Capítulo 17: Fiebres Precedentes

17 de Agosto de 2020 10:21 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

El reloj marcaba el paso de los segundos como puñaladas de angustia directas a su pecho. Sus palabras intentaban explicar cómo transcurrieron los años ocultando secretos, complicaciones y problemas que no debían de ser conocimiento público para que pudiera cubrirse detrás de esa fachada de vida normal. Ferrara sufría al tener que explicar cómo la imagen que tenía de su padre se desvaneció en un momento y su vida cambió por completo cuando se involucró.

Relató resumidamente cómo fue que se enteró a través de Lilith y como ella la apoyó durante mucho tiempo hasta que eventualmente se separaron, una parte que evitó mencionar profundamente debido a tener una sensación pesada al respecto. Sin embargo, los ojos verdes de Carina se llenaron de pena y también de confusión.

Su mente era incapaz de procesar tantos años en poco tiempo, aunque estos estuvieran resumidos en palabras cortas y simples que eran una parte de todo lo que sucedió. Lilith estaba presente, comiendo su segundo plato de Capirotada en silencio, tal vez acompañándola o incluso dándole el valor necesario para explicar todo.

—No puedo comprenderlo —dijo Carina—. ¿Cómo es que esto pasó? ¿Cómo es que lo ocultaste todo este tiempo? ¿Por qué no me lo dijiste?

Aysel bajó la mirada seleccionando las palabras con las que respondería, pero Lilith se adelantó y con algo de frustración en su voz respondió.

—No es tan difícil entenderlo —dijo Romanov—. Leonardo Ferrara es quien involucró a Aysel en esto, ella no quiso que acabara con su familia, así que se involucró para salvarla. Ocultó esto, todo el tiempo, por petición de Leonardo y también para proteger a quienes la rodeaban. Ahora que lo sabes, también corres peligro.

Lilith habló en un tono normal que pudo ser interpretado como uno ofensivo por su acostumbrada seriedad en situaciones difíciles. La pelirroja se le quedó viendo y asintió recargándose en el respaldo de la silla. Cubrió sus ojos con sus manos y exhaló pesadamente.

—Necesito tiempo para entenderlo —dijo Robbins—. No es fácil darse cuenta de que la persona que creías conocer por completo, tiene un secreto que ha ocultado los últimos años.

—Carina, lamento haberlo ocultado. Pero era lo mejor para ti. Es mejor mantenerlo en secreto y ser discretas con esto. No quiero ponerte ni poner a nadie más en riesgo —declaró la asesora a su lado.

Carina se levantó de la silla, se despidió en voz baja y se marchó dejándolas solas nuevamente. Ferrara recargó sus brazos sobre la mesa y se recostó sobre ellos asimilando lo que acababa de pasar.

—¿Estás bien? —preguntó Lilith.

—Dentro de lo que se puede estar, sí —contestó sumida en sus pensamientos.

—Tarde o temprano tenía que saberlo si es una de las personas de tu confianza, no podías ocultarlo por siempre, Aysel —habló Romanov.

—Si, pero no tenía por qué enterarse de esta manera —contestó—. Tengo la sensación de que traicioné su confianza.

—Bueno, encontrarte a una chica como yo con un arma en la mesa comiendo un postre, fue una imagen inesperada, considerando lo hermosa que soy —intentó animarla.

Aysel soltó una pequeña risa cargada de la amargura que se apoderaba de ella.

—Dale tiempo, no es fácil descubrir que una mujer aparentemente normal como tú está viviendo una vida peligrosa cargada de negocios ilegales —comentó Lilith—. Si de verdad es tu amiga y quiere apoyarte, tarde o temprano lo entenderá. Aunque, creo que jamás volverá a ver a tu padre como el hombre amoroso que pretende ser.

Romanov se levantó de la mesa, recogió su plato y fue a la cocina para lavarlo con tranquilidad, mientras Ferrara seguía en su lugar en silencio.

—Lilith...

—¿Mmmh?

—Gracias por acompañarme mientras le explicaba todo a Carina —habló Aysel agradecida.

—No lo hice por ti —habló Lilith—. La capirotada fue el motivo.

