Capítulo 19: Celosa Delicadeza

07 de Septiembre de 2020 5:00 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

El dolor de esfuerzo físico que Lilith la hizo pasar, era casi comparable con el circuito de obstáculos que puso a trabajar la fuerza de sus brazos, piernas y abdomen al desplazarse rápidamente por lugares complicados, poniendo atención a cada movimiento de su oponente contra quien competía.

Su sudor humedeció su playera negra y sus manos sudaron en el interior de sus guantes, mientras que seguía cuidadosamente saltando sobre algunos pilares, temiendo caer y ser descalificada. La mirada de su entrenadora estaba sobre ella, podía sentir sus ojos analizando cada uno de sus movimientos mientras avanzaba. Del otro lado, estaba su oponente, una joven con menos años que ella, acostumbrada al entrenamiento de largas jornadas en aquel circuito que, para ese punto, ya había llenado sus piernas de arena, su frente de sudor y su corazón de adrenalina.

Tocó la alarma al mismo tiempo que la otra chica, superando la primera de las pruebas impuestas para ese día, sin embargo, no tuvo ni un segundo para respirar cuando se dirigió al próximo segmento, donde tuvo que tomar un arma de asalto cargada con balines y adentrarse a una construcción vacía en plena oscuridad. Sus sentidos se agudizaron y su pulso se volvió firme para no fallar en ningún tiro.

Recordó con exactitud cada una de las enseñanzas de Lilith y de sus consejos que podrían aplicarse en la situación. Romanov la alentó antes de que comenzara la prueba, asegurando que todo saldría bien porque era lo suficientemente competente para superar cualquier cosa que le pusieran enfrente. Respiro hondo y calmó su pánico, tal y como se lo enseñó Lilith, procedió cautelosamente despejando pasillo a pasillo, asegurándose de que no hubieran sorpresas.

Las luces comenzaron a parpadear y los sonidos intensamente confusos imperaron el ambiente, creando una sensación de intranquilidad dentro de ella. Con los sentidos confundidos afectados por las reacciones del escenario que no podía controlar, siguió avanzando buscando con la mirada a sus oponentes, quienes aprovecharon para salir de sus escondites y comenzar con una lluvia de disparos que afortunadamente logró corresponder mientras se cubría detrás de una pared.

Los balines de su arma hicieron sonar las alarmas que invalidaban a sus oponentes cuando hicieron contacto con los chalecos. Aysel sintió un ardor proveniente de su brazo, revisó la zona encontrando una pequeña herida producto de haber recibido un disparo en su práctica.

Le sorprendió que la complejidad de la prueba no hubiera sido mucha, sin embargo, lo entendía ya qué Romanov le explicó lo que vio al visitar el campo de entrenamiento días atrás. Si bien, eso instauró una mejor confianza en ella, seguía nerviosa por la posibilidad de fallar.

Dejó el arma sobre la mesa cuando salió del circuito y se le permitió beber un poco de agua. A los pocos minutos se le unió Lilith.

—Lo siguiente va a ser lo más difícil —le susurró—. Puede haber una trampa, así que ten mucho cuidado.

Aysel asintió en silencio y suspiró para liberar la tensión en su cuerpo. Acomodó su pelo con una mano y fue al cuadrilátero después de ponerse los guantes de artes marciales mixtas que le entregó Lilith. Nadie la esperaba sobre la lona o al menos eso creyó cuando un joven de 17 años subió dispuesto a enfrentársele. Volteó a ver a Lilith, al ver sus ojos comprendió que no tenía opción. Era algo que ninguna podía cambiar.

Se puso en posición, ambos oponentes comenzaron a asecharse de frente, calculando cada movimiento que haría el otro. Ferrara no tuvo la iniciativa de atacar, pero el joven sí. Dirigió un golpe directo a su rostro, el cual esquivó, luego a algunos cuantos, a su torso y piernas con el objetivo de derribarla, pero Aysel esquivó o recibió los golpes sin dar ni uno solo.

—Más vale que empieces a pelear, Ferrara —gritó Hugo—. Parece que estás huyendo.

—Esto es injusto, él es más joven que ella —cuestionó Lilith—. Ferrara no le haría daño a alguien como él.

—La vida nunca es justa, mi querida Lilith —dijo Hugo con una sonrisa y señaló la pelea—. Disfruta del espectáculo.

Carlos, el joven que peleaba con Aysel, la embistió y la levantó para posteriormente dejarla caer al suelo en una pesada caída, una vez ahí, comenzó a golpearla al rostro con salvajismo, como si hubiera contenido toda su ira para ese momento.

Ferrara lo aventó quitándoselo de encima. La campana sonó y ambos fueron a tomar un pequeño receso a sus esquinas.

—¿Por qué no me dijiste que tenía que enfrentar a alguien menor que yo? —preguntó Ferrara cuando Lilith se acercó a limpiar la sangre de su rostro y a darle agua.

—Porque sabía que no querrías pelear con él. Pero no hay opción de cambiarlo. Solo necesitas noquearlo y todo acabará —dijo Lilith.

—Pero no puedo golpearlo, míralo, es un niño —objetó Aysel.

—Apaga tu cerebro y hazlo. Esto lo planeó Hugo para ponerte a prueba.

Escupió la sangre mezclada con agua de su boca en un balde. Limpió sus labios con la toalla y se levantó lista para lo que fuera que tuviera que enfrentar. Miró a su alrededor, a todas las miradas juiciosas que dudaban de su capacidad y que se llenaron de morbo por saber quien terminaría con quien al final de la pelea.

El chico atacó nuevamente, Aysel detuvo el golpe, pero no lo devolvió. La ofensiva continuó una y otra vez, Ferrara detuvo y esquivó los que pudo hasta que notó como la desesperación del muchacho incrementó mucho más, se retiró los guantes y sacó de su ropa una pequeña navaja en cuyo filo se reflejó su propia vida. Lilith observó el brillo del arma blanca, volteó a ver a Hugo quien sonreía satisfecho para después retornar su mirada a Aysel quien se notaba preocupada.

—Oye, imbécil —Lilith confrontó a Hugo—. ¿Qué le ordenaste que hiciera?

—Lo necesario para ponerla a prueba —dijo el rubio con una sonrisa—. Disfruta el espectáculo, Lilith.

Romanov fue inmovilizada por cuatro hombres de forma en que no podía moverse, únicamente ver lo que pasaría. Por otro lado, en el cuadrilátero se acabaron los juegos para los oponentes que mantuvieron, hasta entonces, un contacto moderado regulado por su ritmo usual de pelea. La navaja brilló al desplazarse rápidamente como una puñalada al cuerpo de Aysel que, sin saber cómo, evitó.

La pierna del chico la hizo perder el equilibrio cuando se distrajo y así logró someterla contra el suelo. Con la respiración agitada y la urgencia por liberarse, Aysel intentó zafarse, pero no pudo. El antebrazo del joven presionó su cuello quitándole el aire mientras las múltiples voces de los presentes clamaban que acabara con ella. Extasiado por sentirse superior, el chico se descuidó a la hora de dirigir la navaja hacia el cuello de Ferrara, permitiéndole tomar su muñeca evitando que esta cortara su cuello.

El filo del inicio del arma tocaba apenas su piel, mientras que realizaba un esfuerzo con su fuerza para evitarlo. Lo miró a los ojos, pudo sentir su ira y su odio fluir por toda su sangre. Aplicó mucha más fuerza en su mano, obligándolo a soltar la navaja por el dolor que estaba sintiendo.

Con menor riesgo, Ferrara lo pateó y lo dejó caer sobre la lona en el mismo lugar donde se encontraba ella minutos antes. No le dio oportunidad de reaccionar, ya que rodeó con su brazo su cuello. Él comenzó a luchar por su vida mientras que Aysel colocaba su mano detrás de su nuca como si fuese a romperle el cuello.

—¡Mátalo! —ordenó Hugo gritando.

Aysel miró a Lilith, a sus ojos preocupados y al mensaje que transmitía a pesar de que no podía moverse. Entonces recordó que alguna vez ella también estuvo en ese lugar, en esa desventaja con esa misma edad. Con la pena en su corazón, dejó que el chico se desmayara y luego lo soltó. Recogió la navaja en el suelo y la aventó a los pies de Hugo.

—Interesante. Todos los negociadores principales de Velazco parecen tener un lado oculto —comentó Hugo Estrada para sí mismo.

Romanov fue liberada y Ferrara bajó del cuadrilátero dirigiéndose a los vestidores. Adolorida y cansada de todas las maneras posibles. Lilith olvidó que quería romperle la cara a Hugo para unirse a Aysel en el trayecto. Lilith no dijo nada, únicamente la sacó del campo de entrenamiento inmediatamente.

