Capítulo 6: Sentimientos Marchitos
29 de Abril de 2020 3:00 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Llamó por teléfono al número directo de la oficina de Morel. Fue atendida por un recepcionista, quien no pudo comunicarla con la diseñadora debido a que esta se encontraba ocupada en una reunión importante.
—¿Desea dejar un mensaje, señorita Ferrara? —preguntó el chico amablemente.
—Sí. Dígale por favor que la espero en unas dos horas en mi oficina para checar los detalles de la nueva campaña de publicidad.
—De acuerdo —contestó—. Que tenga una buena tarde señorita Ferrara.
—Igualmente —dijo para después colgar el teléfono.
En el tiempo restante, terminó de organizar y elaborar sus pendientes antes de la hora programada para su reunión con Elena. Durante la espera, optó por beber una taza de té que disfrutó calmadamente en su oficina sin que nadie la molestara. Sentada de espaldas a la puerta recargada sobre el sofá, sintió la presencia de alguien detrás de ella y escuchó claramente el rechinido de la puerta. Ferrara se levantó para recibir a quien creyó que sería Elena.
—Elena no esperaba que llegaras tan —al darse la vuelta se encontró con esos ojos apagados— rápido.
—No tomaré mucho de tu tiempo —dijo con un tono neutral tomando asiento frente a ella.
—No esperaba una visita tuya tan pronto, Lilith —comentó Aysel.
—Quería asegurarme de que estuvieras recuperándote bien después de la golpiza que te dieron el otro día —dijo.
—Muy considerado de tu parte. Las heridas están sanando bien, aunque mi rostro sigue viéndose horrible.
—Victoria quiere verte —la pelinegra cambió el tema—. Mañana, es urgente que vayas.
—No sé si eso será posible —habló Aysel.
—Haz que lo sea. Velazco ha estado más tensa últimamente y eso solo se traduce en muchos más impulsos que pueden afectarte a ti o a otros —contestó en un tono firme.
—Quiere que analice el entorno después de la salida de su negociador principal, ¿Cierto? —la miró fijo.
—No hagas preguntas cuya respuesta ya conoces.
Ambas callaron. En el interior de Ferrara existían múltiples preguntas que pedían ser expresadas por sus labios, pero la tensión de tener a la chica imponente frente a ella, atoró todas sus dudas en su garganta.
—Me voy —Lilith se levantó y caminó hacia la puerta.
—Espera —Aysel habló—. No te agradecí la vez pasada por haberme rescatado, así que gracias, Lilith.
—No agradezcas, es mi trabajo —Lilith giró ligeramente su cabeza para mirarla—. Te veré mañana.
La chica se retiró dejándola a solas, su actitud distante provocó una pequeña punzada en el pecho de Ferrara producto de una leve tristeza en su interior que se negaba a reconocer en voz alta. Despejó su mente antes de que la puerta se abriera otra vez, dándole el paso a su asistente y a Elena a su lado.
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29 de Abril de 2020 5:55 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Evitó a toda costa iniciar conversaciones muy largas, ajenas al trabajo que compartía con la asesora, que estaba más concentrada en revisar las ventas que en otra cosa. Morel se relajó la primera hora despejando su mente del sobre amarillo que encontró dentro de su auto después de salir de su oficina, el cual tenía varias fotos de hematomas y golpes en el cuerpo de su madre que no tenían que ver ni en lo más mínimo con su tratamiento o su enfermedad.
—Elena —la voz de Ferrara la sacó de sus pensamientos—. ¿Escuchaste lo que dije?
—No, disculpa —se acomodó en su silla—. ¿Puedes repetirlo?
—Dije que recibí ofertas de varias tiendas comerciales que tienen interés en abrir secciones con tus productos.
—Oh, ya veo. ¿Es conveniente tomar esas ofertas? —preguntó.
—Sí, pero sin dejar de lado la tienda principal de la marca.
Elena continuó poniéndole atención en lo que Ferrara le explicaba a profundidad los pros y los contras. La asesora se dio cuenta de los pocos ánimos de Morel por lo que paró su explicación.
—¿Quieres parar por ahora? —interrogó Aysel—. Te ves un poco pérdida y cansada.
