Lunes

Mi primera cita con Hobi, fue lo primero que pensó Taehyung apenas abrió los ojos el lunes por la mañana, con el rostro de Hoseok pegado al suyo y su mano sobre la cintura ajena, narices y cuerpos rozándose tímidamente. Desde ese momento (y presentía que por el resto de su vida, o al menos del día) lo acompañó un cosquilleo en el estómago, un calorcito esparciéndose en su pecho y muchísimas ganas de sonreír todo el tiempo sin parar. Tenía la cabeza en las nubes, casi como si flotara... ¡y no era para menos, si estaba a punto de tener su primera cita con Hoseok!

(Claro que para eso tenía que esperar a que Hoseok despertara primero, pero mientras tanto no le molestaba esperar, no si podía hacerlo acostado a su lado, abrazándolo).

Una vez que Hoseok se despertó, y luego de desayunar lo que quedaba del pastel, se tomaron su tiempo para prepararse, y poco después del mediodía estuvieron listos para salir. A pesar de que Taehyung no sabía cuál era el plan, pues Hoseok seguía con eso de la cita a ciegas misteriosa, la idea era pasar toda la tarde juntos hasta que fuera hora de que él tomara el tren de regreso hacia Daegu. Que el itinerario del día fuera sorpresa, y todo eso del secretismo hacía que Taehyung se sintiera realmente emocionado e intrigado, las expectativas de esa primera cita por las nubes, y un poco más alto. Claro que no dijo eso en voz alta, no quería que Hoseok se sintiera presionado ni nada de eso.

Entonces finalmente salieron del dormitorio y comenzaron a caminar por aquella mini ciudad que era el campus de la universidad. Hoseok iba un paso adelante, guiando la marcha a la vez que le contaba a Taehyung distintas anécdotas de sus primeras semanas en el campus, como todas las veces que se perdió tratando de volver de clases, o lo sorprendido que estuvo cuando descubrió que tenían tiendas dentro del complejo, o una oportunidad en la que llegó al campo de deportes cuando pretendía ir a la biblioteca. Sin embargo, unos minutos después Hoseok se detuvo de golpe e hizo que Taehyung, distraído, se chocara con su espalda al alcanzarlo.

—¿Ocurre algo? —inquirió, confundido—. ¿Por qué paraste?

—Por esto —respondió Hoseok, extendiendo la mano frente al rostro de Taehyung.

—¿Qué...?

—¿No me vas a dar la mano? —preguntó Hoseok, socarrón, aunque luego la sacó para frotarse el cuello, visiblemente avergonzado—. No es que debas, pero pensé que... ¿te gustaría?

Taehyung estaría mintiendo si dijera que no sintió cómo el corazón se le ensanchaba un poquito en el pecho, creciendo dos o tres veces su tamaño de siempre para poder guardar todo el cariño que sintió en ese preciso momento por Jung Hoseok. Conmovido, sonriendo, y probablemente un poco sonrojado, buscó la mano del pelinegro y la tomó con fuerza, entrelazando los dedos de los dos, y entonces el chico sonrió también en respuesta, y comenzó a caminar balanceando sus manos juntas. Así siguieron caminando por las calles concurridas de la nublada Seúl, moviendo las manos como si estuvieran bailando al ritmo de la conversación sin fin que mantenían rumbo a... a alguna parte, pues Taehyung no tenía idea.

—Lo único malo es que la cafetería no abre a la madrugada, que es cuando la mayoría tomamos más café —concluyó un relato Hoseok, risueño, y luego se volteó a mirarlo—. ¿Tienes hambre, Taehyungie?

—Un poco —admitió él, asintiendo con la cabeza—. De tanto hablar de comida me diste hambre...

—Lo siento, nene, pero igual eso tiene solución —dijo el mayor, socarrón, y luego de girar en la esquina, se detuvo—. ¡Ya llegamos! Bienvenido a mi hamburguesería favorita.

