18

David

-La verdad esque cada día se le ve peor - Caleb anunció lo obvio.

-Yo creo que sus padres volvieron a pelear - dije, mirando al portero.

-Felicidades Sherlock - se burló el de los ojos verdes - Muy bien pensado.

-Cállate - le exigí - Esto no es para tomárselo a broma, Caleb.

-Ya lo sé, pero esque a veces dices unas tonterías...

Me quedé callado. No me gustaba dejarme ganar en las discusiones contra él, pero en ese momento no quería comenzar una.

-¿Crees que deberíamos delatar a su padre? - pregunté.

-Si hacemos eso, Joe y su madre terminarán viviendo en la calle - respondió tranquilamente - Recuerda que ella no tiene trabajo.

-Mi padre está buscando empleados para su empresa - solté.

Caleb me miró asombrado. La verdad, no entendí eso, pero en su rostro había dibujada media sonrisa. ¿Qué se le habría pasado en mente?

-¿Qué pasa? - le pregunté.

-David, ya está, ahí está la solución - me dijo.

-¿Dónde?

-Delante de tu cara. Tu padre busca empleados, la madre de Joe no tiene trabajo, une cables - extendió los brazos.

-Ah, claro - sonreí - Puedo hablar con mi padre, quizás así podamos ayudarles.

-Gracias, has usado la cabeza - me aplaudió.

Ni que la situcación fuera seria, Caleb siempre estaba preparado para reírse de los demás. La verdad, a esas alturas, ya no sabía si me hablaba en serio o solo se burlaba de mi.

-¿Va todo bien? - el de ojos añiles me miró sorprendido ante la pregunta.

-Sí, las cosas se retorcieron un poco el otro día, nada más - admitió.

-Quiero que sepas que me dejas más tranquilo ahora que me cuentas lo que te pasa - le sonreí con dulzura - Puedes hablar conmigo siempre que lo necesites.

-Lo sé David, muchas gracias - me devolvió el gesto.

Caminábamos tranquilamente hacia casa. Las clases habían terminado por ese día, y como siempre, regresábamos juntos.

-¿Cómo te ha ido el examen de geología? - le pregunté.

Si él se encontraba mal, quizás no se podía haber concentrado lo suficiente.

-Bien, no te preocupes - dijo - No es el mejor examen que he hecho, pero yo creo que he aprovado.

-Me alegro.

Cesamos nuestra marcha ante el cruce de una carretera. No había semáforo, y pasaban un montón de coches. Solo debíamos esperar a que ningún vehículo pasara, y entonces cruzar nosotros. Pero la verdad, parecía difícil.

-¿Y los de mi pueblo cuando pasan? - Joe se cruzó de brazos.

Me reí ligeramente. Él me sonrió, y contempló bien la carretera. En un momento dado, me tomó de la muñeca, y cruzó la calle corriendo, llevándome con él. Debió de ver que no pasaba nadie, y aprovechó la ocasión.

Continuamos con el camino. Nos acercábamos al cruce en el que siempre nos separábamos, yo para subir cuesta arriba hasta mi casa, y él hacia la suya, que quedaba unas manzanas más lejos.

-Oye, he estado pensando algo - le dije.

-Dime - respondió.

-Creo que deberías dejar el entrenamiento para dominar el Colmillo de Panera. O como mínimo pausarlo.

-¿Por qué?

-Estás muy cansado Joe - levanté muy ligeramente la voz - Ya tienes suficiente. Además, justo te acabas de quitar las vendas, no quiero que te vuelvas a hacer daño.

-Bueno - se rindió antes de nisiquiera discutírmelo - Voy a dejarlo por un tiempo, así te quedas más tranquilo.

-Gracias Joe - le sonreí.

Llegamos hasta ese punto del trayecto, en que ambos debíamos decir adiós, y separarnos para llegar cada uno a su hogar. Nos despedimos con nuestro choque de puños que desde pequeños hacíamos, y yo subí cuesta arriba hacia mi casa.

En el camino me encontré con alguien que realmente no me esperaba.

-¡Entrenador Hillman! - me acerqué a él.

-Hola muchacho - me sonrió - Desde el FFI que no te veo, ¿cómo va todo?

-Bien bien - le asentí.

-¿Seguro? A mi no me lo parece - me sorprendió con eso - Algo te atormenta. Y sé muy bien de qué se trata.

