Capítulo 34: Estallido de Riesgos

01 de Enero de 2021 6:34 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

El primer día del año había comenzado tranquilo desde la noche anterior que festejó con su familia, pareja y amigos, sin embargo, un presentimiento matutino la molestó hasta llegada la tarde, dónde dejó la casa de Lilith tras darle un beso en los labios, ya que tenía una reunión pendiente.

Se recargó sobre la barra de acero y hormigón con detalles maderados, disponiéndose a esperar a su cliente, alguien con una repentina urgencia de contactarla que parecía estar muy interesado en su trabajo. Ferrara aceptó la reunión debido a su disponibilidad de tiempo y a sus ganas de tener algo en que ocupar su tiempo libre.

El tipo de estatura promedio, delgado, calvo y de barba tupida, llegó a tiempo y se sentó a su lado en la barra para comenzar con la charla de rutina que Aysel tenía con todos sus clientes. Para acompañar su conversación, ambos pidieron algo de beber, él un whisky, mientras que ella un simple cóctel sin tanto alcohol, teniendo precaución para que no hubiera un efecto secundario con el medicamento que estaba tomando.

Todo parecía estar normal, desde la conversación laboral que tenía con la persona frente a ella, hasta el ambiente a su alrededor. Algunas copas hacían ese ruido característico del cristal al chocar, había algunos murmullos de las conversaciones de otras personas e incluso algunas carcajadas en el fondo del local. Nada en ese ambiente la alertó hasta que comenzó a experimentar sudoración y agitación, síntomas anormales que la alertaron, ya que no había en lo absoluto causas para estos.

Miró su bebida preguntándose si esa había sido la causante de su malestar. Nada a la vista o en su sabor se veía extraño. La plática paró de golpe cuando los síntomas de Aysel se volvieron más evidentes.

—¿Todo bien, señorita Ferrara? —preguntó su cliente desconcertado.

Ferrara tomó un respiro para calmarse antes de responder.

—Sí, ¿Puede permitirme un momento? Necesito ir al baño —habló Aysel.

—Por supuesto, aquí la espero —contestó.

Se levantó de su sitio tambaleando con su cuerpo temblando y la vista nublada. Caminó lo mejor que pudo hacia el baño, disimulando su malestar. El mareo le impidió continuar cuando llegó a una zona no tan visible del local, un largo pasillo que conducía a las bodegas y a los baños del establecimiento.

Se recargó en la pared sintiéndose mal, volteó hacia donde estaba la entrada para pedir ayuda, pero no podía caminar hasta ahí y mucho menos gritar por ayuda debido a la debilidad que apareció en su cuerpo. Al cabo de un par minutos, los síntomas aumentaron provocando dificultades para respirar, náuseas y somnolencia.

Se deslizó por el muro hasta sentarse en el suelo cuando sus piernas perdieron fuerza. Sacó con dificultad su teléfono celular de su bolsillo e intentó desbloquearlo para marcar por ayuda, pero no pudo hacerlo, porque su vista estaba tan nublada que no podía distinguir con claridad la pantalla. Nadie pasaba por ahí, estaba sola en el pasillo sin la posibilidad de gritar o caminar más cerca de la entrada para pedir ayuda.

Comenzaba a pedirle al cielo que alguien apareciera y la ayudara, un mesero o incluso un cliente, alguien que pudiera llegar a auxiliarla cuando ni ella misma sabía lo que le estaba pasando.

Una figura borrosa se acercó a ella, su rostro se veía difuso aunque estuviera cerca. Al escuchar su voz intentó reconocer de quien se trataba, pero no lograba reconocerla. El joven se acercó extrañado al verla ahí en el suelo, en ese estado, le hizo varias preguntas que Aysel no pudo responder.

—Hey, escúchame —habló Jonathan—. ¿Qué te pasó? ¿Qué fue lo que consumiste?

Con la imagen del rostro confusión de Jonathan y sus labios moviéndose sin que ella pudiera escuchar su voz, Aysel se desmayó. Jonathan se alarmó mucho más. El chico empezó a gritar pidiendo ayuda mientras revisaba su pulso débil. El personal no tardó en aparecer para ver lo que sucedía encontrándose con la imagen de la chica desmayada muriendo en el pasillo junto a Jonathan que intentaba ayudarla a recobrar la conciencia.

A pesar de que su último encuentro hubiera terminado en una pelea, Jonathan no pudo dejarla ahí cuando la vio. Aunque no se llevaran bien, no le negaría su ayuda en ese estado.

Cuando la ambulancia llegó y atendió a Aysel, Jonathan preguntó qué fue lo que había sucedido, el empleado de la barra solo supo decirle que Ferrara estaba con un cliente y que cuando comenzó a sentirse mal, esa persona que estaba con ella se marchó. Los paramédicos interrumpieron su conversación para que los acompañara hasta la ambulancia para llevar al hospital a Aysel.

—¿Qué tiene? —preguntó Jonathan viendo como los paramédicos la canalizaban.

—Una sobredosis —contestó uno de ellos.

