𝓒𝓪𝓼𝓽𝓲𝓰𝓸

Castigo.
22062024
Total de palabras: 1287.
Ganador: ddx_lenna
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Cierra la puerta detrás de él. Ahora mismo debe de complacer al doctor Katsuki Bakugō, profesor de la Universidad UA, doctor con especialidad en el área, el mejor docente en el catálogo de educadores que ofrece su facultad. Y también su novio, sobraba mencionar. ¿Cuándo empezaron a salir? A decir verdad no tiene idea, salvo que después de tantas miradas de aquí a allá, comentarios sugerentes al terminar las clases y constante coqueteo implícito dentro de estas, terminó con ellos dos cogiendo en el cubículo del profesor Bakugō.

Romance juvenil, sobra decir. Una pasión que parece una novela candente, fantasía de muchas jovencitas de mantener de interés romántico a su profesor. Una dicha que ahora conoce gracias a Bakugō.

—¿Vienes a discutir tu calificación? —la pregunta de su novio no le agrada, si bien le ha dejado la más baja de las notas en todo lo que lleva de semestre, no es el motivo principal por el que se encuentra ahí.

—Sabes bien que no merezco esa calificación. —Katsuki gira el rostro ante lo dicho, molesto por ser descubierto en su atropello. Está abusando de su poder, eso es claro, tan evidente como el agua—. ¿Hice algo para molestarte? —Ahora el rubio expresa su molestia mediante un gesto de desagrado. Es eso, no le cabe duda. Suspira—. Estás celoso.

—¿Qué tanto le mirabas a la puta de tetas de globo? —Menos mal Yaoyorozu no se encuentra o de otra manera podría sentirse mal por tal comentario—. Estoy hasta la mierda que siempre estén tan juntos, ¿me estás poniendo los cuernos, Deku de mierda?

Celoso como el solo, seguramente es la personificación de los celos. No le importa demasiado. De hecho, cada que Katsuki le pide poner una videollamada para ver si no se encuentra con alguien más no le parece molesto, al contrario, disfruta de poder verlo aun cuando está investigando que no le esté siendo infiel con alguien.

Es que, bueno, alguna vez al principio de la relación por no comprender si lo de ambos iba en el mismo sentido estuvo coqueteando con otras personas más. Es normal que el gran doctor Katsuki Bakugō esté tan acomplejado por un jovencito de veintidós años.

—Claro que no, ¿Cómo podría serle infiel a Kacchan? —En dos pasos ya está delante del rubio, quien se colorea debilmente al sentir su mano rozar contra la suya.

Y es que, para Bakugō, Midoriya significa demasiado. Para el corazón inexperto de un doctor que siempre se prohibió amar, estar junto a él lo rejuvenece. No sabe qué hacer si esos labios no están chocando contra su boca, si sus manos expertas en el campo no recorren su cuerpo, de no observar esas delicadas pecas cubrirse de un intenso sonrojo cada que le mete la verga.

Las caricias son tiernas, la suavidad de sus manos lo estremece. Katsuki respira profundo, su mirada sigue en esos enormes ojos esmeralda que lo contemplan de cerca añorando que algo suceda. Lo tiene colgando, como si estuviera en sus manos, literalmente hablando. Cierra los ojos cuando lo ve más cerca, abulta ligeramente los labios, nervioso, tímido, esperando el beso que llega con suavidad y humedece sus labios por la gloria misma. El corazón le rebota el pecho con fuerza, agitado, como si estuviera cargando un peso al que nunca se ha enfrentado.

Entreabre los ojos despacio—. ¿Seguro?—susurra, podría temblar, todo él lo pone nervioso. Entreabre la boca cuando siente su lengua pasarse por sus labios, exhala despacio, está algo agitado—. Midoriya... —pronto sus bocas se encuentran, atravesando el beso, al principio no entiende qué están haciendo, pero pronto encuentra un ritmo y lo sigue, como siempre que se encuentran en esa situación, está nervioso, eufórico, pero no se detiene por ello.

