cinco


Los labios de Danna son lo más dulce que he probado alguna vez. Bueno, no es que pueda recordar demasiado de todos modos pero aun así.

Empujo fuera de mi cabeza cualquier otro pensamiento que me desconcentre o que pretenda hacerlo porque este es el primer beso que comparto con ella –incluso aunque sea a través de Christopher- y es algo que definitivamente voy a recordar por el resto de mi miserable vida.
Porque aceptémoslo, ser un alma viajera que no tiene cuerpo humano es lo más jodidamente miserable que cualquiera se podría imaginar.

Aun así, lo hago.

Sus labios se mueven sobre los míos haciendo en el acto que cada centímetro de mi piel se erice de golpe.

Entonces como si fuese una especie de película el mundo parece quedar en un jodido segundo plano en el que todo se detiene. Absolutamente todo excepto nuestros labios. Los sonidos alrededor de nosotros se vuelven más lejanos y los latidos de mi corazón se duplican y puedo sentir los suyos tan acelerados que sonrío también.

Llevo mis manos a las mejillas de Danna para dejar una pequeña caricia en ellas y la siento sonríe sobre mis labios. No es que sea tan buen besador de todos modos –no voy por la vida besando a la gente y si antes lo hice ahora no puedo recordarlo así que de alguna manera eso no cuenta- pero parece que la menos le gusta.

Entonces la realidad –y estúpida realidad- me golpea de frente.  Ella no me está besando a mí. Ella está besando a Christopher. Su corazón no late por mí, late por él. Mientras me besa no está pensando en mí, sino en él.

Me aparto de golpe y sus ojos parecen desenfocados un breve segundo –muy breve- antes de que se ponga de pie. El silencio reina entre nosotrosn

—Danna…—comienzo pero ella niega un poco.—Dan, yo no debí…

—No me besaste, Erick.—responde.—No es culpa tuya, fuimos ambos…

—Sí pero es que yo…—niega.

—Está bien, de verdad…

—¿Lo viste a él, no…?—cuestiono.—Porque además de tener los ojos verdes, sigo siendo Christopher…no me besaste a mí, lo besaste a él…

—Ni siquiera puede recordarlo…

—¿Por eso me hablaste de este lugar, no…?—adivino pero ella se queda en silencio un largo momento.—No quiero tomar el lugar de Christopher, Danna…así que puedes estar segura que en el momento en el que sepa como marcharme lo haré y entonces absolutamente todo va a volver a la normalidad entre ustedes, lo prometo…

—¿Te digo un secreto…?—pregunta en voz baja.

—Dime lo que tú quieras.—respondo sincero.

—No te lo conté porque sepa que Christopher no lo va a recordar…y cuando te veo a ti, sí…luces igual a él pero no lo eres, Erick. No eres Christopher, eres Erick…—hace una pausa.—Y hay algo en ti que…—niega un poco.—resulta que me gusta más esta versión de Christopher…la versión en la que me escucha, en la que es atento conmigo,  en la que puedo reírme junto a él y…—niega de nueva cuenta.

—¿Me dirás que haberme besado fue un error…?—me atrevo a preguntar a pesar de que probablemente conozco la respuesta y para ser sincero…no me gusta.

No quiero que Danna me diga que sí.

No quiero saber que mis sospechas son ciertas y que solo me ha besado pensando en Christopher. No quiero.

Porque aunque sepa que las cosas entre nosotros no van a llegar a ningún lado no puedo dejar de pensar en ella. No puedo dejar de pensar que cuando me vaya no volveré a verla jamás –por lo menos ella no lo sabrá- y que el único recuerdo que tendré de ella  será un beso que considera un error.

Por en cuestión de horas me he enamorado de ella. Y no sé cómo diablos pasó pero algo me dice que no hay marcha atrás.

