Capítulo 21: Belleza Cautivante

25 de Septiembre de 2020 4:50 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Las lluvias ligeras no eran comparables con sus tormentas internas que le robaron el sueño desde noches atrás, dejando evidencias de su tortura, bajó sus ojos que lucían más que cansados. Soltó un suspiro pesado antes de abrir su laptop y sentarse frente a ella cuando llegó la hora de la reunión virtual.

Arrastró el mouse sobre la mesa para presionar en la pantalla el Link que venía adjunto al mensaje de su terapeuta. Relajó sus nervios y observó su propia cámara asegurándose de que se veía presentable. Sin embargo, su rostro no mentía y mucho menos la fatiga presente sobre ella resultado de haber pasado los últimos días lidiando con las pesadillas que su mente creaba y las alucinaciones que comenzaba a tener antes de dormir.

Aunque, aquel no era su peor estado, era apenas una vista superficial de lo mal que podía estar. Mientras pensaba en ello, la reunión se conectó y la cámara del hospedador se encendió al igual que su micrófono. Aysel visualizó a la mujer de pelo rizado pelirrojo a la altura de sus hombros, anteojos redondos y un rostro gentil que ya poseía algunas arrugas por el paso del tiempo.

—Buenas tardes, señorita Ferrara —saludó la mujer con cordialidad.

—Buenas tardes, doctora Reid —contestó Ferrara.

—Me disculpo por no darle una cita presencial, me encuentro fuera de México por ahora —explicó Reid.

—No se preocupe. De todas maneras, agradezco que haya aceptado esta reunión.

—Dígame. ¿Qué es lo que quería contarme? —preguntó Reid yendo directo al punto—. Escuché sus audios y leí sus mensajes, pero me gustaría que relatara los hechos usted misma.

Aysel tomó el valor necesario para responder a su petición después de juguetear con el anillo en su índice y bajar la mirada un par de segundos para admirarlo. Relató uno a uno los sucesos que la llevaron al punto en el que se encontraba en ese momento, caminando por el borde de sus temores y tratando de mantener el equilibrio de su inestabilidad.

Abandonó las apariencias y dejó que una de las personas en las que más confiaba viera cada una de las dolencias que la acongojaban desde meses atrás, con los problemas con Alejandra, el retorno de Lilith y su relación con Elena. No dejó de lado la presión de su trabajo obligado en el cual no omitió muchos detalles y también habló sobre su relación conflictiva con su padre.

—¿Su ansiedad aumentó?

—Sí —confirmó Ferrara.

—¿Consumió drogas, alcohol o tabaco últimamente? —preguntó Reid a lo que Aysel asintió.

—Únicamente los dos últimos. No consumo drogas, nunca lo he hecho —respondió.

—¿Fueron cantidades muy importantes?

—Alcohol sí, aunque no hubo ningún tipo de reacción a eso. Estoy fumando lo normal. Evito hacerlo porque a mi pareja no le gusta el olor.

Reid analizó la situación mientras tomaba algunas anotaciones en la libreta que tenía junto a ella.

—Te estás llevando al límite, Aysel —habló—. No es algo malo porque lo haces conscientemente, pero presionarte no es la forma de superar un trauma en su totalidad. Además, por lo que dijiste, he notado que tu necesidad de control está aumentando y eso puede conducirte a un mayor nivel de frustración y ansiedad.

—Honestamente, no quiero perder el control sobre mi vida. Sé que soy capaz de mantener todo manejado y funcional —dijo Ferrara.

—Mantener todo bajo control no siempre evitará los problemas —habló Reid—. Hay situaciones que no están a nuestra disposición y tenemos que encontrar la manera de afrontarlas. Lo estás haciendo bien, pero al mismo tiempo te pones en riesgo físicamente y emocionalmente. ¿Puedes moderarlo?

.

28 de Septiembre de 2020 2:07 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

La elección de la locación del fotógrafo resultó ser más espectacular de lo que Elena esperaba.

La belleza del Parque Nacional Desierto de los Leones captó la atención de la diseñadora, los modelos y el equipo de fotografía que se desplazó por la carretera Toluca – México para tomar la salida a Acopilco para encontrar la señalización de ingreso al parque, cuya antigüedad y encanto se remontaba al siglo XVII y XVIII a pesar de ser nombrado como el primer parque de la Ciudad de México en 1917 por Venustiano Carranza.

La locación se encontraba rodeada por 1860 hectáreas de bosque que se mostraba imponente por el tamaño de los árboles. Sin embargo, Elena no tenía planeado estar presente por sus actividades, como los recorridos guiados que llevaban a sus visitantes a viajar en el tiempo o adentrarse en las catacumbas para conocer las leyendas del Ex Convento de los Carmelitas Descalzos, más bien estaba ahí por motivos laborales junto a Carina y Julio, quienes eran los modelos principales de la línea de sastrería de Soleil que ganó la atención del público en general y aumentó las ventas de la tienda.

