LA NOCHE
El viernes salí del trabajo más tarde de lo que correspondía a mi jornada laboral y molesta a causa de ello, no me gustaba nada tener que trastocar mis planes; pero después de varias respiraciones mi ira se disipó y una bonita sonrisa regresó a mi rostro.
Iba a encontrarme con mis amigas en el sitio más de moda de la ciudad. Llegaba tarde, y sabía que estarían esperándome, pero no les daría la oportunidad siquiera de reprocharme la tardanza.
Las encontré con cara de pocos amigos y mi sonrisa se agrandó: «a mal tiempo, buena cara», me dije a mí misma . Llegué para saludarlas a todas afectuosamente, sonriendo de forma sincera porque realmente me alegraba verlas; sus caras se relajaron al instante, incluso alguna que otra se contagió de mi alegría. Después de varios minutos de charla y explicar mi retraso todas se encontraban felices y ansiosas por empezar la noche. «Qué fácil resulta cambiar el humor de las personas», pensé.
Nos adentramos en aquel lugar de sobrias luces, gente amontonada y música demasiado alta; el aroma que reinaba en aquel sitio sin duda era el de bebidas alcohólicas, sudor y perfume barato. Una mueca de asco hizo amago de aparecer en mi rostro, pero no se lo permití, estaba en el lugar de moda y debía encantarme todo aquello... Al menos así debía ser esa noche si quería conseguir que una de mis amigas intercediera por mí en su empresa y así poder aspirar a un mejor empleo que pudiera hacerme avanzar en la vida.
Apenas habíamos llegado a nuestra mesa cuando la música cesó de repente; dirigimos la mirada hacia el DJ entre las quejas de la muchedumbre que allí se agolpaba. Varios encapuchados aparecieron en dicha cabina.
-¡Callaos! -ordenó a través del micrófono una voz distorsionada- Habéis venido todos aquí esta noche en busca de diversión, de evadiros de vuestra deprimente vida... ¡Y diversión es lo que tendréis!
La música volvió a sonar, y el gentío enloqueció. Aquella actuación de los DJ había sido muy ingeniosa, tenía que reconocerlo; tal vez por este tipo de actuaciones era el local de moda.
El público que allí se había congregado se adelantó eufórico a empujones hacia la cabina del DJ; era una estampida de gente borracha intentando llegar hasta su ídolo, que al parecer se trataba de aquel encapuchado.
Un pensamiento cruzó mi mente: «Ya sé en qué se basan las películas de zombies». Una carcajada casi imperceptible escapó de mis labios ante este pensamiento, que nadie fue capaz de advertir.
Mis amigas ya estaban de pie y tirando de mí para que siguiera a esa marabunta de zombies como uno más de ellos. No sé por qué dudé, no es propio de mí, pero esa simple duda de apenas unos segundos fue la causante de todo…
Alguien me agarró por la cintura desde mi espalda y brinqué del susto, giré rápidamente sobre mis pies para encontrarme con un encapuchado. «¡Perfecto! Ahora uno de los DJ pretende seducirme...», pensé. Puse los ojos en blanco ante él porque realmente no tenía tiempo para esas tonterías, pero aquel robusto hombre estrechó aún más su agarre en mi cintura, haciéndome daño.
-¡¿Pero qué haces?! -exclamé mientras intentaba apartar sus manos de mi cuerpo sin éxito. Era realmente fuerte, una pizca de temor comenzó a brotar dentro de mí.
-¡Suéltame! -dije mientras continuaba forcejeando con él.
-Te vienes conmigo -dijo una voz muy diferente a la de aquellos DJ, y sin modular.
-¡De eso nada! Me vas a soltar y te vas a largar. No tengo tiempo para estos jueguecitos por muy DJ del local de moda que seas -dije despectivamente.
De repente algo redondo y frío presionó en mi costado, miré hacia abajo y se me heló la sangre: ¿aquello era el cañón de un arma? Por primera vez en mi vida me quedé sin palabras, sin saber qué hacer o cómo reaccionar; supongo que eso era lo debía sentirse cuando el miedo te paraliza, pero para una persona como yo aquello era inaceptable.
-Ahora vas a venir conmigo sin escándalos, obediente, y con una sonrisa en esa bonita cara. Seguro que no te costará nada, ¿verdad, Sonia?
Sabía mi nombre, por lo tanto yo también debía de conocerlo.
-Te conozco, ¿no es así? -pregunté segura de mí misma.
-No me conoces, porque nunca te he permitido hacerlo. ¡Y ahora camina! -dijo esto último empujándome hacia la salida del local. Pero me negué a seguir sus órdenes, quedándome parada en mi sitio »Verás, o lo haces fácil o te dejo inconsciente... Eres una chica lista Sonia, así que camina...
Me volvió a empujar con más fuerza esta vez, obligándome a dar varios pasos para no tropezar y caerme. Decidí seguir sus instrucciones de forma sumisa, dispuesta a hacer uso de mis encantos de chica buena…
Si le conocía seguramente sería por tratarse de alguno de los pretendientes a los que había rechazado; estaría despechado y molesto, y por ese motivo actuaba así. Si lo planeaba bien saldría de este embrollo antes de que finalizara la noche, sólo debía averiguar de cual de todos los hombres a los que había rechazado se trataba...