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08 de Septiembre de 2020 9:40 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Las secuelas del día anterior seguían presentes en su memoria y en las marcas de su cuerpo adolorido. Pero las heridas físicas eran lo de menos en ese momento. Después de que se fueron, Aysel se sintió desconectada de sí misma, como si alguien hubiese tomado su lugar el día anterior.

Dejó que el agua helada de la regadera la relajara mientras quitaba esos recuerdos de su mente para su propio bien. Tomó la toalla y secó su cuerpo cuando salió de la ducha. Se paró frente al espejo para observar los moretones en su cuerpo y las heridas en su rostro, pensó que no se veía tan mal como se sentía e intentó animarse a sí misma.

Su cuerpo lucía diferente a como era meses atrás, más tonificado por el constante ejercicio y probablemente más atractivo para quien pudiera verla desnuda, sin embargo, comenzó a coleccionar pequeñas cicatrices por las misiones y enfrentamientos en los que se vio involucrada.

Se puso su bata y se dirigió a su habitación para seleccionar qué ropa usaría ese día porque era su cumpleaños. Despejó su agenda ese día y avisó a su trabajo de que faltaría para poder pasar un día tranquilo. La noche anterior recibió una llamada de Elena para acordar salir con ella al final del día. Tenía planeado pasarla junto con Carina y Julio también, pero no pudieron debido a una sesión de fotos que les consumiría gran parte de su tiempo.

Eligió unos jeans de mezclilla desgastados de color gris con algunas rasgaduras en los muslos como parte del diseño, una sudadera amplia de color negro y una chamarra de mezclilla que destacaba por ser de dos colores, de un lado gris y otro de color arena.

Bajó las escaleras, tomó su cartera y su teléfono antes de salir del departamento. Salió por la puerta de la calle con intenciones de caminar hasta la estación de metro más cercana para dirigirse a cualquier parte que quisiera, sin embargo, escuchó un claxon pitando repetidamente. Volteó a todas partes para ver de quién se trataba.

Dentro de una Hennessey Velociraptor 6x6 estaba Lilith al volante y Dmitry en el asiento del copiloto sosteniendo un pequeño letrero que decía Feliz cumpleaños. Aysel no pudo evitar sonreír.

—Sube, no tengo todo el día —dijo Lilith apresurándola.

—Sé más cortés, es su cumpleaños —comentó Dmitry.

Romanov alzó los hombros y solo sonrió.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Aysel.

—Lilith dijo que tuviste un día de mierda ayer, así que vinimos a alegrarte el día y a festejar tu cumpleaños —explicó Kozlov con emoción—. Así que espero que tu ropa sea cómoda, porque hoy vamos a despejarnos.

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En la camioneta también estaban Honey y Boris, con quienes viajó todo el camino hasta que llegaron a una zona boscosa del sur de la ciudad. En el interior de los Bosques de la Cañada de Contreras, se encontraba un área natural protegida considerada uno de los pulmones de la ciudad de México, el Parque Nacional Los Dinamos.

El origen de su nombre se remontaba a las fábricas textiles que existieron en la zona años atrás y que usaban flujos de agua para obtener energía eléctrica. Era un bosque ubicado entre montañas y rocas que conservaba algunos pasos de agua que conectaban al único río vivo de la Ciudad de México, el río Magdalena.

Lilith le puso a Honey y a Boris sus correas antes de que se alejaran del auto.

—¿Qué quieres hacer? —le preguntó Dmitry—. Podemos practicar ciclismo de montaña, lanzarnos de la tirolesa, montar a caballo, practicar rappel, ver las cascadas o dar un paseo con Boris y Honey.

—Primero comamos algo, todavía no he desayunado —dijo Aysel.

—Estoy completamente de acuerdo con eso —apoyó Lilith.

Sus actividades iniciaron después de comer quesadillas de hongos y chorizo en un puesto local a las orillas del río, rodeados por encinos, sauces, fresnos y ahuehuetes. Bajo la luz mañanera, con el fresco del bosque y la buena compañía de Lilith y Dmitry. Con certeza, podría afirmar que su día estaba yendo mejor de lo que esperaba.

Para muchos podría parecer simple un plan tan precipitado y falto de planeación, el ir a una zona boscosa de la ciudad a únicamente pasar el rato con compañía, pero para Aysel eso significaba mucho y Lilith lo sabía.

Principalmente, porque su vida estaba constantemente atareada. La mayoría del tiempo tenía algo que hacer, por lo que el tiempo para tomar un descanso desconectada de todo se volvía prácticamente nulo. Pero pasar el día jugando con los perros en las planicies del bosque fue más entretenido que estar en su oficina revisando y recibiendo papeles.

Escuchar la armonía de la naturaleza con el canto de las aves, fue una de las cosas que la ayudó a olvidarse de que estaba muy cerca de la zona urbana. Caminaron con los perros por los senderos disfrutando del aire libre y de tener conversaciones banales que los distraían todo el tiempo. Dmitry parecía todo un hombre de montaña acostumbrado a ese tipo de zonas.

—Se ve tan jovial porque está acostumbrado a pasear por el bosque —dijo Lilith un poco cansada—. En Rusia solía escalar montañas.

—¿De casualidad no peleaba con osos también? —preguntó Ferrara igual de cansada que Lilith.

—Una vez —comentó Dmitry—. Mi mamá casi me mata cuando se enteró.

Aysel miró al rubio desconcertada, luego a Lilith quien confirmó con un asentimiento que eso era cierto. Dmitry se detuvo junto con los perros.

—¿Ya es hora de los regalos? —preguntó DM, Romanov asintió.

Se quitó la mochila que llevaba y la abrió para sacar dos cajas, una de ellas se la entregó a Lilith y la otra se la quedó él.

—Yo primero —habló enérgico.

—Recuerdo haberte visto leyendo en tu tableta algo sobre los Zares rusos una vez en casa de Lilith —explicó Kozlov—. Esa vez dijiste que te interesaba la historia rusa, así que te conseguí este libro sobre la familia real rusa traducido.

Le entregó la caja a Ferrara, quien la abrió y encontró el antiguo libro traducido dentro, se veía como una verdadera reliquia a sus ojos y también conocía su costo. Se sentía halagada por el regalo, pero preocupada por cuánto gastó su amigo en él.

—Pero Dmitry, esto debió contarse como 10,000 dólares... —comentó Aysel. Le gustó el regalo a pesar de estar preocupada por cuánto gastó Kozlov.

—Muy barato, ¿verdad? Yo creí que me cobrarían más —dijo con verdadera inocencia—. El dinero no es problema, ahora ven aquí y dame un abrazo.

Ferrara no supo reaccionar a su falta de preocupación, únicamente le agradeció el regalo y abrazó a Dmitry. Cuando se separaron, llegó el turno de Lilith. Romanov llevaba una caja más pequeña y menos pesada que el regalo de Dmitry. Lilith no dijo nada y esperó a que lo abriera.

Se trataba de un conjunto de joyería plateada y discreta. Collares, pulseras y un anillo. Aysel observó a Lilith y ella simplemente sonrió.

—¿Te gustan? —preguntó.

Ferrara seguía maravillada por los presentes que le dieron. Se acercó a Lilith y la abrazó sin que ella lo esperara. Romanov correspondió a su abrazo y sobó su espalda.

—Feliz cumpleaños, Luna.

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08 de Septiembre de 2020 7:35 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Nadie podía borrarle la sonrisa de la cara después de haber pasado la mañana y toda la tarde en compañía de Dmitry y Lilith. Olvidó la soledad y el desánimo que sintió al inicio del día con aquella convivencia. La llevaron a su departamento después de comer y luego se fueron a descansar. Aysel se despidió de los perros y de sus dueños antes de bajar del auto con sus regalos bajo el brazo, para entrar al edificio de departamentos donde vivía. Subió las escaleras hasta su departamento y sacó sus llaves para abrir la puerta, sin embargo, esta no parecía estar cerrada como la dejó.

Temerosa de lo que podría esperarle adentro, giró la manija de la puerta mientras recordaba en qué parte de su departamento dejó su arma para tomarla en el caso de que fuese necesario. Sin embargo, lo que había dentro, era algo muy diferente a lo que su mente maquinó en escasos segundos.

Confeti cayó sobre ella cuando cruzó la puerta, las luces se encendieron y todos gritaron al unísono "Sorpresa" rodeados de globos. Apenas sí podía reconocer a los que estaban presentes, pero puso su mejor cara para disimular que aquella sorpresa la disgustó. La música comenzó a sonar y Elena apareció frente a ella para abrazarla y darle un regalo envuelto en papel plateado con un moño del mismo color.

—Feliz cumpleaños, Aysel —le dijo.

—Gracias —respondió y luego se enfocó en todas las personas que las rodeaban.

