4. Culpa

Los ojos almendrados que le mantenían la mirada, le empezaban a asustar más y más. Ya no los notaba iluminados por un fuego interior, por unas llamas de ira. Ahora estaban oscurecidos, pero no sabía el porqué. No estaba seguro de querer averiguarlo.

El mayor no le soltaba. De verdad le dolía.

- ¿Te duele? - Oliver asintió, con la vaga esperanza de que se apiadara de él y le liberara. Sloan solamente dejó escapar de sus labios un gruñido, haciendo toda la presión que podía, sacandole pequeños alaridos de dolor al menor - ¡Pues no me importa!

¿Que había hecho mal como para que le tratara así? ¿No eran amigos...?

- P... Para... - susurró, de nuevo en un tono suplicante, removiéndose levemente. Apenas podía mantenerse en pie por sus temblores, y estaba buscando alguna manera de safarse, pese a que no era posible. El mayor había tomado la precaución de inmovilizarle las piernas para que no le pateara o algo similar.

Estaba furioso. Se le notaba. Oliver no lo sabía, pero Sloan estaba más enojado consigo mismo que con él. Odiaba tener ganas de tocarle y lastimarle más. Detestaba que su vista se viera nublada por el deseo de saciar sus demonios. Por que no, no lo haría.

Que se pudrieran sus demonios.

Estaba harto. Si tan solo Oliver entendiera eso...

- ¿Ahora si hablas? ¡¿Eh?! - se estaba desquitando con el pequeño, y éste creía que había hecho algo mal. Aunque sí, su contrario estaba algo herido emocionalmente. Oliver no lo sabía, pero a Sloan le dolía nunca escuchar como pronunciaba su nombre, que nunca le contara nada - Llámame por mi puto nombre, dime que te suelte - ya no sabía ni lo que decía- ¡Hazlo!

- S...Slo... An... - tragó saliva - Su... Suéltame... Sloan... Po... ¡Por favor! - obedeció el pelirrojo, sollozante y con la voz temblorosa tanto por el miedo como por el dolor. Dicho esto, pudo sentir como el agarre se iba aflojando. Su contrario no le soltó, pero ya no le lastimaba.

El castaño había bajado la cabeza, jadeando suavemente. Sin dejar que le viera los ojos, se acercó al oído del menor.

- ¿Tengo que amenazarte, Oliver...? ¿Es necesario...? Estoy cansado de ti... - susurró de una manera suave, tan suave y pausada, que Oliver sintió como si se derritiera. Cerró los ojos, volviendo a intentar encogerse contra la pared al sentir el aliento cálido de Sloan contra su oreja.

El mayor tardó unos momentos en alejarse, soltandolo para pasarse la mano por el rostro, en su típico gesto de frustración, el mismo que hacía al no comprender un tema de alguna materia, normalmente cuando se acercaba un exámen.

Y se fue del cuarto, mientras el pequeño se deslizaba por la pared hasta sentarse en el suelo, acercando las rodillas al pecho mientras ocultaba sus brazos.

Sloan no volvió para el momento en que el pelirrojo se fue a acostar. En el momento en que éste dormía con su pijama infantil y parecía un ángel. En el momento en que el castaño no quería verlo, porque tenía la corazonada de que ese ángel descansando bajo su cama, despertaría cosas en él.

Cosas que ya habían despertado. Pero, vaya mierda, el quinceañero estaba negado a eso. O lo estuvo, una temporada, el mismo intervalo de tiempo en que ignoró al pelirrojo.

No fue difícil pasar de él. Oliver se había percatado de que estaba siendo ignorado cruelmente y, tal como un obediente canino, lo aceptó. Mejor dicho, se obligó a aceptarlo, a no seguir molestando.

El tiempo pasó, y llegó el día en que... Oli no encontró a nadie en su cuarto compartido.

Fue raro, el que siempre madrugaba era él, no el castaño. Éste último amaba dormir todo lo posible, desde que ignoraba al pequeño incluso llegaba algo tarde a las clases...

Con solo levantarse, pudo saber el porqué. Sloan se iba. No estaban sus cosas. Y Oliver no era tan tonto.

