Capítulo 8


Ah, domingo. Grandioso día.

Salvo por una sola cosa... Lacrosse.

Bueno, no volveré a entrar en detalles sobre el bendito deporte. Solo que en quince minutos tenía que salir a la cancha, y lo único que se pasaba por mi mente era salir corriendo y esconderme cual niño pequeño lo hace de sus padres cuando lo obligan a ir a tomar un baño tras haber estado jugando en el lodo por horas.

¡Vaya analogías se me ocurrían cuando estaba aburrido!

En fin. Si, lacrosse. Yupi. No era muy bueno usando el sarcasmo. Ofrecía mis máximas disculpas.

—No se tú, pero a veces me asusta cuando hace esto de quedarse mirando a la nada por un buen rato. No se si piensa, si duerme con los ojos abiertos, o si planea asesinarnos de improvisto. —habló Brett.

—En tu caso, lo mas probable es que sea la tercera. —Chris le respondió, y me propició un leve golpe en la nuca con la intención de sacarme de la ensoñación de la cual había salido desde que mi pelinegro amigo abrió su boca.

—No era necesario. —Me puse de pie.

—Lo sé.

Miré mal a Chris, quien asomó una sonrisa y salió a la cancha. Brett se posicionó a mi lado y me palmeó los hombros.

—¡Estoy tan emocionado! ¡Ya se acerca el fin de la temporada! ¿Sabes lo que significa?

Claro, adiós lacrosse.

—No. —Me limité a responder.

—¡Vendrán los caza-talentos a elegir a un par de nosotros para jugar profesionalmente! Es jodidamente genialoso Raggy.

—Mm sí, lo es.

—¿Qué ocurre contigo? —Puso una mano en mi frente—. Ya no te enojas cuando maldecimos, ¿tienes fiebre?

—No. —Lo alejé sonriendo de lado por sus tonteras.

—Ah, pues ya se. Entonces no se trata de la fiebre convencional... Se trata de la fiebre Kye. Esa que paraliza el cerebro y causa erecciones.

—¡Brett!

—Ya, ya —alzó las manos a modo de disculpas—. Pero no me dirás que no es cierto.

—Solo diré que te calles. ¿Está aquí? —Hice alusión a ella.

—No. No la he visto, y Chris tampoco. Ya sabes, no viene a estas cosas.

Mi interior se desinfló un poco al darme cuenta cuanta razón llevaba mi amigo, y cuanto me molestaba que fuese así. Hoy, cerca del mediodía le había mandado un par de mensajes a Kye invitándola al partido, pero ni siquiera había contestado.

—¡Ragnar, dos minutos! —gritó el coach.

Suspiré y salí a la cancha. Las gradas estaban completas, hoy tocaba jugar de local contra un instituto de aquí cerca del cual no recordaba el nombre. El bullicio, los cánticos y los gritos se oían palpitantes en mis oídos, y solo me dieron más ganas de largarme de allí. Barrí con un poco de esperanza en los ojos los asientos en busca de aquella persona con los iris de universo, pero no la encontré. Tampoco estaban mis padres, aunque eso no era extraño para mí Pese a que ellos insistían en que debía practicar este deporte y ser el mejor en él, nunca venían a mis partidos. Me jodía un poco el hecho de esforzarme en algo que detestaba para que ellos ni siquiera me felicitaran por mi triunfo.

—¡Equipo! —grité para reunirlos a todos—. Esto será sencillo. Delanteros: Brett, Rhys; ataques directos, brutales, no demos tiempo de que piensen la próxima jugada. Mediocampistas: Alek, Derek, Dan; pases, siempre a mis laterales y retaguardia, esquiven ataques y, si es posible, desarticulen los pases rivales. Defensores: Riley, Carson, Phil; fácil, no permitan que entren al área de ataque, pases al mediocampo. Portería: Chris... —Sonreí—. No dejes que esos tipos metan un solo punto. ¡¿Entendido?!

—¡Sí, capitán!

—¡A jugar!

El arbitro dio el inicio del primer tiempo. Por lo general eran cuatro tiempos de quince minutos cada uno, el lacrosse solía ser un juego rápido y algo bruto. Solo le veía una cosa buena: ser defensor me permitía actuar con dureza, y aunque yo no me caracterizaba por ser un tipo agresivo, me servía como descarga de emociones negativas y nadie salía lastimado. O bueno, casi nadie.

Los quince minutos iniciales se pasaron con rapidez, teníamos anotados cuatro puntos contra uno de los rivales. Claramente llevábamos ventaja. En el intervalo de descanso aproveché para comentarle a mis compañeros las debilidades del otro equipo, y el coach dio un par de consejos. 

