Capítulo 41: Hogar
16 de Febrero de 2021 4:49 pm, Ciudad de México.
Galina Reznikov.
Alejarse de las residencias rusas y el prestigio de pertenecer a una familia como la suya, siempre era altamente satisfactorio para ella, ya que no tenía que lidiar con la presión usual de ser una mujer exitosa y distinguida en todas partes, luciendo con su faceta profesional y elegante. Aprovechó la oportunidad de estar libre para visitar al menor de sus hijos en México por segunda ocasión.
Dmitry no puso oposición alguna, al contrario, se mostró emocionado y gustoso de recibirla con una comida en la casa de Lilith en cuanto el vuelo comercial que tomó arribó a la urbe. Los tiempos estaban cambiando y no era raro para ella sentirse ligeramente sola después de que los negocios de su esposo y su hijo mayor acortaran el tiempo en que los veía, sumado a esto, la ausencia de Dmitry en Rusia contribuyó a que sus tardes se volvieran aburridas.
Al ser recibida por la calidez del chico rubio, Carina y Lilith, volvió a sentirse como en casa, sin la necesidad de tener que ocupar su mente para matar el tiempo que podía llegar a transcurrir lentamente. Galina abrazó a cada uno de los presentes, uniéndose al regocijo de verla de nuevo en la ciudad, pues esta vez tenía pensado quedarse más tiempo que la vez pasada. Se alegró por su hijo y su novia, quienes se veían mucho más unidos que nunca, disfrutando de una relación sana y honesta que los hizo desprender un aura de encanto mutuo, misma que le fue imposible ignorar.
Pero la pareja no era la única que se veía sumida en la felicidad, pues incluso Lilith se notaba diferente luciendo lo que parecía ser un anillo de compromiso en su mano. Romanov estaba mucho más relajada y alegre que en otras ocasiones, y las suposiciones de Reznikov iban orientadas hacia la joya que la chica portaba tan orgullosamente.
La comida con la que acompañaron su larga conversación para ponerse al día, destacó por el buen sazón de Dmitry, quien no había escatimado en lucirse esa misma tarde ofreciendo algunos platillos tradicionales rusos y otros aprendidos de Ana María, quien le estaba confiando al chico sus mejores recetas para que degustara de ellas cuando quisiera.
(Conversación en inglés).
—Es bonito el anillo que estás usando, Lilith —Galina mencionó cuando Romanov llenó su copa de vino tinto—. ¿Me perdí de algo en este tiempo?
Lilith sonrió ampliamente al escuchar aquello. Miró la joya en su mano y dejó la botella de vino sobre la mesa.
—En realidad, estaba esperando a que lo mencionara, señora Reznikov —dijo la pelinegra emocionada mientras Dmitry y Carina se lamentaban por el hecho de que la mujer tocó el tema—. Recientemente, me comprometí con Aysel.
Galina casi se ahogó con el trago que bebió de su copa al escuchar eso y se enderezó en su asiento para mirar a la chica fijamente con una expresión auténticamente emocionada.
—¡Felicidades! —exclamó emocionada, levantándose para abrazarla—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué no está aquí la afortunada para felicitarla también?
—Muchas gracias, señora —dijo Lilith correspondiendo a su abrazo—. Pues, está trabajando en el negocio de su familia, por eso no pudo asistir hoy.
—Me alegro mucho por ustedes —dijo con honestidad—. Lo único que me sorprende es que tus padres no hayan mencionado nada cuando los visité antes de venir aquí.
La expresión de todos cambió al escuchar eso. Galina no sabía que la reacción de los Romanov no fue del todo positiva, pero lo asumió al ver como la atmósfera decaía un poco.
—La hubieras visto la semana pasada, mamá —comentó Dmitry—. No paraba de presumir su anillo con cualquiera que se le atravesara, medio país ya sabe que se va a casar.
—Apuesto a que tú harías lo mismo si te casas con Carina —miró a Robbins tras decir eso—. Que, por cierto, aprovecho la oportunidad para mencionar que es bienvenida a la familia si te acepta.
Galina les guiñó el ojo a la pareja con una sonrisa en su rostro. Con los ánimos más relajados, se sentó de nuevo frente a Lilith orgullosa de la felicidad de la chica, pues muy pocas veces la había visto tan desbordante de alegría. Como una madre orgullosa, contempló a las personas a su alrededor convencida de que estaban llegando a una etapa de sus vidas que sería dorada en su juventud y que tarde o temprano recordarían con la misma nostalgia con que ella recordaba sus mejores años.
El tiempo se congeló en ese momento, en el que se sintió en su hogar, a pesar de estar a miles de kilómetros de su casa, pues no había mejor hogar que sentirse acompañado.
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16 de Febrero de 2021 5:57 pm, Ciudad de México.
Dmitry Kozlov.