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01 de Enero de 2021 5:18 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Salió de su estudio tras terminar con una sesión de cuatro horas y media que la había dejado en gran parte agotada, lo único que quería era llegar a su casa y tomar una siesta para reponer las energías perdidas. Caminó hacia la recepción, moviendo su cuello y estirando su cuerpo para deshacerse de la sensación de entumecimiento.

Dmitry estaba recargado sobre el mostrador, hablando relajado con la recepcionista que le mostraba sus citas pendientes para el día siguiente. Lilith se unió a ellos para checar las suyas y encontrar un rato libre para pasar tiempo con su novia, sin embargo, mientras pensaba en eso, el teléfono sonó, la chica tomó la llamada y saludó de la misma manera en que lo hacía con todas las llamadas.

El rostro de la joven la volteó a ver para después extender el teléfono en su dirección.

—Es para ti —se dirigió a ella —. Es Jonathan.

—¿Jonathan? —preguntó Lilith extrañada al recibir una llamada de él al estudio y no a su teléfono, que no sabía con exactitud dónde estaba.

—Tal vez llamó para hacerse un tatuaje —dijo Dmitry al ver la expresión de Lilith.

—Dijo que es urgente que tomaras la llamada —comentó la joven.

Romanov tomó el teléfono y lo puso en su oreja mientras se terminaba de quitar los guantes.

—¿Qué pasa? —fue directo al grano.

La voz agitada de Jonathan y el ruido que había a su alrededor, la alertaron. Había un poco de interferencia, pero aun así podía escuchar los ruidos que reconoció como típicos de un hospital.

—Lilith —habló—. Algo le pasó a Aysel.

Esas últimas palabras bastaron para que Romanov experimentara escalofríos en todo su cuerpo. Todas esas posibilidades de escenarios horribles vinieron a su mente de golpe, aturdiéndola a tal punto en que no pudo escuchar lo que Jonathan le dijo a continuación. Kozlov notó esa reacción y de inmediato se preocupó.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Lilith fue incapaz de responder mientras seguía escuchando como Jonathan seguía diciendo su nombre al otro lado del teléfono. Dmitry tomó el aparato y comprendió lo que estaba pasando cuando Alejandro le explicó. Dmitry habló con él y anotó una dirección en la libreta que estaba sobre el mostrador, cuando la llamada terminó, Kozlov colgó y sostuvo a Lilith por los hombros.

—¿Dónde está? —preguntó Lilith.

—Me dio la dirección, vamos, yo te llevo en mi auto —dijo Dmitry.

—No. Tú llama a Carina y Marco. Me iré en moto, llegaré más rápido —habló recobrando su adrenalina.

Cortó la hoja de la libreta con la dirección antes de dirigirse a su estudio para tomar sus llaves, chaqueta y casco. Salió del local poniéndose la chaqueta en lo que Dmitry hacía las llamadas. Kozlov la detuvo antes de que se pusiera el casco, el rubio sabía que Lilith estaba intranquila a y conducir en esas condiciones podía ser peligroso para ella.

(Conversación en ruso).

Espera, no puedes irte así, tómalo con calma —habló Dmitry—. Aysel está fuera de peligro.

—Eso pensé esta mañana y ahora está en un hospital —contestó Lilith sin poder creer lo que ella misma decía—. No puedo tomarlo con calma. No cuando sé que no está bien.

Dmitry vio reflejada la preocupación en los ojos de Lilith, ese miedo que anteriormente vio en ella en muchas ocasiones, siempre que Romanov temía perder algo que amaba. Kozlov la soltó dejando que se pusiera el casco.

Ten cuidado, por favor —dijo Dmitry con una expresión preocupada.

Romanov encendió la motocicleta y arrancó sin preocuparse por la velocidad que rápidamente tomó para dirigirse hacia el hospital. Las luces de los autos que esquivaba parecían insignificantes para aquella que deseaba volar si eso era necesario para llegar a tiempo y calmar ese latido acelerado y dolido en su pecho.

Considerar tan solo la posibilidad de que aquella noche que pasó con Aysel podía ser la última de todas, la aterró. No volver a verla trajo malos recuerdos del pasado, muchos de los cuales tenían un amargo final que no quería repetir, porque si Aysel moría, no había nada en el mundo que pudiera hacer para remediarlo.

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La escena ante sus ojos no era mejor de la que había imaginado. En esa habitación oscura con la cama y el rostro de Aysel iluminados por una luz tenue. A pesar de que por fuera se veía bien, Ferrara había estado a minutos de morir.

Respiraba con una máscara de oxígeno y el suero estaba conectado a las venas de su antebrazo mientras mantenía sus signos vitales calmados y sus ojos cerrados. Tal vez Aysel estaba soñando con una realidad diferente a la que Lilith estaba viviendo y, si era así, esperaba que estuvieran juntas en esa ensoñación en lugar de estar siendo partícipe de esa pesadilla.

Acercó la silla de la habitación a la cama y se sentó junto a ella tomando su mano. Ferrara no iba a despertar en varias horas y Lilith no tenía planeado apartarse de ella hasta que lo hiciera, incluso si estaba cansada. Acarició su pelo y su rostro con cariño, preguntándose qué habría hecho si algo le hubiera pasado, Romanov se estaba acostumbrando a tenerla de nuevo presente en su vida, a recibir sus atenciones y amor. Más que algo que llenar con su afecto, el lugar que Aysel tomó en su vida se hizo irremplazable.

