Antífona, 1.


—La próxima vez yo lo mando al otro mundo— dijo Raúl cuando llegaban al último piso del viejo edificio, allí donde sólo habían dos departamentos, uno enfrente del otro.

—Claro, sólo debes practicar tu pronunciación— contestó Tadeo.

Divinos caluem; aveum moror— exclamó el mayor.

—No no no, es: Divinus caelum; aevum moror— corrigió.

—¡Por eso! Eso dije.

—No, dijiste Caluem.

—Y así es. ¿No?— introdujo la llave en el cerrojo, dándole la espalda a Tadeo.

—No— lo imitó dándole la espalda, ya que los apartamentos estaban uno frente a otro.

—Pero si lo dije correctam... — y la vibración de su móvil en el bolsillo de su pantalón lo interrumpió. El menor, intuyendo quién llamaba, no quiso estorbar así que sólo agitó la mano en forma de despedida y movió los labios diciéndole "que descanses" y entró a su apartamento.

—¿Raúl?— exclamó la voz al otro lado del auricular.

—Hola— sonrió al escuchar a su novia, pero luego algo lo inquietó, —¿No es algo tarde para que estés despierta?—, y debía admitir que estaba exagerando puesto que apenas eran las nueve de la noche con cuarenta minutos.

—Es que yo... tengo algo importante que decirte.

—Sí, te escucho—, apoyó el teléfono entre su oreja y su hombro para poder entrar a su apartamento, ya que hasta entonces se había quedado en el pasillo.

—No Raúl; será mejor que sea en persona.

—¿Ahora?

—Sí; en verdad es importante.

—Entonces voy a tu...

—No, mejor veámonos en la cafetería que está enfrente del estudio de Tadeo.

—¿Eh?

—Creo que será mejor de esa manera— declaró, y eso más el tono sombrío de su voz preocupó a Raúl.

—Iré de inmediato.

Sólo arrojó la mochila que contenía sus peculiares armas y otros artefactos en el sofá, y volvió a abandonar el apartamento. Sin avisarle a su amigo que saldría de nuevo se dirigió al elevador, presionó el botón un par de veces seguidas pero la espera le estaba pareciendo demasiada así que decidió tomar las escaleras.

Descendió cinco niveles y cuando estuvo fuera apresuró el paso al punto de llegar a trotar. El estudio de Tadeo estaba a unas calles de distancia y en algunas ocasiones, por rapidez o simplemente por pereza, tomaba el colectivo, pero esta vez sólo corrió lo más a prisa que pudo.

En cuanto llegó se detuvo en la entrada del local unos instantes para recuperar el aliento, se apoyó sobre sus muslos y trató de relajarse; había llegado en tiempo récord y tal vez Alicia ni siquiera hubiera llegado; pero cuando su respiración se regularizó y levantó el rostro, pudo observar a través de la puerta de cristal a su novia sentada en la última mesa, con ambas manos entrelazadas y con la mirada perdida al frente. Su cabello era rubio, perfecto como siempre; pero ese porte que emanaba seguridad hoy se notaba distinto.

Suspiró y entró. ¿Qué sería eso tan importante que quería decirle?

—¿Alicia?— le llamó cuando se detuvo a su lado; ella dio un ligero respingo, no había notado su presencia.

—Raúl— susurró, luego inhaló y sonrió suavemente, —toma asiento.

Con temor hizo lo indicado frente a ella sin dejar de mirarla; los ojos de Alicia lucían apagados y un poco tímidos ya que parecía esquivar cualquier contacto visual.

—Pedí un americano para ti— declaró.

—Gracias—, ése era su favorito y Alicia lo sabía.

Tras unos instantes en silencio Raúl preguntó por fin; —¿Y... Qué es eso tan importante que no puede esperar hasta mañana?

—Ee-es... bueno... yo he estado... — y se quedó callada cuando la chica llegó con las dos bebidas: un americano y un latte.

—¿Decías?— Raúl le incitó para que continuara una vez que volvieron a quedarse solos en el rincón de aquella cafetería.

La rubia bebió un poco de su latte, estaba nerviosa, ni ella misma podía creer lo que estaba a punto de decir pero ya había tomado una decisión y estaba convencida que era lo mejor para los dos.

—Raúl; yo creo que... Debemos terminar.

Un "¿Qué?" se quedó atorado en su garganta, no pudo articular palabra alguna, sólo atinó a parpadear innumerables veces antes de pegarse al respaldo del asiento.

—¿Ee- es porque anoche llegué tarde a nuestra cita?— pregunto cuando por fin pudo armar una explicación que le pareció razonable.

—No, no es eso.

