22
David
Abrí los ojos con algo de dificultad. Aún era de noche. Observé el reloj de mi muñeca, las 2:47 a.m. Solté un suspiro, y llevé mi mirada al colchón de al lado de mi cama, dónde mi amigo descansaba.
Su respiración era lenta y suave. Ya se le veía tranquilo.
Después de que la policía se llevara a su padre, Joe no pudo estar calmado ni un solo momento. Estaba asustado, nervioso y angustiado. Me dolía tanto verle de ese modo.
Ahora se le veía tan en paz con el mundo...
Parecía un pequeño animal indefenso. No pude evitar que me pareciera adorable, y que a la vez sintiera compasión por él. Di gracias a que Caleb y yo lo hubiéramos encontrado ese día en el baño llorando, y que él hubiera tenido la valentía de contárnoslo todo. Si no fuera por eso, Joe seguiría bajo las manos de su padre.
Me senté en mi cama, y le observé. Entre la azulada penumbra de mi cuarto, pude ver como sus ojos añiles se abrían lentamente, cruzando su mirada con la mía. Le sonreí, y él me miró extrañado.
-Jamás antes te había visto el ojo derecho - susurró - Pareces una persona distinta.
Al darme cuenta de que, efectivamente, no llevaba el parche puesto, me abalencé sobre la mesilla de al lado de mi cama y me lo coloqué con prisas.
-Eh, ¿qué ocurre? - dijo sin moverse - No pasa nada.
-No me gusta que me vean sin el parche - le conteste, susurrando también.
-¿Por qué?
-Como me hice daño en el ojo, el color se me aclaró un poco, así que son distintos entre si. Es muy extraño, y no me gusta nada.
-Ya veo - me sonrió con tristeza - Perdóname.
-No importa - le devolví la sonrisa.
Él se levantó de su colchón, y estiró un poco las piernas. Yo estaba sentado sobre mi cama y la espalda recostada contra la pared. Me eché a un lado, y di leves toques a mi cama para que él se sentara conmigo. Asintió, y en silencio, se recostó contra la pared también.
-¿Cómo estás? - le pregunté.
-Aún no lo asimilo - suspiró - Dame un tiempo.
-Claro, todo el que necesites.
Cerró sus ojos. Se le veía tan cansado y triste. No podía no sentir empatía con él, entendía que estaba pasando por un momento muy duro y extraño de su vida, y que el principal causante de ese momento había sido yo mismo.
-Oye David - me susurró, sin mirarme - ¿Por qué...?
-¿Qué?
-¿Por qué habéis hecho todo esto por nosotros? - soltó.
-Joe...
-Ultimamente te he tratado bastante mal, y... - tomó aire - Ahora que estoy aquí, solo me siento una carga para vosotros, para tus padres sobretodo.
Le abracé con mucha fuerza. Los ojos se le humedecieron, y, por consiguiente, a mi también. Como odiaba que se infravalorara de esa manera, que se creyera molesto.
-Joe - le dije, con la voz triste - Tú lo sabes, eres una persona muy importante para mi. No sabes cuánto sufría al verte tan mal, y hasta que no supe qué te pasaba no pude relajarme un poco.
-...
-Te quiero mucho, Joe - lloré - Odio verte mal, odio ver como me muestras una sonrisa cuando las cosas no van bien, y que te quedes con la boca cerrada. Haría lo que fuera por ti. Nuestros padres también son muy amigos, y también estaban preocupados. Es por eso que tomamos la decisión de tomar cartas en el asunto. Espero que puedas perdonarme, pero tuvimos que hacerlo.
Antes de que pudiera continuar, me rodeó también con sus fuertes brazos, y me abrazó con mucha presión. Estaba destrozado, y con ese gesto me mostró que estaba muy agradecido con mis sentimientos hacia él. No hicieron falta palabras para saberlo.
Su agarre era muy decidido, y a la vez desesperado.