Taehyung balbuceó un torpe "oh", y asintió con la cabeza de nuevo, esta vez mientras observaba el lugar en el que acababan de detenerse. Aunque a simple vista parecía un establecimiento sin nada extravagante y más bien pequeño, se sintió atraído de inmediato a aquel local ante la mera idea de que era un lugar que Hoseok frecuentaba y disfrutaba; le intrigaba descifrar qué tenía de especial para el chico. Se le hizo muy simpática la decoración con mesas largas, butacas altas de madera e imágenes de personajes de dibujos animados enmarcadas en las paredes, pasando de Snoopy a Pororo, y Taehyung aprovechó para observar algunos de los cuadros en lo que Hoseok pedía la comida en la caja. Se aseguró de fotografiar el de Dooly y mandar al grupo de kakao un "Jiminie, qué haces aquí?" que recibió risas de todos y un emoji enojado del aludido.

Mientras esperaban a que sus hamburguesas estuvieran listas, y después de la breve inspección del local, Taehyung decidió que le gustaba. El ambiente se sentía acogedor, tal vez por la paz y tranquilidad al haber poca gente y música suave, o por el aroma a comida que invadía el lugar, o por aquellos cuadros tan agradables y nostálgicos en las paredes; fuera lo que fuera, le gustaba. Y si eso no lo había convencido, en cuanto llegó la comida y Hoseok lo condujo hacia atrás para ir a sentarse al, hasta ahora "secreto", patio trasero, estuvo totalmente seguro de que le gustaba estar ahí. 

En el fondo sabía que era por Hoseok, pero admitirlo se sentía demasiado cursi, incluso para él.

—Pensé que tendríamos la suerte de ver a Cho, pero parece que no está aquí —comentó Hoseok una vez que los dos se acomodaron en la mesa, colocando sus servilletas frente a él—. Como no había venido nunca a esta hora, tal vez... en fin.

—¿Quién es Cho, el dueño? —preguntó Taehyung, curioso—. ¿Eres amigo de los dueños?

—Algo así a las dos cosas, y eso es todo lo que diré al respecto —respondió el mayor, haciendo una mueca graciosa que lo hacía verse como todo un engreído sabelotodo—. ¿Comemos?

—¿Son mafiosos y por eso no me das más detalles? —preguntó nuevamente, tras unos segundos de silencio en los que le sostuvo la mirada y pensó qué decir—. ¿Te pagaron por tu silencio?

—Sí, me dieron descuentos siempre que quiera hamburguesas —bromeó Hoseok, siguiéndole el juego, cruzando las manos sobre la mesa—. Y sabes que si traicionas a un mafioso, duermes con los peces.

—Eso es muy americano, Hobi —dijo él, restándole importancia con un movimiento de la mano—. ¿No viste ninguna peli nuestra de mafiosos? Te van a dar una paliza y después te van sacar un riñón.

—Ya me sacaron los dos —contraactó Hoseok, y apenas terminó de decir aquello, estallaron los dos en carcajadas, incapaces de mantener las caras serias por más tiempo.

Rieron por unos cuantos segundos, Taehyung ya no podía calmarse. Se rió tanto y tan fuerte que le comenzó a doler el estómago, y Hoseok parecía estar en las mismas condiciones; incluso cada vez que parecía que iban a calmarse, se miraban y comenzaban a reírse de nuevo. Cuando al fin lograron calmarse, Hoseok comenzó a abanicarse la cara, mientras que Taehyung se limpiaba las lágrimas rebeldes que se le habían escapado. Y estaban a punto de comenzar a comer, pero justo cuando Taehyung se encontraba sacando su hamburguesa del envoltorio, Hoseok soltó uno de sus tantos ruidos tan únicos y graciosos, aplaudiendo y señalando hacia la puerta.

—¡Cho! —exclamó entonces, y se levantó de la mesa—. ¡Hola!

