Antífona, 4.
—Genial, ahora además de inmaduro soy un inútil—, declaró frustrado Raúl justo cuando pateaba la puerta de su apartamento; en el vehículo Tadeo le había limpiado, curado y vendado la herida. No era de gravedad, no necesitaba sutura pero tampoco podía mover el brazo demasiado.
—¿Que no dijimos que olvidaríamos ese asunto?— el pelinegro, evitando mencionar el nombre de Alicia, introdujo la llave en el cerrojo y abrió.
—Lo sé, pero debes entenderme— hizo un mohín con los labios, —no es fácil.
El menor suspiró y dejó que su amigo entrara primero, —te entiendo, pero no me gusta nada— dejó las cosas sobre el sofá; —¿Qué te parece si mañana me acompañas al estudio?— trató de sonar animado.
—¿Para qué? Soy un inútil.
—¿Quieres dejar de decir eso?— frunció el ceño, —tengo algunas cosas que acomodar en la bodega, me gustaría que te quedaras en la recepción. ¿Podrías hacer eso por mi?
—Pues sí, ya qué más da— se echó en el sofá individual con cuidado de no golpear su brazo.
—No, no quiero escucharte así; debes pensar de manera positiva. Es más, después de cerrar el estudio iremos a tomar algunas fotografías. ¿Qué opinas?
Suspiró, aunque dijera que no, no tenía nada más qué hacer; —está bien.
—Perfecto; entonces debes ir a la cama de una vez—, el menor se acercó y lo ayudó a poner se pie para llevarlo hasta su habitación.
~*~
—Vamos Isaí; será un día maravilloso— Alicia entró a la habitación de huéspedes que ahora ocupaba su primo, abriendo la puerta y luego las ventanas para dejar entrar la luz solar.
—Cierra esas malditas cortinas— pidió el castaño y giró para quedar boca abajo.
—No seas grosero— frunció el ceño, —prometiste que irías conmigo al centro comercial.
—¿Ahora?— se quejó al sentarse con los ojos aún medio cerrados; —es muy temprano.
—Te dije que era la inauguración, debemos ir ahora si queremos encontrar buena mercancía.
—¿Queremos?— se volvió a dejar caer sobre el colchón.
—Sí, queremos; si no obtengo buenas cosas tendré que pasar todo el día buscando qué más comprar y tendrás que quedarte conmigo.
—Esto no puede ser— Isaí pataleó, —no es justo que me chantajees.
—No es chantaje— caminó hacia la salida; —y será mejor que vengas a desayunar antes de que se enfríe.
En efecto, no era justo, pero sabía que tampoco sería muy útil quejarse; suficiente era el hecho de que sólo le haya pedido que la acompañara a la tienda de antigüedades.
Después de comer su desayuno, el cual consistió en pan tostado, jalea, frutas y jugo; ambos salieron del edificio y caminaron a la parada de autobús.
—Creo que esta ciudad es bastante tranquila— declaró el alto.
—Entonces quédate a vivir aquí.
—¿Bromeas? No lo dije con esa intención, sólo fue un comentario— explicó cuando justamente el bus llegaba.
—¿Y por qué no?
—Pp-pues porque... gran parte de mi vida me la he pasado viajando; quedarme sería algo extraño.
—Ése es el problema; puede que ya sea tiempo de que te quedes en un sólo lugar—, subió al transporte público seguida del castaño.
—¿Quedarme? Yo sabré cuando quedarme— explicó al tomar asiento junto a su prima, quien había elegido una lugar cerca de la ventana.
—¿Ah sí; cuando?— miró a través del vidrio.
—Cuando llegue el momento—; eso es lo que siempre se decía Isaí, pero la verdad era que había empezado a viajar por el mundo con el objetivo de "olvidar un amor no correspondido", y cuando su amigo Nicolás le dijo que eso equivalía a huir se dio cuenta de que era verdad, pero a esas alturas ya nada podía hacer, se había acostumbrado a la vida nómada.
Ambos guardaron silencio y se dedicaron a mirar a través de la ventana; cada uno metido en sus pensamientos.
Alicia tratando de distraerse para no pensar en Raúl y en la expresión que tenía la noche que decidió terminar con él; esperaba que ahora le fuera mejor, que se decidiera por hacer algo más grande, a cambiar su estilo de vida siquiera. Pensó que salir por la ciudad acompañado de su primo le haría distraerse, pero se le olvidó un pequeño detalle: aquél autobús pasaba justo en frente del estudio de Tadeo, y no imaginó encontrarse con aquella escena.
A través del vidrio se veía un sonriente pelinegro sosteniendo una caja de cartón y un muchacho un poco más bajo con una visibles vendas en el brazo izquierdo tratando torpemente de cerrar la cajuela de un auto.
