dos
Abro los ojos de golpe y un gemido de dolor escapa de mi garganta. ¡Por el amor de Dios! Mi cabeza está a punto de explotar por un palpitante dolor que me hace querer volver a morirme y niego un poco. Hacía tanto tiempo que no había tenido un huésped que ya ni siquiera recordaba cómo era tener uno. Algo andaba mal y no tenía ni la menor idea como es que la energía de mi huésped había terminado por atraerme pero ahí estaba.
Soy Erick y soy un alma viajera.
Una de esas almas que estaban destinadas a pasar el resto de sus días yendo y viniendo de un lado al otro. Como alma tenía la fortuna –o tal vez la desgracia- de tener mucho tiempo libre. Generalmente paso el rato observando a los humanos e imitando algunas de sus acciones. Porque sí, adoro imitarlos. Adoro aprender de ellos. Como humano había tenido una vida plena y feliz –quería suponer al menos- pero había pasado mucho tiempo desde entonces.
Ahora andaba por ahí y de vez en cuando tenía la oportunidad de tener un huésped para volver a vivir aunque solo fuese por un día. Regularmente soy yo quién los elige pero ahora estaba en un cuerpo que no había elegido en absoluto y no entendía el porqué. De todas maneras no pensaba quejarme; tenía la oportunidad de vivir una vez más y probar algunas cosas que había aprendido desde su lugar.
Aunque fuera un solo día.
Me siento sobre la cama y miro mis manos…o sus manos, lo que sea, un breve momento. Tatuajes. ¡Joder, tengo tatuajes! Llevo mi atención hasta la mesa de noche cuando el despertados comienza a sonar y mis cejas se fruncen. Estiro mi mano y tomo la fotografía que descansa a un lado. Entonces me miro –o a él- en compañía de una chica castaña y bonitos ojos miel. Una boba sonrisa aparece en mis labios y niego lentamente volviendo a colocarla sobre la mesilla antes de apagar el despertador finalmente.
Me pongo de pie y camino a lo que se supongo que será el cuarto de baño.
Detengo mis pasos delante del espejo y contemplo mi reflejo un largo momento. Tez blanca. Cabello castaño con algunos reflejos rubios –un toque que me gusta de alguna manera-. Nariz respingada. Labios gruesos y rosas. Ojos verdes.
—Oh, vamos, Erick. ¿Verdes de nuevo?—me reclamo a mí mismo.—Bien…supongo que si me dan a elegir entre morir y tener ojos verdes prefiero los ojos verdes…—Largo un suspiro y toco mi nuevo rostro lentamente.—Dios mío, no sé qué fue lo que le hiciste a tu cuerpo pero te juro que no te amas…
—¿Christopher?—la voz de una mujer llama del otro lado. Pestañeo un par de veces.
—En el baño.—respondo.—Pero no entres, estoy desnudo.—me apresuro a decir.
—¡Se hace tarde para la universidad!—reclama la voz.—Te dije que no era una buena idea salir anoche. Danna seguramente no tarda en llegar y tú ya vas tarde, Christopher Vélez…
—Christopher Vélez…—susurro para mí mismo.—Así que tú eres Christopher Vélez…
Media hora después camino con pasos lentos fuera de la habitación. La casa es linda, tengo que admitir. La dueña tiene buen gusto, nadie lo puede negar. Inspiro con fuerza cuando llego al pie de las escaleras y con cuidado desciendo lentamente.
Una mujer de mediana estatura aparece dentro de mi campo de visión y freno mis pasos de golpe.—Vamos, se hace tarde…—reclama colocando sus manos en sus caderas. Asiento lentamente.—Hey, Vélez…—me detengo de nueva cuenta.—¿Qué pasa con mi beso de buenos días?—cuestiona entrecerrando sus ojos.
—Lo siento.—susurro acercándome a ella para dejar un beso sobre su frente.
—¿Qué le pasa a tus ojos…?—pregunta.