—Sigue conmigo —susurró mirándola—. No me dejes otra vez.

Esas palabras retumbaron en su interior como una súplica de su parte hacia Aysel y hacia el mismísimo cielo. Después de todo, cuando se ama a alguien, siempre existe el temor a perderlo.

—Deberías de ir a descansar —comentó Jonathan entrando a la habitación—. Te ves cansada.

—No quiero irme —habló.

—Su hermano y su amiga vienen en camino para relevarte —dijo Jonathan—. Es mejor que vayas a tu casa a dormir, mañana es seguro que despierta.

Lilith solo asintió sin quitarle la mirada de encima a su novia.

—Por cierto, gracias por ayudarla —dijo Lilith mirándolo.

—De nada. Espero que me disculpe por lo que pasó la vez anterior.

—Tal vez te lo diga cuando despierte —habló Lilith—. Espero que eso sea pronto.

Jonathan observó el comportamiento de Lilith, preocupada y cuidadosa por su pareja, siempre lista para atravesar una ciudad entera si era necesario. Aunque, por un lado, extrañaba a Romanov, estaba feliz de verla al lado de quien quería y la quería de la misma manera, procurándola en cada momento y estando en los buenos y malos momentos.

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02 de Enero de 2021 2:18 am, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Dejó el hospital después de que Marco insistiera continuamente para que se fuera a descansar, aunque Lilith no quería apartarse de Aysel hasta que despertara. Marco la relevó el resto de la noche para estar al pendiente de Ferrara, pero Romanov tenía otros planes antes de dirigirse a su casa.

Contactó con Lorena para que le diera la dirección de la diseñadora y las especificaciones del sistema de seguridad del edificio para saber exactamente qué hacer para llegar hasta Morel. Con la información en la pantalla de su celular, se desvió de su camino, adentrándose por las calles oscuras y vacías hacia el departamento de Elena. Se estacionó en el callejón aledaño donde nadie podría verla, buscó prácticamente a ciegas la caja de electricidad para cortar el cable indicado por Lorena y conseguir que cualquier alarma se desactivara al momento.

Sin ningún impedimento, caminó hacia el edificio con las manos en los bolsillos y empujó la puerta desbloqueándola al instante. Sonrió satisfactoriamente antes de subir las escaleras hasta el piso donde se encontraba el departamento. En el pasillo oscuro y solitario hacia su puerta, solo se escuchaban los ruidos de sus pasos avanzando sobre el suelo que reflejaba ligeramente la luz que entraba por el ventanal.

Forzó la cerradura sin hacer tanto ruido para no llamar la atención de los vecinos. Empujó la puerta y se adentró al departamento desordenado y con una sensación en el ambiente que la quería hacer toser. Probablemente, era por el polvo acumulado en las superficies y por evidente descuido del inmueble.

Antes de que pudiera dar un paso más, Elena salió de su habitación sosteniendo un cuchillo de cocina. A simple vista, Morel lucía aterrada al escuchar los ruidos en su departamento, sus ojos se obligaban a ver mejor en la oscuridad mientras la mano con que sostenía el cuchillo temblaba.

—¿Qué haces aquí? —gritó Elena visualizándola a unos pasos de ella.

—Te dije que no le hicieras daño si no querías que yo te lo hiciera a ti —dijo Lilith en un tono frío que erizó la piel de Morel

Romanov se abalanzó sobre ella, desarmándola para poner el mismo cuchillo sobre su cuello en el punto exacto en el que solo necesitaría un movimiento para quitarle la vida. Elena hizo contacto visual con ella, sus ojos azules ya no poseían miedo alguno, al contrario, Morel sonrió y sus ojos manifestaron dicha.

—Si estás aquí es porque finalmente pasó —habló serena—. De otra manera no hubieras llegado hasta mí de esta manera. Dime, Lilith, ¿Disfrutaste verla sufrir?

Lilith no podía comprender la manera en que Elena hablaba con esa mirada desquiciada y esa sed de sufrimiento ajeno. Morel aprovechó su descuido para empujarla liberándose de su agarre. Sin embargo, poco duró su libertad cuando Romanov rodeo su cuello con su brazo asfixiándola.

—¿Qué era lo que querías hacerle? —preguntó Lilith aflojando su agarre para que respondiera.

—Nada que no mereciera —contestó Elena sonriendo—. Dime cómo murió. Quiero saber cada mínimo detalle. Necesito saber que no pudiste hacer nada por ayudarla y simplemente murió, se fue sin que pudieras estar con ella en sus últimos momentos.

La exaltación de Morel se hizo mucho más notoria cuando Lilith sintió su pulso, tan lleno de una inexplicable alegría que no sabía exactamente de donde provenía. En sus labios había una sonrisa satisfactoria que era la prueba del disfrute, de la desgracia de otros. Romanov la sometió contra el suelo, presionando su cara contra la superficie dura y fría.

—¿Por qué le hiciste algo como esto? —preguntó Lilith dándole la vuelta para que la mirara a los ojos—. ¡¿Por qué?!

