Capítulo 2: Una Primavera con Florecientes Coincidencias
20 de Marzo de 2020 7:35 am, Ciudad de México.
En la vida de Aysel Ferrara Ávila.
Los pisos de madera y las paredes oscuras, fueron iluminadas por la luz proveniente de la ventana de la habitación. Una caricia luminosa tocó la desnudez de ambas mujeres dormidas sobre la cama. Aysel y Alejandra compartían un plácido descanso a escasos centímetros de distancia, sus respiraciones tranquilas fueron el único sonido existente en todo el departamento, mientras que ellas compartían la misma cama sin romanticismo de por medio.
Bernal buscaba con su cercanía percibir un poco del calor de su común amante que solía darle una intermitente compañía. El cansancio se desvaneció cuando abrió sus ojos divisando el rostro de Aysel frente a ella. Sin estar muy consciente de sus acciones, Alejandra buscó la mano de Ferrara tratando de sentir un poco de su toque cálido y al mismo tiempo distante.
Ambas se reunieron la noche anterior olvidando su discusión pasada para concentrarse únicamente en los sentidos de sus cuerpos, queriendo saciar sus deseos eróticos. Su conversación fue corta y su noche demasiado larga, por lo que ambas se habían permitido descansar más de lo que acostumbraban. Alejandra se olvidó de su alrededor cuando sintió el sueño invadiéndola de nuevo, su cuerpo quería descansar un poco más a pesar de que su mente quisiera presenciar durante algunos minutos la expresión pacífica y la actitud inofensiva de Aysel a su lado.
El agarre más fuerte sobre su muñeca provocó que Ferrara despertara inmediatamente como un instinto de peligro que se encendió en cuanto sintió el tacto de Bernal más presente sobre su piel. Calmó sus nervios inesperados y con delicadeza, retiró su mano para poder levantarse y tomar su bata de baño para silenciosamente abandonar la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Caminó sin cuidado por el pasillo, pasando junto a la puerta de su estudio hasta llegar a la habitación principal del departamento donde usualmente dormía. Abrió la puerta y se adentró al cuarto tropezando con algunas velas que se encontraban en el suelo, las levantó y las puso en el mueble junto a su cama.
Se recostó sobre el edredón y su vista se enfocó en la pared frente a su cama, donde se encontraban dos cuadros, El lamento por Ícaro y La caída de los ángeles rebeldes, obras que le gustaba admirar hasta quedarse dormida.
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20 de Marzo de 2020 8:10 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Bernal entró por la puerta de la habitación principal antes de que la alarma del despertador sonara. Sus pasos fueron seguros y poco silenciosos hasta la cama donde Ferrara se encontraba. Aysel permaneció con los ojos cerrados sin percatarse de su presencia. Alejandra se inclinó ligeramente y removió con su mano el pelo de Ferrara que cubría parte de su rostro para poder observarla mejor.
—Buenos días, señorita Ferrara —dijo con una sonrisa al notar que la nombrada abría sus ojos por su toque delicado.
—¿Alejandra? —preguntó Aysel con cansancio mientras tallaba sus ojos.
—Es hora de que te levantes, Ferrara —comentó con diversión—. Deja de flojear.
—Hay muchas maneras de dar los buenos días de una forma agradable, Alejandra —respondió Aysel bostezando—. Pero la que utilizaste no es una de ellas.
—Lo sé —dijo con una sonrisa—. Tómalo como mi venganza por dejarme sola en la habitación.
—¿Disfrutas de molestarme por las mañanas? —bromeó.
—Es mi actividad favorita, cariño —respondió siguiendo su juego—. Sueles verte más sexy cuando estás molesta.
Aysel se levantó y se sentó en el borde del colchón.
—Algunos dicen que me veo aterradora —habló con una sonrisa orgullosa.
—Yo no soy como los tontos de tus amigos, Aysel —admitió con superioridad—. Podría ver la furia de una diosa y aun así seducirla.
—Ingeniosa respuesta —halagó Aysel.
Ferrara se percató de que Bernal ya estaba completamente vestida.
—¿Ya te vas? —preguntó levantándose de la cama.
—Mi labor aquí ha terminado, ya te he bendecido lo suficiente con mi presencia, por lo que debo irme antes de que te enamores de mí —comentó con una sonrisa a modo de juego.
Aysel rio por su actitud, a ella le gustaban a ese tipo de comentarios de su parte, aunque en muchas ocasiones los encontrara molestos debido a la poca prudencia de la chica. Ferrara la conocía bien, Alejandra era alguien capaz de conseguir lo que quisiera y eso era un rasgo de su personalidad que la hacía sentir bastante atraída, aquella mujer de rizos negros y piel morena era una de sus mejores amantes.
—¿Nos veremos pronto? —indagó Aysel acercándose para despedirse de ella.
—Eso depende de ti —contestó mirándola fijamente a los ojos.
—Quiero verte mañana, pero no para repetir lo de anoche —susurró.
—Que aburrido suena eso —comentó Bernal rodando los ojos, fingiendo molestia.
—Ey, no será tan malo. Simplemente quiero que me acompañes a una reunión.
—¿Reunión? —preguntó a escasos centímetros de su cara.
—Es para festejar el regreso de Carina a México —Aysel tomó el mentón de Alejandra—. Acompáñame, prometo que te recompensaré después.
—¿Con lo que sea?
—Con lo que sea —afirmó.
—Bien —aceptó Bernal—. Seré tu acompañante en la probablemente aburrida reunión. Creo que hasta puedo predecir a los invitados.
—Adelante, dime. Tengo curiosidad —incitó Aysel.
—El 70% serán engreídos molestos.
—Tal vez por eso te estoy invitando a ti —respondió apartándose de Alejandra—. ¿No lo crees?
—Eso fue una ofensa inteligente —admitió—. Pero no lo tomaré de mala manera. Estás mejorando.
—He estado aprendiendo de ti.
—Pero sigues sin ser tan buena como yo —sonrió y se dio la vuelta—. Me voy.
Alejandra estaba por salir de cuarto, pero fue detenida por Aysel quien la tomó de la muñeca antes de que saliera de la recámara.
—Espera —habló acercándose a ella.
Ferrara tomó su rostro y dejó un beso sobre su mejilla. El toque de sus labios sobre su piel se sintió nervioso cuando se apartó, sin embargo, recobró su tranquilidad mientras que Alejandra procesaba su acción.
—Perdón por lo ocurrido la otra noche. Podríamos hablar del tema a profundidad en otra ocasión, si quieres, claro —Ferrara hizo una pequeña pausa—. Solo quería que supieras que acepto mi responsabilidad en esa discusión y me disculpo por haberte tratado de esa manera.
Bernal no supo con reaccionar ante lo que dijo e hizo, simplemente le dedicó una sonrisa y evitó su mirada.
—Hasta pronto, Aysel —dijo en un tono bajo antes de darle la espalda y alejarse completamente de ella.
Ferrara vio como Alejandra bajó las escaleras rápidamente hasta llegar a la planta baja, abrió la puerta y se fue sin decir nada más.
Aysel respiró profundamente y estiró su cuerpo antes de bajar por las escaleras hacia la cocina para prepararse el desayuno y comenzar con su habitual rutina. Después de su desayuno sencillo conformado por huevos a la mexicana, pan, un poco de fruta y té caliente, se dispuso a leer sus pendientes en la agenda digital de su celular, repasó cada una de sus citas y actividades por hacer mientras reposaba el desayuno.
Antes de darse de un baño, decidió hacer un poco de ejercicio. Estiramientos, flexiones y sentadillas. La actividad física siempre lograba revitalizarla y llenarla de energía antes de comenzar con su día de trabajo.
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La chica alta de pelo negro rizado y piel pálida cubierta de tatuajes, entró por la puerta del estudio revisando el diseño que le había pedido. Sus palabras se limitaron a saludarla brevemente para posteriormente concentrarse en su trabajo. Sus ojos oscuros fríos llamaron por completo su atención, adornaban su hermoso rostro que no expresaba ninguna emoción más allá de su profesionalidad.
Amarró su pelo en una coleta sencilla, lavó sus manos delicadas con las venas ligeramente marcadas con jabón antiséptico y agua antes de secarlas para ponerse los guantes impermeables de color negro.
—El instrumental que vamos a utilizar está esterilizado y desinfectado, así que no tienes que preocuparte de que esté contaminado —habló poniéndose el cubrebocas.
—De acuerdo —contestó Aysel.
—Hoy es tu última sesión, ¿No? —comentó mirándola a ojos.
—Sí, solo falta el de la costilla y ya —respondió.
—¿No tuviste ningún problema con el de la espalda y el de tu clavícula? —preguntó acercándose a ella con todo lo necesario.
—No, sanaron bien y seguí las recomendaciones que me dijiste.
—Perfecto.
La chica acercó un banco a donde se encontraba a Aysel. Lilith traía consigo la tinta negra, la máquina, las agujas, el ungüento y las vendas. Ferrara se acomodó en la silla para tatuar por indicaciones de Lilith.
—Descúbrete el pecho, por favor —pidió.
Ella retiró su camiseta, el sostén deportivo color gris era lo único que cubría su pecho. La tatuadora se acercó más a ella para revisar que la piel estuviera depilada e hidratada antes de proseguir con su trabajo.
—¿Va a doler mucho? —interrogó Aysel queriendo iniciar una conversación.