Sirvió delicadamente el postre elaborado a base puré de frutas, azúcar y claras de huevo sobre la vajilla impecable, cuidando en todo momento la estética de su presentación. El Zéfir era parecido a un malvavisco por su textura ligera y esponjosa que tenía forma de merengue y también era bastante conocido por ser uno de los postres favoritos de Iván el Terrible, el primer zar ruso.
Su madre se unió a él en la cocina para ayudarlo a llevar el postre a la mesa y también aprovechar la soledad para hablar en privado sobre el tema que tocaron superficialmente en la comida. Kozlov supo que Galina no lo dejaría salir de la cocina hasta que la escuchara.
(Conversación en ruso).
—Me gusta verte feliz con Carina —comentó su madre—. Se ven muy tranquilos.
—Todo ha mejorado entre nosotros desde lo que pasó —respondió Kozlov con una sonrisa—. Siento que estoy enamorado de ella como nunca lo estuve de nadie.
—No me sorprendería si tarde o temprano me dices que vas a formalizar tu relación con ella —habló Galina poniendo una mano sobre su hombro—. Nunca me presentaste a alguien además de Lilith. Por un momento creí que estabas en una especie de amor no correspondido con ella.
Dmitry soltó una pequeña risa al escuchar eso, detuvo lo que hacía para mirar a su madre mientras rememoraba su juventud, más específicamente, el tiempo en que Lilith y él fueron novios.
—Éramos muy jóvenes cuando fuimos pareja, además de que siempre fue un amor más fraternal que otra cosa —dijo Dmitry.
—Lo sé y ha sido lindo verlos crecer a ambos. Ahora que Lilith dijo que se casará, no pude evitar pensar en que tú también lo harás algún día y, a juzgar por como ves a Robbins, va a ser ella. ¿Has pensado en presentársela al resto de la familia?
Su cuestionamiento removió un tema sensible en el joven, pues eso solo significaba exponerse a la crítica y la poca consideración de su padre y su hermano mayor, con quienes no llevaba una buena relación. Carina era un buen partido, pero eso no la excluía del juicio de los dos hombres que eran considerados como los jefes de la familia. Dmitry no tenía la necesidad de cumplir con las expectativas, pero si quería evitar a toda costa que su relación se viera presionada por ellas.
—No creo que estén listos para eso —respondió.
—Dudo que lo tomen mal. La señorita Robbins es una mujer con una buena reputación y una carrera destacable —objetó Galina—. Además de que me gusta tenerla como nuera.
—Sí, lo sé. Pero mi papá y mi hermano son... —hizo un ademán con la mano buscando las palabras para completar su oración.
—¿Mezquinos? —completó Reznikov.
Dmitry asintió bajando la mirada.
—Tengo que reconocer que Vladímir tiene el carácter de tu padre y los dos pueden ser bastante desapegados, pero estoy segura de que se alegrarán, aunque sea un poco, de verte feliz —acarició la mejilla de su hijo con cariño —. Sin presiones, osito. Cuando llegue el momento, estarás listo.
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16 de Febrero de 2021 9:02 pm, Ciudad de México.
Lilith Romanov Verro.
Si alguien le hubiera preguntado meses atrás si podía pasar un rato a solas con Carina conversando como dos amigas cercanas, probablemente Lilith hubiera dicho que no, pero ahora aquello se hacía realidad con el acercamiento de ambas mujeres, que descubrieron que tenían más en común de lo que pensaban.
Para entonces Robbins ya no la veía como la temida asesina profesional que había conocido y Lilith dejó de verla como la chica pretenciosa que podía ser molesta en algunas ocasiones. Romanov estaba empezando a considerar a Carina su amiga y a disfrutar el conversar con ella, ahora que Dmitry estaba ausente por ir a dejar a su madre al hotel donde se estaba quedando, ya que Galina tenía planeado visitar unos lugares fuera de la ciudad al día siguiente.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —cuestionó Carina direccionando el tema de su charla.
—¿Quieres más consejos sexuales? —Romanov aprovechó para mencionar el tema, recordándole lo nerviosa que se había puesto durante esa plática.
—No, eso no. No tiene que ver con ese tema —respondió Carina, ligeramente apenada—. En realidad tiene que ver con tu compromiso.
—¿Qué pasa con eso? —dijo Lilith con curiosidad acomodándose mejor en el sofá para escucharla.
—¿Qué se siente comprometerse? —soltó la pelirroja sin ningún tipo de inhibición tomando por sorpresa a la pelinegra.
Lilith podía entender su curiosidad ante las sensaciones que se experimentaban, aunque también comenzó a sospechar sobre los pensamientos internos de Robbins al hacer una pregunta como esa acerca del hecho reciente. Cualquiera que fuera la razón que motivó su cuestionamiento, Lilith le daría una respuesta honesta sin dejar de usar la oportunidad para sacarle información.
—¿Por qué tanto interés? ¿Ya quieres casarte con DM? —dijo Lilith con una sonrisa en su rostro.