Julio ya estaba listo después de aplicarse un poco de maquillaje para hacer resaltar sus ojos y cubrir las pocas imperfecciones de su piel. El modelo de pelo platinado portaba con elegancia un traje de tres piezas, conformado por un chaleco color arena, una corbata de seda con detalles de perlas en la zona del nudo, una camisa blanca impecable, un pantalón y saco oscuro que iban de acuerdo con el atuendo de Carina.

El cabello pelirrojo de Robbins, fue acomodado por las estilistas en un tocado sofisticado que recogía su pelo dejando libre su rostro, acentuando la belleza que poseía en su cara y que encantó a todos aquellos que la rodeaban. Su ropa estaba combinada junto con la de Julio en los detalles en perlas de la cinta, el sombrero oscuro, los tirantes delegados de su vestido largo de terciopelo negro, las pulseras en su muñeca izquierda, el anillo en su anular derecho y como complemento, un bolso sencillo cuya correa también estaba llena de perlas acomodadas simétricamente.

Elena se acercó para quitar algunas pelusas de las solapas y hombros del saco de Julio, posteriormente le colocó el delgado collar a Carina en el cuello y se alejó rápidamente comprobando a la distancia que todo estuviera perfecto antes de que el fotógrafo les indicara cómo posar.

Julio y Carina se pusieron en sus posiciones frente al lente de la cámara, aparentando compartir una tranquila caminata en una pose clásica de los amantes del romanticismo del siglo XVIII. San Agustín interpretaba al caballero de buenos modales y nobles intenciones, que caía por los encantos de una joven bella, gentil y reservada que apenas le regalaba una de sus preciadas sonrisas.

Cambiaron de ángulo constantemente, haciendo lucir desde distintas perspectivas la elegancia de los trajes que resaltaba entre los jardines del convento. Julio hizo reír a Carina para que esta soltara una risa más auténtica y que fuera captada por el fotógrafo que desde que llegaron buscaba una oportunidad para acercarse a hablarle a Elena.

El joven de barba tupida y cabello rapado se acercó a Morel para enseñarle las fotos y que ella diera el visto bueno al seleccionarlas como definitivas para que fueran contempladas para la publicidad de ese mismo mes. La diseñadora prestó atención y fue atenta con el joven que estaba encantado con recibir un poco de su atención.

—Lo que dicen sobre usted es verdad —habló.

—¿Qué dicen sobre mí? —preguntó Elena consternada ante su declaración.

—Es gentil con todos y muy profesional en su trabajo —siguió diciendo—. Aparte de tener un olor dulce y una actitud positiva cálida.

Elena se sorprendió al escuchar aquello.

—Estoy agradecida de que no sean malos los rumores sobre mí —comentó retornando su mirada hacia Julio y Carina.

—Los comentarios relacionados con usted son buenos, aunque no puedo decir lo mismo de su amiga y asesora, dicen que en el trabajo esa mujer es el mismo demonio —dijo indiscretamente.

Elena no supo cómo responder, solo sonrió por compromiso.

—Por eso nadie se le acerca cuando ella está cerca. Ahora que no está, no voy a desaprovechar la oportunidad de pedirle su número sin ningún tipo de inhibición, ya sabe, podemos ir a cenar y conversar sobre las fotos u otros proyectos.

Elena asintió sin saber qué decir o cómo reaccionar, disimulando su incomodidad. Para evitar que el chico siguiera insistiendo el resto de la sesión, optó por darle su número errando en un par de dígitos con la intención de que se diera por vencido al descubrir que le dio el número equivocado. A la distancia, pudo sentir la mirada curiosa de Julio quien probablemente ya había leído los labios del fotógrafo por la manera en que lo observaba.

.

29 de Septiembre de 2020 8:04 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Los sitios palaciegos de la época del arquitecto Silvio Contri inspiraron la construcción del antiguo Palacio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas que ahora era conocido como el Museo Nacional de Arte, un recinto que albergaba cinco siglos de arte y ofrecía aquella noche su recibidor para un concierto en el que participaría la mujer que tenían que interrogar, una joven violinista cuya fama iría en aumento con su debut de esa noche.

Lilith se paseó por el vestíbulo de arquitectura ecléctica, con figuras neoclásicas e incluso góticas en las imágenes que se podían observar en las farolas y la herrería, que en su momento fue signo de la modernización del país. Los medallones de bajo relieve poseían alusiones relacionadas con los ideales de la revolución francesa como la igualdad, libertad y fraternidad.