Algunos rostros conocidos de la oficina, su asistente, su socio Daniel y algunas otras personas que apenas conocía y que los consideraba como conocidos de trabajo en lugar de amigos, a excepción de su asistente. Todos se acercaron para felicitarla por sus 30 años y también para darle algunos regalos que dejó sobre la mesa de centro del recibidor.

Al parecer, Elena preparó todo, desde los aperitivos que comían los invitados, las bebidas y el alcohol que consumían, y también las decoraciones que adornaban su departamento. A pesar de las buenas intenciones de su novia, Ferrara no se sentía ni remotamente cómoda con la situación, sobre todo con ser el centro de atención, pues poco a poco se sofocaba más.

—Francamente, me sorprendió la señorita Morel me pidiera ayudarla a preparar su fiesta sorpresa de cumpleaños, Señorita Ferrara —habló García, su asistente.

—Ah, ¿Te pidió ayuda? —respondió Aysel mientras Elena se encargaba de atender a los invitados.

—Sí. Me dijo que necesitaba una lista de sus contactos relevantes para invitarlos —explicó la chica—. Su mejor amiga sí que es dedicada a la hora de preparar este tipo de sorpresas.

—¿Mi qué? —dijo Aysel confundida.

—¿La están pasando bien? —preguntó Elena interrumpiendo su conversación.

—Sí, gracias —dijo García—. La dejo por ahora, jefa. Feliz cumpleaños.

Eso fue lo que dijo su asistente antes de irse.

—Gracias —contestó con el mejor intento de sonrisa que pudo dar.

La dejó en privacidad con Elena, quien puso sus manos sobre sus hombros alisando su chamarra. Lo que dijo su asistente momentos antes seguía dando vueltas en su cabeza. Tal vez García se confundió o Elena no le dijo que en realidad era su novia.

—¿Cómo te la estás pasando? —le preguntó.

—Para ser honesta, no muy bien —contestó.

—¿Te molesta algo?

—No es algo en específico, creo que es todo —habló Aysel en voz baja—. Aprecio mucho el detalle, cariño. Pero no me siento cómoda con esta fiesta y tampoco con la mayoría de personas que están aquí.

—Pero son tus amigos, ¿No? —dijo Elena.

—No. Son conocidos importantes en mi profesión, eso no significa que sean mis amigos. García, mi asistente, sí lo es, pero jamás he tenido una conversación personal con la mayoría de personas que están aquí.

Morel se sintió mal por hacer sentir incómoda a Ferrara, bajó la mirada apenada y frustrada de que sus buenas intenciones no hayan tenido el efecto esperado.

—Perdón, Aysel. No sabía que no te gustaban las fiestas de cumpleaños —se disculpó Elena.

—Descuida. No importa, solo esperaré hasta que esto acabe —trató de sonar calmada—. Por cierto, ¿Por qué García dijo que eras mi mejor amiga?

La diseñadora apartó la mirada.

—Es por nuestro acuerdo, el de mantener nuestra relación privada. Por eso le dije que era tu mejor amiga.

Su respuesta no le gustó en lo absoluto a Aysel. La miró decepcionada y apartó sus manos delicadamente de sus hombros para que no se viera un alejamiento brusco.

—Oh, ya veo —dijo—. Si me disculpas, tengo que ir al baño.

Ferrara subió las escaleras en dirección a su habitación, dejando a Elena en la planta baja junto con todos los invitados. Se metió al baño y se encerró ahí unos minutos. Se vio a sí misma en el espejo y le fue imposible contener el llanto. Elena la negó y eso hizo sufrir a su corazón.

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Aysel volvió a convivir con todos cuando logró tranquilizarse, esta vez más apartada de su novia. Los invitados poco a poco se fueron yendo después de comer pastel. Abrió unos cuantos regalos, incluido el de Elena, que era un lindo reloj con correa de cuero café, una carátula dorada y negra, pero eso no fue suficiente para olvidar el pesar que sintió horas antes.

—Debo reconocer que la diseñadora es una buena anfitriona —comentó Daniel queriendo iniciar una conversación con Ferrara.

—Sí, maravillosa —dijo con sarcasmo sutil.

—¿Por qué no me la presentas? ¿Está soltera? —dijo Torres—. Ahora entiendo por qué estabas tan interesada en ella, aunque no parece ser tu tipo.

Aysel bebió de un solo trago su caballito de tequila para relajar el efecto de las palabras de Daniel en ella.

—¿No piensas irte? —le preguntó Aysel.

—¿Ya te vas a poner de amargada, Ferrara? —habló Torres.

—Estoy muy cansada como para esto —dijo—. Solo quiero que todos se vayan.

No pasó mucho hasta que los últimos invitados desalojaron su casa, dejándola a solas con Morel. Se sentó sobre el sofá y se recargó sobre el respaldo, cerrando sus ojos y soltando un respiro.

—¿Te gustó tu regalo? —dijo Elena haciendo referencia al reloj.

—Sí —dijo.

—¿Estás lista para tu otro regalo? —escuchó la voz susurrante de Morel cerca de su oído.

Percibió como se sentaba sobre sus piernas, con un muslo a cada lado de su cadera, comenzando a besar su cuello y acariciar su cuerpo, pero Ferrara no reaccionó. Abrió sus ojos y puso sus manos en la cintura de Morel deteniéndola.

—¿Qué pasa? —preguntó Elena—. ¿No te gusta?

—Es solo que... —Aysel le miró a los ojos—. Hoy no tengo ganas. Estoy cansada y me duele la cabeza. Necesito tomar una ducha e ir a dormir.

Por su cercanía, Elena notó que Aysel olía diferente, a un perfume que no reconocía. Morel se quitó de encima y Aysel se levantó para irse, no sin antes besar su mejilla.

—Gracias por todo —dijo Ferrara antes de subir las escaleras—. Puedes irte si quieres, yo limpiaré.

Elena se quedó en la planta baja confundida en por qué la trató de esa manera, mientras que Aysel se sentía muy decaída por el final del día. Lo que empezó bien, terminó mal y eso es algo que no podía negar. Aysel observó el anillo que llevaba puesto en el índice de la mano derecha y que había sido regalo de Lilith, un pequeño recuerdo de que el día no había sido completamente un asco.

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15 de Septiembre de 2020 4:02 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Revisó cómo se veía frente al espejo de su habitación por última vez antes de salir de su departamento. Estaba usando un pantalón vaquero negro con botonaduras doradas en los laterales, una blusa de cuero con delgadas cintas sobre el medio de su pecho y abdomen que la mantenían ajustada a su torso, acompañada de unos botines negros y un cinturón del mismo color con una hebilla plateada. Le gustó cómo se veía con aquel conjunto, ya que resaltaba su estilo y su belleza.

Mientras se halagaba a sí misma frente al espejo, Dmitry tocó la puerta antes de entrar al cuarto de Lilith. Romanov se dio la vuelta para admirar como vestía Dmitry. El chico ruso optó por vestir una camisa vaquera de color blanco con detalles en negro en la zona de los pectorales, junto con un pantalón vaquero negro con botonaduras exteriores plateadas y un cinturón con detalles del mismo color. Los tatuajes en sus brazos resaltaron cuando Kozlov se arremangó para sentirse más cómodo.

(Conversación en ruso).

—¿Me veo bien? —preguntó Kozlov.

Tan atractivo como siempre, osito —dijo Lilith con una sonrisa.

Ohh —exclamó DM al verla—. Tú también te ves increíble eh. ¿Vas a llevar el sombrero? Para traer el mío.

—Aysel dijo que era fiesta temática, ¿No? —dijo Lilith—. Quiero causar una buena impresión. Estoy comprometida con esto y con la buena comida de Ana María.

¿Qué vamos a llevar? —cuestionó Dmitry.

—Yo escojo el Mezcal, te toca el tequila —contestó Lilith—. Pasaremos a comprarlas de camino.

Kozlov estuvo de acuerdo y ambos se miraron al espejo parados juntos antes de salir. Cuando estaban por bajar las escaleras e irse, el teléfono de Lilith sonó obligándola a contestar. La mujer pensó que se trataría de Ferrara para apresurarla, sin embargo, no era ella, era Jonathan.

—Hola, mami. ¿Quieres salir a tomar unos tragos con unos parces al rato? —dijo su novio por teléfono.

—Hoy no puedo, amor. Ya tengo planes con Dmitry y Aysel —contestó.

—¿Y por qué no me invitaste? Sabes que yo encantado de acompañarte —habló Jonathan.

—Ah, lo siento. No puedo invitarte, no es mi fiesta. Tal vez podamos salir en otra ocasión, babe —dijo Lilith.

—Cómo que estás pasando mucho tiempo con Ferrara últimamente, ¿no crees? —comentó el colombiano con un tono extraño—. No vaya a ser que esa asesora me esté dando baje.

Sus últimas palabras molestaron a Lilith.

—Trabajo con ella amor, es normal que pase tiempo a su lado.

