediato.—Vaya…que hombre tan creativo.

—Chris lo odia, en verdad…

—Pues ahí está, más a mi favor…

—Erick…no creo que querer jugar al hada madrina con los problemas familiares de Christopher sea la solución…—deduzco.—Mira…estoy completamente seguro que esto no tiene nada que ver.

—Pero yo…—niega.—No quiero ser el hada madrina de nadie, solamente pienso que tal vez esto es lo que está pasando, tal vez este es mi propósito…sé que no debo meterme ni alterar la vida de mis huéspedes, créeme y no es que lo haga de todos modos. Pero el día que paso dentro de sus cuerpos trato de hacer algo realmente significativo porque para mí es…

—¿Volver a vivir…?—cuestiono.

Sus ojos verdes me contemplan fijamente por lacónicos segundos.—Sí. Eso es lo que significa…

—Vaya…

—Está viva, Danna.—responde.—No tienes que pasar por estas cosas nunca…

—Y dudo mucho que cuando muera vaya a convertirme en un alma viajera como tú de todos modos.—reflexiono.

—Tal vez haya que hacer que valga la pena ¿no crees?—me quedo en silencio un largo momento antes de colocar mi mano encima de la suya.

—Sí.—asiento.—Pero ahora…Erick…o Christopher, como sea…tenemos que ir a la universidad. Faltar un día es suficiente…

Él me sonríe. Y aunque físicamente puedo ver a Christopher cuando veo a sus ojos todo lo que puedo hacer es perderme en el profundo verde de su mirada. No es Christopher. Es Erick.
—Creo que sí…

(…)

—Lo que estoy diciendo es que… ¿no es extraño?—cuestiona anclando sus ojos en Christopher-Erick que corre de un lado al otro como si no tuviese ni idea de que es lo que tiene que hacer.

—No.

—Tu novio parece que esta drogado o algo así.—anuncia.

Suspiro.—No lo creo.

—Dios, Dan…por lo visto estás más drogada tú.—se rio en voz baja y niega.—Míralo ahí…no se parece en nada al chico engreído que todos conocemos, ese no es nuestro Christopher…

Llevo mis ojos hasta Mariel y niego lentamente antes de volver mi atención a Erick. Lo veo frenar sus pasos, coloca sus manos en sus caderas y  lleva su atención hacia donde estoy. Mi corazón se acelera cuando lo veo sonreír en la distancia y luego agita una de sus manos a modo de saludo. Me hace una pequeña señal mientras se echa a correr en dirección a la pequeña cerca de metal que separa las gradas del campo de juego.

Me pongo de pie caminando en dirección a él e ignorando las palabras de mi amiga me alejo.—¿Qué es lo que te pasa? Juegas futbol pésimo…—anuncio y sus cejas se fruncen.—Si sigues así todo el mundo se dará cuenta que no eres él…

—¿A quién demonios le importa el futbol?—reclama alzan una de sus cejas.

—Er…—comienzo.

—Me estoy muriendo de hambre. No sé cómo diablos Christopher aguanta esto…—me rio.

—Bueno, Christopher es un atleta…—le digo y me lanza una mirada furibunda.—Supongo que eso lo explica…

—Mataría por una rebanada de pizza…—me echo a reír de nueva cuenta.

—¿Vienes?—pregunto tendiéndole mi mano.  Su mano enfundada en un guante blando toma la mía y asiente.

—Obviamente sí.—responde sin dudarlo ni un solo momento.

—De acuerdo, de acuerdo.—hago una pausa.—Entonces ve a los vestidores y te veré en la entrada del campo de juego en diez minutos…

—Hasta entonces…

Me quedo en silencio mientras veo a Erick correr en dirección a los tuneles que conducen a los vestuarios de los jugadores justo debajo de las gradas. Cierro mis ojos un breve segundo y cuando una risita se hace presente los abro de inmediato. Joel está mirándome fijamente con una sonrisa burlona en el rostro.

—Hermanita…—saluda mi primo.—¿Qué haces acá…?

—Christopher juega aquí y vengo a sus entrenamientos por si no lo recuerdas.—respondo.

—Lo sé.—asiente.—Y justamente de él quería hablarte…

—¿Qué pasa con Chris?—quiero saber.

—Pues eso es precisamente lo que quiero saber.—anuncia colocando sus manos en sus caderas.—No lo reconozco. Lleva dos días comportándose condenadamente rarísimo. ¿no te lo parece…?

Llevo mis ojos a los túneles por los que Erick se ha perdido antes de volver a mirar a Joel y negar rotundamente esperando a que él me crea.—No, la verdad es que no.

—Ah, ¿en serio?—pregunta.—Porque tengo la impresión de que sí lo haces…

—No tengo porque darte explicaciones de las cosas que hago o de las que no hago, Joel.—anuncio sin más.—De todos modos, yo no controlo a Christopher. Él no me cuenta todas su cosas y creo que es algo que sabes de sobra…estoy seguro que sabes mucho más que yo ¿no es así…?

—Pues puedes decir lo que quieras pero me da la impresión de que algo está pasándole. Parece mucho más idiota que de costumbre.—me encojo de hombros.

—La verdad es que no.—hago una pausa.—Pero si quieres puedo preguntárselo, tal vez me diga…

—Claro.—lo miro cambia el peso de su cuerpo de pie pero se mantiene en silencio algunos segundos antes de volver a hablar.—¿Va a irse, no es así…?—pregunta.

—Sí.

—Tal parece que a tu novio le importa una mierda todo ¿no es así…?—me encojo de hombros.

—Christopher es así.—decido sin más.

—¡Pimentel!—exclama la voz del entrenador previa al sonido de su silbato. Alzo una ceja en dirección a Joel y él niega un poco.