Romanov llamó la atención de algunas miradas curiosas por la cabellera pelirroja rizada aparentemente natural que lucía aquella noche junto con el vestido blanco que le daba una apariencia encantadora como la de un hada que generaba el misterio de la habitación al pasar. Sus ojos eran atrapantes por los pupilentes de color verde que llevaba puestos.

—Así que hoy somos pelirrojas —escuchó un halago de Ferrara, quién recién apareció—. Te ves preciosa.

—Llegas tarde —la regañó, ignorando por completo su halago.

—Llegué antes que tú, pero di un pequeño paseo para checar las salidas de emergencia —habló Aysel.

Ferrara usaba una blusa blanca de cuello de tortuga con un diseño liso, sobre el cual usaba un abrigo largo recto que precisaba en su figura la comodidad en conjunto con su pantalón de vestir holgado blanco y la formalidad en su aura. Se quitó los guantes de cuero dejando a la vista sus manos en los que llevaba varios anillos, entre ellos el suyo.

—¿Has visto a la chica? —preguntó Lilith.

—No. Pero supongo que no tardará en aparecer, casi es hora del concierto.

Romanov miró a su alrededor observando cada rostro de cada invitado, ninguno parecía darle indicios de que fuese un inconveniente, sin embargo, estaba preparada para cualquier tipo de dificultad que pudiera presentarse.

El organizador del evento les indicó que subieran al último piso, hasta el recibidor que el Museo ofrecía para la realización de conciertos y otros eventos en relación con las actividades del recinto. Lilith tomó el brazo de Ferrara como acostumbraba a hacerlo siempre que iban a eventos como esos, Aysel mantuvo su otro brazo recto y subió con ella la magnífica escalera principal adornada por elementos orgánicos en su estructura.

Por un momento, se sintieron en un tipo de fantasía de la realeza por la arquitectura de las escaleras y la estética hermosa que encontraban a cada uno de sus pasos. Lilith se maravilló con los plafones pintados con alegorías acerca del trabajo y la paz, que iban a juego con la ornamentación de las escaleras y farolas, que tenían detalles neogóticos y góticos.

Se separaron del grupo cuando este entró al recibidor y se quedaron afuera en el pasillo con la excusa de querer tomar una fotografía por lo encantador que se veía el sitio. Sin miradas sobre ellas y con las cámaras previamente desactivadas por su equipo técnico, caminaron por el pasillo hasta la sala siguiente donde sabían que se encontraba la violinista preparándose. Aysel se aseguró de que nadie las viera entrar mientras Lilith se dirigió directamente a la solitaria chica sentada en una silla, practicando en el aire y en silencio con su violín.

El crujir de la madera del suelo las evidenció, lo cual hizo que la joven se volteara.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó desconcertada.

Lilith no le dio tiempo de seguir hablando, pues cubrió sus labios con una mano y le hizo una señal a Aysel para que sostuviera a la chica mientras ella le administraba una droga recientemente desarrollada por la misma organización que llamaban "suero de la verdad", como alternativa para ayudar con los interrogatorios evitando el uso de fuerza bruta, presión psicológica o tortura. Sofía Rivera del Valle, la violinista, no pudo luchar mucho contra ambas mujeres que rápidamente la inmovilizaron e inyectaron.

Ambas la soltaron cuando la chica dejó de luchar y simplemente su cuerpo comenzó a presentar signos de debilidad, como si estuviera adormecida. Luego cayó desmayada al suelo sin que Lilith o Aysel pudieran detener su caída por lo inesperada que fue.

—¿Eso debía pasar? —preguntó Ferrara acercándose para revisar su pulso—. Respira y tiene pulso, pero no está consciente.

—Victoria dijo que era un suero experimental con buenos resultados en funcionalidad. Esto claramente no tenía que pasar. Ella estaría drogada y contestaría cualquier pregunta que le hiciéramos y su cerebro no registraría haberlo dicho.

—Honestamente, no confío en Victoria. ¿Sabes cuánto tardará en despertar? —cuestionó Aysel.

—Los efectos duran de 30 a 40 minutos. Si es así, no creo que despierte en un buen rato —contestó Lilith.

Las dos vieron a la joven en el suelo. El tiempo no dejaba de correr y su inconveniente complicó por completo su misión.

—Tengo un plan —dijo Lilith—. Hay que sacarla de aquí, la llevaremos y la interrogaremos en otro momento. Yo cubriré su presentación en el concierto para que no se vea tan sospechoso.

—¿Sabes tocar el violín?

—Sí, fue uno de los pasatiempos que mis padres me impusieron junto con la equitación y la esgrima —Romanov se acercó para tomar el instrumento en sus manos—. Ahora llama al resto y sácala de aquí.

—De acuerdo, volveré por ti.