Antes de comenzar un nuevo set, me acerqué hasta Rhys con la intención de mantener una amena charla para saber el paradero de su incondicional compañera. No me agradaba la idea de parecer un desesperado por saber de ella delante de su amigo, pero me picaba la curiosidad de conocer la razón por la que ni siquiera me había contestado.

Jodido intenso.

—Rhys.

—Hola, Ragnar.

—Escucha, eh... —Me rasqué la nuca—. ¿Sabes algo de Kye?

—Sí, vivo con ella. ¿Qué se te ofrece? —Apoyó su peso en un pie.

—Es que le he mandado un mensaje y no ha contestado. ¿Tienes idea de por qué es?

—¿Acaso estás pretendiendo a Kye?

—¿Qué? ¡No! —O quizás sí, pero no sé lo diría.

—Mira, Ragnar. A Kye no le gustan este tipo de cosas, si odia venir a Reachmond un día de clases imagínate lo que odiaría venir un día de deportes. Además, si no te ha contestado, ha sido porque no le interesa. Kye no se anda con rodeos.

—Mmm... De acuerdo. —murmuré desilusionado.

—No se que buscas en ella, amigo. Pero lo que sea que tengas en mente, no funcionará. Simplemente no es como el resto. —Me palmeó el hombro y se fue trotando hasta las gradas a saludar a alguien.

—Como si no lo supiera...

El segundo tiempo fue un desastre, para qué negarlo. Ocurrió algo parecido a los conocidos giros de ciento ochenta grados. Quedamos fritos diez a cinco, como si el otro equipo hubiese ingerido alguna espinaca mágica al gran estilo Popeye y se hubiesen fortalecido de la nada. En lo personal, he de admitir que tenía mi cabeza volando a cien metros de altura sobre la cancha. Solo pensaba en las palabras de Rhys y en la repentina actitud de Kye. Estaba distraído, sumamente distraído: la pelota se me caía del palo, no atajaba bien los pases, me había tropezado un par de veces, y por si fuese poco mis padres mágicamente habían aparecido en el peor momento.

—Al mal tiempo, buena cara... —Brett no dejaba de murmurar frases estúpidas de positivismo que, al menos a mí, me comenzaban a poner histérico.

—¡¿Quieres callarte?! ¡Estamos perdiendo, maldición! —Derek, uno de los mediocampistas, gritó. Al parecer no era solo a mi al que le molestaba.

En cuestión de segundos todos los integrantes del equipo se estaban gritando y echándose la culpa unos a otros, justo a dos minutos de empezar el tercer tiempo. Esto no podía ser peor. Todos esperaban que dijese algo, que animase al grupo, pero ¿cómo hacerlo si incluso yo quería irme de aquí?

Todos se me quedaron viendo.

—Vamos ya. Misma táctica, mismo juego. —murmuré y salí rumbo a la cancha sin esperar respuestas.

Antes de comenzar pude notar cierta actitud burlesca por parte de la competencia hacia nosotros, en especial de un tipo que parecía ser el capitán y no dejaba de reírse en mi jodida cara. Lo miré, me enseñó su dedo del medio y logró cabrearme hasta la médula.

El árbitro dio inicio al tercer tiempo, y si el segundo ya había sido malo este fue catastrófico. Estos tipos estaban abusando de su fuerza bruta y además, hacían jugadas sucias que pasaban raramente desapercibidas para los ojos del árbitro. Ya habían eliminado a dos de mis compañeros a fuerza de golpes y empujones, y los suplentes eran desastrosos. Así que teníamos solamente siete jugadores en el campo, sin contar a Chris que estaba de portero.

En las gradas parecía como si ambos lados estuviesen a punto de iniciar una pelea, y eso sólo lograba desconcentrarme más. No di lo mejor de mí, estaba cansado y molesto.

Faltaban tres minutos para terminar el tercer set. Cuando todo parecía haberse puesto un poco a nuestro favor, y yo tenía la pelota en el palo listo para lanzar al arco, un empujón me hizo volar en el aire casi tres metros. La las gradas quedaron en silencio.

Juro que vi estrellitas violetas.

—¡Es trampa, mal uso de la fuerza en el juego! —Oí gritar al coach.

No sentía el cuerpo, y la cabeza me dolía infiernos. Y aunque moría por pedir ayuda, nadie se me acercaba. No supe cuánto tiempo había pasado, solo me enteré de que ambos equipos comenzaron a gritarse entre ellos y nuevamente ambas gradas se pusieron a pelear. Justo en el momento donde todos parecían estar enfrascados en sus cosas, alguien se acercó.