Taehyung entonces se dio la vuelta, tan confundido como intrigado, y de repente comprendió la razón detrás de tanto entusiasmo de parte del mayor: el misterioso Cho no era nada más y nada menos que el perrito más adorable que Taehyung había visto alguna vez en su vida (sin contar a Soonshim, por supuesto). De inmediato se acercó hasta Hoseok y el pequeño can, dispuesto a llenar a esa criatura tan bonita de caricias y cariño, lo único que merecía. 

—¡Qué cosita tan preciosa eres! —medio gritó con la voz más melosa que tenía, jugando con las orejitas del animal, y luego llevó las manos al collar adornado que traía—. ¡Y mira ese estilo de la moda, súper elegante!

—Cuando hace mucho frío le ponen los trajes más adorables, en serio —comentó Hoseok con voz de ensueño—. La última vez que vine estaba usando un suéter con capucha y orejas, tuve que darme la cabeza contra la mesa para no morir.

—¿Siempre está aquí? —preguntó Taehyung, acariciándolo ahora detrás de las orejas—. ¡Oh, ya sé! Es del dueño, ¿verdad?

—Y creo que soy su cliente favorito —dijo Hoseok llevándose una mano al pecho—. De Cho, claro, porque le comparto de mi comida a veces... Al dueño lo vi una vez nada más, cuando me descubrió haciéndolo y me regañó. ¿Oops?

La sonrisa para nada arrepentida de Hoseok hizo que Taehyung también sonriera, y una vez en lo que iba del día, se sintió un poquito más enamorado. Fue por eso que decidió que necesitaba conmemorar ese momento de alguna forma, entonces se volvió a incorporar y sacó su teléfono, listo para sacar una fotografía. Ante las miradas atentas tanto de Hoseok como de Cho, comenzó a jugar con la cámara buscando la postura, el ángulo y la iluminación ideales para tomar la foto perfecta (eso fue lo que respondió cuando el mayor le preguntó por qué estaba acomodando las hamburguesas y colocando el celular por encima de ellas). 

Para cuando se acordaron de realmente comer las hamburguesas, estas ya estaban un poco frías por todo el tiempo que perdieron bromeando entre ellos y fascinados con Cho. De todos modos estuvieron los dos de acuerdo en que había valido la pena, y que entre comer las hamburguesas calientes y mimar a un perro, elegirían siempre la segunda opción. Además, Taehyung sí que no podía quejarse de ese almuerzo; por más fría que estuviera la comida, la presencia de Hoseok y todas las cosas nuevas sobre él que estaba aprendiendo compensaban absolutamente todo. Ni hablar de que de a ratos se tomaban las manos sobre la mesa, y sino se acariciaban el dorso o la palma, o se rozaban cada vez que podían. La mejor primera cita y con el mejor chico del mundo, sin lugar a dudas.

Una vez que terminaron de comer, y después de despedirse de Cho, salieron del local y fueron a dar una vuelta, o al menos eso creía Taehyung. No se cuestionó cuando Hoseok dijo que debían dar una caminata, no pensó que fuera parte del plan, pero comenzó a sospecharlo cuando, vaya casualidad, llegaron a una parada de autobuses y el mayor lo hizo subirse a uno rumbo a Mapo-gu. Taehyung, por cierto, no sabía dónde quedaba Mapo-gu, ni qué había en ese lugar.

—Estamos yendo a Mapo-gu —afirmó una vez que el vehículo arrancó—, eso decía el cartel. 

—No lo sé —mintió muy descaradamente Hoseok, encogiéndose de hombros para luego sonreír como todo un presumido de nuevo—. Vamos a donde nos lleve el viento, cariño.

—Si no supieras dónde estamos tú que vives por aquí, me preocuparía —admitió él con tono de reclamo.

—Haces pucheros cuando reclamas, qué adorable —dijo en cambio el pelinegro, ignorando por completo lo que él acababa de decir—. No te preocupes, yo cuido a mi princesa con mi vida, Tae.

—No digas esas cosas —bufó, consciente de que se estaba sonrojando, y se deslizó en el asiento—. Tonto.