Aysel sonrió tras escuchar su respuesta. El comentario aligeró las tensiones existentes en el ambiente, haciendo que este fuera más llevadero para la asesora, quien sabía que estaba viviendo con parte de su pasado en el presente que cada vez se volvía más difícil de ocultar.

Romanov se dio la vuelta, se secó las manos y fue directo hacia la puerta con intenciones de irse bajo la atenta mirada de Aysel.

—Me voy —dijo—. Te veo luego, Ferrara. Cuídate

—Igual tú —respondió viéndola marcharse.

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19 de Agosto de 2020 10:15 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Su llegada fue poco llamativa para los empleados que trabajaban atendiendo a los clientes del día en el local, algunos la saludaron de camino al piso donde estaba el estudio privado de Elena que en 15 minutos estaría repleto de colaboradores y asistentes creativos llenos de ideas nuevas que Morel se encargaría de descartar o aprobar. La asesora saludó alzando la voz, llamando la atención de los presentes que se limitaron a saludar con amabilidad sin intenciones de iniciar una conversación.

Por su parte, Elena levantó la mirada y le otorgó una sonrisa a medida que se acercaba. Ferrara abrazó con cariño a Elena y besó su mejilla. Morel correspondió a sus acciones aligerando la tensión existente en el ambiente antes de su llegada. Aysel se sentó a su lado después de acercar un banquillo, observó a Elena hacer una y otra vez trazos de una prenda que pretendía terminar antes de la llegada de su equipo creativo, pero que fallaba en cada uno de sus intentos.

—¿Cuánto llevas haciendo eso? —preguntó.

—Media hora —respondió frustrada volviendo a borrar sobre la hoja.

—¿Por qué no te despejas? La presión no ayuda mucho en este momento —dijo.

—Tengo la sensación de que se me acaba el tiempo y quiero terminarlo antes de que llegue el resto —habló la diseñadora.

La mano de Elena estaba rígida en sus continuos intentos de acabar con el boceto, Aysel se cruzó de brazos y observó cada uno de sus movimientos, el cómo las venas de sus manos se hacían ligeramente visibles y el contraste que hacían con la palidez de su piel.

La cordura de la diseñadora tocó su límite cuando se rompió la punta del lapicero y manchó levemente la hoja, la cual posteriormente se rompió por la fricción de la goma sobre ella con la intención de arreglar ese pequeño desastre que se convirtió en un caos a los ojos de Morel. Ferrara vio su desesperación, le quitó el lapicero y tomó su mano impidiéndole que continuara.

—Tranquila, cariño —susurró para ella—. Toma un respiro.

Elena se le quedó mirando un instante procesando el apodo cariñoso por el cual la llamó. Se quedó quieta un par de segundos mirando directamente a Aysel a los ojos.

—¿Debería acostumbrarme a que me llames así? —cuestionó con notoria emoción.

—Probablemente —contestó Aysel alzando los hombros con aparente inocencia.

Morel cambió el tema cuando recordó que en menos de 5 minutos iniciaría la reunión. Al retornar su vista de la pantalla de su celular a Ferrara, notó en su rostro algo de cansancio.

—¿Estás bien? —le preguntó tocando su mejilla—. Te ves un poco desanimada.

—Sí, estoy bien —contestó a pesar de no estar muy segura—. Tengo muchas cosas en la cabeza, es todo.

—Lo entiendo —dijo Elena—. Yo estoy igual. Si no fuera porque tengo bastantes pendientes de trabajo, lo de mi madre y una conversación pendiente con mi padre, te diría que pasáramos la tarde juntas.

—Descuida, ya tendremos tiempo en otra ocasión —respondió Ferrara.

El momento fue interrumpido por la llegada del equipo creativo que se dirigió a la sala de juntas, a la cual también llegaron Elena y Aysel. Ferrara se sentó cómodamente dispuesta a escuchar al equipo creativo y las nuevas cifras de compra y popularidad de la marca que iban en aumento. La mujer de pelo corto estaba por tomar el brazo de Elena, pero ella se apartó aparentemente concentrada en todo lo que decían los demás.

A diferencia de hace unos minutos, Elena mantenía su distancia y se tornaba mucho más profesional. Aysel le restó importancia a su comportamiento, ya que se enfocó en la reunión a pesar de que aquel simple gesto hizo maquinar su mente durante un buen rato.