—No.—responde finalmente y mi cuerpo se relaja.—Mira Erick…sé que las cosas no están siendo lo más convencionales que podían ser pero…—niega.—descubrí que estar contigo no es tan malo como pensaba…es decir, no quiere decir que el hecho de que estés en el cuerpo de mi novio mientras su alma está quien sabe dónde en una especie de limbo pero…pareces comprenderme y hablar contigo se siente bien.

—¿De verdad…?—pregunto.

—Sí.—hace una pausa.—Y sé que dije que el hecho de que estuvieses en  el cuerpo de Chris no significaba que  te acercaras a mí pero es como…como si mi cuerpo no atendiese a las indicaciones que le enviaba mi cerebro y…—sus palabras cesan de golpe y un pequeño jadeo escapa de su garganta.—Le fui infiel a Christopher…

—Danna…no.—respondo.

—Es que yo…—niega.

—Escúchame…—replico acercándome a ella. Coloco mi dedo en su mentón para obligarla a mirarme a los ojos y niega un poco.—No le estás siendo infiel a Christopher.—hago una pequeña pausa.—¿Puedes mirarme…?—Nuestros ojos se conectan de nueva cuenta.—No le estás siendo infiel de ninguna jodida manera…besaste su cuerpo, Danna…el alma es algo intangible ¿sabes? No puedes tocarme pero sí puedes tocarlo a él…justo ahora lo estás haciendo…

—Lo estoy tocando a él pero te estoy mirando a ti…—anuncia en voz baja.—Porque aunque solamente han pasado unas cuantas horas podría reconocer el verde de tus ojos, Erick…

—¿Lo dices de verdad?—pregunto.

—Sí.—hace una pausa.—De hecho, sí.

(…)

El resto del día pasa en un abrir y cerrar de ojos. Danna parece más relajada aunque en un par de ocasiones la encuentro a sí misma perdida en sus pensamientos. Por pequeños lapsos de tiempo parece que su mente me abandona pero son tan fugaces que ella apenas lo nota.

Para cuando el reloj marca las tres de la tarde, mi estómago gruñe mientras caminamos por el malecón a la orilla de la playa. Las personas van y vienen de un lado al otro pareciendo completamente ensimismadas como para prestaros un gramo de atención.
Danna parece notarlo porque sus ojos me miran.—¿Tienes hambre…?—cuestiona.

—No.—respondo. Entonces mi estómago gruñe a modo de contradicción y ella suelta una carcajada.

—¡Dios, Erick!—responde en medio de una risita.—¡Tus tripas están comiéndose entre sí y aun así dices que no!—me echo a reír de inmediato.

—Bueno, sí.—hago una pausa.—Algo.

—¿Te apetece ir a comer a la pizzería…?—pregunta.

—Ajá.—asiento de inmediato.

—¿Sabes?—comienza.—Te voy a llevar a comer a la mejor pizzería de la ciudad, no tienes ni idea de la pizza que preparan… ¡es totalmente deliciosa! Tan deliciosa que no querrás que se te escape ni una sola borona…

Me rio.—Bueno, confío en ti.—decido.

Danna me sonríe ampliamente al tiempo que un niño sosteniendo un gran ramo de flores se acerca a nosotros. Sus ojos marrones me observan un momento antes de llevar su mirada un breve segundo hacia ella.—¿Por qué no le regalas una flor a tu novia…?—pregunta.—Cada una cuesta un dólar…

Le sonrío.—Dame cinco.—pido tomando del bolsillo trasero la billetera de Christopher que esta mañana mientras salía de cosa tuve el sentido común de tomar. Los ojos miel de Danna me miran un momento mientras el niño me tiende las flores y a su vez, yo le tiendo los billetes.—Gracias…—respondo.

—Eres muy bonita.—agrega en dirección a Danna antes de marcharse y perderse entre la multitud. Las mejillas de la castaña se sonrojan de inmediato pero cuando me giro hacia ella para entregarles las flores que acabo de comprar.

—Estas son para ti…—anuncio.

—Vaya, muchas gracias.—anuncia tomándolas antes de llevarlas a su nariz. Aspira su aroma y cuando las aleja de su rostro una amplia sonrisa queda instalada en sus labios mientras me mira.