—Sí, pero pasas más tiempo fuera del trabajo con ella que conmigo —se quejó Jonathan.

—¿Qué estás tratando de decir? —preguntó Lilith—. ¿Acaso estás desconfiando de mí, Jonathan Alejandro?

Su novio no respondió.

—Escucha, no tienes por qué desconfiar de mí. Mucho menos comportarte de manera posesiva conmigo por tus suposiciones. Sabes que me molesta cuando empiezas con tus actitudes tóxicas y...

Romanov no terminó de hablar porque, para entonces, la llamada ya había terminado. Jonathan le colgó y la dejó hablando. Lilith se enfadó, apagó su teléfono y lo dejó en su habitación. Bajó las escaleras para encontrarse con Dmitry en el recibidor.

—¿Pasó algo? —le preguntó Dmitry al verla enojada.

—Vámonos —respondió Lilith en un tono serio.

Kozlov se levantó del sofá rápidamente, tomó sus cosas y los dos salieron del departamento.

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15 de Septiembre de 2020 5:20 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Se encargó de freír cada una de las quesadillas que su mamá iba haciendo a mano, tuvo cuidado para no quemarse con el aceite caliente y también de no ensuciar su camisa de cuello mao de color azul marino con detalles blancos que eran una referencia a la charrería tradicional mexicana, la cual protegía con un mandil oscuro. La camisa estaba complementada por un pantalón blanco y unos botines del mismo color que de igual forma temía manchar.

Sabía que su madre la regañaría si se ensuciaba, puesto a que Ana María, siendo chef con una gran experiencia, le enseñó a reducir los riesgos de manchas y a mantenerse impecable cada que cocinaba. Terminó de freír las quesadillas de queso, hongos, chicharrón, tinga y picadillo antes de meterse de nuevo a la casa para ayudarle a su madre con lo que faltaba.

—Mija, me voy a cambiar. No tardan en llegar, por favor prepara la salsa de guajillo y se la echas —le indicó Ana María.

Aysel asintió y su madre se retiró dejándola a solas en la cocina. Aysel tomó los ingredientes que su madre previamente preparó. Puso en el vaso de la licuadora los chiles asados e hidratados, el ajo, el orégano y el laurel con un poco de líquido de la cocción de la carne de cerdo que prepararon anteriormente, puso la tapa y licuó los ingredientes hasta que estuvieron bien integrados. Mezcló los granos de maíz con el caldo de la carne con cuidado y concentración.

Ana María bajó las escaleras y la supervisó desde la entrada de la cocina para asegurarse de que su hija lo estuviera haciendo bien. Ferrara seguía concentrada en lo que hacía mientras escuchaba el Son De La Negra del Mariachi Vargas de Tecalitlán. El timbre de la entrada sonó, Aysel volteó a ver la entrada, estaba dispuesta a ir a abrir, pero su madre la detuvo.

—Tú sigue, yo iré a abrir —dijo la señora.

Ana María salió de la cocina, atravesó el patio y abrió la puerta. Encontró a una mujer alta, con tatuajes y pelo negro rizado al lado de un rubio pálido de ojos azules, también con tatuajes. Los dos la saludaron cordialmente mientras en sus manos llevaban unas cuantas botellas de mezcal y tequila. Se presentaron con sus nombres únicamente y la señora les permitió el paso. Caminó rápidamente hacia la cocina para avisarle que los primeros invitados habían llegado.

Aysel estaba vaciando la salsa de guajillo en los granos de maíz junto con el caldo de la carne cuando su madre se acercó para susurrarle al oído.

—Ya llegó tu novia y su amigo —dijo discretamente Ana María.

—¿Amigo...?

Aysel se extrañó al escuchar aquello, terminó lo que hacía y se asomó al recibidor desde la cocina. Ahí estaban Lilith y Dmitry esperando a que alguna de las dos apareciera para entregarles las botellas de alcohol que llevaron.

—Es muy bonita. ¿Por qué no me la presentaste antes?, ¿Su amigo está soltero? Me gusta como para Carina —comentó la señora.

—Mamá, ella no es mi novia —dijo Aysel al ver bien a Lilith—. Ella es Lilith, mi amiga.

Ana María la vio desconcertada por la confusión.

—Ah, con razón. Ya se me hacía raro —dijo confundiendo mucho más a Ferrara—. Ve a saludarlos. Corre.

La mujer le dio un pequeño empujoncito fuera. Aysel se quitó el mandil y lo dejó en la cocina. Caminó hasta el recibidor para darles la bienvenida a sus amigos.

—Que guapos los dos —los halagó sin temor alguno y los saludó—. Que bueno que llegaron bien, temí que se perdieran en Coyoacán.

—Gracias —dijo Dmitry con una sonrisa—. Lilith conocía el camino, si yo hubiera manejado, si nos perdemos.

—Ah, trajimos esto —Lilith señaló con la mirada las botellas.

Aysel agradeció y las tomó poniéndolas sobre la cómoda junto a la mesa del comedor.

—Tomen asiento, por favor —le dijo—. ¿Quieren algo de beber? ¿Agua, refresco, tequila, mezcal?

—No gracias, estamos bien —habló Lilith sentándose en el recibidor.

Aysel no podía quitarle la mirada de encima a Lilith, a sus ojos, se veía mucho más bonita en esa ocasión que en otras en las que la vio asistir a fiestas. Por su parte, Dmitry no se quedaba atrás. Los dos rusos observaron su alrededor maravillados, por lo hogareña que se sentía la casa y los detalles rústicos de la decoración como las vigas de madera en el techo, el piso de madera y la chimenea de ladrillos blancos junto a la que se sentaron. Ana María se les unió a los pocos minutos.

—Lilith, Dmitry les presento a mi señora madre, Ana María —dijo Aysel orgullosa—. Mamá, ellos son Dmitry y Lilith, amigos míos.

Ellos ya se habían saludado desde la entrada, pero Aysel quería presentarlos formalmente con la esperanza de que se llevaran bien.

—Tiene una casa preciosa, señora —dijo Dmitry con honestidad.

—Muchas gracias —sonrió la señora.

—¿Le gustaría que le ayudemos en algo? —ofreció Romanov.

—Ya casi está todo, linda. Pero si agradecería que me ayudaran a sacar la mesa del comedor al patio.

Lilith y Dmitry se levantaron para ayudarle en lo que pidiera la señora.

—Lilith —la nombrada volteó a verla—. Que bueno que pudieron venir.

—Gracias por invitarnos, Ferrara —dijo la pelinegra regalándole una sonrisa.

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Ana María agradeció que el joven rubio, amigo de su hija, fuese alto y fuerte, ya que le ayudó a poner las decoraciones patrias en el patio, como el papel picado y algunas banderitas de papel en las paredes. Kozlov también le ayudó a mover algunas macetas y la mesa del jardín para ampliar el espacio. Lilith y Aysel sacaron la pesada mesa de madera del comedor al patio cuando hubo suficiente espacio.

Ana María les agradeció y les ofreció algo de beber por hacerlos trabajar. Dmitry, que ya se había ganado a la señora, fue el primero en seguirla a la cocina. Lilith y Aysel los siguieron, sin embargo, Romanov se quedó viendo algunas fotos en el pasillo que conectaba la cocina, las escaleras y otro recibidor más amplio.

—Son de Aysel —comentó la señora mayor con dos vasos de agua de horchata en sus manos—. Toma, mija.

Lilith aceptó su ofrecimiento gustosamente y bebió el líquido refrescando su garganta.

—Tengo todas sus fotos de graduación desde preescolar hasta la preparatoria —comentó Ana María haciéndole plática—. Desgraciadamente, me faltan las de la universidad. Mi esposo, Leonardo, me prohibió ir a su graduación porque ellos dos estaban peleados. Intenté ir, pero, mi esposo no me dejó salir, ni siquiera pude llamarle ese día.

—Yo tengo fotos de su graduación de la universidad, señora —comentó Lilith tras escucharla desanimada.

—¿En serio? —los ojos de la morena se iluminaron—. ¿Estuviste ahí, linda?

—Sí —confirmó Lilith con una sonrisa tímida—. Fui a felicitarla por haberse graduado. Tomé algunas fotos, si gusta puede proporcionarme su número y de esa manera se las puedo enviar.

La mujer mayor se mostró encantada con ella. Intercambiaron números rápidamente y se agregaron como contactos.

—Me alegra saber que mi Luna no estuvo sola ese día, me alegra que tenga personas como tú a su lado —comentó la señora—. Ahora entiendo por qué te mira así.

—¿Así cómo? —cuestionó Lilith.

—Como una de las personas más importantes en su vida.

Romanov sintió calidez en su pecho tras escuchar aquellas palabras, sin embargo, trató de disimular su emoción con una sutil sonrisa en la que no se podían leer sus secretos.