—Si alguien te dijo lo contrario, probablemente te mintió —dijo Lilith con seriedad—. En las costillas hay nervios, la piel de la zona es delgada y está directamente sobre los huesos. Un tatuaje ahí puede ser insoportable para muchas personas, pero depende de tu tolerancia al dolor.
—Eso no suena nada motivador —dijo en respuesta Aysel.
—Si te duele mucho, solo dímelo.
La tinta se comenzó a introducir en su piel a través de la máquina eléctrica, cuyas agujas penetraron entre 80 y 150 veces por segundo. La sensación irritante que experimentó fue parecida a una raspadura intensa. Lilith seguía el diseño completamente concentrada.
—Baciami —dijo en voz alta—. Creo que es italiano.
—Bésame —contestó Aysel.
La mirada de Lilith manifestó confusión cuando sus ojos se encontraron con los de Ferrara, quien notó inmediatamente que su respuesta podía malinterpretarse.
—¿Eso es una propuesta o su significado? —bajó su cubrebocas dejando ver una sonrisa amplia y preciosa en su rostro junto con sus ojos coquetos.
—Su significado —contestó Aysel nerviosa olvidando por completo el ardor del tatuaje.
—Es una pena que no fuera una propuesta —se encogió de hombros y continuó con su trabajo después de subirse el cubrebocas nuevamente.
Aysel sintió su oportunidad desvanecerse frente a ella. No era ningún secreto que la chica le llamó la atención desde la primera vez que la vio, sin embargo, no había reunido las agallas suficientes para invitarla a salir. Indecisa de sí decir algo o no, tragó grueso y la miró fijamente.
—Tengo otra propuesta para ti —habló segura de sí misma.
—Espero que no sea de matrimonio, porque si es así, no serías la primera de mis clientas en pedírmelo —bromeó Lilith.
—Si te lo pido, ¿Aceptarías?
—Primero un café, ¿No?
Ambas rieron aligerando su entorno.
—Podemos ir a tomar algo cuando tu turno acabe para hablar y conocernos más —dijo Ferrara.
—No tengo turno —contestó y alzó la mirada—. Yo soy la jefa.
El agua helada de la ducha la hizo salir completamente de retrospección que tuvo minutos antes cuando cerró sus ojos. Llevó su mano a su costilla derecha donde se hallaba aquel tatuaje y lo sintió con la punta de sus dedos.
—Lilith...
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20 de Marzo de 2020 4:00 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Las puertas metálicas se abrieron en cuanto el tren llegó a la estación, Aysel avanzó unos pasos para bajar del vagón y caminar por el andén en dirección a la salida. Subió las escaleras de la estación después de pasar los torniquetes. El sol brillante de ese día la iluminó a medida que subía cada uno de los escalones. La Alameda Central y El Palacio de Bellas Artes eran lugares por los que le gustaba pasear en sus tiempos libres, cuando tenía alguna reunión cerca de la zona o los fines de semana cuando le gustaba beber una cerveza en algún bar en las terrazas de los edificios.
Suspiró tranquilamente y dirigió su mirada hacia el reloj en lo alto de la torre latino, verificando la hora. Llegó treinta minutos antes de la hora acordada para la reunión, el tiempo suficiente para tranquilizarse antes de encontrarse con su nueva clienta. Para ella era difícil relacionarse con las personas y esa dificultad aumentaba cuando conocía a alguien por primera vez. Sin embargo, debido a las interacciones sociales que requería su vida profesional, tuvo que afrontar sus dificultades para socializar y su ansiedad al hacerlo con periodos de tiempo cortos y relajados antes de ir a una reunión, fiesta o evento social. Aquellos periodos de tiempo, que empezaron siendo de una hora, se acortaron con el paso de los años, de manera que Aysel solo necesitaba de quince a treinta minutos para estar preparada.
Se sintió abrumada por el día soleado debido a que no eran específicamente sus favoritos aquellos días donde el sol estaba resplandeciente y era tan cálido que la hacía sudar. Detuvo su andar frente a la entrada del Palacio de Bellas Artes, una construcción en cuyo exterior predominaba el que provocaba que la asesora admirara la edificación por algunos segundos siempre que pasaba cerca de ahí.
Retomó su camino, cruzó la avenida y se incorporó a Francisco I. Madero, la calle donde se encontraba su punto de reunión, La Casa de los Azulejos, ubicada en el centro de la Ciudad de México, en las esquinas que formaban el callejón de la Condesa, Madero y Cinco de Mayo.
Fue llamada así por su cubierta de azulejos de Talavera poblana que recubrían la fachada exterior del edificio y la hacían una de las más bellas joyas de la arquitectura civil del barroco novohispano. Fue construida en el siglo XVI para ser el hogar de los Condes del Valle de Orizaba. Era un lugar hermoso con una historia increíble y una leyenda que lo volvió uno de los lugares favoritos de Aysel en la ciudad.
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20 de Marzo de 2020 4:25 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Logró encontrar el punto de reunión después de perderse y confundirse entre las calles del centro de la Ciudad de México. Los azulejos lo hacían llamativo y bonito a sus ojos, sin embargo, su principal prioridad era visualizar a la señorita Ferrara Ávila en el menor tiempo posible para calmar sus nervios de no saber exactamente donde se encontraba.
Miró por todas partes hasta que dentro de su campo visual una persona llamó su atención por lo impecable de su atuendo, la seguridad que proyectaba y lo atractiva que era. Era una chica delgada un poco más alta que ella, de piel ligeramente bronceada, pelo castaño oscuro, lacio y corto, rasgos marcados, mandíbula afilada, cejas tupidas y ojos que desde su posición parecían ser de un color claro.
Elena estaba a unos pasos de ella, lo suficientemente cerca para observarla con atención y avanzar sin querer en su dirección como si ella fuese un imán atrayéndola. Quería preguntarle a esa mujer si era una modelo o algo por lo parecido, pues ella podría lucir algunos de sus diseños perfectamente. Sus miradas se encontraron cuando aquella persona sintió los ojos de Morel sobre ella mientras se acercaba.
—¿Señorita Morel Garza? —preguntó provocando sorpresa en Elena al escuchar su nombre.
—Eh... ¿Me conoce? —respondió confundida.
—Temo que no tenía el gusto hasta hace unos segundos —dijo con una media sonrisa—. Soy la asesora que se comunicó con usted para la reunión. Mi nombre es Aysel Ferrara Ávila, es un placer.
Ferrara extendió su mano en su dirección en forma de saludo. Elena tardó un par de segundos en comprender lo que estaba pasando, así que estrechó su mano mientras ignoraba el hecho de que había sido eclipsada por la belleza de aquella mujer frente a ella.
—Elena Morel Garza —dijo amistosamente para después soltar su mano.
—¿Tuvo algún problema para llegar?, señorita Morel —comentó Aysel rompiendo el hielo.
—La verdad, me perdí un poco entre las calles y temí llegar tarde —contestó.
—No se preocupe, llegó justo a tiempo. ¿Es su primera vez en la Ciudad de México? —preguntó con amabilidad—. Tengo entendido que ha pasado mucho tiempo en el extranjero.
—Ah, sí. En realidad, nací en Puebla, pero he vivido gran parte de mi vida en Francia. Me mudé hace unos meses, por eso no conozco mucho la ciudad, así que suelo perderme con frecuencia —explicó.
—Oh, lo entiendo —dijo la asesora para después mirar su reloj—. Tengo una reservación en la casa de azulejos, ahí podremos hablar con más tranquilidad mientras comemos algo.
—De acuerdo.
Elena siguió a Aysel al interior del edificio que estaba decorado por una muestra de artes aplicadas de primer nivel con cerámica, piedras labradas, fuentes, guardapolvos, herrerías y singulares murales. Ambas fueron atendidas y guiadas a una mesa libre donde tomaron asiento. Morel estaba encantada por la decoración del lugar, mientras que la asesora guardaba silencio revisando algunos datos en su celular.
—Esto es hermoso —comentó con fascinación admirando la altura del techo, la vista del piso superior y los pilares.
—Sí, lo es. Es de mis sitios favoritos en la ciudad, perfecto para reuniones de trabajo y para pasar un buen rato con su buena comida —habló con un tono moderado.
—¿Ha venido muchas veces?
—Tantas que no puedo contarlas. Y en todas ellas me he llevado una grata experiencia, por eso me gusta citar aquí a mis clientes.
—Confiaré en su buen criterio, señorita Ferrara.
Un mesero se acercó a ellas para tomar su orden interrumpiendo su conversación. Así lo hizo después de esperar un poco a que verificaran el menú y eligieran un platillo.
—Cuénteme sobre usted, señorita Morel —habló Aysel cuando el mesero se retiró.
—No hay mucho que contar al respecto, no soy muy interesante —respondió con timidez bajo la mirada avellana de Ferrara.
—Honestamente, considero que su carrera como diseñadora de modas puede ser ampliamente interesante —habló Aysel—. Me gustaría saber un poco sobre cómo se desenvuelve en su área profesional, me será de utilidad en mi trabajo.
Elena estaba dudosa de cómo responder a su propuesta, pues no tenía muy en claro por donde debía comenzar y que detalles eran necesarios mencionar.
—Mi campo de trabajo es exigente y pues tiende a ser algo complicado alcanzar un puesto de renombre —explicó—. Por fortuna tuve la suerte de recibir una buena educación en el extranjero que me abrió muchas puertas en el mundo de la moda.
—¿Actualmente está trabajando en algo adicional a su negocio personal? —indagó en el tema.