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20 de Agosto de 2020 1:03 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

El tiempo transcurrió rápidamente en el camino hasta la agencia de autos que ella misma sugirió para que su compañera comprara un nuevo auto. Aysel no tocó el tema de lo ocurrido la última vez que se vieron durante un buen rato en el que se concentró en una conversación con ella basada en que tipo de auto le convendría para su uso diario.

—¿Extrañas tu Clío? —preguntó con intenciones de burlarse—. Era fabulosa tu mamá móvil.

—Ey, no me lo recuerdes. Tuve que crear una historia creíble de por qué desapareció de un día para otro —contestó.

—Sí, estoy de acuerdo. La historia del tiroteo no funciona para cubrirte.

—Por lo menos ahora alguien que no es mi padre y tú lo saben —comentó—. Aunque no estoy segura de cómo lo tomó Carina. A estas alturas aceptar que puede alejarse de mí por esto y por haberle ocultado mi secreto por años es algo aceptable.

—Probablemente, desprecie a tu padre, no tanto como yo, pero definitivamente ya no va a ser de su agrado —habló Romanov.

—¿Por qué lo dices? —cuestionó Ferrara.

—¿Bromeas? —Lilith miró a los ojos a Aysel—. Es un hombre que no le importó en lo absoluto su familia. Le importa más el dinero que su propia hija.

—Carina no sabe eso.

—Ahora es más que evidente. No creo que sea una chica tonta y a este punto ya habrá deducido como es Leonardo —habló Lilith con una expresión seria.

El silencio tomó lugar en su interacción después de aquellas palabras. Aysel fue la primera en bajar del auto de Lilith cuando se estacionó en la agencia de Maserati. Comenzaron a ver los autos y a evaluarlos mentalmente. Aysel estaba más preocupada por la estética, mientras que Lilith por las especificaciones técnicas.

—¿Qué te parece este?

Lilith señaló un Maserati Levante 2019, un SUV grande cuya combinación de lujo, deportividad y elegancia en el modelo llamó la atención de la chica. El modelo de color gris con acabados interiores de cuero no dejaban de lado la comodidad de los pasajeros y la estética perfectamente equilibrada. Romanov se paseó a los alrededores del auto analizándolo, mientras que Ferrara abría la puerta por indicación del vendedor.

Lilith subió en el asiento del copiloto y observó con atención cada uno de los detalles. El diseño moderno y elegante encajaba con las vibras de Ferrara, quien tomó el volante mientras se dibujaba una leve sonrisa en sus labios.

—¿Y esto cuánto me va a costar?

—Nada que no puedas pagar, Ferrara —habló Lilith—. Eres la directora de una empresa, permítete un lujo. Si no fuera por mí, ahora mismo estarías comprando un Vocho, no tiene nada de malo, pero una directiva de una empresa necesita lucir su elegancia.

—¿Cuál es su decisión, señorita Ferrara? —preguntó el vendedor.

—Me lo llevo.

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21 de Agosto de 2020 1:30 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Tomar el teléfono y marcar el número de su mejor amiga después de que los pensamientos en su mente estuvieran cargados de emoción, fue una de las mejores decisiones que tomó después de terminar sus pendientes del día y contar con un poco de tiempo libre para sí misma. Salió al balcón de su departamento y se recargó sobre el barandal metálico negro mientras esperaba que la llamada fuera tomada al otro lado del mundo.

(Conversación en francés).

Hasta que por fin recibo una llamada tuya —dijo Brigette al otro lado de la línea.

Lamento tardar en llamarte. Estuve ocupada con el trabajo y con otros asuntos —se excusó Elena.

Me preocupo mucho por ti y tú no respondes los mensajes —reclamó su amiga—. Aunque, por otro lado, sé que estás en buenas manos porque Ferrara está ahí para ti.

De ella quería hablarte —dijo Morel.

Soy toda oídos —habló Brigette.

Han sucedido muchas cosas entre nosotros, ahora sé que le gusto y que podríamos tener una relación sentimental —expresó con las palabras corriendo de su boca con exaltación.

Tranquila, Elena. ¿No están yendo demasiado rápido? Digo, se conocen, trabajan juntas y salen continuamente, pero ¿De verdad crees que es momento de tener una relación?