—Eh…nuevos lentes de contacto.—respondo de golpe mi bien ensayada respuesta.—Están muy de moda entre los chicos de mi edad…—me excuso.
—Vaya…—se ríe.—Supongo que el verde queda bien en ti…
—Gracias.—murmuro.—Eh…supongo que se me estará haciendo tarde para la universidad así que yo supongo que…me voy…
—¿Qué Danna no pasará por ti hoy?—cuestiona.
Frunzo mis cejas.—Oh, sí. Claro, Danna.
—¿Te pasa algo?—cuestiona sin más.—Pareces bastante extraño, Christopher…
—Soy Christopher…—susurro para mí mismo pero no lo suficientemente alto para que ella no me escuche.
—¿Amor, estás bien?—pregunta colocando el dorso de su mano en mi frente.—Pareciera que estás…confundido. ¿Estás seguro que estás bien?
—Estoy más que bien.—anuncio.—Solo…me duele un poco la cabeza…
—Tendrás resaca, supongo.—se queja.—Pero bueno, supongo que me sirve de nada decirte que no fue una buena idea…
—Claro.—asiento.
El sonido de un claxon se hace presente.—¡Esa es Danna!—anuncia su voz mientras deja un beso sobre mi mejilla.—Recuerda lo que hablamos ayer, Christopher…esa chica es probablemente la mejor chica que pudiste haber encontrado y está enamorada de ti. No hagas que tus malas acciones la alejen y cuídala. Ella lo merece.
—Lo recuerdo, claro.—miento.—Te veré más tarde, am…mamá…
—¡Que tengas un buen día!—anuncia.
—Tú también.
Dejo escapar un largo suspiro y abro la puerta de la casa. Un auto color negro está estacionado frente a la casa. El sonido del claxon se hace presente de nueva cuenta pero no me muevo ni un solo centímetro de mi lugar.
—¡Christopher, carajo!—la voz de un chico se hace presente y un segundo después un chico de cabello rizado se asoma con la puerta del conductor.—Mueve el trasero que llegaremos tarde y el entrenador nos pateará las pelotas, se supone que teníamos entrenamiento matutino…—Camino tan rápido como mis piernas me lo permiten y detengo mi andar delante del auto.—Joder, Vélez. Deja de actuar como un tremendo estúpido y sube al puto auto…
—¿En dónde está Danna?—cuestiono una vez que entro en el auto.
Los ojos del rizado me miran un momento.—¿Qué mierda te hiciste en los ojos?
—Contactos.—respondo.—¿En dónde está Danna?
—¿Se puede saber que mierda se te metió que ahora usas contactos verdes?—pregunta frunciendo sus cejas.
—Moda, supongo.—anuncio encogiéndome de hombros.
—Maldita sea, Christopher.—se burla.—¿Estás hablando en serio?—pregunta.—Cómo sea, seguramente cuando llegues a la jodida universidad las chicas seguirán lanzándose sobre ti sin importar si tus putos ojos son rosados o alguna de esas mierdas.—se burla.—Y en cuanto a Danna… ¿Qué era lo que querías estúpido? Le hiciste sentir a mi prima que no valía una mierda y en serio pretendías que ella viniese a buscar acá…
—Mira yo…
—La verdad es que no sé porque Danna sigue contigo.—anuncia poniendo el auto en marcha.—La verdad es que si fuese ella yo ya te hubiese mandado a la mierda hace mucho tiempo y si no lo hace es porque estoy muy seguro que en el fondo tiene la estúpida idea de que puedes cambiar por ella pero bueno, supongo que lo estúpido no lo heredó de mí…
Ladeo mi cabeza un poco y aparto la mirada un segundo tratando de procesar las palabras del chico a mi lado. No tengo ni idea de que es lo que está pasando en la vida de Christopher Vélez pero por lo poco que he visto el chico es un desastre total.
—Supongo que puedo hacerlo…—anuncio apoyando mi cabeza en el asiento sin mirarlo.