—No me mires así. No creo que a Christopher le moleste que haya tomado cinco dólares para comprarte flores de todos modos…—añado encogiéndome de hombros.

—¿Qué eres tú, Erick…?—pregunta en voz baja.

—Un tipo hambriento que acaba de robar cinco dólares para regalarte flores…

Cuando la noche llega finalmente y vuelvo a casa me encuentro con la mirada de la madre de Christopher. Sus ojos me miran un segundo y no tengo ni la menor duda de que ha estado llorando.

—¿Te pasa algo…?—pregunto en voz baja llevando mis pasos hacia ella.

—No.

—Pero estabas llorando…—señalo.

—No es nada.—responde haciendo una pequeña señal para que me aleje.—No tiene importancia, mi amor.

—¿De verdad…?—cuestiono de nueva cuenta.—Yo más bien creo que si algo te hace llorar es porque obviamente tiene importancia…

—Solo estaba pensando…—susurra.

—Cuéntame.—pido tomando asiento a su lado sobre el sofá en el que está sentada.

—Christopher, no creo que sea necesario…

—Oh, sí que lo es.—decido.—Vamos, mamá…confía en mí…—agrego tomando su mano entre la mía. Sus ojos miran los míos y una pequeña sonrisa se forma en sus labios.

—Seguiste con la idea de los lentes de contacto verdes…—asiento.

—Pero eso realmente no tiene importante justo ahora…solo quiero que me cuentes que fue lo que pasó para que estés llorando. En que pensabas, quiero decir…

—En tu padre.—me quedo en silencio un segundo.—Tal vez suene demasiado estúpido pero…a veces lo echo de menos…—susurra sin apartar sus ojos de los míos.

—Echar de menos a alguien no es estúpido…

—¿Cuándo ya tiene una familia nueva…?—ofrece.—¿Cuándo es más que obvio que él no nos echa de menos en absoluto…?—dejo escapar un largo suspiro y niego un poco.

—Tal vez…—hago una pausa. Me quedo en silencio un largo momento tratando de encontrar las palabras adecuadas y que no me terminen de comprometer en absoluto. Inspiro con fuerzo y niego lentamente.—Creo que lo mejor será que vayamos a dormir ¿sabes? Creo que ha sido un largo día...vayamos a descansar…

—Es mejor que escuchar a tu madre llorona…—bromea.

Niego.—Estoy orgulloso de tú seas mi mamá…—le informo porque aunque no es Christopher quien le habla –su verdadero hijo- sé perfectamente bien que él también lo cree.—Capaz él se fue y está bien…hizo algo bueno por ti y te dejó en libertad para no hacerte infeliz…para no hacernos infelices a ambos ¿no crees?—me mira.—Pero estoy totalmente seguro que nosotros podemos seguir…porque somos fuertes y lo más importante, porque nos tenemos el uno al otro…

—Eres un ángel, Christopher…—niego.

—Tú lo eres.—dejo un pequeño beso sobre su frente antes de ponerme de pie.—Ahora vamos…hora de descansar…

Cuando finalmente llego a la habitación un nuevo plan ha comenzado a maquinarse dentro de mi cabeza.

Lanzo la mochila sobre la cama  y camino hasta el escritorio  de Christopher rogando mentalmente que no tenga contraseña. La pantalla se enciende golpe y una fotografía de un hombre sobre una patineta en el aire queda ante mis ojos. Sonrío débilmente porque por lo poco que he escuchado de sus amigos, el tipo parece ser un tremendo idiota y ciertamente una patineta no era lo que esperaba.

Afortunadamente no tiene así que con toda la libertad que tengo comienzo a vagar por sus archivos en busca de algo que me haga averiguar el motivo por el cual estoy aquí.

O por lo menos algo que me sea útil para confirmarlo.

Porque creo que acabo de encontrar la razón por la cual estoy atrapado en el cuerpo de Christopher Vélez.

Es Danna. Y es su madre.

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