Alzó la voz agitando su cuerpo para obligarla a hablar, pero en el rostro de Elena solo había una estúpida sonrisa. Lilith la abofeteó con fuerza varias veces, pero aquella sonrisa no se borró, incluso si la nariz de Elena estaba sangrando. Morel la tomó de la ropa atrayéndola hacia sí para hablarle de cerca.

Ta souffrance est mon bonheur —habló en francés—. Incluso si me matas ahora, me iré sabiendo que la llevé al infierno conmigo.

Romanov la tomó del cuello y la levantó ligeramente para estrellar su cabeza y su cuerpo contra el suelo, haciéndola quejarse del dolor. Con la respiración agitada y la ira poniendo a prueba cada uno de sus sentidos, obligó a Morel a mirarla a los ojos, donde la ira y la crueldad se juntaban para dar una pequeña dosis de su brutalidad.

—Escucha, idiota —dijo Lilith—. Ella vive y vivirá mientras tú desearás nunca haber nacido.

Su mano se hizo un puño haciendo blancos sus nudillos antes de impactar fuerte contra el rostro de Elena, noqueándola al instante. Miró a la chica debajo de ella, lastimada y al borde de la locura, Morel había llegado a puntos peligrosos y eso era algo que Romanov no podía permitir, sobre todo cuando se trataba de Aysel.

Lilith la arrastró por la sala hasta amarrarla de pies y manos a una silla del comedor. La amordazó antes de tomar una figura de madera dura de la repisa del recibidor e impactarla directo en su brazo, haciéndola despertar de golpe con un grito adolorido.

Romanov fracturó su brazo y luego pateó la silla para que cayera al suelo lastimándole el hombro. Pateó repetidas veces la silla, haciendo que Morel se arrastrara por el suelo mientras sufría. Cuando se cansó, se inclinó para verla a los ojos, aquellos azules que ahora lucían llenos de lágrimas, suplicando clemencia. Romanov le sonrió de una manera macabra.

Para cuando alguien encontrara a Morel, ella habría pasado horas con el dolor de un hueso roto y un hombro dislocado, un daño mínimo comparado con el que le intentó hacer a Ferrara.

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02 de Enero de 2021 9:19 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Abrió los ojos sintiendo el suave toque de una mano, acariciando su pelo y su rostro con cariño. La luz ubicada en el techo arriba de su cama incomodó su vista de forma en que levantó su mano para cubrirse de la luz. La lámpara se apagó en lo que su vista se aclaraba de a poco, dejándola ver con mucha más claridad a Lilith a su lado.

—Ya era hora de que despertaras —dijo Lilith con una sonrisa aliviada en sus labios.

—¿Qué fue lo que...? —intentó decir con su voz débil.

—Shhhh, no te esfuerces demasiado —habló la pelinegra en un tono suave—. Apenas te estás recuperando.

Lilith se veía preocupada aunque cariñosa, sus ojos tenían ojeras y se notaba bastante cansada.

—Tuve miedo de que no despertaras... —dijo con una sonrisa triste—. Me diste un buen susto.

Romanov tomó su mano acariciando el dorso de esta con su pulgar mientras la veía a los ojos. Aysel no tenía idea de lo que le había pasado, pero de lo que estaba segura es de que había sido lo suficientemente malo como para que la mirara de esa manera, con pesar e incluso miedo.

La puerta de la habitación se abrió interrumpiendo su momento. Carina entró con dos vasos de café en sus manos. Robbins se sorprendió al verla despierta y dejó los vasos sobre una pequeña mesa junto a la cama antes de acercársele.

—Santo dios, dulzura. ¡Por fin despertaste! —dijo Robbins aliviada—. Casi se nos va el alma al suelo cuando nos enteramos sobre lo que te pasó. ¿Cómo fue que tuviste una sobredosis? ¿Consumiste drogas o algo así?

Escuchar lo último la confundió. Estaba completamente segura de no haber consumido drogas y el hecho de haber tenido una sobredosis la desconcertaba por completo.

—Carina —Lilith habló—. Aysel no lo sabe.

La pelirroja miró a Lilith y luego a Aysel sabiendo que había ido muy rápido al hacer sus preguntas y decir cosas que Aysel no estaba en condiciones de saber.

—¿Podrías dejarnos a solas un momento, Robbins? —pidió Romanov.

La nombrada asintió y se alejó para dejarlas solas en la habitación. A solas, Lilith soltó un suspiro y se sentó sobre el costado de la cama para comenzar a explicarle a Aysel lo que pasó. Ferrara no podía hablar mucho, así que escucharía a Lilith y después haría sus preguntas.

—Tuviste una sobredosis por una droga en tu sistema que se combinó con el alcohol y tu medicamento. Fue una dosis letal que casi te mata, afortunadamente, Jonathan te mantuvo con vida hasta que llegó la ambulancia y te trajeron al hospital. Él nos avisó.

Su novia hizo una pequeña pausa antes de continuar hablando.

—Sé que no consumes drogas, por eso fui a visitar a Elena y ella me confirmó lo que ya sabía —Lilith bajó la mirada un momento—. Intentó matarte.