—Tal vez —contestó Robbins directamente—. Pero, en realidad, estoy preguntándote por qué no sé cómo se siente esa emoción verdadera de saber que alguien que amas quiere casarse contigo.
La pelinegra rememoró en un instante la turbia situación en la que se encontraba la chica pelirroja meses atrás, con un compromiso forzado, con alguien que ni siquiera le gustaba y atada de manos sin el valor suficiente para negarse. Para Carina, esa felicidad todavía era ajena a su persona.
—Tengo que admitir que aún sigo un poco sorprendida por la relación que tienes con Aysel —comentó Carina—. No me lo tomes a mal, pero ustedes a simple vista no se ven muy...
—¿Compatibles? —añadió Lilith recibiendo un asentimiento de su parte—. Todos piensan eso cuando nos ven juntas.
—Es que parecen ser mundos tan distintos —dijo Robbins.
—Lo somos —afirmó Lilith—. Pero de alguna manera que ninguna de las dos entiende, logramos conectar.
Romanov sonrió satisfactoriamente ante sus propias palabras y acarició el anillo en su dedo anular para después responder a la pregunta inicial de la chica que la acompañaba.
—Con respecto a lo que preguntaste primero —retomó el tema—. Solo puedo decirte que es una de las sensaciones más únicas que he vivido. Nada puede compararse cuando sucede.
A su mente vinieron todos los recuerdos de esa noche, desde el beso que se dieron antes de entrar al hotel hasta el momento en que Ferrara se arrodilló ante ella para pedirle que fuera su esposa. Carina permaneció expectante en todo momento, analizando sus movimientos y los sentimientos que fluían a través de su expresión.
—Son momentos como esos que te hacen creer que el para siempre sí existe y no solamente es una fantasía —explicó—. Pero lo mejor de todo, es darte cuenta de que estás por comenzar una vida con la persona que quieres y algún día estarán casadas y serán una familia.
—Lilith —escuchar su nombre la sacó de sus pensamientos, obligándola a hacer contacto visual con Carina, que de lejos ya se veía emocional—. De verdad espero que sean muy felices juntas, porque sé que lo merecen. Ahora más que nunca compruebo una vez más que Aysel tomó la decisión correcta contigo.
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17 de Febrero de 2021 4:26 pm, Ciudad de México.
Lilith Romanov Verro.
La pelinegra subió a la segunda planta del local, donde se encontraban las oficinas de la gerencia de la cadena de restaurantes, por indicación de su suegra después de que le preguntara dónde se encontraba Aysel. Lo cierto era que su papel dentro de los negocios de su familia le devolvió a su prometida el brillo y la motivación necesaria para entretenerse, aunque eso significara tener menos tiempo disponible para acompañarla a pasear a Honey.
Los pensamientos de Lilith se disiparon en cuestión de segundos cuando la observó a través de los muros de cristal, con la camisa arremangada a los antebrazos, sosteniendo un plumón en su diestra mientras explicaba hábilmente escribiendo sobre un pizarrón blanco. Sus acompañantes parecían estar cerca de su edad, pero aun así estaban encantados por la asesoría de Ferrara, quien parecía estar probando un punto con su explicación.
Tal vez fue la manera en como se recargó sobre la alargada mesa de la sala de juntas, o incluso el cómo acomodó su cabello hacia atrás, pero Lilith no pudo evitar sentirse atraída por ella, por ese encanto que desprendía al enseñar algo tan concentrada y profesional.
Aysel sonrió tímida cuando la visualizó invitándola a pasar a la sala de juntas para presentarla. Romanov ni siquiera tuvo tiempo de asentir cuando ya estaba caminando en su dirección. Ferrara la presentó como su prometida ante los ejecutivos que salieron de su trance tras su breve lección. Todos la saludaron amablemente antes de marcharse cuando la castaña dio por finalizada la junta que de un momento a otro se convirtió en clase.
Sin embargo, el encanto de Aysel no había desaparecido para Lilith que aún seguía prendida de ella, observándola borrar el pizarrón rápidamente y dejar el plumón sobre el pequeño espacio de aluminio ubicado a la orilla. Ferrara la volteó a ver consternada por su mirada tan intensa.
—¿Pasa algo? —cuestionó acercándose naturalmente.
—Podría aprender cualquier cosa si tú me enseñas —contestó Lilith—. ¿Cómo demonios te ves tan atractiva explicando algo?
Aysel sonrió al escuchar aquello recibiendo a Romanov entre sus brazos. Lilith la abrazó como normalmente lo hacía, sin perder la oportunidad de acariciar su espalda, descendiendo desde el comienzo de esta hasta la parte baja, donde aprovechó para golpear ligeramente su trasero, que destacaba particularmente por el corte del pantalón que Ferrara usaba.
—Manos quietas, esas son paredes de cristal y hay personas cerca —advirtió Ferrara.
