Capítulo 18: Adagio

26 de Agosto de 2020 11:11 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Su corazón latía a mil mientras caminaba en dirección al lugar poco conocido del bosque. Presentía que estaba libre debido a que pocas personas lo visitaban, sin embargo, todavía existía la posibilidad de que hubiera alguien o que incluso ella estuviera tomando el camino equivocado, pues una foto del mapa que halló en un letrero de la entrada dónde no se podían distinguir con exactitud los lugares, no le estaba sirviendo de mucho. Los minutos pasaban y su ansiedad aumentaba.

Practicaba mentalmente lo que diría con el temor de equivocarse al hablar y arruinar el momento que planeó junto a Carina y Julio en días anteriores. Se aseguró de lucir impecable con un pantalón liso de color barbecho, al igual que el abrigo largo del mismo color que llevaba sobre el antebrazo derecho y que en conjunto hacía un buen contraste con la blusa de cuello largo de color negro y tela ligera que llevaba.

Recordaba como los días anteriores que pasó escribiendo pequeñas notas a mano con pistas para guiar a Elena hasta el lugar donde se verían, Robbins y Julio fueron los encargados de repartirlas por todo el estudio de Morel y la pelirroja se quedó a guiarla, mientras que San Agustín dijo que la vería en aquel lugar, uno que Carina conocía del bosque, pero que era poco concurrido por los visitantes debido a que no era tan llamativo como otras atracciones.

—Pensé que no llegarías —dijo cuando vio al chico de pelo platinado llegar.

—Me perdí —confesó Julio—. Llevo diez minutos intentando encontrarte.

—Te iba a marcar si no llegabas —dijo Aysel—. Yo también casi me pierdo.

—¿Nerviosa? —cuestionó el modelo parándose a su lado.

—¿Se nota mucho? —respondió Aysel.

Julio la analizó de pies a cabeza, no tuvo que profundizar mucho para notar la inquietud evidente en todo su cuerpo producto de las ansias que poseía en su interior, cuyas causas eran variadas. Ferrara era aquella mujer que se enfocó en su vida laboral y en sus relaciones dentro de sus propios límites, con una repulsión interna por ellos. A sus propios ojos era una presa incapaz de escapar. Aysel estaba encerrada dentro de una jaula hecha para ella misma, con una puerta que podía abrir a voluntad, pero que su propio temor le impedía hacerlo.

—Un poco —se limitó a contestar.

Aysel asintió y observó a su alrededor, ubicada junto a la fuente de bronce, obra de Charlotte Yazbek cuya inspiración nació en una pieza musical llamada Adagio del músico barroco Albinoni. Dicha fuente se hallaba cerca del Altar a la Patria en Chapultepec, escondida junto al tráfico de Circuito Interior. Una paradoja interesante dónde el ruido tenía su contraste con aquel fragmento de tranquilidad.

La escultura de 1974 poseía una inscripción que llamó la atención de Aysel y la cual se acercó a leer.

Haré fundir en bronce lo redondo de tu beso y mi beso, y lo pondré en el centro de tu olvido para que no lo olvides.

Al terminar de leer, escuchó un par de voces familiares acercándose y se dio la vuelta. Encontró a Robbins cubriendo cuidadosamente los ojos de Elena mientras la guiaba hacia adelante. Morel tenía una sonrisa en su rostro, resultado de aquel recorrido divertido que volvió aquel día más interesante que los anteriores. Ferrara se acercó a ellas y Julio se apartó un poco dejándoles espacio.

Cuando Carina retiró sus manos de la vista de Elena, la diseñadora estaba a unos pasos de Aysel, quien de alguna manera conservaba su expresión pacífica a pesar de estar consumiéndose por el nerviosismo puro. Morel se quedó inerte, observándola sin borrar su sonrisa de sus labios. Carina y Julio se marcharon para dejarlas a solas.

—La coincidencia que nos conociéramos se convirtió con el paso de los meses en algo que, al igual que tú, empezó a cobrar importancia en mi vida —empezó a hablar Aysel bajo la atenta mirada de Elena.

Morel se sentía perdida en la emoción de saber qué rumbo tomarían las palabras de Ferrara. Aysel bajó un segundo la mirada para tomar el valor suficiente antes de retornar su vista a la mirada azulada de la diseñadora que brillaba con una pizca de ilusión.

—Me he tardado en hacer esta pregunta, porque no quiero que el tiempo transcurra tan rápido si cada minuto es una oportunidad para descubrir algo nuevo conmigo, por eso, he decidido hacerla ahora —continuó hablando con seguridad—. Elena, ¿Puedo ser tu novia?