—No, estoy bien. Tenemos que terminar esto hoy —contestó.
—Tranquila, todavía tenemos tiempo para revisar esto con más calma otro día. Por ahora podemos tomar un descanso —Ferrara se levantó de su silla para estirar su cuerpo.
Su insistencia estaba fundamentada principalmente en el estado de Morel, Elena notó que ella se estaba esforzando para hacerla sentir cómoda y ayudarla en lo que pudiera. Aysel también se veía cansada y un poco estresada, por lo que la diseñadora terminó aceptando su propuesta.
—Tienes razón. Paremos por hoy —dijo recargándose en el respaldo de la silla.
—¿Quieres ir a tomar algo para despejar tu mente?
Morel aceptó su ofrecimiento y ambas se retiraron de la oficina conversando banalmente sobre temas completamente alejados del trabajo usual. Ferrara condujo hasta un pequeño bar ubicado cerca de la zona, donde la invitó a beber una cerveza mientras continuaban con su conversación, que de un momento a otro comenzaba a sentirse un poco más profunda. Las ideas que previamente la distrajeron de la reunión volvieron.
Elena sintió el líquido frío pasar por su garganta, el olor fresco y los sonidos de un par de cócteles siendo preparados a un costado de ellas que estaban sentadas en la barra.
—Aysel —la nombrada volteó a verla—. ¿Puedo contarte algo?
—Por supuesto —contestó poniéndole atención.
—He estado distraída todo el día porque mi cabeza está en otra parte, simplemente no puedo pensar con claridad al intentar recordar mi pasado que está bloqueado en mi cabeza —Morel conectó con sus ojos claros y comprensivos—. Perdón si estoy un poco despistada estos días, es solo que...
Las palabras se atoraron en su garganta y no pudo continuar hablando. Aysel notó esa pequeña dificultad y esperó pacientemente a que retomara su habla.
—Lo siento, supongo que estás pensando que estoy siendo muy confianzuda y todo eso.
—No, para nada. Al contrario, agradezco que confíes en mí como para hablar de temas más personales. Escucharé lo que quieras decirme, no te juzgaré.
Elena sintió la calidez y la sinceridad de sus palabras.
—Quiero contarte muchas cosas, pero —miró hacia abajo y alzó la mirada—, no sé si estoy lista.
—No tiene que ser ahora, no te presiones —puso una mano sobre su hombro—. Si quieres, podemos salir en otra ocasión para hablar de lo que gustes.
—Claro —respondió más tranquila—. Gracias, Aysel.
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30 de Abril de 2020 7:00 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Respiró profundamente cerrando sus ojos para intentar calmar el temblor de sus manos y la presión en su cuerpo que no la dejó dormir. Sentada en el asiento de su auto dentro del estacionamiento del edificio, se convenció de que todo estaría bien y que podría manejar la situación antes de salir del vehículo y subir al ascensor.
Miró el suelo nerviosa, pronunciando palabras en su mente que la relajaban. Cuando el ascensor se detuvo en el piso indicado, caminó a pasos seguros hacia la oficina principal sin ser vista por nadie más, ya que no había otra persona en todo el piso más que Victoria, que la esperaba dentro de la habitación con ventanales grandes que ofrecían una buena vista de la ciudad.
Cuando abrió la puerta, no solo encontró a Victoria sentada en su escritorio con la mirada fija en su computadora, también vio a Lilith frente a ella con los brazos cruzados y en silencio.
—Buenos días, Ferrara —dijo Victoria de forma cordial.
—Buenos días, señora Velazco —saludó.
La mujer tomó su tiempo para terminar lo que hacía y después mirarlas a las dos fijamente. Bebió agua y aclaró su garganta antes de hablar.
—Ahora que ustedes dos están aquí, quiero hablarles de algo importante —se levantó de su lugar—. Mi negociador principal, que se hizo cargo durante dos décadas de las operaciones más importantes, ha decidido retirarse, lo cual implica que alguien con las capacidades suficientes tomará su lugar y se hará cargo de sus responsabilidades.
Aysel tragó grueso disimuladamente, puso sus manos detrás de su espalda y apretó su muñeca con fuerza para mantener la compostura.