Aysel se retiró dejándola a solas en la sala cercana al recibidor. Hizo una llamada y los refuerzos aparecieron para sacar a la joven del lugar y llevarla al auto encubriendo lo que previamente pasó. Lilith se puso en posición con el instrumento en sus manos y revisó las partituras de las piezas de esa noche. La primera era Nocturne No. 20 in C-Sharp Minor de Frédéric Chopin. Después debía continuar con L'Inverno de Vivaldi.

.

Entró al recibidor después de convencer a los músicos que acompañarían a la violinista que ella podía suplir sin ningún tipo de inconveniente y que además compartió su educación con ella en la academia de música en la que estudió. La urgencia de alguien que tocara espléndidamente esa noche obligó a los organizadores a ceder ante sus demandas y su personalidad convincente.

Entró al recibidor de bases francesas con techos decorados con detalles que hacían referencia a la constitución y modernidad del estado mexicano de la época del porfiriato, a través de sus representaciones de la libertad, riqueza, sabiduría e igualdad. El público se notó desconcertado por no ver a la debutante de esa noche, pero no tuvieron la oportunidad de hacer preguntas cuando el organizador la presentó como la suplente de la violista, que tuvo que retirarse por motivos personales.

Tomó lugar junto a los otros músicos del lado izquierdo del amplio salón. El pianista tomó su lugar y le dirigió la mirada confirmando que estaba a su disposición mientras el resto se acomodaba en sus lugares. Vio llegar deprisa a Aysel quien se ubicó en su asiento en la primera fila donde iban a sentarse ambas antes de que el plan cambiara. Ferrara tenía una mezcla de preocupación y emoción presente en su rostro, sin embargo, confiaba en ella, así que dejó el asunto en sus manos.

Lilith dio la señal para que el pianista comenzara con el intro de Nocturne No. 20 in C-Sharp Minor de Frédéric Chopin en lo que se preparaba para su entrada. El dramático sonido del violín se apoderó de la sala y de los presentes que observaban cada uno de sus habilidosos movimientos y expresiones al interpretar con suma maestría la canción.

Romanov recordó cada tarde de su temprana adolescencia en la que practicó una y otra vez aquella canción ante su madre, quien la hacía repetir hasta el cansancio si cometía aunque sea un mínimo error. Sintió presente el olor del vino que bebía ella cuando la observaba y su presencia juiciosa entre todas las miradas que se posaban sobre ella.

La primera ronda de aplausos se dejó venir al término de su interpretación impecable, agradeció amablemente apreciando cada sonido aclamándola. Aysel estaba sonriendo con una mirada orgullosa mientras aplaudía, Lilith liberó un poco de la tensión en su cuerpo y posteriormente se juntó con los músicos para ponerse de acuerdo con la pieza de Vivaldi que estaban por tocar.

Lilith reguló su respiración y esperó unos segundos a que los demás estuvieran listos para comenzar. Sus esperanzas de una buena actuación cayeron sobre sus hombros, provocando más presión en su actuar.

Puso su violín sobre su hombro e inclinó su cabeza para recargarse. Dio comienzo con la última pieza que interpretaría esa noche y también en mucho tiempo, L'Inverno Op. 8 No. 4 F Minor: Allegro Non Molto.

La dramática música, cuyo inicio era atractivo, cautivó a los presentes, llevándolos a apreciar la belleza que ella y la música creaban para su deleite, trayendo consigo un poco de la divinidad anhelada por los humanos que los dioses poseían celosamente.

El conjunto instrumental estaba conformado por el violín solista que tocaba Lilith, de primeros y segundos violines a cargo de sus acompañantes, violas, violonchelos y contrabajos que eran apoyados por el clavicémbalo y los sonidos del órgano. Los dedos de Romanov se movieron rápidamente sin dudar en ningún momento de su posición, como si hubiese preparado la pieza por años para ese preciso momento, en que era intérprete y esclava de la música que la poseía, llevándola a tocar de manera magistral ante el selecto y privilegiado público.

Manejó el arco con delicadeza y facilidad, creando la ilusión para todos los presentes que su verdadera profesión era esa y que sus manos no estaban sufriendo las consecuencias dolorosas de no haber practicado en años. Cerró los ojos permitiéndose disfrutar de su propio acto que subía a cada segundo las expectativas.

La música se relajó durante un breve momento, dándole un breve descanso al ir más lento y no llevar sus habilidades hasta el límite en que podía perder el control. Retomó el ritmo rápido y las notas que hicieron latir su corazón en un acelerado galope.

En el momento final, donde el caos del abismo y la belleza cautivante se encuentran, terminó la pieza. Lilith abrió los ojos y percibió su respiración ligeramente alterada y las gotas de su sudor como pequeñas perlas sobre su frente, una imagen que su compañera, Ferrara, no podría borrar de su mente.

.