No hizo falta una respuesta verbal para aquella afirmación que tímidamente dio Elena, antes de rodear con sus brazos de manera efusiva a Aysel y llorar de la emoción reinante en su cuerpo mientras lo hacía. Ferrara la recibió gustosa sin rechazarla ni un poco, provocando en ella una sensación de unión que nunca antes experimentó.

Aysel sacó de su bolsillo una caja rectangular alargada, la cual abrió lentamente para sacar dos piezas hechas en plata que eran collares a juego que se unían formando un círculo completo. Una de las piezas era un sol pequeño que encajaba a la perfección con una luna creciente.

—Compré esto porque me recordó a nosotras —dijo Aysel mostrándole el collar que sostenía en sus manos—. Ambas piezas son hermosas por sí solas, pero cuando las juntas, lucen increíbles. Quiero llevar el sol conmigo para siempre acordarme de ti y que tú puedas acordarte de mí cuando lleves la luna.

Morel, al borde del llanto, aceptó el collar y dejó que la asesora se lo pusiera. Al estar tan cerca la una de la otra, Ferrara decidió probarse a sí misma, tomó el rostro de Elena y con cariño le plantó un beso en los labios, uno no tan corto, pero tampoco largo. Un gesto que representaba una barrera inmensa y que logró superar durante un instante gracias a ese impulso y la confianza que le profesaba a Morel.

El contacto de sus labios confirmó lo que Elena quería saber, Ferrara era capaz de cruzar sus límites y más que eso, hacerlo por ella.

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29 de Agosto de 2020 7:02 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

(Recuerdo de Lilith)

Se miró al espejo del baño para observar su reflejo, aquel rostro pálido con ojos preciosos, cabello rubio que destacaba su rostro y su belleza. Anudó la corbata de franjas rojas y doradas, acomodó su blusa blanca en su falda y por último, se colocó el suéter gris. Salió calmadamente del baño para encontrarse con Dmitry, aquel joven que conoció en detención semanas atrás y con quien solía juntarse todos los días.

Kozlov le sonrió particularmente y ambos se fueron con la mentalidad de que irían a la casa de Dmitry para que Lilith conociera a su madre, aquella mujer de la que el chico rubio de ojos azules hablaba con tanto cariño. Romanov aceptó la invitación de Dmitry por la ausencia de sus padres en Moscú, prefería pasar la tarde con Kozlov que pasarla sola dentro de las inmensas paredes de su lujosa casa.

Dmitry le cedió el paso cuando entraron por la puerta principal de la mansión de la familia Kozlov, dueños de una empresa exitosa que fabricaba armamento y que poseía un muy antiguo linaje militar que se remontaba a la época de los zares rusos.

Lilith no esperaba que la señora saliera a recibirlos con la calidez emanando de los poros de su piel. La mujer de mediana edad tenía el pelo rubio cenizo, ojos azules como los de Dmitry y una sonrisa auténtica en sus labios.

(Conversación en ruso).

—Que bueno que ya regresaste, osito —se dirigió cariñosamente a su hijo para después mirar a Lilith—. Ah, y trajiste a una amiga contigo. ¿Cuál es tu nombre, querida?

—Lilith Gavrilovna Románova —se presentó cordialmente.

—Un gusto, linda señorita —la abrazó como forma de saludo—. Yo soy Galina, la madre de Dmitry.

—Él me ha hablado mucho de usted, señora —contestó Lilith amistosamente.

—Espero que hayan sido cosas buenas —comentó.

—Siempre son buenas, mamá —dijo Dmitry con una sonrisa.

Galina los invitó a pasar al recibidor dónde Lilith tomó asiento. Observó los cuadros de los antepasados de Dmitry vestidos con uniformes militares en portes orgullosos y valerosos. La madre de su amigo regresó tiempo después con unos aperitivos que preparó ella misma para los jóvenes, quienes no perdieron la oportunidad de conversar con tranquilidad.

Galina se mostró muy interesada en iniciar una conversación con la joven chica, la cual no se enfocó en sus padres o en algo de su familia, más bien, en ella, en sus gustos y sueños que la motivaban. La confianza que transmitía esa mujer era algo completamente ajeno a lo que Romanov conocía.

—No sabía que te gustaban los tatuajes como a Dmitry —habló sorprendida.

—Sí. Planeo poner un estudio en un futuro —confesó más relajada.

—Ah, eso es una buena noticia. Si necesitan apoyo, cuenten conmigo, tal vez no como clienta, pero si como apoyo económico —dijo la señora con amabilidad.