—Sí, en un proyecto de diseño de una colección en conjunto con otros diseñadores mexicanos. El proyecto está casi listo, por lo que he decidido enfocarme en mi carrera por separado —contestó con seguridad—. Aunque estoy un poco preocupada por conseguir financiamiento para mi marca y establecer una tienda fija aquí en la ciudad.
—Considerando que aún no está constituida en un establecimiento y su alcance puede no ser el ideal, es difícil encontrar fuentes de financiamiento —habló Aysel analizando la situación—. Sin embargo, creo que tenemos algunas oportunidades que podemos aprovechar. ¿Cuál es su objetivo con las prendas que quiere diseñar?
—Quiero que mis consumidores se sientan cómodos con mis diseños y puedan encontrar gran variedad en ellos. Por ejemplo, si buscan algo formal o casual, puedan encontrarlo dentro de la marca.
—¿Cuál es su público objetivo?
—Quiero que mis productos puedan ser usados por la amplia variedad de personas, pero personalmente, me gustaría enfocar algunas colecciones en artistas.
—¿Artistas?
—Sí —respondió—. Músicos, pintores, escultores, cantantes, etc.
Aysel observó con atención a Morel mientras esta hablaba. Analizó cada una de sus palabras. Ferrara tenía los requerimientos necesarios para asesorar a Elena y llevar a su marca al éxito.
—Señorita Morel —la llamó para que le prestara completa atención—. A mi criterio, tengo los recursos suficientes para ayudarla a llegar a sus objetivos, aunque es un proyecto difícil, podemos avanzar hacia el crecimiento de su negocio con un trabajo conjunto. Estudié a fondo su propuesta y encontré varias áreas de oportunidad.
Ferrara hizo una pequeña pausa para escoger lo que iba a decirle.
—Conozco a varios artistas que les interesaría el proyecto de trabajar con una marca como la suya, eso nos ayudaría a promocionarnos de muchas formas —expuso la asesora—. Por otro lado, con las fuentes de financiamiento, puedo ayudarla a conseguir inversores o incluso yo misma, en representación de Ferrara & Torres Asociados, puedo brindarle las facilidades de un presupuesto para dar inicio con el proyecto.
—Esas son muy buenas noticias —dijo alegre.
—Claro que tendrá que firmar un contrato y formalidades legales que también contemplan mis honorarios y compromisos que ambas partes debemos cumplir como parte del trabajo en cuestión —habló Ferrara en un tono serio.
—¿Cuándo haríamos lo del contrato?
—Primero debemos de tomar en cuenta los estatutos y redactarlo para su posterior firma y validación. Posiblemente, eso sería la próxima semana.
—Me parece perfecto —respondió Elena.
—Bien —dijo Aysel. La asesora observó como el mesero se acercaba a ellas con sus respectivos alimentos—. Por ahora podemos hablar sobre sus objetivos específicos mientras disfrutamos de la comida.
—Me parece bien.
El resto de la reunión transcurrió tranquila entre conversaciones sobre la carrera de Elena, la historia de su marca y los objetivos que quería cumplir a corto y largo plazo. Morel con el paso del tiempo se fue desprendiendo de sus nervios a medida que la asesora creaba un ambiente cómodo y de confianza entre ambas.
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El color violáceo llamó su atención cuando se aproximaron a la alameda. Entre fresnos y olmos chinos, las jacarandas estaban repletas de flores de aquel color. La primavera había traído todos sus colores luciéndolos hermosamente como si de la pintura en el lienzo de un artista se tratase.
—¿Lleva bastante tiempo en la Ciudad México? —interrogó Aysel a su lado desviando la atención de Morel.
—No, solamente algunos meses —contestó—. Generalmente, pasaba periodos cortos en la casa de mi padre, en Puebla. Después volvía a Europa para trabajar.
—¿Pasó toda su niñez en Francia? —preguntó con las manos detrás de espalda.
—Gran parte de ella, desde que nací hasta los 7 años, viví en México con mis padres, después me fui a París con mi abuelo cuando mi madre falleció y mi padre no pudo seguir haciéndose cargo de mí.
—Oh. ¿Entonces uno de sus padres es extranjero? —siguió hablando con genuino interés.
—Mi madre era francesa, mi papá es mexicano. Mi mamá durante su juventud decidió viajar a México, conoció a mi padre en Puebla, se enamoraron y formaron una familia. Posteriormente, mi madre falleció y mi abuelo asumió mi custodia, llevándome a Francia con él.
—Lo entiendo —contestó la asesora.
Entre ellas se formó un cómodo silencio. Los ojos de Aysel se enfocaron en el camino dejando de prestarle atención a la diseñadora. Una docena de segundos pasaron para que Elena volviera a hablar en busca de continuar con su conversación en lo que llegaban a su destino.
—¿Qué hay de usted? —preguntó llamando su atención—. ¿Nació aquí? ¿Toda su vida la ha vivido en México?
—Tengo ascendencia italiana por parte de mi padre. Cuando era joven vino a México a hacer una nueva vida, conoció a mi madre en Guadalajara, ambos se casaron para posteriormente venir a la Ciudad de México —respondió rápidamente—. Tiempo después nació mi hermano y años más tarde nací yo.
—Oh, tenemos algo en común —dijo Morel—. Ambas tenemos un padre o madre extranjeros.
—Cierto —confirmó Ferrara con una sonrisa.
El caminó se acortó mientras la confianza aumentaba. En silencio llegaron hasta la orilla de la alameda donde Elena tenía que cruzar la calle para llegar al estacionamiento en donde había dejado su auto.
—Fue un gusto conocerla, señorita Morel —dijo amablemente con un apretón de manos cuando ambas se detuvieron para despedirse.
—Elena —dijo repentinamente—. Dígame de esa manera, es más cómodo para mí.
—De acuerdo —sonrió al responder—. Usted puede decirme Aysel.
—Para mí también fue un gusto, Aysel.
—Nos veremos pronto para empezar a trabajar, mi asistente le confirmará la hora y le enviará la dirección para que acuda a mi oficina la próxima semana.
—Okay —asintió Elena.
Ambas se alejaron, Elena cruzó la calle sintiendo la mirada de la asesora sobre ella, quien se marchó cuando la vio perderse entre las personas que pasaban por ahí.
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20 de Marzo de 2020 10:27 pm, Ciudad de México.
Morel marcó una y otra vez el número de su amiga esperando que alguna de sus llamadas fuera tomada por ella. Su impaciencia incrementaba a medida que llamaba nuevamente después de no recibir respuesta.
(Conversación en francés).
—Buenos días —saludó Elena con entusiasmo cuando el teléfono fue contestado.
—Dios mío, Elena. ¿Olvidaste la diferencia de horarios? ¡Son las cinco y media de la mañana! —se quejó Brigette.
—No lo olvidé, te llamé a propósito —respondió Elena—. Es importante lo que tenemos que hablar.
—De verdad espero que sea muy importante porque si no es así te mataré la próxima vez que regreses a París —habló Brigette amenazante.
—Tuve una reunión con una asesora que forma parte de la consultora que me recomendó Carina —dijo sin rodeos.
—Ah, ¿Y cómo te fue? —preguntó con interés y con menos somnolencia en su voz.
—En un inicio no tenía muchas esperanzas de que un asesor pudiera ayudarme, ya que objetivamente mi proyecto es difícil, sin embargo, la señorita Ferrara mostró bastante interés por todo —explicó Morel—. Incluso pensé que era un tipo de modelo o algo así cuando la vi.
—¿La señorita Ferrara? —Brigette la interrumpió.
—Sí, la asesora con la que me reuní —contestó con una pizca de emoción—. Es una persona bastante hábil en su profesión y es bastante agradable. Es joven, segura y paciente.
—Te llamó la atención más allá de lo profesional, ¿Cierto? —interrogó su amiga.
—Brigette, no es lo que estás pensando —contradijo a su amiga—. Ciertamente, me pareció atractiva, pero solo vamos a tener una relación profesional.
—Tranquila, solamente estaba molestándote un poco —dijo divertida—. Pero bueno, ¿Te agradaron sus propuestas?
—Por supuesto, me ayudará a relacionarme con el mundo artístico mexicano y también buscará fuentes de financiamiento para mi marca —explicó—. Eso me facilita mucho más las cosas.
—Parece saber bien lo que hace —comentó.
—Sí. Me gustaría ser cercana a ella, tal vez ser amigas y empezar a conocer un poco más la ciudad.
—No es mala idea, podrías acercarte a ella mientras trabajan y convertirte en su amiga.
—Por lo menos ahora sé que tenemos algo en común —hizo una pequeña pausa—. Ella también tiene ascendencia extranjera. Su papá es italiano.
—¿Entonces nació en Italia? —preguntó con confusión.
—No, en México —corrigió Elena—. Supongo que conoce muy bien la ciudad porque me citó en un lugar increíble. Parece estar muy orgullosa de sus raíces.
Ambas amigas centraron su conversación en los detalles de la reunión que aconteció horas antes. Morel mencionaba constantemente la comprensión de la asesora y su interés en el tema, mientras que Brigette formulaba sus hipótesis de cómo era en realidad aquella chica que había dejado a su amiga encantada con su apariencia, habilidades y propuestas.
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21 de Marzo de 2020 7:30 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Ferrara levantó su cuello para que su acompañante ajustara su corbata antes de entrar por la puerta de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta. La prenda de color negro, su camisa blanca y el traje color verde olivo proyectaban la formalidad y elegancia de Aysel. Por su parte, su acompañante usaba un vestido negro igual de formal que el traje de Ferrara, que hacía de ambas una pareja de acompañantes combinada y destacable en el evento.