—No fue difícil designar un sucesor digno o más bien —vio a Aysel fijamente—, una sucesora. Señorita Ferrara, ahora usted es mi negociadora principal.
Se quedó sin palabras petrificada a pesar de haber sabido previamente la noticia.
—Gracias, señora Velazco. Haré mi mejor esfuerzo —dijo sin temblor en su voz.
—Regresará al servicio activo permanente, estará reportándome los resultados, viajando al interior y al exterior del país para conseguir acuerdos y supervisar operaciones.
—De acuerdo.
—En el caso de Lilith —su vista se dirigió a ella—. Se encargará de protegerla personalmente y acompañarla en cada encomienda que tenga que ver directamente con su papel dentro de la organización.
—Señora, no creo que eso sea posible —habló—. Me estoy haciendo cargo de reclutar y entrenar nuevos elementos, lo cual demanda mucho de mi tiempo.
—Esa labor será transferida a Hugo, ya no tienes que preocuparte Lilith —contestó Velazco—. Tu prioridad será asegurarte de que Ferrara haga bien su trabajo y que todo marche de acuerdo a lo esperado.
—Sí, señora.
Aysel observó de reojo a la chica tatuada, quien poseía una expresión sin emociones.
—Bien. Prepárense, las esperan esta misma tarde en Los Ángeles para que completen una venta de mercancía, mi Jet privado las llevará y las traerá de regreso —indicó dándoles la espalda para admirar la ciudad—. Les llegará la información completa en un par de horas, ya están hechas las reservaciones en un hotel de la ciudad.
—Okay —contestó Ferrara.
—Váyanse.
Ambas asintieron y se dirigieron hacia la salida, Aysel abrió la puerta y le cedió el paso a Lilith quien avanzó sin siquiera mirarla a los ojos. Ferrara podría jurar que escuchó una maldición en voz baja por parte de la pelinegra.
—Coordinaré una escolta que nos reciba en Los Ángeles. Empaca lo que vayas a necesitar, pasaré por ti e iremos al aeropuerto —ordenó.
—De acuerdo.
Aysel sabía que el viaje iba a ser incómodo, pero no tenía opción, así que procuraría llevarse un poco mejor con ella para que su trabajo juntas no se convirtiera en un infierno.
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Guardó la ropa necesaria dentro de la maleta de cuero café oscuro ubicada en su cama. Fue directamente hacia su estudio donde buscó dentro de los cajones de su escritorio una Glock 18 y un par de cartuchos llenos. Con el arma en sus manos, volvió a su habitación y acomodó todo dentro de su maleta.
La información detallada de su encomienda fue enviada directamente a su tableta en lo que se preparaba para salir de la ciudad.
Optó por tomar una ducha rápida y cambiar su vestimenta a una cómoda para el viaje, dejando de lado la camisa negra y los pantalones de vestir grises que usaba en la mañana. Eligió una simple camiseta blanca sin estampado, unos pantalones oscuros casuales y una chamarra color oliva.
Escuchó su teléfono sonar y corrió al estudio para contestarlo
—¿Si?
—Hola, Aysel. Soy Elena —dijo del otro lado de la línea.
—Hola, Elena. ¿Qué sucede? ¿Necesitas algo? —preguntó Ferrara yendo directo al grano.
—No, no necesito algo. Solo te llamé para saber si te gustaría salir a cenar conmigo hoy —dijo con una pizca de timidez en su voz.
—Lo lamento, no puedo —se disculpó—. Saldré de la ciudad en unas horas por un viaje de trabajo y no volveré hasta mañana.
—Descuida, será en otra ocasión —dijo Elena comprendiendo la situación—. Buen viaje.
—Gracias, hasta luego —contestó antes de colgar la llamada.
En la pantalla de su celular apareció el mensaje de un número desconocido, el cual le indicaba que estaba esperando afuera por ella. Aysel dedujo de quien se trataba, así que volvió a su habitación a recoger su maleta y posteriormente se dirigió a la planta baja del edificio de departamentos. Al salir por la puerta principal notó un Mitsubishi lancer de color morado oscuro estacionado frente al complejo de departamentos, en su interior, estaba Lilith esperando a que subiera. Ferrara abrió la puerta del copiloto y subió al automóvil.