—Queremos hacerlo por nosotros mismos, mamá —dijo Dmitry.

—Y eso está bien, cariño. Pero a veces es necesario un pequeño impulso —objetó.

Lilith reconoció que ella tenía razón. Galina era una persona cálida, de buenos valores y amable, también era muy inteligente y por lo que había comentado la señora, estaba considerando retirarse después de pasar varios años ejerciendo como médico cirujano en un hospital privado perteneciente a su familia. Ahora entendía perfectamente de dónde provenía el cariño de Dmitry y su bondad, pues sabía que su padre era lo opuesto a su madre y su amigo no disfrutaba de hablar de él.

Su teléfono vibró dentro de su mochila, tenía una ligera idea de quién se trataba, pero ver su número llamándola, siempre le producía la sensación de inquietud a pesar de que se tratara de su propio padre. Se excusó para retirarse un momento y contestar.

—Tardaste un poco —escuchó la voz grave de su progenitor.

—Disculpa, estaba teniendo una conversación con Dmitry y su madre —explicó brevemente.

—¿La doctora Reznikov? —cuestionó su padre.

—Sí, ella —confirmó.

—Conozco a su marido, es un gran hombre. Lástima que no puedo decir eso de su hijo menor. Kozlov no se siente orgulloso de su problemático hijo, así que ten cuidado, Lilith. No quiero que ese chico influya sobre ti.

—Dmitry es una buena persona, papá —tuvo la valentía para contradecirlo.

—Como sea. Dile a tu chófer que te lleve a casa antes de la cena —ordenó.

La llamada terminó ahí. Sin una despedida realmente significativa. La chica observó la pared, específicamente al cuadro donde estaba toda la familia. El padre de Dmitry y su madre estaban parados juntos detrás de sus dos hijos. Vladímir, el hermano mayor de Dmitry, era más parecido a su padre, mientras que él poseía la vibra de su madre. Ellos eran los únicos que tenían una expresión relajada en ese y en todos los retratos que lo rodeaban.

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31 de Agosto de 2020 9:34 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Ni siquiera tuvo que esperar a llegada, cuando llegó al punto donde le indicó que pasaría con ella, Aysel ya estaba estacionada esperándola. Se aproximó a ella con una expresión determinada y la abrazó con fuerza atrayéndola hacia su cuerpo.

—Te extrañé —dijo Ferrara—. ¿Cómo estuvo tu día, cariño?

—Muy pesado, solo quiero descansar por hoy —se quejó Elena disfrutando de la atención que le brindaba, sin embargo, se apartó cuando recordó que estaban en la calle.

—¿Pasa algo?

—No, nada. Solo que hoy no me siento bien y quiero tener mi espacio personal.

Su novia entendió la situación y le abrió la puerta del auto para que subiera. Morel se puso el cinturón de seguridad mientras Ferrara subía del lado del conductor. El auto arrancó y se integró a la calle junto con los otros vehículos que transitaban por ahí.

—¿Qué hiciste hoy? —preguntó Aysel con ánimos de iniciar una conversación.

—Estuve en unas cuantas juntas, hubo prueba de materiales e incluso estuve checando medidas de algunos modelos —respondió Elena tomando su teléfono para checar sus mensajes—. Estaba de un lado para otro. ¿Y tú?

—Tuve una reunión con los accionistas de la consultora y revisé algunos proyectos que iniciarán el próximo mes. Se ven preocupados desde el desembolso que hicimos la vez pasada.

—¿La indemnización? —preguntó Elena para confirmar.

—Sí. En realidad les preocupa mucho lo que suceda en el trabajo. Cosas que pongan en riesgo la objetividad de lo que hacemos.

Ferrara tocó un tema que despertó un interés inmediato en Elena, principalmente por qué desde que formalizaron su relación algunas dudas surgieron.

—Mi amor —la llamó.

—Dime —contestó volteándola a ver.

—¿Todo lo que hiciste por mí fue porque era tu trabajo o por otros motivos? —preguntó—. Lo que quiero decir es que, ¿Fuiste objetiva conmigo siempre?

—Sí —Ferrara no dudó en responder inmediatamente—. ¿Por qué lo preguntas?

—Es algo que me estaba preguntando desde hace unos días. No quiero que tu buen juicio se nuble por el hecho de que estamos en una relación y mucho menos quiero causarte problemas con tu trabajo —explicó Elena.

—No te preocupes por eso, cumplí con mi trabajo de acuerdo a lo establecido, que yo me haya involucrado emocionalmente contigo, es aparte de mi relación como profesional.

—De hecho, quiero pedirte algo —la interrumpió Elena.