—¿Estás lista? —preguntó Alejandra al terminar.
—Claro —contestó—. ¿Me veo bien?
—Tú siempre, cariño —susurró a su oído seduciéndola—. Tan hermosa como siempre.
Aysel sonrió satisfecha por su respuesta.
—Vamos —le ofreció su brazo para adentrarse juntas a la propiedad.
Bernal la tomó del brazo y ambas caminaron hacia la entrada, seguidas por algunos otros invitados.
—Estaremos aquí una hora o dos y después nos iremos —comentó Ferrara en un tono bajo.
Bernal asintió. Mientras avanzaban por el lugar, se hizo notoria la diferencia de edades entre las personas asistentes que se agrupaban en pequeños círculos donde se les veía charlar acompañados de la suave melodía que se escuchaba en toda la casa. Las mujeres y hombres mayores estaban en el recibidor con copas de cristal en sus manos llenas de lo que parecía ser sidra, por otro lado, las personas más jóvenes estaban en el jardín conviviendo. Por el amplio ventanal visualizó una cabellera pelirroja paseando entre las personas que disfrutaban de la velada.
—Estaba en lo correcto, esto es aburrido —susurró Alejandra—. Todas estas personas parecen ser muy aburridas.
—No todos lo son. Pero no les digas a los aburridos que lo son si quieres acostarte con alguno que te llame la atención —sugirió Aysel con una sonrisa—. Saber eso los hará perder el interés.
—No soy tan tonta, Ferrara —respondió altanera—. Ya veré cómo y con quien divertirme hoy.
Ambas siguieron caminando hasta salir al jardín, donde la anfitriona logró visualizar a Aysel en compañía de Alejandra. Robbins usaba un vestido blanco corto que dejaba uno de sus brazos al descubierto. Su cabello pelirrojo estaba bien peinado, dejando a la vista cada rasgo de su rostro que proyectaba una belleza impresionante.
—Hasta que la importante mujer de negocios se ha dignado a venir a un evento social que no implica trabajo —dijo Carina con una sonrisa acercándose—. Y además vino acompañada de una linda señorita que va a robar miradas esta noche.
Los ojos verdes de Robbins analizaron de pies a cabeza a quien se encontraba sosteniendo el brazo de Ferrara.
—Alejandra, ¿Cierto? —preguntó para confirmar si era la chica de la que Ferrara le habló con anterioridad.
Por su parte, Bernal no recordaba haberla conocido, por lo que le parecía extraño que la anfitriona de la fiesta supiera su nombre.
—Aysel me ha hablado mucho de ti —comentó amablemente disipando las dudas de Alejandra.
—Sí, así es —dijo Aysel respaldando lo dicho por Robbins—. Alejandra, te presento a Carina Robbins, la amiga de la que te hablé. Carina, ella es Alejandra Bernal, una de las mejores escultoras y pintoras de México.
Ambas chicas se sonrieron mutuamente después de prestarle atención a Aysel. Posteriormente, se dieron un cordial apretón de manos acompañado con un beso en la mejilla a modo de saludo.
—Es un placer —respondió Alejandra.
—Igualmente.
Las tres mujeres comenzaron a observar a su alrededor por algunos segundos hasta que Ferrara habló.
—¿A quiénes invitaste hoy, Robbins? —preguntó con curiosidad.
—¿Quieres un resumen? —contestó la pelirroja a lo que Aysel asintió—. Bien, empecemos. En el fondo del lado derecho tenemos a muchos tipos que parecen ser mirreyes, algunos son irritantes, así que les sugiero precaución.
El tono utilizado por Carina pretendió burlarse de la situación.
—No suena muy interesante —habló Alejandra.
—No lo es, querida —complementó Robbins dándole la razón—. Del lado izquierdo tenemos a las empresarias y empresarios en crecimiento que, por lo que puedo leer en sus labios y ver su comportamiento, se están burlando de los mirreyes.
—Eso no suena tan mal —dijo Aysel de manera relajada—. Podría convivir bien con todos ellos.
—Tal vez, pero no te invité para que hagas de mi evento tu área de trabajo y de mis invitados, tus clientes —la miró fijamente.
—Okay, tranquila. No me mires de esa forma, no lo haré —dijo divirtiéndose con la expresión de su amiga—. Bueno, intentaré no hacerlo.
—Continuemos —siguió hablando Carina como si nada hubiese pasado—. En el recibidor tenemos a mujeres y hombres un poco más mayores que conversan como si fuesen amigos, aunque en realidad apenas si se conocen. No creo que puedan divertirse mucho con ellos.
—¿Y el resto? —comentó Alejandra—. ¿Quiénes son?
—Artistas de todo tipo, personas famosas, influencers o cualquier persona relevante que conocí en algún momento, los cuales decidieron aceptar mi invitación para terminar con mis reservas de licor —fingió molestia con su rostro y su exagerada actitud al representar el sufrimiento.
Uno de los meseros que rondaba por todo el jardín ofreciendo bebidas, pasó cerca de las tres mujeres. Carina lo detuvo con un delicado toque sobre su hombro. Aysel tomó un vaso de vodka, Alejandra una copa de sidra y Carina una de vino. Mientras bebía el contenido del vaso, pudo divisar a dos hombres mirando directamente a Alejandra sin discreción. Robbins se alejó un poco de ellas debido a que algunas personas se acercaron a saludarla.
—Creo que llamaste su atención —susurró al oído de Alejandra y después señaló al par con la mirada.
—¿Ellos? —dijo después de mirarlos de reojo—. No son los primeros que han caído bajo mis encantos, aunque ahora no me explico por qué no has caído tú.
Bernal miró a su acompañante y se acercó hacia ella tomándola del saco intentando seducirla.
—Aprendí bien de ti, incluso como no caer en tus encantos —respondió con una media sonrisa.
—Cierto —le dio la razón, alejándose un poco sin dejar de ver sus labios—. Por eso voy a jugar un poco con los novatos, ellos parecen darme más atención que tú, cariño.
Tras decir aquello, dejó un beso en la mejilla de Aysel y se alejó de ella caminando en dirección al par que la observaba. Ambos hombres se notaron nerviosos cuando Bernal los miró fijamente y no dudó en ninguno de sus pasos atravesando el jardín.
—Parece que es una leona en cacería —comentó Carina regresando a su lado.
—Ciertamente, lo es —habló Aysel—. Eso la hace muy atractiva.
Bebió un poco más de su vaso de vodka mientras seguía cada movimiento de Bernal con la mirada.
—Hacen una linda pareja —comentó Carina sorprendiéndola por completo con su comentario.
—Para nada —soltó una pequeña risa—. Emocionalmente, no somos tan compatibles.
—Pues proyectan lo contrario —objetó Robbins—. Si no las conociera diría que son una pareja con mucha química de todo tipo. Parece que se seducen todo el tiempo. Ella es una leona hábil y tú eres una presa que siempre está persiguiendo.
—¿Qué te hace pensar que yo soy la presa? —giró un poco su cabeza para mirar a su amiga.
—Porque no pareces una cazadora, querida —contestó Carina.
—Auch, eso le dolió a mi ego —fingió ofensa.
—No te preocupes por ser la presa, incluso si fueses cazadora, presas no te faltarían —pronunció—. Aunque en este caso, hay muchas cazadoras mirándote desde hace un rato. Deberías de acercarte a tomar un trago con ellas, alguna podría agradarte.
—Ninguna es mi tipo —contestó después de dar una mirada rápida a todas las mujeres que la observaban.
—¿Tienes un tipo? —dijo intrigada Carina.
—Claro que lo tengo, pero si te lo explico vas a tener muchas dudas que no quiero aclarar por el momento —habló—. Además, dudo que alguna quiera estar conmigo tomando en cuenta que...
—No puedes besarlas —completó la pelirroja.
—Exacto. Prefiero evitarme situaciones incómodas con ellas tratando de explicar el porqué.
—Hablando de eso —hizo una pequeña pausa—. Me sorprendió que Bernal te acompañara. Por lo que tenía entendido, ambas discutieron y se alejaron un par de días por lo que pasó cuando te pidió que la besaras. ¿Cómo es que se reconciliaron?
—En realidad, no lo hicimos —dijo Aysel en respuesta—. Cuando nos encontramos nuevamente, fue como si nada hubiera pasado. Sin embargo, me disculpé con ella porque fui bastante dura en esa discusión, aunque ella no pareció darle mucha importancia a lo que dije.
—¿Has pensado que tiene la esperanza de que algún día cedas y la beses? Podría ser posible que aún conserve sentimientos románticos por ti desde que fue tu novia.
—No lo creo —descartó la idea inmediatamente—. Ambas sabemos el tipo de relación que tenemos actualmente y estamos bien con eso.
—Lo dices muy segura.
—Lo estoy.
Carina acercó la copa de cristal a sus labios y bebió un poco de vino. Observó a Aysel por algunos segundos y se atrevió a preguntar algo.
—Si en algún momento, los sentimientos románticos por ella regresaran y te consideraras lista para besarla, ¿Lo harías?
Aysel la miró con interés intentando descifrar las intenciones detrás de su pregunta, sin embargo, Robbins no era una persona fácil de leer.
—No lo sé. Podría suceder con el tiempo o nunca suceder. No puedo responder a esa pregunta —contestó.
—Creo que nunca te he visto arriesgándote por alguien —habló Carina después de algunos segundos—. ¿Alguna vez lo hiciste?