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30 de Abril de 2020 4:00 pm, Los Ángeles California, Estados Unidos.
Lilith Romanov Verro.
Se relajó tranquilamente en el asiento del Jet, Aysel tomó asiento frente a ella, lo que le permitió observarla, analizar y leer todos los detalles de la operación en su tableta, la cual acaparó toda su atención. Lilith notó el estrés en el cuerpo de Ferrara y como ella evitaba constantemente su mirada.
Romanov no tenía intenciones de iniciar una conversación con ella a menos que fuese necesaria por asuntos profesionales, así que solo se limitó a vigilar desde su posición al ser que parecía estar sumido en su lectura y análisis mientras el avión cruzaba los cielos.
Tras el aterrizaje en suelo estadounidense, descendieron del avión y fueron recogidas por una escolta de cuatro hombres que se encargarían de su seguridad en todo momento. Las llevaron a un hotel en la ciudad con todas las comodidades necesarias para su corta estancia.
—Everything is ready —escuchó a un chico decirle directamente a Ferrara.
—Cool. We'll see them in two hours —contestó Aysel.
Lilith caminó en su dirección para que la pusiera al tanto de la situación.
—¿De qué se trata la operación? —preguntó.
—Es una venta de armamento, no tengo información que tipo de armas son, pero sí sé que nos pagarán diez millones de dólares por ellas —explicó—. Es algo sencillo. Ya hay una camioneta con el cargamento, solo estamos esperando la hora de la reunión.
—¿Dónde los veremos?
—En el estacionamiento de un edificio del centro.
—Bien, tendré preparados a mis hombres para que nos acompañen —habló Romanov.
—Es preferible para los compradores que solo asistamos nosotros dos —contestó.
—Eso nos hace blancos fáciles para una emboscada —dijo Lilith con el rostro serio—. Llevaré un par de hombres encubiertos por protección. No quiero que nada salga mal.
—Pero...
—No me digas como hacer mi trabajo, Ferrara. Únicamente enfócate en hacer el tuyo —la interrumpió—. Yo disparo si tengo que disparar y tú negocias, así funciona.
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Una camioneta gris oscura subió al casi solitario piso del estacionamiento dónde ambas aguardaban en el interior del auto. Dicha camioneta se estacionó y de ella bajaron dos hombres de mediana edad que miraban a todas partes asegurándose de que no hubieran testigos a su alrededor. Lilith quitó el seguro de su Desert Eagle antes de abrir la puerta y bajar del auto. Aysel se paró a su lado y esperó a que los hombres se acercaran.
—We have the money, we want the weapons —dijo uno de ellos.
—They are inside the trunk —contestó Ferrara.
El otro se dirigió directamente al auto a sus espaldas, pero Lilith lo detuvo.
—Payment first —dijo Romanov.
Ambos se miraron mutuamente y asintieron, regresaron a su camioneta para sacar de dentro una maleta de color negro, la cual aventaron al suelo y abrieron mostrando la gran cantidad de fajos de dólares en billetes de gran denominación. Aysel se inclinó para revisar la veracidad de los billetes y después se acercó a Romanov para confirmar que todo estaba en orden.
Lilith permitió que tomaran las armas y las llevaran a su vehículo, mientras que Aysel verificaba que todo el pago estuviera completo. Lilith no pudo evitar percibir la mirada lasciva de uno de ellos sobre su cuerpo, así que lo vio fijamente hasta el punto de intimidarlo.
La camioneta gris se marchó rápidamente del lugar, Ferrara subió al auto junto con ella y el dinero para retirarse del estacionamiento, siendo escoltadas por un auto poco llamativo que iba frente a ellas. Ferrara llamó a Velazco para confirmar que habían recibido el pago, mientras que Lilith conducía en dirección al hotel.
A pesar de no quedar lejos, el tránsito de la ciudad las atrapó, obligándolas a compartir más tiempo del necesario. Romanov encendió la radio para evitar tener una conversación con Aysel, pero su estrategia no funcionó.
—¿Cómo está Dmitry? —preguntó su acompañante refiriéndose a su mejor amigo.
