Capítulo 16: Sofocantes Tensiones

07 de Agosto de 2020 3:35 pm, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

La convivencia con los presentes en la casa de Carina se tornó agradable debido a que ya se había acostumbrado a salir con Robbins y Julio sin que estuviera Aysel. El modelo se notaba bastante interesado en el viaje de Ferrara a Italia y no paraba de hacer preguntas, mientras que Carina no perdió la oportunidad de desaprovechar reclamar por qué Aysel no la invitó al viaje, a lo que Ferrara respondió que había sido por trabajo.

Bebió de su vaso mezclado con un toque de alcohol que aligeró sus preocupaciones y la hizo sentir más segura de sus palabras y acciones. Aquel bajo toque la ayudó a mantener el contacto visual que sutilmente Aysel le dirigía.

Ferrara se notaba más tranquila que en otras ocasiones, más auténtica y natural en cualquiera de sus interacciones. Su regreso había significado para Elena, la alegría de poder convivir laboralmente y personalmente de forma en que su vida no se sentía tan solitaria o tan ocupada a su lado.

—Debiste de ver a Elena, Aysel. Se vuelve atrevida con un par de tragos encima.

Comentó Julio haciendo alusión a las salidas que tuvieron junto con Carina y ausencia de la asesora.

—Sí. Ten cuidado Aysel, o podrías ser una de sus presas —añadió Carina en un tono pícaro—. O tal vez si lo quieres.

Ferrara alzó los hombros con una sonrisa y luego miró a Morel frente a ella. La diseñadora mantuvo el contacto visual hasta que el tema de la conversación cambió por iniciativa de la asesora.

—¿Vas a hacer una fiesta por tu cumpleaños este año, Robbins? —cuestionó.

—Por supuesto, pero ustedes dos —señaló a Aysel y a Julio—. Par de virgos borrachos, no están invitados. No quiero que vuelvan a romper un jarrón de 10,000 dólares.

Los ojos de Morel se abrieron por la sorpresa, miró a los nombrados, quienes pretendían ser inocentes ante sus ojos.

—Elena, querida, tú sí estás invitada —dijo Carina más relajada.

—Ey, la vez del jarrón no fui yo, fue Julio —se excusó Aysel.

—Traidora —dijo el modelo en broma.

Los presentes rieron por el fingido conflicto y siguieron conversando sin más inconvenientes. Aysel, posaba sus ojos en la diseñadora a cada rato esperando recibir una mirada de vuelta que de una u otra forma le daba Elena nerviosa.

Robbins bebió el último trago de su vaso y se inclinó para dejarlo sobre la mesa de centro para posteriormente acomodarse mejor en el sofá y mirar a Aysel quien estaba comentando algo con respecto a la fiesta del año pasado. En la zona del cuello de la asesora, en el pliegue de la camisa blanca, pudo observar una ligera mancha de lo que parecía ser maquillaje, más específicamente base.

La fricción del cuello de su camisa con su piel provocó que el maquillaje se removiera, dejando a la vista los indicios de una marca rojiza que desde la perspectiva de Robbins parecía un chupetón.

—Lo que está en tu cuello es un... —Carina se dirigió a Aysel sin medir las consecuencias de sus palabras—. ¿Chupetón?

La conversación se detuvo abruptamente por su comentario, Elena fijó su vista en el cuello de la asesora donde pudo observar a qué se refería Carina. Eso explicaba el porqué Aysel utilizó la corbata todo el tiempo y no dejó que su camisa dejará descubierta esa zona. Los ojos de Elena manifestaron lo que sus palabras no podían, mientras tanto Aysel la veía fijamente intentando encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que estaba pasando.

—No me digan que ustedes dos ya... —les sonrió a ambas—. Elena, definitivamente estás marcando territorio, mujer.

Morel se levantó sin decir ni una sola palabra, tomó su bolso y abandonó la sala de estar fastidiada por las emociones que amenazaban por salir de sus ojos de una manera incontrolable. Su pecho se oprimía por una desconocida decepción y su confianza se rompía a cada paso que daba. No notó que a sus espaldas estaba Aysel siguiéndola con intenciones de detenerla.

—¿Dije algo malo? —le preguntó Carina a Julio confundida por la situación.

—Si eso es un chupetón, definitivamente no es de Elena —habló el chico.