—De seguro es porque ayer fui primero al estudio de Tadeo antes de ir a tu apartamento.

—No; esta decisión no fue de un día para otro.

—¿Qué?

—Esto ya tiene mucho tiempo y... ya te lo había dicho antes; deberías madurar.

—¿Madurar?— frunció el ceño violentamente. ¿Acaso no era maduro?

—Deberías buscar un empleo formal; escribir canciones está bien, pero debes admitir que ninguna ha tenido el éxito suficiente como para darte de comer; no puedes seguir viviendo de la herencia de tu abuelo.

Y la mandíbula casi se le descoloca de la impresión; sobre todo porque una loca idea pasó por su mente, así que preguntó sin rodeos, —¿Acaso es porque no tengo fama ni fortuna?

Alicia lo miró a los ojos unos instantes que parecieron eternos y luego dejó salir de sus labios una sílaba que terminó por hacer añicos el corazón de Raúl, —sí.

—¿Qué has dicho?— entre cerró los ojos, tratando de agudizar su sentido del oído, tal vez había escuchado mal.

La mirada de la rubia cambió, de una afligida pareció transformarse en una llena de soberbia; —eres un... eres un perdedor; con tus canciones nunca llegarás a nada, deberías... deberías buscar algo mejor qué hacer.

—Alicia, no puedes decirlo en serio.

—¿Y por qué no?

—Porque... ¡Porque no!

Ella se puso de pie, deseaba irse de allí de inmediato; por eso lo había citado en un lugar diferente a su apartamento, para poder huir cuando quisiera.

—No me dejes— pidió Raúl y la sujetó de la muñeca.

La miró a los ojos, esos ojos claros que eran su felicidad, y trató de buscar algún indicio de broma en ellos, pero no tuvo el tiempo suficiente ya que Alicia se liberó de su agarré y dio media vuelta.

—Adiós Raúl; ya no me busques más— y se marchó.

~*~

Un pitido molesto hizo que gruñera; se sentó en un sólo movimiento y aún con los ojos entrecerrados buscó el reloj despertador en la mesita de noche.

Miró la hora, eran las tres treinta de la mañana.

—¿Qué rayos?— balbuceó, no recordaba haber puesto la alarma a esa hora; entonces abrió aún más los ojos al darse cuenta de que no era ese artefacto, sino su teléfono móvil.

Miró la pantalla y frunció el ceño. ¿Qué querría Allen tan temprano?

—¿Sí?— atendió al llamado olvidándose de los buenos modales.

—¡Tadeo, qué bueno que contestas!

—¿Para qué llamaste?— se dejó caer de espaldas en el colchón y volvió a cerrar los ojos; todavía faltaban unas cuantas horas para que sus deberes iniciaran.

—Para saber si tú vas a venir por Raúl.

—¿Eh?— volvió a abrir los ojos; —¿Ir por Raúl; a dónde?

En un par de minutos se colocó sus pantalones y una chaqueta antes de salir disparado de su apartamento. Según Allen, él y unos amigos habían salido a divertirse y en un bar se encontraron con Raúl, allí continuaron bebiendo y cuando cambiaron de ambiente y se dirigieron a un "antro", Raúl se unió a ellos. Bailó con cuanta chica se le puso enfrente y bebió hasta que ya no pudo mantenerse en pie: entonces fue cuando Allen comenzó a preocuparse.

"¿Por qué no me llamaste antes?", había reclamado Tadeo, ya que le pareció una tontería esperar hasta que Raúl estuviera casi inconsciente para empezar a preocuparse.

"Porque yo salí de fiesta, no estaba en mis planes ser su niñero"; había sido el argumento de Allen.

Maldiciendo entre dientes por haber sido privado de sus preciadas horas de sueño, y por lo pesado que estaba el cuerpo inerte que cargaba, Tadeo pateó la puerta de su apartamento para que se abriera lo suficiente para que ambos pudieran entrar sin problemas.

Gruñó cuando dejó caer a Raúl en el sofá más grande.

—Alicia.

—No, Alicia no está— contestó de mala gana el pelinegro.

—Alicia, yo te amo— pareció más un balbuceo.

—Sí, estoy seguro de que ella lo sabe— habló Tadeo al momento que le sacaba los zapatos para acomodarlo mejor; —espérame aquí, iré por una manta—; lo dejó unos instantes y fue a su habitación para buscar en el armario algo que le sirviera mientras se preguntaba qué pudo haber ocurrido; era obvio que tenía que ver con Alicia y con la llamada de hacía unas horas. A Tadeo nunca le gustó demasiado el hecho de que tuvieran que esconder su "verdadero yo" de los demás; porque sí, quienes sabían únicamente de "los cazafantasmas" era la familia inmediata de Raúl; ni los vecinos, ni Allen, ni mucho menos Alicia.