—Raúl— musitó Alicia al notar la obvia herida del muchacho. ¿Qué le habría sucedido? ¿Se habría caído de las escaleras, cortado con algún utensilio de cocina? ¿Sería grave? ¿Acaso Tadeo no lo estaba cuidando? Alicia se mordió el labio inferior al preguntarse todo aquello, pero luego sacudió levemente la cabeza, eso ya no debía ser de su incumbencia.
Por otro lado, Isaí también miraba la escena, por alguna extraña razón sonrió levemente al ver la sonrisa de Tadeo, pero esta desapareció cuando notó que dejaba la caja de cartón en el suelo para ayudar a otro sujeto un poco menor de estatura; notó que los labios del pelinegro se movían antes de reír y luego ya no pudo ver más, el autobús continuó avanzando alejándolo de la escena.
~*~
—Maldición— masculló Raúl; había acompañado a Tadeo al estudio fotográfico y ahora debía cerrar la cajuela de la cual su amigo había bajado una caja que contenía cartuchos de tinta especial y otras cosas desconocidas para él.
—No digas eso— dejó la caja en el suelo para ayudarle, —sólo debes estirarte un poco más— rió y elevó los brazos para poder bajar la tapa del auto.
—Soy zurdo. ¿Lo recuerdas? Y aunque me estire sería inútil— declaró quejándose así de su diferencia de estatura.
Tadeo exhaló, en definitiva Raúl no estaba de buen humor; así que decidió no echarle más leña al fuego; —bien, entonces me ayudarás sólo en recepción—, abrió la puerta y entró primero; —si llega algún cliente me llamas. ¿De acuerdo?
—Si mi trabajo el día de hoy sólo consistirá en eso, hecho— se colocó detrás del mostrador.
—Sí, sólo será eso— declaró Tadeo y se fue a la bodega.
Conforme los minutos pasaron Raúl comenzó a aburrirse, girar en la silla con rueditas dejó de ser divertido después de la primera hora y hasta el momento no había entrado ningún cliente; así que de uno de los cajones del costado del mostrador sacó un álbum y se dedicó a mirar las fotografías. Todas eran de Tadeo; comenzó a reír cuando encontró la del cumpleaños del menor, cuando él le organizó una fiesta sorpresa e invitó a Elías, Tadeo lo odió por eso, ya que decía que ese chico era su "acosador". También halló las primeras imágenes que tomó cuando le regaló su cámara fotográfica, aquella que Alicia le había acompañado a comprar. Raúl no sabía mucho de esos artefactos pero se había puesto a investigar hasta que dio con la que le pareció la indicada, una EOS 6D; la cual Tadeo agradeció diciendo: "Raúl, eres el mejor", y disparando el flash en su cara.
Justo cuando daba la vuelta a la última página una fotografía cayó, parecía estar escondida ya que era la del molusco verde con cabeza de canino, al pie tenía la fecha.
Entonces recordó que Tadeo solía fotografiar a casi todas las criaturas, "casi" porque dependía de la situación, no siempre era prudente disparar el flash o a veces el ambiente no se prestaba para eso; como en el caso de la noche anterior y el niño fantasma, el cual según era el hijo menor de la bisabuela de la persona que los contrató, al parecer el pequeño había caído en el pozo, ahora seco, de la propiedad; eso explicaba su apariencia, o mejor dicho, lo que había visto Tadeo.
Pensando en todo eso se le ocurrió una gran idea; debía actualizar la información de su portal web, así que guardó el álbum de fotografías y se desplazó en la silla hasta el ordenador más cercano.
~*~
El olor a incienso le picaba la nariz y lo tenue de la luz no ayudaba mucho, Isaí tenía cara de pocos amigos estando en el interior de la tienda pero no se podía ir, no hasta que su prima decidiera qué comprar; solo deseaba que no fuera algo muy grande.
—Ese será— declaró por fin la rubia señalando un espejo, —me lo llevo— le dijo a la mujer.
El alto suspiró aliviado al notar que las dimensiones de dicha mercancía no superaban los cuarenta centímetros, eso quería decir que no tendría que cargar con él. Así que después de esperar a que el espejo fuera cuidadosamente envuelto y colocado en una caja especial, Isaí pudo sonreír.
—Bien, he cumplido mi promesa— declaró, —ahora debo irme.
—¿Irte, a dónde?— se mostró confundida.
A donde sea.
—Debo ver algunas cosas personales.
—Voy contigo.
—Nn-no; quiero una nueva lente para mi cámara y un par de cosas más; te aburrirías.
Alicia lo pensó unos instantes; de hecho sí, ver esos artefactos que parecían todos iguales le aburrían, eso pudo comprobarlo cuando acompañó a Raúl a comprar un regalo para Tadeo. ¿Qué no pudo comprarle ropa y ya?
—Alicia, lo prometiste— le recordó Isaí.
—Está bien; puedes irte. Pero si te pierdes o necesitas algo me llamas. ¿De acuerdo?