Carina cubrió su boca contra sorpresa asimilando las implicaciones de sus comentarios. Por otro lado, la asesora tomó de la muñeca a Morel y la detuvo. Elena no quería encararla ni mucho menos hablar con ella en ese momento.

—Espera —pidió—. Déjame explicarte, no es lo que crees.

—No tienes que darme explicaciones —dijo Elena—. Tú y yo no...

—No lo digas, por favor —la interrumpió Ferrara.

Morel no habló, vio de reojo a Aysel, se soltó de su agarre y siguió caminando hacia la salida dispuesta a irse. Sin embargo, la asesora se adelantó y la detuvo impidiéndole el paso.

—Déjame, no quiero que me hagas sentir más estúpida por parecer que quiero reclamarte por todo cuando no hay nada entre nosotras —dijo avergonzada por sus propias revelaciones.

Morel evitó a Aysel del camino, pero Ferrara no la dejó irse, ya que la acorraló contra la pared del pasillo, poniendo sus manos a cada lado de su rostro.

—Deja de ser tan terca y escúchame primero —dijo la chica de pelo corto que abandonó su tono tranquilo usual para transformarlo en uno más fuerte y certero.

—Ya dije que no tienes que justificarte ante mí —dijo Elena en un tono frío.

—Si no me quieres escuchar, entonces velo tú misma —declaró antes de deshacerse de su corbata y desabrochar los primeros botones de su camisa dejando a la vista su cuello.

La cercanía de sus cuerpos le permitió a Elena observar con mucho más detalle la marca en su cuello, aquella irritación rojiza que ahora que veía con claridad tenía parecido con un chupetón, pero no lo era. Su tacto se guio por el instinto de sentir y no tardó en posar las yemas de sus dedos sobre la zona afectada, teniendo precaución de causar una molestia.

—No es lo que crees —dijo la asesora más calmada—. Fue por un accidente que tuve en Italia con una máquina de choques eléctricos.

Su corazón sintió alivio al escuchar una explicación, pero su orgullo le impedía aceptar por completo lo dicho por Ferrara.

—Sé que no tengo que darte explicaciones, pero te lo digo porque no quiero herir tus sentimientos.

Elena se acercó a ella en ese impredecible silencio y se recargó sobre su hombro, escondiendo su rostro en la curvatura de su cuello. Su respiración chocaba contra la piel de la zona y sus ojos permanecían cerrados asimilando lo que dijo.

—Discúlpame, yo no debí de portarme así hace un instante —habló Elena en voz baja.

—Lo entiendo, descuida.

—Aysel.

—¿Mmmh?

—Perdón también por esto.

Elena se acercó a su cuello y sus labios besaron con delicadeza su piel. La delicadeza se transformó en ímpetu que tomó el control de la situación y la llevó a potenciar la intensidad hasta el grado en que sus dientes se clavaron sobre la piel de Aysel dejando una marca símbolo de su posesividad.

—Bueno, creo que no tendremos que detener una pelea hoy, Robbins —dijo Julio al lado de la chica pelirroja—. De hecho, creo que necesitan una habitación.

—Shhh calla, no interrumpas —se quejó Robbins.

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09 de Agosto de 2020 9:08 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Llegar a su oficina creó una sensación extraña de pertenencia e incluso extrañeza. Cuando las puertas del elevador se abrieron, escuchó los teléfonos de las asistentes sonando y el acostumbrado ritmo de trabajo de todos los presentes. Caminó por el pasillo en dirección a su oficina, no sin antes recibir un par de saludos de sus empleados que le decían que se alegraban de verla.

En el camino, García, su asistente, la esperaba para acercarse a ella y comenzar a hablar de lo sucedido en su ausencia. La chica se veía más relajada y feliz, lo que Aysel interpretó como una confirmación de que había disfrutado de tomar su lugar en Nápoles cuando ella estaba en Sicilia.

—¿Cómo ha estado, señorita Ferrara? —preguntó García una vez que entraron a su oficina.

—Bastante bien, ¿usted? —cuestionó mientras se quitaba el saco y lo ponía en el perchero—. ¿Disfrutó de sus vacaciones en Nápoles?

—Sí, muchas gracias. Fue bastante amable de su parte que me regalara un viaje a Italia de varios días.

