Sousei no Aquarion
Un hermoso hombre observaba a una joven de negros cabellos desde el cielo.
- Sabes que deberías dejar de mirarla Hitael, la misión de los serafines es adorar al gran señor y únicamente a él - Le dijo alguien acercándose a su lado.
- Hasta día de hoy lo recuerdo, Sariel - Le respondió de forma algo sarcástica al ángel pelirrojo.
- Como tu asesor y mejor debo aconsejarte, además ya sabes que el resto de idiotas se molestarían al verte - Le susurró lo último.
- Dios ya te abría desterrado al infierno si te escuchara - Contestó con una leve risa.
El pelirrojo cerró la boca controlando sus impulsos.
- Simplemente no dejes que te descubran. Eres demasiado obvio - Respondió marchándose.
Siguiendo los consejos de su amigo, el serafín trataba de ocultar su presencia entre las nubes cada vez que iba a ese lugar a admirar a la muchacha. Los años humanos fueron pasando a medida que la observaba.
Repentinamente te ibas volviendo un adulto.
Sin embargo, solo podía hacer eso, mirar como su vida pasaba alejándose aún más de él a cada instante.
Una y otra vez, te ibas más lejos.
- Me pregunto cómo sería hablar con ella... - Murmuró para si mismo una mañana viéndola desde el mismo lugar que siempre - Supongo que es imposible...
No puedo conciliar este sueño.
- O quizá... - Continuó observando sus alas. Segundos después se encontraba descendiendo hacia la tierra.
Aún así, yo me despeiné.
Por cantar tu nombre.
- Aris... - Susurró inconscientemente al poder verla tan de cerca.
Ella se giró inmediatamente permitiéndole apreciar sus ojos de color rubí.
- ¿Quién e-eres tú? ¿Cómo sabes mi nombre? - Preguntó rápidamente bastante asustada.
Él se llevó la mano al pecho y saludó cual caballero.
- Mi nombre es Hitael, soy un serafín enviado por Dios para observar a los humanos - Explicó gentilmente.
- ¿Nuestro creador? - Cuestionó ella asombrada.
- Así es - Le sonrió.
Tras eso celestial descendía día tras día, ignorando sus responsabilidades, únicamente para encontrándose con ella bajo un árbol y pasar tiempo con ese efímero ser que tanto le había cautivado desde sus inicios.
Recuerdo estar sentado contigo
debajo del árbol de la vida.
- Hitael... ¿Cómo es nuestro creador?
- Es un viejo verde que solo sabe crear cosas durante unos días y sembrar el caos.
La respuesta no pareció agradarle del todo a la chica.
- O eso es lo que te diría mi mejor amigo - Continuo - En realidad nadie sabe como es, ni siquiera nosotros los serafines.
De repente ella se levantó rápidamente.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó él alertándose.
- ¿Oyes eso? - Respondió con emoción brillando en sus ojos. Antes de que pudiera contestar tiró de su mano - ¡Vamos, vamos, estoy segura de que el creador nos ha traído algo nuevo!
Escuchamos cada débil llanto
de las criaturas
cuando el mundo comenzó.
El tiempo siguió pasando, ambos estaban completamente enamorados. Pero, en un breve instante para el chico, la humana falleció por misteriosas razones.
Mirando todo lo que he perdido
- Hitael... - Le llamó el pelirrojo desde el otro lado de las paredes de cristal. Apretó los puños sin poder continuar.
- Lo sé. Hoy es el día de mi destierro - Completó él dándole una pequeña sonrisa - Dios es cruel por hacerte venir justamente a ti a buscarme. Sigo pensándome si realmente no será él el verdadero diablo.
- Lo siento...
y casi todo lo que he amado.
Los dos hombres caminaban a pasos lentos hacia su destino, una gran sala en la que juzgaban a los celestiales que habían cometido pecado.
- Serafin Hitael, aún estás a tiempo de lograr el perdón, eximete de tus pecados y no tendrás que obligarnos a hacerte esto.
El albino se carcageó.
