Capítulo 5
Ragnar me daba miedo. Bueno, no miedo, pero casi.
Era algo parecido a querer descubrirlo y a la vez estar tentada a salir disparada a mil kilómetros de su bonito rostro.
Porque Ragnar era raro... Y no podía evitar pensar que eso me agradaba.
Acordamos en vernos hoy. Y bueno... Hoy era viernes, y también era la fiesta en casa de Lisette. Ya era bastante tarde, me molestaba un poco a veces, pero tenía la mala costumbre de llegar a destiempo a cada lugar al que iba.
Con apuro, me encontraba tentando a Rhys para asistir porque él se había negado. Algún bicho le había picado y no tenía la mas mínima idea de que carajos le ocurría.
—¡Vamos, Rhys! Tú me dijiste que iríamos.
—Aparta, pesada. Que no quiero ir.
—¡Vamos! —lloriqueé.
—¡No, Kye!
—Rhys, mierda, vas a ir conmigo porque te lo estoy rogando. ¿Entiendes?
—¡Que no! ¡Vete! —Alzó la voz y solté su brazo.
—Púdrete, cabrón.
Salí de su habitación y bajé las escaleras.
—¡Oye, oye, oye! Ven aquí, Kye. ¿Qué son esos gritos? —Apareció Maeve, casi por arte de magia.
—No se, pregúntale al estúpido de Rhys que se ha despertado con el culo revuelto. ¿Por qué no le dices que le llame a Alana? A ver si con un polvo se le pasa. Me voy, adiós Maeve.
—No vuelvas tarde.
—No lo haré.
Tomé la motocicleta del idiota de mi amigo ya que él no saldría de la casa, y yo no volvería hasta que su humor no hubiese mejorado. Además, no tenía otro transporte, la camioneta de Maeve estaba averiada y tenía como trabajo pendiente el arreglarla.
Hoy, para mis sorpresa, el clima había estado caluroso, la noche estaba calurosa a decir verdad. Así que sabiendo que en esa casa harían por lo menos cinco o seis grados más de los que había fuera debido a la temperatura de todos los cuerpos presentes, me había puesto unos jeans y un simple top verde. Llevaba el pelo recogido en una trenza desaliñada, porque algo que no me gustaba para nada, era tener mechones de cabello bailando por mi rostro y haciéndome cosquillas en la nariz.
Al llegar a la exagerada y colosal casa de Lisette, miembro de las animadoras y anfitriona de la fiesta, entré sin tocar debido a que la puerta estaba abierta de par en par. Busqué la cocina como primera posta para iniciar la noche, y me robé una cerveza que uno de los idiotas del equipo de lacrosse se había escondido en los bolsillos. Eran los únicos que tenían acceso a las bebidas cerradas y yo ni loca tomaría de algo ya abierto, corriendo el riesgo de caer ante las garras sucias de alguno de estos imbéciles.
Me encaminé al salón donde se había formado una pista improvisada de baile, moviendo mis caderas al ritmo de la música. Me colé entre los estudiantes de la preparatoria que se movían desenfrenados por la melodía que retumbaba en los parlantes, y bailé por un buen rato.
Yo no me embriagaba, desde hace por lo menos un año no lo hacía. Detestaba la resaca del día siguiente y esa sensación espantosa de sentirme inútil e insoportable, que ni siquiera la aspirina más potente podía evitar. Así había aprendido a disfrutar de las fiestas y la bebida sin la necesidad de caer en un coma etílico. Además, era muy chistoso para mí ver como todos los estudiantes que no poseían control alguno, se emborrachaban en cuestión de minutos. Porque vamos, las personas cuando están ebrias son más divertidas... Y he de admitir que estos idiotas me caían mejor cuando estaban pasados de copas: sabían pasarla bien de la manera que a mí me gustaba. Por suerte, luego no se acordaban de nada, así que no se molestaban en rememorar a mi persona junto a ellos... Y yo no me preocupaba porque mi tradición de detestarlos se vea afectada de alguna forma.
—¡Kye! ¿Vienes? Estamos por jugar a la botella —habló una de las animadoras del equipo, interrumpiendo el reciente baile sensual entre un moreno que no conocía y yo.
Sonreí y alejé al sujeto con el que bailaba. De camino al patio trasero, mi vista cruzó a una mata de cabello pelirrojo. Desvié mi andar hacia la derecha y me detuve frente al chico de oro.
—Viniste.
—Claro. ¿Hace mucho esperas por mi? —respondió con una sonrisa ladeada que me hizo morder el interior de mi mejilla.
—¡Mírate! Creo que se te están subiendo los humos. ¿Tus papis te dejaron venir? —Ambos comenzamos a caminar hacia el patio trasero.
—Es complicado.
—Ragnar...
—No, Kye. No les he dicho que vendría, me justifiqué diciendo que me dolía el estómago.