—Descuida, has trabajado duro y lo mereces —contestó Aysel ignorando que la verdadera razón por la que envió a su asistente fue porque debía estar en Sicilia.

García colocó las carpetas que llevaba consigo sobre el escritorio, poniendo al tanto a la directora de lo ocurrido en la empresa en su ausencia y de todo lo que debía terminar urgentemente en su jornada laboral de ese día. Ferrara le prestó atención a cada detalle y tomó algunas notas en una pequeña libreta para no olvidar nada.

—García —la llamó antes de que se fuera—. ¿Cómo está la situación financiera de la empresa?

—Estable, aunque hay algunas dificultades por el desembolso de la indemnización en el caso del señor Torres —explicó frente a ella.

Aysel evaluó las opciones y su interés fue notable cuando dejó de hacer lo que hacía y la miró fijamente analizando lo que podía hacer.

—Notifique al resto de los socios de una aportación de capital extraordinaria —declaró Ferrara.

—Sí, señora. ¿Quién va a aportar el capital? —cuestionó su asistente.

—Yo lo haré —respondió y luego alzó la mirada—. Transferiré 7 millones de mi cuenta personal a la de la empresa.

Su asistente se quedó inerte por su respuesta, sin embargo, no le tomó mucho salir de su trance, asentir e ir directo a su escritorio fuera de la oficina, teniendo muy presente lo que debía hacer. Tras su salida, Torres entró diciendo que necesitaba hablar con Ferrara. Daniel tomó asiento frente a ella y aclaró su garganta antes de hablar.

—¿Disfrutaste tu viaje? —preguntó—. Fueron unas buenas vacaciones para ti.

Aysel seguía sin mirarlo directamente a la cara, pues estaba concentrada entre la lectura de documentos que necesitaban una firma suya.

—No fueron vacaciones, Daniel. Fue un viaje de negocios.

—¿De la empresa o tuyos? —cuestionó Daniel con notorias intenciones de molestarla.

—Negocios personales, nada que te incumba a ti —dijo Aysel.

—Si estás demasiado ocupada en tus negocios personales y descuidas tu posición en la empresa, entonces ¿No deberías cederle la dirección a alguien más?

Ferrara se detuvo en seco al escuchar su comentario lleno de malicia que ni siquiera se tomó la molestia de ocultar.

—Es un riesgo que comprometas a la empresa por negocios que probablemente te den más dinero que estar aquí —siguió hablando—. Si eso continúa, entonces alguien más tendrá que hacerse cargo de las labores directivas.

—Sí, pero no creo que tú seas el ideal para eso —contestó Aysel—. No posees ninguna de las cualidades necesarias para tomar un cargo como la dirección cuando solo te preocupan tus propios intereses y cometes errores que nos hacen desembolsar grandes cantidades de dinero.

La forma directa en que la asesora respondió fue una forma de contraatacar.

—¿Qué te hace creer que quiero tu puesto?

—El hecho de que estás frente a mí intentando intimidarme porque me estás viendo como tu competencia —respondió con simpleza.

—Únicamente estaba haciendo una sugerencia y tú eres quien cambió el enfoque de la conversación —se defendió.

—Ahórrate tus sugerencias cuando no te las pidan —habló—. Ahora, si me disculpas, tengo trabajo por hacer. Ahí está la puerta.

Ferrara volvió a concentrarse en sus asuntos, dejando en segundo plano a Torres. El hombre se levantó y se retiró sin decir nada más.

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10 de Agosto de 2020 11:49 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

El comienzo de la noche estuvo marcado por un par de tragos, seguidos por otros tantos shots y risas entre todos los presentes que tenían algo en común esa noche, Carina Robbins. La mujer que era su amiga y que les invitó a la fiesta de esa noche con motivo de su cumpleaños. La inmensa casa de la chica pelirroja se transformó en un lugar lleno de luces y un ambiente imperantemente agradable para todos sin dejar de lado a nadie. La música se escuchaba por toda la casa y el ánimo de las personas no disminuía en lo absoluto. Julio y Aysel se estaban divirtiendo juntos mientras que Carina y Elena estaban bailando entre ellas en el centro del jardín.