- Me niego, hasta ir al infierno sería mejor si pudiera seguir con ella.
Mantendré todo firmemente en mis brazos
- Que desgracia... Creíamos que atenderías a razones... Sobretodo tú, el serafín más poderoso y cercano a Dios - Suspiró - Por desgracia para nosotros no podemos hacer mucho más que cortar tu inmortalidad, desterrándote a la Tierra - Continuó a la vez que varios querubines agarraban con fuerza de sus alas.
Él albino continuaba tranquilo, nada le importaba lo que le ocurriera a él.
preguntandote dónde estoy.
- La pena es que su alma no tendrá tanta suerte... - Mencionó.
- ¡¿Qué vais a hacerle?! - Alzó la voz.
- La alejaremos lo máximo posible del Cielo, un alma impura cegada por la lujuria como esa no puede entrar al hogar del señor. Es una orden divina.
- N-No...
Así que por favor dime dónde ir.
- Cortádselas - Ordenó.
Muchos de los seres que allí se encontraban comenzaron a tirar de sus plumas con fuerza y rabia arrancándoselas ferozmente, otros trataban de romper e inmovilizar completamente sus alas. Hitael levantó la cabeza observando el cuerpo celeste sobre ellos.
Todas las respuestas que buscas
se esconden en el sol.
- Aris...
Si no te hubiera conocido, mi vida
- Gracias por haberme aceptado tal y como soy - Continuó hablando entre gran sufrimiento.
en la oscuridad para siempre.
Un horrible "crack" sonó desde su espalda, habían logrado arrancarle una de sus alas. Aun así él continuaba reprimiendo sus quejidos.
En mis alas está el poder de la inmortalidad,
pero por conocerte toda mi vida ha cambiado.
- Te amo y juro por Dios que lo continuaré haciendo a lo largo de los eones - Le prometió al Sol.
Le das luz, esperanza, fuerza
a mi vida.
Miles de años pasaron tras ese incidente entre un serafín y una humana.
- ¡G-Gran Raguel! - Gritaba un ángel menor entrando a una gran sala donde se encontraban los Arcángeles supremos, líderes del cielo una vez exiliaron a todos los serafines para no volver a correr el riesgo de que ocurriera de nuevo la misma tragedia.
- No grites impertinente, ¿no ves que estás en la casa del todo poderoso? - Ordenó el nombrado.
- Dis... Disculpadme... No obstante, traigo noticias sobre una humana.
- Eso encárgaselo a los ángeles de la guarda, es su trabajo.
- La cosa es que... Esa humana... Posee alas de serafín...
El silencio llenó la sala, el ángel podía haberse equivocado, ¿pero y si realmente Dios había vuelto a crear alguno? Tenían que comprobarlo.
Nada más asomarse al lugar donde se encontraba la vieron, era una pequeña recién nacida de cabellos de un color blanquecino, su madre parecía haber muerto al darle a luz, pero el celestial tenía razón, sus tres pares de alas confirmaban lo que era.
- Sus alas son plateadas - Comentó una Arcángel.
- Son impuras por haber matado a su madre - Explicó Raguel.
- Hi... - Lagrimas comenzaron a brotar de los ojos del pelirrojo, no podía creerse lo que estaba presenciando, él, su mejor amigo, había vuelto - Hitael
El resto se miraron entre ellos, si él había renacido significaba que habían grandes probabilidades de que la historia se repitiera.
Por ello, años más tarde tomaron la decisión de llevarsela al Cielo con el consentimiento de su padre y la escusa de enseñarla a ser un ángel de la guarda, aunque en realidad fuera para tenerla vigilada.
No obstante, no pudieron evitar nada, a sus 16 años humanos humanos le vio por primera vez. Un chico normal y corriente de pelo azabache, aunque lo que más curiosidad le daba a la joven eran sus ojos del color de los rubíes. Por alguna razón eso le parecía familiar, pero no sabía de qué.