—Perdón, fue demasiado tentador —dijo Romanov retornando a su compostura—. Tanto como verte como profesora. ¿Cuándo me das lecciones privadas?
—¿En serio me veo tan bien enseñando? —preguntó Aysel.
—Lo suficiente como para que quiera olvidar que estamos en una sala de juntas en el negocio de tu familia —se acercó a su oído— y ver cuánto puedo aprender de ti.
—Lilith... —Ferrara susurró su nombre seducida por ella.
La pelinegra le dio un pico en los labios antes de tomarla del brazo y sacarla de ahí rompiendo con la atmósfera tensa que había entre las dos. Lilith caminaba orgullosa unos pasos delante de ella, siendo consciente de que su presencia y el anillo que portaba eran de sumo interés para los empleados allegados a la familia.
—Mejor te llevo a mi casa antes de que alguien más quiera tomar las lecciones que por derecho me pertenecen al convertirme en tu futura esposa —dijo Lilith llevándola hacia el estacionamiento dónde estaba su auto.
—Solo tengo ojos para ti —dijo Aysel subiendo al vehículo cuando Romanov le abrió la puerta.
—Entonces dame clases privadas en mi habitación —Lilith le guiñó el ojo—. Es mi nuevo fetiche.
—Con gusto, señorita Romanov —dijo dándole una mirada cómplice.
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17 de Febrero de 2021 11:26 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Salir de fiesta todos juntos siempre terminaba inyectándoles esa dosis de juventud y adrenalina que necesitaban para seguir con sus responsabilidades. Escuchar la música ensordecedora, beber un par de cócteles y bailar en pareja, era una experiencia placentera que Lilith, Carina, Marco, Dmitry, Julio y Aysel compartían. Los principales incentivos de esa salida fueron Robbins y Kozlov que estaban en la mejor disposición para convertirse en las almas de la fiesta de esa noche.
Fue así como terminaron convenciendo al resto de acompañarlos a un club con un buen ambiente del que podrían disfrutar. La pareja del ruso y la canadiense se perdieron un momento, dejando a Julio y Marco en la barra y Aysel y Lilith en la pista bailando Te encontré de El Vega mientras se cantaban mutuamente el coro de la canción consumidas por el momento.
No había que ser demasiado observador para notar el magnetismo entre ambas chicas que se seducían mutuamente sin alejar sus cuerpos y sin perder el ritmo. Lilith rodeó el cuello de su pareja con sus brazos, atrayéndola hacia ella para seguir cantando la letra cerca de sus labios. Aysel se sentía en el cielo en ese momento al estar tan enamorada de la mujer que ahora podía considerar su prometida. Ferrara estaba dispuesta a emplear cada uno de los años que le quedaban en hacerla feliz, porque la adoraba tanto que ni siquiera ella podría creer que Lilith era una persona real.
—Un día, serás mi mujer —pronunció Lilith abrazándola al finalizar la canción.
—Técnicamente, ya lo soy —dijo Ferrara con una sonrisa—. Solamente tuya.
—Si fuera por mí, estaríamos casándonos en este momento —dijo Lilith casi gritando por el ruido.
—¿Tan pronto? —cuestionó Aysel con una sonrisa.
—¿De verdad tenemos que esperar tanto? —respondió Lilith haciendo un puchero.
—Solo un poco más, mi amor —habló repartiendo besos por su rostro—. Tenemos que hacer del día de nuestra boda algo inolvidable.
Romanov la miró a los ojos alegre de escuchar aquello, tan feliz de compartir la misma meta con ella y estar juntas. Aysel pensó en todo lo que tendrían que planear para cuando se casaran, pero sabía que no sería para nada pesado porque valdría por completo la pena ver al amor de su vida reuniéndose con ella en el altar.
Todos esos años separadas dejaron de importar tanto cuando volvieron a encontrarse para retomar lo que dejaron inconcluso. Aysel sabía perfectamente que durante ese tiempo siempre estuvo buscándola, en las rutinas, los lugares e incluso las personas, tratando de encontrar alguien que la hiciera sentir, aunque sea una mínima parte de lo que Lilith provocaba en ella.
El destino para ella tenía nombre, apellidos y estaba parado justo frente a ella mirándola como si fuera la única persona en la faz de la tierra. Romanov era una diosa en todo el sentido de la palabra, no solo por sus divinos atributos que robaban miradas a donde fuera, también por su gloriosa forma de amar que tocó hasta el rincón más profundo del alma de la castaña.
—¿Qué estás esperando para besarme? —dijo la pelinegra con una sonrisa coqueta.
—Solo quiero contemplarte un momento más para estar segura de que todo esto no es un sueño —contestó.
—No lo es —habló Romanov a centímetros de su boca—. Si quieres te lo demuestro.
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18 de Febrero de 2021 10:13 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Disfrutar de pasar cada noche con su futura esposa era uno de los placeres más cómodos de los que gozaba, sin importar que pasara toda la noche entregándose mutuamente o simplemente descansando en la comodidad de la privacidad de la habitación de Lilith. Envuelta entre las sábanas, Lilith la removió ligeramente para despertarla después de que escuchara su teléfono celular sonar en más de una ocasión.