Puse una mueca y giré mi rostro al suyo.
—Eres un idiota, compañero. La clave de tu libertad es la confianza que tus padres depositen en ti. Ellos te tienen atado con correa porque saben que de la manera en la que te han criado, las tentaciones a hacer cosas fuera de las que acostumbras darán rienda suelta a ideas relacionadas con alejarse a todo lo que ellos consideran correcto para ti. Y eso es justamente lo que está pasando, te has escapado en vez de decirle a tus padres de una manera adulta que irías a una reunión con compañeros de tu escuela, donde estarías con tu preciosa novia y de la cuál volverías a una hora acordada...
—No pretendas que aprenda todas estas cosas de un día para otro, Kye. Hace apenas cuarenta y ocho horas ni siquiera sabias de mi existencia.
—Ya, ya, haremos las cosas bien entonces. ¿Por lo menos tienes idea de a qué hora vuelven tus padres?
Él miró su reloj, dejándose tomar de la mano al distraerse y quedarse como tonto hablando por mensajes con nosequién.
—Como a las dos.
—Deja eso —le quité el móvil y me lo guardé en el bolsillo—. Te llevaré a tu casa cuando sea la hora de volver.
—¿Y cómo sabes que vine a pie?
Sonreí y me senté en la ronda de adolescentes.
—No lo sabía, tú acabas de decírmelo.
Él rodó los ojos con signos de diversión y caminó hasta quedar en frente mío, entre una chica y un chico.
Saludé con un asentimiento de cabeza a unos sujetos de Nekshore South, que me sonrieron socarrones.
A diferencia de Reachmond, Nekshore no era una de esas instituciones elitistas en la cual si o si tenías que tener dinero para encajar. En esa escuela podías encontrar a todo tipo de personas, y eso me agradaba. Tenía un par de conocidos allí que hacían grandes fiestas, en donde me la pasaba a lo grande. Me resultaba un poco extraño que estuviesen aquí, ya que era bien sabido que desde hace un par de años existía una rivalidad pasiva entre "ellos" y "nosotros" a nivel no solo deportivo, sino también académico. Reachmond había eliminado hace unos meses a Nekshore del interestatal de lacrosse, así que las cosas aún seguían un poco tensas. Rhys no los soportaba, tampoco el hecho de que a mí me cayesen tan bien. Pero era inteligente, elegía no gastar fuerzas y energías intentando hacerme cambiar de opinión con ello, porque no lo lograría.
El juego empezó una vez que uno de mis borrachos compañeros explicó vagamente las reglas del juego y dio vuelta la botella. Básicamente tenía dos opciones: o besaba a la persona o bebía tres shots de tequila.
—¡Vamos, gira de nuevo!
—¡Si Alek, gírarla que quiero besar a Kye! —Gritó uno cerca del lugar donde Ragnar se encontraba.
—En tus sueños, bastardo. —reí.
La botella siguió girando por un buen rato, algunos se besaban tímidamente, otros elegían los tragos, uno que otro hacía un drama para al final terminar cediendo, y la mayoría se devoraba sin asco. Todos habían besado a alguien menos yo, y bueno... Ragnar. Él había tenido cinco posibilidades y en ninguna de ellas había querido. Así que llevaba algo así como quince shots de tequila en el estómago, y se le notaban.
Cómo pudo se había puesto de pie en una de las últimas rondas y se había sentado junto a mí. No fue fácil deducir que lo máximo que había bebido de alcohol este chico en toda su vida, había sido media copa de champagne caro en las fiestas de fin de año. Apestaba a jugo de limón y tequila de dudosa procedencia... Y no paraba de decir estupideces.
—Kye... —me habló al oído con una voz ronca y ebria que me envió un cosquilleo al bajo vientre.
¿Qué esperaban de mí? Ragnar era atractivo, y yo una maldita calentona.
—¿Qué quieres, rojo?
—Kye... —Jugueteó con los aretes de mi oreja—. Tengo sueño.
—Ya iremos a casa. —Lo alejé notando varios granitos de sal que flotaban con gracia sobre sus labios.
Me tocó girar la botella está vez. El objeto de vidrio dio vueltas por unos segundos hasta que se detuvo, alcé mi vista y rodé los ojos.
—Esto se pondrá bueno. — aseguró una chica que no conocía, seguramente proveniente de Nekshore.
—Shot —pedí.
—¡Oh vamos Kye! ¡Llevas seis turnos eligiendo tragos. ¿Es que acaso tienes miedo de besar a una chica?
—Lo que no tengo son ganas —corté a uno de mis compañeros sin mucha paciencia. Ragnar seguía jugueteando con mis joyas y eso comenzaba a parecerme algo intolerante.
—¡Qué estupidez! Mira que yo te veía bien atrevida, resultó que solo eres una niñita educada y miedosa que no...