Y Hoseok fue piadoso y no dijo nada, aunque Taehyung podía ver por el rabillo del ojo que tenía esa sonrisa presumida en el rostro. Le tocó chasquear la lengua entre molesto y divertido, luego desvió la vista a la ventana, concentrándose en mirar los tantos edificios enormes de la ciudad, que seguían impresionándolo a pesar de haber visitado Seúl varias veces en el pasado. Tras uno o dos minutos, Hoseok le dio un codazo suave para llamar su atención, y sin decirle nada le dio uno de los auriculares para que escuchara música con él. Lo siguiente que hizo fue cruzarse de brazos también, y apoyó la cabeza sobre el hombro de Taehyung, cerrando los ojos. 

Vaya, estoy metido en un drama romántico ahora mismo, pensó Taehyung. Los latidos locos de su corazón no hacían más que validar su teoría. Y para honrar todas las escenas que había visto, porque eso era lo que correspondía hacer ahora, giró apenas la cabeza para mirar el rostro bello de Hoseok con todas esas facciones tan bonitas y únicas, entonces levantó la mano temblorosa y la llevó a su frente, quitándole el cabello del camino. Hoseok abrió los ojos en ese momento y Taehyung quedó congelado, los dedos rozando apenas otro mechón de cabello, las orejas y las mejillas calientes y sonrosadas, el corazón tratando de salirse de su pecho...  y en cuanto Hobi, su adorado Hobi, sonrió, se quedó sin aliento.

—Me gusta eso, que juegues con mi pelo —dijo el chico, y volvió a cerrar los ojos, acercándose un poco más a él—. Me relaja.

Que no se diga más entonces, cómo no. El resto del viaje hasta Mapu-gu lo pasaron así, Hoseok medio dormido sobre su hombro, Taehyung acomodándole el cabello una y mil veces, y música rápida y agresiva que poco tenía que ver con esa cursilería saliendo de los auriculares. Cuando fue momento de bajar, Taehyung casi que sintió pena... no le habría molestado seguir así toda la tarde, incluso toda la semana, el mes, la vida entera. Pero se bajaron, caminaron, y en cuestión de minutos llegaron a un bonito parque  a las orillas del río Han. Árboles y mucho verde, puestos de comida aquí y allá, un puente a lo lejos atravesando el río, perros corriendo y persiguiendo a las aves, niños persiguiendo a los perros, ancianos sentados o caminando, y la inmensidad del parque entero para ellos dos. Taehyung esbozó una enorme sonrisa.

—Sí sabes andar en bicicleta, ¿verdad? —preguntó entonces Hoseok, colocando un brazo sobre su hombro—. Porque si no sabes voy a verme obligado a rentar una doble y pedalear solo, y no es tan divertido así.

—Bueno, la verdad es que... ¡te juego una carrera hasta el puesto! —anunció, y salió corriendo hacia la pequeña oficina donde se rentaban las bicicletas.

Con las risotadas y maldiciones de Hoseok haciéndole eco en los oídos, corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron y trató de mantener la pequeña ventaja que le había sacado al mayor. Se reía presumido y triunfal cuando Hoseok lo alcanzó y le reclamó por hacer trampa y empezar primero, y se rió aún más al dedicarle miraditas de superioridad mientras que pagaban por las dos bicicletas, sobretodo por ver al chico tratando de mantenerse serio y sin reírse, algo que no le salía muy bien. Fue así que Taehyung descubrió que una de sus cosas favoritas era molestar a Hoseok y hacerlo reír en momentos inoportunos, porque la expresión en su rostro tratando de mantenerse calmado era simplemente demasiado graciosa. 

—Eres una pesadilla cuando entras en confianza, mocosito —reclamó Hoseok cuando volvieron a quedar solos, caminando con las bicicletas—. ¿Quién lo diría? Tan tímido y dulce que parecías.

—Tú lo dijiste, Hobi —se mofó él, sonriendo y pestañeando más de lo necesario—, parecía.