Ferrara abrió los ojos de manera pesada, molesta por la luminosidad de la habitación y de aquella proveniente del aparato que Romanov le entregaba en sus manos para que tomara la llamada. Se enderezó sobre el colchón en lo que Lilith volvía a recostarse junto a ella recargándose sobre su hombro.
Con el teléfono en su oreja y el cansancio todavía presente en cada parte de su cuerpo, escuchó la voz del guardia de seguridad del local de Los Gorriones, ubicado en la Colonia Roma. El hombre hablaba alertado explicando lo mejor que pudo lo que había sucedido durante la madrugada, cuando dos autos se detuvieron cerca y lanzaron bombas molotov que explotaron e incendiaron parte de la entrada del restaurante, comprometiendo no solo el mobiliario, también la propia vida, el hombre que logró contactar a los bomberos antes de ponerla al tanto.
Aysel se levantó abruptamente preocupada por la situación, alertando a Lilith con su manera de reaccionar. Ferrara dijo que iba en camino antes de colgar el teléfono y levantarse de la cama con prisa.
—¿Qué pasa? —interrogó su pareja desconcertada.
—Pasó algo en el local de la Roma, tengo que ir inmediatamente —dijo buscando su ropa para vestirse lo más rápido posible.
—¿Qué sucedió? —cuestionó Lilith tallando sus ojos adormilada.
—Lo atacaron. Lo incendiaron —explicó Aysel alterada.
Ferrara terminó de vestirse siendo observada por su pareja. Se acercó a la cama para darle un corto beso de despedida.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó Romanov evitando que se apartara.
—No, no es necesario. Gracias —dijo Aysel.
—Vale. Avísame si necesitas algo e iré, ¿De acuerdo? —habló la pelinegra.
—Okay, gracias. Te veré más tarde —confirmó Aysel antes de salir de la habitación para bajar hasta la planta baja de la residencia y posteriormente al estacionamiento donde se encontraba su auto.
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El escenario no era mejor de lo que había imaginado. Todo olía a quemado y desprendía un poco de humo grisáceo, siendo la prueba clara de la destrucción que el fuego causó y que logró dañar considerablemente el área de consumo sin llegar a la cocina.
El guardia de seguridad apenas tenía algunas cuantas quemaduras de menor riesgo, pero en sus ojos se veía el terror de haber experimentado aquel incendio. Ferrara se acercó a él para preguntarle lo que había pasado y cómo se encontraba. Él relató más calmado uno a uno los hechos mientras Aysel estaba al pendiente de las curaciones que le estaban aplicando en las heridas.
—Esto jamás nos había pasado antes, señorita Ferrara —dijo—. Comprendería mucho más si se hubiera tratado de un robo como en ocasiones anteriores, pero al parecer lo hicieron con la única intención de destruir.
—Probablemente, fueron vándalos o algo por lo parecido —objetó la castaña—. Lo importante es que usted está bien, señor Fernández.
El nombrado asintió bajando la mirada hacia el suelo indeciso de mostrarle lo que había encontrado. Ferrara observó como de la manta que lo cubría sacó una piedra envuelta con una hoja de papel que parecía contener un mensaje y que tenía su nombre y el de Lilith escrito.
—Antes de que todo explotara, encontré esto cuando escuché que rompieron un cristal —dijo extendiendo el objeto en su dirección—. Los policías me hicieron algunas preguntas, pero no les mencioné nada de eso porque parece que es algo personal con su pareja y usted, por eso lo guardé.
Aysel recibió la piedra y extrajo la hoja desdoblándola para leer con mucha más claridad los nombres escritos. Aquello solo podía representar una cosa y ese hecho comenzó a aterrarla.
—Gracias, señor —dijo sin saber qué más decir—. Aprecio la discreción y el riesgo que está tomando por esto.
—He trabajado mucho tiempo para su familia, señorita Ferrara —contestó en voz baja—. En especial para su padre, y sé lo que este tipo de cosas significan, así que tenga mucho cuidado.
Ferrara tragó grueso desviando la mirada preocupada.
—Lo haré —dijo segura—. ¿Podría pedirle que no le mencionara esto a mi madre, por favor? No quiero alterarla.
—Descuide, esto quedará entre nosotros dos.
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18 de Febrero de 2021 2:45 pm, Ciudad de México.
Dmitry Kozlov.
Terminó con su primer trabajo del día después de especificar los cuidados al cliente, quien no tardó en salir del estudio satisfecho con el colorido resultado en su brazo del cual disfrutaría de presumir en cuanto terminara de sanar. Dmitry se deshizo de los guantes negros de sus manos disponiéndose a salir de su estudio, sin embargo, Lilith entró alterada impidiendo que siquiera se moviera de su lugar.