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15 de Septiembre de 2020 7:12 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Estaba más tranquila después de que ella y su novia arreglaran las cosas después de tener una discusión por la fiesta de cumpleaños de Aysel y que Ferrara se rehusara a tener intimidad con ella. La asesora mantuvo su distancia unos días hasta que salieron a festejar el cumpleaños de Julio, Aysel le pidió una disculpa y le invitó a conocer a su madre el día en que celebrarían las fiestas patrias.

Terminó su trabajo lo más pronto posible, pasó a su casa a arreglarse y de camino a comprar un postre. Eligió un par de gelatinas tricolores que vio en el supermercado. Utilizó un vestido negro con algunos detalles de flores rojas en el lado derecho de la cintura y una diadema de flores artificial no muy vistosa en cabello recogido en un chongo que hizo como le enseñó su madre de pequeña. Fue más precisa con su maquillaje, de forma en que resaltaran sus ojos y sus labios, los cuales pintó de rojo.

Llegó a la casa de los Ferrara Ávila, ligeramente retrasada, tocó el timbre y esperó en la puerta que le abrieran. Por fortuna, fue Aysel quien le abrió y la recibió con un corto beso en la mejilla y la ayudó a cargar lo que llevaba consigo. En su aliento se podía notar un olor ligero a alcohol, pero Ferrara no se veía en lo absoluto afectada por el alcohol. Sostuvo su mano y la llevó con los demás invitados al interior de la casa.

Morel sé sintió nerviosa, dudó de cada uno de sus pasos, pero no tuvo opción de retractarse o de tomar un breve momento para prepararse. En el recibidor acogedor, caracterizado por los muebles de madera, estaba una señora mayor, morena y de pelo negro, sentada al lado de una pelinegra, pálida, alta, con tatuajes y un rubio alto, de ojos azules, también tatuado, los tres le prestaron atención cuando entró al recibidor en compañía de Aysel.

—Les presento a mi novia, Elena Morel Garza —dijo Aysel.

El rubio y la señora se levantaron a saludarla y a presentarse de igual manera, mientras lo hacían, sintió la mirada de la pelinegra sobre ella, transmitía una sensación confusa que no podía descifrar. Se levantó y la saludó también, presentándose como Lilith.

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Mientras esperaban la llegada del resto de los invitados, se sentaron en el recibidor y comenzaron a hablar entre ellos. Elena ofreció su ayuda para cualquier cosa, sin embargo, para entonces ya todo estaba hecho. Se sentía extraña al entrar en ese nuevo círculo social que se veía sólido. Ferrara no la dejó de lado en la conversación y su suegra, Ana María habló con ella un rato para conocer más acerca de su vida. Todos la trataron con amabilidad y disfrutó de varios tragos en compañía de los presentes, nada muy fuerte como para emborracharla.

Entre conversaciones, pudo saber un poco más de cada una de las personas que la rodeaban. El rubio y la pelinegra eran mejores amigos y extranjeros, el primero tenía un acento ruso marcado y la chica hablaba bastante bien español. La madre de Aysel era alguien cálida y amable que procuraba la comodidad de sus invitados.

Al poco rato, llegaron Julio y Marco. El hermano mayor de Ferrara se mantenía al pendiente del modelo, quien seguía lastimado por el altercado que tuvo días atrás. Julio no tardó en enfocar su atención en Dmitry, el amigo guapo de Aysel que era bastante atractivo. Julio se notaba interesado en él, mientras que los demás no parecían notarlo.

La única faltante era Carina, quien no había dado señales de estar cerca o de siquiera confirmar su asistencia, sin embargo, Aysel estaba convencida de que la modelo llegaría, probablemente un poco tarde, pero llegaría.

—¿Estás cómoda, cielo? —le susurró Aysel al oído.

—Sí, gracias —confirmó Morel—. Tu mamá me cae super bien. Es muy amable y cariñosa.

—Esperemos que tú le caigas bien, jamás la he visto en su faceta de suegra —habló Ferrara.

—Bueno, entonces debo comportarme bien para ganarme a tu mamá —susurró en respuesta.

—Actúa normal —dijo Aysel—. No tienes que fingir ser alguien más para agradarle. Tienes que ganártela con tu autenticidad.

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15 de Septiembre de 2020 8:30 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

Planeaba estacionar su camioneta en el mismo lugar de siempre, pero había otro auto estacionado que parecía ser demasiado costoso para la zona. Le restó importancia y abrió la cajuela para sacar las bolsas con las botanas y refrescos que compró antes de llegar. Ya esperaba un regaño por parte de Ferrara para el cual ya tenía una excusa bien planeada. En una mano cargó todas las bolsas y en la otra llevó su celular mientras contestaba algunos mensajes antes de olvidarse de sus contactos el resto de la noche.

Tocó la puerta por olvidar la copia de sus llaves de la casa de los Ferrara en el interior de su camioneta, siguió respondiendo mensajes mientras esperaba que le permitieran el paso. Probablemente, sería su amiga quien abriría, por lo que no se molestó en alzar la mirada cuando escuchó el típico rechinido de la entrada.

—Antes de que quieras regañarme por llegar tarde, tienes que saber que tuve que pasar a ajustar unos detalles con mi vestido y mis zapatos para verme fabulosa —habló sin quitar la vista del móvil.

—¿Por qué te regañaría por verte fabulosa? —fue una voz masculina con acento ruso quien le respondió—. Al contrario, lo que haría sería adorarte.

Robbins alzó la mirada y se encontró con Dmitry sonriente en la entrada.

—¿Qué haces tú aquí? —lo señaló.

—Aysel me invitó, a Lilith y a mí —respondió emocionado.

Carina no tenía ni la menor idea de por qué Ferrara hizo eso, pero ya tendría la oportunidad de preguntarle en otro momento.

—¿Quieres ayuda con eso? —dijo Kozlov señalando las bolsas que Carina cargaba.

—Sí, gracias —se las entregó a DM.

Los dos pasaron al interior de la casa. El chico alto sonriendo como un tonto y Carina con una expresión seria. Robbins miró directamente a Ferrara, a quien dirigió una mirada de "Te mataré en cuanto tenga oportunidad", aunque en realidad suprimía en su interior el pensamiento que tuvo por la mañana acerca de lo que podía pasar si se volvía a encontrar con Dmitry nuevamente.

Ana María la recibió con el cariño acostumbrado, todos la saludaron, hasta Lilith. Salieron al patio después de calentar la comida para iniciar con la cena de esa noche. Los ojos de Carina brillaron al visualizar la charola de quesadillas apiladas por sabor sobre una charola. Queso, Tinga, Picadillo, Chicarrón y Hongos. Pero no era lo único que había en el menú.

El olor del delicioso pozole rojo de la mamá de Aysel deleitó a sus poros cuando los platos comenzaron a ser servidos. Ya podía saborear en su paladar la combinación de sabores de los granos de elote, la carne, el chicharrón en trozos y todos los demás complementos que le podría a su plato.

Sin embargo, la hospitalidad de Aysel y su madre, no se acabó ahí. Pues, por si los invitados tenían más apetito, estaban disponibles los pambazos de papa y chorizo y las tostadas de picadillo, tinga y pata. Robbins se creyó en el paraíso mexicano por un momento ante las delicias a su disposición aquella noche, y no era la única. Cada uno de los presentes en la mesa se veía ansioso por probar un poco de cada cosa.

—Espero que hayan venido preparados muchachos —alzó la voz Ana María—. Porque hoy no acepto porciones pequeñas.

Para acompañar la comida, aguas frescas, refrescos e incluso las primeras botellas de alcohol se comenzaron a consumir mientras sonaba de fondo Serenata Huasteca de José Alfredo Jiménez. Robbins se olvidó por completo de que tenía a Kozlov enfrente, desconociéndose al probar el primer bocado de la comida de Ana María, aquella por la que rompía su dieta las veces que fuesen necesarias. Siempre agradecía haber conocido a Aysel, y más que eso, que Aysel y su madre fueran mexicanas.

Cuando salió el éxtasis de su primer plato de pozole, fue más receptiva a lo que pasaba a su alrededor. Morel, Kozlov, Marco y Julio ponían atención a las anécdotas que Ana María contaba, mientras que Lilith y Aysel se dirigían miradas la una a la otra sin que ninguna se diera cuenta. Ferrara estaba sentada al lado de Elena y Dmitry entre ella y Lilith, pero eso no fue un impedimento para que no quitara sus ojos de Romanov en ningún momento.

Aysel también miraba a Elena, quien poco caso le hacía al estar tan concentrada en lo que decía Ana María. Cuando volteó a ver a Dmitry, se encontró con sus ojos azules brillando mientras la veían. Pero ella no era la única pendiente del rubio alto, también Julio se mostraba interesado en él.

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15 de Septiembre de 2020 9:52 pm, Ciudad de México.