Aysel había llegado de la mano de Elena, sin embargo, ambas se separaron un breve momento en el que terminaron en lugares diferentes de la casa haciendo distintas cosas. La diseñadora estaba comenzando a llamar la atención de varios invitados y Ferrara estaba concentrada en la conversación con Julio que le provocaba bastantes risas a ambos.

Para aquel punto, el modelo dejó su vaso y tomó una botella de la cual bebía directamente como si se tratara de agua y no de alcohol. Constantemente le ofrecía un trago a Aysel quien lo rechazaba con la excusa de que tendría que manejar cuando se fueran, pues tenía planeado llevar a Elena a su casa antes de irse a descansar a su departamento.

—No sé cómo soportas a Daniel —comentó Julio—. Es alguien molesto la mayoría del tiempo. No tendría la paciencia de soportarlo.

—Pensé que te caía bien —respondió Aysel.

—Para nada, y creo que a Carina tampoco desde la vez que se portó de manera estúpida contigo —confesó Julio.

—Hablando de eso, ¿Dónde está Robbins y Elena? —preguntó Aysel mirando a su alrededor.

—Probablemente, adentro —dijo Julio—. Vamos a buscarlas.

Se abrieron paso entre las múltiples personas que bailaban y cantaban juntas, consumidas por la emoción de la música y un poco de alcohol en sus sistemas. Al llegar a la casa, comenzaron a buscarlas en el recibidor, la cocina e incluso el comedor, pero no había rastro de ellas. Volvieron al jardín con la esperanza de encontrarlas, pero en el camino, una mujer pasada de copas fue directamente a abrazar a Ferrara de manera cariñosa.

Elena se pasó de copas y su ebriedad se veía en su forma de caminar y en sus movimientos torpes. Ferrara la sostuvo entre sus brazos dándole soporte mientras ella rodeaba con los suyos su cuello, atrayéndola hacia ella.

—Eres muy bonita —comentó Morel—. ¿Tienes novia?

Ferrara se quedó confundida mientras la miraba en ese estado.

—Creo que se le pasó la mano con el vodka —comentó Robbins.

—¿Cómo terminó así? —preguntó Julio admirando la escena.

—Se me perdió dos segundos y cuando la encontré ya era el alma de la fiesta, definitivamente perdió la timidez —explicó Carina.

La asesora tomó a Morel de la mano y la llevó al recibidor para que se sentaran un rato a que Elena descansara. Carina y Julio las siguieron. Aysel se sentó primero y esperó a que Morel también lo hiciera, sin embargo, contrario a lo que los modelos y Ferrara esperaban, Elena no se sentó del lado de Aysel, se sentó en sus piernas cómodamente para posteriormente pasar un brazo sobre su cuello por comodidad.

Aysel reaccionó con naturalidad, llevando una de sus manos a su cintura y manteniendo la otra sobre sus muslos, sin intenciones de tocarla de manera íntima. Elena acarició el pelo de la asesora aprovechando su cercanía y la hizo elevar su rostro para que la mirara.

Julio y Carina se retiraron dejándolas solas en el recibidor, evitando ser un mal tercio entre ellas. Los modelos fueron recibidos por el resto de las personas y rápidamente terminaron en el centro de la pista demostrando su sensualidad y su soltura.

—Me gustas —dijo—. Pero no sé si yo te gusto a ti.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Aysel.

—Porque no me tratas como si te gustara —contestó—. Quisiera verte sin tantos modales y también sin tanta ropa.

Aysel sonrió a su comentario.

—Creo que puedo demostrarte que en realidad me gustas —se acercó a su oído para susurrarle mientras su mano acariciaba su muslo con delicadeza y su tacto de estaba dirigiendo por debajo del vestido de Elena—. Si quieres que deje de lado mis modales un momento, entonces lo haré.

Presionó su muslo con fuerza y se acercó a su cuello para besarlo con ganas, permitiéndose gobernar por su instinto y su deseo. Elena cerró los ojos disfrutando de la humedad de su boca y sus besos que comenzaron a provocar calor en su boca. Ferrara disfrutó de aquel momento antes de detenerse.

—¿Por qué te detienes? —preguntó Elena mirando a Aysel.

—Porque estás ebria y no quiero aprovecharme de eso. Solo quería demostrarte que sí me gustas —le sonrió de manera tierna—. Vamos, te llevaré a casa.