Un escalofrío recorrió su cuerpo por completo al escuchar lo último.

—Descuida, no va a volver a acercarse a ti —dijo—. Va de camino a Francia con un brazo roto y un hombro dislocado.

Aysel se sentía aliviada de saber que iba a estar lejos de ella, sin embargo, la preocupación y el daño ya estaba hecho. Lilith se acercó y acarició su mejilla.

—No dejaré que se vuelva a acercar a ti —dijo.

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03 de Enero de 2021 2:01 pm, Ciudad de México.

Dmitry Kozlov.

El rubio alto no terminaba por acostumbrarse a las cenas, comidas y desayunos con sus suegros. Le parecía extraña la amabilidad de Anna y la forma en que Leopold lo recibía siempre con los brazos abiertos. Aunque quisiera evitarlo, Anna siempre intentaba indagar en su vida, desde su familia hasta su trabajo, del cual se sentía ampliamente orgulloso.

En esta ocasión no fue diferente, pues Dmitry pasó el cumpleaños de su suegra junto a Carina, acostumbrándose a su nueva familia política en dónde era bien recibido, ignorando el trato diplomático que llevaban entre sí los parientes de Robbins. En ese momento, envidiaba a Lilith, ya que la familia de Aysel no era tan distante como los parientes de Carina.

Kozlov se acostumbró al ambiente gracias a que Carina y Leopold lo incluyeron en las conversaciones sin dejarlo de lado. Si bien, Dmitry ya llamaba la atención por sí mismo, la historia de cómo conoció a su novia intrigó a más de uno de los presentes, quienes veían a la pareja feliz y con una conexión que nadie más podía igualar. Eso fue algo que se notó entre ellos desde que aparecieron en la reunión con outfits combinados, distinguiéndose por completo del resto.

Mientras Dmitry seguía pensando en los pros y en los contras de estar ahí, su suegra se levantó, tomó su copa y ofreció un brindis por su propio cumpleaños. Anna dio un pequeño discurso en el cual incluyó la unidad de su familia y la fortuna de que su hija haya encontrado en alguien como Dmitry, el amor sincero que toda mujer merece.

Tras terminar el brindis, todos volvieron a sus conversaciones habituales, mientras que Anna tocó su hombro para pedirle de manera amable que necesitaba hablar con él. Dmitry asintió, se dirigió con ella y con su suegro al recibidor de al lado, donde nadie de los invitados del comedor podría escucharlos.

(Conversación en inglés).

¿Qué era lo que tenían que decirme? —habló Dmitry frente a ellos.

Únicamente queríamos asegurarnos si te gusta la bienvenida que te hemos dado a nuestra familia —comentó Anna.

Sí. Por supuesto —contestó de manera seria—. Agradezco mucho su hospitalidad y su consideración.

Me alegra saber eso, Dmitry —habló Anna sonriendo—. De hecho, me alegra que tengas una relación con mi hija y, sobre todo, la apruebo.

Dmitry tenía un ligero presentimiento de hacia donde iba aquella conversación, pero no detuvo su rumbo y simplemente dejó que la señora continuara.

Con toda honestidad, no nos disgustaría en lo absoluto que lleven su relación a otro nivel y se casen pronto —Anna miró a su esposo en busca de apoyo—. ¿Cierto, Leopold?

El hombre asintió mirándolo fijamente. Aunque a Kozlov no le disgustaba la idea de comprometerse con Carina, la forma y los intereses de sus padres se veían involucrados antes que la propia opinión de su novia, así que no se dejaría llevar por las expectativas de sus suegros y dejaría las cosas claras desde el principio.

Me siento halagado por su consideración de esta manera, señores Robbins, pero, honestamente, antes de acordar cualquier tipo de compromiso, quiero priorizar la opinión de Carina al respecto —mantuvo el contacto visual con ambos—. La amo, por eso me importa si ella está de acuerdo con esto, yo no voy a obligar a Carina a nada, si en algún momento ella quiere casarse conmigo, con gusto aceptaré. Espero que comprendan mi decisión.

Dmitry estaba esperando la peor reacción de su suegra, sin embargo, la expresión de Anna se suavizó y únicamente le dio una media sonrisa y se marchó dejándolo solo con Leopold. Su suegro lo abrazó por los hombros sonriéndole.

¿Eso salió bien? —preguntó Dmitry confundido.

Más que bien —contestó Leopold—. Honestamente, alguien tenía que decírselo tarde o temprano. Me alegra haber escuchado una respuesta así de tu parte.

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04 de Enero de 2021 5:18 pm, París Francia.

Inés Aguilera.

Fue un viaje apresurado a Francia después de que Lilith los contactara para arreglar lo sucedido con Elena, no solo porque necesitaba alejarla lo más pronto posible, también porque debían de asegurarse de reducir por completo el riesgo y estar seguros de que no podría regresar a México ni disponer de sus medios para llegar a Aysel.

Las primeras en embarcarse en el viaje, fueron Madelayne e Inés, quienes eran las únicas con el horario más disponible para encargarse del asunto de Morel. Fue así como contactaron con una institución mental y declararon a Elena como un peligro para sí misma y para los demás.