Me lancé a los labios de la chica interrumpiendo la perorata de Alek, el chico ebrio que nos invitó a jugar. Ella me recibió alegre, parecía que estaba esperando este beso; yo simplemente le seguí el ritmo desesperado de su boca hasta que me pareció suficiente. Al separarme, la chica tenía los labios hinchados, y estaba segura que los míos se encontraban igual o peor, ya que había sufrido un par de mordidas que me parecieron algo fuertes.
Me mantuve en silencio y el juego siguió con normalidad. Yo aprecié en mi reloj que solo faltaba media hora para las dos de la mañana, así que quise levantarme para devolver a Ragnar a su casa. Pero el pelirrojo me pidió entre palabras arrastradas que esperemos un poco, ya que su casa estaba en esta misma residencia. No me negué, algo en mi interior gritaba que tenía que dejarlo divertirse.
Más rondas pasaron; yo estaba comenzando a aburrirme. Ragnar había ido a algún lugar a vomitar la cantidad de alcohol que había ingerido y me había pedido no acompañarlo. Llegó mi turno nuevamente e hice girar la botella, se detuvo justo cuando mi nuevo colega apareció de pie a mi lado, con mejor cara de la que tenía al irse.
—¡Mira, chico de oro! La rebelde Kye tiene que besarte.
El aludido se sentó a mi lado sin dejar de verme. Tragué con nervios al darme cuenta de que él estaba esperando a que lo hiciera... Y no voy a negar que me tentó su miraba que gritaba ebriedad y sensualidad. No voy a negarlo para nada.
—Shot. —dije sin despegar mi vista de él.
—Pero Kye...
—¡Dije shot, Alek! —Me volteé a verlo.
Él obedeció y me tendió los tres vasos. Me los bebí uno tras otro y me puse de pie.
—Muy lindo todo, pero nos vamos. —Le tendí una mano a Ragnar, sin embargo él la evitó y se puso de pie por su cuenta.
Caminé detrás suyo hasta que salimos; luego, al darse cuenta de que no sabía cual era mi vehículo. Al ver mi motocicleta, puso peor cara de la que ya tenía.
—Lo que me faltaba.
—Quedan solo diez minutos para las dos. Y como estás ahora, seguro que no llegas ni a mitad de cuadra caminando. Sube y aférrate a mí.
Él se dio cuenta de que no estaba en posición de discutir, así que hizo lo que le pedí. Cuando sus manos se sujetaron como garras a mi cintura, emprendí camino mientras lo oía guiarme hasta su casa.
Al llegar, ambos bajamos.
—Debemos ir por... Allí. —Se tambaleó, señalando un mini espacio en una cerca.
—No, tu no puedes ni caminar. Vamos por allí. —Apunté la verja de hierro.
—¡N...No! El guardia.
Rodé los ojos y pasé mi brazo por su cintura ayudándole a caminar. Le susurré a Ragnar que se mantuviera en silencio. Al llegar a la entrada, un tipo alto y atractivo salió con cara de pocos amigos.
—Buenas noches, amigo, vengo a dejar al hijo ebrio de tu jefe. No me hago responsable de lo que pueda suceder a partir de ahora.
Él me miró de arriba a abajo y me sonrió, dejándonos pasar. La mansión Novak era ciertamente colosal, imponente y exageradamente lujosa. De piedra caliza a la vista, acceso empedrado, un porche al mejor estilo de estancia playera, ventanales gigantescos, mucho verde... Vamos, el hogar de Ragnar era la definición perfecta de mansión californiana. Si buscaba en Google esas dos palabras, probablemente saldría la fachada que tenía ante mI ahora.
Llevé al pelirrojo hasta la puerta. Luego de no encontrar las llaves, soltar un par de maldiciones, tomar la indicada, abrir e ingresar, finalmente subimos hasta su cuarto. Todo esto siendo indicado por las trastabilladas palabras que salían de sus labios.
—A ver, campeón —lo senté en su cama—. Quítate los zapatos.
Él hizo lo que le pedí, y además se llevó por el camino los pantalones y la camisa. Sonreí al ver su bien formado cuerpo a causa del deporte, y lo ayudé a recostarse.
—Kye... ¿Por qué no has querido besarme? —Lo oí justo cuando estaba por cruzar la puerta.
Me mordí el labio y suspiré.
—Buenas noches, rojo.
Al salir de su casa me crucé con el guardia. De repente sentí que mi noche no podía terminar de una forma tan aburrida, la fiesta en si había sido un fiasco pero el after parecía prometedor, al menos para mis ojos.
—Espero que al menos valgas la pena... —murmuré arrastrándolo a un rincón.
Benditos plot twists...
¡Hola! Nuevo capítulo, sí que sí. Las cosas van avanzando, vamos descubriendo a los personajes un poquito más a fondo... Y eso me pone nerviosa jajajaja.
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¡Les mando un besito virtual, nos leemos pronto!
Sunset.
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