—Nos conocemos desde que nacimos prácticamente y podría creerte pero los dos sabemos que eso no pasará.—exclama.—Mírame, hombre…soy Joel. Tu mejor amigo y si alguien te conoce incluso mejor que Danna ese soy yo...
—Joel…—repito lentamente.—Supongo que tengo que hablar con Danna…
—¿Para qué, Christopher?—cuestiona.
—Yo soy Christopher…—repito.
—¿En serio?—suelta con tono burlón.—Pensé que eras el príncipe de Noruega… ¿Qué diablos te metiste anoche que ahora pareces más estúpido que de costumbre?
Niego un poco.—¿Cómo está Danna?
—Furiosa, obviamente.—responde.—Pero supongo que con que le hables dos o tres palabras bonitas mi prima va a caer como estúpida otra vez…
—Oye no hables así de ella.—reclamo.—Es linda.
Joel se ríe.—Ya, hermano. Dime qué diablos te metiste anoche en la fiesta de Zabdiel.
—Nada. Supongo, la verdad es que no lo recuerdo.—admito.—De todos modos creo que le debo una gran disculpa a Danna…
—Si le pidieras perdón por cada cosa estúpida que has hecho en los dos años que han sido novios tendríamos que vivir de rodillas delante de ella…—exclama.—Así dale, sólo sigue y ya…
(…)
—Danna…—murmuro cuando veo a la chica de la foto caminar delante de mí.—Danna, por favor espera…—susurro pero ella solo me ignora.—Danna…
—¿Qué quieres?—reclama frenándose de golpe. Sus ojos me miran fijamente y sus cejas se fruncen un poco.
—Contactos.—respondo con obviedad. Tomo sus manos entre las mías y automáticamente mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho. Sus ojos miel se conectan con los míos y unas intensas ganas de echarme a llorar se apoderan de mi cuerpo. Danna es la chica más jodidamente hermosa que he visto alguna vez y ni siquiera tengo que conocerla realmente para darme cuenta que es probablemente la persona con los sentimientos más jodidamente bonitos sobre la Tierra y que la pureza escapa por los poros de su cuerpo. Puedo sentirlo. Puedo verlo a través de sus ojos.—Tenemos que hablar…
—No, no tenemos que hablar.—anuncia sin más soltándome de golpe.
—Danna, por favor…—musito siguiéndola.
—Basta, Christopher. Déjame en paz.—me espeta mirándome fijamente.—No tenemos nada de qué hablar…
—No soy Christopher.—suelto y sus ojos se abren con total sorpresa.—Es decir, sí soy Christopher pero no lo soy. O sea, físicamente lo soy pero…dios esto es tan complicado de explicar…pero te juro que yo…
—¡Déjame en paz!—me espeta antes de darse media vuelta.
—Me llamo Erick.—anuncio y sus pasos se frenan de golpe.—Y…no soy Christopher. Es solo que esto es algo demasiado complicado de explicar pero quiero hacerlo porque necesito tu ayuda…
—¿Sigues ebrio?—cuestiona en voz baja.
—Dios, no.—respondo de inmediato.—No he bebido una sola gota de alcohol en… bien, la verdad es que no lo recuerdo pero considerando que tengo más de tres años en una especie de muerte, yo…
—¿Qué?
—Soy Erick.—anuncio tendiéndole mi mano. Ella la mira un segundo y niega.
—Mira si lo que pretendes es seguir con lo de anoche solamente porque saludé a Jeremy créeme que no tengo ganas de seguir con esa estupidez. Si realmente no confías en mí entonces supongo que ese no es mi asunto.—mis cejas se fruncen de inmediato.—Pero ahora venir a decirme que eres otra persona solamente para molestarme me parece demasiado…
—No estoy mintiéndote, lo juro.—respondo de golpe.—¿Podrías dejarme hablar un segundo sin interrumpirme y sin sacar conclusiones apresuradas? Voy a explicarte todo, lo prometo pero no puede ser aquí…
—¿Qué?