Arropó a su amigo y luego se fue a su cama a ver si podía recuperar un poco del tiempo perdido.

~*~

Un dolor espantoso le taladró el cráneo en cuanto un brillo le pegó en el rostro; se quejó guturalmente y luego trató de girar para quedar boca abajo y evitar el halo de luz, pero por estar en un sofá inevitablemente cayó dándose de cara con la alfombra.

—Uughh— gruño y se incorporó solo lo necesario para sobarse; lentamente abrió los ojos y divisó a su alrededor. Ése no era su apartamento, pero lo conocía; la pregunta era: ¿Cómo había llegado allí?

Hizo un esfuerzo por ponerse de pie, sosteniéndose con una mano del sofá y con la otra la cabeza que sentía que en cualquier momento le explotaría; —¡Tade...!— y corrió al baño, aquél que estaba justo al lado de la única habitación. Tras un par de arcadas vació su estómago y llenó el retrete; definitivamente se había pasado de copas.

En cambio Tadeo lo primero que escuchó al despertar fue el sonido de la caja del inodoro al ser descargada; tardó unos segundos en recordar lo ocurrido y de que alguien había pasado la noche en su sofá. Aventó las sábanas y bajó de la cama arrastrando los pies.

—¿Raúl?— exclamó asomando la cabeza, con el cabello hecho un lío y los ojos un poco hinchados; —¿Estás bien?

El aludido salió del baño, frotándose la cara y luciendo pésimo; —Hola, buenos días.

Al parecer no eran tan buenos, pero qué más podía hacer, salvo indagar: —¿Cómo estás; quieres un café?—, y dio los primeros pasos hacia la cocina.

—No muy bien; y sí, acepto un café—; Raúl siguió a su amigo pero detuvo sus pasos una vez que llegó al lugar donde había pasado la noche y se dejó caer en el asiento; echando la cabeza hacia atrás y llevando el antebrazo a su rostro para taparse los ojos.

Pasaron sólo unos minutos y escuchó los pasos lentos de Tadeo; —aquí tienes—, le ofreció una gran taza color blanco.

—Gracias— se incorporó y la recibió con ambas manos para luego dar pequeños sorbos.

Tadeo posó su trasero suavemente sobre la mesita para quedar frente a su amigo; bebió con cuidado sin dejar de observarlo, luego hizo la pregunta.

—¿Quieres hablar?—; porque lo conocía desde hacía mucho tiempo y sabía que sólo cuando las cosas salían mal o estaba muy herido era que recurría al alcohol, como el día en que todas sus canciones fueron rechazadas por una disckquera, cuando sus padres anunciaron su divorcio o cuando el abuelo "descansó en paz".

Asintió levemente y luego desvió la mirada, parecía que le daba pena decirlo; —Alicia me dejó.

Al escuchar eso el pelinegro apretó la taza entre sus dedos; Alicia jamás fue una persona que le agradar al cien por ciento, podría decirse que casi le era indiferente, pero con esto había pasado a encabezar la lista de las personas que le caían mal; aquella donde el único miembro hasta ese momento había sido Elías, el chico de uno de los apartamentos del primer piso que a veces lo invitaba a salir insistentemente.

Separó los labios para seguir preguntando pero no fue necesario, ya que el mismo Raúl dio los detalles.

—Dijo que mi carrera no tenía futuro; que soy un inmaduro y un perdedor— clavó la mirada en líquido oscuro que desprendía un poco de vapor.

Los ojos de Tadeo se abrieron enormemente, —¿Eso dijo? No puede ser cierto.

—Lo es; le interesa la fama y la fortuna.

—La voy a matar— exclamó y se puso de pie.

—No— sujetó su muñeca, —no tiene caso.

—Pero.. te hizo daño.

—Tal vez sólo me dijo la verdad— exclamó afligido.

—¿Cual verdad?— frunció el ceño; —tú y yo sabemos perfectamente bien que no eres inmaduro ni perdedor; y sobre la fama y la fortuna, lo que menos necesitamos es fama y sí tienes una gran fortuna—. Lo que Alicia había dicho de la herencia de su abuelo era verdad, Raúl había heredado bastante, tanto que parecía jamás acabarse, además de que se sumaba a la cuenta lo que ganaba por vender algunas canciones y los jugosos ingresos por su trabajo que consistía en "desaparecer fantasmas".

—Ya, olvídalo Tadeo—, el nombrado suspiró, era obvio que no lo olvidaría; pero tampoco quería ponerse a pelear con su mejor amigo.

—Está bien, pero entonces tú también la tienes que olvidar. 

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