—Ah, está bien. Sigue en Rusia —contestó sin mucho interés.
—¿Sigue haciéndose cargo del local en Moscú?
—Sí. Está ocupado en eso —dijo retomando la marcha del auto cuando los demás se movilizaron.
—¿Quieres ir a comer algo antes de regresar al hotel? Conozco algunos restaurantes aquí en la ciudad que sirven buenos platillos.
—No, gracias. No tengo apetito —declinó su invitación.
Tras decir aquello, ella dejó de insistir. Sus intentos de llevarse un poco mejor con ella estaban dando inicio, sin embargo, Lilith no tenía en interés en hablar con Ferrara, a menos que fuese estrictamente profesional y necesario.
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01 de Mayo de 2020 2:00 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Descendieron el avión separándose casi inmediatamente después de llegar al aeropuerto, Aysel tomó su tiempo para caminar a la salida, pero Lilith avanzó deprisa abriéndose paso entre las personas.
A la distancia, la asesora observó como una moto se estacionó durante un par de minutos, no pudo ver al conductor por el casco oscuro que este usaba, solo fue capaz de ver como Lilith subía a la moto y ambos se iban rápidamente. Una pizca de intriga permaneció en ella durante algunos segundos, sin embargo, se desvaneció cuando sintió su teléfono vibrar dentro del bolsillo de su pantalón.
—¿Si? —contestó la llamada sin saber de quién se trataba.
—Hola, soy Elena.
—Ah, hola, señorita Morel. No esperaba una llamada suya.
—Te llamé para asegurarme si llegaste bien. ¿Cómo estuvo el viaje? —habló la diseñadora con interés.
—Fue interesante, aunque solamente fue por asuntos de trabajo —contestó—. Por ahora nada más quiero llegar a casa y dormir un buen rato.
—Oh, entiendo. Debes de estar cansada por el vuelo —dijo Elena—. Si quieres puedo pasar por ti y llevarte a tu casa, estoy a unos veinte minutos del aeropuerto.
Aysel meditó su oferta unos segundos.
—No es necesario, no quiero molestarte —dijo Ferrara un poco apenada.
—No es ninguna molestia. Puedo pasar por ti y llevarte a tu casa antes de regresar a mi departamento.
—¿Segura de que no te causo ningún inconveniente? —Aysel dudó.
—Sí, no hay problema —comentó Morel segura de sus palabras
—Bien, entonces, ¿En dónde nos vemos?
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El auto de color blanco se estacionó frente a ella, la ventanilla bajó y la voz de Elena dijo su nombre haciéndola voltear en su dirección. Morel la saludó con entusiasmo después de bajar del auto. Le ayudó con sus maletas y las puso en la cajuela mientras Ferrara subía al vehículo.
Elena arrancó y ambas tuvieron una pequeña conversación en el trayecto del aeropuerto hacia el departamento de la asesora. Aysel se enfocaba en temas laborales y personales, por otro lado, su acompañante buscaba oportunidades de hacer un poco más cercana la plática.
El sol de la ventana iluminaba el rostro de Aysel, sus ojos se veían más claros y su cabello castaño oscuro brillaba bajo la luz. Morel le prestaba atención a cada cosa que decía sin perder la vista del frente al manejar. Una llamada interrumpió su conversación obligando a Aysel a tomar su teléfono y responder.
—Carina, ¿Qué sucede? —contestó—. Estoy con Elena en este momento, ¿Por?
La nombrada dirigió su mirada en su dirección, tratando de comprender de qué hablaban. Aysel escuchó pacientemente lo que le decía Robbins, a medida que lo hacía, en su rostro apareció una sonrisa.
—¿Ya llamaste a mi hermano para avisarle? —preguntó—. Okay, sí, yo le digo a Elena.
Después de decir aquello, colgó y guardó el aparato en su bolsillo nuevamente.
—¿Qué sucede? —preguntó Elena.
—Me llamó Carina para avisarme que un amigo llegará mañana a la ciudad y que quiere recibirlo con una fiesta en su casa. Su nombre es Julio San Agustín, creo que lo conoces —explicó.