—¿Qué es? —preguntó Aysel.

—Quiero que mantengamos nuestra relación en privado. Por nuestras carreras y por nuestras vidas personales. No me gustaría que hablaran de nosotros en el trabajo cuando técnicamente somos socias y nuestra relación podría malinterpretarse.

—¿Estás segura? —Aysel aprovechó el semáforo en rojo para parar el auto y voltearla a ver.

Morel vio en su rostro un poco de desánimo pero comprensión. Le afligió en el pecho provocar esa reacción en ella, pero no tuvo otra opción que confirmar que aceptaba su propia propuesta, sin embargo, como consuelo, besó su mejilla antes de que el vehículo volviera a avanzar.

—Perdón si te estoy pidiendo demasiado —se disculpó Elena.

—Descuida. Lo entiendo, hay motivos relevantes para las dos —contestó tratando de aminorar el sentimiento que le provocó.

Después de esa petición, Ferrara se mantuvo más seria el resto de la noche cuando fueron a cenar y posteriormente la llevó a su casa. Se despidió de manera cariñosa al llevarla hasta la puerta de su departamento, pero en su lenguaje corporal se notaba que no estaba del todo feliz con el acuerdo que tenía con Elena.

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01 de Septiembre de 2020 8:05 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

No pudo mantenerse concentrada en el entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo porque su mente se encontraba rememorando la conversación del día anterior. Lilith ya había hecho contacto múltiples veces con ella, derribándola sobre la lona y reprendiendo su bajo esfuerzo de ese día.

—Vamos, Ferrara —la alentó—. Ni siquiera me has hecho perder una sola vez, ¿Qué te pasa?

Ferrara tomó aire e intentó acercarse para continuar con el combate, pero Romanov fue contra ella primero, la tomó del torso y la derribó nuevamente. Aysel ya no se pudo levantar, mientras que Lilith se veía mucho menos cansada que ella.

—Uy, eso debió doler —dijo Dmitry desde afuera del cuadrilátero.

Ciertamente, Kozlov tenía razón al decir que dolía, pero Ferrara sabía que no era por la práctica que estaba teniendo con Lilith, sino porque sus preocupaciones se convirtieron en dolor físico que comenzó a afectarla desde que despertó en la mañana.

—¿Estás bien? —preguntó Lilith ofreciéndole la mano para ayudarle a levantarse.

—Sí —dijo Aysel aceptando su ofrecimiento de ayuda—. ¿Podemos tomar un descanso?

—Claro. Aunque iremos al campo de tiro después de ducharnos —dijo Romanov secando su sudor con una toalla que le dio Dmitry.

—Hoy te aplastaron —comentó Dmitry dándole una botella de agua a Aysel.

—Estoy completamente de acuerdo con eso —contestó Ferrara—. Aunque es mi culpa por estar distraída desde que llegué.

—¿Pasó algo? —preguntó Kozlov con interés.

—Creo que... —pensó lo que iba a decir— estoy pensando demasiado.

Ferrara le restó importancia y dejó salir un suspiro cuando se sentó sobre la banca a descansar. Lilith y Dmitry se sentaron al igual que ella.

—Mañana veré a Hugo en el campo de entrenamiento, probablemente me diga cuándo será tu examen de validación —dijo Romanov.

—¿Examen? —cuestionó Dmitry.

—Es una prueba que le hacen a todos los miembros para calificar si son aptos para integrarse el servicio activo —explicó Aysel—. Involucra un circuito de obstáculos que pone a prueba la habilidad física, pruebas de tiro y de combate cuerpo a cuerpo.

—Trataré que la prueba sea antes de tu cumpleaños —dijo Lilith—. Que horrible sería que te rompieran la madre el día de tu cumpleaños.

Su comentario los hizo reír.

—¿Tienes planes para el día de tu cumpleaños? ¿Una fiesta o algo? —preguntó Dmitry.

—No me gusta festejar mi cumpleaños —contestó.

—Eso es cierto, no le gusta ser el centro de atención y tampoco es fan de los eventos sociales —añadió Lilith—. Un poquito amargada la asesora.

—Shhh, calla. Que tú también eres así a veces —dijo Aysel.

Kozlov las observó relajadas y sonrió.

—Lástima, me quedé con ganas de una fiesta —habló DM—. Pero te mandaré tu regalo de igual forma.

—Lo que quiere es un motivo para volver a ver a Carina —dijo Lilith—. Esa mujer lo flechó desde que fuiste con ella a mi casa.