—Y te crees tan listo y gracioso —continuó Hoseok con las protestas—. Fue un error dejar que me robes el control del reino, definitivamente.

—En la antigüedad te habrían matado por hablarle así al rey... 

—Pensé que eras el emperador —dijo entonces el chico, riéndose, y se detuvo donde empezaba el circuito para los ciclistas—. Pero tienes un punto ahí, Kim Taehyung. ¿Cómo puedo enmendar mi error?

—Ayúdame a ponerme el casco y estamos a mano, me siento piadoso hoy.

Y lo hizo. Sonrió con calidez y tomó el casco de sus manos, lo colocó en su cabeza y lo abrochó delicadamente debajo de su mentón, y también aprovechó la cercanía para pellizcarle la mejilla. Taehyung se quedó ahí parado, sonriendo como todo un tonto viendo cómo Hoseok se ponía su propio casco, y siguió sonriendo incluso cuando el mayor levantó los dos pulgares, indicando que estaba todo listo. Sin más rodeos, Taehyung se subió a su bicicleta y comenzaron el paseo por orillas del río.

El trayecto por el circuito lo pasaron también hablando, pedaleando al mismo ritmo para poder ir lado a lado. Esta vez fue el turno de Taehyung para contar un montón de anécdotas e historias sobre sus paseos en bicicleta con su papá y su hermano, a veces también su abuelo, y claro, sus amigos. Y así, pasando de un tema al otro, terminó hablando también de la granja, de la abuela, de las frutillas frescas robadas de la granja, de los animales que ahí tenía y de cómo jugaban con ellos él  y todos sus primos, y mil historias más. De repente se dio cuenta de que no tenía idea de cómo, si había empezado hablando de paseos en bicicleta, estaba contándole a Hoseok sobre la vez que pensó que una mujer en un ascensor era un fantasma, pero el show debía continuar, así que siguió con su relato hasta el final. 

Era lindo, estar así. Taehyung se sentía feliz haciendo algo tan simple como recorrer el parque, y sabía que era nada más por Hoseok, no podía ocultarlo. Reía por todo, bromeaba, sonreía cada vez que Hoseok hacía literalmente cualquier cosa, se esforzaba en ser divertido para hacer reír a Hoseok también nada más porque deseaba escuchar su risa tan escandalosa y bonita. Y volvió a sentir esa necesidad casi urgente de conmemorar ese momento porque por nada en el mundo quería olvidar lo feliz que fue esa tarde junto a Hoseok, entonces sin dudarlo dejó de pedalear y se dispuso a buscar su teléfono. Cuando Hoseok frenó para girarse a mirarlo, Taehyung apuntó la cámara hacia él y sonrió, recibiendo una sonrisa en respuesta, y ahí fue que tomó la fotografía perfecta.

—Wow, Hobi —dijo, mirándola con una sonrisa—. Qué guapo.

—Oh, cállate y vuelve a pedalear.

Después de recorrer el parque de punta a punta, atravesar el puente dos veces y completar todo el circuito, decidieron que habían tenido suficiente. Tras regresar las bicicletas Hoseok expresó su deseo de sentarse a descansar un rato, ¿y quién era él para decirle que no? Claro que su idea de sentarse a descansar... bueno, Taehyung pensó que iban a buscar un árbol o un banco y que iban a sentarse y descansar, porque eso significaba "sentarse a descansar" para él. Pero parecía que la definición que tenía Hoseok de ese concepto era completamente distinta, porque lo que estaba haciendo se parecía más a "seguir caminando", según Taehyung. Claro que eso no era del todo un problema cuando la caminata incluía sus manos entrelazadas, no.

—Pensé que estabas cansado —balbuceó, confundido, cuando dejaron el parque atrás—. ¿No querías sentarse un rato?

—Tae, cariño, haces demasiadas preguntas para estar en una cita a ciegas —fue lo que obtuvo por respuesta, junto a un apretón de manos—. Estamos yendo a sentarnos, pero en otra parte.

