𝓑𝓮𝓼𝓸𝓼 𝓼𝓪𝓫𝓸𝓻 𝓼𝓪𝓷𝓰𝓻𝓮.

Besos sabor sangre.
08062024
Total de palabras: 1085.
Ganador: Th0verEnd

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—¿Qué pretende, doctor Todoroki? —Gira la cabeza hasta que su vista atrapa el florero que demuestra el gusto exquisito de su acompañante, el cual, está con las palmas extendidas contra la mesa imposibilitando que se retire. Siente su aliento cálido contra su oído con el ritmo de su respiración marcando el paso. Estira el cuello, evita aquellos labios que hace un segundo estuvieron empapándose de su saliva.

—Estábamos besándonos, ¿no puedo seguir? —la poca desfachatez cargada en su voz provoca el sonrojo en sus mejillas. Qué bochorno.

—No, no puedes —declara.

Para su sorpresa, Todoroki desiste. Tras hacerse hacia atrás, Bakugō queda libre de aquellos brazos que hasta hace dos minutos estuvieron rodeando su cuerpo con desbordante pasión. Cierra los ojos un segundo, pensativo. No debería de seguir cada uno de sus jueguitos, algún día acabará quemándose. Y la razón es clara, prueba suficiente como la carne servida en el plato. Todoroki Shōto no es cualquier doctor, ni es un simple hombre. Ante él está el depredador de humanos más grande que en la historia de la humanidad podría contarse, un carnívoro dispuesto a encajar sus dientes sobre su piel, beber de su sangre y comérselo sin contratiempos.

Toma aire mientras se acerca de espaldas al florero que segundo antes estaba admirando en un intento de recuperar la compostura y su espacio personal. No era solo el temor a Todoroki lo que lo inquieta, sino la intensa atracción que siente por él, un látigo que envuelve su cuerpo cual serpiente capturando su presa antes de engullirla.

—Es curioso que el mismo Katsuki que permanece estoico frente a la escena del crimen esté nervioso por un beso. —Todoroki lame sus labios, retirando de estos el sabor de la boca de Bakugō. Está claro que el temor no es parte de su diccionario porque cualquier otro día podría ir hasta él a reventarle la nariz por su insolencia.

—¿Tanto anhelaba besarme, doctor? —pregunta finalmente, su voz semejante a un disparo. Sus ojos se encuentran con los espectaculares bicolores, buscando una respuesta que no sea tan aterradora como la que su mente le sugiere porque si bien Todoroki muestra la misma atracción, espera no ser parte de su menú en la semana, tal como la mujer con la que veía pasearse al joven doctor tiempo atrás.

Todoroki lo observa con una mezcla de deseo y algo más que no puede identificar. La intensidad en su mirada le provoca el espasmo que ahora recorre su cuerpo.

—Y si así fuera, qué. —responde Todoroki, su voz suave que viaja desde la firmeza hasta el hartazgo—. Eres diferente, Bakugō. No solo eres fuerte y resistente, sino que hay algo en ti que me atrae de una manera que no puedo explicar.

Rueda los ojos, aproximándose a paso lento, contundente. Entonces, una muestra de sorpresa aparece en el rostro gélido de Todoroki luego de enredar sus brazos en su cuello, de presionar los labios a los ajenos y mordisquear hasta obtener de su boca un jadeo que impregna de sangre.

—¿Qué es? —susurra, Todoroki come sus palabras tras apresar la cintura de Bakugō con sus manos.

—Es más que simple hambre, es... fascinación.

El escalofrío que recorre su espalda es poco comparado al creciente placer. ¿De qué se horroriza si sabe desde hace tiempo que es un caníbal? Ciertamente de la muerte no. Esa palabra, "fascinación", le suena demasiado cercana a "obsesión". Camina hacia atrás sin la intención de obtener distancia entre ellos porque lo atrae hasta donde minutos antes estaban sufriendo las consecuencias del primer beso, aquel ocasionado por una cena espectacular con la carne de alguna víctima de Todoroki.

—No quiero ser tu fascinación, Shōto —exhala contra sus labios tras decir lo anterior—. No soy parte de tus experimentos, así que déjate de rodeos.

Él suspira, sus ojos reflejan una tristeza momentánea que tiene tan bien leída. Se endereza y se aleja permitiendo a Bakugō un respiro momentáneo, pero no tanto como para liberar aquella cintura que se adapta a sus dedos.

—No quiero que seas mi presa, Bakugō —confiesa para su sorpresa—. Pero hay una parte de mí que no puedo controlar del todo. Es una lucha constante, y tú... tú lo haces más difícil y fácil al mismo tiempo. —Arruga el entrecejo, confundido por la contradicción en las palabras de Todoroki. Antes de que pueda responder, Todoroki continúa—: Sé que es mucho pedir, pero necesito que confíes en mí. No soy el monstruo que piensas. O al menos, intento no serlo delante de ti.

Lo observa con detalle, sus pensamientos corriendo a mil por hora. Todoroki no era solo un depredador, era un hombre dividido entre su naturaleza y sus deseos. Y, en algún nivel profundo, Bakugō sabía que entendía esa lucha porque a pesar de todo había una parte de él que también estaba atraída hacia Todoroki, una parte que quería creer en sus palabras.

Finalmente, asiente lentamente, tomando una decisión.

—Está bien, doctor Todoroki. Le daré una oportunidad, pero no me de una razón para arrepentirme.

Todoroki sonríe, una sonrisa pequeña, genuina.

—No lo haré, Bakugō. No lo haré. Estaré en donde tus ojos puedan observarme.

El resplandor de la mirada de Bakugō adopta la silueta de Todoroki quien se maravilla de encontrarse en tan bellos orbes.

Su diestra baja y atrapa la entrepierna del dueño de aquel bicolor paraíso, acto que ocasiona un rubor en su pálido rostro.

—Y eso lo sé.

Besos que trascienden a caricias, ropa que estorba y desaparece en el piso a patadas. Ambos cuerpos se entienden al punto de adaptarse al otro sin necesidad de deformarse. Susurros cargados de lujurias, la voz de Bakugō extendiéndose por el comedor con fuertes y graves gemidos acompañados de los jadeos de Todoroki que los atrapa en su boca.

Entonces, al acabar, Todoroki puede entender que en aquel comedor ya no son ellos dos. Entiende que aquel pecoso con arma en mano acompañado de otros uniformados no han llegado por simple casualidad. Así que ríe en voz baja porque ya no hay secretos entre ellos.

—Era una trampa, ¿no? —el dolor en su voz no le atrae satisfacción, pero Bakugō se ha prometido encarcelar a aquel criminal despreciable que se comía a sus víctimas sin importar cuán enamorado estuviera de él.

Por eso, con lágrimas que van desde la felicidad a la tristeza, sostiene el rostro de Todoroki con las palmas, acariciando sus mejillas en un gesto amoroso al mismo tiempo que Midoriya lo esposa—. Estarás en donde mis ojos puedan observarte por siempre.

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Nota.

Espero haber cumplido tus deseos, ¡disfrútalo!

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