Kozlov asintió, aunque se sentía un poco apenado por admitirlo. Aysel conocía a Dmitry, sabía que era un buen tipo a pesar de que Robbins no tenía una buena impresión de él ni de Lilith, así que se encargaría de cambiar la perspectiva que su mejor amiga tenía de ambos.

—¿Por qué no vienen a la casa de mi mamá el 15 de septiembre? Acostumbramos festejar ese día. Mi papá no va a estar, así que no hay problema si nos acompañan un rato. Mi mamá estará feliz de tener más invitados —dijo Aysel.

—¿Va a ir Carina? —preguntó Dmitry emocionado.

—Sí, no creo que falte.

—Cuenta conmigo —confirmó Dmitry.

Ferrara miró a Romanov quien no había dado una respuesta.

—¿Tú vas a ir, Lilith?

—Si me prometes comida buena, obviamente que sí. Escuché que tu mamá tiene una sazón increíble, obviamente no me perdería eso por nada —contestó la chica de pelo oscuro.

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02 de Septiembre de 2020 2:54 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

Los pasillos del edificio adecuado a las necesidades de aquellos que entrenaban para convertirse en elementos de la organización, estaban vacíos cuando Lilith pasó por ellos acompañada por dos de sus hombres que servían de escolta personal. Se mentalizó previamente para reunirse con Hugo, sin embargo, sabía que cualquier estupidez que dijera la pondría de mal humor.

Se prometió a sí misma no perder el control y hacer de su conversación lo más corta posible. Se desplazó hasta la zona de pelea, ubicada en lo que antes era el primer nivel del estacionamiento del edificio abandonado que adecuaron como campo de entrenamiento. No le fue difícil ubicar a Hugo dando órdenes a los reclutas que practicaban entre ellos sus movimientos sin intenciones de lastimarse.

Al instante pudo notar que había deficiencias en la manera en que aprendieron a defenderse, nadie más parecía darse cuenta de aquellos errores, por lo que Lilith evitó corregirlos. Hugo se dio la vuelta y avanzó hacia ella cuando uno de las personas a su cargo le avisó al oído de su llegada.

—Pensé que vendrías con Ferrara —dijo Hugo—. Ver como le rompen la cara iba a ser lo más divertido del día.

—Decidí que todavía no quería hacer sufrir a tus reclutas —contestó Lilith.

—¿Por qué tan segura de que ellos van a ser los lastimados? —preguntó el altanero de Hugo.

—Porque no están teniendo un buen instructor contigo al mando —dijo Lilith con una expresión sería.

El hombre sonrió y cruzó los brazos. Detuvo el entrenamiento y llamó a tres de los presentes para que se acercaran. El primero de ellos era un ágil tirador de asalto, la segunda era una chica rápida y acostumbrada al circuito de obstáculos que el lugar poseía, y por último, llamó a uno de sus miembros más jóvenes, un niño de apenas 17 años. Romanov observó cómo su rival ponía las manos sobre los hombros del chico y luego la miró sonriendo.

—¿Ferrara está lista para ignorar sus principios morales? —amenazó—. Porque la muerte puede tener cara de inocente, ¿No es así, Carlos?

Apretó con sus manos los hombros del chico y este asintió.

—No juegues sucio, Hugo —dijo Lilith.

—No estoy jugando sucio, solo me estoy asegurando de que todos los puntos estén cubiertos. Eso es lo que necesita Velazco de su negociadora principal.

Ordenó que todos los que llamó se retiraran y continuaran con su práctica habitual.

—Ve el lado positivo, Lilith —le dijo—. Si Aysel aprueba su examen, entonces ya no tendrás que cuidarla todo el tiempo. Podrás retomar tus labores y alejarte de ella. Según recuerdo, no estabas muy feliz de tener que trabajar con ella, ¿no es así?

Aquellas palabras la inquietaron, pero ocultó sus reacciones y sentimientos bajo una máscara de frialdad pura.

—Honestamente, tengo curiosidad por lo que ocurrirá con Ferrara cuando no la protejas —dijo el rubio—. Apuesto a que solo durará un par de años en esto sola, debo de empezar a buscar su reemplazo.

—Yo no daría todo por sentado. Pueden pasar cosas inesperadas. Esto puede resultar mejor de lo que esperas —habló Lilith—. No olvides que también eres reemplazable. Yo también tengo curiosidad por lo que ocurrirá cuando Victoria deje de protegerte.

—No me protege, estoy en un rango superior por mis méritos —dijo Hugo ofendido.

—¿Cuáles méritos? Porque tu desempeño es una porquería —declaró sin pelos en la lengua.