Julio San Agustín.

Julio se levantó después de terminar su tercera quesadilla de la noche, su cuarta tostada y su segundo plato de pozole. Sentía su estómago lleno, por lo que caminar y preparar algunos tragos para que bebieran los demás le vendría bien. Su mano seguía vendada, por lo que le costaba abrir la botella de mezcal. Kozlov notó la situación a la distancia y se levantó para ayudarle.

Dmitry tomó la botella y rápidamente la abrió poniéndola en su disposición, facilitándole las cosas al chico.

—Gracias —dijo con una sonrisa coqueta—. Aparte de guapo, amable.

—Gracias, tú también eres muy guapo —contestó amablemente Dmitry—. ¿Qué le pasó a tu mano?

—Ah, tuve un accidente hace unos días. Pero ahora ya está mejor. Gracias por abrirme la botella, puedes abrirme lo que quieras cuando quieras.

Aquel había sido un comentario muy directo que Dmitry con trabajo entendió. Le restó importancia y siguieron sirviendo los tragos para todos. Dos miradas de la mesa estaban presentes sobre ellos, la primera era de Marco y la segunda de Carina, quien tenía curiosidad acerca de lo que los dos estaban hablando.

Carina sabía perfectamente cuando Julio le estaba coqueteando a alguien y Marco reconocía por experiencia aquel comportamiento del modelo, los celos dieron sus primeros indicios mientras Dmitry y Julio se acercaban para entregar los primeros caballitos llenos de tequila o mezcal.

—Tómese una con nosotros, doñita —incitó Dmitry poniendo uno de ellos frente Ana María—. Para convivir con la chaviza.

—Ay mijo, hace mucho que no me echo uno —habló Ana María riendo.

—Pues hoy tómese dos. El primero por la falta de costumbre y el segundo por gusto —habló Kozlov.

—¿Y si se me sube? —preguntó Ana María tomando el caballito de cristal.

—Se lo bajamos —comentó Julio—. Con todo respeto, señora, y no es por delatar a sus hijos, pero muy santos no son. A Carina ya la conoce, Lilith y Dmitry no parecen ser inexpertos. Aquí la única santa es Elena, y a veces se nos desconoce.

Ana María río por la quemadota que les dio a todos. Julio puso un caballito en la mesa para cada uno. Todos tomaron el suyo y bebieron al mismo tiempo que la señora. El alcohol pasó por sus gargantas provocando diversas reacciones, pero todos lo tomaron con calma.

—¿Segunda ronda? —preguntó Dmitry en voz alta.

Carina se levantó para decir algo.

—Eso no se pregunta, Dmitry —contestó Carina—. Ya tráiganse las dos botellas y vayan abriendo otras dos.

—Jamás había estado tan de acuerdo contigo, Carina —dijo Aysel con una sonrisa.

Al son de La Malagueña de Miguel Aceves Mejía, comenzaron las rondas de mezcal y tequila. Todos perdieron la cuenta después de la segunda ronda a pesar de moderar su consumo de alcohol comiendo algunas botanas o incluso más comida para que el efecto no les pegara tanto.

San Agustín notó una extraña tensión entre Aysel y Lilith quienes bebían, se miraban y luego ignoraban disimulando algo que sus cuerpos luchaban por ocultar. Elena permanecía al lado de Aysel, con una mano posada sobre la suya encima de la mesa, marcando territorio mientras hablaba con Ana María de su vida en Guadalajara.

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15 de Septiembre de 2020 11:00 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Ni siquiera se dio cuenta de cuando Robbins convenció a Dmitry de ir al interior de la casa por el equipo de audio de Leonardo, pero cuando su amigo salió, llevaba una bocina y un micrófono, el cual le entregó a Carina. Robbins se preparó para hacer una interpretación mientras los demás distribuían sus sillas en un medio círculo para observarla con claridad.

Kozlov fue el primero en tomar un lugar justo frente a ella, ilusionado por su belleza y también por todo el alcohol que lo volvió un niño grandote. Aysel se sentó junto a Elena al otro lado, mientras que Lilith estaba al lado de Julio, quien comenzó a agradarle con el transcurso de la noche, pues el modelo era alguien divertido y entretenido que animó la fiesta al igual que Dmitry y Carina.

Marco conectó su celular a la bocina y buscó el instrumental de una canción, en lo que Robbins revisaba la funcionalidad del micrófono, que, si bien, no era un equipo profesional, le sería de utilidad para su presentación.

Romanov se sentía satisfecha con el desarrollo de la velada, comenzó a sentir la sensación a hogar que tantas veces le describió Aysel cuando le hablaba de su casa y de su madre. Marco era un buen tipo y Ana María alguien cariñosa que le importaban sus hijos y el bienestar de estos. La mujer mayor se sentó a su lado cómodamente para hacerle compañía un rato.

—¿Alguna vez has escuchado cantar a Carina? —le preguntó.

—No, nunca —dijo—. Esta será la primera vez.

—Es muy buena cantando, a mí me encanta cuando lo hace. Aunque siempre bebe un trago o dos para quitarse el miedo escénico —comentó entre voz baja—. Por cierto, a tu amigo el güero le gusta, ¿Verdad?

—¿Se nota mucho? —preguntó Lilith después de soltar una pequeña risa.

—Eso es lo que le decía a mi hija hace rato, como que me gusta para Carina. Ahora que vi que es un buen muchacho, con mucha más razón —dijo Ana María.

—¿Ah sí? ¿Por qué cree eso?

—Carina es una chica sensible que se esconde detrás de sus facetas duras. Estoy segura de que tu amigo es lo suficientemente persistente para llegar a su corazón.

Lilith se quedó reflexionando lo que dijo la mamá de Aysel y observando a ambos involucrados, por un lado, estaba Dmitry, el caballeroso enamorado con persistencia y por el otro, una mujer vanidosa acostumbrada a ser el centro de atención con un lado sensible.

—¿Qué hay de ti, mija? —le preguntó—. ¿Tienes novio o novia?

—Novio —contestó.

—Ah, mira. Y yo que te confundí cuando llegaste.

—¿Me confundió? —Lilith tenía curiosidad al respecto.

—Creí que eras la novia de mi hija —respondió Ana María.

Su conversación fue interrumpida por el sonido de la pista comenzando. La guitarra y las trompetas anunciaron el inicio de la letra que Carina cantó con su voz, el emotivo sonido que Romanov no sabía que poseía. Cielo Rojo de Pepe Aguilar se escuchó por toda la casa con la voz de Carina. Su rango vocal era variado y controlado, como debía ser el de un cantante profesional como ella.

Cuando volteó a ver a Ferrara, esta la miraba directamente mientras a sus espaldas estaba Elena abrazándola. Aysel tomó otro caballito y lo tomó de un solo trago sin hacer ninguna reacción en su rostro. Para su desgracia, parecía que Aysel estaba interpretando la letra al igual que ella, pero ambas se negaban a aceptarlo en voz alta.

Al final de la melodía, entre el sonido de los aplausos, Elena se paró frente a Aysel, tomó su rostro y le robó un beso que la mayoría de los presentes notó. Lilith se preocupó por las consecuencias que aquella simple acción podría haber tenido en la asesora, sin embargo, esta le correspondió, terminó el contacto y discretamente se alejó para irse al interior de la casa con un ligero temblor en su mano izquierda que Romanov percibió.

Ferrara regresó a los pocos minutos y mantuvo su distancia con su novia a partir de ese momento. Julio comenzó a platicar con la diseñadora mientras que Aysel se quedó apartada un rato. Hasta que comenzó a sonar una cumbia en la bocina.

Entrega de Amor de Los Ángeles Azules, incitó a todos a bailar. Dmitry invitó a Ana María, Marco se le unió a Carina y Aysel sacó a bailar a Elena. Elena se veía feliz bailando con su novia, mientras que Aysel llevaba el ritmo adecuado y evitaba el contacto visual directo con Morel, le sonreía para tranquilizarla y parecía decirle algo al oído. Si tenía que reconocer algo, era que Marco y Aysel llevaban el ritmo de su madre en la sangre, ya que la señora estaba disfrutando bailar con Dmitry.

Cuando la canción terminó, Ferrara llevó a Elena a sentarse sin soltar su mano, Ana María le agradeció al joven Kozlov por invitarla y le dio un abrazo fuerte, el cual DM tuvo que corresponder agachándose para alcanzar a la señora.

Lilith notó que los celos de Carina y de Marco aumentaron cuando Dmitry fue directamente hasta donde estaba Julio para sacarlo a bailar Tu Sonrisa de Elvis Crespo. El hermano de Aysel se veía molesto, pero calmado, mientras que Carina ni se molestó en disimular su cara de pocos amigos. Para aligerar la tensión y para mantener checados de cerca a ambos, Marco salió a bailar con su madre, quien notó su interés en la pareja que los acompañaba en la pista. Robbins seguía sin cambiar la expresión de su rostro, Aysel lo notó y fue directamente con ella para invitarla a bailar mientras Elena las observaba desde la su silla, al otro lado de donde se encontraba Lilith.