Entonces Midoriya lo abraza del cuello, él lo sujeta de la cintura con rapidez. No hay nada más que decir, simplemente no puede hacer caso a sus celos enfermos cuando su adoración se entrega en bandeja de plata, dispuesto a recuperar su cariño a base de besos, caricias y el deseo que atraviesa a través de la ropa, aquella que desaparece lentamente conforme pasa sus manos por su espalda.

Suspira contra sus labios, juega con su lengua tal y como él lo ha hecho, lame sus labios, lo acaricia, continúa estrechándolo y no rompe la cercanía hasta que decide abandonar su boca para besar su mejilla, viajar a su cuello dado que su olor lo embriaga, es dulce, envolvente, arriesgado, apasionado, al peligro mismo de estar encerrados en un cubículo de mierda en la facultad. Lo sujeta de los glúteos y lo sube al escritorio para seguir besándolo.

—Kacchan, no olvides usar condón —murmura en medio del beso, dejando caer el pantalón junto con el boxer, el impedimento para que Katsuki pueda introducirse en él.

Lo cierto es que, para el rubio, bastaba con sólo deslumbrar algo de su piel para enterrar sus dedos entre aquellos glúteos firmes, producto del ejercicio al que tanto Midoriya se aferra en continuar.

El pecoso abandona los labios para poder darle la espalda, de abrir las piernas a una distancia similar a la de sus hombros. La derecha pasa hacia atrás, directamente hacia sus glúteos para invitarlo a observar la entrada suplicante.

Katsuki, por su parte, está durísimo, puesto para colocarse detrás sin problema mientras se abre el pantalón para bajarse poco del bóxer con tal de liberar su erección. La sujeta, desenfunda y pronto el bálano se alza a la vista, aquel que roza contra los labios masculinos escondidos en los glúteos ajenos.

Sostiene su cadera, acomodándose. Pronto pasa la mano libre a la boca ajena para cubrirla—. ¿Quieres que te perdone? —susurra contra su oído, serio, muerde el lóbulo y restriega la lengua contra la hélice—. Entonces serás mi vertedero, tu agujero tendrá que pagar.

Izuku se exalta, mas es tarde, porque el grueso miembro se abre paso en su interior de golpe, algo que pudo romperlo de no ser por haber previsto esa situación con antelación. Menos mal se ha dilatado antes de enfrentar los celos de su novio. El grito queda atrapado en la mano ajena, un quejido del que apenas sale de su garganta. Angustiado, echa la cadera hacia atrás al momento que Katsuki impacta su pelvis contra su cuerpo, dando pie de partida a los choques constantes, un sonido glorioso de sus pieles impactando constantemente, sin detenerse, con un ritmo que incrementa conforme aumentan en número.

Y él, con los labios entreabiertos puede apenas babear mientras intenta con todo su ser gemir suplicando para que lo haga más rápido, porque le enloquece esa parte tan explosiva en el formal doctor que se pasea todos los días en el campus de la facultad, un detalle que sólo conoce por haber desvirgado a tan bonito profesor con una verga tremenda que ni usando pantalones anchos puede ocultar.

Imposible no apuntar a alguien que puede hacerlo mirar con suplica y amor por igual.

Y, cuando acaba, las piernas no le dan para más. Acaba desplomándose en el piso con el interior repleto, manchándolo con ambos esperma por igual. Voltea a verlo, jadeante, recuperando el aliento, mas Katsuki tiene otros planes al enderar su cabello en su virilidad, limpiando los restos de semen usando su cabellera verde.

—Kacchan, todos se darán...

—Eso es tu problema, no mío, pelusita. —Un beso en su nariz que lo deja rojo—. Cambiaré tu calificación antes de entrar de nuevo al aula, así que ve a limpiarte, cariño.

Porque claro. No importa qué tan tosco sea el doctor Bakugō en el sexo, al acabar siempre encontrará al suave Katsuki que sonreirá con una ternura inexplicable.

Entonces observa como se guarda aquel animal tan campante como si nadie hubiera cogido en ese lugar.

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¡Siento mucho si el NSFW no te gustó! Mil palabras no me dieron el lujo de detallar, ¡mil disculpas! ;; espero que sea de tu agrado, Lenna.

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