—Sé quien es. Es modelo al igual que Carina. He escuchado hablar mucho de él, aunque nunca he tenido la oportunidad de conocerlo.
—¿Te gustaría conocerlo? —interrogó Aysel—. Podrías ir conmigo mañana a la casa de Carina, puedo presentártelo. Robbins me dijo que podía invitarte.
—Claro, me encantaría —dijo con una sonrisa.
Ferrara asintió y se recargó cómodamente en el asiento, retomando su conversación con ella con la radio de fondo y el aire acondicionado refrescando su rostro. Aysel comenzó a olvidarse de sus preocupaciones y el estrés que tenía cuando Morel comenzó a hacerla reír con sus bromas y anécdotas divertidas, lo que hizo el viaje más cómodo para ambas.
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02 de Mayo de 2020 6:00 pm, Ciudad de México.
Julio San Agustín.
La cabellera platinada del hombre alto de piel ligeramente bronceada y figura elegante, fue llamativa para las cámaras que esperaban pacientemente su llegada en el aeropuerto de la ciudad. Sus ojos estaban cubiertos por gafas negras evitando que se irritaran por los flashes de las cámaras que lo acosaban.
Saludó amablemente y les regaló una sonrisa antes de seguir caminando despreocupado hacia la salida. La mujer pelirroja con una gorra negra y ropa casual lo llamó.
—¡Hey, Julio!
El nombrado se detuvo y giró en su dirección. La voz que escuchó era la de su vieja amiga, Carina Robbins. Avanzó hacia ella y le otorgó una sonrisa sincera a comparación de la que le regaló a los periodistas, quienes no tardaron en reconocer a la chica que esperaba por el modelo.
Ambos se abrazaron con fuerza en una cálida y familiar bienvenida, la acción no solo fue memorable para ellos, también para los medios que reportarían la noticia como la principal de la tarde.
—Te dije que no era necesario que vinieras por mí —le dijo a Carina.
—No iba a dejarte solo aquí, además, necesitas un lugar donde hospedarte —habló Carina ayudándolo a cargar sus cosas—. Vamos a mi casa, te están esperando.
Julio miró extrañado a Robbins sin entender a lo que se refería.
—Carina, no me digas que organizaste una...
—Sí —afirmó—. Cariño, no podía no organizar una bienvenida para ti después de años que no pisas México. Hay muchas personas deseosas por verte.
—Bien, entonces —hizo una pausa—, espero que tengas alcohol suficiente porque si planeo estar ahí, no quiero que eso falte.
—Tranquilo, Aysel fue la encargada de llenar mis reservas otra vez.
—Eso suena mejor, ambos tenemos los mismos gustos.
—Espero que no en un mal sentido —bromeó Robbins—. Porque no quiero tener que darles a los dos el mismo consejo por tomar la misma mala decisión.
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Eliminó sus nervios al entrar por la puerta principal de la gran casa, las personas a su alrededor lo recibieron con alegría mientras lo halagaban y felicitaban por el gran éxito que tuvo en todos esos años fuera del país. Entre los rostros casi desconocidos de la multitud, visualizó a dos personas en el fondo, a Aysel a quien estaba feliz de ver y a Marco, a quien evitaría toda la noche.
Abrazó a la chica cuando llegó junto a ella, besó su mejilla y le sonrió.
—Sí que has crecido, pequeña Aysel —la molestó.
—Más respeto Julio, solo soy tres años menor que tú —se quejó ella.
—Shhh, para mí siempre serás como una pequeña hermanita —presionó sus mejillas.
Marco se quedó en silencio observando la situación sin saber qué decir ni que hacer. Julio giró en su dirección, lo saludó con un apretón de manos y con un abrazo palmeando su espalda.
—Bienvenido —pronunció tímido.
—Gracias —contestó un poco frío.
Julio fue llevado, o más bien, arrastrado por Carina hasta el jardín donde comenzó a saludar a todos los invitados y a conversar con ellos, en poco tiempo, se volvió el centro de atención. Percibió una mirada fija en él durante todo el rato, aquella mirada que estaba dispuesto a evitar toda la noche.
La curiosidad del modelo por la chica al lado de Aysel, aumentó cuando notó a su amiga muy atenta y amable con ella, como procurando que se integrara al ambiente y disfrutará de la velada. Se acercó a ambas y nada discreto les habló.