Cualquiera que fuera la maniobra que estaba utilizando Kozlov para llamar la atención de Carina, estaba funcionando, incluso si no eran sus intenciones directas y solo era pura cortesía sacar a bailar a su amigo Julio, cuidando de que este no se lastimara más la mano.

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15 de Septiembre de 2020 11:58 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Tomaron una pausa de bailar después de unas cuantas canciones más, Dmitry seguía alegre ambientando la fiesta al igual que Julio y Carina que lo hizo de manera discreta. La mamá de Aysel convivía con todos alegremente, divirtiéndose con ellos y disfrutando la ausencia de su esposo. Elena le preguntó desde el inicio de la fiesta donde estaba su padre, a lo que Aysel se limitó a decir que él estaba de viaje y que su madre se quedó en la Ciudad de México.

Para Ana María se convirtió en una tradición festejar todos los 15 de septiembre en compañía de su familia y algunos amigos. Preparaban comida típica y escuchaban la música regional que tanto le gustaba a la señora. La señora misma les enseñó a sus hijos a cocinar y también a bailar, de forma en que se lucieron en todo momento mientras bailaban.

Kozlov se acercó a la mesa despejada con una nueva botella de tequila, la abrió y les indicó a todos que estuvieran alrededor. Sirvió una nueva ronda de caballitos frente a ellos. Elena no entendió sus intenciones, así que esperó a que las explicara con claridad.

Rodeó el torso de Aysel con sus manos a pegando su pecho a su espalda mientras su novia estaba concentrada en lo que hacía Dmitry. Morel dio una ligera mirada a Lilith, tenía sospechas acerca de cómo conocía a Aysel, pero ninguna se concretaba por el hecho de que parecían ser personas muy diferentes entre sí como para compartir algo en común. Ferrara estuvo al pendiente de ella todo el tiempo a pesar de compartir la mayor parte de ese tiempo al lado de Elena, después del beso se comportó distante, lo que hizo que la diseñadora se preguntara el porqué de su comportamiento.

—Vamos a jugar, yo nunca nunca —alzó la voz Dmitry—. Cada uno de nosotros debe de decir una frase o una pregunta en su turno, comenzando con la frase, "Yo nunca nunca" sin importar si lo hicieron alguna vez o no. Los que sí lo hayan hecho, tendrán que beber un caballito completo.

Todos escucharon con atención a Kozlov nerviosos por lo que tendrían que preguntar. Trajeron sus sillas alrededor de la mesa y se pusieron cómodos para iniciar el juego.

—Ay, muchachos, yo me voy a retirar a dormir. Esta es su casa, no se duerman tan tarde —dijo la señora Ana María—. Me estoy cayendo de sueño.

—Buenas noches, descanse —dijeron todos cuando la mujer se retiró.

—Ahora si vienen las preguntas chidas —exclamó Dmitry frotando sus manos.

Morel vio eso para averiguar qué tipo de relación tenía Lilith con la vida de su novia. El primero en empezar fue Dmitry quien pondría el ejemplo para que los demás continuaran.

—Yo nunca nunca he enviado un mensaje fuerte o descarado a la persona equivocada —dijo el rubio.

Julio, Marco, Carina y Aysel bebieron. Todos los miraron con una sonrisa y ellos evitaron decir algo a toda costa. Fue el turno de Lilith, se levantó después de pensar su pregunta y habló.

—Yo nunca nunca he estado esposada, por cualquier motivo —dijo.

Tras llenar de nuevo los vasitos, Julio, Aysel, Dmitry y Lilith bebieron.

—Eale, Elena. Tu novia ya tiene experiencia, aprovecha —dijo Carina animada, apenando a Aysel.

—No es como ustedes piensan, pervertidos —se defendió Aysel.

—Yo nunca nunca, lo he hecho en un carro con alguien —dijo Julio cuando llegó su turno.

Lilith, Dmitry, Julio y Aysel bebieron otra vez. Ferrara estaba saliendo muy quemada de aquel juego. A Elena no le estaba gustando que Ferrara bebiera en cada pregunta que hacían, principalmente porque su mente comenzaba a maquinar con quien podía haber vivido esas experiencias.

—No mames, Aysel. ¿Con quién? —preguntó Julio.

—Se dice el pecado, no la penitencia —contestó.

—Mi turno —dijo Carina—. Yo nunca nunca he andado con uno de los presentes. También cuentan las relaciones actuales.

—A que la chingada —dijo Aysel frustrada.

Romanov, Ferrara, Kozlov, Morel, Marco y Julio bebieron. Robbins miró la situación con confusión, entendía lo de Elena con Aysel y Julio con Marco, pero no comprendía por qué Lilith y Dmitry tomaron. Esa misma confusión la compartía Elena. Marco, Morel y Ferrara optaron por no preguntar nada, así que volvió a ser el turno de Dmitry.

—Yo nunca, nunca, he sentido atracción por alguien presente —habló.

Carina no quería beber, pero debía ser completamente honesta, así que lo hizo. Le siguieron todos los demás. San Agustín y Morel estaban consternados acerca de Lilith y Aysel que coincidieron en varias rondas, por lo que estaban decididos a averiguar que había entre ellas. Julio tomó la palabra cuando Lilith decidió no hacer su pregunta.

—Yo nunca nunca, regresaría con mi ex —dijo sin pensar que esa pregunta también lo incriminaría a él.

Ferrara casi bebió el trago, pero se detuvo al instante. Al parecer no fue la única en detenerse, ya que Lilith también lo hizo, como si las dos hubieran compartido el mismo pensamiento en aquel momento. Marco y Julio sí bebieron, mirándose mutuamente y confundiendo a algunos de los presentes. Morel observó aquella acción de Aysel y Lilith sospechando sobre ambas.

—¿Ibas a tomar? —cuestionó Elena mirando de mala manera a Aysel.

—Fue un reflejo involuntario, olvidé que estábamos jugando —contestó Ferrara.

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16 de Septiembre de 2020 2:07 am, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Decidieron terminar el juego cuando el alcohol aumentó la borrachera que se estaban poniendo y porque ya se habían expuesto demasiado los unos a los otros creando una mayor confianza. Ahora convivían como amigos de toda la vida que se encontraban después de mucho tiempo. Lilith perdió la cuenta de cuantas canciones, salió a bailar con Julio y con Dmitry, las dos almas de la fiesta que no dejaban morir el ambiente en lo absoluto.

Elena mantuvo sus ojos sobre ella y a Ferrara a su lado, como custodiándola para que no se acercara. El alcohol hizo que Lilith interpretara eso como un reto, una forma de divertirse entre toda la diversión que ya estaba teniendo. Al terminar La Dueña del Swing de Los Hermanos Rosario, se separó de Julio y fue directamente hacia Ferrara cuando escuchó el intro de Los Infieles de Aventura.

—¿Sabes bailar bachata? —escuchó que Aysel le preguntó a Morel.

—No. No sé y honestamente no es mi fuerte —contestó Elena.

—El mío sí, con permiso —dijo Lilith tomando la mano de Aysel y llevándola a la pista de baile.

Ferrara ni siquiera tuvo tiempo de procesar lo que sucedió hasta que tuvo enfrente a Lilith y una canción de bachata a punto de empezar. Morel se veía molesta por dos razones, la primera, porque no sabía bailar bachata y la segunda porque Romanov sacó a bailar a su novia de forma descarada y Aysel la aceptó sin quejarse.

Aysel puso su mano en su cintura y otra se unió junto con la suya, en su diestra pudo ver el anillo que le regaló días antes, luciendo bien en sus manos que la tocaron delicadamente mientras sus caderas se coordinaban por inercia haciendo lucir la sensualidad del cuerpo de Lilith con aquel outfit que le favorecía. Podía oler el perfume de Ferrara por la cercanía que compartían y la armonía del baile que desarrollaban sus cuerpos juntos. Vueltas perfectas, movimiento de cadera coordinado y sincronía ideal.

—Como en los viejos tiempos —comentó Romanov con una sonrisa.

—Extrañaba hacer esto contigo —dijo Ferrara.

Romanov condujo a Aysel, su espalda quedó contra su pecho y guio sus manos hasta su cadera sin dejar de seguir con los movimientos básicos de aquel baile. Sin embargo, no eran las únicas que estaban disfrutando de la canción y del contacto que estaban teniendo, cerca de las dos, estaban Dmitry y Carina, la pareja que de una u otra forma terminó bailando junta y que poseía una química atrapante. Robbins se dejó llevar por el alcohol que evitó que ocultara su atracción y Kozlov por la oportunidad de pasar un rato agradable con Carina, respirando su aroma dulce y adictivo.