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11 de Agosto de 2020 1:30 am, Ciudad de México.

Elena Morel Garza.

Subió a su departamento junto con la asesora, quien en todo momento se encargó de cuidar de ella. Los efectos del alcohol disminuyeron, pero no se fueron por completo, aún se sentía mareada y poseía parte de la valentía que le ayudó a ser más directa con Ferrara. Aysel sostuvo su mano hasta que tuvo que soltarla para abrir la puerta del departamento cuando Elena le dio las llaves.

Abrió la puerta y le permitió el paso. Elena se adentró a su hogar despacio bajo la mirada de Aysel, se dio la vuelta para mirarla de igual forma y lo que encontró, le agradó. Era una mirada con una pizca de deseo combinada con ternura y dedicación pura.

—¿Tienes que irte? —cuestionó Elena.

—Debería hacerlo si quiero llegar a dormir unas cuantas horas para levantarme temprano a trabajar —habló la chica frente a ella.

Ninguna se atrevía a llevar la conversación a otro punto, simplemente esperaban a que alguna se atreviera a pedir lo que en el fondo ambas querían.

—Sí, tienes razón. Bueno, en ese caso. Gracias por traerme a mi casa, regresa con cuidado. Buenas noches —dijo Elena resignada.

—Descansa. Llámame en la mañana cuando despiertes. Buenas noches, Elena —respondió Aysel.

Morel cerró la puerta y se recargó en ella, suspirando profundamente mientras vaciaba su mente de sus pensamientos. Por su parte, al otro lado de la puerta, la chica castaña caminó por el pasillo en dirección al ascensor, preguntándose por qué poseía el ímpetu interior de dar la vuelta y tocar la puerta de Elena.

—A la mierda —dijo en voz baja a medio pasillo.

Retornó sus pasos y se paró indecisa frente a la entrada, sus nudillos tocaron la puerta y esperó a que Morel le abriera en lo que pensaba en que iba a decirle. La diseñadora se sobresaltó en su lugar al escuchar como alguien tocó la puerta y se asomó por la mirilla para ver de quien se trataba. Su corazón dio un salto cuando visualizó a Aysel al otro lado. No demoró en abrir.

—Quiero dormir contigo —fueron las primeras palabras que salieron de su boca.

La mujer se quedó confundida, intentando descifrar a qué se refería con exactitud y al mismo tiempo disimulando su emoción.

—Lo que quiero decir es —tomó aire—. Quiero pasar la noche contigo. Sin tener sexo o algo así, solo estar a tu lado.

Morel no supo reunir las palabras necesarias para dar una respuesta, sin embargo, la sonrisa en sus labios junto con su expresión feliz fue la única respuesta que necesitó Aysel para abrazarla adentrándose al departamento. Elena la guío hasta la habitación principal y ambas se pusieron cómodas sobre la cama. Aquella que tenía un edredón blanco al igual que las sábanas que hacían un buen contraste con la cabecera acolchada de color gris.

Las almohadas tenían el olor del perfume de la diseñadora, aquella dulce esencia que Ferrara comenzó apreciar. Elena se recostó junto a ella, del lado derecho de la cama, mientras que Aysel estaba del lado izquierdo. La diseñadora observó desde su posición como la iluminación de la ventana de su habitación le permitía una vista diferente del rostro de Ferrara y cómo este se notaba pacífico a su lado.

—¿Puedo abrazarte? —pidió la diseñadora.

Aysel asintió y permitió que la chica se acercara de a poco, acurrucándose cerca de su cuerpo, rodeando con sus brazos su cintura. Ferrara correspondió a su abrazo y comenzó a acariciar su espalda con delicadeza, como si temiera molestarla.

—Me gustas, Elena —dijo Aysel—. Descubrir esas nuevas facetas tuyas me hicieron confirmarlo y provocaron que quisiera saber mucho más sobre ti.

Morel comenzó a ser envuelta por la emocionalidad del momento.

—Estoy comenzando a quererte y eso es un hecho que en cierto sentido me aterra. Porque eso significa que pensaré en ti con mayor frecuencia y querré darte todo mi tiempo para demostrar lo mucho que me importas.

—¿Eso tiene algo de malo? —preguntó Morel—. Porque no me importaría que pensaras en mí frecuentemente y mucho menos que pasaras tu tiempo conmigo.