Sin embargo, aquello no era lo único que tenían pendiente en Francia, pues, la urgencia de la nueva información que obtuvieron sobre Morel obligó una parada en la casa de su amiga, Brigette Muller. La abogada seguía conmocionada y preocupada por la llegada de Morel en ese estado, lastimada físicamente y psicológicamente descontrolada.

(Conversación en inglés).

Supe hace poco de su llegada. Fue como tener un déjà vu —comentó Muller con una taza de té en sus manos.

Inés se acomodó en el sofá y dio un sorbo de té.

¿Déjà vu? —repitió.

Sí. Algo así pasó antes con su exnovia, Carolina. La única diferencia es que ahora atentó contra alguien más y no contra sí misma —explicó Brigette.

¿Podría ser un poco más específica? —pidió Madelayne—. Me temo que cualquier accidente de esa índole no tiene registro alguno.

Elena intentó suicidarse cuando Carolina quiso terminar con ella.

La sala se quedó en silencio sin saber qué decir ante aquello. Inés no podía entender como algo así había permanecido oculto y como los actos de Elena podían llegar a ser más extremistas. Brigette siguió relatando el pasado, ocultó que solo hizo más notoria las advertencias que todos ignoraron.

Elena comenzaba con la inocencia y sus intenciones aparentemente buenas que la hacían ver como alguien vulnerable y comprensiva, posteriormente, Elena se convertía en alguien posesiva que buscaba romper la confianza de una persona para manipularla a su antojo. Finalmente, esa fijación por la persona la llevaba a un punto peligroso para quien las rodeaba y para ella misma.

Aysel, sin darse cuenta, detonó todas aquellas etapas a lo largo de su relación con ella. Poco a poco, gestó una bomba de tiempo que explotaría en su contra, Lilith solo había sido un factor más que detonó la explosión de violencia en su contra.

Al terminar con su conversación con Muller, las hermanas se despidieron y se marcharon conversando entre ellas acerca de lo que habían escuchado. La diseñadora y su familia, eran una serie de secretos que preferían enterrar.

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05 de Enero de 2021 3:46 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Se despidió de su novia en el hospital tras pasar a visitarla antes de su reunión con Victoria para cumplir con rendirle cuentas como debían hacerlo cada cierto tiempo . Velazco aceptó que Aysel no asistiera por su recuperación, pero eso significó tener que lidiar con Hugo, ella sola.

Los comentarios del chico estaban acabando con su paciencia de a poco, haciendo que Lilith se relajara imaginando las mil y una formas de callarle la boca de una forma poco amable. Romanov se mantuvo centrada en las palabras de Velazco y sus observaciones antes de que se retirara un breve momento, dejándolos a solas.

—Así que, tu novia se metió en problemas y ahora está en el hospital —habló Hugo acercándose.

—Eso no es de tu incumbencia —respondió Lilith en un tono frío.

—¿Por qué no? Aunque sea difícil para ti creerlo, me importa el estado de Aysel —habló—. Sobre todo si existe la posibilidad de que termine a tres metros bajo tierra.

Lilith apretó su mano en un puño controlándose para no darle un puñetazo.

—Honestamente, me gustaría mucho verla así y a ti llorando porque te quitaron a tu noviecita que te ayuda con tus problemas de abandono.

Romanov ya no pudo contenerse. Lanzó el primer golpe que impactó contra el rostro de Hugo. Después de ese golpe, lo tomó por el cuello y lo estrelló contra la pared, presionando con su antebrazo su cuello mientras lo golpeaba en las costillas.

—Suéltalo, Lilith —escuchó la voz de Victoria a sus espaldas.

Romanov se calmó y soltó a Hugo. El chico cayó al suelo tosiendo y adolorido, apenas si se podía levantar. Lilith se dio la vuelta para encarar a la figura que tenía frente a ella, con los brazos cruzados detrás de su espalda, observando la situación detenidamente. Lilith se apartó de Hugo liberándose e hizo una reverencia ante ella antes de pedir una disculpa.

—Lamento mi comportamiento, señora. Me dejé llevar por un impulso —dijo con la mirada baja.

—Tus impulsos te hacen la asesina perfecta y al mismo tiempo una amenaza —observó a Hugo en el suelo—. Pero admito que has mejorado desde la última vez.

Hugo se levantó y caminó detrás de Victoria como si ella fuese su protectora. Lilith tomó asiento frente a ella por indicación de la misma Velazco y continuaron lo que hacían bajo la mirada de recelo de Hugo.

—Lo dejaré pasar esta vez, Lilith. Pero quiero que sepas que no habrá más que una segunda si actúas de esa manera. Podrás ser una de las mejores sicarias a nivel internacional, pero aun así Hugo es tu superior y tienes que tratarlo como tal.

Romanov se tragó el coraje atorado en su garganta antes de contestar.

—Sí, señora.

El rostro del infeliz frente a ella sonreía victorioso a pesar de que su nariz estuviera sangrando.