—Oh, oh... oh —fue lo único que logró decir, comprendiendo, y de inmediato sonrió—. Genial.

—Creo que te gustará mucho este lugar —agregó Hoseok, y luego negó con la cabeza—. Es más, no sólo lo creo, estoy totalmente seguro.

Y que dijera aquello con tanta convicción, no hizo más que aumentar los nervios y la curiosidad de Taehyung, que sintió algo muy parecido al vértigo, un montón de cosquillas en el estómago. De repente se encontró acelerando el paso, insistiendo a Hoseok para que hiciera lo mismo y así llegar más rápido a su destino. El chico lo encontró gracioso, o eso parecía pues comenzó a reír, pero igualmente caminaba con más velocidad. Riéndose de él o no, igual Taehyung apreció que acelerara el paso, y unos cuantos minutos más, al fin Hoseok se detuvo en la entrada de uno de los tantos callejones y señaló uno de los locales.

—Ahí es —dijo, inclinándose y apuntando hacia el lugar—. Su alteza, usted primero.

Taehyung iba a reírse y seguirle el juego, pero entonces levantó la vista y leyó el pequeño cartel arriba de la entrada "cat cafe", y no pudo hacer más que sonreír. Olvidado atrás quedó Hoseok, en ese momento se interesó más en entrar rápidamente en la cafetería y rodearse de la mayor cantidad de gatos posible, lo que cualquier persona cuerda querría. Cuando Hoseok lo alcanzó y entró detrás de él, ya se encontraba entablando amistad con un gatito especialmente amistoso de pelo gris. 

—Iré a pedir —anunció el chico, posando una mano sobre su hombro—. ¿Qué quieres tomar?

—¿Jugo? —dijo dudoso, a lo que Hoseok se encogió de hombros—. Jugo de naranja estaría bien.

—¿No te gusta el café? —preguntó el mayor, sonriendo, a lo que él negó con la cabeza—. Jugo de naranja entonces, de acuerdo. ¿Para comer?

—Lo mismo que te pidas tú.

Hoseok murmuró "ok" levantando los dos pulgares, y fue a pedir. Taehyung siguió jugando con el gatito, y se aseguró de sacarse unas cuantas fotos también, hasta que Hoseok lo llamó desde la mesa que había escogido para los dos. De camino a sentarse echó un vistazo rápido al lugar, a la decoración tan bonita con gatitos negros dibujados sobre las paredes rojas, los juguetes para los verdaderos gatitos que se encontraban echados aquí y allá, los estudiantes que iban a jugar con ellos... 

—Te gusta, ¿verdad? —preguntó Hoseok apenas estuvo lo suficientemente cerca para oírlo—. Me imaginé que un lugar así iba a gustarte.

—Siempre quise visitar un cat cafe desde que descubrí que existían —explicó con una sonrisa en el rostro, tomando asiento frente al chico—. Me gusta mucho este lugar.

—Me alegra y alivia oír eso —respondió el mayor, apoyando una mano en su pecho—. Entonces podríamos decir que esta cita a ciegas fue bastante exitosa, ¿verdad?

—La mejor cita del mundo mundial, Hobi.

La sonrisa que esbozó Hoseok al oírlo decir aquello le iluminó el rostro entero.

Su orden no tardó mucho en estar lista, y en pocos minutos se encontraban tomando cada uno sus respectivos jugo de naranja y café latte, comiendo galletas de chispas de chocolate. Un gato gordo de pelo blanco muy largo se paseó presumido sobre su mesa, dando vueltas y vueltas por unos segundos antes de bajarse y echarse a dormir en los pies de Hoseok, y por un largo rato la conversación se centró en todo lo que estaban haciendo los gatos a su alrededor. Aquel gato de pelo blanco y negro tratando de tirar la taza de una chica, uno negro tratando de subirse a un muro muy alto, la versión real de Garfield durmiendo plácidamente en la cima del castillo para gatos. Los dos concluyeron que ese debía ser el líder del lugar.

