26

David

Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Mi mirada no podía dejar de contemplar la aguja larga y delgada del reloj del salón de mi casa, que marcaba todos y cada uno de los segundos a lo largo del día. No podía dejar de mirarla, ni de escucharla, ni de pensar en el tiempo que había pasado desde que estaba así de inquieto.
Todo parecía pasar con más lentitud de lo normal, y eso me ponía de los nervios.

-David, de verdad te lo digo - Caleb me despertó de mi trance - Sí estás nervioso aprende a no aparentarlo.

-¿Y ahora qué he hecho? - repliqué.

-Deja de jugar con los dedos con tanto entusiasmo, pondrías nervioso incluso a un muerto.

Miré mis manos, y, efectivamente, tenía los dedos de las manos cruzados entre si, y los iba moviendo de forma involuntaria.

-Disculpe Don Perfecto - tumbé mi cabeza encima de la mesa.

-No tengas miedo - dijo, increíblemente, de forma amable.

-Ya no sé cómo sentirme, pobre Joe, espero que todo vaya bien.

Nos encontrábamos Caleb y yo, solos en mi casa. Tanto mis padres como Joe y su madre se habían ido a juicio. Yo debía esperarme, y como no quería hacerlo solo, le pedí al centrocampista que viniera a hacerme compañía. Habíamos continuado un poco con nuestro trabajo de historia y habíamos hecho toda la faena pendiente de clase. Y ahora, tocaba esperar.

Estuvimos mucho rato hablando de trivialidades, habíamos jugado a las cartas, habíamos salido a pasear un poco, a jugar al fútbol en el campo de la ribera...

-Oye, Caleb - contemplé la ventana.

-Dime - respondió sin mucho entusiasmo.

-¿Tú crees que hemos hecho lo correcto? - pregunté.

-¿A qué viene eso? - se sorprendió.

-Es solo que... - pensé un poco lo que iba a decirle.

-...

-Cuando nosotros no sabíamos nada de la situación familiar de Joe, que aún lo mantenía en secreto, a él se le veía más contento, activo, no sé, más él.

-... - me miró atentamente.

-Ahora solo se le ve triste, decaído, no es el mismo, no sabría cómo dedcribirlo.

-Bueno - llevó la mano a la nuca - Sí que es cierto, no te lo voy a negar. Pero piensa que para Joe todo es nuevo y complicado. Solo debemos darle tiempo, verás que al final será de nuevo él, quizás más feliz incluso. Yo creo que hemos hecho lo que debíamos.

-Espero que lleves la razón - le sonreí - Gracias, era algo que me rondaba por la cabeza desde hacía mucho rato y necesitaba soltarlo.

Me quedé contemplando la ventana. El cielo lucía espectacular, lleno de blancas y densas nubes que tomaban y reflectían los diversos tonos azafranes del horizonte, que despedían a la gran estrella. Era un espectáculo digno de admirar.

Y a mi me encantaba eso, solo que no podía dejar la mente en blanco y fijarme en el hermoso cielo. Joe era quién ocupaba mis pensamientos. Pareciera que sufría más yo que él, aunque lo dudaba mucho.

-¿Cuánto tiempo más van a tardar? - me quejé.

Justo en ese instante, la puerta de mi hogar se abrió, entrando por ella el resto de inquilinos del lugar. Se les veía serenos, aunque, a Joe no.

-Hablando del rey de Roma - dijo Caleb.

-¡Joe! - me levanté del suelo, y corrí hacia mi amigo, seguido por el centrocampista.

-Hola David, Caleb - sonrió como pudo.

-¿Cómo ha ido? - preguntó el de los ojos verdes.

-Bueno - levantó los hombros - Yo solo he respondido a todas sus preguntas, no sé si les servirá de algo o no, ellos son los expertos. No sé muy bien como va a ir todo esto.

-Todo va a ir bien - mi padre le dio dos ligeros toques en la cabeza - No te preocupes por nada.