La última de las preguntas de su amiga, la hizo pensar mucho. La hizo recordar la retrospección que tuvo el día anterior. Sí había una respuesta para aquella interrogante, solo que Aysel no quería admitirla delante de Carina, únicamente se enfocó en terminar su vodka de un trago.
—No lo recuerdo —dijo con simpleza restándole importancia.
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21 de Marzo de 2020 8:00 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Se adentró con pasos indecisos a la casa dudando de si fue una buena idea no haber ido acompañada por alguien. Una vez dentro de la llamativa propiedad, comenzó a acostumbrarse gracias a la relajación que le dio el primer trago de vino blanco de la copa ofrecida por uno de los meseros. Con un poco de más confianza, terminó con el contenido de la copa a medida que buscaba por los alrededores a la anfitriona de la fiesta o incluso a alguien conocido con quien pudiera pasar un rato o toda la velada del evento. En su búsqueda por rostros conocidos, ubicó a la señorita Robbins visiblemente alegre, conversando con alguien que desde su posición no podía distinguir claramente porque únicamente veía su espalda.
Se abrió paso entre las personas con trajes y vestidos elegantes hasta llegar a donde Robbins se encontraba. Al acercarse a ambas personas, pudo notar que conocía a la chica con quien Carina conversaba antes de su llegada.
—Elena —dijo la asesora, quien se dio cuenta inmediatamente de su presencia.
—Aysel —contestó con sorpresa.
Carina las miró a ambas sin entender mucho de la situación y por qué se reconocieron inmediatamente.
—¿Ustedes se conocen? —preguntó Carina.
—Por supuesto —habló la asesora—. Ella es mi clienta, a la que le recomendaste mi consultora para una asesoría. Daniel se iba a hacer cargo de atenderla, pero decidí hacerlo yo porque tengo más experiencia en los campos artísticos que él.
—Oh, ya veo —dijo Carina entendiendo la situación y dirigiendo su mirada hacia la diseñadora—. Tiene suerte, señorita Morel. Aysel es la mejor asesora dentro de la consultora. Por algo es la directora y fundadora.
—¿Directora? —repitió Morel impresionada.
—Sí —respondió Ferrara con una sonrisa—. Es solo un título, en realidad, también doy asesorías como el resto de los empleados.
—Descuide, señorita Morel —habló Robbins—. Su negocio está en buenas manos.
Elena asintió sonriendo levemente.
—Debo dejarlas un momento. Tengo que ir a saludar a los que recién están llegando —se excusó Carina viendo como más personas llegaban a la fiesta—. Elena me alegra mucho que hayas podido venir. Las veré en un rato.
Tras decir aquello, se alejó del par dejándolas solas.
—Que sorpresa encontrarte aquí —dijo Aysel con intenciones de iniciar una conversación.
—Lo mismo digo —contestó la diseñadora—. Ni siquiera se me ocurrió que estarías en el evento de la señorita Robbins.
—Me obligó a venir —bromeó causando una pequeña risa en Morel—. Ella es una vieja amiga, me invitó a su fiesta de bienvenida hace unos días y decidí venir por el aprecio que le tengo.
—¿La conoces desde hace mucho tiempo?
—Bastantes años, aproximadamente una década —Ferrara hizo una pausa—. ¿Y tú?
—Tuvimos la oportunidad de trabajar juntas el año pasado en un desfile de modas en París, desde entonces nos conocemos —explicó y luego cambió de tema—. ¿Sueles asistir frecuentemente a eventos como este?
—Sí, por trabajo más que por gusto. Es un ambiente común para muchos de mis clientes, aunque no lo sea para mí. ¿Y tú, asistes a muchos eventos?
—No tanto, no me agradan mucho las reuniones llenas de gente que no conozco, me incomoda un poco convivir.
—Lo entiendo —dijo la asesora—. Creo que podría presentarle algunas personas que están aquí con las que podrías llevarte bien o incluso trabajar.
—¿En serio? —Elena la miró con curiosidad.
—Claro. Conozco a algunas personas que asistieron, por lo que acercarnos a ellos no sería un problema. ¿Te los presento?
—Por supuesto —contestó con entusiasmo.
—Bien. Entonces, sígueme.
La asesora avanzó hacia la casa, seguida por Elena, quien se sintió ligeramente nerviosa al saber que iba a conocer a personas nuevas involucrándose con un entorno más social al que estaba acostumbrada. Ferrara la guio por el recibidor hasta un sofá donde se encontraban algunas mujeres maduras hablando calmadamente mientras bebían de sus distintas bebidas.
—La mayoría de ellas son modelos retiradas, creo que te será de utilidad hablar un poco con ellas, conocen y conocieron muchos diseñadores mexicanos y extranjeros —dijo Aysel en un tono bajo mientras se aproximaban más.
—¿Cómo sabes todo eso?
—Las conocí en un proyecto relacionado con una marca de ropa hace más de dos años, afortunadamente les agradé y las asesoré cuando ellas decidieron iniciar algunos emprendimientos —explicó rápidamente—. Ven, voy a presentarte.
Ferrara acercó a Morel a ellas, las saludó y procedió a presentar a Elena, quien se tensó cuando las miradas de las señoras la enfocaron, sin embargo, sonrió amablemente y saludó con un apretón de manos y un beso en la mejilla a todas. Aysel la introdujo en la conversación, de modo que Elena tuvo que explicar algunas cosas sobre sí misma y sobre la marca que pretendía posicionar en el mercado. Después de su breve explicación, pidió de forma respetuosa algunos consejos, los cuales las ex modelos estuvieron encantadas de brindarle junto con sus experiencias propias, ya que la diseñadora les agradó al instante.
—Bien hecho —halagó Ferrara después de que ambas se despidieran de las modelos y se alejaran de ellas—. Mostraron mucho interés en el proyecto, incluso dos de ellas te dieron su contacto.
—En un principio pensé que no me aconsejarían o no me contarían de su experiencia en el mundo de la moda mexicano —contestó aliviada.
—Quedaron bastante encantadas contigo —apoyó Ferrara—. Pero todavía no hemos terminado.
Tras decir eso, Aysel tomó el brazo con delicadeza a Elena y la llevó al jardín de la propiedad para buscar entre todas las personas a alguien que estuviera en el mismo ramo que Morel.
—¿Vas a presentarme con más personas?
—Por supuesto, el evento es una gran oportunidad para conseguir contactos —respondió mientras buscaba con la mirada a alguien—. Oh, ahí está.
Ferrara señaló a un extravagante hombre ubicado en el jardín quien estaba rodeado de algunas personas que hablaban con él.
—¿Quién es?
—Un crítico y diseñador reconocido —aclaró—. Puede ser un poco egocéntrico, pero si logras impresionarlo, te prestará atención. ¿El vestido que estás usando lo diseñaste tú?
—Sí —afirmó—. ¿Por qué?
—Perfecto —sonrió Aysel—. Ven conmigo.
La asesora le ofreció su brazo para que lo tomara y ambas se dirigieran hacia el crítico de modas. Avanzaron directo en su dirección, el hombre las notó cuando se aproximaron, por lo que les prestó bastante atención, sobre todo a Elena, quien estaba utilizando un vestido azul marino corto de una tela suave, acompañado con un cinturón metálico dorado que le daba a su cuerpo y a su persona un aire profesional y fresco.
—Es un buen conjunto para un evento como este, señorita...
—Morel —respondió parándose frente a él—. Elena Morel Garza.
—Encantado de conocerla, señorita Morel —se dirigió a ella y después a Ferrara—. Aysel, no esperaba encontrarte aquí, y además acompañada de esta bella señorita. ¿Es tu novia?
—No, señor Gil —negó la asesora con una risa nerviosa—. Es una amiga que quería presentarle. Elena es diseñadora de modas y tenía mucho interés en hablar con usted, ya que planea posicionar una marca de ropa aquí en México. Su propuesta es bastante interesante, podría interesarle.
—¿En serio? —preguntó el hombre impresionado viendo a Elena—. Cuénteme un poco sobre eso, señorita Morel.
La diseñadora asintió y tomó el valor en su interior para hablar. Con el paso de los segundos y la aparente impresión del crítico junto a ella, comenzó a ganar más confianza y a relajarse durante la conversación. Cuando se dio cuenta, Aysel ya no estaba a su lado, por lo que discretamente la buscó con la mirada mientras recibía una retroalimentación del señor Gil, quien estaba bastante interesado en la propuesta de su marca.
—Fue un gusto conocerlo, señor Gil —se despidió después de un par de minutos—. Sus opiniones me son de gran utilidad.
—El gusto es mío, señorita Morel —dijo el señor amablemente—. Estaría encantado de hacer una reseña de alguna de sus colecciones.
—Claro —dijo con una sonrisa y luego se alejó de él despidiéndose con un gesto con la mano.
Intentó hallar el rostro de la asesora entre todas las personas que la rodeaban, pero no logró encontrarla por ninguna parte.
—Elena —una voz la llamó a sus espaldas haciendo que se girara.
—Ah, ahí estás. Estaba buscándote —dijo acercándose a Ferrara, quien sostenía dos copas en sus manos.
—Fui por algo de beber —contestó y extendió una de las copas en su dirección—. Toma, es para ti.
—Gracias —la aceptó Morel y bebió un poco de su contenido. El sabor era algo nuevo para ella, pero le agradó bastante la combinación de sabores que las frutas le otorgaron al alcohol—. ¿Qué es?
—Es vino rosado con fresas, frambuesas, una pequeña rebanada de naranja, agua mineral y jugo de arándano.