—Por favor…—susurro juntando mis manos. Sus cejas se elevan un poco y un jadeo de sorpresa escapa de sus labios.—¿Qué?
—Tú nunca das las gracia. Nunca pides las cosas por favor, tú solo ordenas…
—Oh, vamos.—me quejo.—Mira…no sé qué tipo de patán sea tu novio pero yo no…
—Sígueme.—anuncia girándose sobre sus talones. La sigo en silencio y cuando empuja una gran puerta de fierro la sostengo para que pase. Danna me mira un momento antes de entrar. El gimnasio.—¿Se puede saber a qué diablos estás jugando conmigo ahora…?
—Soy Erick.—inquiero tendiéndole mi mano.—Mira sé que todo esto es demasiado complicado de entender pero no estoy jugando contigo. Dios, nunca jugaría contigo de ninguna manera. Sé que no me vas a creer nada de lo que te diga pero te prometo que no es una broma. Soy Erick y soy un alma viajera…y por alguna extraña razón que no puedo comprender desperté en el cuerpo de Christopher y yo…
—Sí, claro.—responde.
—Danna, por favor. No te mentiría con algo así.
—¿Qué es un alma viajera…?—cuestiona en voz baja.
Suspiro.—Un alma viajera es una alma que nunca se fue…—murmuro lentamente.—Un alma que se tendría que haber elevado y que nunca lo hizo así que no me quedó de otra más que quedarme teniendo la…oportunidad de vivir un día más cada vez que puedo…
—No entiendo.—admite.—¿Eso quiere decir que estás muerto…?—pregunta.
—Solo mi cuerpo. El cuerpo que alguna vez tuve, quiero decir…
—Christopher, por favor…para. No es gracioso.—añade.—Estás asustándome…
—No sé quién es Christopher. No sé qué es lo que te hizo pero créeme que yo nunca te dañaría. La pureza que llevas contigo me impediría si quiera pensar en hacerte daño alguna vez.—hago una pausa.—Y no sé porque lo permites pero él no te merece. Christopher no te merece, Danna. Y tu primo Joel tiene razón, tendrías que haberlo dejado hace mucho tiempo…
—¿Qué?
—Cuando tomo el cuerpo de un huésped adopto su actitud pero mis ojos siempre me delatan.—confieso.—No sé por qué pero siempre lo hacen…
—Eres…
—Erick.—anuncio sin más.—Soy Erick.
—¿Eso significa que Chris está muerto…?—susurra.
—No.—respondo de inmediato.—Está aquí, adentro.—anuncio señalándome a mí mismo.—Dormido. Su subconsciente, está dormido…y cuando despierte no recordará absolutamente nada…
—¿Nada?—pregunta.
—Nada…—hago una pausa.—¿Ahora ya me crees…?—La mano de la castaña se estrella contra mi mejilla y un pequeño dolor se hace presente haciendome soltar un gemido de dolor.—¡Ouch! ¿Qué te pasa?
—Se lo merecen.—anuncia.—Christopher y tú. Él por ser tan mala persona y tú por ursurpar un cuerpo que no es tuyo...
—Bien, supongo que tienes razón.
—¿Qué se supone que es lo que estás haciendo en el cuerpo de Chris…?—murmura sin despegar sus ojos de los míos.
—No lo sé.—respondo con total sinceridad.—Por eso necesito tu ayuda…tú lo conoces a la perfección ¿verdad?
—Supongo.
—Entonces eres la indicada…
—Christopher, espera…—jadea.—Erick, como te llames. Christopher es mi novio…—asiento.—Pero tú no eres Christopher…
Me rasco la cabeza un momento y frunzo mis labios.—Bueno, técnicamente los soy.
—¡No te hagas el gracioso!—reclama.
—Bien, no. No lo soy.
—Entonces tienes prohibido acercarte a mí con cualquier otra intención que no sea ayudar a que puedas marcharte…yo no podría serle infiel a Christopher ni siquiera con él mismo…
Largo un suspiro.—Lo humanos están todos locos…muy locos.
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