—De acuerdo— y no tuvo que decir más, el alto se alejó de inmediato.
~*~
—¿Qué es lo que estás haciendo?— Tadeo apareció y observó por sobre el hombro de su amigo el monitor del ordenador.
—Diseñando anuncios—, le dio click al ícono de la impresora.
Tras unos instantes el pelinegro se echó a reír, —¿Es en serio?
—¡Sí! Creo que debemos ser más creativos, nunca sabemos cuando alguien puede necesitar nuestros servicios.
—Pero esto es... — Tadeo tomó la hoja impresa que salió de la máquina y la observó, —poco serio—, no pudo describir mejor la imagen mal editada que Raúl había colocado antes del número telefónico de su línea especial y la dirección web, por obvias razones había omitido sus nombres.
—No pude hacer algo mejor, soy zurdo— señaló su brazo herido.
Tadeo rodó los ojos, con o sin la herida el resultado no hubiera variado mucho; pero en seguida vio el lado positivo: mantenerlo entretenido era bueno, así no estaría lamentando su "inutilidad" y su ruptura amorosa.
—De acuerdo; ya que tienes esto creo que deberías actualizar también el portal web.
—¡Eso justo voy a hacer!— exclamó emocionado, —¿Puedo usar la fotografía de la cosa verde?
—Claro, escoge la que más te guste— le indicó sonriente y luego dio media vuelta, —estaré en la bodega.
—Sí, claro; pero antes imprimiré dos más de estos.
~*~
Isaí paseó por el centro comercial y no halló nada que le pareciera atractivo, así que decidió salir de allí y la única tienda que le vino a la mente que podría tener algo que le interesara estaba a un par de kilómetros; así que tomó el bus de regreso y bajó justo enfrente de aquél pequeño estudio fotográfico.
La campanilla sonó cuando abrió la puerta y con lo primero con que se encontró fue con un sujeto sentado, concentrado frente al ordenador y con el brazo izquierdo vendado.
Se aclaró la garganta para ser notado.
—Oh, lo siento— el muchacho que parecía de su misma edad quitó la vista de la pantalla y lo miró; —¿En qué le puedo ayudar?
—Ss-sólo... — ¿Para qué había ido? Ni siquiera llevaba su cámara para imprimir fotografías, así que miró rápido el aparador de la derecha y notó unas cosas; —estoy buscando accesorios para una SLR de 35mm.
—Claro, un segundo por favor—, Raúl viró el rostro, —¡Tadeo, ven aquí; necesito ayuda!—; sí, evidentemente la necesitaba porque no sabía de lo que el recién llegado le estaba hablando.
—¡Un momento, ya voy!—, se escuchó su voz desde el fondo.
—En un momento le dan información—, dijo Raúl educada y seriamente; Isaí asintió y comenzó a mirar por los alrededores. Entonces se encontró un contenedor con algunos trípticos y anuncios de comida, ropa y entre ellos uno extraño de "caza-fantasmas".
—¿Qué es esto?— indagó en voz alta al tomar un extraño impreso.
"¿Qué no es obvio?" Quiso decir Raúl pero sólo explicó; —son los mejores caza-fantasmas de la ciudad.
El alto sólo soltó una risita, —Sí, claro; como si eso fuera posible.
—Con que eres escéptico. ¿Eh?
—¿No me digas que tú si lo crees?— trató de apaciguar su risa.
—Por supuesto; con esas cosas no se bromea.
—Bien, puede que tengas razón; pero no creo que una empresa seria use este tipo de fotomontaje barato—, señaló la fotografía mal editada.
¿Tan mala era? Raúl levantó una ceja indignado, iba a refutar cuando intervino Tadeo; —lamento la tardanza; oh, Isaí.
—¡Ey, Tadeo!— le sonrió.
El tercer presente frunció el ceño. ¿Acaso se conocían, de dónde? Jamás había escuchado ese nombre.
—Ésa publicidad la traen cada semana— explicó el pelinegro al ver lo que el castaño sostenía, —no me causa ningún inconveniente permitir que los dejen aquí—; y era lógico, era común ver que en los comercios, cerca de las cajas registradoras hubiera un pequeño estante con folletos y cupones de descuento de diversas tiendas.
—Pero dime— Tadeo intentó cambiar el tema, —¿En qué te puedo ayudar?
—Ah, claro—, como era costumbre cada vez que tenía publicidad en sus manos, guardó el papel de los "caza-fantasmas" en el bolsillo de su gabardina; —¿recuerdas mi cámara?
—Claro.
—Pues verás, estoy buscando... — y a partir de entonces Raúl ya no supo de qué hablaban, así que mejor se dedicó a seguir con lo suyo y agradeció mentalmente que el ordenador estuviera de tal manera que ningún cliente pudiera verlo, a menos que cruzara el mostrador.
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