Eso hubiera sido normal si su amiga no se hubiera visto nerviosa y emocionada al mismo tiempo, dando un par de vueltas por el espacio bajo la atenta mirada de Kozlov.
(Conversación en ruso).
—¿Pasa algo? —interrogó—. ¿Por qué te ves tan inquieta?
—Estaba por preparame para una sesión cuando se me vino una idea a la cabeza que simplemente no pude ignorar y vine a contarte —dijo Lilith hablando rápido.
—Te escucho —dijo Dmitry abriendo su botella de agua para hidratarse.
—¿Y si se lo pido yo? —pronunció Romanov causando que DM frunciera el ceño confundido.
—¿Pedirle que a quien? —habló el rubio.
—A Aysel, que se case conmigo —contestó la pelinegra en un tono más alto, resultado de su exaltación.
—¿No se supone que ya están comprometidas? —objetó Kozlov.
—Sí, pero, sería lindo pedírselo yo también, ¿No crees? —respondió Lilith—. O sea, darle un anillo a ella. Además de que me ayudaría a marcar territorio.
Dmitry soltó una pequeña risa apartando la boca de la botella de sus labios. Lilith siempre encontraba la manera de matar dos pájaros de un tiro, y su propuesta era una de esas maneras.
—Lilith, lo único que le falta a Aysel es que se tatúe tu nombre en la cara. Esa mujer no puede estar más enamorada de ti —habló divertido con la situación—. Pero si también quieres pedírselo a ella, sabes que te apoyo.
Lilith sonrió de oreja a oreja, pero su expresión no duró mucho de esa forma cuando recordó un detalle importante.
—Hay un pequeño problema...
—¿Cuál? —contestó Kozlov.
—Quiero que sea con un anillo parecido al que me dio y creo que este es un ejemplar único —explicó.
Dmitry hizo memoria recordando la ocasión en la que acompañó a Ferrara a la tienda, y efectivamente, Lilith estaba en lo correcto al decir que la joya era una pieza única, pero todo pequeño o gran problema tenía solución. Kozlov pensó un momento y recordó que entre sus contactos conocía a un joyero capaz de cumplir con el trabajo que Romanov requería.
—Descuida. Conozco a alguien que puede ayudarte.
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19 de Febrero de 2021 1:48 pm, Ciudad de México.
Lilith Romanov Verro.
Todas las posibles teorías tenían algo en común, un punto donde terminaban y cobraban el sentido más apegado a la realidad que podían darle. La amenaza era clara, escrita sobre el papel con olor ahumado y escrito de forma desperada, sin ningún otro residuo que facilitara su identificación. Casi se sentía como una profecía escrita de sus destinos que ya estaban sellados. Lilith quería pensar que eso simplemente se trataba de una amenaza como muchas otras, pero había algo en ella que le preocupaba.
—Tal vez es de los italianos de la otra vez —objetó Ferrara a su lado tan consternada como ella.
—No lo creo, nos encargamos del jefe —contestó Lilith.
—No quiero pensar que es mi padre porque no quiero tener otro motivo más para alejarlo —dijo Aysel con un tono apagado.
—Tal vez lo es. Tú y yo sabemos que sus acciones han terminado en riesgos, que ni siquiera él pudo manejar —habló Romanov segura de sus palabras.
—Dudo que tenga el suficiente valor para mandar una amenaza de muerte hacia nosotros —dijo la castaña recargándose en la mesa con ambas manos—. Sobre todo a ti que te teme más que a Victoria.
Lilith hizo contacto visual dándole la razón. Todas las pistas terminaban guiándolas a las teorías que responsabilizaban a Leonardo del accidente, aunque no le daban un motivo suficiente para atacar directamente uno de los locales por más dolido que estuviera de haberlo perdido, prácticamente todo ante Ana María.
A pesar de sus constantes desacuerdos con el hombre, Lilith lo había llegado a conocer bien tras analizar sus acciones durante años y juzgar desde su posición cada una de sus decisiones, desde aquellas que involucraban a su familia hasta las que llenaban sus cuentas con dinero de orígenes cuestionables considerando el ejemplo de moralidad y rectitud que mostraba ante la sociedad.
La pelinegra desvió su atención del problema central para enfocarse en el decaimiento y la evidente inquietud de su pareja, quien estaba sumida en sus pensamientos con la vista fija en algún punto de la habitación.
—Ven aquí —dijo abrazándola por los hombros, permitiéndole recargarse en su hombro un momento mientras sobaba su espalda.
Aysel se apegó a su torso, refugiándose en su calor y su consuelo, dejándose llevar por las suaves caricias de Lilith, el olor de su perfume y la forma en que le transmitía apoyo sin la necesidad de palabras. La chica más alta sabía que esos momentos eran en los que su prometida más necesitaba de ella, porque había cosas que no podía manejar sola y necesitaba de su ayuda, aunque eso simplemente significara hacerle compañía en sus momentos más difíciles.