Hubo un breve silencio entre ambas.

—Aysel, yo no solo quiero que me quieras, también quiero que te dejes querer. Déjame apreciarte y cuidarte de la manera en que mereces —habló sin ataduras—. Tú cuidas de mí, yo voy a cuidar de ti.

Morel se acercó decidida hasta su rostro y le dio un ligero pico en los labios sellando una promesa en esa noche.

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14 de Agosto de 2020 1:30 pm, Ciudad de México.

Carina Robbins.

—Entonces... ¿Durmieron juntas? —concluyó Robbins después de escuchar el relato de Aysel.

—Sí. No pasó nada más que eso —confirmó la asesora recargando los codos sobre su escritorio—. Aunque, lo que más me impresionó fue que no hubiera ningún tipo de reacción cuando me diera un pico. No me sentí incómoda ni tuve una crisis.

—Eso son buenas noticias. Tal vez Elena vino a romper el hechizo definitivamente —habló Carina.

—Habrá que comprobarlo.

La chica pelirroja se quedó en shock al escuchar el comentario de su amiga. La vio con detenimiento mientras que Ferrara le dirigía una sonrisa inocente.

—Creo que es momento de hacerlo oficial. Ya sabes, que ella y yo seamos pareja —dijo Aysel.

—¿Ya se conocen lo suficientemente para eso? —preguntó Carina—. Digo, no tienen que conocerse completamente para iniciar una relación, pero sí lo suficiente para saber que están tomando la decisión correcta.

—Estoy segura. Quiero que sea mi novia —dijo con determinación.

—Cuenta conmigo. Te ayudaré en lo que me pidas —afirmó Robbins.

—Gracias. Todavía no sé cuando ni como, pero necesito pensarlo un poco. Quiero que todo sea diferente con ella. Algo memorable.

La emoción reflejada en los ojos de su amiga indicaba la intensidad y seguridad de sus decisiones. Desde la perspectiva de Carina, Aysel y Elena estaban entrelazadas juntas en un sentimiento profundo que las consumiría por completo, tarde o temprano, haciéndolas afines.

—Hablando de las relaciones y los romances —dijo Aysel—. ¿Quién era el chico que estaba muy pegado a ti cuando Elena y yo nos fuimos?

—Un prospecto fallido, al igual que los últimos diez hombres con los que salí —contestó Carina.

—¿Prospectos?

—Sí —confirmó—. Lamentablemente, los hombres que cumplen con la lista de requisitos de mis padres incumplen con el requisito de gustarme. Todos son muy... ¿Predecibles?

—¿No dijiste que no buscarías a un prospecto para marido hasta que tú quisieras?

—Si bueno, papá me convenció de hacerlo —explicó Carina—. Soy su única hija, he sido su princesa siempre. Por lo menos prometí intentar buscar un buen marido.

—Tal vez deberías de cambiar el estereotipo de hombre que estás buscando. Los hombres guapos de familias ricas, sin personalidad, no son lo tuyo —comentó Ferrara—. Se nota en tu rostro que estás fastidiada.

—Lo dices como si fueras una experta en hombres, querida —habló Robbins.

—No, gracias. Soy lesbiana —contestó—. Lo que intento decir es que no sabes si tu tipo puede ser un extranjero alto, de ojos azules, con tatuajes y una personalidad agradable. La vida te puede traer sorpresas.

—Agradecería mucho si me presentaras a alguien así —dijo Carina—. Sería interesante salir con un hombre así.

—Deja de preocuparte por lo que tus padres esperan de ti y elige a alguien que te guste —comentó Ferrara.

—Es muy fácil para ti decirlo, estás por dejar la soltería —dijo Carina.

—No seas dramática, Robbins. Los pretendientes te llueven.

—Sí, pero ninguno es demasiado bueno para mí.

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15 de Agosto de 2020 5:15 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Esperó paciente su hora de encuentro y sonrió al tenerla entre sus brazos como saludo de aquella tarde. Los días siguientes, después de pasar la noche con ella, se convirtieron en una constante búsqueda de aquel calor único que Elena le proporcionaba y que la hacía sentir querida y protegida por su presencia. Morel llegó a tiempo y no demoró en manejar hasta la ubicación que la detective señaló para su encuentro.