Elena no entendió el porqué el absoluto apoyo de su amiga había disminuido de golpe. Creía que sería la primera en alegrarse, pero ahora parecía estar más preocupada que alegre.

¿Por qué dices eso? —cuestionó.

Porque estoy pensando en ti. Luces tan emocionada que ni siquiera te has dado cuenta de los inconvenientes que tienes —Brigette hizo una pausa—. Estás en el medio de la investigación de la muerte de tu madre, tienes algunos conflictos con tu abuelo y además tu carrera todavía no está sentada sobre bases fuertes.

—No veo las complicaciones, estoy en el mejor punto de mi vida para tener una relación —objetó Elena.

No me lo tomes a mal, Elena. Sé que tenemos distintas perspectivas y no estamos de acuerdo todo el tiempo, pero desde mi posición, no creo que sea el mejor momento para que tengas una relación sentimental con la asesora que está a cargo de tu proyecto, eso se ve...

Aquellos comentarios removieron su conciencia adormecida por las gotas de enamoramiento. La diseñadora experimentó un golpe de realidad al escuchar a su amiga, cuyas palabras le causaban irritación y del mismo modo estaba de acuerdo con ellas en el fondo.

Sé que puede confundirse con un conflicto de intereses, pero no es así. Aysel y yo nos relacionamos de otra manera fuera del trabajo y sabemos mantenernos a raya, somos adultas —dijo Elena.

Muller meditó la respuesta de su amiga antes de hablar otra vez. Morel escuchó un suspiro al otro lado de la línea y luego un breve silencio.

—Elena —habló su amiga—. Quiero que seas feliz y tienes mi apoyo en esto.

Gracias —contestó con sinceridad.

Por cierto, ¿Ya le dijiste a tu abuelo sobre que te gustan las mujeres? —preguntó Muller.

No —dijo con desánimo, añadiendo una preocupación más a su lista.

¿Aysel sabe que no has salido del closet? —preguntó Muller.

Nunca hemos tocado el tema. Además, no creo que sea un problema, cada vez que actuamos como una pareja son con personas de confianza y no en otros ambientes, o por lo menos no intencionalmente.

Odio tener que decir esto, pero tengan cuidado. Sé que los crímenes de odio y la discriminación son muy fuertes aún en estos días —habló Brigette—. Se pueden perder muchas oportunidades laborales y... yo no quiero que vuelva a sucederte lo que pasó con Carolina.

—Ya no continúes —dijo Elena llevando una mano a su cabeza abrumada—. Seré discreta, por mi carrera y porque no estoy acostumbrada a esto...

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22 de Agosto de 2020 5:50 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

Los días transcurrieron como si de pequeños recuerdos se trataran. Su cabeza estaba llena de preguntas que con dificultades logró plantear la noche anterior después de escribirle un texto a Ferrara para invitarla a su casa esa misma tarde. Su agobio fue tanto que incluso fue incapaz de hablar con alguien al respecto, por lo que escribió cada una de las cosas que pasaban por su cabeza en una hoja de papel, la cual mantuvo cerca de sí hasta la llegada de Aysel.

Cuando Robbins abrió la puerta, se encontró con la cara preocupada de Ferrara después de que esta bajara de un auto diferente a los que ella conocía. Le permitió el paso y ambas de desplazaron hasta el recibidor. Carina le pidió a sus empleados que las dejaran a solas y que no las interrumpieran por ningún motivo. Aysel miró la hoja junto a la pelirroja y forzó su vista para leer en contenido, sin embargo, Carina tomó la hoja y la puso boca abajo sobre el sofá.

—Antes de decir cualquier cosa, quiero que me escuches —dijo Carina.

Aysel asintió y respiró hondo.

—Estuve pensando mucho los últimos días. Ha sido un mar de emociones que me tomó por sorpresa y que incluso ha sido más que confuso para mí. Saber de un día para otro que llevas años haciendo cosas ilegales por tu familia, es impactante por el hecho de que creí conocerte bien, pero la realidad era completamente distinta a eso.

Robbins escogió cuidadosamente sus palabras.

—Al principio sentí miedo por la presencia de esa mujer en tu casa, porque creí que estabas amenazada por ella. Cuando esa emoción se desvaneció y escuché tu explicación, fue inevitable no sentirme desilusionada y enojada contigo. Hemos sido amigas por más de una década y jamás mencionaste algo como esto.