Dmitry era tan delicado con Carina como Aysel lo era con Lilith. Ambos seducidos por la belleza de mujeres hermosas que dominaban sus sentidos de una forma que ninguna otra persona podía. Romanov acarició el pelo de la nuca de Aysel cuando se acercaron para la parte final de la canción. Sus rostros juntos y la burbuja que crearon para ellas, terminó de irritar a Elena, quien se levantó de su lugar y fue al interior de la casa.

Cuando la canción terminó, se miraron, sin decir nada ni realizar ningún gesto, simplemente una mirada sin explicaciones y sin palabras al aire que fue interrumpida por un grito de emoción de Julio que llamó su atención. Prestaron atención a su alrededor y encontraron a Carina y Dmitry besándose intensamente.

—¿No, que no, Carina? —dijo Aysel cuando Robbins se separó del chico ruso muy apenada.

La mano de Ferrara seguía en la cintura de Lilith, un descuido inconsistente que suprimió cuando volteó a su alrededor a buscar a Elena y no hallarla.

—¿Y Elena? —le preguntó Aysel a Julio.

—Creo que está dentro de la casa.

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La asesora se adentró a la propiedad en busca de Morel, a quien encontró sentada en el amplio recibidor del fondo de la casa. Se acercó a ella con intenciones de hablarle y preguntarle por qué se alejó de todos, sin embargo, la diseñadora la tomó por sorpresa con su reclamo.

—¿Ya terminaste de divertirte con tu pelinegra alta? —se quejó Elena con coraje en sus ojos.

—Solo fue un baile, Elena —contestó Aysel.

—Pues a mí me pareció otra cosa —contradijo Elena—. Parece que no respetas en lo más mínimo nuestra relación. Te pasaste toda la noche al pendiente de esa mujer y aparte te haces la loca cuando claramente le estabas coqueteando mientras bailaban.

—Por supuesto que respeto nuestra relación, también a ti. Yo no oculté que éramos pareja ante todos.

—¡Sabes muy bien que eso fue por el acuerdo que tenemos! ¡Aceptaste mantener nuestra relación privada! —alzó la voz Elena.

—Privada, pero no secreta —objetó Aysel molesta—. ¿No conoces la diferencia entre ambos conceptos? Me dolió cuando me enteré por los invitados que fingiste ser mi amiga, además, lo hiciste en mi cumpleaños.

—Ah, ¿Entonces ahora yo soy la mala y por eso le estás coqueteando a Lilith? Para vengarte de que te hice sentir mal cuando ya habíamos arreglado ese problema —reclamó Elena.

—¡No! —negó Ferrara—. No me estoy desquitando. Por dios, Elena.

—Me voy —dijo enojada la castaña de pelo largo.

—Espera, es muy tarde y es peligroso que conduzcas de noche y tomada —Aysel la detuvo.

—A diferencia de ti, yo sí sé lo que hago cuando estoy ebria —declaró antes de darle una bofetada.

Aysel no reaccionó, solo dejó que Elena se fuera. Morel tomó sus cosas y pasó a toda prisa al lado de Dmitry quien entró a buscar a Ferrara. Elena no se despidió de nadie, únicamente se marchó.

—¿Llegué en mal momento? —preguntó Kozlov.

Aysel acomodó su pelo frustrada.

—Un poco, sí.

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Ferrara vio la hora en su reloj, pasaban de las 3 de la mañana, todos estaban borrachos y era demasiado tarde para que se fueran a sus casas. Aysel los invitó a quedarse en la casa a dormir para que no corrieran riesgo al irse.

—Dmitry, Marco y Julio pueden dormir en las habitaciones de invitados —comenzó a repartir las habitaciones disponibles—. Carina en el cuarto de Marco, Lilith en el mío y yo duermo con mi mamá.

—Yo puedo dormir sin problemas en la sala —se ofreció Dmitry—. Para que Julio esté más cómodo.

Marco agradeció la amabilidad de Kozlov.

—Vale —aceptó Aysel—. ¿Marco, puedes ir al closet para que le des unas almohadas y una cobija a Dmitry, por favor?

Su hermano mayor aceptó y se llevó a Kozlov para darle todo lo necesario para que durmiera en la sala cómodo. Ferrara despertó a Carina, quien estaba medio dormida en una silla para decirle que fuera a dormir a la habitación de Marco. Julio fue directo a la de invitados y de pasó guio a Lilith hacia la otra.

Ferrara se quedó a solas en el patio dónde se sentó en una banca cerca del recibidor y respiró hondo en lo que intentaba contactar a Elena, quien ignoraba sus llamadas y mensajes. Romanov se la encontró cuando salió a buscar su sombrero. La notó decaída y se sentó junto a ella.

—¿Necesitas algo? —cuestionó Ferrara.

—¿Estás bien? —le preguntó Lilith.

—Eso creo. Tuve una discusión con Elena hace rato y no me responde las llamadas.

—¿Tu novia se enojó porque bailaste conmigo? —preguntó Lilith.

—Por eso y porque te puse atención toda la noche —complementó—. Quería asegurarme de que estuvieras cómoda.

—Eso explica por qué me miraba como si quisiera matarme —comentó—. No le culpo, yo también estaría preocupada si veo a mi novia poniéndole atención a alguien que no soy yo.

Aysel reconoció que Lilith tenía razón.

—Los problemas son normales en las relaciones —lo dijo para Ferrara y para sí misma recordando lo que pasó con Jonathan—. Por lo que veo, ustedes dos se llevan bien e incluso tienes la confianza suficiente en ella para besarla. Me alegra que hayas encontrado a alguien que te haga feliz.

—Lo estoy intentando —dijo Aysel—. Pero bueno, ¿Cómo vas tú con Jonathan?

Lilith no pareció muy feliz al acordarse de él.

—No hay que hablar de eso —dijo Lilith.

Ferrara aceptó, se recargó sobre el respaldo de la banca y suspiró.

—Sobre lo que dije mientras bailábamos yo...

—Shhh, Ferrara —puso su índice sobre los labios de Aysel para callarla—. Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, y tú muy sobria no estás.

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16 de Septiembre de 2020 9:40 am, Ciudad de México.

Ana María Ávila.

Se levantó de su cama cuando sintió los rayos del sol entrando por su ventana. Se estiró y salió de su habitación tras ponerse su bata. No había ni un solo sonido en toda la casa. Desconocía por completo la conclusión de la fiesta, pero cuando bajó a la planta baja, encontró todo limpio y en su lugar, a Dmitry dormido en el sofá en una posición incómoda y a una silueta alta bebiendo agua en la cocina con una apariencia somnolienta.

Lilith bebía agua con los ojos medio cerrados mientras usaba una camisa de color azul marino con detalles en blanco que utilizó Aysel la noche anterior. Ana María analizó la situación y por su mente pasaron muchas cosas.

—Buenos días, señora —saludó Lilith con la voz ronca.

—Buenos días, Mija.

Marco bajó las escaleras y fue directo a la cocina donde se encontró con las dos mujeres a las que saludó.

—¿Sabes dónde está tu hermana? —preguntó Ana María cuando Lilith volvió al subir al cuarto dónde durmió.

—¿No pasó la noche contigo? —preguntó Marco—. Yo dormí con Julio, Dmitry en la sala, Carina en mi cuarto, Lilith en el suyo y ella iba a dormir contigo.

—¿Y su novia?

—Elena se fue ayer, creo que discutieron, pero no sé por qué. Aysel los invitó a quedarse cuando vio que ya era tarde y ninguno podía manejar por lo borrachos que estaban —explicó Marco.

Ana María se extrañó, sin embargo, puso el café en la estufa y luego subió a su cuarto para buscar su teléfono y llamarle a su hija, sin embargo, la encontró saliendo de la habitación donde Lilith dormía, usando un pantalón de chándal gris y una camiseta blanca holgada.

—Buenos días, mamá —dijo bostezando.

—Ya ni la chingas Aysel, ¿Con quién dormiste? —Ferrara apenas estaba asimilando lo que su madre le decía—. Yo acepto que invites a tus amigos y que tengas novia, pero si la tienes respétala. Cómo es eso que dormiste con Lilith en tu cuarto después de pelear con Elena, vete a saber qué hicieron anoche.

—Dormí en el suelo, mamá. No pasó nada —respondió—. Le di mi camisa a Lilith para que se quitara la blusa que traía. No fui a pasar la noche contigo para no molestarte.

Ana María no supo qué decir. Volvió a bajar las escaleras y fue directo a la cocina, pasó por la sala y notó que Dmitry estaba tapado con un abrigo de Carina, no supo qué había pasado la noche anterior y prefería seguir así. Puso a calentar la comida restante, despejando todas las teorías locas de su cabeza.

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