—Es delicioso —pronunció para proceder a beber otro trago.
—¿Quieres relajarte un poco o que te presente a más personas? —preguntó Aysel.
—Necesito un pequeño descanso —se sinceró—. Me siento un poco asfixiada.
—Okay —Ferrara pensó un momento mirando a su alrededor antes de contestar—. Vamos a un lugar donde no haya tantas personas.
Morel siguió nuevamente a la asesora al interior de la casa, subieron una escalera hasta llegar al primer nivel de la propiedad, pasaron por algunas habitaciones y llegaron a un pequeño recibidor que contaba con una terraza de bardas de piedra que tenían vistas a todo el jardín. Salieron a la terraza y tomaron asiento en las sillas metálicas junto a la mesa del mismo material donde pusieron sus copas. El lugar estaba prácticamente vacío puesto a que los demás invitados se encontraban en otras partes de la propiedad. La tenue iluminación del sitio les otorgó más privacidad y las ayudó a relajarse un poco.
—Ha sido una larga noche —Aysel inició la conversación.
—Sí, pero me alegró conocer a muchas personas hoy —contestó Elena—. Fue una noche productiva para mí.
—Concuerdo contigo, aunque si Carina se entera me matará por "trabajar" en su evento —dijo Aysel haciendo comillas con sus dedos.
—¿Siempre trabajas cuando vas a eventos? —preguntó Elena.
—Aunque no vaya a eso, por alguna razón termino haciéndolo y así se me pasa más rápido el tiempo.
—Lamento haberte hecho trabajar cuando venías a divertirte —se disculpó Elena.
—No, descuida. Hiciste mi noche más entretenida y pude saludar a mis viejos amigos —dijo Aysel.
—¿Cómo te diviertes usualmente? —preguntó Morel cambiando el tema.
—Voy a museos, exposiciones de arte o simplemente paseos por la ciudad. Salgo a comer con mis amigos, voy a bares o a lugares con ellos. Aunque también me quedo en mi casa y me relajo. ¿Y tú?
—Amo pintar —respondió—, pinto cuadros en mis ratos libres y también dibujo.
—¿Qué sueles pintar?
—Paisajes, personas, objetos, cualquier cosa que se me ocurra —dijo con calma. Generalmente, me relaja bastante ver cuadros o pintarlos.
—Oh, lo entiendo perfectamente —habló—. Mi padre tiene una galería privada de arte en uno de sus restaurantes, le relaja mucho apreciar el arte.
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21 de Marzo de 2020 10:47 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Las conversaciones entre ambas vagaban entre un tema y otro, su confianza fluía y ocasionalmente reían cuando una de las dos decía algo divertido. Ferrara sintió la leve brisa nocturna bastante fresca y observó cómo se erizó la piel de Elena. Aysel se levantó, se quitó el saco y dio unos cuantos pasos hacia Morel. Puso la prenda sobre sus hombros cubriéndola de aire fresco nocturno.
—Hace un poco de frío —se justificó bajo la mirada de Elena que procesaba lo que acababa de pasar.
—Agradezco el gesto, pero no era necesario, además tú podrías tener frío —dijo Elena a punto de quitar su saco de sus hombros para devolvérselo.
—No te preocupes, tú lo necesitas más que yo. No tengo ni un poco de frío —respondió.
—¿Estás segura? —preguntó dudosa.
—Por supuesto.
Ambas miraron el resto del jardín restándole importancia al asunto. En ese momento, Ferrara arremangó las mangas de su camisa hasta sus antebrazos, una costumbre que había conservado durante muchos años y que se presentaba cada vez que ella usaba una camisa. Sus ojos avellana se abrieron con sorpresa cuando identificó un rostro muy familiar para ella en aquel mar de personas. Sus pupilas analizaron a la mujer vestida de negro que vagaba entre las personas sonriendo ampliamente.
Ferrara se levantó rápidamente, intentando no perderla con la mirada.
—Vuelvo en un momento —se excusó un poco alterada antes de alejarse de Elena para bajar al jardín.
—¿Sucede algo? —preguntó Elena extrañada por la exaltación de su acompañante, quien no pudo escucharla porque ya estaba un poco lejos de ella.
Ferrara caminó hasta el jardín y lo recorrió buscando a quien creía haber visto entre todas esas personas, sin embargo, no logró encontrarla por ningún lado, por lo que se dispuso a recorrer la casa y sus habitaciones intentando encontrarla.
Su cuerpo comenzó a sudar en frío, sus manos temblaron y sintió que le faltaba el aire. Intentó regresar al jardín nuevamente, pero Alejandra la detuvo cuando chocó con ella accidentalmente. Bernal la observó confundida, mientras que Aysel solo miraba a todas partes con desesperación queriendo llegar hacia el jardín. Alejandra puso sus manos sobre sus hombros, deteniéndola y tratando que le prestara atención.
—Aysel —le habló, pero no obtuvo respuesta por parte de Ferrara—. ¡Aysel! ¿Qué tienes?
Alejandra pronunció en un tono un poco más alto. Por su parte, Aysel se abrumó por todo lo que estaba sucediendo a su alrededor y en su interior. Un mareo fuerte la golpeó haciendo que llevara una de sus manos a su cabeza. Palideció y comenzó a tambalearse en su lugar.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó preocupada al verla.
Sus ojos avellana denotaban miedo, desesperación y nervios, una combinación que alertó mucho a Bernal, pues ella nunca la vio así anteriormente. Su corazón se agitó al mismo tiempo en que sus ojos se llenaban de lágrimas y sus manos empezaron a temblar incontrolablemente.
—Ve por Carina —logró pronunciar con su voz débil mientras se recargaba en una pared.
Alejandra asintió, corrió hasta el jardín y se abrió paso entre todas las personas buscando a Carina. No tardó en encontrarla haciendo un brindis rodeada de varios de sus invitados. Discretamente, se acercó y le susurró al oído que Aysel no se encontraba bien. La sonrisa de Robbins desapareció al escuchar esas palabras. Siguió a Alejandra hasta que ambas llegaron donde se encontraba su amiga recargada en una pared disimulando como su cuerpo temblaba. Sus señales corporales fueron suficientes para que Robbins entendiera lo que le estaba pasando.
—Aysel, vamos, necesitas tranquilizarte. Te llevaré a mi recámara —dijo Carina, acercándose y poniendo uno de los brazos de Aysel sobre sus hombros para ayudarla a llegar hasta su recámara.
Ferrara se sentó en la amplia cama con edredones blancos, mientras Carina se hincaba ante ella para mirarla a los ojos con notoria preocupación. Sus ojos avellana no cesaron el llanto incontrolable, su cuerpo tembló y su respiración estaba agitada. Al sentirse asfixiada, aflojó su propia corbata sin llegar a quitársela.
—¿Qué pasó? —preguntó en un tono bajo.
—¿Está aquí? —pronunció Aysel con dificultad a lo que Carina no comprendió a lo que se refería.
—¿Qué? ¿Quién? —dijo con confusión.
—Herrera —contestó con la voz temblorosa.
El rostro de Robbins manifestó confusión seguida por sorpresa.
—Herrera —dijo nuevamente.
—No, es imposible. Ella no está aquí, no hay manera de que lo esté —habló negando con la cabeza.
Bernal observaba todo desde la puerta de la habitación sin saber si debía acercarse o no. Su preocupación se hizo notable, sin embargo, no lograba comprender en su totalidad la razón que alteró tanto a Ferrara.
—No sé si es una chica parecida a ella o es ella, pero te juro que vi a alguien en el jardín —contestó con la voz alterada—. Vestía de negro, sonreía y estaba caminando por todo el lugar.
Robbins se enfocó en el temblor de las manos de su amiga, las tomó y la miró a los ojos en un intento de trasmitirle su compresión.
—Mírame —le habló en voz baja—. Respira conmigo.
Su pecho subió y bajó a un ritmo lento, imitando a Carina, quien estaba enfrente de ella. Su respiración se fue tranquilizando, sus latidos se normalizaron y el temblor de sus manos se redujo con el paso de cada minuto. Cerró sus ojos sin dejar de inhalar y exhalar al mismo tiempo que Robbins.
—Tranquila, Aysel —dijo Robbins acariciando sus manos hablando con una voz suave—. Todo está bien. Ella no está aquí, tú estás segura. Estoy aquí contigo, no dejaré que se te acerque.
Aquello hizo a su cuerpo relajarse. Cuando abrió sus ojos se sintió fuera de la realidad, como si su cuerpo no fuese suyo, como si todo lo que pasaba era solo un sueño.
—¿Estás un poco mejor? —preguntó Carina con una mirada angustiada.
—Sí —pronunció en voz baja.
Bernal estaba sorprendida por todo. Observaba a Aysel temiendo que se alterara nuevamente.
—Tienen que irse —comentó Carina mirando a Alejandra—. No creo que Aysel pueda seguir aquí en este estado.
—No puede conducir y yo no sé hacerlo —respondió Alejandra.
—Entonces le diré a mi chofer que las lleve hasta la casa de Aysel —dijo tomando el teléfono de su habitación.
Bernal se acercó a pasos lentos a Ferrara, quien la miró a los ojos. Acomodó su cabello hacia atrás y acarició su rostro para después inclinarse.
—¿Te encuentras bien? —preguntó a lo que Ferrara negó.
—Recuerda no tener mucho contacto físico con ella, ni estar demasiado cerca, podría volver a alterarse. Está muy sensible a cualquier estímulo —interrumpió Carina antes de que Alejandra pudiese decir algo más—. El chofer las verá afuera en cinco minutos.