Se sentaron frente a la chica de piel morena, cabello negro lacio y lentes, quien llevaba consigo un expediente que colocó frente a la mesa. No perdieron el tiempo en formalidades, Morel las presentó rápidamente y enfocaron su atención en el motivo de la reunión, el avance de la investigación.

La detective retomó los detalles mencionados por Elena en el camino mientras estaban en su auto para llegar a explicar cómo logró reunir la información que se encontraba frente a ellas y lo discretas que debían de ser con el contenido.

—La organización de la que estamos hablando tiene un mayor alcance de lo que pensé —explicó—. No solo sus miembros están infiltrados en todas las esferas sociales de la sociedad mexicana, también están presentes a nivel internacional. Estamos avanzando en un terreno peligroso.

Aysel escuchaba lo que decía la detective con una corazonada presente en su interior.

—Hace poco, descubrimos que fueron los responsables de cuatro asesinatos en Sicilia, Italia —su revelación dejó en shock a Aysel—. Los objetivos únicamente tenían algo en común, recibieron ingresos de fuentes desconocidas durante diferentes períodos de tiempo. Todos ellos fueron asesinados de maneras sutiles en menos de una semana en Palermo, Sicilia.

Ferrara se sintió nerviosa, pero lo disimuló concentrándose en Elena y en la atención que ella ponía.

—¿Saben quienes fueron? —preguntó la diseñadora aumentando la tensión en Aysel.

—No con exactitud, no hay rastros concretos y sus ejecutantes tuvieron mucho cuidado para no dejar pistas —explicó—. Aunque casi mueren a manos de la mafia. Se rumorea que fueron dos mujeres entrenadas.

—¿Qué tiene que ver todo esto con el caso de la señora Irina? —cuestionó Aysel redireccionando el rumbo de la conversación.

—Es para que se den una idea del alcance. Bueno, retomando el tema central —dijo la detective—. Es claro que encubrieron la muerte de Irina por razones personales. Irina no estaba relacionada con ningún tipo de negocio ilegal ni actividades que pusieran en riesgo su vida.

—Entonces, ¿Qué es lo que piensa? —cuestionó Elena.

—A mi consideración, la única forma de que participaran en la muerte de su madre, fue por un motivo como su padre. Ya sea un negocio que terminó mal o puede ser uno de sus empleados o víctimas.

La molestia de Elena se hizo notable, Ferrara seguía disimulando su tensión por los comentarios de la detective, pero desvió sus prioridades a calmar a Morel quien parecía estar a punto de explotar.

—No creo que mi padre haya tenido que ver en esto —respondió de forma certera.

—Hay hechos que apoyan lo que usted dice, cómo su trabajo de bajo riesgo como profesor o los congresos con asistencia confirmada en los que ha participado en el extranjero, pero no podemos asegurar a ciencia cierta que no esté involucrado —dijo.

—Disculpe, señorita Gómez, pero no creo que un profesor sea capaz de orquestar un asesinato así —dijo Elena—. No pienso que mi padre haya trabajado o trabaja con una organización criminal internacional. Tal vez pudo ser el causante de la violencia doméstica, pero no de un asesinato.

—No hay que descartar la idea, señorita Morel. Los que son miembros de la organización pueden estar camuflados en vidas normales con trabajos de poco riesgo, pero aun así participan ilícitamente.

—La detective tiene razón, Elena —habló—. Es mejor considerar todas las posibilidades antes de conocer la verdad.

Morel optó por controlar su molestia y escuchar el resto de avances que la detective Gómez logró desde su última reunión. Ferrara se quedó a su lado sosteniendo su mano dándole apoyo mientras se preguntaba internamente si el padre de Elena tenía algún tipo de relación con Victoria.

Al terminar la conversación, Morel llevó a Aysel a su departamento y aparcó en la entrada su auto para que la asesora pudiera bajar.

—Gracias por acompañarme —dijo Elena.

—De nada, sabes que si me necesitas ahí estaré —se acercó para darle un beso en la mejilla y posteriormente abrió la puerta para descender el vehículo—. Te quiero, Elena. Cuídate mucho y avísame cuando llegues a casa.

Morel asintió y le sonrió. Las últimas palabras que la chica de pelo corto pronunció tuvieron un sabor extraño, porque ella, a diferencia de la diseñadora, sí conocía las implicaciones de la organización que cubrió la muerte de su madre.