-Ah... ¿Ah sí? - me quedé algo confuso.

-Quiero decirte algo sobre Joseph. Te ha dicho qué pasa con él, ¿verdad?

-Sí... - pensé un instante, y con una preocupación notoria le pregunté- ¿Qué le ocurre?

-Tranquilo - me puso la mano en el hombro - Verás...

Me quedé plantado ante la puerta de la cocina de mi casa. No exactamente delante, sino a un lado, para que no me viera quién se encontraba detrás.
No sabía muy bien qué hacer. Bueno, sí que lo sabía, solo que me daba algo de respeto la situación en si.

Solté un suspiro para relajarme, para luego entrar en la cocina, dónde se encontraban mis padres. Ambos reaccionaron amistosamente ante mi presencia.

-Papá - dije.

-Dime - me respondió, con su sonrisa típica.

-¿Podemos hablar un momento? - dudé un poco - A solas.

-Claro - se me quedó mirando algo confuso - Vamos.

Comenzó a caminar, y poso su mano en mi espalda para llevarme con él a mi cuarto. Una vez en esa habitación, pequeña, de paredes color azul pálido e iluminada por la luz solar, ambos nos sentamos en mi cama.

Se quedó callado, esperando a que fuera yo quién iniciara la conversación. Me debió haber visto algo tenso y decidió respetar mi silencio hasta que yo mismo lo rompiera.
Relajé mi postura, y me aclaré la garganta. Ordené mis pensamientos, busqué las mejores palabras, y me decidí.

-Antes que nada, quiero que me escuhes hasta el final - dije - Y luego me das tu opinión.

-De acuerdo - me sonrió.

-Bien, ¿por dónde empezar?...

-Oye, cálmate - posó su mano en mi hombro izquierdo - Que soy yo, no tu profesor de historia. Venga, sabes que puedes hablar conmigo.

-Vale - le sonreí.

Miré por la ventana. La ciudad comenzaba a relucir un tono anaranjado, del sol que se marchaba. No sabía muy bien por qué, pero siempre había relacionado a Joe con el naranja. «Esto lo hago por ti, espero que sepas perdonarme».

-Bueno, ambos sabemos qué ocurre en casa de los King - dije, y él asintió - Yo sabía que Joe estaba muy mal por eso, pero, más que mal, está... asustado se queda corto. Creo que no hay palabra para definirlo, pero tiene muchísimo miedo, a su padre claro está.

Cerré los ojos unos segundos, y recordé qué me había contado el entrenador Hillman.

-Le gustaría canviar las cosas en su casa, pero su madre no tiene trabajo, y sin él vivirían en la calle. Además, le asusta la simple idea de hablar con su padre respecto al tema, y no se ve nada capaz de hacer nada. Necesita ayuda, él solo no puede.

-...

-...

-¿Y qué quieres qué hagamos nosotros? En el fondo, no nos incumbe - dijo él - Tu madre y yo somos muy amigos de Leah King, nos conocemos desde pequeños, pero ese es el asunto, no podemos hacer nada por ellos.

-¡Claro que podemos! - cerré ambos puños - ¡Ellos viven en un maldito infierno, papá! ¡¿Crees que eso no es suficiente motivo como para no meternos en el problema?! ¡Necesitan nuestra ayuda! 

-Vale, claro que sí, esto es grave - subió las manos como si lo apuntara con un arma - Pero repito, ¿qué podemos hacer nosotros?

-Bueno, eso también lo he pensado - dije - Tú eres jefe de una empresa, de una marca de ropa, de una cadena de tiendas. ¿No crees que podrías hacer algo para ayudar a la madre de Joe con el asunto del trabajo?

-Bueno... - posó su mentón sobre su dedo índice, pensativo - Esto es serio, debería hablarlo con tu madre. No soy un empresario muy grande, solo tengo tiendas en el área de Tokio.

-Da igual, tú eres uno de los superiores, puedes hacer algo. No lo hagas por mi, o por Joe. Hazlo por tu amiga.

Le abracé con fuerza. Sabía que estaba pidiendo mucho, era consciente, pero era serio, de verdad que quería hacer lo que estuviera en mi mano para ayudarles. Lo juré, era mi objetivo, Joe era alguien muy importante en mi vida, quería que estuviera bien.

-Tranquilo - me acarició el pelo - Voy a hablarlo con mamá, y ya veremos qué hacer.

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