—No tengo que darte explicaciones a ti —contestó—. Ahora, si me disculpas, tengo una generación entera de próximos asesinos que entrenar. Te enviaré la fecha más tarde.

El tipo se retiró dejándola con su escolta personal observando el entrenamiento del día. Suspiró y caminó hacia la salida pensando en muchas cosas, entre ellas, que, al terminar el entrenamiento de Ferrara, ella volvería a sus labores anteriores.

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04 de Septiembre de 2020 10:47 pm, Ciudad de México.

Marco Ferrara Ávila.

Terminó su turno en el hospital e iba de salida cuando recibió una llamada que heló su cuerpo al instante. El remitente era un número de teléfono que jamás olvidaría a pesar de no tenerlo registrado. No demoró en responder la llamada de Julio.

La voz del modelo se escuchaba agitada, afectada por la desesperación y probablemente por el llanto. Escuchó algunos ruidos de fondo y posteriormente silencio.

—¿Julio? —dijo su nombre.

—Necesito tu ayuda, es urgente —dijo con la voz alterada—. No puedo ir al hospital y me está doliendo mucho la mano. Eres al único que puedo recurrir, por favor ven.

—¿Qué te pasó? ¿Dónde estás? —preguntó él con preocupación.

—No puedo explicarte ahora, te enviaré la ubicación —dijo el modelo alterado.

Marco no necesitó más que la ubicación para subir a su camioneta e ignorar el cansancio que poseía su cuerpo después de un día de trabajo para ir hasta donde estaba San Agustín. Condujo preocupado, preguntándose por qué recurrió a él específicamente teniendo a Carina o a Aysel a su disposición, ya que eran amigos. La respuesta fue fácil para él, si estaba herido, era mejor que lo viera un doctor y, para fortuna o desgracia de Marco, era el único que conocía.

Llegó al lugar señalado en su GPS y bajó del auto. No tardó en visualizar a Julio sentado en la banqueta con la mirada hacia abajo en compañía de un guardia de seguridad del club casi despierto a sus espaldas. Su mano se veía verdaderamente lastimada e hinchada. Sin embargo, eso no fue lo más impresionante, cuando el modelo alzó la mirada, Marco notó una herida en su labio y en su ceja que sangraban.

—Joven, llegaron por usted —dijo el tipo robusto parado cerca de él.

Julio se levantó torpemente. Marco se acercó con una expresión de confusión.

—¿Te peleaste? —cuestionó.

—Lo golpearon —dijo el guardia—. Unos dos tipos de como 50 años bajaron de un coche y lo agarraron a golpes cuando salió. Iba a llamar una patrulla o una ambulancia, pero el joven se negó, dijo que iba a llamar a alguien.

La explicación del guardia confundió más a Marco.

—¿Por qué no fuiste al médico? —preguntó—. Hubieras llamado a Carina o a mi hermana para que te llevaran.

—Carina está fuera de la ciudad hasta mañana y Aysel no responde su teléfono. Además, no quiero preocuparles con esto —dijo Julio—. Vámonos.

Marco dejó de hacer preguntas y llevó a Julio hasta su camioneta dónde lo ayudó a subirse en el asiento trasero. San Agustín caminaba mal y le dolía moverse. Ferrara subió al auto a su lado y comenzó a revisar su mano, la cual probablemente estaba rota, pero que necesitaba examinar en un hospital para confirmarlo.

—¿Quién te hizo esto?

—Mi padre. Lleva una semana dejando mensajes de voz con amenazas —dijo Julio—. Creo que cada día me odia más por lo popular que estoy siendo.

—Ese malnacido. Te llevaré al hospital y luego iremos a levantar una denuncia en su contra —dijo Marco.

—No. No puedo ir al hospital. Soy una celebridad y no quiero que la gente se entere de esto. Mucho menos quiero denunciarlo, eso podría enfurecerlo más al ver que está siendo afectado.

—¡Pero te mandó a golpear! —se quejó—. Probablemente, tienes una mano rota por su culpa, ¿Y todavía te preocupas por eso?

—Marco. Tú sabes lo que es no poder enfrentarte a tu padre —dijo el modelo—. Por favor, déjalo así.

Ferrara sabía que el padre del modelo era un hombre violento que odiaba que su hijo fuera homosexual y que, además, acostumbraba a amenazar a su hijo para hacerle la vida más difícil de lo que ya era.

—Bien —se resignó a no insistir con el asunto porque sus palabras removieron un antiguo conflicto en su interior—. Te llevaré al hospital en el que trabajo. Les pediré un favor para que no revelen tus datos a la prensa.

