1.
La guerra se avecinaba y eso dependía de una sola persona aquella con el poder absoluto. Emmanuel y Lucifer, lo sabían desde mucho antes de la partida del hermano mayor.
El nuevo Dios creador, estaba sentado en su trono, impaciente y realmente queriendo que el tiempo pasara rápido, para que su creación pudiese bajar a la tierra. Recordando de una manera rota las palabras del Profeta.
"La Segunda venida del hijo del hombre,
será en medio del éxodo de las naciones,
Porque será el ángel de la vida y la muerte,
Trayendo las cadenas de miles de generaciones en sus pies.
El ángel, unirá el cielo y el infierno, derrocando
Todos los estamentos, y reglas de este mundo,
cuando la sangre sagrada de dios creador se posicioné en Magdala,
la reina de la tierra".
La reina de la tierra cuan cautivadora era, aunque apenas siendo una niña, de las mujeres y de todas las reencarnaciones, ella parecía la más bonita creación. Esperaba que al saber su misión en el mundo fuese ella la precursora de aquel apocalipsis que tanto necesitaba. Quería demostrar a todos que su padre era quien estaba equivocado y los humanos eran un cáncer despreciable y, de hecho, las únicas que le simpatizaban eran su madre y aquella humana que le había enseñado amar en un pasado.
—Puedo saber que andas haciendo —Rafael se quitó los lentes al llegar al trono, poseía una capa y parecía dispuesto a tener una gran batalla verbal con su hermano —desapareciste a Padre, y le entregaste el poder a Lucifer —cruzaba los brazos en son de enojo—está bien que seas el nuevo "dios creador", lo que me parece mal, es que nos uses para tu beneficio y tu lucha contra el primero—refiriéndose a su hermano mayor —sabes que el sí es el verdadero rey de todo esto y que tomará represarías contra ti y tu reencarnación.
—¿Crees que no lo he pensado? —Grito haciendo un eco sorprendente —sabes estoy harto de lo obvio.
—Entonces, ¿Por qué lo mataste? —lloraba, por la decepción— sabiendo que ya no hay marcha atrás.
—Se que él me estará esperando con una espada para contarme la cabeza—Emmanuel sonrió en medio de la angustia—y sabes que es lo mejor, ya no me importa.
—¿Cómo harás para que la reencarnación tuya llegue a la tierra? —sintiendo como los demás arcángeles se aproximaban—si no cuentas con nuestro apoyo.
El tercero de los hijos de Dios, Rafael esperaba una respuesta hasta que la escucho con voz fuerte, sin embargo, lo que a él si le importaba era el bienestar de los humanos.
—La Daga del Destino, mi sangre y la sangre de Magdala.
—Traerás a Sarah, a tu hija.
—Claro que sí—los miró a todos —ella es la princesa del universo ¿no?
***
La llegada de la noche y la incertidumbre se hacían bastante grandes sin contar que La duquesa no había sabido nada desde la partida de su hijo. Lucia descansaba en cama, su nuevo nombre le gustaba, era lindo y si de algo estaba segura, era que aquel nombre provenía de la madre del rubio. Mientras Josephine y Gerard, traían algunas ropas y algunos vestidos, que creían podría el "Ángel de dios", usar.
—¿Qué diremos en el Concejo? —pregunto el rubio, sentado en la orilla de la cama, observando con decoro la espalda de el joven ángel.
El Concejo era el sitio donde pastores y servidores de Dios creador, se instruían en quehaceres varios; en algunos casos eran consejeros de su majestad el Rey, que, en este caso, sería su primo Raphael. La Duquesa, no supo que responder realmente se encontraba en una estresada, no sabía cómo le había resultado lo la aparición de su hijo, ante la princesa Clariz y ahora que su sobrino querido, tenía que buscar nuevos horizontes, para proteger esa vida que crecía en esa mujer angelical, no tendría que cabeza para pensar con certeza.
Se quedo en silencio observando una fotografía de la madre de aquel rubio, puesto que las dos habían sido criadas como hermanas. De repente se le ocurrió una idea, aunque fuese totalmente al contrario al comportamiento de su sobrino político, era la única manera para que Gerard tomará a esa mujer como su esposa.
—Dime ¿Qué diremos? —el joven frunció las cejas tratando de leerle la mente. La mujer con la corona de duquesa, hablo tranquila, para brindarle compresión al joven.
—Hijo—de repente observo a la joven que iba despertando —Diremos que te escapaste, que no aguantabas la presión de ser el nuevo consejero del rey que se posicionará — dijo de primera voz —te irás al Reino de Sion, y vivirás con una persona normal — Gerard, solo escuchaba lo que su tía decía con mucha atención — tú serás el padre de Dios—esa premisa, lo dejó aterrado, pero disimuló, cuando un hermoso cuerpo, se comenzó a mover.