—¿Son novias? —les dijo en voz alta.
—No, para nada —negó la chica al lado de su amiga nerviosa—. Solo somos amigas y trabajamos juntas.
—Uy que pena, se ven bien juntas —comentó intentando incomodar a Aysel.
—Julio, no hagas tus bromas ahora. No incomodes a Elena —lo regañó Aysel.
—Que amargada, por eso sigue soltera —dijo mirando directamente a Elena—. Olvidé presentarme, soy Julio San Agustín, es un gusto conocerla.
El chico extendió su mano en forma de saludo hacia Elena.
—El gusto es mío, soy Elena —respondió a su saludo con un apretón de manos y un beso en la mejilla—. Tenía muchas ganas de conocerte.
—¿A mí? —Julio abrió los ojos desconcertado.
—Sí, he oído mucho de ti. Soy diseñadora y tú eres un modelo muy famoso entre los que estamos en el gremio.
—Debo admitir que eso sube mi ego —confesó.
La conversación comenzó a fluir naturalmente entre ambos, al punto en que hablaron durante media hora hasta que Julio tuvo que alejarse de la diseñadora para ir a saludar a más invitados. Las horas pasaron y fue imposible para él no sentirse agobiado por ser el centro de atención todo el tiempo. Se alejó de las personas para tomar un respiro dentro de la casa. Se sentó en el sofá de la sala y bebió su trago helado tranquilamente.
—¿Agobiado? —se le unió Marco.
—Un poco —respondió.
—Carina los distraerá un rato, escuché que se pondrá a cantar —contó el chico sentándose frente a él.
—Esas son buenas noticias, me dará un respiro.
Ambos continuaron en silencio acompañándose unos instantes que para Julio parecieron eternos. Cuando miró en su dirección, se encontró con sus pupilas fijas en él. A lo lejos escucharon el sonido de las guitarras y la voz de Carina.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó Julio.
—No, es solo que me acordé de algo cuando te vi. Me alegra verte después de tantos años —se sinceró.
—Me gustaría decir lo mismo, pero sería deshonesto de mi parte
Sus palabras fueron dolorosas para Marco.
—Creo que deberíamos hablar de lo que pasó en ese entonces...
—¿Hablar de qué? —el estado relajado del modelo cambió a uno tenso—. ¿De cómo fuiste tan cobarde y huiste?
—Sabes que no fue así como sucedió, yo no quería —intentó explicarse.
—¿No querías lastimarme? —lo interrumpió.
—No, no quería que todo terminara así, fue un mal momento para ambos. Ninguno de los dos sabía como manejarlo.
—Te equivocas, tú fuiste el único que no pudo manejarlo —contestó—. Dime, incluso ahora, después de ocho años, ¿Alguien que no seas tú o yo lo sabe?
El hombre lo miró fijamente sin poder confirmar o negar.
—¿Tu hermana lo sabe? ¿Carina lo sabe? —siguió hablando—. ¿Alguien en el puto mundo lo sabe?
—No —contestó con temor.
—Que bien —dijo sarcástico mirando a otro lado—. Sigo siendo un secreto para ti.
Se levantó del sofá dispuesto a irse, pero Marco lo detuvo cuando lo tomó el brazo.
—¡Julio, no entiendes lo que pasó, en realidad estaba asustado después de ver lo que pasó con Aysel cuando salió del closet!
—¡Por lo menos ella tuvo las agallas suficientes para decirlo abiertamente sin importar las consecuencias! —alzó la voz y soltó su agarre—. Ella lo hizo con valentía y tú sigues siendo un cobarde.
Marco no se atrevió a decir nada, simplemente permaneció estático en su posición.
—¿Acaso... fui tan insignificante para ti como para que me escondieras como si sintieras vergüenza? —pronunció Julio dolido con la mirada baja.
—No. Jamás estuve avergonzado de ti. Lo estaba de mí y lo sigo estando al no poder afrontar a mi familia —confesó con la voz rota.