—Es el Masin de aquí —bromeó Hoseok, y provocó que se pusieran a hablar de la obra.

Taehyung perdió la noción del tiempo al comenzar a hablar de la exposición del viernes; cuando tomó su teléfono para sacar una foto se dio cuenta de que habían pasado más de una hora ahí dentro, y que afuera ya estaba oscureciendo. Estaba empezando a hacerse tarde para él, lo cual sólo significaba que tendría que despedirse de Hoseok en cualquier momento, y esa idea no lo hacía feliz en absoluto. Luego de pasar todo un fin de semana con el chico de su sueños, los dos metidos en su propio mundo perfecto, tener que separarse de Hoseok y volver a casa no sonaba para nada bien. 

—¿Ocurre algo? —preguntó repentinamente el mayor, regresándolo a la realidad—. Te cambió la cara.

—Se está haciendo tarde —dijo él en voz baja, labios formando un puchero cuando le mostraba la hora—. Ya casi tengo que irme.

—Wow, pensé que era mucho más temprano —murmuró Hoseok, y luego suspiró—. Parece que es cierto eso de que el tiempo vuela cuando te diviertes, ¿no?

Taehyung bufó, desanimado.

—Oye, tontito, cambia la cara —agregó Hoseok, picando a Taehyung en la mejilla—. ¿Por qué te pones triste? Vamos a volver a vernos el viernes, ¿acaso lo olvidaste?

Era cierto, se verían de nuevo en cuatro días. Recordar aquello fue suficiente para que Taehyung esbozara una pequeña sonrisa, a lo que Hoseok le revolvió el cabello antes de finalmente alejar la mano de su rostro y apoyarla sobre la mesa.

—Así me gustas, con tu sonrisa cuadrada.

Y sonrojado también aparentemente, porque con aquella confesión tan honesta Taehyung sintió su rostro enrojecer. Hoseok rió con descaro luego de que él chasqueara la lengua, incómodo ahí en su asiento, y con total simpleza se levantó de la mesa y empezó a alistarse para volver a salir, tranquilo como si no acabara de decirle "me gustas". Claro que Taehyung no estaba por hacer un alboroto en medio de la cafetería, por lo que se limitó con colocarse el abrigo y la mochila sin decir nada, y momentos después estaban listos para ir al último destino del día: la estación de tren. 

Para llegar a la estación tuvieron que subirse a otro autobús, y Taehyung, que de por sí no tenía mucho sentido de orientación, se encontraba totalmente perdido. No sabía dónde estaba, qué tan lejos les quedaba la estación, o la universidad de Hoseok por empezar. Geografía: 0. Minutos más tarde descubría que no era tanta distancia pues el viaje se le hizo muy corto, y eso lo enojó un poco porque la despedida estaba cada vez más cerca. Antes de que pudiera darse cuenta, ya estaban en la estación esperando el próximo tren, boleto pago y separación inminente. Aunque habían pasado la tarde entera hablando sin parar ni un minuto, de repente parecía que ninguno de los dos sabía qué decir; estaban ahí parado en silencio, mirando hacia el anden por el que iba a llegar el tren.

—Son dos horas de viaje, ¿verdad? —soltó de repente Hoseok, apoyado contra una columna—. Y luego...

—Media hora en autobús hasta la ciudad, ahí me encuentro con papá —explicó él, dando vueltas el teléfono en sus manos—. Sale del trabajo más o menos a esa hora, y vamos a casa juntos en el auto.

—Bien, bien —aprobó el mayor, asintiendo con la cabeza—. No me tengo que preocupar tanto, entonces.

—A no ser que haya zombies en el tren, como en la película —bromeó Taehyung, ganándose un golpe en el hombro—. Seré como Don Lee, lucharé contra cinco zombies a la vez.

—Ni lo pienses, no quiero un novio zombie.