29 de Septiembre de 2020 9:09 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

De pie, aplaudiendo en con toda la pasión por su interpretación, vio a Lilith hacer una reverencia en conjunto con los músicos y después salir a paso rápido del salón, alejándose del bullicio y las ovaciones en su honor. No le importó que aún quedaran algunas canciones del concierto que los demás tocarían, simplemente se alejó de su asiento para ir detrás de Lilith.

Salió hasta el pasillo que conectaba con las escaleras y volteó a su alrededor para visualizar a Lilith a la distancia de lado izquierdo. Caminó más tranquila por el piso brilloso que relajaba una pequeña parte de la luz de las lámparas ubicadas en el techo del pasillo hasta llegar a Lilith.

Su figura se veía decaída, recargada sobre el barandal de piedra que daba vista al patio central del edificio palaciego. El violín estaba ubicado a su lado sobre el mismo barandal junto con su arco, mientras que Romanov sostenía y ocultaba sus manos intentando ocultar el temblor de estas que era demasiado evidente.

—¿Estás bien? —preguntó Ferrara en voz baja como si temiera asustar a la imagen vulnerable que veía de Lilith.

—Me duelen —contestó Romanov con la voz inestable sin siquiera voltear a verla.

Aysel no comprendió lo que dijo hasta que vio como sobaba sus manos frenéticamente. Se acercó a ella con cautela y tomó sus manos, evitando que se lastimara por no controlar la fuerza con la que se estaba tratando a sí misma. Ferrara la tocó con suavidad y comenzó a sobar sus manos lentamente tratando de aligerar sus dolencias. Cada movimiento finamente atento y seguro en el que analizaba las reacciones de su rostro para asegurarse de que no le hacía daño.

—Lo hiciste genial —halagó cuando dejó de tocarla.

—Gracias —contestó Lilith.

Romanov se sentó sobre la banca cercana, colocando sus manos sobre sus piernas y mantuvo su mirada baja, cubriendo su parte vulnerable.

—No sabía que podías tocar así —comentó Aysel.

—Mis padres me obligaron a tomar clases durante 6 años. Algo de toda esa práctica sirvió hoy —explicó Lilith—. En realidad, no me disgustaba en ese entonces, pero tenerlo que hacer por obligación, fue lo que me llevó a despreciarlo.

—Honestamente, eso es algo que no vi venir de ti. Siempre terminas sorprendiéndome en los momentos más inesperados...

—Soy una caja de sorpresas, ya deberías saberlo —dijo Lilith.

—Lo sé bien y por eso me sigo impresionando. Porque siempre hay algo nuevo que conocer sobre ti e incluso si no lo hubiera, seguirías siendo un misterio.

Permanecieron en el cómodo silencio un par de minutos admirando a su alrededor.

—¿Podemos irnos? —preguntó Romanov.

—Por supuesto —dijo Aysel extrañada al escuchar su pregunta, ya que era ella quien daba las órdenes la mayoría del tiempo—. Te llevaré a tu casa.

Se levantaron de la banca y avanzaron al mismo ritmo hacia las escaleras. Lilith tomó por inercia su brazo para que la ayudara a bajar. De reojo, pudo verla más tranquila y controlada que momentos antes. Lilith y su belleza eran un enigma, pero su sensibilidad lo era mucho más.

.

01 de Octubre de 2020 8:30 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Preparó la cena con la ayuda de Pierre, su abuelo, trató de disimular sus nervios al intentar continuamente avisarle a él sobre qué ese día esperaban visitas y que quería presentarle a alguien. Elena pasó varios días trabajando desde casa para recuperar el tiempo perdido con él y cuidar de que no se esforzara mucho por su delicada salud.

El hombre de la tercera edad comenzaba a sospechar de las llamadas que hacía cada noche y su cambio de tono al conversar en español. Para fortuna de Elena, su abuelo no sabía español, por lo que aún conservaba parte de su privacidad al hablar con Ferrara.

(Conversación en francés)

¿Esperamos a alguien? —preguntó Pierre desde el sofá de la sala.

Sí. Quiero presentarte a alguien que conocí hace unos meses y con quien he estado saliendo —habló Morel segura de sí misma.

Entonces espero que sea un joven encantador, merecedor de ti —comentó Pierre.

La media sonrisa de Elena desapareció. Definitivamente, no eligió el mejor de los escenarios para salir del closet y mucho menos para presentar formalmente a su pareja. Pierre ya era un hombre mayor, cuyas ideas podrían ser consideradas anticuadas para las nuevas generaciones que avanzaban rápido. Sin embargo, la diseñadora conservaba en su interior la esperanza de que su abuelo tomara con calma la noticia para no afectar su salud y para mantener un ambiente armonioso.

No es un chico —dijo.