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17 de Agosto de 2020 9:37 pm, Ciudad de México.

Lilith Romanov Verro.

A su criterio, le pareció extraño que Ferrara la llamara esa tarde sin que hubiera trabajo de por medio para reunirse en su casa aquella noche. Romanov se tomó su tiempo para llegar a su departamento, pero llegó a la hora acordada y se adentró al departamento de Aysel cuando ella le abrió la puerta.

—Espero que tengas una buena razón para llamarme a esta hora —dijo Romanov.

—Hay capirotada, ¿Quieres un poco?

Aquellas palabras bastaron para convencer a Lilith de que no era una visita en vano. Asintió y tomó asiento en la mesa del comedor mientras Ferrara le servía Capirotada, un postre hecho a base de pan duro, piloncillo con especias y queso.

Lilith sacó su arma de su pantalón y la dejó sobre la mesa con naturalidad. Cuando Aysel se acercó a entregarle el plato y una cuchara para que comiera, fijó su vista en el arma y frunció el ceño.

—Sin armas en la mesa —la regañó—. Quita eso de ahí.

Aysel puso el plato frente a ella y la cuchara al lado. Lilith se concentró en probar el postre y la ignoró por completo. Aysel la miró desde su posición esperando a que le hiciera caso, sin embargo, Lilith estaba más ocupada comiendo que poniéndole atención.

—¿Por qué querías hablar conmigo? —preguntó Lilith llevando a la asesora directo al tema.

—Es algo complicado —habló Ferrara—. Principalmente, porque es un tema delicado de tratar. Llevas mucho tiempo dentro de la organización y tienes una perspectiva más amplia de lo que voy a preguntarte.

—Dale, te escucho —la alentó a hablar.

—¿Es posible que la organización haya ocultado con toda intención el asesinato de una mujer? Alguien quien no estaba involucrada en los negocios turbios o relacionada de alguna manera.

—¿Un caso aislado? —cuestionó Lilith.

—Sí —afirmó.

—Es posible. Pero para ello debe de haber un motivo —explicó Romanov y vio el rostro de confusión de su compañera.

—¿Motivo?

—Sí. Velazco no tomaría un riesgo de ese tipo si no hay un buen motivo de por medio —dijo—. Dijiste que la víctima no tenía negocios u otra relación con la organización, sin embargo, la víctima no siempre es la relacionada, su victimario puede que sí.

La explicación de Lilith fue suficiente para que comprendiera a dónde quería llegar. Tomó una pausa para aclarar su garganta antes de seguir hablando.

—¿Entonces sugieres que su muerte fue orquestada por un miembro de la organización? —dijo Ferrara, a lo que Lilith asintió.

—Aunque, si no hay motivos políticos o económicos en su fallecimiento, la persona que planeó su muerte debe de ser muy allegado a los altos mandos para que se le concediera un favor así —concluyó Romanov—. En cualquiera de los casos, no te recomiendo involucrarte y mucho menos jugar a la detective en favor de otras personas, es un terreno peligroso.

Aysel se quedó entonces en silencio analizando la situación y asintiendo levemente asimilando todo lo que le había dicho. Lilith permaneció tranquila comiendo en silencio, concentrada en los sabores del postre.

—Aysel, ¿Por qué no respondiste tu teléfono? Te llamé para que me abrieras —una tercera voz se unió a la conversación.

Lilith vio de reojo a una chica pelirroja llegar hasta el comedor y quedarse parada contemplando la escena en la que ella era partícipe. Ferrara se quedó impactada con la vista en la mujer pelirroja para luego retornar a sus ojos a Lilith quien no había quitado el arma de la mesa. Aquella chica se quedó atónita contemplando a Lilith temerosa por el arma que se encontraba sobre la mesa junto a ella. Romanov pensó que se podría tratar de Elena, pero la siguiente acción de su compañera desmintió su creencia.

—Carina, tranquila. Puedo explicarlo —dijo Aysel acercándose a la nombrada que seguía en shock conteniendo en su garganta un grito de pánico.

Lilith observó lo que sucedía desde su posición, siendo consciente de que Aysel estaba en un gran embrollo y la otra mitad de su vida, que prefería mantener oculta, acababa de ser descubierta.

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