Ferrara sintió su corazón contrayéndose en su pecho.

—Cuando el enojo se me pasó y empecé a comprenderte —habló—. Me sentí mal por ti, porque viviste esto sola sin apoyo y las consecuencias de tus acciones te han llevado hasta aquí. No quiero pensar en lo que has hecho, como traficar cosas o matar personas, porque aún no estoy del todo lista para aceptar que la mujer que está frente a mí, la que consideré mi confidente, es una criminal.

Sus palabras le dolieron a la asesora que comenzó a sentir sus emociones atoradas en su garganta y se preguntó cómo Carina podía estar tan calmada hablándole sin titubear.

—Pero no puedo tirar todo este tiempo a la basura, todo lo que conozco de ti y todo lo que sabes de mí. Porque mi amistad y mi confianza en ti es mayor —habló Robbins—. Te quiero, Aysel.

La atmósfera liberó su tensión, dejando sensibles a las dos chicas que ahora lloraban en el interior en silencio, dudando qué hacer después de eso.

—Yo también te quiero, Carina —susurró Aysel—. Tanto como para mantenerte alejada de esta parte de mi vida. La que pone en riesgo a los que amo y a mí misma.

Los ojos verdes de Robbins se convirtieron en el espejo de sus emociones, de todo aquello que no podía poner en palabras. Ferrara se levantó y fue a abrazarla. A diferencia de todas las ocasiones anteriores, aquel contacto se sintió intenso, una unión de confianza y comprensión pura que caracterizaba su relación.

—Si no te importa, tengo algunas preguntas —dijo Carina cuando controló la emoción del momento.

Ferrara retrocedió y en lugar de volver a su sitio, se sentó a su lado apartando la hoja de papel que Carina puso junto a ella momentos antes.

—Te escucho. Voy a decirte todo lo que quieras —accedió Aysel.

—¿Cómo es que llevas una buena relación con tu padre después de esto? —cuestionó.

Aysel suspiró y juntó sus manos apoyando sus codos sobre sus rodillas, encorvando su posición.

—No la tengo. Es una ilusión en la que ambos participamos para mantener las apariencias y que mi mamá y mi hermano no se enteren —explicó—. Me trata bien ante los demás, aunque en privado sea completamente opuesto.

—¿Estás bien con eso? —preguntó la pelirroja.

—Sí —sonrió triste—. Estoy acostumbrada. Ya sé que no importa lo que haga, desde hace mucho tiempo dejé de ser su orgullo. Incluso a veces siento que también dejé de ser su hija.

—Le quiero romper la cara —comentó Carina haciendo reír a su amiga—. La señora Ana María no merece esto. Ni siquiera Marco ni mucho menos tú.

Aysel le dio la razón con un asentimiento y esperó la siguiente interrogante de Robbins.

—¿Hubo consecuencias psicológicas por este trabajo? —preguntó Carina, temerosa de la respuesta.

Aysel se tomó su tiempo para responder, bajó la mirada y luego vio el rostro consternado de Carina.

—La ansiedad aumentó, fue la temporada en la que estabas en Europa y a mí me medicaron —habló—. No pude pasar ni un solo día sin estar medicada. La presión y la ansiedad de saber que podía morir al día siguiente casi acaba conmigo. Hubo un momento en que llegué a pensar que rendirme era lo mejor que podía hacer, pero...

—¿Qué pasó? —la alentó a continuar.

—Lilith no me dejó morir —contestó Ferrara—. Sé que puede ser impresionante para ti por la situación en la que nos encontraste, pero es diferente a lo que crees. Me dio más motivos para continuar y cuidó de mí. Afronté todo, con ella, apoyándome y protegiéndome.

—¿Ustedes dos...?

—Sí —confirmó—. Fuimos pareja, antes de que yo me involucrara en la organización. Nos conocimos porque ella fue quien me tatuó.

—Ahhh, así que era ella la mujer de la que no podías hablar sin sonreír —Carina conectó las piezas.