Su abuelo la miró desconcertado, sin embargo, no pudo preguntar para aclarar sus dudas, ya que el timbre sonó y Elena fue a abrir la puerta.

Aysel estaba ahí parada con un postre en sus manos y una sonrisa en su rostro. Se acercó a saludar a su novia con un beso en la mejilla, pero Elena puso sus manos en un pecho, apartándola como un reflejo por la presencia de su abuelo. Morel señaló con la mirada hacia el recibidor donde se encontraba el hombre canoso y barba tupida, pero Aysel no entendió mucho.

Buenas noches, señor Morel —logró pronunciar Ferrara con su mejor intento por hablar francés.

Buenas noches, señorita...

—Ferrara —completó Aysel—. Aysel Ferrara Ávila.

Morel dejó lo que trajo su novia en la encimera de la cocina y rápidamente regresó a su lado para sostener su mano y presentarla ante su abuelo, que representaba a toda su familia, pues él la crió después de la muerte de su madre.

Ella es Aysel, mi pareja —habló Elena.

¿Pareja? —repitió su abuelo.

Aysel no entendía absolutamente nada de lo que pasaba porque ni entendía el idioma en el que hablaban, sin embargo, por sus expresiones sabía que se estaba gestando una discusión.

Quiero una explicación ahora, Elena —demandó el anciano levantándose y apoyando su peso sobre el bastón que estaba a su derecha.

Estoy saliendo con ella. Es mi pareja desde hace poco. La conocí por el trabajo y nos hemos llevado bien desde que nos conocimos —explicó Morel a la carrera.

—¡Entonces ella se aprovechó de que estuvieras sola en la ciudad para convencerte de esta aberración asquerosa! —gritó su abuelo lleno de ira.

El hombre levantó su bastón sin perder el equilibrio y lanzó un golpe directo a Aysel con la intención de lastimarla. Elena no lo vio venir, pero logró apartarse antes de que hiciera contacto. Sin embargo, contrario a lo que esperaba, Ferrara detuvo el golpe del bastón de madera. Pierre abrió los ojos con sorpresa al no poder luchar con su fuerza y por sus reflejos.

Aysel estaba ida, pero consciente de lo que estaba pasando, le arrebató el bastón y lo tiró al suelo causando un ruido sordo que se pudo escuchar en todo el departamento.

—Es mejor que me vaya.

Dio la vuelta y fue en dirección a la puerta para irse. Elena tardó en darse cuenta de lo que acababa de pasar. Sus pasos actuaron por impulso y caminó hacia Aysel.

—Espera —dijo como una súplica.

¡No des un maldito paso más, Elena! —gritó Pierre con ese tono de voz que le aterraba siempre que era niña y que la hizo detenerse al instante.

Ferrara se giró y vio la furia en el rostro del anciano y la mirada baja de Elena junto con su terror por lo que estaba pasando. Sus ojos le pedían que no se fuera, pero la furia de aquel hombre le decía que era mejor que lo hiciera.

—Perdón —susurró antes de abrir la puerta—. No quería causarte problemas.

La chica salió y cerró dejándola a solas con su abuelo, quien todavía estaba envuelto en cólera y que logró alcanzar su bastón para mantenerse de pie.

Es mejor que te mantengas lejos de ella. Personas así están enfermas y notoriamente ella te lavó el cerebro para que aceptaras estar bajo su control.

Elena sintió que la amargura de su coraje obstruyendo que las palabras atoradas salieran por sus labios. Se fue directamente a su habitación con pasos fuertes y cerró de un portazo.

.

02 de Octubre de 2020 9:56 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Terminó de vendar su mano adolorida en el ascensor antes de que este llegara a su piso. Las puertas de acero se abrieron y ella avanzó con la vista al frente, ocultando su mano con su abrigo que cargaba en su brazo izquierdo. En el pasillo de camino a su oficina, tras haber pasado por la recepción y la sala de espera, su asistente la interceptó.

—Señorita Ferrara, el consejo de accionistas está en la sala de juntas desde hace 30 minutos —dijo García.

—Yo no convoqué al consejo —contestó Aysel frunciendo el ceño.

—El señor Torres dijo que habría una audiencia porque usted lo pidió.

Aysel tenía el presentimiento de que esa reunión no iría en su favor. Le entregó su abrigo a su asistente y prácticamente corrió hasta la sala de juntas. En la amplia mesa rectangular estaban sentados todos los socios y algunos empleados que de igual forma poseían acciones, cada uno de ellos sentados en 9 de las 10 sillas ejecutivas de color negro con Daniel a la cabecera.

—La estábamos esperando, señorita Ferrara —habló Daniel—. Tome asiento por favor.

Aysel se sentó al otro extremo recibiendo las miradas de todos los presentes.

—Llegaste tarde —habló Torres.