"Como en la película esa", alcanzó a decir Taehyung antes de darse cuenta de lo que acababa de decir Hoseok, y luego se quedó callado. Novio. Wow. ¿Había escuchado bien? ¿En serio Hoseok había dicho...?

—Oh, ahí viene tu tren —comentó entonces casualmente, como si nada hubiera pasado—. ¿Me avisarás todo? Cuando bajes del tren, y del autobús, y cuando encuentres a tu papá.

—Uh, hm, sí —logró balbucear él, aún aturdido—. Sí, te mantengo informado.

Hoseok sonrió fugazmente, y se enderezó en su lugar en lo que el tren llegaba y se detenía frente a ellos, abriendo las puertas para que bajaran todos los pasajeros. De repente la estación estaba llena y la gente estaba amontonándose, pero el cerebro de Taehyung había dejado de funcionar; no le costaba imaginarse a miles de Taehyung's pequeñitos corriendo, gritando, lanzando cajas de papeles en medio de un incendio, como en el episodio de Bob Esponja que tanto le gustaba, sólo que en lugar de gritar "dónde está su nombre" gritaban "Hoseok insinuó que son novios".

—¿No te vas a subir? —le preguntó el chico, sonriendo con sorna—. Yo tampoco quiero que te vayas, pero el tren se irá sin ti si no te subes.

—¿Qué? —preguntó él como todo un estúpido, luego reaccionó—. Oh, sí. Lo siento. Sí, ya me voy a subir.

—¿Sin despedirte de Hobi? —reclamó ahora Hoseok, viendo que empezó a caminar hacia el tren como un autómata—. Yah, mocoso.

—Lo siento —volvió a balbucear, regresando sobre sus pasos para pararse frente a Hoseok—. Me distraje un poco.

—Me di cuenta —se burló el mayor, dándole un suave golpe en la frente—. Ahora dime, ¿cómo la pasaste hoy? ¿Sí te gustó nuestra cita?

—Ya te dije antes que fue la mejor primera cita del mundo, Hobi —repitió él, sonriendo igual de ancho que el contrario—. La pasé más que bien.

—Muy bien.

Y luego, dos segundos incómodos en los que ninguno de los dos estaba seguro de qué hacer: ¿se abrazaban, se besaban, lloraban, bailaban? ¿Ninguna, todas? Afortunadamente Hoseok tomó la iniciativa y le revolvió el cabello con cariño, y eso alcanzó para que Taehyung saliera del trance y reaccionara, rodeando el cuello del chico en un abrazo que fue correspondido de inmediato. Fue breve, pero sentir los brazos de Hoseok sujetando con fuerza su cintura era lo único que quería. Entonces se separaron y Hoseok sonrió, y a Taehyung le costó mucho recordar que estaba en un lugar público y que no podía besarlo en la boca como hubiera preferido. Sin embargo, no iba a irse sin demostrarle lo mucho que lo quería, por eso antes de arrepentirse le plantó un beso en la comisura de los labios, para luego prácticamente salir huyendo hacia el tren.

Una vez que se acomodó en su asiento miró por la ventana, y vio al chico aún parado en su lugar con una expresión de total sorpresa, tocándose ahí donde había recibido el beso con los dedos. Sonrió complacido, también divertido, y empezó a sacudir las manos para llamar su atención. Al notarlo Hoseok recuperó la compostura y lo saludó también, más tímido que antes, pero con la misma sonrisa bonita de siempre.

—Avísame cuando estés en Daegu —parecía haber dicho Hoseok, a juzgar por los movimientos de sus labios.

Taehyung asintió con la cabeza, luego levantó un pulgar y recibió otro pulgar arriba a modo de respuesta. Entonces las puertas del tren terminaron de cerrarse tras el pitido de un silbato, y finalmente el vehículo arrancó. Una vez más, Taehyung sacudió las manos frente a la ventana, y lo último que vio de Hoseok antes de perderlo de vista fue aquella preciosa sonrisa que tanto adoraba.

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