—Deberíamos ir a descansar un poco —comentó Lilith en voz baja cerca de su oído—. Han sido días difíciles, no has parado de investigar y eso podría hacerte daño.
Ferrara se separó ligeramente de ella para mirarla a los ojos. Lilith por su parte, tomó su rostro aprovechando la diferencia de estaturas para darle un corto beso en la frente.
—Te ves cansada —dijo Lilith—. Vamos a casa.
Aysel estaba por aceptar su propuesta, sin embargo, su teléfono celular, ubicado sobre la mesa, la interrumpió cuando sonó por una llamada entrante. La castaña miró la pantalla detectando un número no registrado que dudó en atender, pero lo hizo al tener un extraño presentimiento.
Lilith vio a su pareja contestar la llamada como usualmente lo hacía, pero contrario a lo que esperaba de sus reacciones acostumbradas, Ferrara palideció en un instante, quedándose inerte con una mirada llena de pánico.
—¿Qué pasó? —preguntó Lilith en voz baja, alarmada por su reacción.
—Mi mamá fue atropellada y está en el hospital en este momento —pronunció sin creer las palabras que salían de su boca.
Justo cuando creyeron que ya nada podría empeorar, lo hizo.
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19 de Febrero de 2021 2:38 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Juró que parte de su mundo se le venía encima a medida que avanzaban por las transitadas calles de la ciudad en la moto de Lilith con dirección al hospital. Ferrara rogó a los cielos y a todos los dioses existentes por la vida de su madre, por su bienestar, después de haberse enterado del accidente en el que estuvo involucrada.
Se afianzó fuerte al cuerpo de su prometida cuando ésta aceleró ignorando los semáforos rojos para cortar el tiempo de llegada y también la agonía de Aysel, quien se ahogaba en el miedo de perder a una de las personas que más amaba, su madre. Lilith puso su mano sobre las suyas ubicadas alrededor de su cintura y le transmitió con un ligero apretón el valor que necesitaba para mantenerse cuerda.
Sintiéndose fuera de la agría realidad por la que estaba pasando, Ferrara bajó de la motocicleta quitándose el casco seguida por Lilith. Avanzaron hacia el interior del hospital, esquivando a todo aquel que se interpusiera en su camino para reunirse con Marco, que ya estaba ahí esperando por ellas al recibir la misma trágica noticia. Los ojos claros de Aysel lucían cristalizados, su pulso temblaba al sostener el casco y sus pasos se tambaleaban ligeramente como resultado de la inestabilidad que sentía.
Su hermano la recibió con un abrazo, parándose del asiento donde estaba momentos antes.
—¿Dónde está? —fue lo único que pudo pronunciar con la fuerza que le quedaba.
—Aún no podemos verla, pero está estable. Hablé con algunos de mis colegas, descuida, está en buenas manos —dijo tratando de tranquilizarla.
—¿Cómo fue que...?
Su hermano bajó la mirada y tragó grueso. No quería explicar lo que había escuchado de la boca de los testigos que lo presenciaron, pero su hermana necesitaba saberlo, principalmente porque no parecía ser un accidente.
—Dijeron que estaba caminando por la acera a punto de cruzar la calle, pero se detuvo al ver que pasaba una camioneta negra. El vehículo se desvió tan solo unos centímetros y aceleró con todas las intenciones de arrollarla.
Una ola de escalofríos recorrió su espina dorsal al escuchar aquello. Llevó su mano a su boca sin poder creer lo que su hermano estaba relatando.
—La vieron impactarse contra el vidrio del auto y después caer al suelo. El auto huyó y nadie tomó las placas —dijo con un nudo en su garganta—. Aysel, eso no fue un accidente.
Esas últimas palabras rondaron en su mente una y otra vez durante las siguientes horas, en las que se quedó al pendiente de su madre, sentada junto a su cama en una incómoda silla, con la vista fija en la máquina que monitoreaba sus signos vitales. Temía que sus latidos se detuvieran cada vez que la línea avanzaba y hacía ese sonido emulando su pulso calmado. Era como si la muerte la acechara y ella estuviera ahí para ofrecer su alma a cambio si era necesario.
Para entonces, acordó con su hermano quedarse esa noche y ser relevada por él en la mañana, por lo que la esperaban un par de horas más ahí, donde el cansancio se hacía tan presente como la preocupación. Ferrara se acercó a su cama y tomó la mano sin fuerzas de la mujer que permanecía con los ojos cerrados y múltiples heridas en su cuerpo.
Su instinto protector salió a la luz en ese momento, haciéndole jurar entre lágrimas que nadie volvería a hacerle daño y que la mantendría a salvo, aunque eso le costara la vida, pues no había un precio demasiado alto para el bienestar de su familia y de las personas que más amaba en el mundo.
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20 de Febrero de 2021 5:16 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov Verro.