—El tráfico de la ciudad es caótico, todos aquí lo saben. Me disculpo por mi retraso a una reunión que desconocía que estaba teniendo lugar —contestó.

—Fue una reunión de emergencia, pensamos que estarías aquí a tu horario normal, por eso no fue necesario notificarte. Porque acostumbras llegar temprano e irte tarde, bueno, o al menos eso hacías antes —dijo Daniel—. De hecho, justamente de eso conversábamos antes de que llegaras.

—No creo que mis hábitos laborales sean de importancia para los accionistas —lo interrumpió Aysel—. ¿Podrías ir directamente al punto en lugar de vagar por argumentos sin importancia?

—Son relevantes para los accionistas de esta consultora porque no quieren comprometer sus ganancias por la forma en que su directora está actuando —explicó Daniel.

—Las ganancias no han sufrido ninguna disminución, al contrario, aumentaron y ustedes están disfrutando de las utilidades, ¿No es así? —preguntó poniendo nerviosos a los presentes.

—Lo que intenta decir el señor Torres, es que estamos preocupados por la manera en la que está actuando y cómo esto puede causar estragos en la empresa, principalmente porque usted es la imagen de la consultora y quien se encarga de la dirección de esta —habló una de las accionistas sentada junto a Daniel.

—Con todo respeto, si la duda radica en lo que hago fuera de la oficina, no les compete en lo absoluto, pues yo manejo de manera correcta mi vida laboral y personal sin dejar que se mezclen —respondió Ferrara con una expresión seria—. Así que dejemos los juegos y díganme qué decisión tomaron a mis espaldas.

—Estarás a prueba como directora, si hay una situación que comprometa tu trabajo con tu vida personal, serás relegada por el segundo accionista mayoritario —concluyó Daniel con una sonrisa.

—¿O sea tú? —él asintió. Aysel bajó la cabeza y soltó una pequeña sonrisa—. Okay, está bien. Si eso deciden, acepto.

Se levantó tranquila, acomodó su silla y salió de la sala de juntas dejando a todos confundidos por su aparente reacción dócil que era un camuflaje para la verdadera molestia que le causaba. Se metió a su oficina y ahí maldijo en voz baja a Daniel.

.

03 de Octubre de 2020 1:42 am, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

El pasillo húmedo estaba a oscuras, el túnel era amplio y el ambiente no ayudaba a mantener sus sentidos despiertos. Trataban de mantener calor con sus abrigos luchando contra el frío de aquella noche de otoño. Entre la herrería oxidada, piedras talladas y bultos sin forma, se encontraban ambas, haciéndose compañía la una a la otra, tratando de distinguir sus rostros con la tenue luz de la linterna que llevaban consigo.

Las dos compartían desde hace un par de horas su desprecio por Hugo al citarlas en el hotel abandonado de la Colonia Doctores, cuya reputación no provenía de su arquitectura y símbolos que combinaban varios elementos de los estilos coloniales, barrocos y neoclásicos, sino de las leyendas y múltiples rumores que llamaban la atención de los curiosos y valientes con ganas de un poco de misterio.

La casona, cuyo destino original iba a ser convertirse en hotel para hospedar artistas y personajes bohemios del siglo XX, ahora no era más que un lugar abandonado que por alguna razón quedó a disposición del rival de Lilith para que llevara ahí a los que tenía que interrogar.

Si bien, Aysel se limitó al hablar sobre las leyendas del sitio, era obvia el aura masónica que este poseía, haciendo que Lilith se preguntara sobre todas las leyendas que tenían origen ahí. El lugar enigmático ya estaba dañado por los vidrios rotos y el grafiti en algunas de sus paredes, el descuido del tiempo tampoco no fue amable y poco a poco se convirtió en un edificio perdido en el tiempo y del mismo modo, en el interior de la ciudad.

La Posada del Sol era su parada de esa noche, cuando Hugo las contacto para que se reunieran ahí y que les dijera los resultados del interrogatorio a los dos tipos que se interpusieron en su camino días atrás con la intención de secuestrarlas. Lo que no les dijo Estrada, era que apenas estaba por interrogar a sus rehenes de forma en que, cuando bajaron a las catacumbas, fueron testigos de los gritos desgarradores de sufrimiento de las víctimas del sádico hombre que perdía la razón cuando de torturar se trataba.

Pudieron soportar veinte minutos de aquellos ruidos, pero ellos no parecían ceder y su verdugo no estaba dispuesto a parar, así que, para evitar quedar más traumatizadas, salieron a la zona frente al árbol dónde se decía que el creador de la obra se suicidó poco tiempo después de la apertura del recinto como hotel. Se sentaron en las escaleras para pasar el tiempo que fuese necesario lejos de los gritos desesperados.