-David, yo... - temblaba - No sé qué decir...
-No digas nada - le consolé.
Nos separamos. Le sonreí con un intento de dulzura, y él me correspondió el gesto. Intentó calmarse, poco a poco, respirando hondo con calma.
-Creo que deberías dormir un poco más - le dije.
-Y tú también. ¿Qué hacías despierto, por cierto? - me miró extrañado.
-Ni yo lo sé - le confesé - Me desperté y ya no podía dormir.
-Ya veo - dijo - Bueno, a mi me pasa muy seguido. Solo túmbate, cierra los ojos y no pienses en nada. Verás como te duermes.
-¿A ti te funciona? - le miré, mientras él salía de encima de mi cama.
-No - se tumbó en su colchón - Simplemente no puedo no pensar en nada. Hay demasiadas cosas dando vueltas dentro de mi cabeza.
-...
-Deberías dormir, mañana hay clases.
Ambos nos quedamos en silencio. Estaba claro que Joe no iba a pegar ojo en toda la noche. Nada más traerlo en casa, le tumbaron en la cama para que reposara, y eso hizo. Fueron unas tres horas que estuvo durmiendo, el pobre estaba extremadamente cansado. Pero ahora que había recuperado algo de energía, ya no lo estaba tanto.
Yo tenía sueño, pero me sentía mal por él.
-Sí quieres podemos hablar un rato - le dije.
-No, tienes sueño, lo sé. No te preocupes por mi.
-Bueno...
Me quité el parche, ahora que no me miraba, y lo dejé de nuevo en la mesilla de noche. Me tumbé boca arriba en mi cómoda cama, y cerré los ojos. Mi respiración comenzó a relentirse. Necesitaba un descanso yo también.
-Oye, David - susurró Joe.
-Dime - hablé con su mismo tono.
-Gracias por todo - eso me vino de sorpresa - Tú también eres muy importante para mi. Jamás voy a poder devolverte este favor.
-No tienes que devolverme nada. Una vez me dijiste que los amigos se ayudan entre ellos.
-Eres el mejor - cambió de posición, túmbandose de espalda a mi - Buenas noches.
Esa madrugada me dormí tranquilo. No solo tranquilo, sino que con una enorme sonrisa en la cara.
-Adiós chicos, pasad un buen día - mamá se despidió de nosotros.
-Adiós mamá - le sonreí - Hasta luego señora King.
-Que vaya bien - ella dijo adiós con la mano, y le dedicó una sonrisa dulce a su hijo.
Cerramos la puerta detrás de nosotros, y comenzamos a caminar calle abajo. Esa calle de bajada era genial, pero de subida... a eso se le podía considerar hacer ejercicio. Descendimos en silencio.
Contemplé a mi amigo. Me miró de vuelta. Llevaba en la cara una media sonrisa muy serena. Ya comenzaba a ser el verdadero Joe, ese chico amable y apacible.
-¡Eh! - una voz nos llamó la atención - ¡Parejita!
Caleb se nos acercó corriendo. Nada más verle, Joe le agradeció, al igual que había hecho conmigo en la noche, lo que hizo el día anterior.
Caleb se lo tomó bien despreocupado, y los tres comenzamos a caminar, camino al instituto.
Entramos, Joe algo nervioso. Me había contado que no le interesaba nada que los demás alumnos supieran algo de lo que había pasado. Para su suerte, eso no sucedió. Nadie dijo absolutamente nada. Quizás no lo sabían, o se estaban callando.
Joe se despidió de nosotros, y se dirigió hacia la classe de química. A nosotros dos nos tocaba literatura. Le dijimos adiós, y fuimos por distintos lados.
Joe estaba tranquilo. Por fin podía estar en paz, a sabiendas de que su madre estaba bien y de que nada iba a pasar cuando regresaran a casa.
Hablando de él, me preguntaba qué estaría haciendo el padre de Joe en esos instantes...
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