Él solamente asintió, algo cabizbajo. Supongo que era normal que se sintiera triste, sabiendo que había visto a su padre de nuevo, quizás el pobre estaba algo asustado.

-Ahora solo queda que se decida qué se va hacer con Félix - comentó mi madre - Esperemos no llevarnos ninguna sorpresa...

-No lo creo, no tendría sentido que le dejaran marchar, esto ya está - sonrió mi padre.

-Todavía no cantes victoria.

Joe cada vez estaba más nervioso, y su madre lucía la misma expresión a medida que mis padres conversaban del tema. Supongo que el optimismo y el realismo de mis padres les angustiaban un poco.

Caleb y yo decidimos ir a mi cuarto a terminar de pasar la tarde, así que nos llevamos a Joe con nosotros, para que pudiera despejar un poco la mente. Allí se estaba muy tranquilo, lejos de las conversaciones de los adultos, solos nosotros tres. Intentamos animar a Joe de varias formas.

Al final se nos ocurrió la idea de ver una película, apetecía mucho, la verdad. Saqué mi ordenador portátil y esperé a que decidiéramos qué ver.

-Pon una de miedo - sugirió Caleb.

-No, a mi no me gustan - me quejé.

Miré a Joe, que yacía indiferente y callado al lado de Caleb, esperando a que llegáramos a algún acuerdo.

-Venga Joe, elige tú - le sonreí.

-¿Seguro? - asentí, y él esbozó una sonrisita pícara - Pon una de miedo.

-No sé ni por qué me molesto - refunfuñé, buscando algo de la temática.

Nos acabamos decantando por una, la pusimos y me senté con ellos. Estaba algo nervioso, ese tipo de películas no me gustaban nada, sentía que podían asustarme en cualquier momento. Tenía todos mis sentidos alerta.

Todo comenzó tranquilamente, como era normal. Me estaba poniendo de los nervios, quería que todo se terminara. ¿Por qué no podríamos haber puesto una comedia o algo así? A todo el mundo le gustaba reírse, pero pasar miedo, pues no.

Hubo una escena en concreto, en la que el protagonista se encontraba en una espécie de sótano, oscuro y húmedo, muy tranquilo y callado, con mucho eco. Todo era demasiado típico.

-Ya verás, ahora voy a asustarme - anuncié.

Entonces, casi al instante, con un movimiento rápido y seco, Joe pretendió echarse encima de mi, consiguiendo su propósito.

-¡Ah! - reaccioné ante su movimiento, y le di un puñetazo laxo en el brazo - ¡Joe! ¡Eso no se hace!

Tanto él como Caleb comenzaron a reírse. Realmente les gustaba molestar a los demás, se tenía que admitir, era divertido. Pero a mi no me gusto.

Justo como había predecido, en la película apareció una escena muy momentánea, causando que me asustara de nuevo. Dos sustos en menos de diez segundos, eso me dejó hecho polvo. Se me puso la piel de gallina.

-¡Qué fuerte, esto es muy divertido! - Caleb rió, de mi me imagino.

Entre risas, Joe me rodeó con sus brazos, acercando mi cuerpo al suyo. Una sensación reconfortante me recorrió el cuerpo, mi rito cardíaco comenzó a aflojar y terminé por calmarme.

-Eres un cobarde - rió ligeramente el portero.

-No tiene gracia - repliqué, cruzándome de brazos.

-Ya me perdonarás - se secó la lagrimilla - Pero eso no es verdad.

Al ver que no respondí, me frotó ligeramente la esplada, en señal de apoyo. Calmó su risa para respetarme un poco y me sonrió.

-Va, ya paro - me dijo, acortando más el espacio que nos separaba - Ya se termina.

No pude evitar sonreír, tenía una personalidad muy tierna a pesar de su rudo aspecto. Devolví la vista a la pantalla, y terminamos de ver la película.

Por lo menos Joe pudo olvidarse de sus problemas y se divirtió durante hora y media. Algo era algo.

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