—Sí. Cuando nos conocimos yo estaba en mi proceso de sanar lo ocurrido con Maite y ella estaba en una etapa difícil de su vida también. Eso fue lo que nos ayudó a complementarnos con el tiempo, aunque no fue fácil para mí lograr que algo formal sucediera entre nosotros —comentó con una pizca de melancolía en su voz—. Ella supo todo de mí y yo de ella. Fue paciente con mis limitaciones y yo comprensiva con el estilo de vida que llevaba. De hecho, ella ha sido la única mujer que he podido besar después de lo que pasó con Maite.

Sus últimas palabras impactaron a Carina. Ferrara hablaba con tristeza, mientras que Robbins asociaba cada una de sus revelaciones.

—A veces extraño la relación que teníamos en ese entonces, pero es mejor para mí que me concentre en el presente y olvide el pasado.

—¿Por qué terminaron? —preguntó Carina.

—No lo sé con exactitud —respondió—. Aún hoy sigo repasando la conversación que tuve esa noche con ella y reprochándome mi mala elección de palabras, mi impulsividad y el valor que me faltó para aclarar las cosas en ese momento. La herí y eso es algo que nunca me voy a perdonar. Después de eso perdimos contacto hasta que hace poco volvimos a trabajar juntas.

—Francamente, me sorprende que no te haya disparado con el arma que tenía en la mesa —comentó Robbins—. Se nota que es una asesina de sangre fría.

—Su trabajo no la define completamente como persona, Carina —la reprendió Aysel—. Hay más detrás de su exterior de una mujer determinada. Créeme, aquella mirada que puede matar, también puede amar.

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23 de Agosto de 2020 2:30 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Dio incontables vueltas sobre su cama esa noche tratando de dormir. No entendía la razón de sus angustias, pues ya había arreglado las cosas con Carina. Rendida ante la incapacidad de dormir, se sentó sobre el colchón, talló sus ojos con sus manos y se levantó. Caminó hasta su estudio después de prender la luz del pasillo.

Se sentó en la comodidad de su silla frente a su escritorio, decidida a aprovechar su tiempo en hacer algo productivo. Sin embargo, no había correos que responder, documentos que leer o firmar y mucho menos algo que hacer. Se recargó sobre el respaldo y observó con detenimiento a su alrededor. En la esquina de la habitación había una caja de cartón cerrada con cinta que llevaba mucho tiempo ahí y que se dijo a sí misma que ordenaría cuando tuviera tiempo.

Se levantó y caminó hacia la caja para tomarla y ponerla sobre su escritorio. Rompió la cinta con un abre cartas de colección que compró tiempo atrás y reveló su contenido. Una estatuilla de tiburón hecha de marfil, algunas cartas y viejas fotos de cuando era más joven y también cuando estaba con Lilith.

—No recordaba que esto estuviera aquí —dijo para sí misma.

Levantó una fotografía que tenía un corazón dibujado con permanente negro cerca de la imagen acompañada de una frase en ruso, schastlivoy nochi, que se traducía como "Una noche feliz". Sus rostros se veían felices, encontrándose y sonriéndose mutuamente, con miradas enamoradas y un contexto distinto al actual. Aquel día Lilith le enseñó un poco de ruso y así fue como logró escribir en la fotografía aquella frase.

Sin embargo, aquella fotografía no era la memoria más significativa dentro de la caja. Pues sus ojos divisaron una hoja maltratada doblada de forma torpe entre todas las demás cosas. Aysel la tomó y la desdobló para leerla.

Somos dos almas tan iguales, pero fuimos separadas en el inicio de la existencia. Colgamos de nuestros destinos y soportamos los fuertes vientos que la adversidad sopla sin piedad. Tan cerca de tocarnos y volvernos una, pero tan lejos de hacerlo. Solo tú y yo en este preciso instante, que se desvanece con el paso de cada minuto y se vuelve un recuerdo que mantiene cálidos nuestros corazones.

Tú y yo somos demasiado especiales para dedicarnos solo una vida, así que cariño, voy a amarte en esta y buscarte en las siguientes.

Apreció cada palabra y su propia caligrafía escrita con el amor a pulso. El día en que escribió esa carta, fue el día en que pudo besar a Lilith por primera vez. Cuando ambas transformaron esa tensión frecuente en el atrevimiento de dejar los límites de lado para finalmente dejar que sus labios hicieran contacto.