Bernal ayudó a Aysel a levantarse, esta última intentó caminar erguida, pero parecía demasiado débil e inestable para hacerlo, así que Carina la sostuvo del brazo ayudándola bajar las escaleras. Ferrara adoptó una postura más recta mientras Alejandra sustituía a Carina ayudándole a caminar.
Aysel aparentaba caminar ebria como producto de unas copas de más para no llamar la atención. En la planta baja miró a Elena, quien parecía estarla buscando.
—Elena —pronunció—. Carina, ¿Podrías hacerle compañía?
Carina asintió.
Elena encontró a Aysel y a su lado a una mujer de piel morena, sosteniendo su brazo y la guiándola hacia la salida. Ferrara solo levantó su brazo despidiéndose, dejando a Morel muy confundida. Cuando pudo notarlo, Robbins se acercaba a ella.
—Es nuestro momento de conversar —dijo llevándola de nuevo a donde estaban la mayoría de invitados
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Tuvieron una sencilla conversación acompañadas por algunas copas. El trabajo fue el tema central, ya que compartían un singular gusto por la moda.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Morel habló.
—Por supuesto, ¿De qué se trata? —Robbins prestó atención.
—¿Quién era la chica al lado de Aysel? —preguntó.
—Alejandra —respondió sin inmutar a Elena, quien esperaba una respuesta más amplia—. Supongo que quieres saber su relación con Ferrara —dijo suponiendo un interés más que profesional entre Morel y Ferrara—. No te preocupes, Alejandra Bernal no es un rival porque únicamente son amigas.
—¡No!, No me refería a eso —alzó la voz—. Solo creí conocer a la chica. No tenía interés en saber su relación con Aysel.
—¿Entonces ahora si lo tienes? —habló con una mirada pícara.
—No. Para nada —dijo con una expresión seria.
Carina, por primera vez en todo el rato, notó que Elena portaba sobre sus hombros el saco del traje de Aysel. Supuso que Aysel se lo dio debido a que hacía algo de viento afuera.
—Entonces... ¿Se fue? —preguntó Morel.
—Sí. Creo que se le subieron un poco las copas —respondió Carina—. Estará bien, suele pasarle esto.
Morel entendió la situación volviendo a beber de su copa bajo la mirada de Carina. Todo parecía tranquilo, pero no podía dejar de pensar en el rostro pálido de Aysel y en la debilidad que parecía tener al caminar. Se preguntaba que pudo haberle pasado porque cuando estaban en el balcón ella estaba perfectamente lucida y tranquila.
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Aysel se encontraba reposando en su cama con música clásica en un volumen bajo mientras realizaba ejercicios de respiración. Con las luces apagadas y con los ojos cerrados estaba relajándose, hasta que Alejandra abrió la puerta de la habitación con una taza de té en sus manos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Mucho mejor —contestó sentándose en la cama para recibir la taza de té.
Bernal se sentó a su lado observando como bebía de la taza.
—Eso es lo que te pasa cuando... —pronunció Alejandra queriendo romper el silencio entre ambas.
—Tengo una crisis —completó sus palabras—. Fue una crisis un poco intensa, pero de corta duración.
—Fueron diez minutos, Aysel.
—Es mejor que sentirse así durante cuarenta —replicó.
—¿Qué sucedió? —interrogó.
—No creo que sea el momento adecuado para hablar de eso —contestó Ferrara y miró a Bernal a los ojos—. Por cierto, ¿Ya decidiste que quieres como recompensa por haberme acompañado?
—Una cena. Pero no es el momento de hablar de eso —contestó para después volver al tono serio—. No me cambies el tema. Quiero saber qué te pasa y como podría ayudarte.
—¿Quieres ayudarme?
—Es mejor que estar parada cerca de ti rezándole a un dios en el que no creo para que nada malo te pase —habló provocando una risa por parte de Aysel.
—¿Rezaste por mí? —Alejandra asintió a la pregunta de Ferrara—. Bien... Hablemos sobre eso, pero no ahora. En la cena que te debo. ¿Te parece bien la próxima semana?
Bernal aceptó su decisión, se despidió de ella con un beso en la mejilla y salió de la habitación para finalmente irse del departamento, dejando a Aysel más tranquila. Minutos más tarde, Ferrara salió de su recámara para bajar a la planta baja y tomar su celular que se encontraba sobre la mesa de centro de la sala. Llamó a Elena para disculparse con ella por lo sucedió horas antes.
—Elena —pronunció cuando la chica respondió la llamada.
—¿Aysel? —dijo Morel con sorpresa.
—Sé que es un poco tarde —miró el reloj de su muñeca que marcaba la 1:05 am—, pero necesitaba disculparme contigo por irme sin despedirme.
—No te preocupes por eso. Te veías un poco mal cuando te vi salir, así que supuse que te sentías mal y por eso te fuiste, ¿Ya te encuentras mejor? —Morel mostraba verdadero interés en su estado.
—Me siento un poco mejor —respondió.
—Carina dijo que se te subieron un poco las copas —comentó Elena.
—¿En serio? —Robbins le dio una mala excusa, pues Aysel era muy resistente al alcohol—. Creo que sí me afectó un poco, por suerte ya me siento mejor.
Aysel quería ahorrarse una explicación larga sobre las crisis que solía tener y el origen de estas. Elena era alguien que recién conocía y no consideraba apropiado confiar inmediatamente en ella.
—Olvidé devolverte tu saco —las palabras de Elena la hicieron recordar como colocó su saco sobre sus hombros—. Te lo devolveré cuando nos volvamos a ver.
—De acuerdo. De hecho, ese es el motivo de mi llamada. ¿Te parece que nos reunamos el próximo martes en mi oficina?
—Claro —contestó—. ¿A qué hora?
—Por la tarde, te enviaré la dirección mañana —dijo Aysel.
—Okay.
—Hasta luego, Elena.
—Espera —la voz de Morel la detuvo—. Gracias por ayudarme a conocer nuevas personas hoy, de verdad me divertí a pesar de estar trabajando.
—También fue divertido para mí —admitió con honestidad—. Buenas noches, Elena. Descansa.
No hubo más respuestas después de esas últimas palabras. Solo sus pasos subiendo la escalera, pasando por su habitación hasta llegar a su cama, donde cayó rendida, como si su energía hubiese sido completamente drenada. Esto solía sucederle después de convivir con muchas personas, agotaban su energía, dejándola con la necesidad de un sueño profundo y un poco de meditación para que se relajara.
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24 de Marzo de 2020 4:30 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Fue recibida por una recepcionista que rápidamente le indicó que Ferrara la recibiría en unos cuantos minutos, ya que estaba ocupada con uno de sus asesores en ese momento. Elena esperó pacientemente poco menos de diez minutos hasta que la puerta de la oficina principal se abrió y un hombre salió de ella. Una asistente entró, recogió unos documentos y después salió para indicarle que podía pasar.
Sus ojos visualizaron el interior del lugar que se encontraba ordenado y fresco. Inmediatamente, notó la presencia de Aysel sentada junto a su escritorio de madera, leyendo los papeles que estaban frente a ella. Vestía un traje de tres piezas de color azul marino cuyo saco había dejado colgado sobre el perchero junto a la puerta. La camisa blanca hizo un buen contraste con el chaleco que portaba. En esa ocasión, no utilizaba corbata.
—Buenas tardes —la saludó amablemente.
—Buenas tardes, siéntese por favor —contestó Ferrara—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber? ¿Agua, refresco, café?
—No gracias, así estoy bien.
Ferrara apartó los documentos que leía y abrió uno de los cajones de su escritorio para sacar una carpeta, la cual puso sobre la mesa, a la vista de Elena.
—Ayer me comuniqué con su abogado, nos reunimos y redactamos el contrato para el proyecto —comenzó a explicar Aysel—. Puede revisarlo y leerlo a profundidad, si no le gusta algo, quiere quitar o añadir alguna cosa, puede hacerlo.
Morel prosiguió a dar lectura a dicho contrato. La lectura fue extensa, sin embargo, Ferrara fue paciente hasta que Elena terminó de leer. Dejó el contrato sobre el escritorio y la miró a los ojos.
—¿Y bien? ¿Está de acuerdo?
—Por supuesto —dijo—. Aunque no entendí del todo quien va a estar financiando el proyecto.
—Ah, olvidé explicarle eso —hizo una pausa para aclarar su garganta—. Desafortunadamente, no pude conseguir financiamiento por parte de externos y mucho menos por parte de Ferrara & Torres asociados, por lo que opté por aportar el capital yo misma.
—¿Es decir que usted está financiando el proyecto?
—Sí, así es. Aparte de ser asesora, también puedo ser inversora individualmente, aunque no es algo que hago dentro de mis labores usuales, tengo la disponibilidad de hacerlo.
—Oh —salió de los labios de Elena con sorpresa. Sus sueños estaban materializándose de una manera que ni siquiera fue capaz de imaginar con anterioridad. La persona frente a ella decidió creer en ella, por lo que Elena sintió que no podía fallarle.
El bolígrafo de tinta negra se encontraba junto al contrato. Con seguridad lo tomó y firmó en la línea arriba de su nombre. Alzó la mirada y deslizó el contrato sobre la mesa en dirección a Aysel. Ferrara comprendió el gesto y al igual que ella, firmó el contrato.