La historia comenzó igual que la vez anterior, ella lo observaba desde lejos cada vez que podía mientras que su curiosidad por él aumentaba cada vez más. Sin embargo, esta vez tenía una escusa, el destino los había unido de tal modo que ella se había convertido en su ángel de la guarda.
Todo este tiempo, estos doce mil años
yo se, te amo.
Como dicen la curiosidad mató al gato, es por ello que serafin, repitiendo los errores de su antecesor decidió descender y hablar cara a cara con él al menos una vez.
- Eres tú... - Murmuró acercándose a él.
- ¿Qué qu...? - Comenzó a preguntar en un tono borde, pero al girarse a verla quedó mudo - Yo... Creo que... te conozco...
Ocho mil años desde
el momento en que te conocí.
Mi amor se hace más fuerte que nunca.
De esta manera el ciclo siguió repitiéndose, ella descendía para verle cumpliendo su misión de aconsejarle para ser feliz a la vez que se enamoraban aún más el uno del otro.
Las palabras que no pude decir en ese momento
que he estado esperando para compartir
mi amor contigo.
Trágicamente, su historia terminó acabándose de un modo similar.
- No... No puede ser... - Murmuraba ella desde dentro de su celda.
- Ey... - Sariel, su ahora mentor, fue a consolarla momentos antes del juicio. De nuevo iba a perder a alguien importante para él - Ese humano...
- No fue impulsado a suicidarse por los Arcángeles ¿Eso ibas a decir? - Adivinó ella dando en el clavo.
- Yo... Traté de imperdirselo...
- Lo sé... Que ahora tengas una maldición en tu ojo lo demuestra - Le creyó - Dime, ¿cómo terminó la historia de Hitael luego de perder a Aris?
- Así que leíste uno de los libros prohibidos - Sonrió levemente, realmente era igual que su antiguo amigo.
- ¿Oh~? ¿No debía~?
- Supongo que ya eso no importa.
- ¿Y bien?
- Él continuó buscándola, tenía fé en que ella renaciera en algún lugar del mundo y así poder vivir los años que le quedaban juntos.
- Pero no lo logró - Finalizó y él asintió - Entonces solo tengo que cambiar el final. No debería ser tan difícil~ - Dijo bastante más animada.
- Serafín - Un querubín les interrumpió - Es la hora.
Todo sucedió tal y como pasó la vez anterior, al pelirrojo le aterrorizó que se repitiera de una forma tan exacta, escuchar de nuevo las mismas palabras pero esta vez con la voz de Raguel y volver a ver a su viejo amigo, ahora como su alumna, con sus alas siendo despedazadas era algo que le perseguiría por siempre.
- ¿Así que el infierno~? - Repitió las palabras del Arcángel con una sonrisa en sus labios.
Te daría mi vida.
Te daría el mundo.
Para verte sonreír todos los días.
- Te encontraré, esta vez juro que sí podremos estar juntos para siempre.
Cien millones y dos mil años.
A partir de ahora te amo.
- Te amo...
Quiero que sepas que desde que llegaste a mi vida
cada día,
cada noche
iluminas la oscuridad de los
cielos.
- Ethy~, Ethy~ - Llamaba Yashiro al azabache que se había quedado dormido zarandeándolo un poco.
- ¿Mn?... - Murmuró abriendo un poco los ojos.
- Ethy, eres cruel, yo que te estaba contando una buena historia... - Se quejó con un leve puchero.
- Lo siento, es que... Por alguna razón... Tenía la sensación de que ya la conocía.
La albina sonrió.
- ¿Oh~?... Eres tan interesante Ethy~ - Contestó abrazándole.
- ¿Qué ha-haces?
- ¿Quién sabe~?
Todos estos
doce mil años.
He estado enamorado de ti.
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Es la primera vez que hago una cosa así, por lo que no me tengais muy en cuenta el resultado. Por si alguien no lo logró adivinar, los protagonistas de la segunda versión de la historia son Yashiro y el Ethan de su dimensión. Por suerte tal y como se ve al final ella logró cumplir su promesa.
¡Espero que os haya gustado! ¡Gracias por leer! ¡Bye by~!
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