—Tengo algo que hablar contigo pero claramente este no es un buen momento.—responde antes de dar media vuelta.—Te veré esta noche en tu casa…

—Como sea.

Lo veo marcharse a trote y doy un salto cuando una mano se posa en mi hombro. Me giro sobre mis talones y me encuentro con los ojos verdes de Erick y la sonrisa de Christopher.—Vamos me muero de hambre…

El viaje a la pizzería es silencioso a excepción de la voz de Lewis Capaldi en la radio.  Hold Me While You Wait es una de mis canciones favoritas en el mundo y por lo general cuando la escucho las ganas de llorar se apoderan de mi cuerpo, pero…no pienso echarme a llorar frente a Erick. ¡Admitámoslo, el hombre es arte puro y nadie podría negarlo aunque quisiera hacerlo! Lewis, quiero decir.

 Aprieto mis manos alrededor del volante mientras conduzco.—¿Te pasa algo…?

—Joel quiere saber qué es lo que te pasa.—respondo sin más.

—Pero no me pasa nada. Estoy bien.—niego un poco.

—Me refiero a Christopher. Él quiere saber qué le pasa a Christopher porque parece estar demasiado extraño últimamente.—Erick se queda en silencio un breve segundo.—Erick…

—¿Eso es malo, verdad?—cuestiona.—Porque eso significa que él está sospechando algo…

—Bueno, básicamente lo es…

—Vaya…—murmura en el momento en el que entro en el pequeño estacionamiento del establecimiento.

Bajamos del auto y caminamos dentro eligiendo la mesa más alejada del resto. Nuestras charlas se considerarías raras de todas las formas y atraer la atención no es algo que queramos hacer de todos modos.

—Quiere hablar conmigo hoy…—respondo cuando ordenamos nuestra pizza y la camarera se va prometiendo volver pronto con nuestras bebidas.

—¿Qué crees que quiera…?—pregunta. Me encojo de hombros.

—No lo sé pero por el tono que usó no creo que sea nada bueno ¿sabes?—hago una pausa.—Joel por lo regular es un completo idiota, con Christopher y Zabdiel son mejores amigos y son el tipo de chicos que lanzarían un cadáver al fondo del océano con tal proteger a sus amigos…

—Oh.—hace una pausa.—¿Crees que tenga que ver algo con Chri…?—las palabras de Erick cesan en el momento en el que me encojo de hombros.—Bueno…pues sea lo que sea que él quiera decirte…estaré acá.

Una pequeña sonrisa se forma en mis labios mientras niego lentamente.—Gracias, Erick.—respondo colocando mi mano encima de la suya que descansa sobre la mesa. Ignoro la sensación que embarga mi cuerpo de un momento a otro y una pequeña sonrisa se abre paso en sus labios.—Estoy comenzando a acostumbrarme a ti y solo han pasado tres días desde que llegaste…

—¿Eso es malo?—pregunta.

—Sí.

—¿Sí?

—Sí.—asiento.—Porque cuando tengas que irte todo va a ser raro con Chris…no estarás ahí y él volverá a ser el mismo Christopher de siempre…

—Me quede pensando un segundo en lo que dijiste en la mañana.—hace una pausa.—Creo que sé la razón por la cual sigues con Christopher…

—¿Y según tú cual es la razón, sabelotodo?—se ríe.

—No quieres lastimarlo.—responde en voz baja.

—Erick, no creo que…

—Porque ya lo han lastimado demasiado. La separación de sus padres, él haciendo una nueva vida, casándose, teniendo más hijos que encima casi llevan su nombre…—murmura con lentitud.—¿No crees que puedas causarle más daño, no es así…? Por eso aguantas lo mejor que puedes a su lado, lo estás protegiendo…incluso aunque tengas que perderte a ti misma en el proceso…

—No me estoy perdiendo, Erick.—respondo.

—Me parece que sí.—pausa.—Porque si no lo estuvieses haciendo entonces pondrías primero tu felicidad en lugar de la de él…

—Er…

—¿Y eso se llama felicidad de todos modos? Ser un patán…

—¿De qué estás hablando, Erick?—cuestiono apartando mi mano. Mis ojos se encuentran con los suyos pero parece que me está observando con demasiada suavidad como si fuese demasiado frágil o delicada para hablarme con la verdad. Como si tuviese miedo de lastimarme.—Erick…

—Ayer estuve vagando en la computadora de Christopher…—anuncia.

—¿Qué?

Niega un poco.—Solo confía en mí ¿sí? Christopher no es lo que tú crees, Danna…

—Dímelo.

—Dan…—niego.

—Dímelo, Erick. ¡Maldita sea!

—Christopher te ha estado engañando.—suelta sin más.—Cuando encendí la computadora comenzaron a llegar mensajes…de Joel, de Zabdiel, de un montón de chicos más que reconocí hoy en el entrenamiento.—hace una pausa.—Pero también había chicas, entre ellas una llamada Mariel…ella le dijo que lo vería en la fiesta de Zabdiel para repetir lo que pasó el otro día, Christopher le dijo que no pero ella seguía insistiendo, después él...

—Mariel…—repito.

—Dan…—cierra sus ojos un segundo.

—¡Es que como pude ser tan malditamente estúpida!—respondo.—¡Era tan obvio!

—Danna…—comienza de nueva cuenta poniéndose de pie. Se desliza en el sillón en el que estoy y sus brazos me rodean con fuerza cuando las primeras lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.—Decirte que no llores no va a solucionar nada pero sí servirá para que liberes todo lo que sientes y que te hace mal…así que hazlo. Llora todo lo que tengas que llorar…
 
 

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