Una interacción que se volvió desenfrenada hasta robarles el aliento, liberando por fin todas esas ganas contenidas por un miedo latente que se desmoronó en aquel instante. Los labios de Lilith le dieron el más intenso, hermoso y desenfrenado beso de su vida, aquel que le devolvió por completo la vitalidad.

Para cuando se separaron, sabiendo que lograron superar uno de los obstáculos más complicados, supieron que no pararían, o al menos no esa noche. Después de aquel primer beso de ambas, se desencadenaron muchos más que competían con superar al anterior en intensidad y deseo. Perdieron el control esa noche y terminaron desnudas en la cama con las respiraciones agitadas y los latidos de su corazón, corriendo aceleradamente, encontrando su destino.

Podría morir de felicidad en este momento después de haberte besado —fueron las palabras que pronunció mientras la miraba a su lado y sentía sus caricias cariñosas.

No mueras, aún no he terminado —dijo Lilith con una sonrisa pícara—. Deja que recupere la energía y no te librarás de mí y mis exigencias, Luna.

Ese recuerdo, era el más preciado que tenía con Lilith y aquel que jamás olvidaría. Con los ojos llorosos, se recargó sobre el escritorio y dejó salir toda esa tristeza que contuvo por años al no poder hablar de ella con alguien. La conversación que tuvo con Robbins destapó la tormenta en su interior y fue inevitablemente no dejarla salir en aquel momento. Si quería continuar, entonces primero tenía que soltar.

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24 de Agosto de 2020 9:37 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

La comodidad del nuevo auto de Ferrara fue reconocida por Robbins. Concordaba con la asesora de que el cambio de vehículo le sentaba bien, aunque ahora tendría que acostumbrarse a verla en el nuevo auto. Ferrara recogió a Robbins para que ella le ayudará a elegir el regalo que le daría a Elena para pedirle que fuera su novia. Aysel sabía que a su amiga no le gustaba usar transporte público, por lo que se llevó su carro nuevo para recogerla.

—¿Qué le pasó a tu Renault? —preguntó Carina con genuina curiosidad.

—Terminó destruido en un tiroteo —respondió Aysel con naturalidad.

De todas las respuestas que podía esperar Carina, esa no era una de ellas.

—Definitivamente, no esperaba eso —comentó.

—Disculpa si soy más abierta ahora, la última vez que hablamos me ayudó a liberar un poco la carga que llevaba sobre mi espalda y me siento más liberada, ya que no tengo que ocultarte nada —respondió Aysel.

—De acuerdo, te entiendo —Robbins pensó un momento—. Por cierto, hay algo que olvidé preguntarte.

—Te escucho —habló Ferrara.

—¿Qué es lo que haces exactamente? —Carina tenía genuina curiosidad en saber.

—Pues... —Aysel mantuvo la vista al frente mientras conducía—. Generalmente, eran operaciones de bajo riesgo, fraudes, robos e incluso intercambio de mercancía.

—¿Mercancía? —preguntó.

—No necesitas saber que es, créeme —dijo Aysel—. Aunque ahora es diferente. Me convertí en la negociadora principal, hago tratos y voy a misiones que tienen más complejidad. Por eso Lilith se encarga de protegerme, me mantiene viva mientras trabajo.

—¿Entonces todos los viajes que has hecho recientemente han sido por esos motivos? —preguntó Carina.

—Sip —afirmó—. Si hay algo que hacer en el extranjero o incluso en territorio nacional y me envían, tengo que estar ahí sin objeción.

Carina asintió y miró los coches que las detuvieron en el tráfico usual citadino.

—Ahora que lo pienso, Elena es la mujer más normal con la que has salido —comentó—. Maite es una loca y Lilith una sicaria. ¿Encuentras atractivo el peligro o algo parecido?

—No —Aysel soltó una pequeña risa—. No tienen mucho en común entre sí. Simplemente es una coincidencia.

—Bueno, ahora me siento aliviada de que sé que Elena no te pondrá en peligro porque no está loca o es una sicaria que trabaja para una organización internacional criminal.

Robbins abrió la ventana para permitir que el aire de la noche la refrescara un poco. Al asomarse por la ventana, notó que estaban por un camino que no frecuentaban. Miró a Aysel quien parecía saber a dónde iba y se quitó los lentes de sol.

—¿A dónde vamos? —preguntó Carina—. Creí que iríamos a comprar un regalo para Elena.