—¿Estás seguro de que mantendrán esto en privado? —preguntó Julio preocupado.

—Sí, son mis colegas. Los conozco bien. No te preocupes.

Marco bajó del auto para posteriormente subirse en el lado del conductor y encender el motor.

—Marco.

—¿Hmm? —volteó a verlo desde su asiento.

—Gracias.

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05 de Septiembre de 2020 1:10 am, Ciudad de México.

Carina Robbins.

Tuvo que salir de fiesta con algunos de los colegas después de visitar en la tarde a su amigo al enterarse de la golpiza que recibió la noche anterior. Aysel se ofreció a cuidarlo y se quedó con él para ayudarle con lo que necesitara, mientras que Robbins fue arrastrada a un antro por el grupo de modelos con quienes trabajó fuera de la ciudad.

Desconocía por completo el lugar, pero no tuvo problema al reconocer de qué se trataba de un buen ambiente. Visualizó en el fondo entre la multitud a un par de rostros conocidos, mientras sonaba fuerte ¿Por Qué Te Demoras? De Plan B. Eran Dmitry y Lilith, el primero con algunas chicas a su alrededor y ella en compañía de un hombre que parecía ser su novio.

—Que pequeña es la ciudad —dijo Carina para sí misma.

—¿Qué dijiste, Robbins? —preguntó el modelo que era parte del equipo con el que trabajó.

—Nada —dijo restándole importancia.

Robbins bebió el primer trago de la noche en compañía de sus compañeras y compañeros, quienes llamaron la atención de los presentes. Cuando volteó a ver a Dmitry, hicieron contacto visual y Kozlov la saludó animadamente con la mano, lo cual ocasionó que recibiera un par de malas miradas de parte de su séquito.

—¿Tienes novio? —preguntó su compañero a su lado.

—No. Estoy soltera —contestó casi gritando para que la escuchara.

—Entonces hay camino libre para mí esta noche.

Robbins ignoró su comentario y se fue con sus compañeras a bailar entre ellas, poseídas por el buen ritmo de las canciones. Sin embargo, su compañero, al que ignoró momentos antes, buscaba la manera de pegarse a ella, poniéndola incómoda.

—Wey, aléjate —dijo irritada—. No quiero nada contigo.

—No seas calienta vergas, Robbins —dijo el tipo acercándose a ella y sobrepasándose con ella.

Carina lo empujó para alejarlo de ella llamando la atención de quienes los rodeaban, sin embargo, el tipo se acercó nuevamente para intentar besarla tomándola bruscamente e ignorando que Robbins se negaba. Carina luchó por quitárselo de encima.

—Me estabas coqueteando en el set como una puta y ahorita te haces la muy digna —dijo enojado el tipo.

Antes de que su compañero pudiera hacer algo más, alguien lo apartó de ella con fuerza liberándola de su agarre.

—Te dijo que te alejaras —dijo el rubio alto tatuado—. ¿No escuchaste?

—¿Y tú quién eres? —preguntó el tipo enojado.

—Él que te va a partir la cara si la sigues molestando —la voz de Dmitry se volvió amenazante.

—Bah, igual. La zorra no está tan buena —habló haciéndose el machito.

Eso fue lo último que acabó con la paciencia de Dmitry. Kozlov le dio un puñetazo que lo noqueó de una, impresionando a todos los presentes en el lugar, quienes solo fueron testigos de una parte de la pelea.

—A ver si así dejas de acosar mujeres —gritó Kozlov.

Cuando Carina procesó lo que estaba pasando, su compañero estaba en el suelo aturdido y Dmitry estaba sin ningún rasguño mirándolo con desprecio. Sintió la mirada de Lilith y su novio sobre ambos, preguntándose qué había pasado. Ambos fueron escoltados a la salida por seguridad. Carina intentó explicar que Dmitry la defendió de un acosador, pero no la escucharon y sacaron a Kozlov prohibiéndole la entrada por causar un alboroto.

—Perdón —se disculpó con el rubio.

—No te disculpes, fue mi decisión golpearlo —dijo con una sonrisa—. ¿Tú estás bien?

—Sí, gracias por quitármelo de encima —dijo Robbins—. Aunque eso te haya metido en problemas.

—Vi rojo cuando noté que te estaba molestando y solo actúe. Odio a los tipos que quieren aprovecharse de las chicas —dijo Dmitry—. La verdad no me estaba divirtiendo tanto dentro.

—Tu amiga y su novio estarán furiosos conmigo por meterte en esto —comentó Carina.

—¿Lilith y Johnny?, no creo. En realidad, pensábamos en irnos ya.