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05 de Enero de 2021 9:24 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

Su propia desesperación llevó a su novio a dejar de lado el preservativo para adentrarse en ella sin ningún tipo de protección, chocando su pelvis contra su trasero en repetidas ocasiones sin que la dejara de besar. Los movimientos de Dmitry solo se volvían más placenteros con el paso del tiempo, provocando que de su garganta salieron sonidos placenteros y agudos que deleitaron a Kozlov.

Sus manos golpearon su trasero, dejando una marca rojiza con la forma de sus manos. Todas las marcas que pudiera dejarle, eran bien recibidas para ella, que amaba recordar de una u otra manera que había estado con Dmitry.

Kozlov se recargó sobre su cuerpo, dejando su peso sobre ella un momento mientras tomaba un poco de aire para seguir moviéndose. Carina aprovechó para hacer marcas en su fuerte espalda que definitivamente le gustaría contemplar en otro momento.

Sus gemidos graves sonaron cerca de su oído cuando retomó el ritmo de sus caderas, comenzando a estimular otras partes de su cuerpo, como sus pezones. Sus grandes manos podían cubrir sus senos al igual que su cuello. Carina solo podía pensar en la manera en que Dmitry podía tocarla, encontrando cada detalle de su fantasía altamente placentera desde todas las perspectivas posibles.

Los dedos de Dmitry bajaron hasta su intimidad dónde estímulo su clítoris, sensibilizando mucho más su cuerpo cuando una ola de escalofríos la recorrió de pies a cabeza, haciendo que se estremeciera con el delicado y húmedo toque.

Las piernas de la pelirroja se afianzaron a su cadera aprisionándolo en su interior cuando ambos terminaron al mismo tiempo, Carina contrayendo su entrada apretando el miembro de su novio, haciéndolo llegar también al orgasmo. El rubio cayó rendido sobre su cuerpo, abrazándola mientras salía de su interior lentamente.

—Creo que no debimos hacerlo aquí —habló Dmitry cansado—. Lilith me matará si se entera.

—No tiene por qué enterarse, nada más limpiemos muy bien y no se dará cuenta —contestó Carina despreocupada.

Robbins comenzó a acariciar su espalda y su pelo relajándolo hasta que él se sintió somnoliento.

—¿Crees que llegue temprano hoy? —preguntó Robbins.

—No sé, supongo que tiene planeado quedarse con Aysel un rato, eso dice siempre y luego no viene a dormir —explicó Dmitry.

—Eso significa que tenemos más tiempo para divertirnos —dijo Carina con una sonrisa.

Dmitry se levantó de su lugar en su pecho para mirarla a los ojos, eso solo significaba una cosa. El cuerpo de Kozlov recobró en cuestión de segundos la energía perdida, mientras que Carina se preparaba para una ronda más que de seguro sería en la ducha del baño. Dmitry la cargó sin esfuerzo y la llevó escaleras arriba.

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06 de Enero de 2021 11:28 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Las paredes claras, la incómoda cama del hospital y las melancólicas habitaciones del lugar, le hicieron valorar mucho su casa, en la que se sentía mucho más cómoda y gozaba de su privacidad junto a Lilith sin que los horarios de visita las limitaran. Esa mañana la dieron de alta después de especificar algunos cuidados que debía seguir para recuperarse por completo.

Romanov pasó a recogerla en cuanto salió y la llevó a su casa antes de ir a comprar algo de comer. Lilith insistió en llevarla hasta la puerta de su departamento, aunque Aysel no lo considerara tan necesario, sin embargo, entendía la preocupación de Romanov, sobre todo por el estado en el que la había visto los últimos días.

Una vez adentro de su departamento, Ferrara subió las escaleras hasta la planta alta, donde entró a su estudio para tomar el peluche de gato alargado de color claro recargado sobre la pared y llevarlo hasta su habitación. Sin embargo, cuando se dio la vuelta para caminar hacia la puerta, sin querer, empujó una caja ubicada sobre su escritorio, haciéndola caer al suelo.

Se inclinó para recoger las fotografías polaroid de Lilith y ella años atrás. Mientras las colocaba dentro de la caja nuevamente, hubo algunas que llamaron su atención, obligándola a llevarlas a su habitación para observarla un rato más, tratando de rememorar con más claridad en qué momento habían sido tomadas.

Se recostó sobre la cama junto al peluche, abrazándolo mientras comenzaba a ver las fotografías detenidamente. Las sonrisas de ambas, en esos momentos congelados entre sus manos, eran algo que jamás pensó que volvería a experimentar, pues abandonó toda esperanza de enamorarse de nuevo de esa misma forma después de que se separaron. Para ella había sido difícil estar con alguien y tener sentimiento por una persona después de haberlo encontrado todo en Lilith, su lugar seguro que consideraba su hogar.

Por más que lo ocultara de sí misma, de una u otra forma siempre estaba buscándola, corriendo detrás del fantasma de lo más bonito que había vivido en su vida, con la esperanza de que algún día volviera a aparecer. Continuamente se reprochaba haberla dejado ir, aunque sus caminos se hubieran cruzado nuevamente para continuar con algo que jamás debió acabar.

Aysel no notó que Lilith había llegado y la observaba recargada desde el marco de la puerta mientras ella estaba sumida en sus pensamientos. Cuando se percató de su presencia, Romanov se acercó con una media sonrisa para recargarse en la cama y darle un beso en la frente.