—De hecho —Lucia habló arropada en la cama — Mi hijo no será el heredero al trono de Dios creador—Josephine, casi se desmaya si no es porqué detrás suyo hay una silla de madera — el hijo de dios creador, vendrá cuando La luna y el sol, se den el primer beso del año.
—¿Quién eres tú? —preguntó la duquesa, caminando de un lado a otro, más nerviosa de lo normal, no estaba bien.
— Su majestad, yo soy la que guiará el Ángel Guardián hacia la mujer elegida y ella es... —cuando el ángel iba a hablar, llamaron a la mujer, desde el Sion.
—Lucia, si quieres me lo dices a mi —le paso un vestido de cuadros—vístete y me cuentas.
—Gracias por no odiarme.
—¿Cómo sabes que no siento rencor?—ensanchó los ojos.
Ella de inmediato se paró y se arropó con sus grandes alas violeta claro, agarrando el vestido y Gerard se giró colocándose demasiado rojo la vio dos veces desnuda, se sentía pecaminoso.
—Sencillo, querido—al estar vestida le tomó el hombro para que la mirará con tranquilidad—soy ángel de la comarca de Gabrielle, se de emociones y puedo leerlas desde el fondo de tu alma.
—Sabes que eres hermosa—aquello la hizo sonrojar bastante. Si iba a hacer su esposa sería normal hacerle un cumplido—¿Cuéntame quien es la elegida para traer a su reencarnación?
La joven sintió la angustia en su protegido, por eso se animó hablar.
—la mujer que traerá a nuestra reencarnación es una princesa —Gerard, comenzó a estar mas atento a lo que diría la mujer divina—es la tercera de la descendencia de la comarca de Rafael.
—Me estas diciendo que es la princesa Clariz—ella afirmo con la cabeza dejándole aturdido.
—Si, querido—lo abrazo —el niño vendrá cuando la luna y el sol se besen.
—En el próximo eclipse.
—Si—volvió a contestar la mujer.
Josephine iba a entrar al cuarto cuando escucho esto, se dejó caer en la puerta precipitadamente; creía que su hijo tendría un buen futuro, ahora si ella debía hacer todo lo posible para que su hijo fuese rey, porque así podría estar más cerca de la futura criatura.
***
En esos momentos, en Sion, Clariz flotaba por las nubes al recordar el beso de su más querido pretendiente y que para los ojos de ella; Era con el único que quería casarse además ya se habían juraron desde pequeños que estarían juntos.
Ella se había convertido en una digna mujer para gobernar y el seria su familia, de alguna manera su todo.
—La noche a llegado, su majestad —decía con un hombre sentado en una de las sillas, era el representante de la comarca de Gabrielle, degustaba los alimentos —creo que ya estamos todos los pretendientes de nuestra princesa.
La princesa miraba solo a Raphael, quien también no disimulaba los sentimientos por Clariz.
—Creo que la princesa ya debería de escoger su esposo—habló él mismo joven, parándose de su asiento y sacándola a bailar. Clariz acepto, mientras que Raphael atinaba a estropear una servilleta de tela.
Cuando el representante de la comarca de Miguel, el hermano del medio de aquel teniente, le advirtió.
—Debes de parar esto —SkyRed, lo miro mientras Clariz daba vueltas en la sala, admirada por sus pasos elegantes—hermano debes de mostrar tu poderío, antes que ese chico muestre sus encantos ante nuestra majestad el rey Jeremías—Raphael no entendía casi, de lo que hablaba su hermano—dicen que trajo consigo una estera de baúles llenos de oro.
Como si le hubieran insultado nuestro joven guerrero, se paró ofuscado es que no iba a permitir que su niña fuese un objeto de intercambio, para evitar esto, se levantó y tomo su espada, colocándola en su cintura, gritando.
Camino hacia el joven y su princesa, arrebatando un arma de un guardia, haciendo que Jeremías se preocupará.
—Conde Michell—grito tirando la espada suya a los pies del bailarín—lo reto a un duelo Sanguis Luctus —el joven de la comarca de Gabrielle, sonrió con arrogancia.
—Perfecto, teniente Raphael—miro a la joven princesa que había palidecido un poco —si usted pierde y no tiene el favor de dios. Seré yo el rey de Sion y usted será mi acompañante en el altar.
—Acepto, su proposición— movió el arma un poco, para mirar si estaba pesada o debía escoger otra —si yo triunfo, le pediré que me deje los baúles de oro que le trajo a nuestra majestad y será mi acompañante cuando me case con vuestra princesa.
Jeremías y Antonella, los padres Clariz hablaron ante el silencio que gobernaba el gran salón.
—Que el "Sanguis Luctus", sea mañana en atardecer—el rey observo a la hija menor.
—y la princesa Clariz los va acompañar —hablo la acompañante y reina.
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