Ambos se quedaron en silencio sin saber qué decir durante unos breves segundos.

—Que coincidencia encontrarte aquí —habló Kozlov.

—Vine con unos compañeros de trabajo —dijo Carina—. El que golpeaste era uno de ellos.

—Oh, discúlpame si te causé un inconveniente con tu trabajo —comentó Dmitry.

—No tienes de qué preocuparte, ya terminé el proyecto con ellos.

—Eres modelo, ¿no? —cuestionó el chico a lo que Carina asintió—. Lo sabía, eres muy bonita como para no serlo.

Aquel halago lo sintió sincero, sin otras intenciones ajenas a halagar su belleza.

—No eres tan malo como pensaba.

Él frunció el ceño confundido girando su cabeza a un lado.

—¿Qué es lo que pensabas de mí?

—Creí que eras el jefe de la mafia —dijo Carina.

—Las condiciones en que los conocimos no fueron las mejores, pero no soy un jefe de la mafia. Jamás he cometido un delito, en realidad, soy un chico bueno —le guiñó el ojo coqueteándole—. Déjame presentarme de nuevo. Soy Dmitry Kozlov, tatuador profesional y desde que te conocí, tu más grande fan.

Extendió su mano en su dirección y la modelo la tomó estrechándola.

—Carina Robbins, modelo, cantante y productora.

Su conversación fue interrumpida por la llegada de Lilith y su novio.

—Dmitry, ya hablé con el gerente, te dejará pasar si no golpeas a nadie más —dijo Lilith.

—Dale, parce. Hay un buen ambiente —dijo Johnny.

Kozlov miró a Carina y luego a Lilith.

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —ofreció.

—No. Ve con tus amigos, tomaré un taxi —contestó Carina—. Gracias por todo, Dmitry.

Kozlov se rehusó a entrar de nuevo hasta que llegara el taxi de Carina, pues dijo que no quería que estuviera en peligro esperando a solas en la calle. Cuando el auto se detuvo frente a ella, Robbins se despidió y Kozlov la vio marcharse hasta que el auto estuvo fuera de su campo de visión.

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06 de Septiembre de 2020 3:58 pm, Ciudad de México.

Ana María Ávila.

Preparó la comida como otros días en los que se encontraba en casa, tenía planeado comer con su esposo aquella tarde antes de que él se fuera al extranjero por unos días a visitar a su familia. Quería despedirse de él con un buen aperitivo, se dirigió a su habitación para llamarlo a comer, pero se detuvo al abrir la puerta y escucharlo hablar por teléfono.

Pensó en bajar de nuevo a la cocina para darle la privacidad para que terminara su llamada, sin embargo, el tono tranquilo e incluso amoroso de Leonardo le llamó la atención. Pudo escuchar una voz femenina de una mujer más joven al otro lado de la línea.

Su corazón dio un pequeño salto de aflicción cuando escuchó el trato delicado de su esposo hacia ella. Comenzó a pensar en las aterradoras posibilidades mientras retrocedía sobre sus pasos con lentitud, alejándose de la puerta rezando porque la madera del piso no tronara delatándola. Su objetivo se vio comprometido cuando el rechinido se escuchó al igual que su esposo caminando para verificar de quién se trataba, corrió hacia las escaleras y bajó rápidamente intentando ser discreta.

Regresó corriendo a la cocina donde se tranquilizó antes de tomar una cuchara y fingir que aún seguía preparando la comida. A los pocos minutos, Leonardo bajó y fue directamente a buscarla.

—¿Estabas allá arriba hace un momento, querida? —le preguntó.

Ana María se dio la vuelta y con su expresión de tranquilidad acostumbrada, lo miró.

—No. No he subido.

—Ah, es que escuché pasos cuando estaba en el cuarto, pensé que eras tú.

—A lo mejor tronó el piso por lo antiguo que es o algo le preocupa a tu conciencia —dijo como indirecta.

Leonardo no captó lo que quiso decir y enfocó su atención en lo que estaba preparando Ana María. El olor inundó sus poros y sonrió al darse cuenta de que estaba preparando Lasaña. Se acercó a ella y la abrazó por la espalda.

—¿Vamos a comer juntos este manjar? —preguntó.

—La preparé porque estarás lejos de casa unos días, cariño —dijo la mujer—. Una comida especial antes de tu partida.

—Amo tus pequeños detalles —dijo sosteniendo el rostro de su esposa entre sus manos.

—¿Y me amas a mí? —preguntó preparándose para que sus temores tomaran lugar en la conversación.

—Por supuesto, eres la madre de mis hijos. Te amo por eso.

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