—¿Te sientes bien? Parece que quieres llorar —habló Lilith.

—Sí. Es solo que me acordé de algo, eso es todo —contestó Aysel.

—¿De qué? —preguntó la pelinegra,

—Esto —le mostró las fotografías.

Romanov las tomó para observarlas mejor mientras se sentaba sobre la cama.

—Me puse en pensar en el error que cometí al dejarte ir. En ese entonces nos habíamos hecho daño y ya no quería lastimarte, incluso si eso significaba alejarme de ti —comentó Ferrara—. Además, creo que debí de correr más rápido antes de que abordaras ese vuelo al extranjero.

Sus últimas palabras le recordaron aquella vez cuando corrió detrás de Lilith para alcanzarla en el aeropuerto cuando se enteró de que se iba de México al extranjero y que probablemente no volvería. En esa ocasión, desafortunadamente para ella, Romanov ya había abordado y estaba pronta a despegar.

Lilith la miró de forma triste al escuchar aquello. Romanov bajó la mirada un momento y tragó para después hacer contacto visual.

—Entonces... —su voz se percibió inestable—. ¿Si estuviste ahí?

La expresión de su novia afligió el corazón de Aysel.

—Sí, pero llegué tarde creyendo que jamás volvería a verte —contestó la castaña.

Romanov soltó una risa triste tratando de disimular que saber eso había movido algo en ella.

—Pasé seis años pensando que jamás fuiste detrás de mí —habló—. No tienes idea de cuanto desee encontrarte ese día para no tener que marcharme con el corazón roto. Y ahora, que me dices esto, me siento tonta por no haber esperado unos 5 minutos más.

Ferrara se levantó para abrazarla. Sus manos comenzaron a acariciar su espalda, su barbilla se recargó sobre su hombro y experimentó de igual forma el pesar que Lilith tenía.

—Yo debí de llegar mucho antes. Incluso antes de que tuvieras que abordar ese avión —habló dolida—. Nunca debí irme.

—No. Nunca debiste hacerlo —susurró Lilith.

Aysel se apartó del abrazo para tomar su rostro entre sus manos. Acarició sus mejillas con una sonrisa triste en sus labios, observando los ojos cristalinos de Romanov.

—No volveré a irme de tu vida, estaré contigo en los buenos y malos momentos —dijo Ferrara—. Así debió ser desde el principio, así quise que fuera siempre.

Se acercó a sus labios para besarla, sintiendo la conexión que jamás se perdió, ese anhelo que seguía presente desde el pasado y que probablemente nunca se iría en el futuro. Sin tener que decirlo, Aysel se prometió a sí misma que pasaría el resto de su vida procurando la felicidad de Lilith para recuperar el tiempo que jamás debieron perder.

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06 de Enero de 2021 5:02 pm, Ciudad de México.

Ana María Ávila.

De todos los escenarios posibles en los que se reuniría con personas que significaban mucho para ella, el que estaba presenciando era uno de los mejores. Dmitry y Carina estaban felices y unidos al igual que su hija con Lilith, además de la presencia de Matías, Madelayne, Lorena e Inés que no dejaban de elogiar su buena repostería al probar la rosca de reyes que había hecho ella misma.

A su derecha estaba Aysel con Lilith al lado mientras tenía una pierna sobre la suya comiendo tranquilamente sentadas en el sofá. Al frente, estaba Julio sonriéndole al teléfono de seguro hablando con Marco que estaba de guardia. Así se sentía la familia, unida y comprensiva a pesar de todo.

Un vaso de atole después, junto con un trozo de Rosca de Reyes, llevó a una conversación más profunda sobre su vida y sus propias experiencias como madre que desembocó en una serie de revelaciones que no esperaba. La pregunta, que era el tema de conversación, no solo hacía pensar en el futuro, también en los deseos y la responsabilidad necesaria.

—¿Y tú, Lilith? ¿Quieres tener hijos? —preguntó Inés haciendo que todas las miradas se posaran sobre Romanov.

—En realidad, no como tal tenerlos. Pero si me gustaría adoptar —miró a Aysel para observar su reacción—. Tener una niña sería algo lindo.

Aysel no reaccionó de mala manera, simplemente escuchó y observó a Lilith mientras ella hablaba. Ana María notó ese acuerdo mutuo cuando las dos se miraron a los ojos. Ávila no pudo evitar sincerarse al respecto.

—Pues a mí honestamente sí me gustaría tener nietos —habló.

—Nosotros se los damos, señora —Carina alzó la mano junto con Dmitry—. Usted no se preocupe.

Todos soltaron una carcajada sonora.

—Ya que andan cumpliendo gustos, a ver quien me va a dar el de asistir a una boda —miró a su hija y a Lilith disimuladamente.

Romanov lo notó al instante, aunque Aysel se hizo la desentendida. Ferrara se acomodó en su lugar tomando a su novia de la cintura. Ana María pudo leer claramente los labios de la pareja.

—¿Entonces... para cuando mi anillo? —preguntó Lilith "bromeando".

—Ya casi, mi amor —dijo dándole un beso en la frente.

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