No pudo describir lo que sintió al ver a la chica con ojeras marcadas debajo de sus ojos mientras recibía su primera dosis de cafeína y un abrigo más cálido de su parte, cuando su hermano la relevó por la mañana después de que se quedara a cuidar de Ana María durante toda la noche. El estado de Aysel no solo delataba su falta de sueño, también el llanto que probablemente había durado horas.
Romanov pasó por ella en su auto, para que no tuviera que experimentar el frío de la madrugada de camino a su departamento, donde tenía planeado cuidar de ella. Aysel no se opuso a ninguno de sus cuidados, al contrario, los recibió al no tener la energía suficiente para ir a su propia casa a descansar. Lilith no solamente estaba preocupada por el bienestar de su suegra, que seguía internada, también por el estado de su novia, quien se veía bastante afectada por el suceso que perturbó mucho más la tormenta en su interior.
En su ausencia, Lilith intentó averiguar más al respecto de los ataques, fallando en el intento, pues no había muchas pistas para guiarse y las pocas que tenían no llevaban a ninguna parte. Dejando de lado su pesar por no poder ayudarla con eso, condujo hasta su departamento mirando a su pareja perdida con la vista fija en la ventana.
Probablemente, estaría atravesando una pesadilla mental entre los posibles escenarios dolorosos y los continuos cuestionamientos que buscaban un culpable y formulaban mil y un formas de hacerlo pagar. Lilith la removió para sacarla de su pequeño trance cuando estacionó el auto, las dos descendieron del vehículo y se dirigieron hacia el interior de la propiedad.
La pelinegra puso su mano en su espalda y la llevó escaleras arriba a su habitación en lo que preparaba un baño caliente para relajarla. Cuando la tina estuvo lista, dejó a Aysel en el baño y bajó hasta la cocina a preparar té caliente y ordenar el desayuno.
Sumida en la llama de fuego de la estufa, no se percató de la llegada de Dmitry a la cocina, quien caminó silenciosamente hasta ella, sorprendiéndola un poco cuando notó que estaba parado justo al lado.
(Conversación en ruso).
—¿Cómo están? —preguntó Kozlov.
—Ana María, estable. Aysel, no lo sé —contestó enderezándose—. Está tomando un baño arriba.
—Carina me avisó ayer en la tarde, pero no me dejaron pasar a verla —dijo Dmitry—. Dijeron que solo familiares podían pasar.
Lilith no dijo nada, únicamente permaneció en silencio escuchando el fuego calentar el té.
—¿Ya saben quién fue? —cuestionó el rubio desde su posición.
—No. Pero no creo que vayamos a descansar hasta saberlo —contestó Lilith —. Lo que me preocupa más de todo esto, es que solo sea el comienzo. Hemos hecho tantas cosas y nos hemos relacionado con personas muy peligrosas, que cualquiera pudo haberlo hecho...
—Tal vez deberían de tomar un descanso, separarse de sus labores hasta que todo pase —comentó Kozlov.
—No es una opción. En realidad, no tenemos elección —dijo Lilith cabizbaja—. Lo único que nos queda es afrontar todo lo que venga e intentar sobrevivir a ello.
—Hey —Dmitry se le acercó para abrazarla por los hombros—. Todo estará bien.
—Ojalá —pronunció Lilith como un auténtico y esperanzador anhelo que salió de sus labios.
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Aysel bebió todo el contenido de la taza de té caliente antes de recostarse en la cama para intentar conciliar el sueño. Lilith la tapó con una cobija y se sentó a observarla un breve instante en el que sus ojos cansados y apagados la enfocaron.
—¿Te sientes un poco mejor? —cuestionó Romanov en voz baja acariciando su rostro.
—Sí, gracias —contestó Aysel con una leve sonrisa—. No tenías que...
—Sí, sí tengo que. Eres mi prometida, voy a cuidar de ti, aunque no te guste —la interrumpió Lilith de manera amenazante, deteniendo lo que estaba por decir.
Se inclinó en dirección a su rostro y besó su mejilla para después de levantarse de la cama, dejarla dormir un rato. Sin embargo, la castaña tomó su mano impidiendo que se marchara. Romanov volteó en su dirección preguntándole con la mirada si necesitaba algo, pero al hacer contacto con sus ojos lo entendió.
—Quédate un momento, por favor —dijo Aysel apegándola a ella.
La envolvió en un abrazo tan necesitado que no se podía comparar con ningún otro que le había dado. Ferrara necesitaba encontrar esa sensación reconfortante de hogar en ella para darle un poco de calma a todas aquellas preocupaciones que la habían acongojado durante días.
—A veces quisiera que nos congeláramos en los momentos en los que nada puede hacernos daño —dijo Aysel con la voz inestable—. Donde únicamente somos felices.
Escuchar aquello hizo que su corazón se apretara dentro de su pecho, pues lo que dijo era un deseo compartido que ninguna de las dos sabía si algún día podrían hacerlo realidad.
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