—Mas vale que te pongas de pie, rojo. Si no ganas este partido, te daré una buena razón para terminar en el piso.

Joder... Me sentía en el paraíso.

Los ojos de Kye me observaban desde arriba, con una mueca que denotaba gracia. Me ayudó a ponerme de pie y me llevó hasta los vestuarios.

—No te acostumbres a que te haga de enfermera. —Me avisó una vez que volvió de algún sitio con un botiquín de emergencia y agua en sus manos.

—Me agradas más cuando intentas cuidarme. —opiné con dificultad, asomando una sonrisa.

Ella giró los ojos, y sin responderme, limpió la tierra de mi cara y me curó las pequeñas heridas de la pantorrilla, los codos y la mejilla.

Me hubiese gustado congelar esos últimos minutos donde se encontraba tan cerca de mi rostro, que podía admirar mejor la diferencia entre sus dos iris.

No los había visto mucho, quizás esa era la razón por la cual no podía dejar de contemplarlos y maravillarme.

—No me mires.

—¿Por qué?

—Porque me molesta.

—¿Te incomoda? —Sonreí.

—No —detuvo la limpieza—. Me molesta.

Sus ojos subieron a los míos y se me quedó mirando fijamente. Luego de unos segundos, tuve que apartar la vista por la intensidad de su mirada.

—¿Molesta, eh?

No, no era así. Pero sí se sentía fascinante que me viese de esa forma, solo que me ponía muy nervioso, y temía quedar como un idiota.

—Ya...

Ella terminó de curarme, y cuando devolvió todo a su lugar, se sentó a mi lado.

—¿Que haces aquí? —pregunté.

—Bueno... Me has invitado, ¿no? Aquí estoy.

—Pensé que no te gustaban estos tipos de eventos —rememoré las palabras de Rhys—. Además, tu amigo dijo que no estabas interesada...

—¿Rhys? —Se carcajeó—. Es un idiota celoso. No, no me gustan este tipo de cosas, pero tampoco tengo tan mal genio como para no aceptar una invitación. Además, si quieres hablar conmigo no lo hagas por mensaje.

—¿Por qué?

—Porque casi nunca uso el celular. No me gusta. —Jugueteó con sus dedos.

Me quedé en silencio. De repente caí en la cuenta de que no sabía cuánto tiempo había pasado desde que había desaparecido. Quizás ya era hora del último set, miré mi reloj. Solo habían pasado siete minutos.

Parecieron eternos.

—¿No vas a preguntar por qué no me gusta? —Volvió a hablar Kye.

—¿Por qué lo haría? —Sonreí.

Ella se encogió de hombros y se puso de pie.

—Porque siempre estás buscando algún porqué.

—Soy curioso.

—Lo he notado. Escucha, Ragnar, es el último set, ¿sí? Yo se que quieres partirle la cara a ese sujeto y huir de aquí. Pero ahora tienes que salir a jugar y demostrarles quienes mandan.

Sus palabras me sabían a gloria.

—Odio el jodido lacrosse.

—Lo supuse —me sonrió—. Justamente por eso debes ganar, mi padre solía decirme que cuando haces algo que no te gusta, debes esforzarte el doble. Imagínate: si obtener el triunfo de aquello que te gusta te sienta bien, como será la gratitud de tener la victoria de aquello que no te agrada tanto. Sería como sacar una calificación alta cuando odias las matemáticas...

Asentí pensativo y me puse de pie. Ella me lanzó el casco y me lo puse con una sonrisa.

—Hagamos una cosa, Novak. Tu te encargas de salir por esa puerta a patear culos, y luego, cuando ganes, ambos nos iremos a festejar con una cerveza. —Propuso.

Me acerqué hasta ella y, con el mayor coraje que junte, eleve mi mano y acaricié su mejilla. Su piel era tal cual como imaginaba al verla: tersa, suave, delicada.

Perfecta.

—Gracias, Kye.




Jeje... Ragnar no es el único intenso aquí. Su creadora también lo es. ¿Qué tal este capítulo? Mientras lo editaba, me dieron ganas de gritar un par de veces cual fangirl. ¡No vale reírse de mi!

Cariños, si les gustó, recuerden votar, comentar y (juro que casi escribo suscribirse, cual canal de Youtube) compartir esta historia. Estamos a menos de veinte leídos para llegar al 1K de leídos... He decidido hacer una maratón de tres capítulos (o cuatro) para cuando lleguemos... Pero para eso necesito su apoyo :)

Les dejo mi Instagram (@ethereallgirl)para mirar las cositas que subo relacionadas a SONDER.

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset

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