Llegamos a la puerta del local, no sin dificultad, y sentí cómo el cañón del arma era sustituido por su mano. Salimos sin problemas.
-Sigue caminando calle abajo con tranquilidad y sonriente -La presión de su mano sobre mi cintura me sobresaltó.
-¿A dónde vamos? Aquí ya podemos hablar tranquilamente.
-¡He dicho que sigas andando!
Me empujó discretamente para que comenzara a caminar sin que nadie sospechara que algo estaba ocurriendo. Aquello no me gustaba nada… en estos momentos yo debería estar persuadiendo a mi amiga para que intercediera por mí en su empresa, y no en la calle en compañía de un extraño enmascarado.
Mis nervios comenzaron a crisparse, pero debía conservar la calma y mantener la cabeza fría. Inspiré profundamente varias veces mientras dejaba que aquel tipo me guiase por las oscuras calles, alejándonos cada vez más de las zonas concurridas. Debía pensar la manera de salir de esta situación lo más rápido posible, pero mi mente se encontraba colapsada...
De pronto el “bip” de un coche me sacó de mis pensamientos.
-¡Entra! -ordenó aquel desconocido hoscamente.
-¿Estás loco? ¡No voy a entrar en tu coche! Esto ha ido demasiado lejos, si lo que querías era darme un escarmiento por haberte rechazado... pues vale, ¡ya lo has hecho! Ahora déjame volver.
Sus carcajadas me enervaron, ¡se estaba riendo de mí! Tal vez me había equivocado y no se trataba de un pretendiente despechado…
La ira surgió de mis entrañas junto con el miedo; sensaciones que hacía años tenía bajo control se escaparon por completo, haciéndome perder los papeles.
-¡¿De qué te ríes, imbécil?! -exclamé a voz en grito hecha una furia.
Éste rió más alto todavía, lo que provocó que mis instintos tomaran el control de mi cuerpo, abalanzándome con rabia sobre él. Mis uñas arañaron su rostro luchando por quitarle ese absurdo pasamontañas y poder ver su rostro, pero entonces un fuerte golpe en la mejilla me hizo caer de culo al duro asfalto. Levanté rápidamente la vista, con el pasamontañas aún aferrado en una de mis manos.
Ante mí su rostro quedó al descubierto, dejándome estupefacta.
Era un rostro duro, de mandíbula pronunciada, con pequeños indicios de una incipiente barba oscura; su nariz recta y su ceño fruncido me hicieron temblar. Sus ojos marrones eran tan oscuros que podrían pasar por negros; le aportaban una mirada aterradora a aquel hombre al que estaba segura, nunca en mi vida había visto.
-No vuelvas a atacarme... -dijo con una extraña calma en su voz que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda- O tendré que hacerte daño.
Mi cuerpo tembló involuntariamente. Estaba sola, en una calle que no conocía, y lo suficientemente lejos de la zona de moda como para que alguien me pudiera oír gritar, custodiada por un desconocido con pasamontañas y un arma…
En el momento que fui plenamente consciente de la situación en la que me encontraba me sentí completamente superada por todo aquello, estaba a punto de entrar en pánico.
Me agarró fuertemente del brazo, levantándome del suelo en un segundo, como si mis cincuenta y ocho kilos no fueran nada para él. Debía admitir que tenía mucha más fuerza de la que aparentaba.
-Métete en el coche, Sonia. Ya me estás cansando...
Me empujó y caí en el asiento del copiloto; se apresuró a ponerme el cinturón de seguridad y cerrar la puerta, no sin antes echar el cierre de protección para niños.
Aun así, mientras él rodeaba el vehículo para llegar al asiento del conductor logré desabrochar el cinturón e intenté con todas mis fuerzas abrir la puerta bloqueada.
-No puedes abrirla, de manera que pórtate bien y vuelve a abrocharte el cinturón -dijo al tiempo que cerraba bruscamente la puerta de su lado, asustandome.
Hice lo que me pidió mientras mi mente intentaba analizar la situación y buscar posibles escapatorias, pero para eso necesitaba información; necesitaba hablarle, por mucho miedo que me produjera, pues no iba a lograr nada permaneciendo ahí encerrada dándole vueltas a las miles de hipótesis que se formaban en mi mente.
-No te conozco, ¿de qué me conoces tú?
-Vaya, veo que tu mente controladora está intentando hacer de las suyas...
-Lo siento -dije bajando la mirada a propósito para ablandar su corazón.
-Ese tono no te va a servir conmigo Sonia, a mí no vas a engañarme como has hecho con tantos otros.
Lo miré a los ojos en ese instante: ¿Cómo podía ser inmune a mi tono de chica arrepentida? ¿Es que acaso no tenía sentimientos? Mi rebeldía se abrió paso ante su comentario:
-¡Tal vez si pudieras explicarmelo te entendería de una vez y ambos dejaríamos de perder el tiempo!
-¡Vaya! Ahora la gatita vuelve a sacar las uñas... -dijo tocando con la yema de sus dedos los arañazos que le había provocado en su rostro y haciendo una mueca »No creas que te librarás de mí tan fácilmente, ahora eres mía.
-¡Yo no soy tuya ni de nadie!
El ruido del motor al arrancar me hizo callar al instante. ¿Dónde pretendía llevarme?
-¡Para el coche ahora mismo, no pienso ir contigo a ninguna parte!
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