—Tenemos mucho trabajo por hacer. Va a ser un gusto trabajar con usted, señorita Morel —dijo Aysel con una media sonrisa
—Lo mismo digo, Ferrara.
—Me gustaría iniciar con una campaña de publicidad, algunas sesiones de fotos con modelos reconocidos para tener un mejor alcance, cuando las ventas aumenten lo suficiente y sean regulares, podemos cotizar una tienda fija que será el centro de la marca.
—Me parece bien —dijo Elena.
—¿Le gustan las exposiciones de fotografía? —preguntó Ferrara.
—Ah, sí. ¿Por?
—Julieta García, fotógrafa, organizadora de eventos y amiga mía, estará en una exposición cerca de la plaza de las tres culturas este viernes. Ella puede ser una buena candidata como fotógrafa para su marca porque tiene experiencia en esto. Además, organiza buenos eventos —explicó brevemente—. Recibí una invitación de su parte para asistir a la exposición, si gustas conocerla puedes acompañarme.
—Claro, me encantaría —Morel asintió.
—Entonces la veré el próximo viernes. Hasta pronto, Elena.
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27 de Marzo de 2020 2:30 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Sus piernas inquietas se movían rápidamente contra el suelo desgastado del vagón. Cada que llegaba a una nueva estación alzaba la mirada para verificar cuál era la siguiente. En su impaciencia por llegar a su destino, observaba con atención lo ralladas que estaban las ventanas o lo descuidado que estaba en vagón en general para distraerse.
Se levantó de su asiento para ofrecerle su lugar a una señora de avanzada edad que subió al tren. La mano de Aysel le indicó cordialmente a la señora que podía tomar su asiento, a lo que ella solo sonrió agradecida por el gesto amable de la joven.
Ferrara permaneció de pie a unos pasos de las puertas, admirando su reflejo en los cristales de estas. La oscuridad de los túneles le daba más nitidez a su reflejo, a la expresión seria de su rostro y al atuendo que portaba. La blusa de cuello alto de color negro, junto con sus jeans de mezclilla desgastados y el abrigo color café que cargaba en su antebrazo, le dieron un aura relajada.
Las puertas se abrieron en la estación de su destino, descendió del vagón y ajustó su caminar al mismo ritmo que llevaban las demás personas que iban apuradas en dirección a las escaleras para salir de la estación.
Su mirada viajó a su muñeca para revisar la hora en el reloj plateado que había sido regalo de su padre. Las manecillas compartían el ritmo con sus latidos y apresuraban sus pasos por los árboles, áreas comunes, edificios habitacionales y la gente que se paseaba por el lugar.
Siguió el conocido camino entre los edificios para llegar al centro cultural universitario, el recinto donde se llevaría a cabo la exposición a la que fue invitada previamente.
Las puertas de cristal se abrieron cuando entró al lugar, fue guiada por el personal hacia el sitio exacto de la exposición, donde las tonalidades grises, blancas y negras se hicieron presentes, al igual que varias personas paseándose por todo el sitio admirando y comentando sobre las fotografías frente a sus ojos.
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27 de Marzo de 2020 2:05 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Sus ojos fueron incapaces de ignorar la imagen de la chica de piel bronceada y cabello castaño oscuro sentada sobre un sofá, con sus piernas cruzadas y su cuerpo recargado elegantemente en el respaldo. Sus pupilas perdidas miraban a la nada en su solitaria compañía, quizás perdida entre lo que la rodeaba y su interior.
Morel avanzó hacia ella a un ritmo normal, intentando llamar su atención al estar a unos cuantos pasos de su ubicación. Ferrara salió de su pequeño trance para mirar a Elena. En su rostro se dibujó una sonrisa y se levantó para saludarla.
—Perdona la demora —se disculpó Elena.
—Descuida, no llevo mucho aquí —contestó—. Además, llegas justo a tiempo, nuestra anfitriona se acaba de desocupar.
Tras decir aquello, señaló sutilmente hacia el lado izquierdo, donde se hallaba una mujer de mediana edad caminando en su dirección con una sonrisa. No tardó en saludarlas para después sentarse con ellas e iniciar una conversación. Aysel fue la encargada de presentar a Elena, quien manifestó casi inmediatamente el interés en el trabajo de la fotógrafa halagándolo. Prosiguieron a hablar directamente de la razón por la que se encontraban ahí, Julieta expresó su apretura al tema y eso facilitó que entre las tres fluyera la confianza.
—Es un gusto que vinieran —expresó Julieta.
—Agradecemos mucho que te hayas tomado el tiempo de recibirnos y hablar con nosotros —dijo Elena junto a Ferrara.
—Desde que Aysel me comentó sobre el proyecto en el que estaban trabajando, me emocionó mucho la idea y no podía esperar a conocerte, Elena —respondió Julieta.
—Lo mismo digo, señorita García.
—Bueno —Julieta se levantó—. Estaré encantada de trabajar con ustedes, así que las veré pronto para discutir los detalles.
Las dos asintieron y se despidieron de ella con un beso en la mejilla.
—¡Disfruten de la exposición!
—¿Quieres tomar un poco de aire fresco? —comentó Aysel terminando con el silencio existente entre ambas.
—Claro —Morel acompañó su respuesta con un ligero asentimiento.
Aysel la tomó de la muñeca con delicadeza y la llevó hacia un pequeño balcón que poseía una buena vista de la plaza de las tres culturas. Elena quedó maravillada con la perspectiva del sitio que le permitió admirar los edificios habitacionales construidos en los 60's, la iglesia colonial y la zona arqueología prehispánica.
El viento golpeó el rostro de su acompañante desacomodando su cabello, obligándola a peinarlo con sus manos. Morel presenció la escena identificando a la perfección los rasgos atractivos de Ferrara, la textura de su piel y el color de sus ojos claros. Aysel era una mujer bonita, con un aura pacífica y una cercanía agradable.
Pretty Woman, give your smile to me
Es mujer la miró expectante a alguna de sus palabras o alguna de sus acciones que no tuvieron lugar en ese momento.
Pretty Woman, look my way
—¿Sucede algo?
Pretty Woman, say you'll stay with me
—No. Es solo que no había notado antes lo bonita que eres...
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28 de Marzo de 2020 4:00 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Su apariencia se reflejaba en el espejo bajo las luces blancas con la sensación de un entorno azulado. Admiró su propio rostro y la belleza en el que no había sabido apreciar todo ese tiempo. El simple atuendo de una camisa negra y un pantalón ajustado del mismo color remarcaban las líneas de su cuerpo, que poseía una complexión poco curveada haciéndola lucir esbelta y preciosa a su parecer.
Marcas rojas se hacían visibles en la piel de su cuello. Aquellas marcas parecían abrirse y sangrar con el paso de cada segundo. El ardor la hizo llevar sus dedos a aquellas marcas y marcharlos por un poco de su rojiza sangre cuando las tocó. De un momento a otro, sus heridas habían aparecido desconcertándola más. Una expresión de miedo se posó en su rostro mientras una voz interrumpía aquella pesadilla.
—Lo lamento, cariño —susurró a sus espaldas con la voz quebrada—. No quería lastimarte.
Los pasos de aquella persona se oían cercanos, mientras que su rostro comenzaba a reflejarse también en el espejo. Una sensación de escalofríos recorrió el cuerpo de Aysel cuando supo que ella estaba a sus espaldas. Su cabello castaño daba un ligero brillo bajo la luz blanca del baño, mientras que sus ojos cafés lloraban silenciosamente, fingiendo una culpa que no sentía. Los rasgos no tan marcados de Maite expresaban angustia mientras ella miraba como Ferrara limpiaba torpemente con agua la sangre que manchó su cuello.
La misma Aysel no supo por qué permitió la cercanía de Maite cuando esta se aproximó para tomar su rostro entre sus manos y mirarla fijamente a los ojos, intentando trasmitirle algo.
—Fue un impulso —habló en voz baja—. Simplemente, no pude controlarlo y lo hice.
Sus palabras sonaban como una excusa que ganaba credibilidad cuando sus ojos lloraban sin poder parar.
—Solo fue... —Aysel meditó sus palabras mientras ponía sus manos en los hombros de la chica— un accidente.
Acompañó su última frase con una sonrisa tranquilizante para posteriormente abrazar a Maite, quien la correspondió de una manera fuerte para llorar sobre su hombro, sintiéndose culpable por el daño que le había hecho. Sus manos comenzaron a acariciar la espalda de Aysel intentando que también rompiera en llanto, era un intento por calmar su estado evidentemente tenso. Las manos de Maite palparon el pelo corto de la nuca de Ferrara, haciendo que esta última se relajara y olvidara por un momento que aquellas manos que ahora la tranquilizaban, fueron las mismas manos que rasguñaron con furia su cuello haciendo que sangrara en un ataque de celos.
Su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, se sintió asfixiada por la cercanía de Maite, quien parecía querer ahogarla en aquel simple abrazo. Con la vista nublada y el pánico corriendo por todo su cuerpo, gritó.
El grito había acabado con aquel sueño que fue mezclado con un viejo recuerdo. Llevó sus manos a su cuello buscando un rastro de aquel rasguño que sí había pasado, pero mucho tiempo atrás. Buscó con desesperación su teléfono intentando calmar el ritmo de su respiración y el temblor de sus manos. El aparato cayó al suelo y en él pudo observarse a sí misma, a su mirada de pánico total.
Se asustó de sí misma y de que todo lo acontecido en el pasado se repitiera en sus sueños presentes. Era como vivir en una constante pesadilla, dudando entre la realidad y la falsedad.
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