Lilith observó el vendaje en la mano de Ferrara, preguntándose por qué se había lastimado mientras que ella miraba a su alrededor perdida en sus pensamientos. Romanov dio una calada a su sexto cigarro de la noche y sintió los efectos de la nicotina en su cuerpo.

—¿Crees que esto tarde más? —preguntó Aysel.

—Espero que no, tengo frío y quiero volver a mi casa —contestó Lilith.

Aysel soltó un suspiro de cansancio y se levantó para estirar las piernas.

—¿Qué te pasó? —dijo Romanov señalando su mano con intenciones de iniciar una conversación.

—Me intentaron golpear con un bastón, en realidad no me dolió tanto en el momento por la adrenalina, pero cuando desperté al día siguiente mi mano estaba adolorida y morada —contestó Aysel.

—¿Quién te hizo eso? —habló Lilith—. ¿Fue tu padre?

Si la respuesta de Aysel era afirmativa, Lilith ya estaba pensando en todas las maneras posibles para hacer sufrir a una persona con un bastón.

—No. No lo he visto desde el aniversario de los restaurantes. Fue el abuelo de Elena —explicó—. Resultó ser agresivo y homofóbico, una mala combinación considerando que su nieta está en una relación conmigo.

Romanov observó su mano, la cual Aysel ocultó en el bolsillo de su abrigo.

—Estos últimos días todo está saliendo mal. Primero la cena con Elena y su abuelo y ayer por la mañana en la oficina con el consejo de accionistas. No sé dónde quedó mi buena suerte —comentó Aysel.

—O Elena te dio la mala suerte —soltó Lilith como una broma que hizo sonreír a Aysel.

Su pequeña charla fue interrumpida por la llegada de uno de los hombres de Estrada, quien les dijo que ya podían bajar porque su jefe terminó con el interrogatorio. Lilith apagó su cigarro y Ferrara tomó la lámpara para alumbrar el camino.

Sus ojos no pudieron dar crédito de la brutalidad en los cuerpos que se hallaban en el suelo cuando llegaron a las catacumbas. La piel de sus brazos estaba perforada con clavos, sus muslos quemados con varas de acero y en sus rostros tenían una expresión aterrorizada.

—Solo fue hasta el último momento de sus vidas que hablaron —dijo Hugo—. Hubieran visto lo divertido que fue verlos suplicando porque los matara.

La sonrisa de chico no era compartida ni por Romanov ni por Ferrara.

—Como sea, ya tengo los datos de su jefe. Acostumbra estar en un club privado de aquí de la ciudad, dijeron que disfruta de la compañía de bellas señoritas —comentó—. Especialmente como tú, Lilith.

—¿Es todo lo que dijeron? —preguntó Aysel.

—Sí. Luego murieron —se burló pateando sus cabezas en el suelo—. Pueden irse, les daré la información restante en cuanto la tenga. Gracias por esperar.

Las ganas de Lilith de patearle la cara a Hugo por dejarlas en el frío de la noche durante horas, eran inmensas, sin embargo, se mantuvo calmada y salió del hotel junto con Aysel.

.

05 de Octubre de 2020 1:08 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

Entró por la puerta de su residencia con su maleta después de regresar de hacer ejercicio y desayunar con Julio. Avanzó hasta las escaleras para dirigirse a su habitación y tomar una ducha para relajarse el resto de la tarde, contando con que su agenda estaba libre ese día.

Dejó su abrigo en el perchero de la entrada dónde encontró otro par. Los observó detenidamente y luego dejó su maleta en el suelo para caminar hacia el recibidor principal llamando el nombre de sus empleadas, pero se quedó muda al ver al hombre alto, gordinflón, de piel ligeramente bronceada y cabello pelirrojo parado ahí mirando hacia el jardín.

Sweetie —dijo su padre con una sonrisa volteando a verla.

Carina sonrió y sintió la emoción apoderarse de su cuerpo para correr hacia él para abrazarlo como una niña pequeña. Su padre la tomó en brazos y la abrazó fuerte contra su pecho, acariciando su pelo.

You are here —exclamó con emoción—. When did you arrive? You would have told me and I could have gone to the airport for you.

—I assumed you're bussy, Sweetie. It was your mother's idea to come to Mexico —explicó su padre.

Mom is here? —la expresión en su rostro cambió.

Carina escuchó el ruido de los tacones contra el suelo anunciando la llegada de su madre al recibidor. La mujer de facciones perfectas, tez blanca, ojos verdes, cabello negro lacio a los hombros y complexión esbelta, hizo acto de presencia. Se quitó los lentes de sol para observarla de pies a cabeza.

Right Here, Dear —contestó la mujer—. Just in time to prepare your engagement party with the son of the Mansour family.

—Wait, What?!

.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top