Es la historia de un amor, como no hay otra igual
Que me hizo comprender todo el bien, todo el mal
Que le dio luz a mi vida
Apagándola después
Ay, que noche tan obscura
Sin tu amor yo viviré
Ambos sintieron la presencia de una persona a metros de ellos, giraron en su dirección, encontrando a Aysel en silencio parada cerca de la puerta. Ferrara no comprendía del todo lo que estaba pasando, pero supo que estaban discutiendo por el ambiente entre ambos.
—Vámonos —dijo Marco tomándola del brazo y alejándola de Julio.
Ferrara no preguntó nada, solo se despidió de Julio con un gesto con la mano y siguió a su hermano. Marco lloró amargamente en silencio, Aysel tomó el volante y encendió el auto.
—¿Te llevo a tu departamento? —le preguntó.
—No, no quiero estar solo ahí. Vámonos a otro lado.
—Bien —aceptó sin cuestionar.
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02 de Mayo de 2020 8:30 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
La baja iluminación de su propio departamento les permitió a ambos sentir la tranquilidad y la paz que necesitaban. Sintió el calor cerca de sus manos cuando sirvió en dos tasas té caliente recién hecho. Tomó ambas y las llevó al recibidor donde su hermano estaba sentado mirando al suelo.
—Toma —le ofreció una.
—Gracias —contestó en voz baja.
Ferrara tomó asiento a su lado y comenzó a acariciar su espalda para relajarlo.
—¿Quieres hablar de lo que pasó hoy? —preguntó con precaución.
—Sí. Lo he callado mucho tiempo —dijo—. Pero primero, prométeme algo.
—Dime.
—No me juzgues como papá lo hubiera hecho —susurró.
—No voy a juzgarte, estoy aquí para entenderte y escucharte.
Marco asintió, se enderezó y miró a su hermana a los ojos. Aysel estaba expectante a lo que tuviera que decirle.
—No sé cómo empezar, siento que hay mucho que contar al respecto —confesó y bebió un poco de té—. Es mejor que me preguntes para que yo pueda darte una respuesta concreta.
—Bien —ella aclaró su garganta—. ¿Julio y tú fueron pareja?
—Sí. Hace años, unos siete u ocho, no lo recuerdo con exactitud. Nos volvimos cercanos y con el tiempo nos enamoramos.
—Okay. ¿Por qué rompieron?
—Bueno, eso fue por —Marco no pudo pronunciarlo—. Por lo qué pasó entre tú y papá cuando saliste del closet.
—¿Hablas de cómo reaccionó? —preguntó para confirmar.
—Sí. La manera en que te gritó y te corrió de la casa cuando saliste del closet fue demasiado para mí. Vi en sus ojos decepción, una que yo no quería causarle, por eso terminé con Julio y me alejé de él. No quería compartir el mismo destino que tú si él se enteraba —explicó—. Cuando volviste y las cosas mejoraron, me di cuenta de que no fue el fin del mundo y que había perdido a la persona que amaba por... cobardía.
—¿Tú estabas pensando en salir del closet?
—Sí, cuando te vi tan entusiasmada de hacerlo, supe que tarde o temprano llegaría mi momento, pero jamás llegó —respondió cabizbajo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo te hubiera apoyado de cualquier manera.
—No estaba seguro, Aysel. Ni siquiera hoy en día lo estoy. Por eso no le dije a nadie.
—Lo entiendo —Ferrara siguió acariciando su espalda.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro —contestó Aysel.
—¿Qué se siente enfrentarte a tus miedos?
—Terror. Es una sensación que crees que te comerá vivo. Aunque, a veces es necesario para aceptarte a ti mismo y saber quién eres —habló ella segura de sus palabras rememorando sus tragos amargos del pasado—. No tienes que enfrentarte a lo que te asusta solo, yo voy a apoyarte cuando lo necesites.
Aysel dejó su taza sobre la mesa de centro y abrazó a su hermano permitiéndole que llorara sobre su hombro. Marco sintió por primera vez la compresión total de alguien, de su propia sangre, que más que decir algo, lo escuchó. En sus brazos sintió la familiaridad y el cariño de su lazo fraternal.
—¿Puedo quedarme en tu departamento? —dijo Marco entre sollozos.
—Claro, el tiempo que quieras.
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