—A eso vamos, pero primero necesito pasar a otro lado.

Ferrara siguió conduciendo hasta Polanco. Se detuvo frente a una casa lujosa de varios pisos, bajó del auto y le dijo que la acompañara. Carina estaba muy confundida, sin embargo, siguió sus indicaciones y se paró junto a ella frente a la puerta después de que Ferrara tocara el timbre.

Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando un tipo alto, rubio, de ojos azules, tatuado y sin camisa, abrió la puerta con una expresión seria. Robbins creyó que se encontraba frente al jefe de una mafia, quien la vio de arriba abajo y luego le sonrió. Ni siquiera notó a Aysel y únicamente habló dirigiéndose a la pelirroja.

—Hola preciosura —le dijo de manera coqueta para después dirigir su vista a la asesora—. Ah, y Aysel.

—¿Está Lilith? —preguntó la chica de pelo corto.

—Sip, bajará en un momento, ¿Por qué no pasan y la esperan en la sala? —las invitó al pasar.

Carina rezó porque Aysel se negara, pero hizo lo contrario. El tipo les permitió el paso y las llevó hasta la sala después de pasar por la entrada desde donde pudo ver varios autos e incluso a un rottweiler y un samoyedo jugando.

—Olvidé presentarlos —mencionó Ferrara—. Carina, él es mi amigo Dmitry Kozlov. DM ella es Carina Robbins, mi mejor amiga.

—Un gusto —dijo Carina por compromiso.

—El gusto es mío, preciosa —respondió Dmitry.

Ferrara se sentó en la sala con Carina a su lado. Robbins estaba muriéndose de los nervios y observando todo el lugar, preguntándose dónde estaba la droga y las armas.

—¿Quieren algo de beber? —preguntó DM.

—Un vaso de agua, por favor —pidió Aysel.

—Yo nada, gracias —dijo Carina.

Dmitry asintió y se dirigió a la cocina dejándolas a solas.

—Relájate un poco, no son malas personas.

—¿Bromeas?, acabamos de estar frente al posible jefe de una mafia y tú lo tomas con toda naturalidad —se quejó la pelirroja.

—Pero si Dmitry ni siquiera...

Aysel fue interrumpida por el chico que llegó con un vaso de agua que le entregó. Dmitry se sentó frente a ellas y las observó de manera inofensiva, como un niño fascinado. Robbins escuchó una voz femenina proveniente de las escaleras que le indicó a su amiga que subiera. Ferrara se retiró dejándola junto con Dmitry.

—¿Conoces a Aysel desde hace mucho tiempo? —preguntó el chico intentando iniciar una conversación para no permanecer en el incómodo silencio.

—Sí. Desde hace algunos años —se limitó a responder.

—Yo también. Lilith me la presentó —comenzó a contar.

—Disculpa —Carina se quedó viendo su torso desnudo—. ¿Podrías cubrirte?

Dmitry se miró a sí mismo y sonrió.

—¿Te distraigo mucho? —le coqueteó.

—No. Simplemente, no me es cómodo hablar con personas que están medio desnudas —habló Carina inexpresiva.

Kozlov se levantó y tomó su camiseta holgada ubicada en el otro sillón y se la puso antes de volverse a sentar frente a Carina. La emoción retornó a su rostro cuando volvió a verla, con sus piernas cruzadas y sus manos recargadas sobre ellas en una posición elegante.

—Eres muy bonita, de verdad quedé impresionado cuando te vi en la entrada —dijo Dmitry—. Me pregunté, ¿Este será mi ser amado?

—Gracias, ya sé que soy bonita —dijo de manera fría.

—Sí, eres preciosa. Afortunadamente, estoy de rebajas, guapa —habló con un acento ruso marcado—. Te dejo dos besos por el precio de uno.

Carina frunció el ceño por el intento de piropo que no le hizo nada de gracia. Para su fortuna, Aysel regresó seguida por Lilith quienes bajaron las escaleras. Ferrara llevaba un paquete consigo y su acompañante le estaba dando indicaciones. La asesora le dijo que era hora de que se fueran, Carina no tardó en levantarse y caminar junto a Ferrara hacia la entrada.

—No te vuelvo a acompañar a ninguna parte si me vuelves a dejar sola, Aysel Ferrara Ávila.

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