En pijama y descalzo, salió de su cuarto, encontrándose con uno de los tutores de grados mayores, pese a que no pudo saber exactamente de cuál. No le importó.

Atropelló las palabras al preguntar, de modo que tuvo que volver a formular la cuestión. Su duda fue respondida de una manera muy simple.

Sloan estaba de camino al aeropuerto para ir a Irlanda. Las razones quedaron en el aire, no es que a ese tutor le interesaran, pese a que Oliver se estaba haciendo una idea errónea por la falta de esa información.

- Se va a ir por mi culpa... - ese murmullo alterado fue suficiente para que volviera rápidamente a su cuarto.

Se cambió en tiempo récord, y consiguió un táxi para llegar al aeropuerto. Usó parte de sus ahorros, calculando cuánto costaría el volver, sorprendiendo al taxísta.

Oliver tenía su dinerillo, pese a que estaba negado a revelar el cómo lo había conseguido.

Llegó por fin, y corrió por todo el lugar, casi siendo atropellado por turístas, amantes despidiendose, familias, viajeros solitarios, quien sabe qué personajes más. Su cabello rojo llamaba la atención al desaparecer y aparecer por el tumulto de gente.

Muchos empleados le preguntaban si se había perdido, y él, entre balbucéos, les contestaba preguntado donde estaban los vuelos a Irlanda.

Y se detuvo. Titubeante, temeroso y jadeante, al reconocer ese cabello mal cortado y esa campera con las palabras Im The King que solía ver tirada por el suelo. Estaba solo a unos metros.

El castaño se volteó, clavando su almendrada mirada en el pelirrojo, el cual no se dio cuenta de que dejó de respirar hasta que sus pulmones exigieron oxígeno.

Sloan se acercó, a paso tranquilo, hasta quedar a centímetros. Oli esperó a que dijera algo, pero solo le penetraba con la mirada. Al sentir como el aire le faltaba de nuevo y las piernas le fallaban, abrió la boca, primero para tomar una bocanada de aire, luego para hablar.

- P...Perdoname... Te enfadé... Y ahora te irás por... por mi cul... - fue interrumpido al tiempo en que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. No con palabras, no. El mayor le había tomado de la nuca para acercar sus rostros. Las mejillas del pelirrojo estaban sonrojadas, podía sentir el aliento de su contrario. A café, olía a café.

A Oliver le gustaba el café. Pero con leche.

Sus pensamientos fueron nublados abruptamente por un tacto que nunca había sentido. Se estaban besando ¡Se estaban besando! Su corazón parecía querer salir de su pecho y en sus mejillas se acomodó todo el calor que sentía.

Estaba maravillado con ese nuevo tacto, pero a Sloan no pareció bastarle solo un breve tacto entre sus labios.

- Mierda... - pudo escuchar el menor que murmuró su contrario cuando se separaron levemente, antes de ser acercado de nuevo, pero con menos cuidado.

Quedó paralizado al sentir como esos labios con sabor a café se movían sobre los suyos. Incluso se asustó, aferrandose a la campera contraria.

En poco tiempo volvieron a separarse, Sloan aceptando lo que tanto había querido seguir negando, y Oliver con un desastre en el interior de su cabeza, con el corazón a mil y sonrojado completamente.

Los altavoces sonaron. Sloan lo soltó, tapandose parte del rostro con la mano. No con frustración. Pero Oliver no pudo descifrar del todo lo que sentía el almendrado.

- Es todo tu culpa, Oliver. Todo lo que te sucede. No lo olvides - murmuró el castaño, destapandose el rostro mientras daba un paso para atrás, dejando al menor con un nudo en la garganta.

Pero la sonrisa que esbozó Sloan, descolocó al pelirrojo.

- Idiota. Todo es tu culpa, pero yo no me iré por eso. Solo estoy volviendo a mi país natal, Oliver.

Y esas fueron las últimas palabras que escuchó de su parte, porque se largó. Oliver no pudo decirle nada. Aún estaba petrificado.

No porque hubiera besado a un chico. Ni porque fuese su primer beso.

Fue porque, había besado a Sloan. Mejor dicho, Sloan lo había besado a él.

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